Esta entrada es de 2016 y forma parte del proyecto de registrar la historica contemporánea en tiempo real, en Crónica de una Primavera Global y Crónica de un Invierno Fascista
Cuando se haga un recuento de la
historia de esta década, me imagino que se notará un fenómeno muy curioso, que
quizá desde la distancia podrá explicarse mejor que ahora. Es que los
dosmildieces iniciaron con una serie de movimientos de protesta prodemocráticos
que se extendieron de un extremo a otro del globo, pero tiene pinta de querer
terminar con un mundo más autoritario y violento. Iniciamos con una Primavera
Democrática y ahora estamos entrando a un Invierno Fascista. ¿Qué fue lo que
pasó? Tal vez un recorrido por la historia reciente nos ayude a aclararlo.
Parte I:
La Libertad guiando al pueblo árabe
La Libertad guiando al pueblo árabe
Todo empezó el 17 de diciembre de
2010, cuando Mohamed Bouazizi, un joven de 26 años desesperado, como muchos de
su edad desde la gran recesión de 2008, por la falta de ingresos y
oportunidades, se prendió fuego frente a los cuarteles de policía de Sidi
Bouzid, una ciudad en Túnez. El país estaba gobernado desde 1987 por el
presidente Zine El Abidne Ben Alí, quien encabezaba un régimen que favorecía la
privatización por un lado y reprimía a la oposición política por otro. La
autoinmolación de Bouazizi se convirtió en un símbolo de todo lo que estaba mal
con el gobierno y la situación de Túnez, y en las próximas semanas estallaron
protestas y motines por todo el país, pidiendo la renuncia del dictador.
Para sorpresa de todo el mundo,
Ben Alí cayó en enero de 2011, y su partido político fue disuelto en marzo de ese
mismo año. Túnez tuvo un cambio de régimen efectivo hacia una democracia
constitucional y sigue siendo hasta la fecha el experimento más exitoso de esa
oleada. La inspiración de Túnez llevó a que durante las semanas y meses
siguientes los ciudadanos de otros países árabes se rebelaran contra sus
respectivos dictadores: Hosni Mubarak en Egipto, Muammar Al Gaddafi en Libia y
Bashar Al Assad en Siria.
Los movimientos de protesta se
extendieron desde Marruecos en el extremo oeste, hasta Irak en el este y fueron
bautizados por los medios occidentales como la Primavera Árabe. Tomaron por
sorpresa a jefes de Estado y analistas de todas partes y pusieron de manifiesto
el poder de las redes sociales como herramienta del cambio social. Pues en
efecto, aunque hubo personas de todas las edades y orígenes sociales en estos
movimientos, estuvieron protagonizados por jóvenes en sus veintes y treintas,
clasemedieros, educados, con valores liberales y con acceso a Internet, que
usaron medios como Facebook y Twitter para organizarse, difundir información y
denunciar los abusos cometidos por unos gobiernos que hasta entonces habían
prestado poquísima atención a las redes. Estos jóvenes pedían respeto a los
derechos humanos, elecciones libres, acabar con el autoritarismo y soluciones a
los problemas económicos.
Pero si la caída de Ben Alí, y la
de Mubarak poco después, tomaron desprevenidos tanto a los regímenes
dictatoriales como a sus aliados occidentales, éstos no estarían dispuestos a
dejar que se extendiera el efecto dominó. Mubarak intentó censurar Internet,
pero ya era demasiado tarde. No así para Gaddafi y para Al Assad, quienes no
vacilaron en hacer uso de la fuerza letal para reprimir las protestas. Mientras
tanto, las potencias occidentales, deseosas de asegurarse que estos acontecimientos
tomaran el rumbo conveniente, cambiaron su discurso, y si meses antes se
deshacían en alabanzas a los dictadores en cuestión y los saludaban como sus
aliados, ahora los habían convertido en enemigos a los que la defensa de la
libertad demandaba eliminar. Así, al tiempo que la violencia represora era
respondida con violencia insurgente y los movimientos de protesta daban lugar a
guerras civiles, una coalición encabezada por Estados Unidos, Reino Unido y
Francia (con el beneplácito de Rusia y China), bombardearon a la Libia de
Gaddafi en apoyo a los rebeldes. El dictador huyó de su capital y murió a manos
de fuerzas enemigas en octubre de 2011.
