Reflexiones sobre el pensamiento claro y el debate honesto - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

jueves, 11 de febrero de 2021

Reflexiones sobre el pensamiento claro y el debate honesto


Idealmente, en un debate, una persona plantea una tesis a defender y la sigue con argumentos que cree que sirven para sostenerla: “Yo digo esto, por estas razones”. Sin embargo, muchas veces las personas evitan decirte con claridad qué es lo que creen, cuál es su posición, en qué consiste la tesis que están defendiendo, cuál es exactamente su punto.

 

Imagino que esto se hace, en parte, porque la ambigüedad permite más amplio margen de acción. Si planteo una tesis concreta quedo atado a ella, comprometido a decir sólo argumentos que la sostengan tal cual la planteé. Pero si mi postura es ambigua, puedo a veces decir argumentos a favor de una versión y a veces a favor de otra, relacionada pero no igual... y a ver qué chicle pega. A menudo te tiran un argumento que medio apoya una versión de la tesis, y esperan que con eso aceptes otra que no ha sido defendida.

 

No estoy diciendo que esto sea consciente; de hecho, creo que es el resultado de no pensar lo suficiente acerca de cómo pensamos. Por algo Sócrates decía "define tus términos".

 

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Un ejemplo clásico se da a menudo en discusiones sobre sistemas socioeconómicos. Alguien, haciendo una defensa del capitalismo, te hablará de la conveniencia de que existan el comercio y la industria, que puedas tener tus propias cosas y usar tu dinero como te plazca. Pero, al decir eso, esperará implícitamente que lo aceptes como defensa de la desigualdad económica, la acumulación de la riqueza en pocas manos, y el enorme poder de corporaciones para influir en la política, dañar el medio ambiente y explotar a los trabajadores sin restricciones.

 

Eso es falaz porque en realidad tenemos dos tesis:

 

A. Es bueno que haya industria, comercio, propiedades y dinero.


B. Es bueno que los billonarios tengan grandes riquezas y que las corporaciones tengan total libertad para operar.

 

La aceptación de A no implica, lógicamente, la aceptación de B. De manera inversa, el rechazo a B no implica el rechazo a A. Lo digo porque a menudo la formulación es algo así como “Ah, no te gusta el capitalismo, ¿eh? Supongo pues, que no te gusta poseer productos manufacturados, ¿ah?”. En todo caso, sería necesario demostrar que A necesariamente implica B, lo cual sería otra discusión distinta.

 

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Va otro ejemplo, más complicado. Cuando se habla acerca de creencias, ya sea la devoción a una religión organizada o una práctica esotérica, puede decirse algo como: “X es una creencia válida”. Pero, ¿qué entendemos por ello? No es lo mismo decir “X se corresponde con la realidad factual” que “Debemos respetar la creencia en X”.

 

Tomemos la primera tesis: “X se corresponde con la realidad factual”, que es una forma de decir que la creencia X es verdadera o real. Es decir, es una cuestión sobre hechos. Al discutir esta tesis, es tentador presentar, a manera de refutación, argumentos que incluyan información científica. Pero si bien algunas personas pueden pensar que sus creencias religiosas o mágicas están respaldas por la ciencia, usualmente no lo necesitan. Pueden, por ejemplo, creer que la divinidad o la magia funcionan bajo un conjunto de reglas y lógica diferentes a las de las ciencias, y no por eso son menos reales. O puede ser que piensen que, independientemente de su realidad factual, la creencia aporta beneficios a sus devotos.

 

O sea, no es lo mismo sostener que “Dios es verdaderamente el creador del universo e interviene en él con su poder divino” que decir “La creencia religiosa da significado a la vida humana”. No es lo mismo decir “Con la lectura del Tarot puedo conocer el futuro” que decir “La lectura del Tarot me trae paz emocional”.

 

Son posturas relacionadas y compatibles, pero no son lo mismo. Unas tratan del valor intrínseco de una creencia como correspondiente a un hecho real, ya sea que consideren “real” únicamente lo compatible con el conocimiento científico o que acepten también lo que lo contradice. La otra tesis trata de su valor como algo que surge de sus consecuencias en las personas creyentes.

 

Por eso es importante establecer si por “X es una creencia válida” estamos hablando de “No importa que X no pueda ser demostrada científicamente, de todos modos es real”, o si estamos hablando de “No importa que X no sea real, de todos modos aporta algo positivo a sus creyentes”, o si estamos implicando que “X es real porque aporta algo positivo a sus creyentes”.

