Lagartos terribles: Los dinosaurios en la Era Victoriana - Ego Sum Qui Sum

Breaking

PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

sábado, 10 de junio de 2023

Lagartos terribles: Los dinosaurios en la Era Victoriana



A veces es difícil ponderar cuánto de la cultura occidental contemporánea se desarrolló en el siglo XIX. Pensamos que muchas ideas, concepciones y creencias o son muy recientes o siempre han sido así. Pero no, y resulta que mucho de ello tiene sus raíces en la antepasada centuria. La cultura decimonónica creó nuestra concepción romántica del arte y de los artistas, el fervor nacionalista, nuestras ideas de la Edad Media, muchos de los prejuicios que tenemos sobre el Medio Oriente, nuestra concepción de personajes como los vampiros, los piratas, los detectives, los científicos locos, los vaqueros y hasta los invasores extraterrestres.

 

Y claro, marcó para siempre nuestra concepción de los dinosaurios. Miren, resulta que los dinosaurios son entidades muy curiosas, al mismo tiempo seres vivos reales que vivieron hace decenas de millones de años, y entes culturales que han evolucionado a través de los años, y cuya concepción se ha visto influida no sólo por el conocimiento científico, sino por las ideas de cada época.

 

Los fósiles de dinosaurios y otros animales prehistóricos han aparecido por aquí y por allá desde tiempos muy remotos, sin embargo, el verdadero boom de la paleontología inicia en la segunda mitad del siglo XVIII, etapa en la que fueron descubiertos varios animales prehistóricos extintos. De hecho, uno de nuestros protagonistas inicia su recorrido en estos años, el Pterodactylus (“dedo alado”).

1800: Esta reconstrucción del Pterodactylus lo interpretaba un mamífero parecido al murciélago


Este animalito había sido descrito por primera vez en 1784 y vivió toda una serie de peripecias entre las guerras europeas, siendo identificado como animal acuático, mamífero o ave hasta que en 1807 el eminente naturalista francés Georges Cuvier lo identificó correctamente como un reptil volador y le dio su nombre actual.

 

Otro gran descubrimiento se dio en 1814, cuando la pionera de la palentología, la inglesa Mary Anning, encontró los restos de un Ichthyosaurus (“pez-lagarto”), una bestia marina con apariencia de pez o delfín.

 

En 1821, Henry De la Beche y William Conybeare descubrieron y nombraron un espécimen de Plesiosaurus (“cercano al lagarto”), otro reptil marino. Más tarde, en 1823, Mary Anning encontraría un espécimen más completo de este reptil de cuello largo y aletas que luego llegaríamos a conocer como el arquetipo de Nessie, el monstruo del Lago Ness.

 

1824: Ilustración del esqueleto del Plesiosaurus hallado por Mary Anning

En 1822, unos fósiles que habían sido descubiertos desde 1764, y que habían sido llevados de aquí para allá en el contexto de la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas, fueron correctamente identificados al fin por William Daniel Conybeare como otro tipo de reptil marino, al que llamó Mosasaurus, “lagarto del río Mosa”.

 

Tenemos ya a nuestro reptil volador y a tres grandes monstruos marinos, pero ninguno de ellos es un dinosaurio; de hecho, cada uno tiene su propia categoría: pterosaurios, ictiosaurios, plesiosaurios y mosasáuridos. A éstos podemos sumar el cocodrilo prehistórico Teleosaurus ("lagarto perfecto"), descrito por Cuvier en 1824 y que veremos con frecuencia en las ilustraciones de la época.

 

Pero resulta que en ese mismo 1822, el esposo de Mary Anning, Gideon Mantell, se topó con los dientes de un animal que debía ser un reptil herbívoro de gran tamaño. Presentó su trabajo a diversos expertos, que lo desestimaron. Pero en 1824 William Buckland encontró los fósiles de un animal que debía parecer un lagarto colosal. Lo llamó Megalosaurus, es decir “lagarto grande”.

 

Este hallazgo animó a Mantell a presentar de nuevo los dientes, que fueron finalmente aceptados por la Royal Society en 1825 con el nombre de Iguanodon (“diente de iguana”). Unos años después, en 1834 sería encontrado un esqueleto casi completo del animal en una cantera, lo que permitió a Mantell especular sobre su aspecto. Es famoso el gran error que cometió el naturalista: colocó la característica garra de este saurio en la punta de su nariz.

