Uff. Pues resulta que en mi página de Facebook con
frecuencia subo memes o cartones que critican algún aspecto de la sociedad
moderna; en particular lo relacionado con el capitalismo tal como se ha
desarrollado en las últimas décadas y los nefastos efectos que tiene en
nosotros: explotación laboral, desigualdad, deterioro ambiental, cambio
climático, corrupción empresarial, crisis de vivienda, crisis de costo de vida,
crisis de soledad y depresión, etcétera.
Éste es el tipo de publicaciones que más vistas y
reacciones me generan, superando por mucho a los enlaces a ensayos en este
blog, que son mi trabajo principal. Así es como funciona el algoritmo. Esto, claro
que sí, implica que cada publicación se llenará con decenas, o a veces centenas
de comentarios airados por pate de los hinchas del capitalismo.
Existe un número limitado de lugares comunes que se repiten
todas las veces que publico algo así, pero hoy quiero centrarme en dos tipos en
particular. El primer tipo de comentario cliché es: “¡Pues vete a
Venezuela!” (o Cuba, Corea del Norte, etc.) o, en una variante relacionada,
“¡Pues el comunismo mató a mil millones de personas!”.
El otro tipo de comentario aparece cuando les digo que
nuestras opciones como humanidad no están limitadas a la distopía capitalista
en la que vivimos y la distopía comunista orwelliana que se imaginan. Si no se
limitan a echar un “me divierte”, responderán: “¿Y tú qué propones,
zurdito?”
Es realmente agotador pasar siempre por lo mismo. Para
ahorrarme tiempo y disgustos, he decidido preparar el presente texto a
manera de respuesta automática.
Primero, a los de “¡Vete a Cubazuela!”, debo explicar
algunas cosas: Yo, personalmente, no simpatizo con los regímenes de
Cuba, Venezuela, China, Corea del Norte ni la extinta Unión Soviética. La
izquierda no es un monolito; existen muchas corrientes y movimientos, y no
todos los izquierdistas apoyamos ni idealizamos a esos gobiernos, que además
han sido muy diferentes entre sí (algo sobre lo que te vendría bien aprender).
Y aunque sí creo que la imagen que la gente común tiene de
estos regímenes está distorsionada por décadas de propaganda, y también
creo que hay cosas que se puede aprender de lo que funcionó bien en ellos (hey, ¿sabías que China ha logrado la mayor reducción de la pobreza en la historia reciente?), yo no aspiro a vivir en una sociedad como las que construyeron. Creo que
podemos hacerlo mejor, de hecho. Respecto a la discusión de si fueron o no “verdadero
socialismo”, me parece una pérdida de tiempo. No me interesa. Sólo diré que,
si lo fueron, no es el socialismo que yo quiero.
Todo lo anterior hace que los incondicionales de estos
regímenes me tachen de “asqueroso liberal burgués”, por cierto. Es más,
ni siquiera les gusta que use la palabra “regímenes”. Para que veas que la
izquierda no es todo lo mismo.
Entonces, mandarme a la República Soviética de Cubazuela
del Norte no es el comentario agudo y demoledor que te imaginas. De hecho,
es completamente falaz. Yo puedo señalar, por ejemplo, que uno de los efectos
de la desigualdad actual es que las generaciones de los Millennials para abajo
tienen mucho menos oportunidad de acceder a una vivienda propia. Mandarme a
Cubazuela no quita que eso sea un hecho.
Incluso suponiendo que Cubazuela sea de verdad una distopía
orwelliana y que hasta el capitalismo más salvaje es preferible, tu comentario
sigue siendo muy bobo. La existencia de una alternativa peor no elimina ni
excusa los problemas de la alternativa que sí tenemos.
Lo mismo va para quienes llegan a decirme que “el comunismo
mató a diez mil chillones de humanos”. Como no quiero discutir ahora lo inflado
de la cifra, digamos que sí. ¿Y? Yo no estoy abogando por políticas como las
que causaron el Holodomor o el Gran Salto Adelante, ni por gobiernos como los
que los presidieron.
