Capitán Planeta: Los villanos ganaron - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 13 de enero de 2023

Capitán Planeta: Los villanos ganaron


-Vivimos en un mundo en el que los enemigos del Capitán Planeta triunfaron.


-Profe, ¿de qué puñetas está usted hablando?


-A ver, pongan atención…

 

Para quienes no lo recuerdan, o no son unos millennials chavorrucos nostálgicos, Capitán Planeta y los Planetarios fue una serie animada noventerísima que se transmitió entre 1990 y 1996. Su propósito era educativo y su tema principal era el ambientalismo y la protección a la naturaleza, aunque de vez en cuando abordaba otros problemas sociales.

 

La Tierra está sufriendo por la contaminación y la destrucción de la naturaleza. Es por eso que Gaia, la encarnación de su espíritu, recluta a un grupo multiculti de adolescentes con energía y les otorga unos anillos de poder para que vayan a pelear contra los que hacen el mal, y de paso aprenden valiosas lecciones sobre el ambientalismo y la vida. Estos jóvenes son:

 


Wheeler, el gringo pelirrojo y chico edgy del grupo, tiene el poder del fuego. Es llamativo que no lo hicieran el líder del grupo y que de hecho lo retrataran medio idiota.

 

Linka, la chida rubia ruda, proveniente de la Unión Soviética, tiene el poder del viento. Obvio está en una relación de amor-odio con Wheeler (ver tensión sexual beligerante). Ellos dos son los únicos cuyo país de origen está especificado, los demás sólo vienen de algún lugar genérico de cada continente.

 

Kwame, el africano, el líder del grupo por ser el más equilibrado y maduro. Tiene el poder de la tierra.

 

Gi, proveniente de Asia, tiene el poder del agua. No recuerdo gran cosa de su personalidad.

 

Ma-Ti, proveniente de Sudamérica, tiene el poder más importante de todos, el que une a los otros cuatro elementos: corazón. A Empédocles le gusta esto. También lo acompaña su mono mascota, Suchi.

 

Por lo general estos chicos tratan de resolver por sí mismos las misiones que Gaia les encomienda, pero siempre, cerca del final, las cosas se ponen peliagudas y entonces tienen que unir sus poderes para invocar al Capitán Planeta, el superheroico protector de nuestro mundo. Y pos ésa es la premisa.

 


Me gustaba mucho esta serie cuando era un pequeño chairo en ciernes. Es cierto que era medio simplona, cursi y ñoña, pero a esa tierna edad me metió la preocupación por temas medioambientales. Además, algunos capítulos se ponían muy serios, incluso oscuros, y abordaban asuntos como el consumo de drogas, la violencia con armas de fuego, el sida o el conflicto árabe-israelí. Me alegro de que formara parte de mi educación, con todo y sus defectos.

 

Es curioso, por esos tempranos años 90 el tema de la protección a la naturaleza estaba muy presente en la ficción para niños. Otra serie animada ecologista de la época, Widget, trataba de un marcianito que visitaba la tierra para educar a los niños en temas ambientalistas, y el asunto era tocado por lo menos en algún episodio de las series más populares. Hubo películas animadas, como Las aventuras de Zak y Crysta o Érase una vez un bosque, que se centraban en ello, y hasta las de Disney de por esos años, El Rey León y Pocahontas tocaban los temas.

 

Es raro que, en este futuro horrible en el que las cosas están mucho peor, no veamos más ficción de ese estilo. Sólo me viene a la mente El Lórax. Y, joder, estoy viendo que ya tiene 10 años. El caso es que tanta cultura pop debía haber formado una generación muy comprometida con el ambientalismo; una generación de Planetarios, vaya. Y, en cambio, lo que tenemos es que estamos a menos de una década de enfrentar una catástrofe ecológica de ésas que trastornan la historia de las civilizaciones. Y es que dejamos que los malos ganaran.

 


Los villanos de Capitán Planeta y los Planetarios eran burdos estereotipos. Tenían nombres ridículos que delataban su personalidad e intenciones: Otto Fangoso, Clepto Voraz, Cerdonio Ruin… Eran tipos malos nomás por el puro gusto de ser malos, de los que se retuercen el bigote y se carcajean sádicamente. Obviamente, no vivimos en un mundo tan simple como una caricatura noventera. No solucionaremos el cambio climático dándole un puñetazo en la cara a un señor que parece rata.

