Idealmente, en un debate, una persona plantea una tesis a defender y
la sigue con argumentos que cree que sirven para sostenerla: “Yo digo esto,
por estas razones”. Sin embargo, muchas veces las personas evitan decirte con
claridad qué es lo que creen, cuál es su posición, en qué consiste la tesis que
están defendiendo, cuál es exactamente su punto.
Imagino que esto se hace, en parte, porque la ambigüedad permite más
amplio margen de acción. Si planteo una tesis concreta quedo atado a ella,
comprometido a decir sólo argumentos que la sostengan tal cual la planteé. Pero
si mi postura es ambigua, puedo a veces decir argumentos a favor de una versión
y a veces a favor de otra, relacionada pero no igual... y a ver qué chicle
pega. A menudo te tiran un argumento que medio apoya una versión de la tesis, y
esperan que con eso aceptes otra que no ha sido defendida.
No estoy diciendo que esto sea consciente; de hecho, creo que es el
resultado de no pensar lo suficiente acerca de cómo pensamos. Por algo Sócrates
decía "define tus términos".
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Un ejemplo clásico se da a menudo en discusiones sobre sistemas
socioeconómicos. Alguien, haciendo una defensa del capitalismo, te hablará
de la conveniencia de que existan el comercio y la industria, que puedas tener
tus propias cosas y usar tu dinero como te plazca. Pero, al decir eso, esperará
implícitamente que lo aceptes como defensa de la desigualdad económica, la
acumulación de la riqueza en pocas manos, y el enorme poder de corporaciones
para influir en la política, dañar el medio ambiente y explotar a los
trabajadores sin restricciones.
Eso es falaz porque en realidad tenemos dos tesis:
A. Es bueno que haya industria, comercio, propiedades y dinero.
B. Es bueno que los billonarios tengan grandes riquezas y que las
corporaciones tengan total libertad para operar.
La aceptación de A no implica, lógicamente, la aceptación de B.
De manera inversa, el rechazo a B no implica el rechazo a A. Lo digo porque a
menudo la formulación es algo así como “Ah, no te gusta el capitalismo, ¿eh?
Supongo pues, que no te gusta poseer productos manufacturados, ¿ah?”. En todo
caso, sería necesario demostrar que A necesariamente implica B, lo cual
sería otra discusión distinta.
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Va otro ejemplo, más complicado. Cuando se habla acerca de creencias,
ya sea la devoción a una religión organizada o una práctica esotérica, puede
decirse algo como: “X es una creencia válida”. Pero, ¿qué entendemos por ello? No
es lo mismo decir “X se corresponde con la realidad factual” que “Debemos
respetar la creencia en X”.
Tomemos la primera tesis: “X se corresponde con la realidad factual”,
que es una forma de decir que la creencia X es verdadera o real. Es decir, es
una cuestión sobre hechos. Al discutir esta tesis, es tentador presentar, a
manera de refutación, argumentos que incluyan información científica. Pero si
bien algunas personas pueden pensar que sus creencias religiosas o mágicas
están respaldas por la ciencia, usualmente no lo necesitan. Pueden, por
ejemplo, creer que la divinidad o la magia funcionan bajo un conjunto de
reglas y lógica diferentes a las de las ciencias, y no por eso son menos
reales. O puede ser que piensen que, independientemente de su realidad factual,
la creencia aporta beneficios a sus devotos.
O sea, no es lo mismo sostener que “Dios es verdaderamente el
creador del universo e interviene en él con su poder divino” que decir “La
creencia religiosa da significado a la vida humana”. No es lo mismo decir “Con
la lectura del Tarot puedo conocer el futuro” que decir “La lectura del Tarot
me trae paz emocional”.
Son posturas relacionadas y compatibles, pero no son lo mismo. Unas
tratan del valor intrínseco de una creencia como correspondiente a un hecho
real, ya sea que consideren “real” únicamente lo compatible con el conocimiento
científico o que acepten también lo que lo contradice. La otra tesis trata de
su valor como algo que surge de sus consecuencias en las personas creyentes.
Por eso es importante establecer si por “X es una creencia válida”
estamos hablando de “No importa que X no pueda ser demostrada científicamente,
de todos modos es real”, o si estamos hablando de “No importa que X no sea
real, de todos modos aporta algo positivo a sus creyentes”, o si estamos
implicando que “X es real porque aporta algo positivo a sus creyentes”.
