Obi-Wan Kenobi, la serie
de Star Wars que pudimos disfrutar este verano de 2022, ya ha concluido.
Sin embargo, dejó tras de sí una huella en la discusión pública pues, una vez
más, una persona racializada en Star Wars ha sido objeto de críticas,
acoso y ataques en redes sociales. Y, una vez más, se desatan las
discusiones sobre la ‘inclusión forzada’. En este caso, en el centro del mame
se encuentra Moses Ingram, quien interpreta a Reva, la antagonista y Tercera
Hermana de los Inquisidores. Como nos explica este video de The First
Okiro, ha habido serios problemas con el racismo alrededor de esta saga
desde hace años, tanto por parte de un sector de los fans, como de los
ejecutivos.
Las etiquetas importan. Si a
poner actores y actrices de color o lgbtq+ en una película le llamas ‘inclusión
forzada’ parece que estás hablando de un acto casi violento, impositivo,
incluso extremista. Pero, como
ya he dicho en otra parte, no hay nada de radical en que una obra tenga una
proporción de personajes que sean mujeres, personajes racializadas o miembros
de los colectivos LGBTQ+, porque en la sociedad de la que surge la obra estas
personas existen y conforman una buena parte de la población. Es decir, no
debería ser extraordinario que los personajes de una obra de ficción sean un
reflejo de la diversidad de la población real. Al fin y al cabo, por más
fantasía que sea, estará reflejando la realidad de la sociedad que la
produce.
Digo, no tendría por qué
parecernos extraordinario; lo que pasa es que, a lo largo de las décadas, la
cultura mediática ha hecho de cuenta que prácticamente todos los seres
humanos, y sobre todo los que hacen las cosas importantes, son hombres
blancos cisheteros. De forma que mucha gente ha llegado a pensar que la
realidad es así, o que debería ser así. De modo que cuando, de unos años para
acá, la cultura pop más mainstream ha empezado a reflejar una diversidad más
aproximada a la que existe en la realidad, a mucha gente le ha parecido
anormal, antinatural, forzado.
Y ése es el meollo del asunto,
porque es aquí donde mucha gente que no tiene las mejores intenciones aprovecha
para hacer parecer todo esto como si fuera una afrenta a los fans, algo que
mutila la obra o que lo arruina todo para cumplir con alguna agenda radical
y peligrosa. Y ésta es la punta de lanza de cosas peores, porque algunos de
esos fanses atarantados van a quedar convencidos de que es el feminismo, el
antirracismo, el activismo lgbtq+ lo que les está arruinando sus cosas
favoritas. Y al cultivar una hostilidad hacia esas causas y movimientos es que
luego se puede partir hacia
lugares cada vez más siniestros. Porque no es difícil que acaben apoyando a
ideologías que prometan acabar con todo ese activismo que les está arruinando
la diversión.
Disney es dueña ahora de Star Wars,
y se ha visto cómo en sus productos incluye de forma rutinaria a personas
racializadas y mujeres en papeles protagónicos (quedan a deber la
representación lgbtq+, y esa escenita al final de El
ascenso de Skywalker no cuenta, porque esa película no cuenta
para nada). Esto ha disparado las discusiones sobre cómo Disney ha hecho que SW
se politice al impulsar ideologías radicales, de las cuales la ‘inclusión
forzada’ es una muestra. Pero, ¿qué pasaría si les dijera que en realidad
Disney ha hecho que la política de esta saga sea más tibia y menos radical?
Les decía que, si yo vivo en una
sociedad en la que hay una población muy diversa, no tiene nada de radical que
yo invente un universo de fantasía con una población más o menos igual de
diversa. Es que es lo más natural y esperable. Pero, pero, pero… Resulta
que no es nada más que la sociedad sea diversa y todo el mundo lo acepte y lo
considere normal y chévere. Resulta que, entre toda esa diversidad hay grupos
privilegiados y otros que sufren discriminación y opresión sistémicas. Cuando
una obra representa en su reparto la diversidad de su población, pero sin
hacer referencias a las injusticias que sufren algunos de los grupos a los que
representa, bueno, es como si estuviera fingiendo que esas injusticias no
existen. Eso es lo contrario de radical: es tibio y timorato.