 

Por otro lado, "Respetar la creencia en X" es una cuestión sobre deberes éticos, y a su vez puede significar varias cosas distintas, entre ellas:

 

A. No se debe prohibir ni perseguir la creencia en X.

 

B. No debemos atacar ni ridiculizar a una persona por creer en X.

 

C. No debemos importunar a una persona al tratar de disuadirla de su creencia en X con explicaciones no solicitadas, sin importar cuán amables o bienintencionadas sean.

 

D. No debemos crear ni compartir contenidos del tipo "Explicación de por qué X no es real" o “Argumentación de por qué no es bueno creer en X”, en ningún momento, en ningún espacio y bajo ninguna circunstancia, no sea que una persona creyente se tope con eso.

 

Son posturas relacionadas y pueden defenderse juntas, pero no son la misma, y argumentar a favor de una no necesariamente cuenta como argumentar a favor de la otra.

 

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Ya que hablamos sobre lo que queremos decir, tratemos también lo que queremos entender de lo que el otro dice. Lo que sigue es interesante porque es algo que hacen los ateoscépticos cienciosos, pero también lxs progres socialjusticierxs...

 

Conocemos bien que, haciendo las veces de una argumentación, los ateoscépticos juegan a "encuentra la falacia". Es decir, hacen una lectura superficial del argumento contrario, encuentran la primera cosa que asemeje formalmente a una falacia, la nombran (en latín, para mayor efectismo) y se dan por satisfechos, como si con ello hubieran terminado la discusión.

 

Pero fíjense cómo la banda SJW practica algo similar, excepto que su lectura superficial se hace buscando algo que pueda señalarse como problemático (clasista, sexista, racista, etc.). Una vez señalada la falta en el argumento contrario, éste puede descartarse como carente de valor.

 

O sea, mientras unos pretenden descalificar ipso facto con base en la calidad intelectual, los otros pretenden hacerlo con base en la calidad moral: "el otro es estúpido", "el otro es malvado".

 

Confío en que se entienda que esto no pretende negar el valor de analizar un discurso para hallar falacias lógicas o contenidos problemáticos. ¡Por supuesto que es valioso y necesario! Y también hay cosas que, a estas alturas, podemos descartar sin mayor discusión…

 

Más bien, quiero hablar del principio de caridad... Éste nos exhorta a asumir que la otra persona es honesta y racional, que nos está diciendo lo que realmente piensa y que tiene sus razones para pensarlo. Si lo que dice puede interpretarse de diferentes maneras, procuraremos no atribuir el significado más absurdo o más pérfido posible. Si es ambiguo o confuso, pediremos una aclaración antes de suponer lo peor: "¿qué quieres decir con...?"

 

El principio de caridad no es una regla de lógica, ni nos informa sobre la factualidad. No niega que a veces, de hecho, la otra persona está diciendo lo peor. Más bien, es una pauta de convivencia, un acuerdo tácito que se da por sentado para facilitar el intercambio constructivo de ideas y evitar conflictos innecesarios. A veces puedes tener buenas razones para pensar que el otro está diciendo lo peor. Pero, donde quepa la duda, no lo hagas.

 

El problema es que asumir el principio de caridad implica hacer un esfuerzo para el que no siempre tenemos la voluntad o la posibilidad. La mente humana tiende al mínimo esfuerzo, a tomar el camino más corto, a aceptar la solución más pronta y cómoda. Especialmente si dar crédito a la otra persona implica tener que considerar una idea que no nos gusta. Es mucho más fácil simplemente declarar indigno el discurso contrario y pasar a lo que sigue.

 

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En un asunto relacionado, recordemos que poner a una persona en una caja es una forma de protegernos. Si ya decidí que tú vas en la caja de los locos, los malvados, los infames, los patéticos, los moral o intelectualmente deficientes, los que no son dignos de ser escuchados, entonces no tengo que considerar nada de lo que dices porque no puede tener ningún valor.

 

Ejemplo recientísimo. Un vato acababa de publicar el viejo cliché de "el problema no es la desigualdad, sino la pobreza". Le compartí un enlace a un ensayo que argumenta que se equivoca. Me dijo "mamerto" y "resentido de mierda"... Me puso en la caja de los que no tiene que escuchar y así se protegió de un contenido que podría poner en duda sus creencias.

 

La caja en la que te ponen, claro, suele no tener mucho que ver contigo. Es una reducción, una caricaturización. Por ejemplo, un fan de la 4T me dijo que "Biden era mi mesías", algo que no sólo no se corresponde con lo que yo he dicho y escrito públicamente, sino que directamente se desmiente por ello. No importa, él necesitaba ponerme en la caja de "tibio liberal”, y así no tener que interactuar con lo que yo de hecho estaba diciendo.

