Intentando leer 'Dialéctica de la Ilustración' - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

martes, 26 de julio de 2022

Intentando leer 'Dialéctica de la Ilustración'

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Hola, víctimas del capitalismo tardío. Fíjense que he estado leyendo o releyendo algunos textos clásicos de filosofía y decidí que ya era momento de introducirme en el mundo de la Escuela de Frankfurt y su teoría crítica, una de las corrientes de pensamiento más influyentes del siglo XX, en especial para la izquierda. Para ello, inicié con el que bien podría ser su libro más famoso, Dialéctica de la Ilustración, de Theodor Adorno y Max Horkheimer. Estos son los resultados de mi tímida aventura intelectual.

 

Primero, tengo que decir que el problema es muy probablemente mi propia ignorancia y falta de experiencia con filosofía de este calibre.  Porque la verdad el libro me resultó de poco provecho. Yo solía pensar que era una crítica a la filosofía de la Ilustración y cómo ésta se corrompió hasta dar origen a los totalitarismos de la primera mitad del siglo XX. Pero no hace mucho leí la reseña de Matías Suárez, que solía pensar lo mismo, y que advierte que no va por ahí la cosa. En un grupo de escepticismo científico en el que estoy algunos miembros comentaron los errores de Suárez, a quien acusaron de no haber entendido bien el texto. Pueden checar el chisme completo por aquí.

 

Bien, pues yo traté de tener en cuenta tanto la reseña como las críticas, al igual que otros resúmenes y explicaciones del libro, tanto en forma de texto o de video, para tener una perspectiva amplia del asunto al momento de abordarlo. Así sea, pues aquí están mis impresiones, a reserva de que es posible que en un futuro la pueda a volver a leer y entonces sacarle más provecho.

 

Primero, y esto es algo en lo que tengo que dar razón a los críticos, es que Dialéctica de la Ilustración se trata de un libro confuso. No es que no tenga una premisa principal, que sí la tiene y es muy intrigante y vale la pena ponderarla; es que está expuesta de una manera que, en lo personal, me pareció desordenada y contraproducente. A lo mejor soy un simplón, pero estoy acostumbrado a textos que van desarrollando sus tesis claramente a través de argumentaciones y exposiciones. Adorno y Horkheimer en cambio parecen ir saltando de una cosa a la otra, y muchas veces es difícil entender qué las relaciona, o si los paralelismos que traza son legítimos. Se supone que esto tiene que ver con que su método es dialéctico, pero yo he leído a otros marxistas, y para nada resultan así de confusos. Su lenguaje es casi siempre pomposo y melodramático; se supone que están hablando de capitalismo tardío, fascismo y totalitarismos, pero todo siempre es en términos tan abstractos que al final uno no siente que haya aprendido gran cosa sobre el tema.

 


Y no es que no tenga muchas aportaciones valiosas, propuestas que me hicieron detenerme, reflexionar y tratar de abordar algunas cosas desde nuevos puntos de vista. Pero éstas se entremezclan con pasajes absolutamente desconcertantes. Por ejemplo, los autores pueden estar haciendo una muy atinada crítica a la brutalidad del sistema carcelario de los Estados Unidos, que además resulta muy actual después de casi 80 años, pero de pronto empiezan a hacer una inexplicable relación con las mónadas de Leibniz. O, en otra parte, pueden describir de forma muy interesante la mentalidad del antisemitismo, para después caer un galimatías freudiano sobre homosexualidad reprimida y sodomitas cazadores. Que otro problema, no pequeño, es que uno de sus pilares intelectuales es el psicoanálisis de Freud, una perspectiva hoy rechazada como pseudocientífica, y a la que el historiador de la cultura Peter Watson califica como “un callejón sin salida” en el desarrollo intelectual del siglo XX.