 

Pero se supone que cada uno de estos personajes representaba uno de los problemas que contribuyen a la crisis ecológica. A eso es a lo que me refiero cuando digo que los malos ganaron: no enfrentamos esos problemas como hacía falta y los dejamos crecer. Vean:

 


Cerdonio Ruin: Es la encarnación del consumismo depredatorio, de la voracidad sin límite de la sociedad capitalista moderna. Pues bien, quizá conozcan el concepto de Earth Overshoot Day  o Día de la Deuda Ecológica. La humanidad, en particular los países del norte global, consume cada año más recursos naturales de los que la Tierra es capaz de regenerar en ese tiempo. Los científicos han calculado la fecha en la que llegamos a ese límite cada año, y resulta que cada vez nos agotamos el presupuesto anual más pronto. En 1987 fue el 19 de diciembre; en 2022 fue el 28 de julio.

 


Roedor Escoria: Éste es el villano que solía tener los episodios más oscuros y siniestros, porque representa problemas más de tipo social. Él fue el causante de una epidemia de adicción a una poderosa droga, en un episodio que terminó con la vida del primo de Linka. Sepan que las muertes en series de animación occidentales eran una cosa muy, muy inusual, y este episodio sí me dejó impactado. Pero sobre todo recuerdo a este villano por un capítulo en el que se dedica a difundir desinformación y prejuicios en contra de las personas con VIH. “Una población asustada no piensa, y si no piensa es fácil de manipular”. Más o menos así dice Escoria.

 

Si algo caracteriza a nuestra era digital es el fenómeno de la radicalización en línea: personas, especialmente varones jóvenes, que se infectan de ideologías de odio y teorías conspiratorias de extrema derecha. La más reciente campaña de desinformación está enfocada en satanizar a las personas lgbtq+, en especial a las personas trans, a quienes se acusa de pervertidos que quieren depredar a los niños. Este discurso termina llevando a crímenes de odio, como la matanza en el Club Q, en Colorado.

 

(Entre paréntesis, no puedo dejar de mencionar que el personaje es algo problematiquillo en su diseño. Digo, está difícil no ver que a este villano insidioso y taimado le pusieron cara de caricatura antisemita. Y no ayuda que hayan casteado a Jeff Goldblum (quien es judío) como actor de voz. Supongo que simplemente nadie se dio cuenta en ese momento.)

 

Clepto Voraz: Es la más obvia encarnación del capitalismo salvaje; un hombre de negocios sin escrúpulos cuyos planes para enriquecerse siempre incluyen la destrucción de la naturaleza o la degradación humana, como devastar hectáreas de selva para criar ganado genéticamente modificado. Clepto es el único de los villanos que logró en una ocasión vencer a los Planetarios, que no pudieron demostrar sus fechorías ante un juez.

 

Clepto es el más parecido a los criminales ecológicos del mundo real. Es bien sabido el caso de las empresas petroleras que, teniendo información sobre el cambio climático, la ocultaron y mintieron durante décadas, porque de lo contrario se verían afectados sus intereses. Hoy por hoy, los actos que más devastan a nuestro planeta están perfectamente dentro de la ley. Unas 20 corporaciones en concreto son las responsables de un tercio de todas las emisiones de CO2; y 100 son las que emiten más del 70% de los gases que contribuyen al cambio climático.

 


También podríamos mencionar a la Doctora Plaga y el hecho de que apenas estamos saliendo de una pandemia, una zoonosis de las que estaremos viendo más y más, porque la destrucción de los hábitats naturales pone a los seres humanos en contacto con especies animales y sus patógenos. Pero creo que se entiende el punto: los enemigos del Capitán Planeta ganaron.

 

¿Pero por qué? ¿Cómo dejamos que esto pasara? Bueno, pues es un fenómeno complejísimo y multifactorial. No podíamos esperar gran cosa de dos que tres series animadas y un puñado de películas diciéndonos que cuidáramos al planeta cuando el resto de nuestra cultura nos metía en la cabeza que lo necesitamos en esta vida es consumir más, producir más, trabajar más... De hecho, todo este paseo por el callejón de los recuerdos noventeros tiene el propósito de enfocarnos en un problema, un error de concepción que es muy común en nuestra cultura moderna y del que la serie de Capitán Planeta es un ejemplo perfecto.

 


Al final de cada episodio, el Capitán se dirigía no sólo a sus Planetarios, sino a su público, nosotros, y nos decía: “¡El poder es suyo!” Claro, nosotros tenemos el poder de cambiar las cosas, pensábamos. Si cada quien hace su parte, si recicla, anda en bicicleta, deja de consumir desechables, echa la basura en su lugar, y además pone el ejemplo y difunde las buenas ideas, podremos tener un mundo mejor.