 

Una forma rápida y psicológicamente cómoda de meter a una persona en una caja es atribuirle motivaciones deshonestas o mezquinas. Claro, no podemos conocer directamente las motivaciones de nadie porque no podemos leer mentes, sólo podemos asumirlas a partir de sus palabras y acciones. Éste no es el caso aquí; lo que se hace es un pensamiento circular: una persona ya rechazaba la postura de su interlocutor (porque es la contraria a la suya), y sólo le atribuye la motivación pérfida para justificar que ese rechazo.

 

Como ejemplos usuales tenemos: acusar a quienes critican el capitalismo de estar motivados por la envidia y el resentimiento; o acusar a quienes critican la astrología de estar motivados por la misoginia y el machismo. En ambos casos, asumir esto de antemano permite colocar a la otra persona en la caja de los indignos y no tener que considerar lo que dicen. Aplicar el principio de caridad nos evita caer en esa trampa del pensamiento.

 

Otra forma de poner a las personas en la caja es acusarlas de “A todo lo que no es como tú piensas lo llamas X”. La equis viene a ser algo negativo. Si a todo lo que no es como yo pienso lo llamo X, entonces ninguna vez que yo califique algo como X tendrá valor. Así, la persona en cuestión puede ahorrarse el tener que analizar si una idea tal es X o no.

 

Las personas de derechas tienden a decir cosas como “Les dicen homofóbicos a todos los que piensan diferente” o “A todo lo que no te gusta le dices fascismo”; clichés diseñados para evitar el análisis de si en efecto aquello sobre lo que “piensan diferente” es homofóbico, o si de verdad ese algo no nos gusta precisamente porque es fascismo.

 

Ocasionalmente también me encuentro con alguna persona en el lado progre del espectro diciendo “A todo lo diferente a lo que tú piensas lo llamas irracional” o “A todo lo que no entiendes lo llamas superstición”. Se trata de lo mismo, de evitar la reflexión de si a lo mejor eso es irracional o supersticioso.

 

¡Pero cuidado, que esto funciona en ambos sentidos! Bien puede ser que estemos llamando fascista o irracional a algo sólo porque no nos gusta, no lo compartimos o no lo entendemos. Puede ser que nos convenga revisar nuestras motivaciones, a ver si no están basadas en prejuicios o sentimientos mezquinos. La pseudorracionalidad es tan peligrosa como la irracionalidad. El primer error de pensamiento es asumir que son los otros quienes cometen todos los errores.

 

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Por cierto, ¿les ha pasado que topan los mismos sofismas retóricos y falacias lógicas hablando con religiosos devotos, neofachos o SJWs? Yo sí. Pero cuidado: esto sólo significa que los errores de pensamiento son muy comunes y están ampliamente distribuidos entre todas las personas. Lo raro es haber tenido la oportunidad de aprender a pensar con claridad.

 

Asumir que "son lo mismo", porque suelen defender sus respectivas posturas con malos argumentos similares, sí que sería falaz. Recuerden que dos cosas pueden ser igual de irracionales sin que sean moralmente equivalentes, y que un hecho verdadero o una causa justa a veces son defendidos con malas razones.

 

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En algún momento he cometido todos los errores de los que hablé aquí, y seguramente volveré a caer en ellos, porque errare humanum est. No se puede ser perfectamente racional todo el tiempo; sólo podemos intentar hacer lo mejor posible. Entonces, no se lea este texto como una pontificación desde la superioridad. Se trata más bien compartir lo que he aprendido en el camino.

 

Creo que una causa importante (entre muchas) por la que el movimiento ateoscéptico declinó, fue que varios entendieron (entendimos) la razón como una cualidad casi superhumana que podemos poseer y que asegura que todo lo que pensemos será verdadero e inteligente. En realidad, la razón es más bien un esfuerzo que hacemos, con diferentes grados de éxito, y que requiere de la interacción con otras personas, también haciendo un esfuerzo, para compensar por nuestros propios sesgos.

 

Por eso Sócrates repetía tanto el lema del Oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Conoce cuáles son tus limitaciones, lo que realmente sabes y lo que no. Por eso decía que “La verdadera sabiduría consiste en reconocer la propia ignorancia”, y por eso él insistía en que no le enseñaba a los demás, sino que les ayudaba a llegar al conocimiento. Porque el conocimiento se construye socialmente, no acumulando datos en nuestras cabezas. Nuestras debilidades se compensan con las fortalezas de los demás, y viceversa.

