Escribo estas líneas unos pocos días antes de las
elecciones para la gubernatura de Yucatán en junio de 2024. No importa. No
hace diferencia alguna. Los problemas que aquí voy a describir seguirán
existiendo de la misma manera después de la elección y completamente
independiente de quién resulte ganador. De hecho, ése es el meollo del asunto.
También escribo en medio de una ola de calor que ha
azotado a todo el país. En mi ciudad, Mérida, las temperaturas han
alcanzado los 45 grados centígrados algunos días, con la sensación térmica
llegando hasta los 60°. Nos hemos estado cocinando en esta urbe convertida en
horno. En mayo de este año se registraron dos
mil incendios forestales en Yucatán; el humo era tal que el día 14 de mayo el
aire de Mérida se convirtió en uno de los más contaminados del país, algo
completamente inaudito.
La ciudad en la que nací y en la que he vivido la mayor
parte de mi vida ha cambiado hasta hacerse irreconocible en cosa de una década
y ahora experimenta dos crisis simultáneas e íntimamente relacionadas: una
crisis de la calidad de vida y una crisis ambiental.
Sí, ambas son manifestaciones locales de crisis globales.
Después de la pandemia se ha acentuado una crisis global en el costo
de vida; es decir, los precios de los productos necesarios y la energía se
han elevado más allá del poder adquisitivo de las mayorías. Al mismo tiempo,
una gran parte de la población se ha empobrecido mientras que el
percentil más alto se enriqueció todavía más. También la crisis de vivienda es
global; para la generación Millennial es mucho más difícil rentar un hogar
(no digamos ya comprarlo) que para la de nuestros padres.
Y por supuesto, los efectos del cambio climático ya
se están sintiendo por todo el mundo. Fenómenos meteorológicos extremos, huracanes,
incendios forestales, sequías y crecidas del mar ya están afectando la calidad
de vida de las personas y desplazando a poblaciones enteras. Por añadidura, México
es especialmente vulnerable a la crisis climática. Los pronósticos apuntan
a que los
siguientes cuatro años serán por lo menos tan calurosos como éste.
Sin embargo, esto no hace menos real que nuestros gobiernos
recientes, de todos los colores, no sólo no han hecho nada para resolver estos
problemas, sino que han seguido practicando las políticas que los empeoran,
y que en nuestro estado todo ello se acentuó bajo la administración del panista
Mauricio Vila.
En pocos años Mérida pasó de ser una las ciudades más
económicas de México, a una
de las más caras. Los salarios no se emparejaron al aumento en el costo de
vida. Tengo el mismo trabajo que en 2020, y cada año mi sueldo aumenta
ligeramente para tratar (hago énfasis en tratar) de ir a la par con la
inflación. Soy Millennial, así que la precarización ha sido la constante en
toda mi vida laboral. Antes de la pandemia tenía problemas para sufragar
ciertos gastos imprevistos (como reparaciones o atención médica) y me veía
obligado a recurrir a la ayuda de mis padres. Pero lo que nunca pasaba era que
mi sueldo quincenal no alcanzara para hacer la despensa; nunca antes me vi
preocupado por qué habríamos de comer al día siguiente. Ahora nos sucede casi
todos los meses, y es porque TODO ha subido de precio. La mayoría de mis
coetáneos está en la misma situación.
He tenido este blog desde 2007, y siempre lo he hecho por puro
gusto. Sólo apenas en 2022 abrí
un Patreon, y nomás porque me vi en la necesidad de hacerlo para
completar el gasto. De verdad que si no fuera por mis mecenas no habría
logrado cosas como comprar útiles escolares para mis hijos o pagar la operación
de mi gatita.
Cuando me mudé con mi entonces novia y nuestro bebé a
nuestro primer departamento (dos cuartos, un baño, cocina, sala-comedor y terraza-lavadero),
pagábamos poco más de dos mil pesos de renta mensual. Compañeros de la universidad
alquilaban casas por menos que el doble de eso. Hoy veo anuncios de casas en
renta por 20, 50 o incluso más de 100 mil pesos mensuales, precios que sólo
había visto en la CDMX. Es cierto que yo alquilaba hace ya casi 20 años, pero
quiero subrayar que este cambio no se dio paulatinamente a lo largo de todo ese
tiempo, sino que es algo que se disparó apenas hace un sexenio.
