Respuesta
rápida: no. Respuesta sincera: no, duh, eso es una estupidez. Respuesta
elaborada: claro que le explico, joven, ponga atención…
Los
argumentos más comunes para sostener tal afirmación son:
- Nazi significa nacionalsocialista. ¡Lo lleva en el nombre!
- Los grupos de izquierda como las feministas, Black Live Matters y los colectivos LGBTTQ+ se comportan igualito a los nazis.
- La economía en el régimen nazi era una forma de socialismo.
- La dictadura de Hitler era prácticamente idéntica a las tiranías comunistas, como la de Stalin en la URSS.
Empecemos
aclarando conceptos. La distinción entre izquierda y derecha nació en tiempos
de la Revolución Francesa, cuando en
la Asamblea Nacional los miembros conservadores se sentaban en el ala derecha y
los revolucionarios en la izquierda. Desde entonces se ha usado izquierda para referirse a posturas
liberales, progresistas o revolucionarias; es decir, que buscaban subvertir las jerarquías tradicionales; y derecha, para posiciones conservadoras, tradicionalistas o
reaccionarias; es decir, que buscaban preservar las jerarquías tradicionales.
Para no
hacernos bolas, establezcamos que el nazismo es un tipo particular de fascismo,
y que otros subtipos incluyen el fascismo italiano y el falangismo. Tradicionalmente,
los fascismos han sido considerados por la historia y la teoría política como
ideologías de ultraderecha. El
rollo éste de “los nazis eran de izquierda” es algo nuevo, surgido no de
ambientes académicos ni de círculos expertos, sino de cuñados en Internet. La ignorancia generalizada sobre historia
y filosofía ha creado un
terreno fértil para que el mame se difunda entre los incautos. Pero no nos
quedemos en apelaciones a la autoridad experta, y analicemos los porqués.
El
primer argumento, el del nombre, es el más bobo de todos. Es una falacia etimológica, que consiste en
creer que el nombre determina la realidad. Es el equivalente a pensar que el
PRI es revolucionario o que la Alemania del Este era democrática. Lo del socialismo
en nacionalsocialismo no es lo importante, sino lo de nacional. En
la teoría y en la práctica, el nazismo no tenía nada que ver con el socialismo,
para empezar porque rechazaba la fraternidad internacional de las clases
trabajadoras, para abrazar una visión esencialista de la raza y la patria, que
estaba en una ineludible lucha a muerte contra las otras razas.
Propaganda anticomunista hecha por el régimen nazi |
Entonces, ¿por qué usaban eso de "socialismo" en su nombre? Para atraer a los incautos. En particular, para presentar el programa nazi como atractivo para las clases trabajadoras, entre las cuales el socialismo era muy popular en tiempos entre las guerras mundiales. Sin embargo, Hitler siempre fue muy claro al definir que su "socialismo" no tenía nada que ver con Marx o los movimientos obreros. En una ocasión lo definió así, como recoge William Shirer en su clásica obra Auge y caída del Tercer Reich:
Todo el que está preparado para sentir como suya la causa nacional, de forma que conozca otro ideal más alto que el bienestar de su nación; todo el que haya comprendido que nuestra gran antífona nacional "Alemania por encima de todos" significa que nada en el vasto mundo supera a sus ojos este Alemania, este pueblo y este país, ese hombre es un socialista.
O sea, Hitler, experto manipulador del lenguaje, llamaba "socialismo" a sus ideas nacionalistas extremas. Eso es todo.
Admitido
que en todas las ideologías, movimientos o agrupaciones humanas siempre habrá
quienes caigan en las contradicciones, el dogmatismo intransigente, el
pensamiento tribal, el mesianismo megalómano o la hipocresía convenenciera, las
bases filosóficas e intelectuales del fascismo y las múltiples izquierdas,
socialistas o no, son diametralmente opuestas. Lo que nos lleva al segundo
punto.
Uno de
los ejes fundamentales del pensamiento de izquierda siempre ha sido la reivindicación de los oprimidos y la
búsqueda de la equidad. Mientras la izquierda piensa en las víctimas reales de la opresión, la
exclusión y la explotación (por raza, por género, por clase social, etc.), los
fascismos invierten los papeles e inventan ficciones
victimistas en las que el grupo propio (la raza maestra, la patria, etc.),
que por derecho natural debería reinar sobre los otros, ha sido degradado de su
merecida gloria por la decadente modernidad. Como respuesta, pretende
retroceder a un pasado glorioso en que las jerarquías estén de vuelta en su
orden natural, lo que desde luego implica regresar a todos los demás al fondo
de la pirámide, de donde nunca debían haber salido.
Cuando
se equipara la opresión real, la que históricamente han sufrido las clases
trabajadoras, las mujeres, los migrantes, las minorías raciales y las personas
LGBTTQ+, con la persecución imaginaria de hombres blancos que se creen víctimas
de una conspiración judía internacional que quiere emascularlos a través del
feminismo, se pierde todo punto de apoyo en la realidad y se construyen horrorosas ficciones que sirven de excusa
para atrocidades reales.
