La destrucción de Yucatán - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

miércoles, 29 de mayo de 2024

La destrucción de Yucatán

 

Escribo estas líneas unos pocos días antes de las elecciones para la gubernatura de Yucatán en junio de 2024. No importa. No hace diferencia alguna. Los problemas que aquí voy a describir seguirán existiendo de la misma manera después de la elección y completamente independiente de quién resulte ganador. De hecho, ése es el meollo del asunto.

 

También escribo en medio de una ola de calor que ha azotado a todo el país. En mi ciudad, Mérida, las temperaturas han alcanzado los 45 grados centígrados algunos días, con la sensación térmica llegando hasta los 60°. Nos hemos estado cocinando en esta urbe convertida en horno. En mayo de este año se registraron dos mil incendios forestales en Yucatán; el humo era tal que el día 14 de mayo el aire de Mérida se convirtió en uno de los más contaminados del país, algo completamente inaudito.

 

La ciudad en la que nací y en la que he vivido la mayor parte de mi vida ha cambiado hasta hacerse irreconocible en cosa de una década y ahora experimenta dos crisis simultáneas e íntimamente relacionadas: una crisis de la calidad de vida y una crisis ambiental.

 

Sí, ambas son manifestaciones locales de crisis globales. Después de la pandemia se ha acentuado una crisis global en el costo de vida; es decir, los precios de los productos necesarios y la energía se han elevado más allá del poder adquisitivo de las mayorías. Al mismo tiempo, una gran parte de la población se ha empobrecido mientras que el percentil más alto se enriqueció todavía más. También la crisis de vivienda es global; para la generación Millennial es mucho más difícil rentar un hogar (no digamos ya comprarlo) que para la de nuestros padres.

 

Y por supuesto, los efectos del cambio climático ya se están sintiendo por todo el mundo. Fenómenos meteorológicos extremos, huracanes, incendios forestales, sequías y crecidas del mar ya están afectando la calidad de vida de las personas y desplazando a poblaciones enteras. Por añadidura, México es especialmente vulnerable a la crisis climática. Los pronósticos apuntan a que los siguientes cuatro años serán por lo menos tan calurosos como éste.

 


Sin embargo, esto no hace menos real que nuestros gobiernos recientes, de todos los colores, no sólo no han hecho nada para resolver estos problemas, sino que han seguido practicando las políticas que los empeoran, y que en nuestro estado todo ello se acentuó bajo la administración del panista Mauricio Vila.

 

En pocos años Mérida pasó de ser una las ciudades más económicas de México, a una de las más caras. Los salarios no se emparejaron al aumento en el costo de vida. Tengo el mismo trabajo que en 2020, y cada año mi sueldo aumenta ligeramente para tratar (hago énfasis en tratar) de ir a la par con la inflación. Soy Millennial, así que la precarización ha sido la constante en toda mi vida laboral. Antes de la pandemia tenía problemas para sufragar ciertos gastos imprevistos (como reparaciones o atención médica) y me veía obligado a recurrir a la ayuda de mis padres. Pero lo que nunca pasaba era que mi sueldo quincenal no alcanzara para hacer la despensa; nunca antes me vi preocupado por qué habríamos de comer al día siguiente. Ahora nos sucede casi todos los meses, y es porque TODO ha subido de precio. La mayoría de mis coetáneos está en la misma situación.

 

He tenido este blog desde 2007, y siempre lo he hecho por puro gusto. Sólo apenas en 2022 abrí un Patreon, y nomás porque me vi en la necesidad de hacerlo para completar el gasto. De verdad que si no fuera por mis mecenas no habría logrado cosas como comprar útiles escolares para mis hijos o pagar la operación de mi gatita.

 

Cuando me mudé con mi entonces novia y nuestro bebé a nuestro primer departamento (dos cuartos, un baño, cocina, sala-comedor y terraza-lavadero), pagábamos poco más de dos mil pesos de renta mensual. Compañeros de la universidad alquilaban casas por menos que el doble de eso. Hoy veo anuncios de casas en renta por 20, 50 o incluso más de 100 mil pesos mensuales, precios que sólo había visto en la CDMX. Es cierto que yo alquilaba hace ya casi 20 años, pero quiero subrayar que este cambio no se dio paulatinamente a lo largo de todo ese tiempo, sino que es algo que se disparó apenas hace un sexenio.