Los barrios históricos de la ciudad se llenan de extranjeros
adinerados que tratan a los locales como sirvientes y quieren imponer sus
estilos de vida. Las comisarías alrededor de la ciudad se llenan de residenciales
privadas desconectadas de las comunidades que invaden. En cada caso,
los
habitantes locales son desplazados al aumentar los precios del alquiler o
el impuesto predial. Para añadir insulto a la herida, luego las autoridades
tienen el descaro de decirles que no se quejen porque ahora tendrán la
oportunidad de trabajar como
servicio doméstico para los nuevos colonos. La ciudad que antes presumía su
tranquilidad y alta calidad de vida ahora se ha vuelto habitable sólo para
quien es rico, extranjero o ambas cosas.
Mérida ha crecido de forma descontrolada. Se destruye la
selva alrededor de la ciudad para construir fraccionamientos y residenciales
sin áreas verdes, lo
que aumenta el calor. Se erigen altos edificios departamentales sin tener
en cuenta si la infraestructura de agua y electricidad podrán soportarlos. Y el
tráfico se convierte en un caos. El panorama está tan jodido, el estándar está
tan bajo, que el haber implementado un nuevo sistema de transporte público
más o menos decente se considera un gran logro para el gobierno de Vila.
Como expresa la
abogada Carla Escoffié:
“Me pregunto qué va a pasar con las próximas
generaciones, qué va a pasar con las ciudades… La gente no cree que el agua se
acabe, no piensan que ocurra en su ciudad, en Mérida no creen que pase y la
pregunta es adónde estamos llevando las ciudades. Por supuesto que son
importantes las actividades económicas, pero al final del día estamos en estos
lugares para vivir, si no podemos garantizar un lugar habitable, ¿para qué
fregados queremos las ciudades?, ¿de qué sirven ciudades contaminadas del
aire?, ¿de qué sirven ciudades sin agua? o como lo que pasa en Yucatán, tienes
acceso al agua, pero cada vez está más contaminada”
Durante la sequía que azotó Nuevo León en 2022 las
refresqueras y cerveceras nunca dejaron de extraer agua, mientras la mayor
parte de la población sólo tenía servicio del vital líquido un par de horas al
día. Pero las empresas ya se dieron cuenta de que no podrán extraer el agua que
necesitan en Nuevo León por mucho tiempo, y el gobierno les ha ofrecido mudarse
a Yucatán, donde el agua todavía es relativamente abundante. No hemos de imaginar que será diferente cuando
la crisis hídrica se dé en nuestras tierras, que por otro lado no está muy lejos:
en la primavera de 2024 nuestro estado llegó a experimentar sequía
en el 80% de su territorio. Durante un
coloquio sobre el tema, llevado a cabo en marzo de 2024, especialistas trataron
de explicar la situación:
“Se sigue creyendo que tenemos agua ilimitada,
que tenemos agua potable para siempre, pero no se dice que tenemos agua
contaminada que está poniendo en riesgo la salud de las personas, del
ecosistema y además estamos violando los derechos de las comunidades mayas”
Y también:
“Hay que derrumbar el mito de que tenemos mucha
agua. En Yucatán tenemos mucha lluvia, pero la mayor parte se escurre al mar,
no se queda almacenada. Con el mito de que tenemos mucha agua han llegado
grandes trasnacionales y desde hace más de 20 años ha habido un proceso de
reindustrialización del estado que no ha sido adecuado para las características
del acuífero y que de alguna manera ha generado conflictos socioambientales”
No hace mucho, en un almuerzo familiar, un señor boomer decía
algo así como “Se quejan de que las refresqueras se van a acabar el agua. ¡Que
se la acaben! Pero que vengan a traer empleos”. Creo que eso resume toda una
cosmovisión que es la que nos tiene en este sumidero: la creencia de que la
única forma de tener prosperidad es permitiendo a las corporaciones extraer
sin límites los recursos naturales y explotar la mano de obra de quienes no
tienen más remedio que venderla barata, para que a cambio nos hagan el favor de
repartir unas cuantas migajas de entre toda la riqueza que se embolsan. Para tener contexto, Coca-Cola extrae 55 mil millones de litros de agua al año en México y se necesitan casi 70 litros de agua para producir un litro del refresco. Y todos, absolutamente todos los candidatos de todos los partidos políticos promueven
ese modelo de desarrollo.