 

Pero los diálogos de Platón deben estar muy ficcionalizados, porque te quieren hacer creer que los interlocutores de Sócrates responderían de grado y buena fe a preguntas del tipo "¿qué piensas de...?", "¿qué entiendes por...?" o "¿no crees que eso implica que...?" En la vida real, las personas rara vez se someten pacientemente a la mayéutica. Creo que es más probable que a las preguntas de Sócrates los atenienses respondieran "pues no tengo por qué explicarte nada, chinga tu culo".

 

A veces será imposible hacer llegar el mensaje “estás en un error”, sin importar cuán racional, amigable, elocuente o respetuosa sea la forma en que lo estemos comunicando. Es porque, aunque digan lo contrario, a las personas no les molesta ni el tono, ni las maneras, ni la actitud con la que comunicas un mensaje, sino el significado del mismo y sus posibles implicaciones incómodas. “Estás en un error” suele implicar “y yo estoy en lo correcto”, lo que a su vez puede entenderse como “Eres imbécil y yo soy superior a ti”. Es una interpretación visceral e incorrecta, claro, pero ¿cómo se lo haces ver sin volver a decir “estás en un error” y empeorar las cosas?

 

No podemos forzar a nadie a escucharnos, mucho menos a debatir; lo único que podemos hacer es proponer: aquí está lo que yo pienso correcto y las razones por las que lo pienso. Aun así, habrá quienes monten en cólera porque lo digas y aún que lo pienses, aunque no te dirijas a ellos. Hay personas que no creen en la lógica, que no aceptan las evidencias y que ridiculizan la idea misma de argumentar lo que piensan. No hay argumento lógico apoyado en evidencias que les puedas presentar para cambiar de opinión.

 

Finalmente, a veces las personas no quieren escucharte, ni tienen por qué hacerlo, porque lo que dices no es relevante o pertinente o novedoso, o no es momento, lugar o situación para decirlo, o no te corresponde. En esos casos, lo sabio es retirarse sin hacer escándalo. Sí, es muy frustrante, pero nada hay que se pueda hacer al respecto, así que será necesario aprender a vivir con eso.



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3 comentarios:

Estela Avila dijo...

Sí, está bien pensar así, pero también hay que pensar que no todos los debates o discusiones pueden ser llevados al mismo nivel. Creer que debatir, por ejemplo, los derechos de las personas negras con un racista es es una discusión que se deba llevar a cabo o en la que ambos puntos son igual de válidos es caer en esa falacia del punto medio. A veces, simplemente, por honestidad intelectual y para no darle validez a argumentos claramente estigmatizantes para grupos vulnerados o con sesgos de conocimiento muy grandes, tal como sería en el caso de los terraplanistas o los antivacunas, son necesarias otras estrategias, pero definitivamente no elevar a debate posturas que, claramente, han sido refutadas o perjudican a otras personas.

En cuanto a las creencias de la gente, no todas las ideas son válidas, ni respetables y es necesario ponderar el costo-beneficio social que trae el aceptar como válida una creencia.

Maik Civeira dijo...

Estela: Estoy completamente de acuerdo. Es justo lo que tenía en mente cuando puse lo de "hay cosas que, a estas alturas, podemos descartar sin mayor discusión…". Gracias por comentar.

Ciudadana Herzeleid dijo...

Me gustó identificar tu proceso en esto, e imaginé que iba a dar para una entrada más grande. Y efectivamente, el hecho de meter en cajas puede ser recíproco, en mi caso soy muy mala para argumentar, solo sé que si se dicen pendejadas que hagan menos a otros o hablen de quitar derechos básicos, exploto, así digan "es que hay que considerar todos los puntos, hay que ser tolerantes".

Ciertamente, hay que ser tolerantes si se trata de avanzar en lo social, pero si es para distanciar o segregar, es cuando no. Pero saber que hay cosas con las que no puedes lidiar también está bien, es un tipo de razonamiento que he sentido estos días, aunque lo mío ha sido más por lo emocional, y de cualquier manera, procuro pensar, pero en cuanto a la emoción por defender a otros es algo que siempre he tenido y me lleva a equivocarme o percibir mal, y dentro de esto entra la manipulación de otros, que igualmente me parece una estrategia de la derecha.

Efectivamente, si no me cuadra, me defiendo, y si me defiendo tendré que limitar o distanciar nada más, aunque después regrese a argumentar, o a combatir si es para segregar y afectar a la sociedad.

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