Por otro lado, "Respetar la creencia en X" es una cuestión
sobre deberes éticos, y a su vez puede significar varias cosas distintas,
entre ellas:
A. No se debe prohibir ni perseguir la creencia en X.
B. No debemos atacar ni ridiculizar a una persona por creer en X.
C. No debemos importunar a una persona al tratar de disuadirla de su
creencia en X con explicaciones no solicitadas, sin importar cuán amables o
bienintencionadas sean.
D. No debemos crear ni compartir contenidos del tipo "Explicación
de por qué X no es real" o “Argumentación de por qué no es bueno creer en
X”, en ningún momento, en ningún espacio y bajo ninguna circunstancia, no sea
que una persona creyente se tope con eso.
Son posturas relacionadas y pueden defenderse juntas, pero no son la
misma, y argumentar a favor de una no necesariamente cuenta como argumentar
a favor de la otra.
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Ya que hablamos sobre lo que queremos decir, tratemos también lo que
queremos entender de lo que el otro dice. Lo que sigue es interesante
porque es algo que hacen los ateoscépticos cienciosos, pero también lxs progres
socialjusticierxs...
Conocemos bien que, haciendo las veces de una argumentación, los
ateoscépticos juegan a "encuentra la falacia". Es decir, hacen
una lectura superficial del argumento contrario, encuentran la primera cosa que
asemeje formalmente a una falacia, la nombran (en latín, para mayor efectismo)
y se dan por satisfechos, como si con ello hubieran terminado la discusión.
Pero fíjense cómo la banda SJW practica algo similar, excepto que su
lectura superficial se hace buscando algo que pueda señalarse como
problemático (clasista, sexista, racista, etc.). Una vez señalada la falta
en el argumento contrario, éste puede descartarse como carente de valor.
O sea, mientras unos pretenden descalificar ipso facto con base en la
calidad intelectual, los otros pretenden hacerlo con base en la calidad
moral: "el otro es estúpido", "el otro es malvado".
Confío en que se entienda que esto no pretende negar el valor de
analizar un discurso para hallar falacias lógicas o contenidos problemáticos.
¡Por supuesto que es valioso y necesario! Y también hay cosas que, a estas
alturas, podemos descartar sin mayor discusión…
Más bien, quiero hablar del principio de caridad... Éste nos
exhorta a asumir que la otra persona es honesta y racional, que nos está
diciendo lo que realmente piensa y que tiene sus razones para pensarlo. Si lo
que dice puede interpretarse de diferentes maneras, procuraremos no atribuir el
significado más absurdo o más pérfido posible. Si es ambiguo o confuso,
pediremos una aclaración antes de suponer lo peor: "¿qué quieres decir
con...?"
El principio de caridad no es una regla de lógica, ni nos informa sobre
la factualidad. No niega que a veces, de hecho, la otra persona está diciendo
lo peor. Más bien, es una pauta de convivencia, un acuerdo tácito que se
da por sentado para facilitar el intercambio constructivo de ideas y evitar
conflictos innecesarios. A veces puedes tener buenas razones para pensar que el
otro está diciendo lo peor. Pero, donde quepa la duda, no lo hagas.
El problema es que asumir el principio de caridad implica hacer un
esfuerzo para el que no siempre tenemos la voluntad o la posibilidad. La
mente humana tiende al mínimo esfuerzo, a tomar el camino más corto, a
aceptar la solución más pronta y cómoda. Especialmente si dar crédito a la otra
persona implica tener que considerar una idea que no nos gusta. Es mucho
más fácil simplemente declarar indigno el discurso contrario y pasar a lo que
sigue.
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En un asunto relacionado, recordemos que poner a una persona en una
caja es una forma de protegernos. Si ya decidí que tú vas en la caja de los
locos, los malvados, los infames, los patéticos, los moral o intelectualmente
deficientes, los que no son dignos de ser escuchados, entonces no tengo que considerar
nada de lo que dices porque no puede tener ningún valor.
Ejemplo recientísimo. Un vato acababa de publicar el viejo cliché de
"el problema no es la desigualdad, sino la pobreza". Le compartí un
enlace a un ensayo que argumenta que se equivoca. Me dijo "mamerto" y
"resentido de mierda"... Me puso en la caja de los que no tiene que
escuchar y así se protegió de un contenido que podría poner en duda sus
creencias.
La caja en la que te ponen, claro, suele no tener mucho que ver
contigo. Es una reducción, una caricaturización. Por ejemplo, un fan de
la 4T me dijo que "Biden era mi mesías", algo que no sólo no se
corresponde con lo que yo he dicho y escrito públicamente, sino que
directamente se desmiente por ello. No importa, él necesitaba ponerme en la
caja de "tibio liberal”, y así no tener que interactuar con lo que yo de
hecho estaba diciendo.