La cosa es que, hasta hace
algunos años, estaba muy claro que el Imperio Galáctico no sólo era
fascista, sino supremacista, conformado principalmente por varones humanos
blancos. Esto nos era sugerido al ver las películas: los soldados y oficiales
imperiales siempre eran hombres blancos. Algunas obras de Universo Expandido
iban más lejos y subrayaban directamente que el supremacismo humano y el
sexismo formaban parte de la ideología del Imperio. Esto es consistente con
los fascismos del mundo real, que son y han sido supremacistas y excluyentes.
Oh, claro había en el Imperio uno
que otro alienígena, como el Gran Almirante Thrawn, y una que otra mujer, como
Ahrinda Pryce, pero eran excepciones. Y esto también es congruente con los
fascismos históricos y presentes, en los que sí ha habido mujeres, hombres
homosexuales y hasta minorías raciales que tenían un lugar privilegiado en la
jerarquía fascista, aunque la política del régimen fuera completamente
misógina, racista y homofóbica. Es que los fachos tampoco son personas
congruentes, vamos, y a las dirigencias les pesa más la conveniencia que
cualquier pureza ideológica: si el alienígena es útil, lo usamos.
En contraste, estaba la
Alianza Rebelde, que siempre había sido representada como diversa,
por lo menos desde El regreso del Jedi, con soldados de diferentes razas
y especies, y mujeres en puestos de liderazgo. Es más, en esa misma peli había mujeres
pilotando naves rebeldes en la Batalla de Endor, pero inexplicablemente
fueron eliminadas del corte final. Esto también es consistente con los
grupos revolucionarios y las guerrillas antifascistas en el mundo real. Es
cierto que el tema del racismo y el sexismo en la Galaxia nunca fue el centro
de la discusión, sino algo casi siempre sugerido y sólo algunas veces señalado
directamente. Pero formaba parte de la codificación de esta entidad maligna
como fascista. El mensaje era claro: el mal es homogéneo y excluyente; el
bien es diverso e inclusivo.
Pero, y esto es algo que han
notado muchos fans, todo cambió poco después de que Disney compró Star Wars
y empezó a producir sus propias obras ambientadas en este universo: el
Imperio se volvió diverso también. Esto se hizo especialmente, notorio después
de 2016… ¿Qué fue lo que pasó? Ok, aquí entra mi humilde teoría de la
conspiración. Obviamente no puedo saber qué pasa por la mente de los ejecutivos
de Disney, pero tengo muchos supuestos y conjeturas, y todo eso cuenta como
algún tipo de evidencia, ¿no? En fin, éstas son mis especulaciones
responsables, y allá ustedes me dirán si tienen sentido…
En 2016 Donald Trump se
perfilaba para convertirse en presidente de los Estados Unidos,
representando las posturas reaccionarias más repugnantes que se hubieran visto
en la política mainstream de ese país en años. El racismo y la misoginia
de Trump estaban muy mal disimulados, pero sus seguidores eran abierta y
violentamente supremacistas. El magnate anaranjado ganó la elección
presidencial en noviembre y ése fue el inicio del Invierno
Fascista del que todavía no hemos salido.
En diciembre de ese mismo año se
estrenaría Rogue
One, la más política y la mejor de las películas de SW producidas
por Disney. La cinta va sobre una tripulación de guerrilleros rebeldes que
pretenden robar al Imperio Galáctico los planos de la superarma Estrella de la
Muerte. El día que Trump ganó, un par de meses antes del estreno de la peli, sus
guionistas, Chris Weitz y Gary Whitta, hicieron
un par de tuits en los que trazaban un paralelismo entre el Imperio y la
corriente fascistoide representada por Trump:
“Por favor,
noten que el Imperio es una organización de humanos blancos supremacistas”,
dijo Weitz.
