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jueves, 14 de marzo de 2024

Los paleofuturos que nos legó Bruguera



Saludos, crononautas. Les doy la bienvenida a mi nave, con la que continuaremos nuestro viaje por los mundos paleofuturistas que nos legó la extinta Bruguera. Anteriormente recorrimos dos antologías publicadas por la legendaria editorial española. Ahora vamos a calibrar nuestros condensadores de flujo para explorar una pequeña colección de antologías de relatos.

 

Pero antes, una muy necesaria introducción: ¿qué es Bruguera? Se trata de una de las instituciones más importantes para la difusión de la literatura popular en lengua castellana. Fundada en 1910 como Gato Negro, en 1940 fue rebautizada con el apellido de su fundador, Juan Bruguera. La editorial se especializó en revistas de historietas (o, como se las llama allende los mares, tebeos). En efecto, Bruguera fue un pilar en la historia del cómic español.

 

En la década de los 60 la editorial quiso empezar a explorar nuevos rumbos con la publicación de libros de bolsillo. Ya fuera literatura clásica o contemporánea, Bruguera publicaba lo que pudiera negociar por un buen precio. La compañía tuvo tanto éxito que se expandió hasta tener casas en México y Argentina, y en los 70 comenzó a lanzar bonitas reediciones de pasta dura de algunos de sus títulos más exitosos. Éstos son los célebres “libros rojos” que todavía hoy pueden hallarse en las ferias y librerías de viejo.

 

Como parte de esta iniciativa, Bruguera comenzó a publicar también antologías de ciencia ficción. Empezando por estas dos (hagan click en el título para leer mis reseñas):

 

Primera edición en pasta blanda: 1967
Cuarta edición en pasta blanda: 1971

 

Primera edición en pasta blanda: 1969
Edición especial en pasta dura: 1973

 

Estos dos primeros volúmenes debieron ser un gran éxito, pues poco después Bruguera lanzó muchos más. Así, publicó no menos de… reviso mis notas… ¡¿Cuarenta!? Pues sí, 40 antologías, lo que hace de este proyecto uno de los más importantes para la divulgación de la ciencia ficción en lengua castellana. Además, cada una se reeditó por lo menos dos veces más en los años que siguieron. Por desgracia, sólo las primeras cuatro recibieron ediciones especiales en pasta dura.

 


Fue precisamente el descubrir la edición especial de Los mejores relatos de anticipación, lo que me hizo iniciar este viaje. Como amé ese volumen, y como de por sí me encanta la ciencia ficción viejita, pasé los siguientes años buscando en donde pudiera otros títulos de la colección. Hace ya algún tiempo que no encuentro alguno nuevo, y he llegado a la conclusión de que he hallado todos los que podría conseguir.

 

Sólo he encontrado una de las antologías en pasta blanda, Los mejores relatos de ciencia ficción. Y no la hallé en una librería, sino entre las posesiones de un familiar ya fallecido. El volumen estaba en muy mal estado, con las páginas desprendidas y el papel quebradizo; lo mandé a reencuadernar, pero se deshojó casi enseguida. Si así estaban los otros libros, imagino que no debía ser nada fácil que sobrevivieran al viaje, primero a través del Atlántico, y luego a través de las décadas. Se explica por qué sólo he podido encontrar las ediciones especiales.

 

Aquellas dos pioneras antologías reunían cada una a su vez dos compendios publicados originalmente en inglés. En cambio, para los otros 40 volúmenes Bruguera compiló en cada entrega diversos textos aparecidos en The Magazine of Fantasy & Science Fiction. La primera antología se tituló simplemente Ciencia ficción, y a las subsiguientes se le añadiría el número del volumen, pero a cada una de las ediciones especiales en pasta dura se le otorgó un nuevo título.

