Y
mientras la clase media en Turquía se ha cansado del autoritarismo del régimen conservador que gobierna ese país, del otro lado del mundo, en Brasil, otra nación que ha experimentado un espectacular crecimiento económico en los últimos años, un movimiento similar en muchos sentidos ha estallado. Como en Turquía, está protagonizado por jóvenes de clase media molestos con el statu quo que utilizan principalmente medios pacíficos (aunque ha habido notorios actos de violencia y vandalismo) para luchar por un cambio en pos de una mayor democratización de la sociedad [¿Por qué los jóvenes de clase media? Porque son los que están educados y conectados, y comparten los ideales democráticos.
Ver aquí].
Pero existe una gran diferencia: en los países árabes se trataba de dictadores; en Turquía es un gobierno autoritario de derechas; en España han sido gobiernos tanto de izquierdas como de derechas bastante incompetentes y corruptos unos y otros... Por el contrario, en Brasil nos topamos con que los últimos gobiernos, de Luiz Ignácio da Silva (2003 - 2011) y de Dilma Rousseff (2011 a la fecha), son gobiernos liberales de izquierda, continuación el segundo del primero, elogiados ambos por su desempeño.
Tanto Lula da Silva, como su sucesora, son lo que podríamos clasificar como socialdemócratas; esto es, demasiado socialistas para los neoliberales y demasiado neoliberales para los socialistas. Con todo, no se pueden negar sus logros tanto en materias de justicia social como de crecimiento económico y de posicionar a Brasil como una nación influyente en el concierto mundial; aunque, desde luego, no están exentos de críticas.
Por supuesto, las cosas en Brasil están ahora mucho mejor que hace 15 años: se convirtió en la octava economía del mundo, 20 millones de personas salieron de la pobreza y la clase media creció del 35 al 50% de la población [
más info acá].
En una entrevista que se publicó en el diario La Jornada [
ver aquí], se da esta semblanza de Lula:
"Luiz Inacio Lula da Silva es un ser práctico, intuitivo, que busca la resolución concreta de los problemas. Fue en buena medida gracias a esa capacidad, que se desarrolló en Brasil un complejo proceso de articulación política que tornó posible la prioridad de lo social y la promoción de políticas igualitarias, la soberanía externa y la recuperación del papel activo del Estado en la construcción de los derechos ciudadanos."
Pero esto no significa que en Brasil ya TODO esté bien. No sólo el país arrastra décadas de atraso económico, social y educativo, que no es fácil superar ni con el gobierno más eficiente, y no debe olvidarse que las administraciones de Lula y de Rousseff han tenido lo suyo en cuanto a insuficiencias, metas no alcanzadas, inseguridad, crimen y corrupción.
Luego, el gobierno de Rousseff puede presentarse como una continuación del de Lula, y en gran parte fue el prestigio del primero lo que le permitió ganar las elecciones. Pero la política de Rousseff se ha concentrado más en convertir a Brasil en potencia mundial, cueste lo que cueste, que en la inclusión social que caracterizaba al gobierno de Lula. En cambio, a partir de su gobierno se ha vivido un fortalecimiento de las rancias élites políticas y económicas.
El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos sintetiza los rasgos del gobierno de Dilma Rousseff de la siguiente manera [
nota completa aquí]:
"Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor. La calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional, que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como 'obstáculos al crecimiento' simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida."
A esto añadamos que ninguno de los últimos dos gobiernos le ha dado importancia al diálogo con los jóvenes. Como dice el sociólogo brasilero Emir Sader [mismo enlace]:
"Pero, en ese marco, no hay políticas para la juventud por parte del gobierno federal. Consultados, seguramente la gran mayoría de los jóvenes vota al candidato del gobierno. Pero, sobretodo por los efectos de la mejoría en la situación general de las familias, así como por la existencia de muchos más cupos en las universidades, y también más puestos de trabajo.
Sin embargo, los temas específicos de la juventud no son atendidos por programas dirigidos directamente hacia ella. Ni respecto a la descriminalización de las drogas livianas, ni respecto a la legalización del aborto, entre otras cuestiones. El mayor líder político que Brasil ha tenido -Lula- no tiene un discurso específico hacia los jóvenes, no dialoga directamente con ellos."
Así que es natural que haya sectores insatisfechos con lo que no se ha hecho bien o lo que falta por hacerse. No obstante, hasta el momento no se habían dado muestras de descontento tan masivas (y en ocasiones, violentas) como las que están ocurriendo ahora. ¿Qué pasó? El detonante es la suma de dos situaciones: El alza a los costos del pasaje público y la ENORME inversión que el gobierno brasileño para la celebración de la Copa Mundial de Futbol y los Juegos Olímpicos.