Una forma rápida y psicológicamente cómoda de meter a una persona en
una caja es atribuirle motivaciones deshonestas o mezquinas. Claro, no
podemos conocer directamente las motivaciones de nadie porque no podemos leer
mentes, sólo podemos asumirlas a partir de sus palabras y acciones. Éste
no es el caso aquí; lo que se hace es un pensamiento circular: una persona ya
rechazaba la postura de su interlocutor (porque es la contraria a la suya), y
sólo le atribuye la motivación pérfida para justificar que ese rechazo.
Como ejemplos usuales tenemos: acusar a quienes critican el capitalismo
de estar motivados por la envidia y el resentimiento; o acusar a quienes
critican la astrología de estar motivados por la misoginia y el machismo. En
ambos casos, asumir esto de antemano permite colocar a la otra persona en la
caja de los indignos y no tener que considerar lo que dicen. Aplicar el
principio de caridad nos evita caer en esa trampa del pensamiento.
Otra forma de poner a las personas en la caja es acusarlas de “A todo
lo que no es como tú piensas lo llamas X”. La equis viene a ser algo negativo. Si
a todo lo que no es como yo pienso lo llamo X, entonces ninguna vez que yo
califique algo como X tendrá valor. Así, la persona en cuestión puede
ahorrarse el tener que analizar si una idea tal es X o no.
Las personas de derechas tienden a decir cosas como “Les dicen
homofóbicos a todos los que piensan diferente” o “A todo lo que no te gusta le
dices fascismo”; clichés diseñados para evitar el análisis de si en
efecto aquello sobre lo que “piensan diferente” es homofóbico, o si de verdad ese
algo no nos gusta precisamente porque es fascismo.
Ocasionalmente también me encuentro con alguna persona en el lado
progre del espectro diciendo “A todo lo diferente a lo que tú piensas lo llamas
irracional” o “A todo lo que no entiendes lo llamas superstición”. Se trata de
lo mismo, de evitar la reflexión de si a lo mejor eso es irracional o
supersticioso.
¡Pero cuidado, que esto funciona en ambos sentidos! Bien puede ser que
estemos llamando fascista o irracional a algo sólo porque no nos gusta, no lo
compartimos o no lo entendemos. Puede ser que nos convenga revisar nuestras
motivaciones, a ver si no están basadas en prejuicios o sentimientos mezquinos.
La pseudorracionalidad es tan peligrosa como la irracionalidad. El primer
error de pensamiento es asumir que son los otros quienes cometen todos los
errores.
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Por cierto, ¿les ha pasado que topan los mismos sofismas retóricos y
falacias lógicas hablando con religiosos devotos, neofachos o SJWs? Yo sí.
Pero cuidado: esto sólo significa que los errores de pensamiento son muy comunes
y están ampliamente distribuidos entre todas las personas. Lo raro es haber
tenido la oportunidad de aprender a pensar con claridad.
Asumir que "son lo mismo", porque suelen defender sus
respectivas posturas con malos argumentos similares, sí que sería falaz.
Recuerden que dos cosas pueden ser igual de irracionales sin que sean
moralmente equivalentes, y que un hecho verdadero o una causa justa a veces
son defendidos con malas razones.
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En algún momento he cometido todos los errores de los que hablé aquí, y
seguramente volveré a caer en ellos, porque errare humanum est. No se
puede ser perfectamente racional todo el tiempo; sólo podemos intentar hacer
lo mejor posible. Entonces, no se lea este texto como una pontificación desde
la superioridad. Se trata más bien compartir lo que he aprendido en el camino.
Creo que una causa importante (entre muchas) por la que el
movimiento ateoscéptico declinó, fue que varios entendieron (entendimos) la
razón como una cualidad casi superhumana que podemos poseer y que asegura que
todo lo que pensemos será verdadero e inteligente. En realidad, la razón es
más bien un esfuerzo que hacemos, con diferentes grados de éxito, y que
requiere de la interacción con otras personas, también haciendo un esfuerzo,
para compensar por nuestros propios sesgos.
Por eso Sócrates repetía tanto el lema del Oráculo de Delfos: “Conócete
a ti mismo”. Conoce cuáles son tus limitaciones, lo que realmente sabes y lo
que no. Por eso decía que “La verdadera sabiduría consiste en reconocer la
propia ignorancia”, y por eso él insistía en que no le enseñaba a los demás,
sino que les ayudaba a llegar al conocimiento. Porque el conocimiento se
construye socialmente, no acumulando datos en nuestras cabezas. Nuestras debilidades
se compensan con las fortalezas de los demás, y viceversa.
