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“Fue un domingo, despuĂ©s de la misa catĂłlica. Cuando volvĂamos a casa veĂamos pelĂculas de terror todo el dĂa en Canal 6. Fue la primera vez que vi Frankenstein. Y en el momento en que Boris Karloff cruzĂł el umbral tuve una epifanĂa. Tuve una experiencia como la de San Pablo en el camino a Damasco. Me di cuenta de que entendĂa mi fe o mis dogmas mejor a travĂ©s de Frankenstein que con la misa dominical. Vi la resurrecciĂłn de la carne, la inmaculada concepciĂłn, Ă©xtasis, estigmas... Y decidĂ a los 7 años que la Creatura de Frankenstein serĂa mi avatar personal, mi mesĂas personal”
Guillermo del Toro
¡Hola! Les doy la bienvenida a la segunda parte de este sobrepensado y excesivamente largo ensayo de análisis sobre la versiĂłn de Frankenstein de Guillermo del Toro. La clase pasada hablábamos de cĂłmo para entender esta obra hay que leerla a la luz no sĂłlo de la novela de Mary Shelley, sino de la vida cultural de Frankenstein desde su apariciĂłn en 1818 hasta nuestros dĂas, y de la misma filmografĂa de Guillermo del Toro. Vimos cĂłmo en varios de sus aspectos, esta nueva pelĂcula confronta y concilia las diferentes versiones del mito frankensteiniano y además le imprime una identidad autorial propia.
Nos quedamos en que esta versión del Monstruo es más gentil y menos vengativa que la de la novela porque sà recibe afecto y educación, principalmente por parte del anciano ciego. Pero hubo otro personaje que contribuye a moldear su carácter: Elizabeth.
V. LILITH
Ésta es mi Elizabeth favorita de toda la filmografĂa de Frankenstein, y no es sĂłlo que Mia Goth sea una reinota y una de las mejores actrices de su generaciĂłn. ¿Que cĂłmo puedo decir eso, si el personaje está completamente cambiado, convertido en una girlboss empoderada? Me alegra que preguntes…
En la novela Elizabeth parece un personaje bastante plano, con muy poca agencia, escasas oportunidades de expresar algo más que devociĂłn por sus seres queridos. Se define casi por completo por su relaciĂłn con VĂctor y la familia Frankenstein. En la versiĂłn de 1818 es la prima de VĂctor, mientras que en la de 1831 es una huĂ©rfana sin conexiĂłn de sangre con Ă©l. Sin embargo, en ambos casos ella es adoptada por los Frankenstein y crece con VĂctor como una hermana. Cuando Caroline, la madre de VĂctor, muere por unas fiebres, Elizabeth toma las funciones de cuidado y administraciĂłn del hogar, como se esperarĂa de la hija mayor de la familia.
Digo que parece porque hay que recordar que la mayor parte de la novela está relatada a travĂ©s de la voz de VĂctor, quien es un narrador poco confiable. Mary Shelley lo caracteriza bastantito como a su esposo Percy: un joven brillante, pero egocĂ©ntrico, demasiado ocupado en sus propias fantasĂas como para ver las necesidades y deseos de los demás. Si la narraciĂłn nos pinta a Elizabeth como poco más que la bella y virtuosa hermana / novia de VĂctor es porque asĂ la percibe Ă©l.
Creo que una de las instancias más tragicĂłmicas de esta ceguera se desarrolla a lo largo del Ăşltimo tercio de la novela. Cuando el Monstruo amenaza a su creador con “estar presente en su noche de bodas”, el tonto de VĂctor entiende que va a ir a matarlo a Ă©l, mientras que es obvio para cualquier lector que Elizabeth es quien está siendo amenazada. Llega la noche de bodas y, en su estulticia, VĂctor sale a presentar pelea al Monstruo. DespuĂ©s de años de abandonar constantemente a Elizabeth, la deja sola una Ăşltima vez, lo que resulta fatal.
Hay un par de momentos que permiten atisbar que ella es más que la damisela esperando pacientemente a su amado, y que tiene inquietudes intelectuales, Ă©ticas y sociales. VĂctor narra que, antes de partir a Inglaterra para emprender nuevos estudios:
“Elizabeth aprobĂł las razones de mi partida, lamentando sĂłlo que ella no tuviera las mismas oportunidades de ampliar su experiencia y cultivar su entendimiento”.