“Y que se le
opone un grupo multicultural dirigido por mujeres valientes”, añadió Whitta.
Los seguidores de Trump
reaccionaron contra estos tuits acusando a los escritores de “querer politizar Star
Wars”. Una acusación absurda, porque, como
muchas piezas de opinión señalaron entonces, Star Wars siempre ha
sido muy política (¡escribí una
maxiserie de cinco capítulos al respecto!). Weitz y Whitta
recibieron acoso en redes y mensajes de odio antisemitas, incluyendo caricaturas
nazis. Recordatorio de que los que dicen querer que la política y la ideología
estén fuera del entretenimiento son los que apoyan ideologías políticas más
reaccionarias… Pero ya volveremos a este punto.
Disney también alzó la voz… Pero
no para defender a sus escritores, sino para calmar las aguas tomando una
posición cobardemente neutral. El CEO de la compañía, Bob Iger declaró el
día del estreno: “Éste no es un filme político, de ninguna manera. No hay
declaraciones políticas en él”. Weitz tuvo que borrar su tuit original y
disculparse por politizar lo que debería ser “inocente escapismo”.
En los años que siguieron
veríamos al Imperio (y a sus herederos, la Primera Orden) ser cada vez más
diversos en las películas y series. Escucharíamos voces femeninas tras los cascos
de los Stormtroopers (cuyo nombre está inspirado en el de las tropas de asalto
de la Alemania Nazi, por cierto). Habría cada vez más mujeres y personas
racializadas en uniforme imperial, incluso en altos puestos de poder, hasta
llegar a Moff Gideon, interpretado magistralmente por Giancarlo Esposito
en The Mandalorian.
Disney quiere dar la imagen de
progre, pero no demasiado progre; a lo mejor puede prescindir de los
reaccionarios más acérrimos, pero todavía necesita al público conservador, y en
Gringolandia hay mucho de eso. De ahí que siempre ande tratando de quedar bien
con todo el mundo, que al cabo es una megacorporación capitalista interesada
en hacer dinero. No puedo asegurar que Disney haya querido cambiar la
configuración del Imperio como reacción a la polémica por Rogue One y es
cierto que el impulso de hacer al Imperio más diverso ya se había dejado
atisbar desde antes. Pero fue a partir de 2016 que se volvió más notorio, como
si Disney tuviera la urgencia de borrar ese paralelismo entre su Imperio y
los grupos de ultraderecha que se estaban empoderando tras la elección de
Trump. Después de todo, es difícil vender muñecos de Stormtroopers si el
público los empieza a ver como soldados nazis o kukluxklanis.
[Paréntesis: hablo aquí
del Imperio, no de los Sith, que no parecen haber estado marcados por estos
prejuicios. Los Inquisidores están bajo las órdenes de Vader y Sidious,
surgieron de entre las ruinas de la Orden Jedi, en sí bastante diversa, y no
forman parte de la jerarquía del Imperio, así que el que Reva sea una mujer
negra, no sería una contradicción ni siquiera en el viejo canon.]
Hay buenos argumentos para
defender una mayor representación de la diversidad en el Imperio. Tener
repartos diversos sin que se haga alharaca al respecto en la obra, como si
fuera la cosa más natural del mundo, tiene el potencial de contribuir a que el
público, en especial el más joven, vaya normalizando la presencia de personas
de todas las razas, culturas, géneros y sexualidades a su alrededor. Y claro, es
trabajo y visibilidad para actores y actrices pertenecientes a esos grupos,
algunos de los cuales nos han dado interpretaciones excelentes, como el ya mencionado
Giancarlo Esposito. Por ese lado, la creación de este nuevo ‘Imperio Galáctico Incluyente’
tiene su aspecto positivo.
Por otro lado, si los buenos y
malos son igualmente diversos, se aparenta que la discriminación no existe.
