Diarios de la pandemia es una bitácora de la crisis de Covid-19, una crónica de la realidad a través de la ficción. Esta entrada es del 14 de octubre de 2020
It Comes at Night es una película de terror que ha pasado medio desapercibida desde su estreno
de 2017. Apenas empecé a escuchar referencias a ella con el inicio de la
pandemia de Covid-19, en la obligatoria lista de obras pandémicas que ha armado
todo medio de comunicación pop que se respete (hola, soy Maik). Y sí, es una
obra que nos habla a nosotros, justo en este momento de descomposición del
tejido social a causa de una enfermedad que está matando miles de personas.
Pero, quizá más importante que eso, se inserta en una tendencia muy interesante
en el cine de terror de los últimos dosmildieces: el horror social.
Para no extendernos mucho con eso por ahora, sólo diré que me refiero a
cintas que, por un lado, están hechas con una excelente manufactura y un estilo
de realización que se aleja de la serie B y el cine palomero que dominó el
terror durante los 00. En cambio, usa el lenguaje cinematográfico de formas en
las que estamos más acostumbrados a ver en el “cine de arte”. Por otro lado, se
trata de cintas que abordan abiertamente diversos temas sociales que nos
preocupan en tiempos presentes, y que los convierten en el eje alrededor del
cual construye el horror mismo, ya sea el racismo sistémico en Get Out! o
la violencia de género en The Invisible Man.
Entonces tenemos It Comes at Night, un filme que, por decirlo de
alguna forma, está bien artsy. El director Trey Edward Shults deja en claro que
no va a entretenernos nomás con una película de espantos; está aquí para
entregarnos una obra de autor, en la que dejará que la trama se desarrolle
paulatinamente, con pocos sobresaltos, pero mucha tensión y una atmósfera perturbadora
y desconcertante. Al mismo tiempo, nos invita a apreciar las posibilidades
estéticas del arte cinematográfico, cuando quiere mostrarnos la belleza de lo
siniestro. Su excelente realización no deja ver un presupuesto
sorprendentemente bajo.
La peli va sobre una enfermedad altamente contagiosa que ha azotado al
país y al mundo entero. Una familia (madre, padre, hijo adolescente) se refugia
en una casa en el bosque; no han visto a otras personas en mucho tiempo. La
historia inicia con el último adiós al abuelo, quien ha sucumbido a la
enfermedad. De pronto, una noche, otra familia (madre, padre, hijo pequeño),
llega al refugio. ¿Qué pensar de ellos? ¿Invasores a los que habrá que combatir?
¿Posibles aliados con los cuales unir fuerzas? ¿Refugiados a los que ayudar saldría
más caro de que podemos permitirnos? La actitud de los anfitriones con sus
nuevos huéspedes evoluciona; aunque en un principio son acogidos con
hospitalidad, las cosas empiezan a ponerse tensas muy pronto.
Ésta es una película sobre la paranoia, el miedo y el prejuicio, que
destruyen la cohesión social y aíslan a los seres humanos en grupos pequeños
que desconfían unos de los otros. El aislamiento no es sólo físico, sino
mental, emocional, incluso moral. El vecino deja de ser un miembro de la
comunidad para convertirse en el otro, alguien que representa una
amenaza latente y que no entra en el círculo de los que ameritan ser protegidos
por nuestros principios éticos.
Un desastre de la escala de una pandemia debería ser el motivo para
unir nuestras fuerzas colectivas y enfrentar el peligro. Pero no sucede así en
la cinta. El otro puede ser un portador de la enfermedad, pero incluso
si no lo es, un extraño significa competencia por recursos que son limitados, y
si con tal de quitármelos es capaz de usar violencia en mi contra, entonces es
legítimo que yo sea violento preventivamente.
En Estados Unidos existe una subcultura de “supervivencialismo”; gente extravagante
que se prepara para el colapso de la civilización por algún evento apocalíptico.