Una de las cosas que más me exasperan de la reacción de la
gente ante esta crisis, es que mucha es incapaz de entenderla más que a
través de su tribalismo partidista. Los anti-morenistas acusarán a las
obras por la construcción del Tren Maya, mientras que los morenistas
denuncian la deforestación causada por los gobiernos panistas y priistas. La
realidad es que tanto lo uno como lo otro son parte del problema. Desde 2020 a
2024 (todo bajo el gobierno de Vila), la península de Yucatán ha
perdido 285 mil hectáreas de selva, de las cuales ‘sólo’ cinco
mil son culpa del Tren Maya. Sí, el Tren Maya han
significado un desastre ecológico en la región, pero el ecocidio no empezó
ahí. El especialista Eduardo Batllori Sampedro lo explica:
Entonces ésta es la cuestión: ninguno de los partidos
políticos que compiten por los puestos de poder hará nada significativo para
solucionar la crisis ambiental, porque eso implicaría ir contra las
constructoras, las inmobiliarias, las refresqueras, las granjas industriales
y otras corporaciones cuyos intereses nunca van a afectar, porque son sus
jefes, los verdaderos patrones para quienes los políticos trabajan. Que es
a lo que quiero llegar: los culpables son toda la clase política, toda la
oligarquía, no sólo los que se visten del color que no te gusta.
Es que, vamos, la competencia es entre un panista aliado con el PRI y un expanista que se acaba de pasar a Morena. Cuando cada uno de los partidos está lleno de ‘chapulines’ que brincaron por todos los demás partidos; cuando los que eran enemigos acérrimos en elecciones pasadas hoy son aliados y viceversa, ¿cómo puede alguien creer que son esencialmente distintos unos de otros, que tal partido es un paragón de virtud y el otro un peligro existencial? [Nota posterior: al final el expanista convertido en morenista ganó la gubernatura, mientras que el PAN conservó la alcadía de Mérida.]
Así, las propuestas de todos los candidatos están en
línea con el modelo de desarrollo extraccionista y explotador: más
vialidades, más inversión extranjera, más megaproyectos turísticos. Si acaso, prometerán
“más áreas verdes” sin especificar dónde ni cómo, y que seguro consistirían en
poner césped donde antes había plantas y árboles autóctonos.
Eso sí, todos prometen “más seguridad”, y por ello se
refieren a más patrullas y más cámaras de vigilancia. No es casualidad
que prácticamente todos los gobiernos del mundo estén militarizando sus
corporaciones policiacas: las clases dominantes están conscientes de que las
cosas sólo van a ponerse más horribles, que eso va a generar grandes oleadas de
descontento social y que van a tener que reprimirlas con lujo de brutalidad.
Durante estos días de calor extremo las redes sociales se
llenan de mensajes sobre la importancia de los árboles. Ya saben, eso de
“cuando hayas talado el último árbol te darás cuenta de que no puedes comer
dinero” y cursilerías por el estilo. Y bueno, me parece fantástico que la gente
tenga la iniciativa de plantar árboles si puede hacerlo. Nomás espero que cada
quien investigue qué tipo de árbol conviene sembrar en dónde y qué hay que
hacer para que crezca y prospere. Y espero que la raza no se olvide de todo
esto apenas inicien las lluvias y pasen los calores.
Pero si acciones como plantar árboles, cuidar el agua, comer
menos productos de origen animal y otras iniciativas individuales están muy
bien, son valiosas y deben ser alentadas, lo cierto es que nada de eso evitará
que se talen 196 hectáreas de selva cada día, o que las granjas
porcícolas contaminen irremediablemente nuestros cenotes.
Me preocupa que la gente en Yucatán no es precisamente la
más brava. La banda que se pone al tiro son las comunidades locales que resisten
valientemente contra la gentrificación y la destrucción de la naturaleza, pero
sus movimientos han sido más bien puntuales: “este problema en este barrio”. Si no queremos que Yucatán quede convertida en
un infierno en pocos años, vamos a tener que luchar contra las fuerzas que lucran
con su destrucción. Vamos a necesitar movimientos de masas que presionen
a las autoridades, que espanten a los colonizadores, que incomoden a las
corporaciones, que se enfrenten directamente a la oligarquía, que vean más
allá del circo partidocrático y que estén conscientes de que se enfrentan al
capítulo local de un problema global. Vamos a necesitar protestas masivas con
plantones, bloqueos, boicots, iconoclasia, desobediencia civil y hasta sabotaje
si es necesario. Vamos a necesitar proyectos alternativos de urbanización, de organización
económica, de producción de alimentos, de acceso a la vivienda y de redistribución
de la riqueza. No es hipérbole cuando decimos que nuestro futuro será revolución
o extinción.
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