 

1834: Reconstrucción de un Iguanodon según Mantell

En 1832 Mantell hizo otro descubrimiento, un animal al que llamó Hylaeosaurus (“lagarto del bosque”), un herbívoro armado con placas y espinas. En 1842, Richard Owen, uno de los paleontólogos más importantes de la época, miró todos estos animales y se dijo “hmmm, como que antes había muchas lagartijotas”. Y decidió clasificar a los tres grandes reptiles terrestres como dinosaurios, es decir “lagartos terribles”.

 

A esto hay que sumar el descubrimiento de otros animales como el mamut, el perezoso gigante, el tigre dientes de sable, el gliptodonte y un montón de animalejos más entre los siglos XVIII y XIX. No quiero hacerles una mera cronología del descubrimiento de fósiles. El punto es que antes de que terminara la primera mitad del siglo XIX, los europeos ya tenían un panorama tentativo de lo que debía haber sido el pasado lejano. Y para plasmar esa visión, los científicos y divulgadores recurrieron al arte, que es de lo que quiero hablar aquí.


En una época en la que la única forma de comunicación masiva era la página impresa, la litografía, el arte de grabar imágenes en piedra para su reproducción, se convirtió en la mejor forma de hacer llegar a las masas una idea de cómo se veían las cosas que quizá nunca podrían ver en persona.

 

1830: Henry de la Beche crea Duria Antiquior, la primera gran obra de paleoarte

Así que de esto se trata la entrada de hoy, del arte, principalmente la litografía, que representa dinosaurios y otras bestias prehistóricas. La mayoría de estas imágenes provienen de libros y revistas de divulgación científica, y nos permiten apreciar la evolución de estas criaturas, no a través de la biología, sino de la cultura; es decir, veremos cómo era y cómo fue cambiando la concepción que las personas de otros tiempos tenían de estos fascinantes animales.


Tengan en cuenta que todo lo anterior ocurrió antes de 1859, año en el que apareció El origen de las especies de Charles Darwin. Los naturalistas tenían diversas hipótesis sobre qué eran esos animales, cuándo habían vivido, cómo se comportaban, qué relación tenían con criaturas actuales y qué había sido de ellos.


Y si los científicos estaban confundidos, los legos todavía más. Las revistas y libros escritos por personas que no eran especialistas difundían errores. El relato bíblico del Génesis estaba muy lejos de ser desbancado, aun después de los descubrimientos de Darwin, y una de las interpretaciones más populares era que estas criaturas habían desaparecido por causa del diluvio universal, de ahí el nombre antediluviano, "anterior al diluvio". La idea decimonónica de que el mundo natural es violento ("garra y diente") llevó a que durante más de un siglo se interpretara a los dinosaurios como monstruos que casi lo único que hacían era partirse la madre los unos contra los otros. Una de las escenas más repetidas es la pelea entre el Plesiosaurus contra el Ichthyosaurus.

1833: Muy similar a la obra de De la Beche, tenemos Animaux Perdus, firmada por un F. Guerin


Oh, una nota sobre las obras que presentaremos aquí. En aquellos años los derechos de autor eran casi inexistentes. Los editores se robaban alegremente ilustraciones los unos a los otros, por lo que a menudo es difícil determinar quién es el verdadero artista de determinada obra o cuándo se publicó primero. Además pueden existir muchas versiones de una misma imagen con mínimas diferencias. Por ejemplo, este par de obras creadas por John Martin serían imitadas y reproducidas muchas veces a lo largo del siglo.


1837: The Country of Iguanodon, una de las obras tempranas más reproducidas

1840: Great Sea Dragons nos muestra una escena nocturna que, no sé ustedes, a mí me da una vibra de horror cósmico.


Algunos libros publicados por aquellos años incluían verdaderas obras maestras. Por ejemplo, estas ilustraciones a color en la portadilla de The Antediluvian World, de John Emslie:

1849: Emslie es autor del texto y también el artista de esta magnífica ilustración.


En 1854 (cuatro años antes de la revolucionaria obra de Darwin), unieron fuerzas el gran paleontólogo Richard Owen, el primer gran paleoartista de la historia, Benjamin Waterhause Hawkins, y un ñoño de los dinosaurios con mucha influencia, nada menos que el príncipe consorte Alberto, esposo de la reina Victoria. Este último fue clave para convencer a Owen de la idea de montar una exhibición con reconstrucciones en tamaño real del aspecto que habrían tenido los dinosaurios.



