En 1965 apareció el clásico del
gran intelectual italiano Umberto Eco (1932-2016), ApocalĂpticos e integrados, uno de los textos base de lo que se
convertirĂa dĂ©cadas más tarde en el fĂ©rtil campo del estudio
y análisis de la cultura de masas. Uno de los ensayos más famosos incluidos
en el libro se titula “El mito de Superman”, en el que Eco, ávido lector de las
historietas del Hombre de Acero, se dedica a deconstruirlo con un análisis
tĂpicamente estructuralista.
Han pasado más de cinco décadas
desde que Eco hiciera este análisis. En ese entonces Superman todavĂa no
cumplĂa los 30, mientras que este
año ha alcanzado los 80. ¿QuĂ© tanto se aplican las observaciones de Eco a
los cómics de la actualidad? Revisitemos el clásico texto y pongámoslo en
contraste con la forma en la que el mito superheroico ha evolucionado a través
del tiempo.
Parte I - El superhombre de masas
Umberto Eco inicia su ensayo
hablando de los procesos mitopoyéticos, es decir a través de los cuales se
crean los mitos. La Iglesia medieval, por ejemplo, usaba un rico arsenal de
imágenes, a las que conferĂa una serie de significados simbĂłlicos para
transmitir a la feligresĂa ciertas creencias y valores. Por supuesto, la
estrategia tenĂa Ă©xito y los sĂmbolos, aunque dictados desde la jerarquĂa, eran
adoptados por la sensibilidad popular.
Un paralelismo muy curioso puede
encontrarse con la publicidad contemporánea. Los publicistas también quieren
dotar un producto tal (prendas, aparatos o automĂłviles) de valores simbĂłlicos,
como status, sofisticaciĂłn y Ă©xito,
que el pĂşblico absorbe e identifica. Los medios de comunicaciĂłn de masas
permiten que esta mitopoyĂ©tica adquiera caracterĂsticas universales.
El
objeto es la situaciĂłn social y, al mismo tiempo, signo de la misma; en
consecuencia, no constituye Ăşnicamente la finalidad concreta perseguible, sino
el sĂmbolo ritual, la imagen mĂtica en que se condensan aspiraciones y deseos.
Es la proyecciĂłn de aquello que deseamos ser.
Dada la enorme influencia de los
medios masivos sobre la sensibilidad del pĂşblico, se debe abordar el estudio de
la cultura de masas de forma que implique una desmitificación de sus imágenes,
para entender cuáles son sus objetivos y cómo los promueven. El cómic brinda
una excelente oportunidad para hacer esta clase de análisis.
Eco pone sobre la mesa el caso de
Terry, un personaje creado por Milton
Caniff en 1934. El personaje era tan popular que, cuando se enlistĂł en el
ejército para luchar en la Segunda Guerra Mundial y más tarde fue ascendido,
los diarios publicaron la noticia y la Fuerza AĂ©rea estadounidense enviĂł al
creador un carné de identificación completo. Por otra parte, cuando murió
Raven, una popular compañera de Terry en los cómics, se produjeron reacciones
masivas en todo el paĂs.
El
histerismo se produce por la frustraciĂłn de una operaciĂłn enfatizante, por el
hecho de que falte el soporte fĂsico de las proyecciones necesarias. Desaparece
la imagen, y con ella desaparece la finalidad que la imagen simbolizaba. La
comunidad de fieles entra en crisis, y la crisis no es sĂłlo religiosa, sino
psicolĂłgica, porque la imagen revestĂa una funciĂłn demasiado importante para el
equilibrio psĂquico de los individuos.
Todo lo anterior sigue muy
vigente, aunque todavĂa no se daba un caso en que pudiera aplicarse a Superman,
por razones que veremos más adelante. Pero en 1992, con The Death of Superman, el mundo reaccionarĂa masivamente como lo
hiciera muchas décadas atrás con respecto a los cómics de Terry. Quizá lo que
dice Eco contribuya a explicar las reacciones furibundas que expresan algunos
fans cuando sus
personajes sufren cambios drásticos.