Estas respuestas sólo tienen algún dejo de sentido si: a)
crees que yo quiero hacernos vivir en Cubazuela, que ya dije que no es
así; o b) piensas que Cubazuela es la única alternativa posible.
Y esto es una
falacia del falso dilema; una trampa retórica que consiste en hacer creer
que sólo existen dos opciones, una de las cuales es tan absurda o aborrecible
que no queda más remedio que escoger la otra.
Llegados a este punto, lo más probable es que no respondan y
sólo le pongan “me divierte” a mi comentario. Si deciden continuar la
conversación, será para demandar: “¡¿Y tú qué propones?!”. Tal es el
tema principal del presente despotrique, y a ello tengo que responder lo
siguiente:
Primero, sé que esta no es una pregunta sincera. En
mi experiencia, la gente de los intetnetz concibe la discusión y el debate no
como una forma de intercambiar ideas y contrastar puntos de vista para llegar a
la verdad, o por lo menos encontrar y corregir el error, sino como un combate
en el que el objetivo es derrotar al enemigo y reafirmar la propia superioridad.
De tal forma, quien hace una pregunta de este estilo no
está en verdad pidiendo información para llenar un vacío de conocimiento.
Pues, desde su perspectiva, reconocer que el otro pudiera tener un punto (no
digamos ya dejarse convencer), equivale a una derrota, a perder el
estatus de superioridad. Entonces, quien lanza el reclamo “¡¿Y tú qué
propones?!” ya está convencido que no existe alternativa aceptable y lo
que está pensando es “¿Cómo voy a invalidar cualquier cosa que me pueda
responder este zurdito?”.
Segundo, no estoy obligado a proponerte nada. Si digo
que es un problema que la riqueza del 1% se ha disparado desde 2020 mientras el
número de pobres en el mundo ha crecido, no tengo que tener yo la solución.
Sólo me basta con que reconozcas que, de hecho, esto es un maldito problema.
Pero es que además es absurdo pedirle soluciones a problemas
complejísimos a alguien discutiendo en Féisbuc o Tuíter. El espacio y el
tiempo disponibles no son adecuados, incluso si la persona en cuestión
tiene los conocimientos como para dar una respuesta.
Esta actitud es idéntica a la de otros deshonestos
usuales. Como el creacionista que demanda “¡Muéstrame una sola evidencia de
la evolución!”, o el reaccionario que clama “¡A ver, define fascismo!”.
Como si abordar algo así de complejo fuera posible en un comentario. Por
supuesto, quien lanza la pregunta también está preparado para establecer los
criterios de qué es lo que cuenta como una respuesta válida y qué no. Y resulta
que ninguna lo es.
A estas personas suelo ponerles algún enlace a un artículo o
ensayo que discute ampliamente estos temas, pero en tales casos suelen enojarse
y decir “¡No te pedí enlaces, coméntalo aquí, ¿o es que no puedes?”. No sé si
estos individuos crean realmente que una serie de argumentaciones sólo
son válidas si se ponen en un comentario en redes sociales y dejan de serlo si
están en una entrada de blog (la cual a su vez tiene todas sus referencias
verificables). En cuyo caso, pues muy inteligentes no son. Cuando el
próximo “¡¿Y tú qué propones, zurdito?!” aparezca, le voy a pegar un enlace a
este texto, y es casi seguro que reaccionará de la misma manera.
En caso de que se anime a leer, le respondo aquí: Tú no
quieres una propuesta. Quieres que me calle. Quieres que deje de señalar
las injusticias (que quizá tú no percibas como tales) en el sistema al que tú
defiendes. Y para ello estás dispuesto a enredarnos con discusiones bizantinas,
observaciones irrelevantes sobre semántica, ataques personales, cambios
constantes del foco del debate, y
demás.
