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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

miércoles, 13 de julio de 2022

De hecho, 'Star Wars' era más política ANTES

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Obi-Wan Kenobi, la serie de Star Wars que pudimos disfrutar este verano de 2022, ya ha concluido. Sin embargo, dejó tras de sí una huella en la discusión pública pues, una vez más, una persona racializada en Star Wars ha sido objeto de críticas, acoso y ataques en redes sociales. Y, una vez más, se desatan las discusiones sobre la ‘inclusión forzada’. En este caso, en el centro del mame se encuentra Moses Ingram, quien interpreta a Reva, la antagonista y Tercera Hermana de los Inquisidores. Como nos explica este video de The First Okiro, ha habido serios problemas con el racismo alrededor de esta saga desde hace años, tanto por parte de un sector de los fans, como de los ejecutivos.

 

Las etiquetas importan. Si a poner actores y actrices de color o lgbtq+ en una película le llamas ‘inclusión forzada’ parece que estás hablando de un acto casi violento, impositivo, incluso extremista. Pero, como ya he dicho en otra parte, no hay nada de radical en que una obra tenga una proporción de personajes que sean mujeres, personajes racializadas o miembros de los colectivos LGBTQ+, porque en la sociedad de la que surge la obra estas personas existen y conforman una buena parte de la población. Es decir, no debería ser extraordinario que los personajes de una obra de ficción sean un reflejo de la diversidad de la población real. Al fin y al cabo, por más fantasía que sea, estará reflejando la realidad de la sociedad que la produce.

 

Digo, no tendría por qué parecernos extraordinario; lo que pasa es que, a lo largo de las décadas, la cultura mediática ha hecho de cuenta que prácticamente todos los seres humanos, y sobre todo los que hacen las cosas importantes, son hombres blancos cisheteros. De forma que mucha gente ha llegado a pensar que la realidad es así, o que debería ser así. De modo que cuando, de unos años para acá, la cultura pop más mainstream ha empezado a reflejar una diversidad más aproximada a la que existe en la realidad, a mucha gente le ha parecido anormal, antinatural, forzado.

 


Y ése es el meollo del asunto, porque es aquí donde mucha gente que no tiene las mejores intenciones aprovecha para hacer parecer todo esto como si fuera una afrenta a los fans, algo que mutila la obra o que lo arruina todo para cumplir con alguna agenda radical y peligrosa. Y ésta es la punta de lanza de cosas peores, porque algunos de esos fanses atarantados van a quedar convencidos de que es el feminismo, el antirracismo, el activismo lgbtq+ lo que les está arruinando sus cosas favoritas. Y al cultivar una hostilidad hacia esas causas y movimientos es que luego se puede partir hacia lugares cada vez más siniestros. Porque no es difícil que acaben apoyando a ideologías que prometan acabar con todo ese activismo que les está arruinando la diversión.

 

Disney es dueña ahora de Star Wars, y se ha visto cómo en sus productos incluye de forma rutinaria a personas racializadas y mujeres en papeles protagónicos (quedan a deber la representación lgbtq+, y esa escenita al final de El ascenso de Skywalker no cuenta, porque esa película no cuenta para nada). Esto ha disparado las discusiones sobre cómo Disney ha hecho que SW se politice al impulsar ideologías radicales, de las cuales la ‘inclusión forzada’ es una muestra. Pero, ¿qué pasaría si les dijera que en realidad Disney ha hecho que la política de esta saga sea más tibia y menos radical?

 

Les decía que, si yo vivo en una sociedad en la que hay una población muy diversa, no tiene nada de radical que yo invente un universo de fantasía con una población más o menos igual de diversa. Es que es lo más natural y esperable. Pero, pero, pero… Resulta que no es nada más que la sociedad sea diversa y todo el mundo lo acepte y lo considere normal y chévere. Resulta que, entre toda esa diversidad hay grupos privilegiados y otros que sufren discriminación y opresión sistémicas. Cuando una obra representa en su reparto la diversidad de su población, pero sin hacer referencias a las injusticias que sufren algunos de los grupos a los que representa, bueno, es como si estuviera fingiendo que esas injusticias no existen. Eso es lo contrario de radical: es tibio y timorato.