 


Oh, eso nos obliga a hablar de The Magazine of Fantasy & Science Fiction. Esta publicación, parte de Mercury Press, arrancó en 1949, fundada por Anthony Boucher y J. Francis McComas. Pronto se hizo de un gran prestigio por la selección de sus obras y su formato propio de revista literaria (en contraste con el estilo pulp de las décadas anteriores). Así, la publicación se convirtió en uno de los vehículos más importantes de la Edad Dorada de la Ciencia Ficción, y en sus páginas aparecieron algunas de las obras y autores más clásicos de la época. Bruguera escogió una de las mejores fuentes posibles para sus propias antologías.

 

Eso sí, mientras las primeras dos antologías reunían principalmente cuentos escritos entre finales de los 40 y principios de los 60, esta nueva colección publicaría textos de finales de los 60 y principios de los 70. Es decir, pertenecen a un momento en que la Edad Dorada estaba dando lugar a la Nueva Ola, en que la contracultura sesentera dejaría sentir su influencia en la ciencia ficción.

 

Un nombre más debemos mencionar antes de iniciar nuestro viaje: el de Carlo Frabetti. Matemático de profesión, este prolífico escritor italiano radicado en España se ha destacado en el ámbito de la divulgación científica, la literatura infantil y juvenil, la escritura para televisión y cómics, así como la crítica y el análisis. Prologó tres de estos volúmenes, y sus reflexiones sobre la naturaleza e importancia de la ciencia ficción me parecen de lo más valioso de la serie. Incluiré algunos extractos, porque dan mucho para pensar.

 

Pues bien, ahora que ya nos conocemos, encendamos los motores, porque vamos a reseñar casi todos los relatos recogidos en estas cuatro antologías. Comenzamos.

 

RELATOS DE CIENCIA FICCIÓN
Primera edición en pasta blanda: 1971
Edición especial en pasta dura: 1973

 


Esta colección carece de un prólogo y presentaciones. Mi edición en pasta dura es el equivalente a la primera de las muchas antologías, la que llevó el simple nombre de Ciencia Ficción. Compendia siete cuentos, publicados originalmente entre 1966 y 1967, y dos de ellos nos permiten apreciar muy bien el paso de la Edad Dorada a la Nueva Ola.

 

En La clave de Isaac Asimov (1966) nos da un ejemplo típico de relato propio de la Edad Dorada, con rompecabezas lógicos y soluciones a problemas sociales que, por más difíciles que sean, se encuentran al alcance del ingenio humano. Sus protagonistas son, como es usual, científicos, académicos y agentes del gobierno, que analizan un problema de forma racional, casi impersonal y desapasionada.

 

En cambio, Problemas del genio creador de Thomas Disch (1967) nos presenta una distopía en la que los males del mundo moderno no hacen sino agravarse con el paso del tiempo. Su protagonista es un joven frustrado por las pocas posibilidades que tiene para prosperar en un mundo en el que sólo unos cuantos privilegiados pueden aspirar a un mejor futuro. El cuento es muy bueno; buscando más sobre el autor me enteré que la película de La pequeña tostadora valiente, un clásico de animación ochentera que impactó mi infancia, está basada en un libro suyo.

 

Es curioso que los dos cuentos mencionados traten de sobrepoblación y el espectro de la eugenesia. Es claro que ésa era una ansiedad muy presente en la época, pues Los hombres sin alma de John Brunner (1967) también lidia con este tema, y es una curiosa combinación de ciencia ficción y fantasía, si es que podemos llamar tal a las creencias religiosas que profesan millones de personas. En un mundo en el que la reencarnación, tal como la enseña el hinduismo, es real, ¿qué pasa cuando la población es tanta que no hay suficientes almas para los bebés que nacen?

 

El talismán cíclope de Shamus Frazer (1967) bien podría haberse publicado en una antología de cuentos de terror gótico en la Era Victoriana. Es entretenido, aunque poco original y apesta a colonialismo y racismo por todas partes. Otro cuento que no me encantó fue Cuando los pájaros mueran de Eduardo Goligorsky (1967); es un típico relato postapocalíptico basado en el miedo a la guerra atómica.