Para Eco, Superman es “una imagen
simbĂłlica que reviste especial interĂ©s” y, al igual que los sĂmbolos de la
religiĂłn, la mitologĂa y la publicidad, una “imagen mĂtica en que se condensan
aspiraciones y deseos”. Que Superman sea un ser de habilidades extraordinarias que
cualquier humano envidiarĂa no es novedad; ahĂ están los mitos de HĂ©rcules y
Sansón, o los héroes de las novelas de aventuras y misterios. Es la creación de
Clark Kent lo que tiene mayor interés:
En
una sociedad particularmente nivelada, en la que las perturbaciones
psicológicas, las frustraciones y los complejos de inferioridad están a la
orden del dĂa; en una sociedad industrial en la que el hombre se convierte en
número dentro del ámbito de una organización que decide por él; en la que la
fuerza individual, si no se ejerce en una actividad deportiva, queda humillada
ante la fuerza de la máquina que actúa por y para el hombre, y determina
incluso los movimientos de éste; en una sociedad de esta clase, el héroe
positivo debe encarnar, además de todos los lĂmites imaginables, las exigencias
de potencia que el ciudadano vulgar alimenta y no puede satisfacer.
[…]
Clark
Kent personifica, de forma perfectamente tĂpica, al lector medio, asaltado por
los complejos y despreciado por sus propios semejantes; a lo largo de un obvio
proceso de identificaciĂłn, cualquier oficinista de cualquier ciudad americana
alimenta secretamente la esperanza de que un dĂa, de los despojos de su actual
personalidad, florecerá un superhombre capaz de recuperar años de mediocridad.
Ésta es una de las partes más
interesantes del ensayo y que conserva una actualidad total. Los héroes de la
cultura de masas tienen esa misma caracterĂstica que apela a las frustraciones y
sentido de insignificancia del hombre en el mundo moderno (particularmente el
varĂłn heterosexual de clase media).
No es gratuito que muchas
historias heroicas de gran Ă©xito inicien con un protagonista que vive una vida
ordinaria e insatisfactoria, que de pronto se ve transformada porque descubre
un secreto sobre sĂ mismo (ser “el elegido”, ser el hijo o heredero de un
personaje extraordinario) o que obtiene poderes fantásticos de forma
accidental: Peter Parker, Luke Skywalker, Harry Potter o Neo son sĂłlo los
ejemplos más señeros y culturalmente relevantes, pero se puede ver la
estrategia usada de la forma más burda cada año en los muchos aspirantes a blockubuster hollywoodense.
Es la forma en la que se vende
una fantasĂa aspiracional: el espectador se identifica con el protagonista y
entonces se permite fantasear con que, al igual que aquĂ©l, algĂşn dĂa podrá
descubrir que es más de lo que cree, salvar al mundo, triunfar sobre sus
enemigos y obtener a la chica. De base, no es muy distinta de la forma en la
que publicistas venden productos al cargarlos de valores simbĂłlicos: el hombre
comĂşn se convierte en un exitoso campeĂłn e irresistible conquistador al tener
el auto equis o usar el perfume ye.
Aunque, debo decir, en mi opiniĂłn
tambiĂ©n hay niveles, y lo que inicia repitiendo los clichĂ©s tĂpicos de una
fantasĂa aspiracional puede convertirse en mucho más. Superman ha llegado a ser
un sĂmbolo que representa lo mejor de los anhelos humanos. Sigue siendo una
fantasĂa aspiracional, pero el lector fantasea con mucho más que sĂłlo ser
poderoso, popular y atractivo: fantasea con tener la facultad de hacer el bien
y corregir las injusticias del mundo.
¿En quĂ© consiste ese “hacer el
bien”? Eco dice que Superman tiene conciencia cĂvica, pero no polĂtica. Siendo
capaz de crear con sus propias manos riquezas para alimentar a los pobres del
mundo, o de derrocar a todos los dictadores de la tierra, prefiere dedicarse a
detener ladrones y hacer obras de caridad.
En
el ámbito de su little town el mal,
el Ăşnico mal a combatir, se configura bajo la especie de individuos
pertenecientes al underworld, al
subterráneo de la mala vida, preferentemente ocupado, no en el contrabando de
estupefacientes ni –cosa evidente- en corromper a polĂticos o empleados administrativos,
sino en desvalijar bancos y camiones blindados. En otras palabras, la Ăşnica forma visible que asume el mal es el atentado a la propiedad privada.