 

Los barrios históricos de la ciudad se llenan de extranjeros adinerados que tratan a los locales como sirvientes y quieren imponer sus estilos de vida. Las comisarías alrededor de la ciudad se llenan de residenciales privadas desconectadas de las comunidades que invaden. En cada caso, los habitantes locales son desplazados al aumentar los precios del alquiler o el impuesto predial. Para añadir insulto a la herida, luego las autoridades tienen el descaro de decirles que no se quejen porque ahora tendrán la oportunidad de trabajar como servicio doméstico para los nuevos colonos. La ciudad que antes presumía su tranquilidad y alta calidad de vida ahora se ha vuelto habitable sólo para quien es rico, extranjero o ambas cosas.

 


Mérida ha crecido de forma descontrolada. Se destruye la selva alrededor de la ciudad para construir fraccionamientos y residenciales sin áreas verdes, lo que aumenta el calor. Se erigen altos edificios departamentales sin tener en cuenta si la infraestructura de agua y electricidad podrán soportarlos. Y el tráfico se convierte en un caos. El panorama está tan jodido, el estándar está tan bajo, que el haber implementado un nuevo sistema de transporte público más o menos decente se considera un gran logro para el gobierno de Vila. Como expresa la abogada Carla Escoffié:

“Me pregunto qué va a pasar con las próximas generaciones, qué va a pasar con las ciudades… La gente no cree que el agua se acabe, no piensan que ocurra en su ciudad, en Mérida no creen que pase y la pregunta es adónde estamos llevando las ciudades. Por supuesto que son importantes las actividades económicas, pero al final del día estamos en estos lugares para vivir, si no podemos garantizar un lugar habitable, ¿para qué fregados queremos las ciudades?, ¿de qué sirven ciudades contaminadas del aire?, ¿de qué sirven ciudades sin agua? o como lo que pasa en Yucatán, tienes acceso al agua, pero cada vez está más contaminada”

 

Durante la sequía que azotó Nuevo León en 2022 las refresqueras y cerveceras nunca dejaron de extraer agua, mientras la mayor parte de la población sólo tenía servicio del vital líquido un par de horas al día. Pero las empresas ya se dieron cuenta de que no podrán extraer el agua que necesitan en Nuevo León por mucho tiempo, y el gobierno les ha ofrecido mudarse a Yucatán, donde el agua todavía es relativamente abundante.  No hemos de imaginar que será diferente cuando la crisis hídrica se dé en nuestras tierras, que por otro lado no está muy lejos: en la primavera de 2024 nuestro estado llegó a experimentar sequía en el 80% de su territorio. Durante un coloquio sobre el tema, llevado a cabo en marzo de 2024, especialistas trataron de explicar la situación:

 

“Se sigue creyendo que tenemos agua ilimitada, que tenemos agua potable para siempre, pero no se dice que tenemos agua contaminada que está poniendo en riesgo la salud de las personas, del ecosistema y además estamos violando los derechos de las comunidades mayas”

 

Y también:

 

“Hay que derrumbar el mito de que tenemos mucha agua. En Yucatán tenemos mucha lluvia, pero la mayor parte se escurre al mar, no se queda almacenada. Con el mito de que tenemos mucha agua han llegado grandes trasnacionales y desde hace más de 20 años ha habido un proceso de reindustrialización del estado que no ha sido adecuado para las características del acuífero y que de alguna manera ha generado conflictos socioambientales”

 


No hace mucho, en un almuerzo familiar, un señor boomer decía algo así como “Se quejan de que las refresqueras se van a acabar el agua. ¡Que se la acaben! Pero que vengan a traer empleos”. Creo que eso resume toda una cosmovisión que es la que nos tiene en este sumidero: la creencia de que la única forma de tener prosperidad es permitiendo a las corporaciones extraer sin límites los recursos naturales y explotar la mano de obra de quienes no tienen más remedio que venderla barata, para que a cambio nos hagan el favor de repartir unas cuantas migajas de entre toda la riqueza que se embolsan. Para tener contexto, Coca-Cola extrae 55 mil millones de litros de agua al año en México y se necesitan casi 70 litros de agua para producir un litro del refresco. Y todos, absolutamente todos los candidatos de todos los partidos políticos promueven ese modelo de desarrollo.