 

Un húmedo paseo de D. Etchinson (1966) es otro gran ejemplo de ciencia ficción de la Nueva Ola. Barrios sórdidos y personajes sombríos son el escenario y el dramatis personae de una historia que trata el don de la telepatía como una pesada carga de la que sólo hay una escapatoria.

 

La inmensa mayoría de los cuentos que leí en esta racha fueron publicados en los 60. Sin embargo, sólo Onda cerebral de S. y J. Palmer (1967) hace un retrato directo de esos años. Hippies, protestas estudiantiles, las ansiedades de la Guerra Fría y la sombra de Vietnam son parte del escenario en el que se desarrolla esta historia. Hasta se menciona El Señor de los Anillos de Tolkien, obra que gozó de una renovada popularidad entre la juventud de aquella era. ¿Y de qué trata? Imaginen un planeta con tecnología no demasiado avanzada, pero cuyos habitantes poseen grandes poderes telepáticos. No viajan por el espacio, pero se comunican a grandes distancias con otras civilizaciones y así intercambian conocimientos. Más enfocados a las humanidades, se interesan sobre todo por la poesía y la filosofía de los pueblos contactados. En la Tierra, logran contactar con un estudiante algo apático, y se horrorizan con la violencia endémica de nuestra especie. El cuento es a la vez gracioso y tiene un giro al final que les sorprenderá.

 

CIENCIA FICCIÓN CONTEMPORÁNEA
Primera edición en pasta blanda: 1971
Edición especial en pasta dura: 1972

 


Publicado originalmente como Ciencia ficción. Segunda selección, este volumen tiene un título engañoso. Del total de siete textos, por lo menos dos de ellos, incluyendo el más largo, no son para nada de ciencia ficción. Uno es un relato de realismo mágico. El otro, una novela breve de fantasía medievalista. Entiendo por qué otros lectores que han reseñado este compendio se han mostrado insatisfechos.

 

Los cinco relatos restantes sí son de ciencia ficción, pero, aunque ninguno es malo, destacan muy poco. Si están esperando encontrar una selección de lo más representativo o sobresaliente de la época, también se decepcionarán. De hecho, tres de los autores son tan obscuros que no pude encontrar información de ellos en ningún lado.

 

Todos los textos fueron publicados entre 1965 y 1967. En la presentación, Carlo Frabetti defiende que la ciencia ficción nos aleja de la realidad cotidiana, pero que no es simplemente literatura de evasión. Al contrario, sirve como un distanciamiento que permite analizar mejor esa realidad, como lo hacen la parábola y la alegoría.

 

“Otras veces la SF recurre a la caricatura, y para poner de relieve las taras y contradicciones de nuestro mundo, las lleva hasta sus últimas consecuencias, proyectándolas en el futuro y mostrándonos las grotescas situaciones a las que podemos llegar si persistimos en determinados errores. Del mismo modo que algunos teoremas se demuestran por el método de ‘reducción al absurdo’, hay relatos de SF que revelan la inconsistencia de ciertas hipótesis que damos por válidas gratuitamente, sin más que mostrarnos sus posibles consecuencias futuras.”

 

Entre los cuentos que sí destacan están El cebo de Bob Leman (1966). Es uno de los primeros trabajos publicados de un escritor que inició su carrera tardíamente, después de los 40. Es un relato con giros argumentales apilándose unos sobre otros y se relaciona con dimensiones paralelas. No les quiero revelar mucho, así que nomás les diré que acaba en un lugar completamente distinto de donde inicia.

 

La parra de Kit Reed (1967) es el único relato de la antología escrito por una mujer. Es un cuento con tintes de horror cósmico, en el que una gigantesca viña tiene que ser atendida sin cesar, a lo largo de las generaciones, por una misma familia. La monstruosa planta atrae a los turistas y alimenta la economía local, pero le da muy poco a la familia que se encarga de ella. Es, entre otras cosas, una alegoría de las fuerzas económicas que chupan la vida de las personas y les dan muy poco a cambio.