A lo cual nuestro vato todo meco pone menos atenciĂłn que a sus descripciones prolĂficas del paisaje. En un capĂtulo anterior, durante el juicio contra Justine, acusada injustamente, es Elizabeth quien presta su elocuencia para la defensa y, cuando Ă©sta falla, quien lanza una diatriba contra la crueldad de la justicia punitiva.
Esta larga digresiĂłn era para demostrar que ya habĂa por lo menos el potencial para que Elizabeth fuera más. Guillermo del Toro lo demuestra liberándola de VĂctor, por partida doble. En la novela está destinada desde la niñez a ser la esposa de VĂctor. Del Toro le quita esa carga y le da toda una vida lejos del protagonista. Y tambiĂ©n la libera del filtro narrativo de VĂctor, permitiĂ©ndonos verla y escucharla directamente. SĂ, la voz en off es de VĂctor y por lo tanto es subjetiva, pero la cámara nos muestra momentos en los que VĂctor no estaba presente, por lo que podemos concluir que la narraciĂłn visual es objetiva.
Pero Del Toro va más allá y hace a Elizabeth no cualquier mujer, sino un avatar de Mary Shelley. Recordemos que en su tiempo fue considerada una feminista radical y escandalosa, al igual que su madre, Mary Wollstonecraft, de quien recibiĂł enormes influencias. A travĂ©s de Elizabeth se canalizan las ideas que aquellas dos mujeres extraordinarias defendĂan. Esto está bien representado en el primer diálogo que tienen VĂctor y Elizabeth, en el que ella cuestiona el afán de luchar y sacrificarlo todo por ideas, un discurso que va perfectamente a tono con los mensajes de la novela y con la filosofĂa de Mary Shelley.
“Honor. Patria. Valor. Éstas son ciertamente ideas valiosas y elevadas en sĂ mismas. ¿No lo cree? Y sin embargo, hay hombres muriendo por ellas. De una manera nada elevada, boca abajo en el barro, ahogándose en sangre, gritando de dolor. Hombres que eran padres, hermanos o hijos de alguien están ahĂ fuera. Hombres que fueron alimentados, cuidados, criados y educados por sus madres en este mundo, solo para caer en un campo de batalla remoto, lejos de aquellos que provocan estas tragedias. Esos hombres permanecen en casa, intactos por la sangre o la bayoneta, con la piel sin abrir, sus mantas cálidas y limpias. Eso es lo que ocurre cuando las ideas son perseguidas por necios.”
Contrario a lo que muchas veces se piensa, Frankenstein no tiene un mensaje contra las ciencias, que fascinaban a Mary Shelley. Es más bien una advertencia contra una forma de aproximarse a la ciencia que es tĂpicamente “masculina”. Masculino y femenino no deben entenderse aquĂ como categorĂas esenciales, sino constructos de lo que la sociedad ha considerado tradicionalmente propio de un gĂ©nero o de otro: lo masculino domina e impone, lo femenino cuida y nutre. AsĂ, una actitud masculina hacia la ciencia usa el conocimiento para obtener poder y el poder para obtener más conocimiento; se trata de dominar, de conquistar y controlar al mundo natural. En la novela, VĂctor Frankenstein habla de penetrar los secretos de la Naturaleza, que es una ella en el inglĂ©s original; el lenguaje generizado no es casualidad.
A ello Mary Shelley opone una aproximaciĂłn ”femenina”, basada en el respeto y apreciaciĂłn por la naturaleza. Esta Elizabeth está fascinada por los insectos y encuentra maravillas en los seres más humildes de la creaciĂłn:
“Mi interĂ©s en la ciencia se inclina hacia lo más pequeño. MoviĂ©ndose con la naturaleza, quizá a los ritmos de Dios”.
Mientras VĂctor persigue nada menos que el control sobre la vida y la muerte, Elizabeth mira hacia lo más pequeño y quiere moverse junto a la naturaleza, no sobre ella. ¡Todo esto es absolutamente fiel al espĂritu de la novela! Es sĂłlo que el cineasta nos lo está presentando de una forma diferente a lo que ya hemos visto.
