¿Eran los nazis de izquierda? - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 15 de abril de 2019

¿Eran los nazis de izquierda?



Respuesta rápida: no. Respuesta sincera: no, duh, eso es una estupidez. Respuesta elaborada: claro que le explico, joven, ponga atención…

Los argumentos más comunes para sostener tal afirmación son:
  • Nazi significa nacionalsocialista. ¡Lo lleva en el nombre!

  • Los grupos de izquierda como las feministas, Black Live Matters y los colectivos LGBTTQ+ se comportan igualito a los nazis.

  • La economía en el régimen nazi era una forma de socialismo.

  • La dictadura de Hitler era prácticamente idéntica a las tiranías comunistas, como la de Stalin en la URSS.

Empecemos aclarando conceptos. La distinción entre izquierda y derecha nació en tiempos de la Revolución Francesa, cuando en la Asamblea Nacional los miembros conservadores se sentaban en el ala derecha y los revolucionarios en la izquierda. Desde entonces se ha usado izquierda para referirse a posturas liberales, progresistas o revolucionarias; es decir, que buscaban subvertir las jerarquías tradicionales; y derecha, para posiciones conservadoras, tradicionalistas o reaccionarias; es decir, que buscaban preservar las jerarquías tradicionales.

Para no hacernos bolas, establezcamos que el nazismo es un tipo particular de fascismo, y que otros subtipos incluyen el fascismo italiano y el falangismo. Tradicionalmente, los fascismos han sido considerados por la historia y la teoría política como ideologías de ultraderecha. El rollo éste de “los nazis eran de izquierda” es algo nuevo, surgido no de ambientes académicos ni de círculos expertos, sino de cuñados en Internet. La ignorancia generalizada sobre historia y filosofía ha creado un terreno fértil para que el mame se difunda entre los incautos. Pero no nos quedemos en apelaciones a la autoridad experta, y analicemos los porqués.

El primer argumento, el del nombre, es el más bobo de todos. Es una falacia etimológica, que consiste en creer que el nombre determina la realidad. Es el equivalente a pensar que el PRI es revolucionario o que la Alemania del Este era democrática. Lo del socialismo en nacionalsocialismo no es lo importante, sino lo de nacional. En la teoría y en la práctica, el nazismo no tenía nada que ver con el socialismo, para empezar porque rechazaba la fraternidad internacional de las clases trabajadoras, para abrazar una visión esencialista de la raza y la patria, que estaba en una ineludible lucha a muerte contra las otras razas.

Propaganda anticomunista hecha por el régimen nazi

Entonces, ¿por qué usaban eso de "socialismo" en su nombre? Para atraer a los incautos. En particular, para presentar el programa nazi como atractivo para las clases trabajadoras, entre las cuales el socialismo era muy popular en tiempos entre las guerras mundiales. Sin embargo, Hitler siempre fue muy claro al definir que su "socialismo" no tenía nada que ver con Marx o los movimientos obreros. En una ocasión lo definió así, como recoge William Shirer en su clásica obra Auge y caída del Tercer Reich:

Todo el que está preparado para sentir como suya la causa nacional, de forma que conozca otro ideal más alto que el bienestar de su nación; todo el que haya comprendido que nuestra gran antífona nacional "Alemania por encima de todos" significa que nada en el vasto mundo supera a sus ojos este Alemania, este pueblo y este país, ese hombre es un socialista.

O sea, Hitler, experto manipulador del lenguaje, llamaba "socialismo" a sus ideas nacionalistas extremas. Eso es todo.

Admitido que en todas las ideologías, movimientos o agrupaciones humanas siempre habrá quienes caigan en las contradicciones, el dogmatismo intransigente, el pensamiento tribal, el mesianismo megalómano o la hipocresía convenenciera, las bases filosóficas e intelectuales del fascismo y las múltiples izquierdas, socialistas o no, son diametralmente opuestas. Lo que nos lleva al segundo punto.

Uno de los ejes fundamentales del pensamiento de izquierda siempre ha sido la reivindicación de los oprimidos y la búsqueda de la equidad. Mientras la izquierda piensa en las víctimas reales de la opresión, la exclusión y la explotación (por raza, por género, por clase social, etc.), los fascismos invierten los papeles e inventan ficciones victimistas en las que el grupo propio (la raza maestra, la patria, etc.), que por derecho natural debería reinar sobre los otros, ha sido degradado de su merecida gloria por la decadente modernidad. Como respuesta, pretende retroceder a un pasado glorioso en que las jerarquías estén de vuelta en su orden natural, lo que desde luego implica regresar a todos los demás al fondo de la pirámide, de donde nunca debían haber salido.

Cuando se equipara la opresión real, la que históricamente han sufrido las clases trabajadoras, las mujeres, los migrantes, las minorías raciales y las personas LGBTTQ+, con la persecución imaginaria de hombres blancos que se creen víctimas de una conspiración judía internacional que quiere emascularlos a través del feminismo, se pierde todo punto de apoyo en la realidad y se construyen horrorosas ficciones que sirven de excusa para atrocidades reales.

