-Vivimos en un mundo en el que los enemigos del Capitán Planeta triunfaron.
-Profe, ¿de qué puñetas está usted hablando?
-A ver, pongan atención…
Para quienes no lo recuerdan, o no son unos millennials
chavorrucos nostálgicos, Capitán Planeta y los Planetarios fue una serie
animada noventerísima que se transmitió entre 1990 y 1996. Su propósito era
educativo y su tema principal era el ambientalismo y la protección a la
naturaleza, aunque de vez en cuando abordaba otros problemas sociales.
La Tierra está sufriendo por la contaminación y la
destrucción de la naturaleza. Es por eso que Gaia, la encarnación de su
espíritu, recluta a un grupo multiculti de adolescentes con energía y les
otorga unos anillos de poder para que vayan a pelear contra los que hacen el
mal, y de paso aprenden valiosas lecciones sobre el ambientalismo y la vida.
Estos jóvenes son:
Wheeler, el gringo pelirrojo y chico edgy del grupo, tiene
el poder del fuego. Es llamativo que no lo hicieran el líder del grupo y
que de hecho lo retrataran medio idiota.
Linka, la chida rubia ruda, proveniente de la Unión
Soviética, tiene el poder del viento. Obvio está en una relación de
amor-odio con Wheeler (ver tensión
sexual beligerante). Ellos dos son los únicos cuyo país de origen está
especificado, los demás sólo vienen de algún lugar genérico de cada continente.
Kwame, el africano, el líder del grupo por ser el más
equilibrado y maduro. Tiene el poder de la tierra.
Gi, proveniente de Asia, tiene el poder del agua. No
recuerdo gran cosa de su personalidad.
Ma-Ti, proveniente de Sudamérica, tiene el poder más
importante de todos, el que une a los otros cuatro elementos: corazón. A
Empédocles le gusta
esto. También lo acompaña su mono mascota, Suchi.
Por lo general estos chicos tratan de resolver por sí mismos las misiones
que Gaia les encomienda, pero siempre, cerca del final, las
cosas se ponen peliagudas y entonces tienen que unir sus poderes para invocar
al Capitán Planeta, el superheroico protector de nuestro mundo. Y pos ésa
es la premisa.
Me gustaba mucho esta serie cuando era un pequeño chairo en
ciernes. Es cierto que era medio simplona, cursi y ñoña, pero a esa
tierna edad me metió la preocupación por temas medioambientales. Además,
algunos capítulos se ponían muy serios, incluso oscuros, y abordaban asuntos
como el consumo de drogas, la violencia con armas de fuego, el sida o el
conflicto árabe-israelí. Me alegro de que formara parte de mi educación, con
todo y sus defectos.
Es curioso, por esos tempranos años 90 el tema de la
protección a la naturaleza estaba muy presente en la ficción para niños.
Otra serie animada ecologista de la época, Widget, trataba de un
marcianito que visitaba la tierra para educar a los niños en temas
ambientalistas, y el asunto era tocado por lo menos en algún episodio de las
series más populares. Hubo películas animadas, como Las aventuras de Zak y
Crysta o Érase una vez un bosque, que se centraban en ello, y hasta
las de Disney de por esos años, El Rey León y Pocahontas tocaban
los temas.
Es raro que, en este futuro horrible en el que las cosas
están mucho peor, no veamos más ficción de ese estilo. Sólo me viene a la mente
El Lórax. Y, joder, estoy viendo que ya tiene 10 años. El caso es
que tanta cultura pop debía haber formado una generación muy comprometida con
el ambientalismo; una generación de Planetarios, vaya. Y, en cambio, lo
que tenemos es que estamos a menos de una década de enfrentar una catástrofe
ecológica de ésas que trastornan la historia de las civilizaciones. Y es que dejamos
que los malos ganaran.
Los villanos de Capitán Planeta y los Planetarios eran
burdos estereotipos. Tenían nombres ridículos que delataban su personalidad e
intenciones: Otto Fangoso, Clepto Voraz, Cerdonio Ruin… Eran tipos malos nomás
por el puro gusto de ser malos, de los que se retuercen el bigote y se
carcajean sádicamente. Obviamente, no vivimos en un mundo tan simple
como una caricatura noventera. No solucionaremos el cambio climático dándole un
puñetazo en la cara a un señor que parece rata.