En Siria la situación fue
similar, pero diferente. La Rusia de Vladimir Putin respaldó al gobierno de Al Assad
y junto con China usó su poder de veto en la ONU para impedir una intervención
en el país. Los Estados Unidos optaron por operar más o menos “bajo el agua”,
pues ha sido un secreto a voces que el país ha dado recursos y armas a los
rebeldes que se oponen al régimen.
Durante décadas la política de
las potencias occidentales en algunos países de Medio Oriente había sido apoyar
a dictadores militares, pero laicos, para mantener a raya al fundamentalismo
islámico. Y si bien Gaddafi y la familia Al Assad había tenido ciertas
pretensiones socialistas al inicio de sus mandatos, después de la Guerra Fría
tal fachada había sido dejada de lado. De ahí que personajes como Hillary
Clinton y Nicolás Sarkozy no escatimaran halagos hacia estos autócratas apenas
meses antes del inicio de las protestas. Pero el vacío de poder dejado por la
caída de los dictadores permitió el regreso de los islamistas.
En Egipto, las primeras
elecciones democráticas dieron el poder a los Hermanos Musulmanes con un
gobierno encabezado por Mohamed Morsi. El nuevo régimen se sintió con la vía
libre para imponer su visión religiosa y trató de hacer un giro radical hacia
el islamismo que resultó intolerable en un país tradicionalmente laico. Nuevas
protestas estallaron y en junio de 2013 el ejército intervino para deponer a
Morsi. En su lugar fue establecido el gobierno autoritario de Abdel Fattah
el-Sisi, miembro del mismo régimen militar que encabezaba Hosni Mubarak.
Excepto por una insurrección yihadista en el Sinaí, la situación en el país del
Nilo se ha estabilizado, pero a costa de un regreso parcial a los tiempos de
Mubarak.
El vacío de poder en Libia
también abrió el camino a una guerra civil que continúa, lo cual a su vez ha
provocado intervenciones más recientes por parte los Estados Unidos, quienes
actualmente bombardean posiciones en el país, tratando de contener el avance de
grupos yihadistas. Junto a Siria y Libia, Yemen sufre otra guerra civil que
igualmente se ha internacionalizado.
Lo que nos lleva al Estado
Islámico. Surgido como una escisión de Al Qaeda, el Dáesh (por sus siglas en
Árabe) existía ya desde antes de la invasión de los Estados Unidos a Irak en
2002. Ésta dejó un caos generalizado que el grupo terrorista aprovechó para
crecer y hacerse de poder, capitalizando el sentimiento antiamericano que se
difundió entre los países árabes debido a la “guerra contra el terror” de la
administración Bush. Pero fue la guerra civil en Siria la que creó el ambiente
propicio para que el Dáesh irrumpiera en la escena internacional. Así, en Siria
de pronto teníamos tres bandos: el gobierno de Bashar Al Assad apoyado por
Rusia e Irán, los rebeldes apoyados por Estados Unidos, Europa y los países del
Golfo Pérsico, y en tercer lugar, Dáesh, aterrorizando a todos.
Esto nos lleva al momento actual.
El resultado de la Primavera Árabe fue, por un lado, una transición democrática
exitosa en Túnez y algunos cambios constitucionales hacia una mayor apertura en
países como Marruecos, Argelia y Jordania. Por otro, el regreso del
autoritarismo y un futuro incierto en Egipto, sendas guerras civiles en Libia,
Siria, Yemen e Irak, y el espectacular ascenso del Estado Islámico, una hidra
que extiende sus cabezas por todo el mundo musulmán y que ha llegado a vulnerar
a Occidente.
