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¿Cómo sería el
mundo si las fuerzas del Eje hubieran ganado la Segunda Guerra Mundial? Entre
las ucronías (historias alternas), éste es uno de los temas más populares, pero
este olvidado clásico inglés de Katharin Burdekin (1896-1963) tiene algunos puntos interesantes que lo hacen
sobresalir del resto.
Primero, que fue publicada en 1937, es decir, dos
años antes de que la guerra iniciara; así que desde su punto de vista no es una
especulación sobre un pasado posible, sino sobre un futuro probable. Tengamos
en cuenta que incluso durante los primeros años de la guerra, una victoria de
la Alemania Nazi y el Imperio Japonés parecía muy factible.
En segundo lugar, está la óptica feminista que la
autora imprimió a su novela. Para Burdekin la opresión de las mujeres era parte
integral de la ideología fascista. De hecho, su tesis principal es que la
misoginia propia del nazismo no es diferente en cualidad, sino en intensidad, a
la que existe de por sí en la cultura occidental, como se expresa por ejemplo
en las religiones abrahámicas. Esto es lo que ha llevado a su redescubrimiento reciente, pues en nuestros tiempos del regreso del fascismo vemos de nuevo cómo los movimientos misóginos y antifeministas (incels, mras, mgtow y demás) forman parte medular de esta ola reaccionaria.
Estamos a unos 700 años tras la victoria del Eje.
El mundo se encuentra dividido en los dos imperios, Japón y Alemania, que
coexisten en una tensa calma interrumpida ocasionalmente por guerras
fronterizas. El Imperio Alemán está organizado en un sistema semifeudal,
dirigido por los Caballeros Teutónicos, de entre quienes es elegido un Fuehrer.
El culto a Hitler se ha convertido en una religión con ecos nórdicos, mientras
que el cristianismo sigue siendo practicado por parias intocables que viven al
margen de la sociedad. Si suena descabellado, es porque los planes del bigotón lo eran en la realidad, y sí, esto coinciden con las actitudes históricas de los nazis hacia la religión.
Los nazis, tras exterminar a los judíos
(¡recuerden que esta novela se escribió antes del Holocausto!) y relegar a las
otras nacionalidades a ciudadanos de segunda, dirigen su desprecio contra el
género femenino, pues el sistema necesita a un otro a quien oprimir, y terminan
convirtiendo a las mujeres en poco más que animales destinados a la
reproducción y la satisfacción de los más bajos instintos masculinos.
En la novela en sí no sucede gran cosa. Es
literatura de las ideas en su forma más pura; más un experimento filosófico que
una pieza narrativa en el sentido tradicional. Los protagonistas son un
trabajador alemán llamado Herman, un inglés de nombre Alfred y el Caballero
Friedrich von Hess. La mayor parte de la novela (que no pasa de las 200
páginas) se compone de diálogos entre los personajes sobre cómo funciona esa
distopía, cómo llegó a ser lo que es, y cómo era el mundo antes de la guerra
que lo forjó.
Burdekin fue de hecho una de las pioneras de la ciencia ficción en el siglo XX. En sus obras, profundamente políticas, hay viajes en el tiempo, humanidades hermafroditas y ginecocracias. En La noche de la esvástica están presentes elementos que llegarían
a ser clásicos del género distópico (recuerden que antecede a Mil novecientos ochenta y cuatro y El cuento de la criada), como la importancia de
preservar el conocimiento que el sistema ha querido borrar, o el valor del
pensamiento autónomo y su potencial para erosionar poco a poco una tiranía.
Una de las ideas más interesantes planteadas en la
novela es que el concepto de masculinidad promovida por el fascismo, basada en
la violencia y la brutalidad (lo que hoy llamaríamos “masculinidad tóxica”), en
realidad no produce "hombres de verdad", sino eternos adolescentes, seres emocional e intelectualmente inmaduros, incapaces de pensar de forma autónoma.
Otro aspecto que me pareció muy bien logrado fue
la psicología de los personajes; Burdekin de verdad se esfuerza por recrear la
mentalidad de alguien que ha crecido en una distopía misógina, una de la que ni
el Alfred, quien es “el bueno”, logra deshacerse. La desprogramación es difícil, pero absolutamente necesaria, y nuestro protagonista apenas inicia su camino hacia la concepción de un mundo distinto, invitándonos a hacer lo mismo.
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2 comentarios:
Miguel:
¿No te parece que algo que comparten ambos movimientos sociales es el marcadísimo sentido identitario, la visión del «otro» como el enemigo y la evidente represión de la disidencia interna?
Saludos.
No.
Eso implica vaciar la situación de contenidos y reducirla a una cuestión de actitudes, en vez de reconocer sistemas de opresión. Es como el viejo comparar que los homofóbicos odien a los gays con que los gays denuncien a los homofóbicos "¿lo ves? Ambos son intolerantes" Bullshit.
El feminismo no pretende establecer un sistema jerárquico en el que los hombres estén sometidos. El fascismo sí pretende establecer un sistema jerárquico en el que las mujeres estén sometidas. Así que no, no es comparable el reclamo de las mujeres contra el machismo con la misoginia derechista.
Para más inri:
https://www.maikciveira.com/2018/01/misandria-heterofobia-y-racismo-la.html?m=1
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