Pero se supone que cada uno de estos personajes representaba
uno de los problemas que contribuyen a la crisis ecológica. A eso es a lo que
me refiero cuando digo que los malos ganaron: no enfrentamos esos problemas
como hacía falta y los dejamos crecer. Vean:
Cerdonio Ruin: Es la encarnación del consumismo
depredatorio, de la voracidad sin límite de la sociedad capitalista moderna.
Pues bien, quizá conozcan el concepto de Earth
Overshoot Day o Día de la Deuda
Ecológica. La humanidad, en particular los países del norte global, consume
cada año más recursos naturales de los que la Tierra es capaz de regenerar en
ese tiempo. Los científicos han calculado la fecha en la que llegamos a ese
límite cada año, y resulta que cada vez nos agotamos el presupuesto anual más
pronto. En 1987 fue el 19 de diciembre; en 2022 fue el 28 de julio.
Roedor Escoria: Éste es el villano que solía tener los
episodios más oscuros y siniestros, porque representa problemas más de tipo
social. Él fue el causante de una epidemia de adicción a una poderosa droga, en
un episodio que terminó con la vida del primo de Linka. Sepan que las muertes
en series de animación occidentales eran una cosa muy, muy inusual, y este
episodio sí me dejó impactado. Pero sobre todo recuerdo a este villano por un capítulo
en el que se dedica a difundir desinformación y prejuicios en contra de las
personas con VIH. “Una población asustada no piensa, y si no piensa es fácil de
manipular”. Más o menos así dice Escoria.
Si algo caracteriza a nuestra era digital es el fenómeno de la
radicalización en línea: personas, especialmente varones jóvenes, que se
infectan de ideologías de odio y teorías conspiratorias de extrema derecha. La
más reciente campaña de
desinformación está enfocada en satanizar a las personas lgbtq+, en
especial a las personas trans, a quienes se acusa de pervertidos que quieren
depredar a los niños. Este discurso termina llevando a crímenes de odio, como la
matanza en el Club Q, en Colorado.
(Entre paréntesis, no puedo dejar de mencionar que el
personaje es algo problematiquillo en su diseño. Digo, está difícil no ver que
a este villano insidioso y taimado le pusieron cara de caricatura antisemita. Y
no ayuda que hayan casteado a Jeff Goldblum (quien es judío) como actor de voz.
Supongo que simplemente nadie se dio cuenta en ese momento.)
Clepto Voraz: Es la más obvia encarnación del
capitalismo salvaje; un hombre de negocios sin escrúpulos cuyos planes para
enriquecerse siempre incluyen la destrucción de la naturaleza o la degradación humana, como devastar hectáreas de selva para criar ganado
genéticamente modificado. Clepto es el único de los villanos que logró en una
ocasión vencer a los Planetarios, que no pudieron demostrar sus fechorías ante
un juez.
Clepto es el más parecido a los criminales ecológicos del
mundo real. Es bien sabido el caso de las empresas petroleras que, teniendo
información sobre el cambio climático,
la ocultaron y mintieron durante décadas, porque de lo contrario se verían
afectados sus intereses. Hoy por hoy, los actos que más devastan a nuestro
planeta están perfectamente dentro de la ley. Unas 20
corporaciones en concreto son las responsables de un tercio de todas las
emisiones de CO2; y 100 son las que emiten más del 70% de los gases que
contribuyen al cambio climático.
También podríamos mencionar a la Doctora Plaga y el
hecho de que apenas estamos saliendo de una pandemia, una zoonosis de las que
estaremos viendo más y más, porque
la destrucción de los hábitats naturales pone a los seres humanos en
contacto con especies animales y sus patógenos. Pero creo que se entiende el
punto: los enemigos del Capitán Planeta ganaron.
¿Pero por qué? ¿Cómo dejamos que esto pasara? Bueno, pues es
un fenómeno complejísimo y multifactorial. No podíamos esperar gran cosa de dos que tres series animadas y un puñado de películas diciéndonos que cuidáramos al planeta cuando el resto de nuestra cultura nos metía en la cabeza que lo necesitamos en esta vida es consumir más, producir más, trabajar más... De hecho, todo este paseo por el callejón de los recuerdos noventeros tiene el propósito de enfocarnos en
un problema, un error de concepción que es muy común en nuestra cultura
moderna y del que la serie de Capitán Planeta es un ejemplo
perfecto.
Al final de cada episodio, el Capitán se dirigía no sólo a
sus Planetarios, sino a su público, nosotros, y nos decía: “¡El poder es suyo!”