¿Cómo está eso? Para decirlo de forma simplificada, los manifestantes se quejan de que en vez de invertir dinero en salud, educación, seguridad y otros servicios básicos que el Estado debería proveer a la ciudadanía, se gaste tanto (que, recuérdese, proviene de los impuestos que todos pagan) en la celebración de los dos magnos eventos deportivos. ¿Pero qué tiene esto de malo? ¿Acaso no el Mundial y las Olimpiadas traerán muchas ganancias para Brasil como país sede? Sí, pero no.
Hay que entender un punto muy importante sobre estos eventos: su principal problema es que socializa los gastos y privatiza las ganancias. El país puede ganar dinero por los turistas que lo visiten, pero lo que se gana por las Olimpiadas y el Mundial pasa directamente a las corporaciones privadas que los organizan. Entonces, el gobierno invierte dinero de la ciudadanía (y muchas veces hasta se endeuda, dejando dicho saldo para que los ciudadanos lo sigan pagando por los años venideros) para organizar un evento con el que van a lucrar las corporaciones [
ver más al respecto aquí].
Es como si un gobierno invirtiera en la infraestructura de una sala de espectáculos y todo lo necesario para realizar un concierto de los Jonas Brothers, y al final Disney sólo cobrara por las entradas (carísimas) y toda la parafernalia mercadológica, y ni siquiera se quedara a limpiar después del desmadre. Es exactamente así, sólo que a una escala mucho mayor. Entonces, lo que se reclama es que el gobierno meta todo ese dinero en proyectos que no benefician a la ciudadanía en vez de atender a las necesidades no resueltas de ésta.
Como antecedentes de estos eventos tenemos las protestas realizadas en las localidades de Natal y Porto Alegre en agosto-septiembre de 2012 y marzo de 2013, respectivamente, en las que los manifestantes lograron convencer a las autoridades de reducir los precios de los pasajes de autobús.
Las actuales protestas iniciaron por motivos y demandas similares en la ciudad de Goiânia en mayo de 2013 y se extendieron rápidamente a otras ciudades. El 11 de junio miles de brasileños salieron a las calles. Al descontento por el alza en los precios del transporte se sumaron la indignación por la brutalidad policiaca que se aplicó contra los primeros manifestantes, la sensación de impotencia por recientes escándalos de corrupción en la clase política y el rechazo al gobierno, al que muchos consideran traidor a sus orígenes marxistas y palero del neoliberalismo (es lo que les decía sobre ser socialdemócrata) [
ver más aquí y
también aquí y si no quedan convencidos,
también aquí].
Ahora bien, lo que hace tan especial especial el caso del Otoño Carioca es el hecho que el gobierno de Rousseff se ha manifestado abierto al diálogo y a la negociación. A diferencia de otros gobiernos, como el de Erdogan en Turquía, que desdeñan la importancia de los movimientos y la legitimidad de sus demandas, la administración brasileña inició por cancelar el alza en los precios de transporte, reconoció la validez de los reclamos de los manifestantes, propuso que se lleve a cabo un referéndum para tratar precisamente los temas que detonaron y alimentaron las protestas: educación, salud, transporte público y manejo de recursos [
más info aquí].
Siguiendo esta línea de escuchar las demandas de los manifestantes, la Cámara de Diputados de Brasil aprobó que se destinaran porcentajes de los ingresos nacionales del petróleo a la educación (75%) y a la salud pública (25%); así como también se aprobó la abolición del cobro de impuestos al transporte público (que además será gratuito para estudiantes) y la categorización de la corrupción política y la malversación de fondos públicos como delitos mayores. Para terminar, el mismo cuerpo legislativo rechazó por abrumadora mayoría una propuesta de ley que habría limitado los poderes del ministerio público para investigar actividades criminales en el gobierno [
aquí,
acá,
allá y
acullá].
|
Objetivos logrados por las protestas. Fuente: Wikipedia. |
¡Joder! ¡Eso es democracia en acción! Y es que la acción directa y la protesta social son también parte de la democracia, junto con la participación ciudadana, las asambleas populares y otras formas de incidir en la vida pública de una nación fuera de las instituciones gubernamentales establecidas. Los que quieren reducir el concepto de democracia a sólo elecciones, partidos y parlamentos son precisamente los que se benefician de que dicho sistema se mantenga intacto.
Vuelvo a citar a Boaventura de Sousa Santos:
"Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido el país que se despertó, fue la presidenta quien se despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma dejó claro que las respuestas represivas solo agudizan los conflictos y aíslan a los gobiernos. En ese sentido, los alcaldes de nueve capitales ya han decidido bajar el precio de los transportes. Es apenas un comienzo. Para que sea consistente, es necesario que las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido. Si fuese así, Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso."
Brasil entonces se presenta como un caso que podría volverse paradigmático en el contexto de la serie de movimientos sociales que se iniciaron a finales de 2010 con la Primavera Árabe. Si la negociación entre los manifestantes y el gobierno trae un resultado positivo, será un precedente para otros movimientos en otros países: "¡Hey, mira! Los brasileños alzaron la voz y el gobierno los escuchó. ¿Por qué no lo intentamos nosotros? ¿Por qué nuestro propio gobierno no nos escucha?"
