Esta entrada está dedicada a la generación 2022-2025
de la prepa
La adolescencia es una etapa
fundamental en la vida de cualquier persona, para bien o para mal. Es una etapa
de emociones desbordadas, de primeros amores y desamores, de grandes amistades,
de experimentación prohibida, de estruendosas carcajadas y de corazones rotos. Es
la edad en la que empezamos a construir nuestra identidad como
individuos, cuando hacemos los primeros intentos conscientes para definir
quiénes somos. Por lo mismo, es una edad que tiende a la rebeldía; nos alzamos
contra la autoridad de nuestros padres y maestros, cuestionamos la validez de
sus normas, la justicia de sus imposiciones y la vigencia de sus valores.
Esta rebeldía puede
manifestarse de muchas maneras. Puede ser simplemente una desobediencia a las
reglas en busca de más placeres y satisfacciones, que queremos arrebatarle a
una realidad en la que aún no tenemos las libertades de la vida adulta, pero ya
se nos han suspendido los privilegios de la niñez. Pero también puede ser una
rebeldía más profunda, más trascendente, surgida de la primera comprensión de
que muchas cosas en este mundo no son justas, y que los adultos no están
haciendo lo suficiente para arreglarlas.
A menudo se acusa a los
adolescentes de ser apáticos o hedonistas. Esto no es del todo cierto; pueden
ser apáticos respecto a lo que nosotros queremos que se interesen, pero son
profundamente apasionados sobre los temas que tienen significado para sus vidas.
A veces estos asuntos pueden ser frívolos o destructivos. Pero en mis años de
profesor también he visto a mis estudiantes interesarse por causas
importantes con tal pasión y compromiso que podrían servir de ejemplo para
la mayoría de los adultos.
En la generación Z, a la que
ahora me toca educar, noto que hay muchos chicos y chicas con verdadero interés
por lo que sucede en el mundo. Algunos de ellos están conscientes de estar
viviendo en tiempos históricos (la pandemia tuvo un profundo efecto en sus
vidas). Les escucho hablar de temas como el feminismo, la política o el medio
ambiente. Quiero contribuir un poquito a este espíritu con un poco de cine.
El día de hoy les presento
tres películas relativamente recientes (todas son del siglo XXI) que tratan
sobre rebeldía adolescente. En cada una de ellas veremos a un protagonista
iniciar un proceso de cambio que termina por transformar no sólo su propia
vida, sino las de las personas que les rodean. Son, a su manera, lo que en la
literatura se conoce como Bildungsroman, o novela de iniciación, la
clase de historia que marca el crecimiento de una persona, que deja una
infancia todavía remanente y se encamina hacia los inicios de una vida adulta.
Cada una de ellas trata de temas relevantes para los jóvenes en el mundo
contemporáneo.
Son también comedias muy
ingeniosas con personajes entrañables e historias conmovedoras. No son
dramones, ni se sienten aburridas ni aleccionadoras. Son pelis muy accesibles,
comercialonas incluso, aunque con un sabor a cine indie que sólo esta
clase de producciones conservan. Pueden ser, espero, fuente de inspiración
para los chavos de nuestros días, para que se animen a canalizar esas
enormes energías, esos deseos de tomar el control de sus vidas y de acabar con
las frustraciones que les agobian. Si quienes me leen son adolescentes,
échenles un oclayo. Si son rucos, pero tienen contacto con adolescentes y
jóvenes, pónganles estas películas; si no, de todos modos véanlas ustedes.
Nunca se es demasiado mayor para un poco de rebeldía juvenil.
¿QUIÉN ES CHARLIE BARTLETT?
(Charlie Bartlett, 2007)
Dir: Jon
Poll
Con: Anton
Yelchin, Kat Dennings, Robert Downey Jr. y Hope Davis
“Personas como tú son la
razón por la que personas como yo necesitan medicamentos”, reza una playera que
Charlie, el protagonista de esta cinta, usa en algún momento. Anton Yelchin
era un gran actor juvenil cuya carrera fue cortada de tajo por un absurdo
accidente. Ésta fue la película en la que lo conocí. Aquí interpreta a Charlie,
un chico extravagante, inteligente y sensible, pero con grandes
problemas para adaptarse. Tras su expulsión de una escuela para ricos no le
queda más que ingresar a un bachillerato público, donde las cosas no son lo que
esperaba.