Para abordar los siguientes dos puntos hay que volver a aquella clásica distinción linear izquierda-derecha, pues sucede que hoy se considera insuficiente. El sitio Brújula Política, por ejemplo, prefiere un sistema de dos ejes; uno social, que va desde lo autoritario a lo libertario, y otro económico, que va de lo socialista a lo capitalista. Así, tenemos gráficos como el que sigue. Es un modelo algo simplista, pero es útil como introducción a estos conceptos. Otros criterios incluyen todavía más ejes, como progresista-tradicionalista y nacionalista-globalista.


Describir la política económica del Tercer Reich dentro de la dicotomía capitalismo vs socialismo resulta un poco confuso. Por un lado, la participación del gobierno en la economía era enorme, porque quería asegurarse de que toda la actividad económica estuviera dirigida al esfuerzo bélico (como todas las naciones beligerantes del momento, por cierto). Por otro lado, el régimen nazi llevó a cabo una masiva campaña de privatización de industrias y servicios otrora administrados por el estado, acabó con los sindicatos, y otorgó toda clase de concesiones y beneficios a corporaciones privadas.

No se puede decir que hubiera una economía libre, porque un puñado de corporaciones leales al régimen se beneficiaron de monopolios otorgados por el gobierno: Volkswagen, Mercedes Benz, Bosch, Siemens, Philips, Hugo Boss, Ford e IBM. Algunas de ellas incluso se beneficiaron del trabajo esclavo de judíos y prisioneros de guerra. Ello fue en detrimento de los pequeños y medianos empresarios.

Pero mucho menos podemos llamar a eso “socialismo”, pues quien se benefició de ello fue la clase burguesa poseedora en propiedad privada de los medios de producción. Además, los nazis desmantelaron el estado de bienestar heredado de la República de Weimar, pues desde su ideología lo consideraban una detestable forma de “ayudar a los débiles”, lo que iba en contra de sus ideales pseudo-darwinianos sobre la vida como una lucha constante por la existencia, en la que sólo los dignos triunfan. En el mismo Mein Kampf, el bigotón afirma algo con lo que los derechistas enemigos del asistencialismo estarían de acuerdo:

"La misión social nunca debe consistir en trabajos de bienestar y asistencia, que son tanto ridículos como inútiles, sino más bien en corregir los errores arraigados en la organización de nuestra economía y vida cultural que inevitablemente conducen a la degradación del individuo."


Sin embargo, al cabo hasta los nazis tuvieron que recurrir a programas sociales keynesianos para paliar los estragos de la Gran Depresión. Es que, de hecho, ningún país que no quiera colapsar por completo puede prescindir de este tipo de programas (hasta los Estados Unidos invierten billones en gasto social). Pero en la Alemania Nazi estaban dirigidos exclusivamente a los miembros de la “raza aria”, y eran administrados por instituciones semiprivadas.

El empresario Henry Ford recibe una condecoración de oficiales nazis

Uno de los mejores argumentos contra “los nazis eran socialistas” es el hecho de que la clase empresarial vio con buenos ojos el ascenso del nazifascismo, no sólo en sus países de origen, sino en todo el mundo, pues esperaban que los fascistas usarían su mano dura contra los socialistas y comunistas y echarían para atrás las políticas que protegieran a la clase trabajadora. Los fascistas cumplieron dichas expectativas.

Tanto Henry Ford como Thomas Watson (el presidente de IBM) recibieron condecoraciones del régimen nazi. Ford, el héroe del capitalismo yanqui y uno de los héroes de Hitler, promovía la ideología nazi en Estados Unidos, hizo todo lo posible por mantener a su país neutral en la Segunda Guerra Mundial y publicó El judío internacional, uno de los libelos antisemitas más infames de la historia.

Para no irnos más lejos, ¿qué decían los mismos nazis? Shirer también cita a un colaborador cercano de Hitler:

"El Führer personalmente subrayó una y otra vez durante sus conversaciones conmigo y con los dirigentes industriales que yo le había presentado que era enemigo de la economía estatal y de la llamada "economía planificada" y que consideraba a la empresa libre y a la competencia como absolutamente necesarias para alcanzar la más alta producción posible."

Entonces, en el eje económico, ¿eran los nazis de izquierda o de derecha? Según Brújula Política, están ligeramente a la derecha del centro, aunque ciertamente más a la izquierda que Thatcher y Friedman. Y muy, muy lejos del comunismo soviético representado por Stalin.