 

El primer postulado de Gerald Jonas (1967) no es muy bueno, y sólo lo destaco por razones personales: ocurre en la península de Yucatán y a finales de la década de 2010. O sea, en mis tierras y en mis tiempos (que para el autor serían el futuro). En un mundo en el que la muerte ha sido abolida, un grupo internacional de científicos investiga el deceso de dos ancianos mayas en una isla frente a las costas de Quintana Roo. Lo que me impresionó del cuento fue lo bien documentado que está: los nombres, la geografía, la toponimia, las vestimentas… Aunque la isla en la que ocurre es ficticia, se nota que el autor hizo su tarea. Hasta el culto religioso, una síntesis de catolicismo y antigua religión maya, se antoja creíble, teniendo antecedentes como el culto a la Santa Cruz en tiempos de la Guerra de Castas.

 

El mejor relato de la colección es, irónicamente, el que está más lejos de la ciencia ficción. La Mansión de las Rosas de Thomas Burnett Swann es una excelente novelita de fantasía medievalista para adultos. Ubicada en Inglaterra en tiempos de las Cruzadas, sigue las aventuras de dos chicos y una chica (apenas unos adolescentes) que huyen de sus hogares para ir a pelear a la Guerra Santa. En un mundo en que los monstruos del bestiario medieval son reales, los chicos deberán enfrentar la constante amenaza de las mandrágoras, plantas humanoides que a veces se roban niños humanos y los reemplazan con sus propios retoños. La narración es bellísima, especialmente a través de la inocencia de nuestros tres protagonistas, y es una reflexión sobre la relación de los seres humanos de cualquier época con el otro, el que es diferente. Al final me quedaron ganas de leer más del autor. Por ahora, sin embargo, volvamos a la ciencia ficción.

 

HISTORIAS SELECTAS DE CIENCIA FICCIÓN
Primera edición en pasta blanda: 1971
Edición especial en pasta dura: 1973

 


Originalmente, ésta fue la Tercera selección, de nuevo a cargo de Carlo Frabetti. Reúne cinco textos publicados entre 1966 y 1971. Esta vez son cuentos más largos, de entre 40 y 50 páginas cada uno. Tres de ellos me gustaron mucho y los otros dos no carecen de interés como objetos de análisis. En conjunto, es una pequeña colección que vale mucho la pena.

 

En su introducción, Frabetti hace una interesante caracterización de la ciencia ficción y cómo se distingue de otros géneros fantásticos:

 

En contra de lo que muchos creen, lo que caracteriza a la SF es, más que una temática (científica) o una ambientación (futurista), una estructura, un método.

 

En primer lugar, la SF conserva la lógica formal. El relato de SF se basa en unas premisas imaginarias, pero una vez establecidas éstas se intenta desarrollar sus consecuencias de una forma lógica y coherente. Por otra parte, las premisas imaginarias no se establecen arbitrariamente, sino que se da (o al menos se insinúa) una explicación científicamente verosímil de los elementos fantásticos utilizados en la narración.

 

La doncella de Orleans de Robert F. Young (1966) es un emocionante relato que recrea la historia de Juana de Arco en un escenario de space opera. Un planeta rebelde se resiste contra los intentos de un tiránico imperio de sojuzgarlo; para inspirar a los rebeldes aparece una joven misteriosa que, se dice, es capaz de hacer milagros y comunicarse con los santos. Si les gusta la aventura y el romance con un espíritu juvenil, este relato es para ustedes.

 

Y enseñar locamente de Lloyd Biggle Jr. (1966) es uno de los que no me gustaron por su visión conservadora, incluso tecnófoba. Sin embargo, se me hizo que planteaba una premisa muy relevante para nuestros días en los que la educación a distancia se ha normalizado, en especial después de la pandemia. Trata de una profesora de la “vieja escuela” que se enfrenta a un nuevo mundo en la que las clases se dan a través de la televisión. El autor exagera en su caricaturización de las tendencias contemporáneas; en una parte hasta imagina que las profesoras practican un strip-tease para mantener la atención de sus alumnos. Al final, la veterana maestra viene a demostrar que los métodos de educación tradicionales son superiores en todo sentido. Treinta días tenía septiembre, del ya mencionado Young, y compilado en otra antología, trata de los mismos temas y es bastante mejorcito.