Parte II:
Okupa el mundo
Okupa el mundo
En Europa y Norteamérica se
vivían todavía las consecuencias de la gran recesión de 2008. Ya entonces se
registró el primer antecedente a la gran oleada de movimientos de protesta que
vendría después. El escenario sería Grecia, donde en diciembre de aquel año el
asesinato de Alexandros Grigoropoulos a manos de la policía desencadenó motines
que llegaron a la violencia. Brotes que estallaban y luego se desvanecían han
aparecido de forma intermitente en el país helénico desde entonces todos los
años.
Otro antecedente se daría en
Islandia, país que entre octubre de 2008 y enero de 2009 se vivieron protestas
contra el gobierno nacional, al que se le acusaba de corrupción y de favorecer
a las empresas y bancos por encima de la ciudadanía. El primer ministro
islandés, Geir Haarde, renunció y se convocó a elecciones. La “revolución de
las cacerolas”, porque los manifestantes usaban utensilios de cocina para hacer
ruido durante las protestas, se consideró un éxito, pues llevó a referendos
ciudadanos y cambios constitucionales de forma pacífica.
La gran oleada de protestas
masivas iniciaría en 2011. En marzo, manifestaciones contra las medidas de
austeridad en respuesta a la crisis económica se llevaron a cabo en el Reino
Unido y en Portugal. Pero fue España en mayo de ese año, con la acampada en la
Puerta del Sol de Madrid, que los movimientos se proyectaron
internacionalmente. En junio estallaba el movimiento estudiantil chileno en
contra del gobierno de Sebastián Piñera, y en septiembre inició el Occupy Wall Street
en Estados Unidos, con su epicentro en Nueva York, pero que se extendió
rápidamente por todo el país y se convirtió en el más grande de su tipo.
La universalidad de un
sentimiento de indignación ante el statu
quo y de esperanza de un futuro mejor quedó patente el 15 de octubre de
aquel año, cuando se organizó una magna protesta global que se replicó en 900
ciudades de 80 países. En invierno la ola llegó hasta Rusia, donde se protestó
contra la corrupción del régimen de Vladimir Putin y unas elecciones a las que
se tachó de fraudulentas. Fue tan contundente la oleada de protestas globales,
que alcanzaron hasta China y la India, y la revista Time tuvo en su portada como persona del año 2011 a los
manifestantes.
En mayo de 2012 inició en México
el movimiento Yo Soy 132, en contra de lo que se percibía como una colusión de
los poderes fácticos para asegurar el triunfo de Enrique Peña Nieto y el PRI en
las próximas elecciones presidenciales. Al mismo tiempo, en Canadá se daba un
movimiento estudiantil contra el gobierno conservador de aquel entonces. En
2013 hubo protestas en Brasil con el llamado Otoño Carioca, en contra de los
gastos gubernamentales para la organización del Mundial de Futbol y las
Olimpiadas. Los manifestantes consideraban que había necesidades populares más
urgentes que atender. Por esos mismos días se daba también la Primavera Turca,
en la que una parte de la población se manifestó contra el gobierno
autoritario, represivo y ultraconservador de Recep Tayyip Erdoğan.
En 2014 hubo movimientos de
protesta en Tailandia, Taiwán y Hong Kong. En este último, la Revolución de las
Sombrillas, buscaba mantener la autonomía de la isla y su estructura
democrática ante la creciente injerencia autoritaria desde China. En Estados
Unidos surgió Black Lives Matter como respuesta a los asesinatos de
afroamericanos civiles a manos de la policía, y que ha llevado a una amplia
discusión sobre temas raciales en ese país; en México los movimientos de
protesta se vieron revitalizados tras la desaparición de los 43 normalistas de
Ayotzinapa; en Venezuela el movimiento SOS se alzaba contra la carestía, la
corrupción y el autoritarismo del régimen de Nicolás Maduro, y en Ucrania las
protestas del movimiento Euromandian, que habían iniciado en noviembre de 2013,
llegaban a un punto álgido en febrero y derribaban al gobierno de Viktor
Yanukovych.