Se pierde una importante referencia a la maldad del mundo real y reduce el
fascismo del Imperio a casi sólo la estética. Cual fuera la intención de
Disney, el resultado es que se despolitiza la construcción del mal
en Star Wars, y no poco. Se pierde aquel mensaje de que el mal es
homogéneo y excluyente, mientras el bien es diverso e inclusivo. Cualesquiera
que sean las características que hacen malvado al Imperio, el sexismo y el
racismo no son una de ellas. Al final, esta nueva era de Star Wars acaba
teniendo una política menos crítica que antes.
Disney tiene un
estándar muy bajo para dárselas ‘aliade’. Le basta con poner una escena con
un beso entre dos personas del mismo género, o contratar a una actriz negra
para un papel más o menos principal. Así puede pasar por progre haciendo
gestos mínimos (que luego censura o minimiza para sus públicos en países
más conservadores). Que este tipo de gestos sean considerados terriblemente
polémicos no nos habla del ‘radicalismo’ de Disney, sino de lo normalizado que
está el discurso reaccionario.
Cuando actor John Boyega, en
su papel de Finn, fue anunciado como uno de los protagonistas de El
despertar de la Fuerza en 2015, algunos reaccionarios protestaron clamando
que esto se
trataba de un ejemplo de ‘genocidio blanco’, una teoría conspiratoria según
la cual existe un
complot para disminuir la población blanca y acrecentar las de otras razas.
Años más tarde, Moses Ingram debutó como la letal y muy hábil Reva en Obi-Wan
Kenobi, mientras Ewan McGregor interpretó a un héroe derrotado y roto.
Esto ha sido tomado por reaccionarios como que el mensaje de la serie es “las
mujeres negras son superiores y los hombres blancos son unos inútiles”.
Uno pensaría que los estudios de
Hollywood saben lo que hacen y no le tiran a perder dinero; que si hay repartos
más diversos hoy en día es porque eso corresponde a lo que un público
igualmente diverso quiere y acepta ver. Pero hay quienes piensan que esto
obedece a perversas intenciones, a afanes de ‘imponer ideologías’, o incluso de
hacer ‘ingeniería social’ para, ultimadamente, proceder a reconfigurar el mundo
de tal forma que se dé supremacía a las otras razas sobre la blanca.
He visto a algunas personas
argumentar que lo que les molesta no es que haya repartos diversos, sino que se
haga tanta alharaca al respecto; que eso cae mal, pues no hay ninguna necesidad
de celebrar cosas como “es la primera mujer negra en un papel protagónico de
esta saga”, porque en realidad “la raza y el género no importan”. Pienso
que algunas de estas personas creen que de verdad es eso es lo que les molesta.
Quieren hacer de cuenta que viven en un mundo ciego a las diferencias raciales
y de género, y que ellas mismas lo son. Pues ése es el mundo que les ofrece el ‘Imperio
Galáctico Incluyente’.
Los reaccionarios siempre quieren
creer y hacernos creer que sus ideas son las normales, las naturales, las de
sentido común, y que lo ‘político’ y lo ‘ideológico’ es lo que piensan los
demás. Quieren que algo que debería ser normal, como tener un reparto que
refleje la diversidad de la sociedad de la que emana la obra, sea visto como el
colmo del radicalismo ideológico que todo lo penetra. Los reaccionarios no
quieren sacar a la política del entretenimiento ni el arte: quieren que
estén dominados exclusivamente su propia política, disfrazada de
normalidad.
Que tu obra represente la
diversidad de tu sociedad como algo normal y cotidiano, en lo que ni siquiera
se repara mucho, es un posicionamiento político. Que tu obra retrate a
un régimen malvado como supremacista y excluyente, y a los grupos que lo
combaten como heterogéneos y diversos, es un posicionamiento político.
No querer ninguna de las dos cosas, regresar a una época en que lo usual era
ver casi exclusivamente a hombres blancos cisheterosexuales como protagonistas
y antagonistas, es también un posicionamiento político. Y ésta era
precisamente la postura del Imperio Galáctico en el viejo canon.
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1 comentario:
excelente articulo
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