 

De hecho, me parece revelador que muchos de sus defensores en blogs y foros de Internet ni siquiera puedan explicar con peras y manzanas de qué se trata. Algunos de ellos de plano revelaban inadvertidamente no haberlo entendido, sosteniendo que esta obra demuestra que “la ilustración no fue algo bueno” o “que la razón es mala” o “la ciencia es tan subjetiva como la religión”, cuando el libro no dice nada de esto. De hecho, los autores lo declaran literalmente al principio: “la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento ilustrado”. Cosas así me hacen preguntarme si no será que en ciertos círculos la gente trata de convencerse de que es un libro maravilloso e imperdible, porque eso es lo que han escuchado al respecto generación tras generación y nadie quiere ser el tonto que no lo entienda y lo valore. Y bueno, a lo mejor el tonto soy yo.

 

Los autores mismos cuentan que esto empezó como una serie de conversaciones informales de sobremesa; no creo que la intención fuera que se convirtiese en el texto fundacional de toda una corriente de pensamiento. En realidad, Dialéctica de la Ilustración es una colección de cinco ensayos y una serie de notas breves, que se relacionan poco entre sí, pero que tienen como eje unificador la crítica a la racionalidad instrumental. Que es el meollo del libro, en realidad.

 

O sea, Adorno y Horkheimer se preguntan por qué los ideales de la Ilustración no llevaron al mundo a un mejor futuro, sino que, por el contrario, lo han sumergido en la barbarie. Su respuesta es que el pensamiento ilustrado tiene en sí mismo el germen de su propia destrucción. De ahí lo de “dialéctica”: el principio según el cual cada tesis encierra en sí misma su antítesis y de esa contradicción debe surgir una nueva síntesis.

 


Por “pensamiento ilustrado” no se refieren solamente a la época en la historia de la filosofía conocida como la Ilustración, sino también al afán, presente en la cultura occidental desde tiempos homéricos, de someterlo todo al poder de la razón. Por eso es que de hecho que los lectores encontrarán aquí poquísimas referencias a pensadores de la Ilustración del siglo XVIII, y en cambio hallarán dos luengos capítulos dedicados a Homero y al Marqués de Sade. Éstos resultan muy interesantes en sí mismos como análisis literario, aunque no nos enseñen gran cosa sobre la Ilustración o el fascismo. Y también se me hace medio excéntrico tomar la mentalidad de la aristocracia terrateniente de la época homérica y decir que es básicamente la misma que la de la burguesía industrial capitalista. Pero bueno, qué sé yo.

 

Según Adorno y Horkheimer, la razón ilustrada se traicionó a sí misma y pasó de ser un arma radical de liberación a convertirse en una herramienta de dominación por parte del poder en el capitalismo. Esto no quiere decir que tratar de razonar, de ser racional, sea “malo”. Los autores están hablando de la razón instrumental, es decir, de la forma en que la sociedad burguesa ha convertido a la racionalidad en un instrumento, que se aplica para crear y mantener aparatos industriales y burocráticos sumamente eficientes… Pero, ¿eficientes para qué? El problema es que el capitalismo utiliza la racionalidad, pero desterrando toda crítica respecto a los objetivos.

 

Vemos un ejemplo (que no es del libro), si tengo cinco manzanas y dos amigos, ¿cuál es la forma más racional de dividirnos las manzanas? Bueno, depende de cuál sea mi objetivo. Si mi objetivo es maximizar mi propio bienestar inmediato, entonces lo más racional es quedarme con todas. Si el objetivo del sistema industrial es maximizar las ganancias para la clase burguesa, mantener un crecimiento sostenido y preservar las estructuras de poder, este sistema lo está haciendo de maravilla. Sólo no hay que pensar en la opresión y la miseria a la que se condena a millones de seres humanos ni la destrucción que ocasiona en la naturaleza.

 

¿Qué fue el Holocausto sino la racionalidad industrial llevada hasta sus extremos lógicos? No podemos poner en duda que los nazis dieron con un método perfectamente racional para llevar a cabo sus objetivos de la manera más eficiente. Pero estos objetivos eran monstruosos.