Dichos movimientos fueron muy
plurales y diversos, descentralizados y horizontales. Tenían mucho en común con
la Primavera Árabe -de hecho, tomaron inspiración de ésta-, en particular que
sus protagonistas fueron jóvenes, clasemedieros y educados que hicieron uso extensivo
de las redes sociales y reivindicaban la ocupación de los espacios públicos (de
ahí los nombres de muchos movimientos: Okupa, con K anarquista).
Pero si en el mundo árabe había
regímenes dictatoriales muy concretos contra los que se estaba actuando, el
“enemigo” en Occidente era vago y difuso. La percepción era que las élites
gobernantes, los partidos de siempre (usaran colores de izquierda o derecha),
la casta política, o como quisiera llamárseles, eran corruptos y gobernaban
para beneficio de los bancos, las corporaciones, las trasnacionales y en
general para las élites económicas locales y del mundo. El rescate de las
instituciones financieras por parte de los gobiernos tras la recesión de 2008,
mientras se dejaba a los ciudadanos normales sufrir desempleo, desahucios y
acceso bloqueado a los servicios de salud y educación, se consideraba una
traición.
Los movimientos congregaron a una
gran diversidad de grupos con distintas agendas y objetivos, pero todos eran de
una u otra forma antisistémicos: desde socialdemócratas hasta anarquistas,
desde feministas hasta ambientalistas, y desde personas muy lúcidas que en
entrevistas ofrecían una comprensión muy clara de la situación y de los
objetivos de las protestas, hasta teóricos de la conspiración que exigían que
los gobiernos revelaran la verdad sobre los extraterrestres.
En general se clamaba por una
“democracia real”. Las definiciones sobre lo que constituiría tal democracia
son variadas y contradictorias, pero en una cosa estaban de acuerdo: las
democracias burguesas contemporáneas estaban al servicio de grupos
privilegiados y no de la ciudadanía. El sentimiento general era que el destino
de las personas comunes no estaba en sus propias manos sino en la arbitrariedad
de dictadorzuelos, políticos corruptos y corporaciones con demasiado poder. Algunos
experimentos de participación ciudadana y democracia directa fueron llevados a
cabo, desde las asambleas de barrio en España hasta el debate presidencial
ciudadano organizado por el Yo Soy 132 en México.
Estos movimientos se fueron
apagando y diluyendo con el tiempo: las acampadas, marchas y convocatorias no podían
mantenerse indefinidamente. El debate se trasladó de las calles de vuelta a los
medios y redes sociales. Algunas de las personas que participaron en ellos después
se integrarían poco después a la dinámica de la política partidista.
Parte III:
El Invierno Fascista
El Invierno Fascista
¿Cómo se dio el giro desde las
oleadas revolucionarias hacia el panorama actual? La crisis económica de 2008
generó un descontento social profundo y un desencanto con las clases gobernante
en distintos países en todo el mundo. Pero si por un lado, esto ocasionó
movimientos antisistémicos basados en la esperanza de un cambio y en ideales de
igualdad y libertad, por el otro creó la situación de inseguridad propicia para
que los demagogos culparan a los chivos expiatorios usuales. Sí, la élite
política era la culpable, pero porque había abandonado a los “verdaderos
ciudadanos” del país en cuestión para ayudar a los inmigrantes, a las minorías,
a los aliados de otros países, a la Unión Europea o a la OTAN. Se identificó a
los expertos, ya fuera en cuestiones económicas, políticas o científicas, como
parte de esa élite corrupta y decadente, a la que no valía la pena escuchar
porque estaba ajena a las necesidades de la gente de a pie (cuyo “sentido común”
era más confiable que el conocimiento profesional).
