A estas alturas es difícil decir cualquier cosa
sobre Roma, la última película del
mexicano Alfonso Cuarón, que ha estado en boca de todos en las últimas semanas.
Es más, se ha dicho tanto, que hasta decir que se ha dicho tanto y es difícil añadir
algo más se ha vuelto cliché.
Así que me limitaré a decir de la forma más honesta
que me es posible lo que pienso de la peli, con el mínimo de pretensión. Creo
que es excelente. La fotografía, la composición de cuadro, la dirección de
cámara y en general todos los aspectos técnicos la hacen visualmente hermosa.
De esas películas en las que “cada cuadro es como una pintura”. Tiene momentos
verdaderamente grandiosos en los que yo sentí “wow, estoy viendo algo sacado de
los grandes clásicos del cine”.
Excelente también me parecen las actuaciones, la
narración y, sobre todo, el retrato sutil y honesto de lo que es y ha sido una
realidad para muchos mexicanos, de ambos lados de la línea de la case social. Es una película que retrata la opresión sistémica por cuestión de clase de
forma tan fiel y sincera, y por lo mismo poderosa, que obliga a hacerse
confesiones muy incómodas a cualquier espectador que, como su seguro servidor,
es un clasemediero que tuvo nanas en la infancia y que hoy por hoy paga a una
señora para vaya dos veces por semana a limpiar la casa.
Es cierto que se corre siempre el peligro de que la
situación retratada se quede en las alabanza a la maestría del artista, y que nunca se haga el
salto necesario a un cuestionamiento de esa realidad, uno que tenga
consecuencias efectivas. Pero eso ya no es culpa del artista, sino de la sociedad que
recibe la obra. El artista hace lo que puede con los recursos con los que
cuenta; a los demás nos toca hacer lo propio y cada quién tendrá que descubrir
qué es.
Por eso quería hablar de la recepción que ha tenido
Roma, pero hasta en eso se me han adelantado.
Es que Roma se ha convertido en algo
más que una película: es ya un fenómeno social. Expresar la propia opinión
sobre la cinta implica posicionarse frente a los demás, comparar lo que uno
tiene que decir con lo que otros han dicho.
Independientemente de su calidad, Roma ha sido un éxito de mercadotecnia.
No sé cómo, pero Cuarón logró que todo el mundo hablara en ella, y al
estrenarse en Netflix con un par de semanas de diferencia a su aparición en las
pantallas de cine, se aseguró que hasta los que no tienen tiempo, dinero o
ganas de salir de su casa pudieran verla. En ese sentido se volvió como la
serie de Luis Miguel: algo que están en boca de todos.
Las redes sociales, por la misma naturaleza del
medio, son espacios para posicionarse, para decir éste soy yo y merezco tu atención por esto. El filme de Cuarón se
convirtió en uno más de esos temas de los que todo el mundo tiene que opinar
algo para no quedarse fuera del tren del mame. Es una oportunidad más para que
cada quien señale en qué tribu se encuentra, qué es lo que apoya, contra qué se
queja y de quién se burla.
Los seres humanos tenemos dos impulsos muy fuertes
en nuestra naturaleza. Uno es el de pertenecer, para gozar de la protección y
afecto del grupo. El otro es de sobresalir, para conseguir una buena posición
dentro de ese mismo grupo. Normalmente buscamos pertenecer haciendo, diciendo y
pensando lo mismo que los demás, y buscamos sobresalir haciéndolo mejor o más
fuerte. Pero a veces, si eso falla, podemos sobresalir haciendo lo contrario de
lo que hacen todo los demás.
Se
sabe que una persona puede opinar cosas diferentes de una obra de arte si
le dicen que el autor es un artista renombrado, o si ha leído críticas
laudatorias al respecto. No es que la persona en cuestión sea hipócrita o sólo
esté fingiendo: es que de verdad su cerebro reacciona diferente ante la
percepción de la obra. Así de influenciables somos, animalitos sociales.
Por eso creo que nuestra recepción de Roma está muy contaminada por todo lo
que se ha dicho al respecto y por la presión que sentimos por mostrarnos como
alguien cuya opinión merece ser considerada. No sé si es posible llegar a la
esencia de “lo que realmente pienso” de una cosa u otra sin las influencias de
los demás, pero definitivamente creo que habrá que volver a ver Roma dentro de varios meses, cuando el ruido
de fondo se haya calmado y la turba haya pasado a otro mame.
Roma es
una película muy diferente a lo que la mayoría de la gente está acostumbrada a
ver en el circuito comercial de cine hollywoodense. Comparada con el común
denominador, su ritmo es pausado: hay muchos silencios y momentos que
simplemente retratan acciones de la vida cotidiana que en una lectura
superficial parece que no hacen avanzar la trama. Ésta, a su vez, no es
fácilmente definible en un clásico arco argumental con un inicio, desarrollo y
un desenlace. No hay héroes ni villanos dibujados con líneas gruesas. Tiene
fotografía en blanco y negro, y muchos momentos diseñados para que ésta se contemple
como arte en sí misma, y no sólo en función de la narrativa.