 

Pero resulta que no es así. Nuestro poder como individuos, consumidores, votantes, opinólogos de redes sociales, es muy limitado, frente a las corporaciones, gobiernos, instituciones y poderes fácticos varios. Y ése es el problema con la forma de pensar característica de la ideología liberal hegemónica: todo se individualiza y se pierde de vista lo sistémico, lo estructural.

 

Supe del conflicto árabe-israelí por primera vez gracias a Capitán Planeta. De ahí supe también que las religiones judía y musulmana tienen un origen en común y que ambas veneran al patriarca Abraham. De hecho, es así como los Planetarios logran resolver el problema; no solucionar el conflicto árabe-israelí, claro, sino hacer ver a un judío y a una mujer palestina que su odio mutuo es absurdo y sólo puede traer sufrimiento para todos.

 


Pero los conflictos bélicos en el mundo real no se dan simplemente porque las partes beligerantes “no se llevan bien”. Hay colonialismo, intervencionismo, hay rebeliones contra tropas de ocupación, hay bandos que claramente son los agresores, hay opresión de unos grupos sobre otros, hay asimetría entre las fuerzas en pugna, hay sistemas de alianza internacionales, hay lucha por recursos que forman parte de un mercado global.

 

No estoy criticando a una caricatura hecha para niños de primaria por no abordar toda esta complejidad. Estoy criticando que todavía tengamos esa visión de caricatura para niños de primaria. Capitán Planeta podía criticar ciertas actitudes y ciertas acciones como dañinas, incluso malvadas. Pero no se atrevería a denunciar al sistema, a las estructuras de poder, a la forma misma en la que opera el mundo. Y ese mismo problema está extendido por toda nuestra cultura; el liberalismo tibio no puede hacer más que proponer “haz el bien, e invita a los demás a hacerlo”.

 

Pero el problema es no sólo quién hace bien y quién hace mal, y ni siquiera es quiénes se sientan en los lugares más altos de una compleja estructura que implica múltiples relaciones de poder y subordinación, sino que el problema es la estructura en sí. Para combatir esto las acciones individuales no son suficientes. Soy profesor y escritor; creo en el poder de las ideas, pero he aprendido que el sólo difundir las buenas ideas no basta si las personas que actuarían de acuerdo a ellas tienen un campo de acción muy limitado dentro del sistema del que forman parte.

 


La única forma de compensar nuestro poco poder como individuos es con acción colectiva. Eso es lo que nunca nos dijeron series como Capitán Planeta: que lo que necesitamos es organizarnos para actuar. “Cada quien por su cuenta” no ha funcionado. Aunque en nuestra cultura se exalte a los héroes individuales (y sin duda hay individuos que merecen nuestra admiración), lo cierto es que todos los grandes cambios en la historia se han logrado gracias a la acción colectiva, a la unión de muchas fuerzas en un objetivo en común.

 

Así que vamos a organizarnos. Si te preocupa la crisis ecológica, o cualquier otro asunto, une fuerzas con alguien más; súmate a alguna organización en la que confíes, o crea la tuya propia; construye redes de solidaridad, de apoyo mutuo, de educación recíproca. No importa si es una ONG que presentará un recurso legal para evitar que se deforeste un área verde, o una célula radical que está planeando sabotear fábricas de autos; escoge lo que más se acomode a tu personalidad y habilidades. Necesitamos acciones de todo tipo, sumar todos nuestros esfuerzos para demoler este sistema que nos está matando.

 

Se dice fácil, pero sé que muchos de nosotros no estamos en posición de hacerlo. Muchos ya estamos haciendo esfuerzos sobrehumanos para simplemente sobrevivir en el capitalismo tardío, y pensar en ponernos otra responsabilidad puede ser agobiante. Por eso añado: haz lo que esté a tu alcance, cuando puedas y como puedas. Sólo no pierdas de vista esta palabra clave: organización.

 

Tierra, fuego, viento, agua, corazón… El Capitán Planeta sólo aparecía cuando los Planetarios unían sus poderes. Quizá esa era la clave de todo, aunque la serie en sí no haya desarrollado el asunto ni admitido que se necesita mucho más que cinco adolescentes con energía. Entonces el Capitán se equivocaba: el poder no es nuestro.

 

Aún.

 

Pero puede serlo.



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