 

El planetoide inepto de Phyllis Gotlieb (1967) es quizá el mejor cuento de la colección. En un planeta acuático habitado por humanoides anfibios, una misión de la Federación Galáctica busca una cura contra una enfermedad que está diezmando a la población. El cuento hace planteamientos especulativos intrigantes, que van desde la biología de múltiples seres extraterrestres hasta la genética de las poblaciones. Explora cómo podrían interactuar seres inteligentes de fisionomías muy distintas, incluyendo un gran reptil acuático con habilidades telepáticas, y una masa gelatinosa que puede moldear la forma de su duro caparazón para adaptarse a su medio. Hay drama, intriga y un misterio científico a descifrar, y en medio de todo, la autora se enfoca en desarrollar la psicología de los personajes y sus interacciones.

 

Un mensaje de Caridad de William E. Lee (1967) es otro cuentecito juvenil con un espíritu de aventura y romance. Caridad y William están separados por una distancia de 250 años, pero una extraña dolencia los hace conectarse telepáticamente a través de las edades. Es un relato sencillo, pero encantador, en el que predominan el suspenso y las emociones. Si hoy en día se publicara como novela juvenil, creo que sería un éxito.

 

La extinción de Chad Oliver (1971) es el otro que no me agradó porque es un clásico ejemplo de “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. La vida moderna ha enfermado a la raza humana; ya casi no nacen niños, y los que nacen mueren jóvenes. El hombre moderno está condenado a extinguirse, y por eso algunos visionarios tomaron a unos niños sanos y los liberaron en el campo para que crecieran y vivieran como salvajes, y con el tiempo fueron formando sus propias poblaciones. Sucios, violentos y caníbales, ellos serían el futuro de la humanidad. El autor, pues, sólo concibe dos posibles futuros para los males de la decadente modernidad: la extinción o el regreso a una barbarie terrible, pero vigorosa y viril.

 

ANTOLOGÍA DE CIENCIA FICCIÓN
Primera edición en pasta blanda: 1971
Edición especial en pasta dura: 1972

 


Como podrán imaginar, ésta es la que originalmente se publicó como la Cuarta selección, y por lo tanto es la última de esta serie. Compendia relatos publicados entre 1965 y 1968. El siempre confiable Carlo Frabetti nos dice en la introducción:

 

Se ha dicho a menudo que la SF es el equivalente contemporáneo de los cuentos de hadas y las leyendas, y algunos comentaristas opinan que el género responde, básicamente, a un deseo de racionalizar los antiguos mitos, de hacerlos compatibles con nuestra escéptica era tecnológica, dándoles una base más o menos científica.

 

[…]

 

Pero si bien es cierto que la SF recurre con frecuencia a viejos símbolos y mitos, no hay que deducir por ella, como pretenden algunos, que se trata de una neomitología. El mito (y sus derivados, los cuentos y las leyendas) es básicamente conservador, pues refleja una concepción cíclica (“eterno retorno”) de la existencia, que viene referida a un pasado primigenio en el que quedó definitivamente establecido el orden de las cosas. La SF, por el contrario, es básicamente progresiva, pues, al plantear innumerables alternativas, al subrayar errores, taras y posibilidades, muestra la contingencia y la arbitrariedad de ese orden establecido. Al estimular la imaginación y la actitud especulativa, se convierte en una importante arma contra la rutina y el conformismo.

 

Algo me dice que no estaría muy contento con Star Wars… De lo que sí parece muy orgulloso es de esta colección, que abre con la novela breve …Y llámame Conrad, de Roger Zelazny (1965). El autor es famoso por reinterpretar en clave de ciencia ficción motivos de diferentes mitologías, y en este relato hace lo propio por las leyendas griegas. De ahí la introducción de Frabetti, pues lo que dice en el párrafo citado se aplica perfectamente a este texto. Después averigüé que el autor la expandiría y publicaría en forma de novela completa, bajo el título de Tú, el inmortal, que le ganó un premio Hugo. Es, sin duda, el texto estelar de la colección.