 


La cosa es que, hasta hace algunos años, estaba muy claro que el Imperio Galáctico no sólo era fascista, sino supremacista, conformado principalmente por varones humanos blancos. Esto nos era sugerido al ver las películas: los soldados y oficiales imperiales siempre eran hombres blancos. Algunas obras de Universo Expandido iban más lejos y subrayaban directamente que el supremacismo humano y el sexismo formaban parte de la ideología del Imperio. Esto es consistente con los fascismos del mundo real, que son y han sido supremacistas y excluyentes.

 

Oh, claro había en el Imperio uno que otro alienígena, como el Gran Almirante Thrawn, y una que otra mujer, como Ahrinda Pryce, pero eran excepciones. Y esto también es congruente con los fascismos históricos y presentes, en los que sí ha habido mujeres, hombres homosexuales y hasta minorías raciales que tenían un lugar privilegiado en la jerarquía fascista, aunque la política del régimen fuera completamente misógina, racista y homofóbica. Es que los fachos tampoco son personas congruentes, vamos, y a las dirigencias les pesa más la conveniencia que cualquier pureza ideológica: si el alienígena es útil, lo usamos.

 

En contraste, estaba la Alianza Rebelde, que siempre había sido representada como diversa, por lo menos desde El regreso del Jedi, con soldados de diferentes razas y especies, y mujeres en puestos de liderazgo. Es más, en esa misma peli había mujeres pilotando naves rebeldes en la Batalla de Endor, pero inexplicablemente fueron eliminadas del corte final. Esto también es consistente con los grupos revolucionarios y las guerrillas antifascistas en el mundo real. Es cierto que el tema del racismo y el sexismo en la Galaxia nunca fue el centro de la discusión, sino algo casi siempre sugerido y sólo algunas veces señalado directamente. Pero formaba parte de la codificación de esta entidad maligna como fascista. El mensaje era claro: el mal es homogéneo y excluyente; el bien es diverso e inclusivo.

 


Pero, y esto es algo que han notado muchos fans, todo cambió poco después de que Disney compró Star Wars y empezó a producir sus propias obras ambientadas en este universo: el Imperio se volvió diverso también. Esto se hizo especialmente, notorio después de 2016… ¿Qué fue lo que pasó? Ok, aquí entra mi humilde teoría de la conspiración. Obviamente no puedo saber qué pasa por la mente de los ejecutivos de Disney, pero tengo muchos supuestos y conjeturas, y todo eso cuenta como algún tipo de evidencia, ¿no? En fin, éstas son mis especulaciones responsables, y allá ustedes me dirán si tienen sentido…

 

En 2016 Donald Trump se perfilaba para convertirse en presidente de los Estados Unidos, representando las posturas reaccionarias más repugnantes que se hubieran visto en la política mainstream de ese país en años. El racismo y la misoginia de Trump estaban muy mal disimulados, pero sus seguidores eran abierta y violentamente supremacistas. El magnate anaranjado ganó la elección presidencial en noviembre y ése fue el inicio del Invierno Fascista del que todavía no hemos salido.

 

En diciembre de ese mismo año se estrenaría Rogue One, la más política y la mejor de las películas de SW producidas por Disney. La cinta va sobre una tripulación de guerrilleros rebeldes que pretenden robar al Imperio Galáctico los planos de la superarma Estrella de la Muerte. El día que Trump ganó, un par de meses antes del estreno de la peli, sus guionistas, Chris Weitz y Gary Whitta, hicieron un par de tuits en los que trazaban un paralelismo entre el Imperio y la corriente fascistoide representada por Trump:

 


“Por favor, noten que el Imperio es una organización de humanos blancos supremacistas”, dijo Weitz.

 

“Y que se le opone un grupo multicultural dirigido por mujeres valientes”, añadió Whitta.

 

Los seguidores de Trump reaccionaron contra estos tuits acusando a los escritores de “querer politizar Star Wars”. Una acusación absurda, porque, como muchas piezas de opinión señalaron entonces, Star Wars siempre ha sido muy política (¡escribí una maxiserie de cinco capítulos al respecto!). Weitz y Whitta recibieron acoso en redes y mensajes de odio antisemitas, incluyendo caricaturas nazis. Recordatorio de que los que dicen querer que la política y la ideología estén fuera del entretenimiento son los que apoyan ideologías políticas más reaccionarias… Pero ya volveremos a este punto.