Hey, ¿pero qué hay del parecido entre los regímenes de Hitler y Stalin? Después de todo, ambos eran dictadores genocidas, cuyas ideologías eran implementadas por la fuerza, y sin tolerancia de ninguna otra, en todos los aspectos de la vida pública, incluyendo la educación, el arte y la ciencia. Ambos regímenes emprendieron guerras de conquista, abolieron las libertades civiles y destruyeron a sus opositores en nombre de un credo que aspiraban a convertir en la única Verdad admisible.

Todo ello es cierto, pero es aquí cuando se aplica la falacia de la asociación. Ésta va más o menos así: X es A y B. Y es A. Por lo tanto, Y es B. O sea: Stalin era un dictador genocida y era socialista. Hitler era un dictador genocida. Luego, Hitler era socialista. Es un razonamiento tan burdo que su invalidez salta a la vista: Los gorriones vuelan y son aves. Los murciélagos vuelan. Luego, los murciélagos son aves.

¿Qué da cuenta de las similitudes entre la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin? De nuevo miren la gráfica. Si estos dos asesinos de masas se hallan bastante lejos en el eje económico, verán que casi se superponen en el eje social: ambos están en el extremo del autoritarismo. Vamos, lo que pasa es que ambos eran dictadores, y las dictaduras de todos los colores usan métodos brutales para aplastar a su oposición y mantenerse en el poder. Los diferentes grados de autoritarismo pueden ser tanto de izquierda como de derecha.


Pero hagamos algo más contundente: preguntémosle a los neonazis, supremacistas blancos y demás de hoy: ¿es usted de izquierda? ¿Es usted socialista? Una expresión de asco y enojo llegará a su rostro y se pondrá expresar su odio al socialismo, al marxismo cultural y a toda la izquierda. Ellos mismos se reconocen como derecha, al igual que los nazis y los fascistas de antaño lo hacían. ¿Por qué estamos teniendo esta discusión ahora? ¿De dónde viene esta necia insistencia en que los nazis eran de izquierda?

Viene de los conservadores tradicionales y de los libertarianos, es decir, de la derecha que no es fascista. Su motivación puede ser desvincularse de algo tan obvia y universalmente malvado como el nazismo, achacándoselo tramposamente a los del otro lado, y es posible que lo hagan porque de fondo también rechazan el fascismo y lo que implica. Pero muy comúnmente se trata de algo más insidioso y siniestro: el vendernos fascismo como si no lo fuera.

En la lucha por la memoria siempre está en juego el presente. O sea, lo que importa es cómo catalogar los movimientos políticos que estamos viendo consolidarse frente a nuestros ojos, los que muchos han llamado fascismo, neofascismo o postfascismo. Resulta que la derecha, cuando no se alía descaradamente con los fascistas, sí que dedica sus energías a minimizar el peligro que representan o a entorpecer los esfuerzos de quienes se opondrían a ellos.


Porque si, por lo menos de dientes para fuera, la mística del nazismo despreciaba la mera acumulación de riquezas y rechazaba la vida acomodada del burgués en aras de una existencia heroica de lucha y sacrificio, lo cierto es que este nuevo fascismo viene más capitalista que nunca. Los demagogos como Trump y Bolsonaro, que con una mano prometen a las masas aterrorizadas que los van a salvar de las garras de inmigrantes invasores y de los horrores del mundo moderno y progre, con la otra entrega a las corporaciones libertades inauditas para explotar a seres humanos y recursos naturales por igual (de ahí el negacionismo del cambio climático).

Quieren reducir el espectro político a una falsa dicotomía que va del libre mercado a la dictadura total, para que sólo quepa la conclusión de que lo que se aleja de un extremo se acerca ineludiblemente al otro. “¿Cómo podemos ser fascistas si ellos eran socialistas y nosotros estamos siendo ultracapitalistas?”, nos dicen.

Insisten en presentar una imagen torcida de las ideologías, hecha a su conveniencia

Quieren centrar el debate en similitudes superficiales del tipo “la izquierda se preocupa por las identidades colectivas como género y raza, igual que los nazis se preocupaban por la supremacía aria”, sin atender a principios éticos (que no se trata de supremacía, sino de equidad) o a contextos sociales que han resultado de procesos históricos (que dichos grupos de hecho han estado oprimidos). Quieren desviar la atención del racismo, la misoginia, la xenofobia, la homofobia, el culto a la fuerza y la violencia que predicaron y predican los fascistas, de antes y de hoy. Entonces pueden decirnos: “Preocúpate más por esos grupos colectivistas, que quieren que el estado gobierne la economía y privilegie a ciertos grupos: ellos son los verdaderos fascistas”.

Se trata de hacernos creer que lo que hacen los fascistas no es fascismo; que lo que hacen quienes se oponen al fascismo sí lo es. Es una jugada orwelliana; manipular las palabras para controlar el entendimiento: la guerra es la paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es la fuerza.

Publicado originalmente en Plumas Atómicas


Esta entrada forma parte de la serie Crónica de un Invierno Fascista (y de la Resistencia). Otros textos sobre temas relacionados incluyen:

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