Para ello, estas personas acumulan armas, víveres y suministros, y se entrenan
en campismo, cacería y combate. También construyen refugios que no dependan de
las redes de agua y electricidad, ya sean búnkeres bajo sus casas o, como los
protagonistas de la película, retiros en lo profundo de la naturaleza. La idea
es que, en sus refugios, podrán sobrevivir al apocalipsis. Éste es resultado de
una cultura (inseparable de nuestro sistema económico) que prima el
individualismo sobre el bien común; en vez de rescatar a la sociedad, cada
quien fantasea con la supervivencia propia cuando la sociedad ya no exista.
Pero, ¿es esta fantasía realizable? No en el plano de la subsistencia
física, pues es evidente que, con previsión, sí se puede tener todo lo
necesario para ello. Más bien, toca preguntarnos si es en verdad posible
sobrevivir a la pérdida de todos los lazos sociales con el mundo exterior, más
allá del núcleo familiar. Decía Aristóteles que el ser humano es un animal
social; que quien puede bastarse a sí mismo es una bestia o un dios. Es claro
que no podemos ser dioses, así que lo que nos queda es volver a ser bestias.
La cinta se ve casi todo el tiempo desde el punto de vista de la
familia anfritriona, en especial del hijo adolescente, Travis (interpretado por
Kelvin Harrison Jr.). En un principio uno comparte los temores y suspicacia de
Paul y Sarah, los padres. No hay mucho que se pueda saber a ciencia cierta de
los recién llegados. Algunos puntos en la historia que nos han contado no
cuadran. ¿Es sólo que olvidaron mencionar detalles? ¿No están mintiendo? Si es
así, ¿por qué?
Pero poco a poco nos damos cuenta de que el director nos está narrando, desde un ángulo nuevo, una trama ya conocida. Hemos visto películas en las que
un demente paranoico toma a una víctima incauta y la mantiene prisionera; desde
Sunset Boulevard, pasando por Misery hasta 10 Cloverfield Lane,
el cine nos ha hecho empatizar con las personas que caen bajo el poder de un
loco peligroso. Pero, ¿cómo sería entrar en la mente del loco? Si
comprendiéramos y compartiéramos sus temores y sus dudas desde un inicio, y
luego atestiguáramos cómo se va a entregando a la paranoia y a la violencia,
¿cuándo nos daríamos cuenta de que todo este tiempo habíamos estado siguiendo
al demente y no al héroe o a una víctima?
La cinta es deliberadamente ambigua en muchos aspectos. Sucesos
misteriosos ocurren sin que se sepa quién los causó. De algunos personajes
nunca se deja en claro si estaban enfermos; de los que sí, nunca sabemos cuánto
tiempo llevan contagiados ni cómo adquirieron el virus. Hay indicios de una
presencia misteriosa en los bosques que rodean la casa, pero no sabemos si son
sólo fantasmas de la paranoia humana o de verdad hay alguien (o algo)
merodeando. Como espectadores, notamos cosas que aparecen en el fondo de vez en
cuando, pero no podemos estar seguros de qué son. ¿Personas? ¿Criaturas con
forma humana? ¿El director quiere darnos pistas para que armemos el rompecabezas
o sólo quiere tenernos tan confundidos y paranoicos como sus protagonistas? Si
es esto último, funciona muy bien.
Buena parte de la cinta cubre los sueños de Travis y se enfoca en secuencias
oníricas, tan aterradoras como fascinantes. ¿Qué significan estos delirios? ¿Es
sólo un elemento perturbador que contribuye a la atmósfera de la cinta? Al principio
de la peli, las secuencias de sueño se presentan con una relación de aspecto diferente,
más claustrofóbica. Pero hacia el último tercio, esta regla deja de cumplirse y
llega un momento en que todo se ve así. ¿Significa que los sueños se confunden
con la realidad? ¿Que lo que creíamos alucinaciones siempre fueron la vigilia o
viceversa? Los fans (pues la peli ha adquirido cierto culto) han especulado
mucho al respecto y creen que todo esto son pistas importantes para comprender lo
que pasa. Podría ser algo relacionado con la enfermedad, pues todo parece
indicar que el virus provoca sonambulismo y sueños febriles.
FIN
En Diarios de la Pandemia, estoy tomando obras de cine y literatura como punto de partida para reflexionar sobre lo que estamos viviendo este 2020. Otros títulos analizados incluyen:
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