Pero los diálogos de Platón deben estar muy ficcionalizados, porque te
quieren hacer creer que los interlocutores de Sócrates responderían de grado y
buena fe a preguntas del tipo "¿qué piensas de...?", "¿qué
entiendes por...?" o "¿no crees que eso implica que...?" En la
vida real, las personas rara vez se someten pacientemente a la mayéutica.
Creo que es más probable que a las preguntas de Sócrates los atenienses
respondieran "pues no tengo por qué explicarte nada, chinga tu culo".
A veces será imposible hacer llegar el mensaje “estás en un error”,
sin importar cuán racional, amigable, elocuente o respetuosa sea la forma en
que lo estemos comunicando. Es porque, aunque digan lo contrario, a las
personas no les molesta ni el tono, ni las maneras, ni la actitud con la que
comunicas un mensaje, sino el significado del mismo y sus posibles
implicaciones incómodas. “Estás en un error” suele implicar “y yo estoy en lo
correcto”, lo que a su vez puede entenderse como “Eres imbécil y yo soy
superior a ti”. Es una interpretación visceral e incorrecta, claro, pero ¿cómo
se lo haces ver sin volver a decir “estás en un error” y empeorar las cosas?
No podemos forzar a nadie a escucharnos, mucho menos a debatir; lo
único que podemos hacer es proponer: aquí está lo que yo pienso correcto y
las razones por las que lo pienso. Aun así, habrá quienes monten en cólera porque
lo digas y aún que lo pienses, aunque no te dirijas a ellos. Hay personas que
no creen en la lógica, que no aceptan las evidencias y que ridiculizan la idea
misma de argumentar lo que piensan. No hay argumento lógico apoyado en
evidencias que les puedas presentar para cambiar de opinión.
Finalmente, a veces las personas no quieren escucharte, ni tienen
por qué hacerlo, porque lo que dices no es relevante o pertinente o
novedoso, o no es momento, lugar o situación para decirlo, o no te corresponde.
En esos casos, lo sabio es retirarse sin hacer escándalo. Sí, es muy
frustrante, pero nada hay que se pueda hacer al respecto, así que será
necesario aprender a vivir con eso.
Hola, gracias por leer. Si te gusta mi trabajo, tú también puedes ayudarme a seguir divulgando el pensamiento crítico c
3 comentarios:
Sí, está bien pensar así, pero también hay que pensar que no todos los debates o discusiones pueden ser llevados al mismo nivel. Creer que debatir, por ejemplo, los derechos de las personas negras con un racista es es una discusión que se deba llevar a cabo o en la que ambos puntos son igual de válidos es caer en esa falacia del punto medio. A veces, simplemente, por honestidad intelectual y para no darle validez a argumentos claramente estigmatizantes para grupos vulnerados o con sesgos de conocimiento muy grandes, tal como sería en el caso de los terraplanistas o los antivacunas, son necesarias otras estrategias, pero definitivamente no elevar a debate posturas que, claramente, han sido refutadas o perjudican a otras personas.
En cuanto a las creencias de la gente, no todas las ideas son válidas, ni respetables y es necesario ponderar el costo-beneficio social que trae el aceptar como válida una creencia.
Estela: Estoy completamente de acuerdo. Es justo lo que tenía en mente cuando puse lo de "hay cosas que, a estas alturas, podemos descartar sin mayor discusión…". Gracias por comentar.
Me gustó identificar tu proceso en esto, e imaginé que iba a dar para una entrada más grande. Y efectivamente, el hecho de meter en cajas puede ser recíproco, en mi caso soy muy mala para argumentar, solo sé que si se dicen pendejadas que hagan menos a otros o hablen de quitar derechos básicos, exploto, así digan "es que hay que considerar todos los puntos, hay que ser tolerantes".
Ciertamente, hay que ser tolerantes si se trata de avanzar en lo social, pero si es para distanciar o segregar, es cuando no. Pero saber que hay cosas con las que no puedes lidiar también está bien, es un tipo de razonamiento que he sentido estos días, aunque lo mío ha sido más por lo emocional, y de cualquier manera, procuro pensar, pero en cuanto a la emoción por defender a otros es algo que siempre he tenido y me lleva a equivocarme o percibir mal, y dentro de esto entra la manipulación de otros, que igualmente me parece una estrategia de la derecha.
Efectivamente, si no me cuadra, me defiendo, y si me defiendo tendré que limitar o distanciar nada más, aunque después regrese a argumentar, o a combatir si es para segregar y afectar a la sociedad.
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