Es decir, mientras se
desarrollaban los movimientos populares progresistas e incluyentes, en relativo
silencio emergían grupos demagógicos, reaccionarios, nacionalistas,
autoritarios y violentamente discriminatorios; si por un lado surgían un Occupy
Wall Street y un Bernie Sanders, por el otro ascendió un Tea Party y un Donald
Trump, tan rápidamente, tan inverosímilmente, que cuando nos dimos que esto no
era una payasada sino un peligro real ya era demasiado tarde.
La guerra civil siria, con la
subsecuente oleada de emigrados de Medio Oriente hacia Europa, y el ascenso del
Dáesh, contribuyeron a exacerbar los sentimientos xenófobos e islamófobos -en
particular tras los ataques terroristas en el Viejo Continente-, que han sido aprovechados por partidos
políticos de ultraderecha, desde el Frente Nacional en Francia y el Partido por
la Independencia del Reino Unido, hasta la candidatura de Donald Trump en
Estados Unidos. La misma crisis ha sido aprovechada por el gobierno de Erdoğan
en Turquía, que ha endurecido el autoritarismo, la violencia contra los kurdos
y la represión contra sus opositores políticos, especialmente después del
fallido golpe de Estado de este 2016.
El triunfo del movimiento Euromaidan
en Ucrania, apadrinado por diplomáticos estadounidenses y europeos, era visto
como una amenaza para la Rusia de Putin, pues significaba la posibilidad de que
la Unión Europea incluyera al país vecino y con ello llegara hasta las fronteras
de la misma Rusia. Mientras los Estados Unidos y Europa apoyaban a los
manifestantes, Putin apoyó al gobierno y a organizaciones de ultraderecha,
incluyendo grupos de choque noenazis que violentaban a los manifestantes.
Finalmente, Rusia invadió Ucrania en febrero de 2014 y se anexó la península de
Crimea (apoyado por la fuerte presencia de grupos rusófilos en la región),
punto de estrategia vital tanto para la defensa de Rusia como para las
ambiciones expansionistas de Putin.
En respuesta a la propaganda que
desde Occidente exacerbó las protestas contra su gobierno entre 2011 y 2013,
Rusia ha fortificado su propio aparato de propaganda y sus influencias. Con el
propósito de debilitar las coaliciones de sus rivales en Occidente, en
particular a la OTAN y a la Unión Europea, ha apoyado a organizaciones de
ultraderecha y movimientos euroescépticos. De ahí el financiamiento de Putin al
Frente Nacional y su intervención inaudita en el proceso electoral que dio el
triunfo a Donald Trump.
Las filtraciones de WikiLeaks a
finales de 2010 contribuyeron al estallido tanto de la Primavera Árabe como de
los movimientos Okupa. Junto con las ulteriores revelaciones de Edward Snowden
sobre el aparato de vigilancia online estadounidense (que el gobierno de Obama
llevó a niveles insólitos) y las acciones de Anonymous a nivel internacional
(que dieron apoyo a las revueltas), parecían anunciar el futuro de una mayor
vigilancia por parte de la ciudadanía hacia los gobiernos y poderes fácticos a
través de Internet y con ayuda de los hacktivistas.
Sin embargo, la persecución
del gobierno de Obama a estos actores a llevó algunos de ellos a los brazos de
Rusia. Julian Assange, de por sí con personalidad ególatra y paranoide, nunca
hizo las prometidas filtraciones que revelarían la suciedad de los gobiernos de
China y Rusia, y ha sido acusado por Estados Unidos de colaborar con Putin para
amañar las elecciones de Estados Unidos, enfocando sus ataques a Hillary
Clinton, quien como canciller ameriacana había hecho énfasis en la persecución
contra el australiano. Si estas acusaciones son ciertas o Assange está siendo
usado como chivo expiatorio por el establishment
centrista estadounidense, que se niega a ver las razones de su derrota en el
propio agotamiento de su sistema, queda por verse.