Estoy seguro de que muchísimas personas que vieron Roma porque se volvió trending topic no habían visto muchas
cintas así en su vida. Eso es un logro de Cuarón y Netflix, y algo bien
interesante para estudiar. Así que entiendo de dónde viene el que a muchas
personas el filme les haya parecido lento, pretencioso y que no tenía trama.
Bueno, pues ni modo, qué se le va a hacer. Lo interesante será ver si otras
películas de tales ambiciones artísticas logran volverse así de virales y
empieza a moldearse el gusto de las masas.
Mientras tanto, quiero decir una cosilla o dos
sobre cierto tipo de pretenciosos cuyo postureo va más allá de la inevitable
influencia que nos afecta a todos. Porque si bien creo que esas personas a las
que describí en el párrafo anterior son sinceras en su sencilla apreciación,
hay muchos otros que nada más están mamando. No faltan los cultosos que dicen
que Roma es muy poca cosa, un
capítulo más de Lo que callamos las
mujeres, y que jejeje, no se compara con los grandes clásicos del cine como
tal y tal autor.
Estas personas nada más están reaccionando al hecho
de la película es mainstream y tienen
que mantener su reputación como exquisitos para quienes nada de lo que haya
llamado la atención de las masas tiene mérito. En su postureo no se dan cuenta
de que el hecho de que una película así se haya vuelto mainstream es algo extraordinario, y estoy seguro de que si la
cinta se hubiera quedado en el circuito de festivales y sólo con una semana y
una sala en Cinépolis, la valoración por parte de estos arribistas habría sido
mucho más positiva.
Ni hablar con los del mame opuesto, de los que
quieren mostrar que ellos no son como los pretenciosos, sino que son banda y
tienen barrio, y que por eso están mejores las de Mauricio Garcés que estas mierdas
cultosas. O sea, que nada más buscan otras formas de pasar por únicos,
diferentes y contreras.
Pero los que más desprecio me merecen son los
mamadores de “¡Roma en verdad es
clasista!”. Porque como la película refleja clasismo, pos entonces es clasista.
Porque miren, hay personitas que nunca han podido superar una visión del mundo
propia de películas de Disney, sólo que si en ésas los feos eran malos y los
bonitos eran buenos, ahora que estos individuos están bien woke, viven en un mundo en el que los identificados como opresores
son los malos y los oprimidos son los buenos.
Como la película no pone así clarísimo a la familia
rica como malvada, ni a la sirvienta Cleo como una heroína insumisa; como no
aparece la patrona vestida en un abrigo de piel de foca bebé jalando a Cleo de
las greñas y gritándole “¡maldita gata!”; en fin, como la película no es
sermoneadora ni panfletera, tiene a estos obtusos simploncillos tan confundidos
que no han podido entender otra cosa más que la cinta celebra la servidumbre
con nostalgia, romantiza la pobreza y hace apología de la sumisión.
No han entendido que precisamente uno
de los puntos de la película es que la opresión de Cleo y de miles de mujeres
como ella no se debe a la malignidad personal de las familias que las explotan,
sino a la injusticia intrínseca de un sistema que ha estado casi inmóvil desde tiempos coloniales,
un sistema que las personas aceptan, unos por comodidad, otros por resignación,
ambos porque no conciben otra cosa. No captaron que lo que hace tanto más
aterradoras esa opresión y dominación es precisamente que viene acompañada de
un cariño sincero, pero inserto en una dinámica jerárquica y desigual.
El chairo y el gordo inmundo son creación de Bully Magnets |
Pos no puedo sentir mucho respeto por la
inteligencia de alguien a quien eso se le pasa por encima, y además siente
la necesidad de sermonearnos al respecto. Porque así como unos posturitas
quieren verse más exquisitos, y otros posturitas quieren verse más banda y más
auténticos, esta clase de posturitas nomás quieren verse como más conscientes y
moralmente superiores a los demás. Y por último estoy yo, cagándome en todos. Hipsters,
hipsters everywhere.
Pos ya, con eso termino, porque no hay nada más
navideño que expresar sin tapujos mi desdén por el prójimo. Felices fiestas y
así.
Mejores comentarios sobre Roma que el mío:
- ROMA es una cinta, a ratos, feminista de Karen Cymerman
- Roma de Jesús Silva-Herzog
- Las dimensiones de Roma de Antonio Salgado Borge
- Roma. La crítica de la crítica de Samuel Lagunas
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1 comentario:
recorde a una estupida cerebro de mierda que me llamo nazi por decir q los pobres no deben tener hijos, y machista por ser proaborto. asi estan algunos
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