Esa fascinaciĂłn por los insectos, por lo más pequeño, lo que es usualmente despreciado, predispone a Elizabeth para apreciar a la Creatura en el momento en que la ve. Mientras que VĂctor sĂłlo ve en su creaciĂłn el resultado de un experimento que dĂa con dĂa lo decepciona más y más, Elizabeth ve en Ă©l a un ser individual que tiene valor en sĂ mismo, cuya existencia es un milagro, alguien con la inocencia de un niño, que es capaz del sufrimiento y que por lo tanto merece empatĂa.
Al mismo tiempo, la mariposa en el frasco sirve como metáfora para sĂ misma, una persona extraordinaria constreñida por una sociedad que no está lista para ella. O sea, tal como lo fue la misma Mary Shelley, quien bien habrĂa podido decir las mismas palabras finales que enuncia Elizabeth:
“Mi lugar nunca fue en este mundo. BusquĂ© y anhelĂ© algo que no podĂa ni nombrar. Pero en ti lo encontrĂ©.”
Ok, aquĂ viene una crĂtica que me parece válida: si Elizabeth es una mujer tan extraordinaria, ¿por quĂ© está con William en primer lugar? Digo, parece un buen chico, pero se ve muy normi para los gustos de ella.
Elizabeth siente atracciĂłn por VĂctor, un hombre brillante y con una personalidad dominante, pero se da cuenta de que esa relaciĂłn no tiene futuro y decide cortarla antes de ir más lejos que el coqueteo. Por el Monstruo siente una afinidad espiritual que llega a lo más profundo de su ser… Y, supongo, tambiĂ©n algo de atracciĂłn monsterfucker, aunque en la peli todo se muestra muy platĂłnico.
El caso es que las pasiones de Elizabeth por estos dos están muy bien comunicadas a la audiencia. En cambio, ¿quĂ© siente ella por William? Ni siquiera están mucho tiempo juntos en pantalla, y tampoco tienen una gran quĂmica que digamos. La verdad se siente como si esa relaciĂłn existiera solamente para traer a Elizabeth a escena.
Por otro lado, ¿por quĂ© Del Toro casteĂł a Mia Goth en un doble papel como Elizabeth y como la madre de Frankenstein? Esto, que no notĂ© a la primera, es algo que nunca habĂamos visto en otras adaptaciones. Sin embargo, quizá el siguiente pasaje nos ayude a entenderlo; describe una pesadilla que VĂctor tuvo poco despuĂ©s de darle vida la Creatura:
“Me dormĂ, pero me perseguĂan los sueños más salvajes. CreĂa ver a Elizabeth, en la flor de la salud, caminando por las calles de Ingolstadt. Deleitado y sorprendido, la abracĂ©; pero cuando estampĂ© el primer beso en sus labios, se tornaron lĂvidos con la exhalaciĂłn de la muerte; sus rasgos parecĂan cambiar y creĂ tener en los brazos el cuerpo muerto de mi madre; un paño cubrĂa sus formas y vi los gusanos de los sepulcros deslizarse entre los pliegues de la franela.”
Algo ciertamente edĂpico, como el hábito de siempre beber leche que tiene el VĂctor de la pelĂcula (¿se fijaron?). Creo que en pocas palabras podemos interpretarlo de la siguiente manera: la tragedia de este VĂctor Frankenstein es que quiere ser amado con la misma ternura incondicional que recibiĂł de su madre, pero sĂłlo es capaz de tratar a los demás como lo tratĂł su padre…
VI. SATURNO
El padre de VĂctor es un personaje al que no le suele dar mucha atenciĂłn en las adaptaciones, que a menudo lo excluyen. En la novela, Alphonse Frankenstein es un hombre amable y cariñoso. TambiĂ©n es muy rico, y miembro del gobierno republicano de Ginebra. Una versiĂłn teatral de 1927 lo convirtiĂł en un barĂłn, cambio que permaneciĂł en la pelĂcula de 1931 y la de 1957. La versiĂłn de Kenneth Branagh de 1994 innovĂł haciĂ©ndolo un mĂ©dico, alguien cuyos pasos el joven Frankenstein estaba destinado a seguir. Finalmente en Victor Frankenstein, pelĂcula de 2015 dirigida por Paul McGuigan, el señor aparece como un padre abusivo siempre decepcionado de su hijo.