En América Latina también se ha
apreciado un giro hacia la derecha, tras el agotamiento de varios experimentos
de izquierda, que en la Venezuela de Chávez y Maduro acabó en desastre,
mientras que en Argentina y Brasil terminó en escándalos de corrupción (y el
regreso de la derecha más reaccionaria, misógina y racista). Es a la sombra de
esa reacción conservadora que los movimientos de corte fascistoide pueden
florecer, especialmente ante el crecimiento de grupos religiosos de línea dura,
protestantes y católicos, cuya influencia se ha dejado sentir en la victoria
del “No” en el referendo sobre la paz en Colombia y la aparición del Frente
Nacional por la Familia en México.
Estos son sólo algunos factores
que explican el resurgimiento y empoderamiento de la ultraderecha en Occidente,
de lo cual el triunfo del Brexit en el Reino Unido, del “No” a la paz en
Colombia, y de Donald Trump en los Estados Unidos son sólo tres de los ejemplos
más notorios de este 2016. Estos grupos tienen en común una vena autoritaria y
antiintelectual, a menudo relacionada con el fundamentalismo religioso, y
niegan la ciencia que no respalde sus posturas ideológicas; son ferozmente
nacionalistas y xenofóbicos, se oponen a la inmigración y a menudo son
abiertamente racistas; se manifiestan en contra de la integración global y de
la coexistencia de diferentes culturas; desprecian el feminismo y los
movimientos por la diversidad sexual; tienen poco respeto por la verdad y los
hechos, predican teorías conspiratorias y echan mano de desinformación
transmitida a través de las redes sociales.
El futuro inmediato pinta oscuro,
pero no olvidemos que la generación que participó en la Primavera Global no se
ha ido a ningún lado ni ha cambiado de colores. Los votantes de los nuevos
movimientos de ultraderecha son casi siempre miembros de generaciones mayores.
Por ejemplo, los Millennials votaron abrumadoramente en contra del Brexit, y en
las primarias le dieron más votos a Bernie Sanders que a Clinton y Trump
juntos. Constituyen la generación mejor educada, más diversa y cosmopolita, y
menos religiosa y nacionalista de la
historia.
Las protestas que encabezaron no habrán logrado cambios
espectaculares en la sociedad, pero pusieron sobre la mesa de discusión temas
importantísimos que habían estado siendo dados por sentado como parte del orden
natural de las cosas (como la penetración de las corporaciones en los
gobiernos) y marcaron el debut en la vida pública y la experiencia histórica de
toda una generación, misma que en pocos años empezará a ocupar puestos de poder
e influencia. Estoy seguro de que a esta generación le tocará combatir la oleada de fascismo que
viene. Esperemos que esté a la altura de tan formidable enemigo.
FIN
Para comprender mejor todo lo que vino antes y saber lo que pasó después, tengo dos series de artículos coleccionados bajo los siguientes títulos:
- Crónica de una Primavera Global: sobre los movimientos sociales revolucionarios y de protesta que sacudieron al mundo entre 2010 y 2015
- Crónica de un Invierno Fascista: sobre el ascenso de la ultraderecha en todo el mundo a partir de 2015, el desarrollo de acontecimientos y la discusión a su alrededor.
13 comentarios:
Me agradó el artículo, pero me llamó la atención tu uso del termino "islamofobia". Hace tiempo leí ésta respuesta de Mauricio José Schwarz, y por ahora no sé qué pensar al respecto: http://ask.fm/elnocturno1ed/answers/130685973808
Estos días está de moda responder con "eso no existe" para un montón de cosas. La respuesta de Schwartz no es muy sensata. Definimos islamofobia sencillamente como ela actitud de prejuicio y discriminación contra las personas musulmanes por el hecho de serlo, por ejemplo el asumir que todos los musulmanes son terroristas o un peligro para las sociedades occidentales. Schwartz admite que es actitud existe, ¿cómo la llamamos? El que no exista un _nombre_ para el odio a otros grupos religiosos no dice nada sobre si el odio a los musulmanes no exista o no esté bien llamarlo "islamofobia". Sus analogías no cuentan como argumentos.