Para
abordar los siguientes dos puntos hay que volver a aquella clásica distinción
linear izquierda-derecha, pues sucede que hoy se considera insuficiente. El
sitio Brújula Política, por ejemplo, prefiere un sistema de dos ejes;
uno social, que va desde lo autoritario a lo libertario, y otro económico, que
va de lo socialista a lo capitalista. Así, tenemos gráficos como el que sigue. Es un modelo algo simplista, pero es útil como introducción a estos conceptos. Otros criterios incluyen todavía más ejes, como
progresista-tradicionalista y nacionalista-globalista.
Describir
la política económica del Tercer Reich dentro de la dicotomía capitalismo vs socialismo
resulta un poco confuso. Por un lado, la participación del gobierno en la
economía era enorme, porque quería asegurarse de que toda la actividad
económica estuviera dirigida al esfuerzo bélico (como todas las naciones
beligerantes del momento, por cierto). Por otro lado, el régimen nazi llevó a
cabo una masiva campaña de privatización
de industrias y servicios otrora administrados por el estado, acabó con los
sindicatos, y otorgó toda clase de concesiones y beneficios a corporaciones
privadas.
No se
puede decir que hubiera una economía libre, porque un puñado de corporaciones leales
al régimen se beneficiaron de monopolios
otorgados por el gobierno: Volkswagen, Mercedes Benz, Bosch, Siemens, Philips,
Hugo Boss, Ford e IBM. Algunas de ellas incluso se beneficiaron del trabajo esclavo de judíos y prisioneros
de guerra. Ello fue en detrimento de los pequeños y medianos empresarios.
Pero
mucho menos podemos llamar a eso “socialismo”, pues quien se benefició de ello
fue la clase burguesa poseedora en propiedad
privada de los medios de producción. Además, los nazis desmantelaron el estado de bienestar heredado de la
República de Weimar, pues desde su ideología lo consideraban una detestable
forma de “ayudar a los débiles”, lo que iba en contra de sus ideales pseudo-darwinianos
sobre la vida como una lucha constante por la existencia, en la que sólo los
dignos triunfan. En el mismo Mein Kampf, el bigotón afirma algo con lo que los derechistas enemigos del asistencialismo estarían de acuerdo:
"La misión social nunca debe consistir en trabajos de bienestar y asistencia, que son tanto ridículos como inútiles, sino más bien en corregir los errores arraigados en la organización de nuestra economía y vida cultural que inevitablemente conducen a la degradación del individuo."
Sin
embargo, al cabo hasta los nazis tuvieron que recurrir a programas sociales
keynesianos para paliar los estragos de la Gran Depresión. Es que, de hecho, ningún
país que no quiera colapsar por completo puede prescindir de este tipo de
programas (hasta los Estados Unidos invierten billones en gasto social). Pero en
la Alemania Nazi estaban dirigidos exclusivamente a los miembros de la “raza
aria”, y eran administrados por instituciones semiprivadas.
El empresario Henry Ford recibe una condecoración de oficiales nazis |
Uno de
los mejores argumentos contra “los nazis eran socialistas” es el hecho de que la clase empresarial vio con buenos ojos el
ascenso del nazifascismo, no sólo en sus países de origen, sino en todo el
mundo, pues esperaban que los fascistas usarían su mano dura contra los
socialistas y comunistas y echarían para atrás las políticas que protegieran a
la clase trabajadora. Los fascistas cumplieron dichas expectativas.
Tanto
Henry Ford como Thomas Watson (el presidente de IBM) recibieron condecoraciones
del régimen nazi. Ford, el héroe del capitalismo yanqui y uno de los héroes de Hitler, promovía la ideología
nazi en Estados Unidos, hizo todo lo posible por mantener a su país neutral en
la Segunda Guerra Mundial y publicó El
judío internacional, uno de los libelos antisemitas más infames de la
historia.
Para no irnos más lejos, ¿qué decían los mismos nazis? Shirer también cita a un colaborador cercano de Hitler:
"El Führer personalmente subrayó una y otra vez durante sus conversaciones conmigo y con los dirigentes industriales que yo le había presentado que era enemigo de la economía estatal y de la llamada "economía planificada" y que consideraba a la empresa libre y a la competencia como absolutamente necesarias para alcanzar la más alta producción posible."
Entonces,
en el eje económico, ¿eran los nazis de izquierda o de derecha? Según Brújula
Política, están ligeramente a la derecha
del centro, aunque ciertamente más a la izquierda que Thatcher y Friedman.
Y muy, muy lejos del comunismo soviético representado por Stalin.
Hey,
¿pero qué hay del parecido entre los regímenes de Hitler y Stalin? Después de
todo, ambos eran dictadores genocidas, cuyas ideologías eran implementadas por
la fuerza, y sin tolerancia de ninguna otra, en todos los aspectos de la vida
pública, incluyendo la educación, el arte y la ciencia. Ambos regímenes
emprendieron guerras de conquista, abolieron las libertades civiles y
destruyeron a sus opositores en nombre de un credo que aspiraban a convertir en
la única Verdad admisible.