Del Toro tomĂł un aspecto de cada una de esas versiones. Su Leopold Frankenstein (supongo que es otro nombre porque es un personaje muy diferente) es un barĂłn, un mĂ©dico y un padre abusivo… ¡Y además está interpretado por Charles Dance, al igual que en la pelĂcula de 2015!. Por eso les decĂa que si Del Toro no vio esa cinta de McGuigan entonces tenemos aquĂ muchas coincidencias.
La paternidad es uno de los temas más importantes del libro. Mary Shelley lo escribiĂł cuando ella misma habĂa sido repudiada por su padre, el filĂłsofo William Godwin. Al mismo tiempo, hay mucho de Percy Shelley en Frankenstein (de hecho,VĂctor era uno de los apodos del poeta): un padre y esposo negligente que abandonĂł a su familia anterior para irse con Mary, y que luego la abandonaba a ella a cada rato para irse a hacer tonterĂas románticas. El dolor por esos abandonos transpira por toda la novela; la furia del Monstruo es la furia de Mary.
La paternidad ha sido tambiĂ©n uno de los temas más importantes en la filmografĂa de Del Toro, llena de figuras paternas complicadas, cuando no de plano antagĂłnicas. Para Ă©l hacer Frankenstein era una forma de explorar y procesar su propia relaciĂłn con su padre (y con sus hijos). En ese sentido, la versiĂłn deltoriana es fiel a la novela: igual que en Mary Shelley, Frankenstein es una catarsis y terapia para el artista, pero como son personas diferentes el resultado final tiene que ser otro.
En la novela el mayor pecado de Victor es el abandono, la irresponsabilidad y falta de consideraciĂłn por los otros, que tienen origen en su egocentrismo y megalomanĂa. Esto se explica por el privilegio en el que creciĂł: toda su vida se le dio todo, Ă©l daba por sentada toda la buena fortuna que lo rodeaba y nunca tuvo que considerar las necesidades de nadie más. Pero nunca es malo a propĂłsito.
En cambio, este VĂctor es insensible, severo, incluso cruel; es emocionalmente inaccesible, con un complejo de superioridad no reconocida y privilegio agraviado. Cree que lo merece todo, que no debe nada a nadie, y no pondera ningĂşn impedimento moral para lo que hace. Ya sea intentado crear vida o seducir a la prometida de su hermano, ningĂşn escrĂşpulo lo detiene, ni una duda siquiera cruza por su mente. Todo en el mundo existe para servirle a Ă©l, todo es un instrumento de sus deseos… Como Ă©l mismo fue un instrumento de los deseos y sueños de grandeza de su padre. Leopold presionaba a VĂctor para buscar la perfecciĂłn, y castigaba cualquier fallo o insuficiencia. Hasta su mismo nombre, VĂctor, nace del deseo de su padre de verlo convertido en un conquistador. AsĂ, de la misma manera en que su padre hacĂa con Ă©l, vemos que VĂctor azota y maltrata a su Creatura porque Ă©sta no cumple sus expectativas.
Por cierto, si en la novela VĂctor abandona al Monstruo instantes despuĂ©s de crearlo, tanto en la versiĂłn de 1931 como en la 1957 trata de criarlo antes de decidirse a destruirlo, justo como sucede en esta nueva peli. Y en la del 31 el pobre Monstruo es maltratado con azotes y encadenado en una mazmorra, aunque no directamente por su creador, sino por el asistente jorobado. De nuevo, Del Toro va hilando juntas las diferentes versiones del mito.
TambiĂ©n podemos detectar en la novela otro tema importantĂsimo para Mary Shelley: la maternidad. El trauma del embarazo y del parto, el duelo de la pĂ©rdida de los hijos; el sentimiento de culpa de haber causado la muerte de la propia madre, una figura a la cual idealizaba, pero que no conociĂł… Se ha señalado mucho el peso de la ausencia de las madres en Frankenstein, en especial el hecho de que el Monstruo literalmente nunca tuvo una.