Rechazado y víctima del bullying,
Charlie encuentra la oportunidad de volverse popular traficando con drogas
psiquiátricas en la escuela. Pero pronto descubre que sus compañeros no
sólo necesitan fármacos, sino que están desesperados por ser escuchados y
recibir los consejos y atención que los adultos a su alrededor no les brindan.
Con lo que ha aprendido tras años de recibir terapia y un poco de empatía,
Charlie se convierte en consejero y confesor de toda la chaviza. Sin embargo,
cuando todo parece ir viento en popa, inevitablemente choca con la autoridad
del amargado director de la prepa (Robert Downey Jr.) de cuya hija (Kat
Dennings), Charlie se ha enamorado.
Esta película nos muestra
cómo la salud mental es un tema importantísimo para los adolescentes. Es
algo que puedo ver todos los días, en que muchos de mis alumnos sufren
depresión y ansiedad, especialmente tras haber pasado por la cuarentena. Muchas
veces los problemas mentales se desestiman como defectos de carácter en los
adolescentes: se dice que son flojos, apáticos o promiscuos, cuando en realidad
están sufriendo mucho por dentro y no saben cómo lidiar con ello.
Los adultos en esta película
envían mensajes contradictorios a los jóvenes. Condenan el uso de sustancias
recreativas, pero al mismo tiempo los sobremedican con fármacos
psiquiátricos mientras ellos mismos se sumen en el alcoholismo. Los
adolescentes no necesitan sólo guía, sino ser comprendidos, tener espacios en
los que puedan sanar ellos mismos y crear comunidad en un mundo cada vez más
aislado y alienante. El grito de la rebelión juvenil se siente en esta película
como un ¡ESCÚCHENNOS!
TROTSKY, EL REVOLTOSO
(The Trotsky, 2009)
Dir: Jacob
Tierney
Con: Jay
Baruchel, Emily Hampshire y Colm Feore
Leon (Jay Baruchel) es un chico
judío de 17 años que está convencido de ser la reencarnación del revolucionario
ruso Leon Trotsky. El joven cree que está destinado a repetir las hazañas
del líder socialista en la Canadá del siglo XXI y, mientras busca a su Lenin,
lleva a cabo toda clase de hazañas que ponen de cabeza a la comunidad. Su más
reciente objetivo: iniciar una pequeña revolución estudiantil contra el
autoritario director de su nueva escuela (Colm Feore). Al mismo tiempo, tendrá
que aprender a lidiar con el romance cuando conozca a Alexandra (Emily
Hampshire), una joven de posgrado, mucho mayor que él, de quien está seguro que
será el amor de su vida.
Con una premisa aparentemente
disparatada, esta película nos presenta una historia en la que se subraya la
necesidad de la rebeldía; lo único que impide que nuestras vidas se
anquilosen y se estanquen, y que las figuras de autoridad se acomoden en el
poder, es una rebelión constante, una revolución sin fin (como quería el
Trostsky original).
Una de las cosas que más me
gustan de la película es cómo las acciones de Leon logran iniciar un cambio en
las vidas de otras personas. Desde sus mismos compañeros de clase hasta un
viejo intelectual izquierdista, que se había acomodado mucho en la clase media,
y que recuerda que la verdadera política no se hace en los libros, sino en
la calle. Porque las grandes ideas que obtenemos de las lecturas (o las
películas) se pierden si no las llevamos a la práctica.
Leon es un héroe muy
peculiar, y creo que su caracterización como un personaje con defectos y
virtudes es muy efectiva. Tiene la pasión de un visionario, pero también la
ingenuidad de un adolescente; muchas veces sus discursos son convincentes,
otras sus diatribas se antojan exageradas o hasta injustas. Gran parte del
tiempo, es simplemente chistoso, para lo cual Jay Baruchel está
perfectamente casteado.