 

La estructura narrativa me pareció de lo más interesante. Tiene poca exposición, y muy bien distribuida a lo largo de todo el relato. El lector se ve obligado a poner mucha atención a lo que dicen los personajes y el narrador (el mismo protagonista) para entender cuál es la situación del mundo ficticio en el que se desarrolla la trama. Poco a poco entenderemos que la Tierra había sido devastada por guerras nucleares, las cuales habían vuelto la mayor parte de la tierra firme inhabitable. Los pocos terrícolas que quedan habitan en las islas y las costas, mientras que el mundo se ha poblado de monstruos mutantes y tribus caníbales.

 

Afortunadamente para la Tierra, los extraterrestres la encontraron y la pusieron bajo su protección. La mayoría de los humanos viven como refugiados en otros planetas, y eso incluye al mismo gobierno. Los originarios de Vega, por su parte, tratan a la Tierra como un destino vacacional curioso, pues nunca antes se habían topado con una civilización que se destruyera solita. Los veganos se adueñan de grandes extensiones en el planeta y se comportan de forma altanera y despectiva con los terrícolas.

 

Suena cliché y hasta pueril, pero créanme cuando les digo que no lo es. Esto que les acabo de describir en dos párrafos es algo que el lector va entendiendo poco a poco, mientras se sumerge en la trama principal. El protagonista es Conrad Nomikos, de la oficina de gobierno que se encarga de la preservación histórica y artística de lo que queda de la Tierra. Es cínico, sarcástico y no parece tomarse su trabajo con mucha seriedad ni tener verdaderas opiniones políticas.

 

Al iniciar nuestro relato, a Conrad le han encargado una misión: pasear a un joven literato vegano que llega de visita a la Tierra. El muchacho es sumamente engreído y Conrad le toma antipatía desde el principio, pero cuando se vuelve el objetivo de una conspiración homicida, nuestro héroe asume la tarea de protegerlo a toda costa, por lo menos hasta descubrir el misterio que le envuelve.

 

Esta no tan breve sinopsis incluye sólo lo necesario para que se den una idea del escenario y el conflicto principal de la obra, pero les aseguro que dejé fuera lo más interesante. Conforme avanza, nos vamos enterando de más acerca del variopinto grupo de personajes que se unen a lo que inicia como una fastidiosa expedición turística, y que pronto se atesta de peligros, revelaciones sorprendentes, rescates de último minuto y discusiones político-filosóficas. Es, a mi gusto, uno de los mejores textos de entre todos los libros rojos que encontré.

 


Alucinogenia de Dean R. Koontz (1968) es otro buen relato, y otro de los poquísimos que hacen alguna referencia a la efervescente contracultura juvenil de la época en la que fue escrito. El cuento predice que en la década siguiente las drogas psicodélicas se volverían más y más poderosas, lo que daría como resultado una generación de niños mutantes. Aunque algunos de ellos son discapacitados e inofensivos, algunos otros desarrollan poderes psíquicos capaces de causar daños terribles o hasta alterar la realidad, por lo que son cazados y eliminados por un Estado totalitario. Este último había surgido y tomado el poder con el pretexto de defender a la sociedad del comunismo y de “corrientes subversivas” al interior del país. Esto se me hizo tan jodidamente actual…

 

Nuestros protagonistas son Frank y su esposa Laurie, quien es secretamente una “hija de los psicodélicos”. La pobre sufre de ataques, parecidos a la epilepsia, que ella no puede controlar y que producen daños graves a su alrededor con fuertes ondas psicoquinéticas. Su amoroso marido la cuida, esconde y procura llevarla al campo abierto para que sus episodios no hagan daño y ellos no sean descubiertos.