 

Disney también alzó la voz… Pero no para defender a sus escritores, sino para calmar las aguas tomando una posición cobardemente neutral. El CEO de la compañía, Bob Iger declaró el día del estreno: “Éste no es un filme político, de ninguna manera. No hay declaraciones políticas en él”. Weitz tuvo que borrar su tuit original y disculparse por politizar lo que debería ser “inocente escapismo”.

 


En los años que siguieron veríamos al Imperio (y a sus herederos, la Primera Orden) ser cada vez más diversos en las películas y series. Escucharíamos voces femeninas tras los cascos de los Stormtroopers (cuyo nombre está inspirado en el de las tropas de asalto de la Alemania Nazi, por cierto). Habría cada vez más mujeres y personas racializadas en uniforme imperial, incluso en altos puestos de poder, hasta llegar a Moff Gideon, interpretado magistralmente por Giancarlo Esposito en The Mandalorian.

 

Disney quiere dar la imagen de progre, pero no demasiado progre; a lo mejor puede prescindir de los reaccionarios más acérrimos, pero todavía necesita al público conservador, y en Gringolandia hay mucho de eso. De ahí que siempre ande tratando de quedar bien con todo el mundo, que al cabo es una megacorporación capitalista interesada en hacer dinero. No puedo asegurar que Disney haya querido cambiar la configuración del Imperio como reacción a la polémica por Rogue One y es cierto que el impulso de hacer al Imperio más diverso ya se había dejado atisbar desde antes. Pero fue a partir de 2016 que se volvió más notorio, como si Disney tuviera la urgencia de borrar ese paralelismo entre su Imperio y los grupos de ultraderecha que se estaban empoderando tras la elección de Trump. Después de todo, es difícil vender muñecos de Stormtroopers si el público los empieza a ver como soldados nazis o kukluxklanis.

 

[Paréntesis: hablo aquí del Imperio, no de los Sith, que no parecen haber estado marcados por estos prejuicios. Los Inquisidores están bajo las órdenes de Vader y Sidious, surgieron de entre las ruinas de la Orden Jedi, en sí bastante diversa, y no forman parte de la jerarquía del Imperio, así que el que Reva sea una mujer negra, no sería una contradicción ni siquiera en el viejo canon.]

 


Hay buenos argumentos para defender una mayor representación de la diversidad en el Imperio. Tener repartos diversos sin que se haga alharaca al respecto en la obra, como si fuera la cosa más natural del mundo, tiene el potencial de contribuir a que el público, en especial el más joven, vaya normalizando la presencia de personas de todas las razas, culturas, géneros y sexualidades a su alrededor. Y claro, es trabajo y visibilidad para actores y actrices pertenecientes a esos grupos, algunos de los cuales nos han dado interpretaciones excelentes, como el ya mencionado Giancarlo Esposito. Por ese lado, la creación de este nuevo ‘Imperio Galáctico Incluyente’ tiene su aspecto positivo.

 

Por otro lado, si los buenos y malos son igualmente diversos, se aparenta que la discriminación no existe. Se pierde una importante referencia a la maldad del mundo real y reduce el fascismo del Imperio a casi sólo la estética. Cual fuera la intención de Disney, el resultado es que se despolitiza la construcción del mal en Star Wars, y no poco. Se pierde aquel mensaje de que el mal es homogéneo y excluyente, mientras el bien es diverso e inclusivo. Cualesquiera que sean las características que hacen malvado al Imperio, el sexismo y el racismo no son una de ellas. Al final, esta nueva era de Star Wars acaba teniendo una política menos crítica que antes.

 

Disney tiene un estándar muy bajo para dárselas ‘aliade’. Le basta con poner una escena con un beso entre dos personas del mismo género, o contratar a una actriz negra para un papel más o menos principal. Así puede pasar por progre haciendo gestos mínimos (que luego censura o minimiza para sus públicos en países más conservadores). Que este tipo de gestos sean considerados terriblemente polémicos no nos habla del ‘radicalismo’ de Disney, sino de lo normalizado que está el discurso reaccionario.