Por supuesto, ya que nuestro
personaje principal es un convencido socialista, pueden esperar aquí mucho
choro sobre los males del capitalismo y el potencial de las clases oprimidas
si tan solo se unen y organizan. De cualquier forma, el duelo final de
fuerzas entre el director de la escuela y el movimiento iniciado por Leon tiene
mucho menos que ver con el capitalismo que con el desafío a las estructuras
autoritarias.
Hay una escena en la que Leon
se comporta con Alexandra de una forma en la que hoy consideraríamos acoso,
pero al final no resulta demasiado grave. Creo, eso sí, que hay que hablar con
cualquier adolescente que vea la película sobre por qué ese tipo de conductas
no deben ser aprobadas ni romantizadas.
¡MOXIE!
(Moxie!, 2021)
Dir: Amy
Poehler
Con: Hadley
Robinson, Alycia Pascual-Peña, Patrick Schwarzenegger y Amy Poehler
Vivian, interpretada por
Hadley Robinson, es una chica bien portada, tímida, medio nerdosa, que
nunca se mete en problemas ni hace nada indebido. Pero cuando llega Lucy
(Alycia Pascual-Peña), una nueva estudiante, su mundo se sacude. Lucy es
fuerte, dice lo que piensa y no tiene tolerancia por las estupideces de los
“machines” de la escuela, encabezados por Mitch (Patrick, hijo de Arnold
Schwarzenegger), la estrella del deporte local.
Poco después Vivian descubre
las cosas de su madre (Amy Poehler), una tranquila señora que en su juventud participó
en movimientos feministas y punks. Inspirada por su nueva amiga y el legado
de mamá, Vivian inicia la publicación anónima de un fanzine titulado Moxie,
en el que denuncia el machismo cotidiano que viven las adolescentes en su día a
día.
La revista se convierte en un
éxito e inspira a las jóvenes a discutir sobre sus inquietudes y
preocupaciones, que Vivian recoge secretamente y publica en Moxie.
Pronto la iniciativa se convierte en un verdadero movimiento, y las
estudiantes comienzan a manifestarse contra las reglas y prácticas sexistas de
la escuela, así como a las conductas de sus compañeros y profesores varones,
dejando al descubierto un mundo de abuso y violencia que estaba dolorosamente
normalizado.
En un mundo post #MeeToo, esta
película es poderosamente actual. Muestra las diferentes formas de misoginia
que están presentes en la vida cotidiana y a las que se les deja reproducirse y
permanecer, desde las más sutiles hasta las más violentas y atroces. También
muestra lo que se puede lograr cuando se dice “¡YA BASTA!” y se aplica la tan
necesaria sororidad.
Ninguna de estas películas es
particularmente radical en su mensaje. Los protagonistas son, por supuesto,
chicos blancos de clase media que viven una vida de privilegios. Quizá hacen
ver la revolución como un juego divertido, algo demasiado fácil que sólo
requiere de pasión. Son, al fin y al cabo, comedias adolescentes relativamente
ligeras. A decir verdad, no le veo nada malo a ello; hasta obras sencillas
pueden servir como punto de partida hacia aprendizajes más profundos.
Se podría señalar que son pelis
provenientes de la América anglosajona, y que su realidad es muy distinta a la
de nuestra. Pero, siendo sinceros, en este mundo globalizado (y colonizado) las
realidades que retratan no son muy diferentes a las de nuestros estudiantes
de clase media. Yo he puesto algunas de estas pelis a mis alumnos a lo largo de
los años y se han sentido identificados.
En fin, creo que pueden ser una
forma de inspirar a los adolescentes a aprender más e involucrarse en temas
importantes para ellos mismos y el mundo que les rodea. Y quizá, para iniciar
las pequeñas revoluciones en nuestros entornos inmediatos, que serían los
primeros pasos hacia transformaciones más grandes. Necesitamos, siempre
necesitaremos, juventudes rebeldes.
¡Hola, gracias por leer! He tenido problemas de salud este 2023, lo que me ha impedido crear tanto como lo planeaba originalmente. Espero ya pronto recuperar el ritmo. Recuerda que también ando en Youtube, Tik Tok, Facebook y Twitter. Si lo deseas, puedes ayudarme a seguir creando con una subscripción mensual a Patreon. O también puedes hacer una sola donación en Paypal. O simplemente continúa en este blog, con estos textos relacionados:
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