 

Vaya, todo esto me recordó muchísimo a X-Men, (y concretamente a lo que sucede con Charles Xavier en la película Logan de 2017). Los cómics de los Hombres-X ya se publicaban desde 1963, pero no tendrían mucho éxito sino hasta la década siguiente, así que no creo que haya habido inspiración directa. Más bien me parece claro que tanto las historietas como este relato retoman inquietudes muy presentes en el clima cultural de los sesenta: la lucha contra la discriminación, la desconfianza en el gobierno, la explotación de temores sociales para hacer avanzar el autoritarismo… En fin, que aquí Koentz dejó un buen reflejo de sus tiempos, con planteamientos relevantes para los nuestros.

 

Casa propia de Ann MacLeod (1968) es un cuento kafkiano y absurdista, en el que un hombre es comido progresivamente por su nueva casa, ante la indiferencia de todos los que lo rodean. Supongo que es una sátira social sobre la forma en la que nos desvivimos por cumplir con las expectativas de éxito que el mundo moderno nos impone, pero para el caso he leído mejores. MacLeod es la obligatoria única mujer en la antología, pero no pude encontrar absolutamente nada sobre ella ni qué otras cosas habrá escrito.

 

El conflicto de Ilya Varshavsky (1967) es tan olvidable que ya olvidé de qué iba… Ah, ya lo revisé otra vez. Una mujer se siente desplazada por su robot niñera. Nada espectacular, pero llama la atención por ser el único relato de un autor no anglosajón en los cuatro volúmenes.

 


Usted lo recordará perfectamente de Phillip K. Dick (1966) es, por supuestísimo, el cuento en el que se basa la clásica película Total Recall de Paul Verhoeven con Arnold Schwarzenegger (1990). El cuento va de un aburrido empleado de oficina que acaricia la idea de visitar Marte; como tal viaje está fuera de sus posibilidades, se decide a comprar recuerdos virtuales de haber tenido la experiencia, tal como los ofrece la compañía Rekal. El asunto se torna problemático, cuando la diferencia entre fantasías, recuerdos falsos y recuerdos auténticos comienza a difuminarse.

 

La película sigue solamente la primera mitad del cuento, de un tono más bien satírico y ácido, y luego toma un camino completamente distinto, convirtiéndose en un clásico del cine de acción ochentero (sí, para ser precisos es de 1990, pero véanla, culturalmente es más ochentera que otra cosa). Sin embargo, cuento y película retoman algunas de las inquietudes centrales del autor: la angustia ante una realidad que se desdibuja en la virtualidad, en un mundo en el que cada vez más aspectos de nuestra existencia son comercializables.

 

Dick es hoy reconocido como uno de los grandes escritores de ciencia ficción del siglo XX, una de las figuras centrales de la Nueva Ola, y un autor clave en el nacimiento del Cyberpunk. Pero cuando esta antología se publicó, su carrera estaba apenas despegando. Había ganado un Hugo en 1962 por El hombre en el alto castillo, pero las consideradas sus obras maestras, Ubik y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, todavía se encontraban en el futuro. Fue grato leerle en esa etapa, y su texto constituye el segundo mayor atractivo del compendio. Éste y el de Zelazny hacen que todo el volumen valga la pena.

 

En la década de los 80 diversos problemas comenzaron a afectar a Bruguera, que finalmente fue adquirida por Grupo ZETA. Bajo esta nueva matriz, Bruguera se transformó en el sello Ediciones B, que luego fue vendida a la cada vez más poderosa Penguin Random House. La rama editorial de Bruguera en México continuó publicando novelas de vaqueros por algún tiempo.

 

Así acaba la historia de una de las editoriales más influyentes en el desarrollo de la ciencia ficción en nuestra lengua. Sin embargo, nosotros no hemos terminado nuestro viaje. Hay todavía una antología por la que quiero guiarles, y para ello tendremos que cruzar la Cortina de Hierro…


PD: Quiero agradecer al proyecto La Tercera Fundación, sitio pionero en la difusión de la sci-fi en el Internet de habla hispana, y donde encontré la mayoría de la información que aquí les compartí.


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