 


Cuando actor John Boyega, en su papel de Finn, fue anunciado como uno de los protagonistas de El despertar de la Fuerza en 2015, algunos reaccionarios protestaron clamando que esto se trataba de un ejemplo de ‘genocidio blanco’, una teoría conspiratoria según la cual existe un complot para disminuir la población blanca y acrecentar las de otras razas. Años más tarde, Moses Ingram debutó como la letal y muy hábil Reva en Obi-Wan Kenobi, mientras Ewan McGregor interpretó a un héroe derrotado y roto. Esto ha sido tomado por reaccionarios como que el mensaje de la serie es “las mujeres negras son superiores y los hombres blancos son unos inútiles”.

 

Uno pensaría que los estudios de Hollywood saben lo que hacen y no le tiran a perder dinero; que si hay repartos más diversos hoy en día es porque eso corresponde a lo que un público igualmente diverso quiere y acepta ver. Pero hay quienes piensan que esto obedece a perversas intenciones, a afanes de ‘imponer ideologías’, o incluso de hacer ‘ingeniería social’ para, ultimadamente, proceder a reconfigurar el mundo de tal forma que se dé supremacía a las otras razas sobre la blanca.

 

He visto a algunas personas argumentar que lo que les molesta no es que haya repartos diversos, sino que se haga tanta alharaca al respecto; que eso cae mal, pues no hay ninguna necesidad de celebrar cosas como “es la primera mujer negra en un papel protagónico de esta saga”, porque en realidad “la raza y el género no importan”. Pienso que algunas de estas personas creen que de verdad es eso es lo que les molesta. Quieren hacer de cuenta que viven en un mundo ciego a las diferencias raciales y de género, y que ellas mismas lo son. Pues ése es el mundo que les ofrece el ‘Imperio Galáctico Incluyente’.

 

Además, muchos que son abierta y conscientemente racistas aprovechan el ruido de aquellos para empujar sus narraciones extremistas. Probablemente la mayoría de la gente que se queja de la ‘inclusión forzada’ no va a terminar compartiendo teorías conspiratorias sobre ‘el gran reemplazo’ que los judíos están planificando para exterminar a la raza blanca. Pero algunos sí llegarán ahí, y de todos modos quienes no lo hagan, con sus quejas sobre ‘inclusión forzada’ contribuyen a la normalización y difusión de esos discursos.


Los reaccionarios siempre quieren creer y hacernos creer que sus ideas son las normales, las naturales, las de sentido común, y que lo ‘político’ y lo ‘ideológico’ es lo que piensan los demás. Quieren que algo que debería ser normal, como tener un reparto que refleje la diversidad de la sociedad de la que emana la obra, sea visto como el colmo del radicalismo ideológico que todo lo penetra. Los reaccionarios no quieren sacar a la política del entretenimiento ni el arte: quieren que estén dominados exclusivamente su propia política, disfrazada de normalidad.

 

Que tu obra represente la diversidad de tu sociedad como algo normal y cotidiano, en lo que ni siquiera se repara mucho, es un posicionamiento político. Que tu obra retrate a un régimen malvado como supremacista y excluyente, y a los grupos que lo combaten como heterogéneos y diversos, es un posicionamiento político. No querer ninguna de las dos cosas, regresar a una época en que lo usual era ver casi exclusivamente a hombres blancos cisheterosexuales como protagonistas y antagonistas, es también un posicionamiento político. Y ésta era precisamente la postura del Imperio Galáctico en el viejo canon.

 

Por eso era importante tener un Imperio misógino y racista. Porque tiene el potencial de mostrar que esa clase de ideas son extremistas, propias de villanos, de entidades tiránicas y opresivas. Porque era una forma de declarar “así es como se ve el mal”. Porque servía para poner en evidencia a esa clase de fans que dicen amar Star Wars pero no comprenden los valores que la sustentan. Porque era ideal para poner frente a esos reaccionarios, como si fuera un espejo, y decirles: “éste eres tú”.


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