Todo
ello es cierto, pero es aquí cuando se aplica la falacia de la asociación. Ésta va más o menos así: X es A y B. Y es
A. Por lo tanto, Y es B. O sea: Stalin era un dictador genocida y era
socialista. Hitler era un dictador genocida. Luego, Hitler era socialista. Es
un razonamiento tan burdo que su invalidez salta a la vista: Los gorriones
vuelan y son aves. Los murciélagos vuelan. Luego, los murciélagos son aves.
¿Qué da
cuenta de las similitudes entre la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin? De
nuevo miren la gráfica. Si estos dos asesinos de masas se hallan bastante lejos
en el eje económico, verán que casi se superponen en el eje social: ambos están
en el extremo del autoritarismo. Vamos, lo que pasa es que ambos eran dictadores, y las dictaduras de todos los colores usan métodos brutales para aplastar a su oposición y mantenerse en el poder. Los diferentes
grados de autoritarismo pueden ser tanto de izquierda como de derecha.
Pero
hagamos algo más contundente: preguntémosle a los neonazis, supremacistas
blancos y demás de hoy: ¿es usted de izquierda? ¿Es usted socialista? Una
expresión de asco y enojo llegará a su rostro y se pondrá expresar su odio al
socialismo, al marxismo cultural y a toda la izquierda. Ellos mismos se reconocen como derecha, al igual que los nazis y
los fascistas de antaño lo hacían. ¿Por qué estamos teniendo esta discusión
ahora? ¿De dónde viene esta necia insistencia en que los nazis eran de
izquierda?
Viene de
los conservadores tradicionales y de los libertarianos, es decir, de la derecha que no es fascista. Su motivación puede ser desvincularse de
algo tan obvia y universalmente malvado como el nazismo, achacándoselo tramposamente
a los del otro lado, y es posible que lo hagan porque de fondo también rechazan
el fascismo y lo que implica. Pero muy comúnmente se trata de algo más
insidioso y siniestro: el vendernos fascismo como si no lo fuera.
En la
lucha por la memoria siempre está en juego el presente. O sea, lo que importa
es cómo catalogar los movimientos políticos que estamos viendo consolidarse
frente a nuestros ojos, los que muchos han llamado fascismo, neofascismo o postfascismo. Resulta que la derecha, cuando no se alía
descaradamente con los fascistas, sí que dedica sus energías a minimizar el
peligro que representan o a entorpecer los esfuerzos de quienes se opondrían a
ellos.
Porque
si, por lo menos de dientes para fuera, la mística del nazismo despreciaba la
mera acumulación de riquezas y rechazaba la vida acomodada del burgués en aras
de una existencia heroica de lucha y sacrificio, lo cierto es que este nuevo fascismo viene más capitalista que nunca. Los demagogos como Trump y Bolsonaro,
que con una mano prometen a las masas aterrorizadas que los van a salvar de las
garras de inmigrantes invasores y de los horrores del mundo moderno y progre,
con la otra entrega a las corporaciones libertades inauditas para explotar a
seres humanos y recursos naturales por igual (de ahí el negacionismo del cambio
climático).
Quieren
reducir el espectro político a una falsa dicotomía que va del libre mercado a
la dictadura total, para que sólo quepa la conclusión de que lo que se aleja de
un extremo se acerca ineludiblemente al otro. “¿Cómo podemos ser fascistas si
ellos eran socialistas y nosotros estamos siendo ultracapitalistas?”, nos dicen.
Insisten en presentar una imagen torcida de las ideologías, hecha a su conveniencia |
Quieren
centrar el debate en similitudes superficiales del tipo “la izquierda se
preocupa por las identidades colectivas como género y raza, igual que los nazis
se preocupaban por la supremacía aria”, sin atender a principios éticos (que no
se trata de supremacía, sino de equidad) o a contextos sociales que han
resultado de procesos históricos (que dichos grupos de hecho han estado oprimidos). Quieren desviar la atención del racismo,
la misoginia, la xenofobia, la homofobia, el culto a la fuerza y la violencia
que predicaron y predican los fascistas, de antes y de hoy. Entonces pueden decirnos: “Preocúpate
más por esos grupos colectivistas, que quieren que el estado gobierne la
economía y privilegie a ciertos grupos: ellos son los verdaderos fascistas”.
Se trata
de hacernos creer que lo que hacen los fascistas no es fascismo; que lo que
hacen quienes se oponen al fascismo sí lo es. Es una jugada orwelliana; manipular
las palabras para controlar el entendimiento: la guerra es la paz, la libertad
es esclavitud, la ignorancia es la fuerza.
Publicado originalmente en Plumas Atómicas
Esta entrada forma parte
de la serie Crónica
de un Invierno Fascista (y de la Resistencia). Otros textos sobre temas relacionados
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