Recapitulando: realmente no me estás pidiendo propuestas y
no estoy obligado a darlas para que mis críticas del capitalismo sean válidas.
Pero dado que ante todo soy un educador, vengo aquí, a continuación, a
decirte qué propongo.
Mira, yo sí aspiro a la abolición del capitalismo y de todas
las otras formas de dominación y opresión por parte de unos seres humanos sobre
otros. Pero como no me puedo sentar a esperar la utopía, lo que yo propongo es:
cualquier cosa que contribuya a mejorar la calidad de vida de las personas
comunes en general, y de los grupos oprimidos en particular. Si es algo que
se puede lograr cuanto antes, aunque con eso no se vaya a abolir el
capitalismo, adelante. Si no queda de otra que reorganizar toda la estructura
social, vamos. Mediante reformas legislativas, o movimientos pacíficos de
protesta si es posible; mediante motines y revueltas violentas si es necesario.
Sobre todo, yo no creo que haya UNA sola gran solución
que se pueda aplicar a todos los seres humanos en todas partes del mundo. Ese
afán totalizador ha salido mal, históricamente. Pienso que en diferentes
sociedades tendrán que ensayarse distintas alternativas hasta dar con las
soluciones que mejor respondan a sus necesidades. Lo único que no es admisible
es que las cosas sigan por el mismo camino, y ya está más que demostrado que la
solución no es “más capitalismo”.
¿Quieres respuestas más concretas? Vale. Pero ten en cuenta
un par de cosas. Aquí no te puedo dar una cátedra completa de sistemas de
filosofía política y nuevas corrientes de pensamiento económico. Lo que viene a
continuación son algunas generalidades para que por lo menos sepas que sí
existen alternativas al capitalismo actual que no son convertir tu país en
Cubazuela. De ti dependerá ir a informarte más al respecto de lo que te
llame la atención. Es más, ninguna de estas alternativas (que no son todas las que hay) tiene que convencerte
al cien por ciento; eres una persona inteligente y quizá escuchar diversas
propuestas te permita construir la tuya propia tomando lo mejor de cada una o llegando
ideas nuevas.
Eso implica dejar de lado el pensamiento binario. No
es o capitalismo o comunismo, y ya. Vamos, es que ni siquiera el capitalismo es
igual en todas partes ni en todas las épocas. No es lo mismo el capitalismo
keynesiano de mediados del siglo XX, que el capitalismo de la Edad de Oropel de
finales del XIX. No es lo mismo el capitalismo en Estados Unidos que en Noruega
o que en Singapur. Hey, ¿sabías que el
gobierno interviene más en la economía en Noruega que en Venezuela?
Tampoco las izquierdas son todas iguales (ni izquierda
significa “que haya más estado”). Una vez, teniendo esta misma discusión con un
hincha del capitalismo, trataba de decirle justamente eso, que no hay sólo
dos opciones.
-Sí, sólo hay dos - insistía-, individualismo y colectivismo.
Le pasé un documental sobre las comunas anarquistas de
Rojava en el Kurdistán. Me echó el me divierte y me dijo: -Pues eso es
colectivismo.
Pues claro que puedes sostener tu mentalidad binaria si te
inventas una categoría y metes ahí tanto a Corea del Norte como a Rojava,
aunque no tenga sentido.
Como última aclaración previa: si piensas que capitalismo es
tener cosas, o que socialismo es cuando el estado existe, o que comunismo es
quitarle dinero a los que sí trabajan para dárselo a los que no, entonces temo
que decirte que no sabes ni de qué estás hablando. Así que vamos a empezar por
ahí.