 

Una de las cosas que más me exasperan de la reacción de la gente ante esta crisis, es que mucha es incapaz de entenderla más que a través de su tribalismo partidista. Los anti-morenistas acusarán a las obras por la construcción del Tren Maya, mientras que los morenistas denuncian la deforestación causada por los gobiernos panistas y priistas. La realidad es que tanto lo uno como lo otro son parte del problema. Desde 2020 a 2024 (todo bajo el gobierno de Vila), la península de Yucatán ha perdido 285 mil hectáreas de selva, de las cuales ‘sólo’ cinco mil son culpa del Tren Maya. Sí, el Tren Maya han significado un desastre ecológico en la región, pero el ecocidio no empezó ahí. El especialista Eduardo Batllori Sampedro lo explica:

 

Entonces ésta es la cuestión: ninguno de los partidos políticos que compiten por los puestos de poder hará nada significativo para solucionar la crisis ambiental, porque eso implicaría ir contra las constructoras, las inmobiliarias, las refresqueras, las granjas industriales y otras corporaciones cuyos intereses nunca van a afectar, porque son sus jefes, los verdaderos patrones para quienes los políticos trabajan. Que es a lo que quiero llegar: los culpables son toda la clase política, toda la oligarquía, no sólo los que se visten del color que no te gusta.

 

Es que, vamos, la competencia es entre un panista aliado con el PRI y un expanista que se acaba de pasar a Morena. Cuando cada uno de los partidos está lleno de ‘chapulines’ que brincaron por todos los demás partidos; cuando los que eran enemigos acérrimos en elecciones pasadas hoy son aliados y viceversa, ¿cómo puede alguien creer que son esencialmente distintos unos de otros, que tal partido es un paragón de virtud y el otro un peligro existencial? [Nota posterior: al final el expanista convertido en morenista ganó la gubernatura, mientras que el PAN conservó la alcadía de Mérida.]

 

Así, las propuestas de todos los candidatos están en línea con el modelo de desarrollo extraccionista y explotador: más vialidades, más inversión extranjera, más megaproyectos turísticos. Si acaso, prometerán “más áreas verdes” sin especificar dónde ni cómo, y que seguro consistirían en poner césped donde antes había plantas y árboles autóctonos.

 


Eso sí, todos prometen “más seguridad”, y por ello se refieren a más patrullas y más cámaras de vigilancia. No es casualidad que prácticamente todos los gobiernos del mundo estén militarizando sus corporaciones policiacas: las clases dominantes están conscientes de que las cosas sólo van a ponerse más horribles, que eso va a generar grandes oleadas de descontento social y que van a tener que reprimirlas con lujo de brutalidad.

 

Durante estos días de calor extremo las redes sociales se llenan de mensajes sobre la importancia de los árboles. Ya saben, eso de “cuando hayas talado el último árbol te darás cuenta de que no puedes comer dinero” y cursilerías por el estilo. Y bueno, me parece fantástico que la gente tenga la iniciativa de plantar árboles si puede hacerlo. Nomás espero que cada quien investigue qué tipo de árbol conviene sembrar en dónde y qué hay que hacer para que crezca y prospere. Y espero que la raza no se olvide de todo esto apenas inicien las lluvias y pasen los calores.

 

Pero si acciones como plantar árboles, cuidar el agua, comer menos productos de origen animal y otras iniciativas individuales están muy bien, son valiosas y deben ser alentadas, lo cierto es que nada de eso evitará que se talen 196 hectáreas de selva cada día, o que las granjas porcícolas contaminen irremediablemente nuestros cenotes.

 

Me preocupa que la gente en Yucatán no es precisamente la más brava. La banda que se pone al tiro son las comunidades locales que resisten valientemente contra la gentrificación y la destrucción de la naturaleza, pero sus movimientos han sido más bien puntuales: “este problema en este barrio”.  Si no queremos que Yucatán quede convertida en un infierno en pocos años, vamos a tener que luchar contra las fuerzas que lucran con su destrucción. Vamos a necesitar movimientos de masas que presionen a las autoridades, que espanten a los colonizadores, que incomoden a las corporaciones, que se enfrenten directamente a la oligarquía, que vean más allá del circo partidocrático y que estén conscientes de que se enfrentan al capítulo local de un problema global. Vamos a necesitar protestas masivas con plantones, bloqueos, boicots, iconoclasia, desobediencia civil y hasta sabotaje si es necesario. Vamos a necesitar proyectos alternativos de urbanización, de organización económica, de producción de alimentos, de acceso a la vivienda y de redistribución de la riqueza. No es hipérbole cuando decimos que nuestro futuro será revolución o extinción.



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