[…]
Como
otros han dicho ya, tenemos en Superman un ejemplo perfecto de conciencia
cĂvica completamente separada de la conciencia polĂtica. El civismo de Superman es perfecto, pero lo ejerce y
configura en el ámbito de una pequeña comunidad cerrada. […] Si el mal asume el
Ăşnico aspecto de atentado a la propiedad privada, el bien se configura Ăşnicamente
como caridad. Esta simple equivalencia bastarĂa para caracterizar el mundo
moral de Superman.
Esto, reconoce Eco, se explica
por el esquema narrativo, que impide cualquier cambio profundo y permanente en Superman
y su mundo. En efecto, si los escritores de Superman se comprometieran abordar hasta
sus Ăşltimas consecuencias el impacto que un ser como Ă©l tendrĂa en el mundo, se
verĂan obligados a producir una obra en la que el escenario fuera tan distinto
de nuestra cotidianidad que resultarĂa irreconocible (y quizá poco atractivo).
La imaginaciĂłn tiene lĂmites y una historia asĂ no podrĂa continuar por
siempre.
Lo anterior, sin embargo, no
excluye que con ello terminen creando y difundiendo ciertos contenidos
ideolĂłgicos. De hecho, eso es parte de la tesis central del italiano: que la
estructura del relato determina sus contenidos, como veremos en la segunda
parte.
No obstante, lo que dice Eco no
ha sido siempre ha sido asĂ. Superman en los 30 y 40 se enfrentaba no sĂłlo a
jefes criminales sino a polĂticos y empresarios corruptos, y respondĂa a las
injusticias del mundo real, sufridas por personas comunes y corrientes a manos
de los poderosos. Esto queda patente desde su primera apariciĂłn en Action Comics #1, donde va tras a un
cabildero que corrompe polĂticos, o en este
recuento de otras historias tempranas, en el que lo podemos ver combatiendo
a financieros abusivos, entre otros villanos capitalistas. Superman sĂ fue por
Hitler y Stalin y los llevĂł ante la Liga de Naciones para responder por sus
crĂmenes.
El carácter progresista de Superman
se vio atenuado en la dĂ©cada de los 50 y 60 debido a la Guerra FrĂa y
macartismo, pero tambiĂ©n porque los editores vieron que tenĂan en el personaje
una mina de oro y que habĂa que mantenerlo en circulaciĂłn por siempre, un tipo
de estructura que limitaba las posibilidades de la narraciĂłn.
Pero los cambios revolucionarios
que llegaron con la aparición de Marvel (pocos años después de que Eco
publicara su ensayo), obligaron a los creadores de cĂłmics a madurar y reconocer
que si querĂan mantener la ilusiĂłn de que los superhĂ©roes viven en un mundo
análogo al nuestro, tendrĂan que abordar los problemas que suceden en Ă©l.
Resulta que los lectores habĂan crecido tambiĂ©n y las historietas ya no podĂan
darse el lujo de ser tan ingenuotas, mientras que sĂ podĂan permitirse tratar
temas más controvertidos. En los 70, Superman
defendiĂł a trabajadores migrantes del abuso de un capataz gringo, y hasta
los alentĂł a irse a huelga para luchar pos sus derechos.
El progresismo de Superman ha
sido una constante en el personaje; tan es asĂ, que no hace mucho la
ultraderecha gringa acusĂł al Azulote de practicar supersocialismo, ¡por
defender a extranjeros del ataque de blancos nacionalistas! Lex Luthor, el principal enemigo de Superman,
pasĂł en los 80 de ser un cientĂfico loco con planes estrafalarios, a
convertirse en un empresario plutĂłcrata corrupto y sin misericordia, que lo
mismo asesina periodistas que orquesta golpes de estado en naciones del tercer
mundo. A principios del siglo XXI, este villano se convirtiĂł en el presidente
de los Estados Unidos, una crĂtica a la corruptibilidad del sistema americano y
lo manipulable de su electorado.