En el siguiente video de Curiosamente, se
explican los orígenes tanto del capitalismo como del socialismo, y en qué
consiste cada uno, para echar por tierra ideas erróneas comunes. Lo más
importante es que el video subraya que estos sistemas no han sido iguales en todas
partes, que es posible tener modelos con cierto grado de hibridación entre
ambos, y que además existen y han existido otras formas de organización
política y social que no caen estrictamente en una categoría ni la otra.
Ésta es la parte en la que me dicen “Jajaja, tus fuentes son
videos para niños, zurdito”, porque, de nuevo, no se trata de abordar lo que yo
estoy diciendo, sino de invalidarlo sin hacer mayor esfuerzo. Entonces
respondo: No, éstas no son mis fuentes ni toda la base de mi ideología. Te estoy
pasando material sencillo e introductorio, porque veo que necesitas que
te expliquen las cosas desde el principio.
Lo cual nos lleva al siguiente video, del mismo canal. Trata
de anarquismo, como una alternativa tanto al capitalismo y al socialismo
autoritario. No sólo explica de qué trata en teoría, sino qué ejemplos de
comunidades anarquistas han existido a lo largo de la historia y cómo
funcionaban.
Vayamos profundizando. Este video del economista Vlad Bunea
presenta no menos de 19 propuestas alternativas al capitalismo, ninguna
de las cuales es convertirnos en Cubazuela. En él nos da una rápida
introducción a cada una y proporciona los libros fundamentales para quien
quiera saber más. En general, les recomiendo que visiten el canal completo.
Y ahora, algunos enlaces que expanden lo introducido en los
videos anteriores (en inglés, me temo). Otro canal que recomiendo mucho es Unlearning
Economics del economista Cahal Moran. En este video nos habla de “democracia
de los trabajadores”, un concepto que en realidad abarca distintas formas
de organización laboral, que va desde las bien conocidas cooperativas hasta la elección
de representantes de los empleados en las mesas directivas. Aquí se explican
los pros y los contras de cada una de estas formas.
Ya que se han mencionado las comunas anarquistas de Rojava,
aquí está eldocumental completo (ahora en español) de cómo este valiente pueblo ha resistido a los embates
tanto del Estado Islámico como de los gobiernos de Turquía y Siria. Nos explica
cómo están organizadas sus diferentes instituciones para administrar la
producción y el acceso a los recursos, así como la salud, la educación y la
autodefensa.
La economía planificada tiene muy mala fama, y no es injustificada.
Pero ¿podría el avance tecnológico reciente permitir tener una economía
planificada de forma democrática? ¿Un modelo que no dejara todo al caos del mercado,
pero tampoco al autoritarismo de un gobierno central? En este video la
historiadora Mia Mulder explica las potenciales aplicaciones de los
algoritmos y la inteligencia artificial, tras dar una muy necesaria introducción
a la historia y puntos importantes de cada concepto. Recordemos que, a fin de
cuentas, megacorporaciones como Walmart ya manejan una economía planificada con
alta tecnología.
Una economía saludable debería estar diseñada no para el
crecimiento ilimitado, sino para que cada persona pueda tener lo que necesita, pero
sin traspasar los límites de lo que nuestro planeta es capaz de proveer. En
esta plática de TED, la economista Kate Raworth explica lo que jocosamente se llama “economía
de la dona”, por el esquema que nos permite visualizar los límites mínimos
y máximos que no debemos traspasar. El área entre el mínimo para tener
prosperidad y el máximo para no dañar a nuestro planeta, es donde debemos
movernos.
El socialismo de media Tierra, (y no de la Tierra Media, así
que no tiene elfos) es una propuesta del ingeniero ambiental Drew
Pendergrass y el historiador Troy Vettese para administrar
democráticamente los recursos naturales de nuestro planeta, que incluye
elevar la calidad de vida del grueso de la población, desarrollar las energías
renovables, impulsar el transporte público, fomentar el vegetarianismo y el
veganismo, etcétera. Todo eso es posible, sostiene esta visión, dejando que la
mitad de la Tierra quede fuera del alcance de la explotación. Territorios a lo
largo y ancho de nuestro planeta serían reservas naturales y aprenderíamos de
la forma en la que los pueblos indígenas del mundo han administrado sus
territorios desde hace siglos. ¡Hey, esta propuesta incluso tiene un simulador en forma de videojuego para
que la conozcas mejor!
