No importa si uno está de acuerdo o no con las manifestaciones, no importa si cree que sĂłlo son un estorbo y que de todos modos nunca logran nada. Los mexicanos tienen el derecho a manifestarse, garantizado por la ConstituciĂłn. Manifestarse es legal. Lo que hizo la policĂa contra los jĂłvenes que se manifestaban el martes 13 de marzo de 2007 fue un acto ilegal.
Cierto es que en la escena habĂa un delito que perseguir: el vandalismo. Pero ese delito fue perpretado por unos cuantos que no representaban al movimiento ni sus ideales (coño, se trataba de una manifestaciĂłn a favor de la paz y en contra del warlord del momento: George Bush Jr), y que en cuanto comenzaron los disturbios el grueso del contingente de inmediato se separĂł de los violentos y muchos incluso empezaron a exigir que se detuvieran los destrozos. Pero la reacciĂłn de la fuerza pĂşblica no fue dirigida solamente contra los que efectuaron ese acto de vandalismo: los policĂas golpearon a izquierda y derecha, sin saber quiĂ©n era culpable y quiĂ©n era inocente y detuvieron a decenas de jĂłvenes que sĂłlo habĂan cometido el error de estar ahĂ. Algunos incluso ni siquiera estaban en la manifestaciĂłn, sĂłlo tenĂan la mala suerte de lucir jipiosos, lo que aparentemente es un delito en esta pinche sociedad.
Hay versiones que afirman que no sĂłlo fueron arrestados muchos inocentes, sino que ninguno de los que vandalearon el palacio municipal fue detenido. Algunos sostienen que los vándalos estaban pagados por el gobierno para darle el pretexto a la autoridad de preprimir el movimiento. Eso yo no lo podrĂa afirmar, pero de ser asĂ, no serĂa una estrategia para nada novedosa por parte del gobierno mexicano.
Lo cierto es que la represiĂłn se dio de forma ilegal. Golpearon a jĂłvenes que no se resistieron al arresto y detuvieron a muchos de forma por completo arbitraria. Una vez detenidos, muchos jĂłvenes fueron golpeados para hacerles confesar que habĂan sido parte de grupo que habĂa dañado el palacio minucipal (ya saben cĂłmo funciona el sistema policial mexicano). Los interrogatorios a los que fueron sometidos algunos de estos muchachos, a los que se les hicieron preguntas tan descaradas como "¿Por quĂ© te manifiestas contra un presidente que da empleo a los mexicanos"?, demuestran que el delito que perseguĂa la fuerza pĂşblica no era el vandalismo, sino el haber hecho uso del derecho a la manifestaciĂłn.
De nuevo, no importa si uno cree que los que participamos en las marchas en marzo de 2007 somos un montĂłn de buenos para nada que no tienen más quĂ© hacer que perder el tiempo y bloquear el tráfico. Manifestarse es legal, lo que hizo la policĂa y el gobierno, no lo fue. Violaron la ley y los derechos humanos. Fueron ellos los que cometieron un crimen.
Pero quizá el peor de todos los crĂmenes fue la indiferencia de la sociedad meridana. Los habitantes de Ciudad Plana aplaudieron que la tranquilidad de su pueblo haya sido devuelta por la brutalidad policiaca. Injusticia en nombre de la tranquilidad.
"¡Maten a nuestra juventud! ¡GolpeĂ©nlos! ¡Acaben con ellos por haber tenido la osadĂa de vivir más allá de nuestra mediocridad y conformismo!" dijeron los meridanos.
Esta entrada forma parte de la serie Memorias del Calderonato. Otros textos relacionados incluyen:
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