Ciertamente los fundamentalistas islámicos se escudan en eso para desestimar las muy necesarias críticas contra su maldito fanatismo. Igual los sionistas acusan de antisemitismo a quienes critican las acciones criminales del Estado de Israel. Pero eso no quiere decir que el antisemitismo no exista y sea un problema.
Perdón por los dedazos. Escribo desde el cel.
Jejeje, acabo de ver que yo también hice una analogía. Lo que quiero decir es que aunque se abuse de un término no quiere decir que no tenga un uso legítimo.
Negro se ve el panorama Ego, con pronostico de tormenta. Ojala las cosas mejoren, pero a veces creo que pones demasiada fe en los milenials. Yo soy más cínico en ese aspecto. ¿Son un grupo lo suficientemente numeroso? ¿No cometeran sus propios y desagradables errores en sus propias cruzadas? ¿No se dejaran engatusar por nuevos cantos de sirena? A veces me parece que los millenials son menos propensos a aceptar la crítica y la autocritica a sus ideales, pero pueden ser malinterpreteciones mias. El que alguien sea muy educado no garantiza que tome la decisión correcta.
Ojala aciertes con ellos y yo me equivoque, y ellos logren revertir las cosas, pero por lo general me parece que la humanidad tiende a caer en ciclos de estupidez inevitable.
Yo creo que los millenials deberían parecerse un poco (o al menos aprender un poco de) la Generación del 68. Es solo una opinión, pero no hay un gran espíritu revolucionario.
Es que a los Millennials nos falta la convicción de algún gran metarrelato ideológico. Lo cual, por otro lado, no sé si sea deseable o posible a estas alturas de la posmodernidad.
Sí son (¿somos?) una generación con poca autocrítica, dada a la self righteousness, a valorar lo simbólico más que los hechos y a creer que está inventando el hilo negro. Hace falta perspectiva histórica también.
Hola, antes de nada quiero manifestar mi aprecio por este blog y su contenido,y que vengo a hacer una critica con un objetivo constructuvo.
Quiero hablar sobre su críticaa Putin en el asunto de Ucrania, en que "apoyo a la ultraderecha neonazi".
1)Es cierto que Rusia tien unas relaciones buenas con varios partidos de ultraderecha, pero ello no implica que Putin y su administración sean de extrema derecha, y muchísimo menos filonazis. Además, el pueblo ruso, que aunque no se mencione, apoya mayoritariamente a Putin, lo que es comprobable no solo en los resultados electorales, que por lo visto no son un reflejo legítimo, sino por el conocimiento de la historia reciente rusa que explica por qué sucede esto, la mentalidad actual del ruso medio, y finalmente, en el trato diario con rusos que vivan, o tengan aun enlaces con la Rusia actual.
2)Los grupos neonazis de Ucrania, véase Svoboda o Pravy Sektor, fueron actores vitales (aunque no mayoría social) en el golpe de estado que quitó de en medio a un corrupto oligarca "prorruso" para poner a otros corruptos oligarcas "prooccidentales". Dichos grupos tienen buenas relaciones con los estados occidentales, llegandose incluso a insinuar que pudo haber dinero norteamericano de por medio (recúerdese la visita a la plaza de Maidán que hicieron varios políticos norteamericanos como Mcmain). Dichos grupos son filonazis, y sobretodo, antirusos. Odian a Rusia, al idioma ruso, y a los rusos ("moskoli", como llaman ellos a los rusos), téngase como muestra el intento de prohibición del idioma ruso en los territorios habitados por rusos étnicos en Ucrania o la masacre de Odessa. Estos grupos son seguidores de Hitler y de Sepán Bandera, héroe nacional desde el Maidán, colaboracionista del nazismo y asesino de rusos judios y polacos antes del Maidán. Los grupos, en fin, fueron un elemento desestabilizador del régimen de Yanukovich y parte sustancial del régimen proccidental, ergo no tiene nisiquiera lógica que Rusia apoyara a esos movimientos para desestabilizar al régimen que le convenía que se mantuviera lo mas intacto posible.