Claro, nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas, pensábamos. Si cada
quien hace su parte, si recicla, anda en bicicleta, deja de consumir desechables,
echa la basura en su lugar, y además pone el ejemplo y difunde las buenas
ideas, podremos tener un mundo mejor.
Pero resulta que no es así. Nuestro poder como individuos,
consumidores, votantes, opinólogos de redes sociales, es muy limitado, frente a
las corporaciones, gobiernos, instituciones y poderes fácticos varios. Y ése es
el problema con la forma de pensar característica de la ideología liberal
hegemónica: todo se individualiza y se pierde de vista lo sistémico, lo
estructural.
Supe del conflicto árabe-israelí por primera vez
gracias a Capitán Planeta. De ahí supe también que las religiones judía
y musulmana tienen un origen en común y que ambas veneran al patriarca Abraham.
De hecho, es así como los Planetarios logran resolver el problema; no
solucionar el conflicto árabe-israelí, claro, sino hacer ver a un judío y a una mujer palestina que su odio mutuo es absurdo y sólo puede traer sufrimiento para
todos.
Pero los conflictos bélicos en el mundo real no se dan
simplemente porque las partes beligerantes “no se llevan bien”. Hay
colonialismo, intervencionismo, hay rebeliones contra tropas de ocupación, hay
bandos que claramente son los agresores, hay opresión de unos grupos sobre otros, hay asimetría entre las fuerzas en
pugna, hay sistemas de alianza internacionales, hay lucha por recursos que
forman parte de un mercado global.
No estoy criticando a una caricatura hecha para niños de
primaria por no abordar toda esta complejidad. Estoy criticando que todavía
tengamos esa visión de caricatura para niños de primaria. Capitán Planeta
podía criticar ciertas actitudes y ciertas acciones como dañinas, incluso
malvadas. Pero no se atrevería a denunciar al sistema, a las
estructuras de poder, a la forma misma en la que opera el mundo. Y ese mismo
problema está extendido por toda nuestra cultura; el liberalismo tibio
no puede hacer más que proponer “haz el bien, e invita a los demás a hacerlo”.
Pero el problema es no sólo quién hace bien y quién hace mal, y ni siquiera es quiénes se sientan en los
lugares más altos de una compleja estructura que implica múltiples
relaciones de poder y subordinación, sino que el problema es la estructura en sí. Para combatir esto las acciones
individuales no son suficientes. Soy profesor y escritor; creo en el poder de
las ideas, pero he aprendido que el sólo difundir las buenas ideas no basta si las
personas que actuarían de acuerdo a ellas tienen un campo de acción muy
limitado dentro del sistema del que forman parte.
La única forma de compensar nuestro poco poder como
individuos es con acción colectiva. Eso es lo que nunca nos dijeron
series como Capitán Planeta: que lo que necesitamos es organizarnos para
actuar. “Cada quien por su cuenta” no ha funcionado. Aunque en nuestra cultura
se exalte a los héroes individuales (y sin duda hay individuos que merecen
nuestra admiración), lo cierto es que todos los grandes cambios en la historia
se han logrado gracias a la acción colectiva, a la unión de muchas fuerzas en
un objetivo en común.
Así que vamos a organizarnos. Si te preocupa la crisis
ecológica, o cualquier otro asunto, une fuerzas con alguien más; súmate a
alguna organización en la que confíes, o crea la tuya propia; construye
redes de solidaridad, de apoyo mutuo, de educación recíproca. No importa si
es una ONG que presentará un recurso legal para evitar que se deforeste un área
verde, o una célula radical que está planeando sabotear fábricas de autos;
escoge lo que más se acomode a tu personalidad y habilidades.
Necesitamos acciones de todo tipo, sumar todos nuestros esfuerzos para demoler
este sistema que nos está matando.
Se dice fácil, pero sé que muchos de nosotros no estamos en
posición de hacerlo. Muchos ya estamos haciendo esfuerzos sobrehumanos para
simplemente sobrevivir en el capitalismo tardío, y pensar en ponernos otra
responsabilidad puede ser agobiante. Por eso añado: haz lo que esté a tu
alcance, cuando puedas y como puedas. Sólo no pierdas de vista esta palabra clave:
organización.
Tierra, fuego, viento, agua, corazón… El Capitán Planeta
sólo aparecía cuando los Planetarios unían sus poderes. Quizá esa era la clave
de todo, aunque la serie en sí no haya desarrollado el asunto ni admitido que
se necesita mucho más que cinco adolescentes con energía. Entonces el Capitán
se equivocaba: el poder no es nuestro.
Aún.
Pero puede serlo.
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