Ilustraciones de Benjamin Waterhouse Hawkins, con diseños, que serían la base de las esculturas


Hawkins fue el encargado de darle vida a los tres grandes reptiles descubiertos hasta ese momento: Megalosaurus, IguanodonHylaeosaurus más los acuáticos Plesiosaurus e Ichthyosaurus. Siguiendo las instrucciones de Owen, creó una serie de esculturas que podrían exhibirse al aire libre y se develaron en el Parque Sydenham de Londres, junto al Palacio de Cristal. Éste último se quemó en 1936, pero las esculturas siguen allí.



Las bestias de Hawkins en la actualidad. De arriba a abajo: los dos Iguanodon, el Megalosaurus y el Ichthyosaurus


Hoy sabemos que estas reconstrucciones estaban terriblemente equivocadas, pero los naturalistas de aquella época no tenían los conocimientos de los que disponemos ahora. Imaginaban a los dinosaurios como cuadrúpedos grandes y pesados, con pieles escamosas y miembros robustos, cual cocodrilos y varanos si fueran tan grandes como elefantes. Con todo y sus errores, estas esculturas son parte importante de la historia de la ciencia y del arte.


Otro famoso episodio curioso ocurrió en la noche de la apertura: Owen y Hawkins invitaron a 21 reconocidos científicos a cenar dentro del molde de la escultura del Iguanodon, para dar cuenta del tamaño del animal. 


1854: Cena dentro de un Iguanodon


Un libro influyentísimo fue publicado en Alemania al año siguiente: Die Wunder der Urwelt, que puede traducirse como "Maravillas del mundo primigenio". Obra de Carl Gottfried Wilhelm Vollmer, fue sumamente popular y vio numerosas reimpresiones en los años siguientes. El volumen es hoy una rareza apreciada por los coleccionistas, pues está lleno de exquisitos grabados. Además la letra gótica alemana le da un toque de antigüedad y misterio que me parece irresistible.



1855: Wunder der Urwelt. Se puede ver la reproducción en litografía de la famosa ilustración de John Martin.

Uno de los maravillosos grabados de este libro, con nuestros invitados frecuentes: Pterodactylus, Hyleosaurus y Teleosaurus

El libro resultó ser muy influyente, todo un modelo a seguir para la divulgación de la nueva ciencia de la vida prehistórica. En 1859 Samuel Goodrich escribió e ilustró Illustrated Natural History of the Animal Kingdom. Aunque en su mayoría trata de animales actuales, esta obra contiene la que bien podría ser la imagen más famosa del Megalosaurus según se le concebía en esa época:


1859: Goodrich dibuja al Megalosaurus como un gigantesco cocodrilo a la orilla del río. En otras ilustraciones aparecen los demás grandes saurios descubiertos hasta el momento.

Mucho más enfocado en la vida prehistórica, desde Francia nos llega en 1863 La terre avant le deluge de Louis Figuier, con ilustraciones de Edouard Riou. Las imágenes creadas por este artista serían sumamente influyentes y han sido reproducidas muchísimas veces. Echémosles un vistazo:

Ichthyosaurus (con un surtidor como de ballena) contra Plesiosaurus (en la que sería su clásica pose de Nessie)

Megalosaurus contra Iguanodon. Es quizá la imagen más famosa del libro

Pterodactylus

Julio Verne quedó tan fascinado con estas imágenes que se inspiró en ellas para escribir su famosa Viaje al centro de la tierra, que incluye una escena de batalla entre, cómo no, un Plesiosaurus y un Icthyosaurus. La primera edición de esta novela fue ilustrada por Riou, a petición de Verne.

1864: Julio Verne publica su clásico Viaje al centro de la tierra, con ilustraciones de Riou

Como habrán notado, hasta ahora son los mismos animales que se repiten una y otra vez en casi todas estas obras. Ni cómo culparlos: era todo el reparto que tenían a la mano. ¿Qué hay de dinosaurios que son más populares hoy en día? ¿Dónde están el triceratops, el apatosaurio, o estegosaurio? Su momento de brillar se encontraba en el futuro. Es más, ni siquiera tenían la forma con la que los conocemos hoy.

Empecemos por el Stegosaurus ("lagarto con tejas"), descubierto en 1850, y descrito y nombrado por Othniel Marsh en 1877, quien interpretó que se trataba de un animal parecido a la tortuga, cuyas características placas formaban un caparazón a la manera de un tejado. Ah, pero la cosa no se quedó ahí. En 1884 apareció la primera reconstrucción artística de este dinosaurio en la revista Scientific American, en un grabado firmado por un A. Tobin. Ésta es una da mis obras de paleoarte favoritas y uno de los errores más bonitos en la historia de las reconstrucciones fallidas:

1884: El Stegosaurus es reconstruido como una criatura bípeda con... bueno, véanlo ustedes

A pesar de lo errónea que es esta reconstrucción, esta imagen nos muestra que la idea de los dinosaurios comienza a cambiar. Ya no son necesariamente reptiles pesados y lentos. Pueden ser ágiles bípedos. Eso sí, todavía estamos lejos de dejar atrás la idea de que arrastraban la cola.