Finalmente, Solarpunk, como nos lo explica el escritor anarquista
Andrew Sage, es una visión del futuro que mezcla filosofía, activismo
político y ciencia ficción, para planificar un mañana en
el que se encuentre un equilibrio entre las necesidades humanas y las de la
naturaleza (de la que al cabo formamos parte). Eso de “ciencia ficción”
quizá te haga pensar que estamos hablando de una utopía irrealizable, pero en
verdad los entusiastas de esta corriente ya están llevando a cabo proyectos
comunales para hacerlo realidad.
Bien sé que probablemente éste sea un ejercicio inútil. La
mayoría de los que berrean “¡¿Y tú qué propones, zurdito?!” no van siquiera a
abrir el enlace cuando se los ponga, menos todavía a leer este texto completo,
y menos aún a revisar el material que aquí comparto. Si lo hicieran, nadie
cambia de parecer por un solo texto en línea.
Además, estamos tratando con personas que no es que
simplemente desconozcan algunos datos o que tengan algunas creencias erróneas.
Es que tienen una concepción del mundo totalmente distinta: es gente que cree
que lo que quieren las izquierdas es más estado; que vivimos en un mundo en el
que el estatismo ahoga a la libre empresa; que Latinoamérica ha estado
gobernada la mayor parte de su historia por el socialismo; que en el
capitalismo cada quien es recompensado como se merece de acuerdo a su productividad; que el peor enemigo del capitalismo es el estado; que el capitalismo nació cuando el primer cavernícola tuvo sus propias
herramientas… En fin, viven en una realidad alterna, y no bastaría con
corregirles algunos datos erróneos.
Pero soy educador, y necesito creer en la capacidad de los
seres humanos para aprender. No todos los hinchas del capitalismo están más
allá de la razón y los argumentos, y además este texto bien podría toparse con
personas que todavía no han solidificado su forma de pensar. Y claro, habrá
muchas personas que no estén contentas con el capitalismo tardío, pero tampoco
sepan qué podría reemplazarlo. Espero que todo lo anterior les sea útil.
Lo importante es que la conversación esté ocurriendo, que
las ideas empiecen a circular para que luego se pueda pasar a acciones. Los más
fanáticos se han puesto la tarea de silenciar la conversación, declarando de
antemano que no existen ideas, que las alternativas son imposibles. Si queremos
liberarnos de las cadenas de un sistema que crea desigualdad, injusticia, infelicidad y catástrofes ecológicas, debemos primero liberar nuestra imaginación.
¡Hey, gracias por leer! Si te gusta mi trabajo, puedes ayudarme a seguir creando c
2 comentarios:
Admiro tu paciencia para lidiar con este tipo de personas. Yo directamente no les debato nada, en parte porque no tengo habilidades para debatir, y en mucha mayor parte porque no creo que sea posible debatir con gente que piensa que su visión del mundo no está sujeta a debate.
Lo más que hice fue en un par de ocasiones, una vez hablando con un ancap y otra vez con un libertariano. Ambas veces, sin hacer caso de nada de lo que me dijeron, me limité a explicarles la diferencia entre la izquierda y la derecha, por qué el libertarianismo es de derecha, y sus similitudes con el marxismo al que se oponían tan vehementemente (siempre he dicho que el libertarianismo es marxismo para capitalistas; en vez de que los obreros se vuelvan contra los patrones, es al revés).
Los dos me terminaron pidiendo que les cambiara de tema.
Gracias, amigo. Me siento muy, muy cansado. Pero pos hay que seguirle o ellos ganan.
Publicar un comentario