No pretendo ser imparcial, y mas de uno creerá que soy un putinista absoluto y toda la historia. Nada mas lejos de la verdad, siendo ruso no puedo decir que la administración de Putin me resulte lo más agradable, pero las cosas deben quedar claras, acusar a Rusia, despues de lo ocurrido en la segunda guerra mundial, de ser pronazi es incoherente con la historia y la realidad actual rusa.
Gracias por sus aportes en el blog, lo sigo con sumo placer.
1.- Claro, claro. Más bien Putin ha estado jugando con esos grupos de extremistas ideológicos (como comentó alguien por ahí, también grupos de extrema izquierda han bailado al son de Putin) como parte de su estrategia geopolítica. No creo (ni era mi intención darlo a entender) que el gobierno de Rusia fuera ideológicamente cercano al nazismo (es más bien de un autoritarismo duro). Y sí, estoy consciente de amplio apoyo que recibe en su propio país, acostumbrado a admirar a los hombres fuertes de mano dura y gobiernos estables.
2.- Interesante la información que aportas sobre Ucrania. Que sí hubo asesoramiento occidental en las protestas, tengo entendido que es cierto, aunque también que en su origen fueron auténticamente populares. También tengo entendido que los neonazis ucranianos atacaron a los manifestantes prooccidentales, aunque, como bien dices, no podríamos asegurar que ello se hizo por instigación rusa.
Gracias por los comentarios. Estamos en contacto.
1-Realmente es prácticamente evidente que el movimiento comunista de Ucrania es aliado de Rusia, por la herencia común con el PCUS (hoy PCFR) rusificada, y por la propia oposición al nacionalismo de ciertos sectores de varios grupos como los mencionados tanto en Ucrania como en otros estados[véase Estonia, donde se discrimina a los rusos por su origen ( http://www.amnestyusa.org/our-work/countries/europe/estonia )].Lo que nos encontramos aquí es lo que ustéd mencionó en otro post, una lucha de influencias entre una Rusia que pretende volver a ser un estado de primer orden tras el caos de los 90 y que usa a la diáspora como leitmotiv ideológico en cuanto a política exterior, y una europa con una política exterior alineada con los Estados Unidos en contra de la expansión de la influencia Rusa (lo mismo que llevamos viendo desde la guerra de Crimea).
2-Difícilmente veremos movimientos que no surjan de protestas básicamente populares... Otra cosa es como el "cuarto poder" (o "los", ya que es más complicado que acusar globalmente a los medios) le dé un caríz u otro, al igual que la historiografia. Es decir, las protestas anti assad podían ser en origen populares así como los primeros rebeldes... Pero hoy día es realmente complicado encontrar un grupo opositor que no sea fundamentalista islámico no esté integrado en la federación del Rojava. Lo mismo ocurre con Rusia, ya que los bolcheviques, a pesar de su nombre, eran un grupo minoritario, y las protestas masivas poco tenian que ver con establecer la dictadura del proletariado.
En este caso, las protestas podían ser anti corrupción, originada por la desigualdad social y el alto desempleo, pero ni ese es el tono que poco a poco fué adquiriendo el movimiento más violento y que acabó derrocando a Yanukovich (y liberando a , ni tampoco son todos unos nazis. Es como vemos mas complejo.
Será interesante ver cómo se celebra el centenario de la revolución en Rusia y los demas países.
Un saludo
2- (liberando a Yulia Timoshenko),*
En efecto, siempre es más complejo de lo que se aparenta. Gracias por los comentarios. Por cierto, quizá le gustaría meterse a un grupo de feis llamado Temas de Geopolítica. Es para promover una mejor comprensión de los asuntos internacionales para hispanohablantes, y veo que usted con todo y ser ruso, se expresa muy bien en la lengua de Cervantes:
https://www.facebook.com/groups/1694066247527939/
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