Los famosos "cuello largo", los saurópodos, son de los dinosaurios favoritos de muchos niños alrededor del mundo. En un principio los científicos no sabían que hacer con estos animales, y las reconstrucciones son algo extrañas. Miren una imagen temprana de uno de ellos:

1886: Reconstrucción de un Atlantosaurus por J. Blandet. Aquí aparece comparando su tamaño con el de un elefante. Como ven, siguen imaginando a los dinosaurios como iguanas enormes.

La imagen anterior aparece en Le monde avant la création de l'homme, publicado en 1886. Obra del naturalista Camille Flammarion, es uno de los libros de divulgación palentológica más hermosos e influyentes del siglo XIX. El volumen contó con la participación de numerosos artistas y contiene algunas de las imágenes más reproducidas en la historia del paleoarte. Seguramente ya han visto algunas de ellas. Les dejo una selección:

1886: Se publica el hermosísimo libro Le monde avant la création de l'homme

Ilustración a color de la portadilla

Lámina titulada "La ascensión de la vida". Nótese la concepción victoriana de la evolución como un camino lineal ascendente que va hacia la forma de vida superior: el hombre blanco.

Como suele ser en esa época, aparecen criaturas de diferentes periodos, incluso unos monitos.

No podía faltar una imagen de la era de los mamíferos, el perido terciario.

El famoso "dinosaurio mirón". La ilustración fue hecha para dar al público una idea del tamaño del Iguanodon, pero la escala está exagerada. Por su cara, estoy seguro de que está viendo a una señorita parisina sacándose el corsé.

Aquí tenemos que detenernos un momento y regresar en el tiempo. Como ven, el Iguanodon de la imagen anterior se corresponde con la reconstrucción de Mantell de 1834, con el cuerno en la nariz. Sin embargo, ya para entonces esta concepción era anticuada. En 1878 fue encontrado, en una mina en Bélgica, un rico yacimiento de esqueletos de Iguanodon, bastante completos, que permitieron tener una idea más aproximada del aspecto del animal. El pesado reptil elefantino dio paso a un bípedo más ligero, con una postura como de canguro, y con las características púas en el lugar correcto: las manos.

1883: Se monta y exhibe un esqueleto de Iguanodon en Bélgica, dando una nueva imagen del saurio

Como fuere, ahora definitivamente ya estábamos en una época dorada de los libros de divulgación con paleoarte. En 1887 James W. Buel, ya famoso por sus obras sobre la colonización de África y las guerras contra los indios de Norteamérica, publicó Sea and Land: An Illustrated History of the Wonderful and Curious Things of Nature Existing Before and Since the Deluge. Entre paréntesis, noten cómo todos los títulos que hemos visto hacen referencia al diluvio bíblico o a la "creación del hombre".

Buel tenía talento para la escritura y el dibujo, de eso no hay duda. Pero también era un hombre con sentido del espectáculo y muy a menudo elegía lo asombroso y llamativo por encima del rigor científico, incluso para los estándares de aquella época. Pueden apreciarlo a continuación:

1887: James W. Buel escribe e ilustra Sea and Land. Aunque trata sobre todo de los seres vivos actuales, dedica capítulos muy bonitos a la vida prehistórica.

Simplemente amo esta ilustración de un cavernícola, con todo y garrote, peleando con un plesiosaurio serpentino. Hey, ahora que lo pienso, remite a la iconografía de Hércules combatiendo a la hidra.

No podía faltar un combate entre el Megalosaurus y el Iguanodon. Este último sigue teniendo la forma arcaica que le atribuyeran antes del descubrimiento belga.

Y aquí nuestras estrellas recurrentes, el Pterodactylus y los reptiles marinos

No todo pueden ser lagartos terribles. Aquí tenemos un paisaje subacuático con peces y otros animales.

Esta ilustración no es sobre la prehistoria, pero no podía dejar de compartirla. Nos muestra a un árbol carnívoro que supuestamente vivía en África y se comía a los nativos. La imagen fue muy influyente y a menudo se le ve reproducida en sitios de criptozoología.