 


Entonces, la razón que nos había de liberar se ha convertido en el instrumento de nuestra propia dominación. Y la respuesta no es renunciar al intento de ser racionales, ni dejarnos guiar por los instintos, la intuición y demás recetas antirracionalistas. Lo que hay que hacer es poner bajo una mirada crítica todo, incluyendo el concepto mismo de razón que nos vende la ideología capitalista, y poner en entredicho la fe de que el mejoramiento de nuestras condiciones vendrá simplemente dejando que el progreso haga su magia.

 

“No albergamos la menor duda —y ésta es nuestra petitio principii— de que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento ilustrado. Pero creemos haber descubierto con igual claridad que el concepto de este mismo pensamiento, no menos que las formas históricas concretas y las instituciones sociales en que se halla inmerso, contiene ya el germen de aquella regresión que hoy se verifica por doquier. Si la Ilustración no asume en sí misma la reflexión sobre este momento regresivo, firma su propia condena. En la medida en que deja a sus enemigos la reflexión sobre el momento destructivo del progreso, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter superador, y por tanto también su relación con la verdad. En la enigmática disposición de las masas técnicamente educadas a caer en el hechizo de cualquier despotismo, en su afinidad autodestructora con la paranoia populista: en todo este incomprendido absurdo se revela la debilidad de la comprensión teórica actual.”

 

Uno de los capítulos más célebres del libro, y con justa razón, es el dedicado a la industria cultural. Éste será de sumo interés para cualquiera que le entre al análisis de la cultura pop y apuesto que es lectura obligatoria para comunicólogos. La cultura de masas, señalan los autores, se ha convertido en otro instrumento de dominación, que adoctrina de tal forma que atrofia el pensamiento crítico y la profundidad estética, y contribuye a la aceptación pasiva de la ideología dominante. Todo muy actual, y hasta he visto más de un videoensayo que vincula estas ideas con el actual monopolio de Disney, y en el especial las películas de Marvel.

 

Sin duda el panorama actual habría resultado una pesadilla para Adorno y Horkheimer, porque estos señores se estaban escandalizando con expresiones culturales que hoy consideraríamos canónicas y hasta prestigiosas, especialmente el jazz y el cine de la Era Dorada de Hollywood. Caray, que si hoy la chaviza escuchara más música de Louis Armstrong y viera más películas de Humphrey Bogart lo veríamos como ganancia, pero para estos autores eso era muestra de decadencia cultural. Y sí, los conceptos que desarrollan se aplican muy bien a fenómenos como el K-Pop, pero leer a estos filósofos desesperarse por las improvisaciones jazzísticas les confiere un aire de viejitos peleándose con nubes que hace difícil tomarlos muy en serio.

 


En fin, como les dije, es un libro con aportaciones muy valiosas, que bien podría haber expuesto de forma menos mamalona[1]. De modo que sólo lo recomendaría a quien le interese especializarse en filosofía y por ello quiera conocer de primera mano sus textos más célebres. No la recomiendo a un público en general. Sobre los mismos temas que aborda el libro, les puedo recomendar mejores opciones, mucho más claras y edificantes: para comprender el pensamiento ilustrado, La filosofía de la Ilustración de Ernst Cassirer; para una explicación de cómo la racionalidad se puede convertir una trampa, La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber; para entender las bases filosóficas del fascismo, Asalto a la razón de Georg Lukács; para una mejor crítica de la cultura de masas, Apocalípticos e integrados de Umberto Eco.

 

Pero bueno, quién quita y en un par de años me habré vuelto más sabio y pueda regresar a este libro y entenderlo mejor. Todo puede pasar.


Agradezco mucho a mis mecenas en Patron por las aportaciones que me permiten pagar el lunch de mis hijos. Tú también puedes ayudarme a seguir creando con una aportación a partir de un dólar mensual. Mientras tanto, aquí te dejo otros textos que te pudieran resultar interesantes:



[1] Café Kyoto, por ejemplo, hizo todo un video titulado Cómo funciona el fascismo, basándose en este libro, y que me maten si sirve de algo para entender el fascismo; pero eso sí, dice muchas palabrotas como “objetivar” y “sublimación”. Este canal también podría decir lo mismito de formas menos mamadoras, pero bueno, argentinos…

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