Pero si las cosas no salen bien, podría ser una mal precedente. La envergadura de las manifestaciones ha disminuido después de los anuncios del gobierno, pero aún continúan, y ha habido no pocos incidentes violentos: destrucción de propiedad pública y privada. Si alguna de las dos partes, manifestantes o gobierno, se pone intransigente, lo que se diría es "¡Ajá! Miren el caso de Brasil: el gobierno quiso verse buena onda con esos revoltosos, pero por más que les daban ellos sólo querían seguir en su desmadre. ¡Lo único que funciona es la mano dura!". Sólo nos queda esperar a ver qué sucede.
|
"Profesor: Yo deseo para usted el salario de un diputado y el prestigio de un futbolista" |
POSDATA: El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan ha declarado que lo que sucede en Brasil es parte de la misma conspiración llevada a cabo por oscuras fuerzas internacionales para desestabilizar al país [
aquí]. La lógica conspiranoica afecta no solamente al chairo promedio, sino a una élite gobernante que se muestra incapaz de comprender los tiempos en los que actúa y los pueblos a los que gobierna.
Esta entrada forma parte de la serie Crónica de una Primavera Global, sobre los distintos movimientos sociales y de protesta que estallaron por todo el mundo entre 2010 y 2015. La historia continúa en las siguientes entregas:
6 comentarios:
Las manifestaciones actuales en brasil son tomadas por la derecha como una "evidencia" de que el mercado libre de izquierdas es otro sistema fallido. En realidad, todas estas manifestaciones son tomadas en ese sentido por los que les conviene que así sea. Pero nada más equivocado: es la transición de una democracia representativa a una participativa.
La manifestación en contra no es un rechazo total, si no un reclamo concreto. No es un "detestamos la socialdemocracia" si no "no están cumpliendo con lo que deberían". O, en otras palabras, que el pueblo quiere una vuelta de timón hacia el rumbo que les trajo tantos beneficios. Así debería ser tomada siempre la democracia, somo decisiones pragmáticas que lleven por el sendero adecuado, no como una guerra en la que te enquistes en la trinchera más rancia por una ideología fallida.
Si bien, las manifestaciones del siglo XXI se han tornado en la búsqueda de acuerdos, siguen adoleciendo de los males dogmáticos del siglo XX: mares de gente siguiendo ciegamente un ideal (que ha sustituido al caudillo). O por lo menos eso me parece a mí: que la sociedad bien informada no es tal, que pocos en las manifestaciones razonan realmente qué se debe hacer, y buscan una confrontación frontal y "final". Como si el final del dialogo llegara algún día.
Esperemos dejar atrás el fantasma del idealismo ciego del siglo veinte, y que sean menos los "peñabots" y los "pejezombies" y más aquellos que estén dispuestos a mirar por un futuro mejor, que tal vez no se logre como nosotros "los buenos" ni como los otros "los malos" deseen, si no de una tercera manera, que incluya lo mejor de los bandos confrontados. Y que nos incluya a todos.
Digo.
(un saludo después de mucho sin comentar, sigo leyéndote aquí en un rincón del norte, muy callado en mi pupitre)
¡Pero si la fluorización del agua es un intrincado complot comunista!
Ya, fuera de leseo, ¿Cómo dialogas con un movimiento completamente horizontal y acéfalo?
Aquí, enmarcado en el conflicto estudiantil, varios estudiantes secundarios ocuparon sus respectivos liceos (públicos, casi en su totalidad). Resulta que como aquí la educación pública básica y media (entre los seis y dieciocho años) es administrada por los municipios y no por el Estado, el diálogo le correspondía a cada alcalde correspondiente. ¿Qué era lo que pasaba? Los muchachos deponían las tomas, "democráticamente" iniciadas, y al día siguiente, una minoría se lo tomaba de nuevo con otras exigencias. Y claro, dichos alcaldes no recurrían a la fuerza pública como corresponde (estamos hablando de delito de usurpación. De hecho, los únicos desalojos que ha habido en el último tiempo fueron ayer y ordenados por el Servicio Electoral ya que muchos liceos tomados son sedes de votación para las primarias de mañana).
¿A qué voy con todo esto? A que siempre hay sectores que van a levantar una consigna más radical que la anterior, y se transforma en un cuento de nunca acabar. Y eso que ellos cuentan con centros de alumnos cuidadosamente estructurados.
http://www.nationalpost.com/m/wp/news/world/blog.html?b=news.nationalpost.com/2013/06/29/opposition-group-claims-anti-morsi-petition-has-22-million-signatures-as-feeling-of-doom-hangs-over-egypt
¡Un gobierno dialogando con el pueblo! Parece demasiado bueno para ser verdad...
¿Y que onda con el primer ministro turco? Y se supone que es un gobierno laico...
Saludos.
Publicar un comentario