Buel también escribió e ilustró un libro llamado The Story of Man. No he podido hallar gran cosa de él en línea, ni siquiera la fecha de publicación. Lo único que he encontrado han sido tres ilustraciones a todo color, y que con frecuencia se comparten sin incluir su fuente. Son verdaderamente alucinantes de lo abigarradas que están, casi rozando lo psicodélico. Aquí se las dejo:

Esta lámina titulada "Plantas del Plioceno" bien podría adornar la portada de un álbum de una banda de rock progresivo de los 70.

"Animales y reptiles prehistóricos". Los reptiles son animales, profesor. Vean cómo pone juntas un montón de especies que no fueron contemporáneas, y además las tiene peleando como en Smash Bros.

La leyenda original de esta lámina rezaba "Gente de las cavernas contendiendo con monstruos prehistóricos". Con todos ellos. Al mismo tiempo.

Ahora que si quieren un libro más apegado a los conocimientos científicos de la época, tenemos que recurrir al reverendo Henry Neville Hutchinson, clérigo de profesión, naturalista y fotógrafo de vocación. Publicó numerosos libros sobre la vida prehistórica y la evolución, el más famoso de los cuales se titula Extinct Monsters (1892) con ilustraciones de Joseph Smith. Ahora sí reconocerán ustedes reconstrucciones mucho más familiares, parecidas a las contemporáneas:

1892: Se publica Extinct Monsters de H.N. Hutchinson

Muestra de que la concepción de los dinos estaba cambiando, vemos a este Anchisaurus, un bípedo más ligero y esbelto.

El descubrimiento de carnívoros bípedos como este Ceratosaurus fue enterrando poco a poco la idea de que el Megalosaurus sería un cuadrúpedo masivo.

Brontosaurus, que durante mucho tiempo se asumió debía pasar parte de su tiempo en el agua, pues se consideraba que sus dimensiones habrían hecho imposible su vida en tierra.

Iguanodon, ahora sí reconstruido más correctamente.

¡Por fin, nuestro amiguito perdido, el Triceratops!

Hey, notarán que la silueta de la portada del libro de Hutchinson también tiene a un Triceratops ("cara con tres cuernos"). ¿Por qué no había aparecido hasta ahora? Nuestro dragón cornudo había sido descubierto por el paleontólogo estadounidense Othniel Marsh en Colorado, en 1887. Es decir, entró tardíamente en nuestro bestiario. 

Caso curioso: el eterno rival de Marsh, Edward Cope (con quien protagonizara la famosa ("guerra de los huesos"), había encontrado un animal muy similar años antes, en 1872. Lo llamó Agathaumas ("gran prodigio"). Sin embargo, los restos hallados son muy ambiguos y hoy en día se pone en duda que sean de una especie aparte. Es que tanto Marsh como Cope, en su afán de superar al otro, declaraban nuevas especies cada vez que encontraban un pedazo de diente o algo. La reconstrucción del Agathaumas se ve como un Triceratops mal hecho:

Y con cara de pícaro

La imagen pertenece a nuestra última parada en el recorrido de hoy, una nueva edición del Die Wunder der Urwelt de Vollmer, publicada en 1916. Incluía toda una colección de nuevas imágenes a todo color, obra del artista Heinrich Harder. Aquí les muestro otro par:

Inusual reconstrucción de un Diplodocus, con patas que salen hacia los costados como una lagartija.

Preciosa imagen de un Mosasaurus con unos Ichthyosaurus

Con esto terminamos nuestro recorrido. Hubo mucho que se quedó en el tintero, como las caricaturas satíricas que se publicaron por aquellos años o el arte producido en otros lugares como España y América Latina. Por ahora, ya tenemos un panorama bastante completo de cómo fueron evolucionando los dinosaurios en el arte del siglo XIX. Espero que hayan disfrutado este recorrido. Les dejo con una ingeniosa obra del artista contemporáneo Jed Taylor: ¡cómo sería un Jurassic Park victoriano!


FIN

Hola, como diría el vato de Wikipedia, si sólo el 1% de mis lectores diarios se subscribieran a mi Patreon me alivianaría muchísimo. Podrán recibir adelantos y unirse a mi Discord. Si no pueden, no le hace, sepan que ando en YoutubeTik TokFacebook y Twitter. O también pueden seguir en este blog con más contenido relacionado:
Agradecimiento y reconocimiento especial a Koprolitos, un estupendo blog que trata de todo lo relacionado a los dinosaurios, y al cual llevo siguiendo desde hace varios años. Allí conocí muchas de las imágenes que vieron aquí. Otros textos que consulté para crear esta entrada fueron:

No hay comentarios.:

Apóyame en Patreon

Apóyame en Patreon
Si te gusta mi contenido, pudes ayudarme a seguir creando