Hoy en dĂa es muy raro ver a
Superman combatiendo a simples asaltantes de bancos. La mayorĂa de sus enemigos
son de origen superhumano, no sólo porque asà son mucho más interesantes sus
historias, sino porque de esa forma se soluciona el problema que describe Eco
en su ensayo. Superman no puede tener un gran impacto en su mundo, pero ahora
serĂa considerado infantil si se limitara a resolver problemitas locales de
delincuencia. De modo que los escritores han optado por neutralizar el impacto
de Superman (y de otros héroes), al enfrentarlo con amenazas tan
extraordinarias como Ă©l. Sus esfuerzos se concentran completamente en detener
invasiones extraterrestres y otras catástrofes a gran escala. AsĂ, los
superseres, sean héroes o villanos, tienen poco más que un impacto superfluo en
el desarrollo social, polĂtico, cultural y tecnolĂłgico del mundo humano normal
(la tecnologĂa fantástica que crean estos personajes permanece para el uso
exclusivo de ellos; véase que Reed
Richards es inĂştil).
Esto nos muestra una curiosa
evolución en el arquetipo del superhéroe. En un principio era una suerte de
superpolicĂa, y hasta sus enemigos superpoderosos se limitaban casi siempre al
robo o alguna otra actividad delictiva de escala local. Ha sido ya muy
ridiculizado el clichĂ© del villano que dispone de tecnologĂa increĂble para
luego limitarse a robar bancos con ella en vez de, por ejemplo, producirla en
masa y venderla a los ejércitos del mundo.
Pero con el tiempo el héroe ha
evolucionado a un papel como superguerrero, que ya no se ocupa de delitos
menores, sino de amenazas a nivel global. Libra, junto con un ejército de sus
compañeros de armas (la Liga de las Justicia, en el caso de Superman; los
Vengadores para Marvel) verdaderas batallas en sagas Ă©picas que abarcan
diversos nĂşmeros y tĂtulos a lo largo de meses. NĂłtese la cantidad de estas historias,
tanto en Marvel y DC, que llevan en su tĂtulo la palabra guerra o algĂşn otro tĂ©rmino bĂ©lico: World War III (2000), Our
Worlds at War (2001), Civil War
(2007), Secret Invasion (2008), Trinity War (2013), Secret Wars (2015), The Darkseid
War (2017). El siguiente paso serĂa llevar al mito superheroico a escala
cosmogónica, algo que también dicta la estructura narrativa del medio y que
abordaremos en la segunda parte.
Pero además se ha hecho intentos
honestos por abordar la responsabilidad de Superman (y de los superhéroes en
general) ante los problemas reales que afligen el mundo, lo cual ha dado
algunas de las mejores historias del hĂ©roe. En Peace on Earth (1998) Superman se plantea quĂ© podrĂa hacer para
solucionar el hambre en el mundo. En la saga King of the World (1999) se explora lo que sucederĂa si de verdad
Superman enfocara la totalidad de su tiempo y esfuerzo en solucionar todos y
cada uno de los problemas de la humanidad. En What’s so Funny About Truth and Justice & the American Way? (2001),
nuestro héroe da una lección a un grupo de superseres extremistas acerca de intervenir
violentamente en los asuntos de las sociedades humanas.
La respuesta que Ă©stas y otras
historias dan es la siguiente: Superman no puede intervenir en los grandes
asuntos del mundo, no sĂłlo porque eso violarĂa la sacralidad de la libertad
humana, sino porque Ă©stos son inconmesurablemente complejos y no se pueden
resolver mediante el ejercicio arbitrario de sus poderes; después de todo, y a
pesar de ellos, Superman es, en el fondo, sĂłlo un hombre, y ninguno tiene
derecho a imponer su voluntad sobre los demás.
Entonces, desde tiempos de Eco
nuestro héroe ha evolucionado junto con su mundo y sus historias: se ha hecho
más rico y complejo. Y sin embargo, Eco tenĂa razĂłn: la estructura narrativa
impuesta por las necesidades del medio terminan dictando el tipo de historia
que se contará. La pregunta “¿por quĂ© Superman no interviene para solucionar
los problemas econĂłmicos, sociales y polĂticos del mundo?”, es un problema que
surge del hecho de que se pretende continuar de forma indefinida las aventuras
de un ser superpoderoso. Esto su vez obliga a una respuesta de corte ideolĂłgico
(“porque la libertad, el poder arbitrario, etc…”), cuya funciĂłn es, en el mero
fondo, legitimar una estructura narrativa que se quiere preservar.
Parte II: La estructura ausente
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