En el libro, la madre de VĂctor muere por una fiebres. Fue la pelĂcula de Branagh la que introdujo su fallecimiento como consecuencia de dar a luz a William, lo cual alimenta la obsesiĂłn del joven de “conquistar a la muerte”. Del Toro retoma este punto, pero hace el trauma de la pĂ©rdida materna más profundo y por partida triple: sucede cuando VĂctor era muy joven, le quita a la Ăşnica persona que lo querĂa con ternura, y le demuestra las limitaciones e imperfecciones de una figura paterna a la que, hasta ese momento, habĂa creĂdo todopoderosa.
Tanto Guillermo como Mary tuvieron padre y madre, pero sĂłlo Mary fue madre y sĂłlo Guillermo es padre. AsĂ como Mary puede dar una perspectiva Ăşnica sobre ser madre y ser hija, Guillermo nos da una perspectiva de la paternidad muy personal. Mientras que en Mary el conflicto paternal va sobre el abandono y la irresponsabilidad, en Guillermo trata sobre ciclos generacionales de abuso. Toda la carrera del mexicano, y en particular esta pelĂcula, ha sido el proceso por el cual el artista hace las paces con su complicado legado paterno, exorciza su miedo a repetir los mismos errores y se compromete a romper con los ciclos de abuso. Y es por eso que la pelĂcula tiene que terminar con una reconciliaciĂłn.
VII. PROMETEO
Se habrán dado cuenta de que he estado dando rodeos para no hablar directamente de los dos protagonistas: VĂctor y su Monstruo. Esto es porque me pareciĂł necesario arrojar alguna luz sobre todo aquello que les rodea, para que ahora que los tenemos bajo la mira podamos observarlos con claridad.
Creo que Jacob Elordi es el mejor Monstruo que nos ha dado la filmografĂa de Frankenstein, con perdĂłn de nuestro querido Boris Karloff. Me sorprendiĂł que el actor australiano, al que no veĂa más que como un niño bonito de romances adolescentes, atinara tan perfectamente al personaje con su voz, sus gestos, su lenguaje corporal. Elordi logrĂł capturar como ningĂşn otro actor la ternura e inocencia del Monstruo en sus primeros dĂas de existencia, asĂ como su rabia y dolor tras el descubrimiento de su origen.
El VĂctor de Ă“scar Isaac me convence un poco menos, no porque el hombre no haya dado una gran actuaciĂłn, que sĂ lo hizo, sino porque simplemente no me agrada esta caracterizaciĂłn en particular de ser taaan cretino. Eso sĂ, Isaac tambiĂ©n capturĂł los puntos esenciales del personaje, con esa mezcla de pasiĂłn y arrogancia, de sutil crueldad y de profundo dolor que lo acompañan todo el tiempo.
La clase pasada habĂamos dicho que la reconciliaciĂłn final fue posible por razones intradiegĂ©ticas y extradiegĂ©ticas. Hemos visto las primeras: por un lado, el Monstruo es más gentil, y es asĂ porque recibiĂł cariño y empatĂa. Por otro, VĂctor escucha la historia de su hijo justo antes de morir, en un momento en que su hubris ya ha sido castigada, lo ha perdido todo y ha enfrentado sus pecados, lo que lo hace receptivo y abierto a cambiar su actitud. Las razones extradiegĂ©ticas tienen que ver con los propĂłsitos e intenciones del autor: uno, como ya vimos, la reconciliaciĂłn es necesaria porque Ă©sta es una forma del artista de resolver sus conflictos paternales; dos, Del Toro siempre se pone de parte del monstruo.
Es un lugar comĂşn decir cosas como que el verdadero monstruo es VĂctor Frankenstein, pero Ă©sa es una lectura simplista de la novela, que en cuanto a la moralidad tiene muchos matices y tonos de gris. VĂctor es soberbio, negligente y egocĂ©ntrico, pero nunca es cruel ni hace daño a propĂłsito, y ama sinceramente a su familia y amigos. El Monstruo, por su parte, comete actos atroces y se dedica a destruir poco a poco la vida de su creador. Entre sus crĂmenes está el asesinato de un niño pequeño y de una joven en su lecho de bodas. SĂ, su malevolencia es resultado del abandono parental y el rechazo social que ha sufrido, pero no deja de ser una criatura racional que comete crĂmenes contra personas inocentes, a sabiendas y por elecciĂłn propia.
Esa complejidad moral, en la que tanto creador como Creatura son vĂctimas y victimarios, ha estado presente en las mejores y más cĂ©lebres adaptaciones, desde las de Whale hasta la de Branagh. La Ăşnica excepciĂłn notable serĂan las de Fisher, en las que Frankenstein, interpretado por Peter Cushing, es un individuo verdaderamente desalmado y su Monstruo es apenas un zombi asesino sin alma ni pensamiento.
Del Toro se deshace por completo de esos matices y nos da un cuento con una moralidad mucho más simple, más en blanco y negro. Su Monstruo es impoluto y sĂłlo mata en defensa propia o por accidente; su VĂctor es un patán casi sin virtudes que lo rediman. Ésta es una crĂtica que se ha hecho a la pelĂcula, y creo que es muy válida. Donde la novela nos dejaba conflictos sin resoluciĂłn y preguntas sin respuestas fáciles, Del Toro nos presenta buenos y malos claros y sin ambigĂĽedades.
Entiendo que don Memo querĂa que el pĂşblico pusiera, como hace Ă©l, toda su empatĂa en la Creatura. Me queda claro que quiso hacer por el Monstruo de Frankenstein lo que ya habĂa hecho por el Monstruo de la Laguna Negra en La forma del agua: darle un poco de felicidad a un personaje por el que a todas luces siente un gran cariño. Pero no dejo de pensar que habrĂa sido más interesante lograr esto con un ser que tuviera las manos manchadas de sangre inocente. Definitivamente, ahĂ se perdiĂł algo.
Y sĂ, la parte en la que William le dice a VĂctor “tĂş eres el monstruo” es sĂşper cutre. Al nivel “salva a Martha”. Es una falta de respeto a la inteligencia del lector enunciar de forma tan directa una de las moralejas de la pelĂcula. Además, está completamente fuera de lugar en cuanto al desarrollo de los personajes y del relato; la vi dos veces y no hallĂ© nada que motivara a William a decir esas cosas justo en ese momento.
Sin embargo, nada de eso quita que valga la pena tratar de entender la relación de Guillermo con los monstruos, y por qué resuena en un público tan amplio. El monstruo representa al Otro, el que no es como uno ni como la sociedad normal, y por lo tanto es tratado con desconfianza, desdén o de plano repudio.
Guillermo del Toro es un whitexican rico de Guadalajara, cierto. Pero tambiĂ©n fue un niño ultrañoño y gordito. De entre los privilegiados, los nerds solemos ser los más marginados. Idealmente, esto nos deberĂa hacer empáticos a la marginaciĂłn que sufren grupos en verdad oprimidos, aunque por la enorme cantidad de ñoños fachos hemos visto que no siempre es asĂ. Don Memo, en cambio, es uno de los buenos. Sus monstruos pueden identificarse con la gente queer, las personas racializadas, las neurodivergentes, las mujeres oprimidas, o los bichos raros inadaptados en general. Ésta es la gente que se siente atraĂda por su arte.
AquĂ iba a incluir una digresiĂłn sobre la subcultura friki de los y las monsterlovers (o monsterfuckers), personas, sobre todo mujeres, que leen, escriben, ilustran y cultivan fantasĂas románticas, incluso erĂłticas, sobre monstruos atractivos. De hecho, precisamente La forma del agua contribuyĂł a que esta subcultura se volviera más o menos mainstream. Pero como ya nos estábamos pasando de la raya con la extensiĂłn de este mamotreto, nomás dirĂ© que esta nueva peli ha sido un hitazo en ese mundillo, y que basta preguntar para topar con un montĂłn de morras a las que esta versiĂłn de la Creatura les pareciĂł atractiva y sexi, en fĂsico y personalidad. Como me dijo una amiga cuando lo vio: “se me moviĂł el Ăştero”.
Oh, y por cierto, sĂ hay un precedente en el que la Creatura se queda con Elizabeth: El joven Frankenstein (1974) la parodia/homenaje de Mel Brooks, que Del Toro cita como otra de sus influencias.
Y es que además el Monstruo de Frankenstein ocupa un lugar especial en el santoral deltoriano. No es cualquier monstruo, sino el santo patrono, el mesĂas incluso, tanto de Guillermo como de todos los frikis y weirdos. Y no estoy usando esos tĂ©rminos de a gratis…
Los motivos religiosos empapan el relato original de Mary Shelley, con sus referencias directas a ParaĂso perdido. Si VĂctor Frankenstein está jugando a ser Dios, ¿entonces quiĂ©n es su hijo? Mary Shelley explĂcitamente compara al Monstruo con Adán y con Lucifer, ambos maltratados por su Creador. Guillermo del Toro va todavĂa más allá y lo hace análogo a Cristo: un ser creado sin uniĂłn sexual, un “hijo del hombre”, que muere por nuestros pecados. Relean la cita que encabeza este texto.
James Whale ya habĂa hecho paralelismos entre el Monstruo y JesĂşs en cuanto a vĂctimas del rechazo e incomprensiĂłn del mundo, sobre todo en La Novia de Frankenstein, que incluye una analogĂa de la CrucifixiĂłn. Del Toro tambiĂ©n lo crucifica en la secuencia de la creaciĂłn. He ahĂ otra razĂłn por la cual este Monstruo debĂa tener un final, si no feliz, esperanzador: porque es una historia de redenciĂłn para todos los bichos raros del mundo.
VIII. CONCLUSIONES
AsĂ, a estas alturas hemos explorado desde diferentes ángulos por quĂ© VĂctor, su Monstruo y su historia son como son. Nos podrán gustar o no las decisiones que tomĂł Del Toro, pero podemos ver que no fueron a la ligera ni simplemente por el deseo de hacer la pelĂcula “más comercial” o algo asĂ. Creo que tras todo lo que hemos dicho podemos desechar la queja de que la pelĂcula “no es fiel al libro”. Le es fiel no sĂłlo a la obra de Mary Shelley, sino a una tradiciĂłn cultural de doscientos años.
SĂ, yo tambiĂ©n me quedo a la espera de una adaptaciĂłn que siga más de cerca lo que sucede en la novela. En particular me parece inverosĂmil que no hayamos tenido una producciĂłn mayor dirigida por una mujer, tratándose Frankenstein de una de las piezas de literatura femenina más influyentes de la historia.
No me cabe duda de que esta pelĂcula ha llegado para formar parte del canon fĂlmico de Frankenstein, y seguro se volverá un clásico de este pequeño renacimiento gĂłtico que parece que estamos viviendo. Espero que estĂ©n de acuerdo en que, para bien o para mal, no se trata de una obra cualquiera, sino una para mirar con atenciĂłn, pensar y conversar al respecto. Si no, miren que llevamos acá ya 15 páginas. Deseo que hayan disfrutado esta lectura tanto como a mĂ me gusta mamar sobre ñoñadas, y ojalá se animen a dejar sus comentarios sobre sus propias impresiones e interpretaciones de la cinta.
Ahora sĂłlo me queda alzar la copa y brindar con ustedes: ¡Por un nuevo mundo de dioses y monstruos!
FIN
Posdata: Qué chafa estuvo todo el CGI de los animalitos. Don Memo es muy cuidadoso con los efectos especiales prácticos y éstos sà se ven fabulosos en la peli. Apuesto a que lo del CGI se lo ordenó Netflix para ahorrar en gastos.
¡Hey, muchas gracias por leer! Ésta será mi Ăşltima entrada del año y ahora me tomarĂ© un necesario descanso. Esta entrada se publicĂł con anticipaciĂłn para mis mecenas en Patreon, a quienes quiero agradecer de corazĂłn por su apoyo a lo largo de estos doce meses. TĂş tambiĂ©n puedes ayudarme a seguir creando y pagar el Internet con una aportaciĂłn. TambiĂ©n puedes hacer un donativo vĂa Paypal; todo se agradece mucho. Mientras tanto, te dejo con otros textos que podrĂan ser de tu interĂ©s:
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