No hay justicia como la de una turba iracunda - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

jueves, 23 de marzo de 2017

No hay justicia como la de una turba iracunda


Era principios de 2012, si la memoria no me falla, cuando empezó a circular en las redes el caso del Gentleman de las Lomas, el adinerado empresario Miguel Sacal. Un video lo mostraba siendo prepotente y culero contra un empleado, al que luego se cargó a madrazos al tiempo que profería insultos clasistas. La indignación en las redes sociales fue tremenda y el caso fue retomado por varios medios de comunicación. Sacal no sólo se ganó el repudio público, sino que pisó la cárcel por el delito de lesiones dolosas y tuvo que pagar una fianza.

Creo que él fue uno de los primeros personajes que pasó a ser conocido públicamente con el mote de Gentleman. Desde entonces se ha vuelto una costumbre cansina, cero original y de hueva el motejar como Lord y Lady a casi cualquiera que hace algo indignante, ridículo o siquiera notorio en las redes sociales. Pero por lo que más recuerdo este asunto fue porque me emocionó. En este país de impunidad y clasismo, las personas con poder abusan constantemente de los que no lo tienen y rara vez reciben un castigo por ello. La viralización del caso del Gentleman hizo imposible que las autoridades correspondientes ignoraran el problema y se hizo necesario actuar. 

Desde entonces otros casos de prepotencia por parte de personas adineradas, políticos o funcionarios se hicieron el blanco de la indignación pública. Parecía que la transmisión rápida de la información a través de las redes sociales podría convertirse en un instrumento de la democracia en contra del abuso de poder y la impunidad. Los ciudadanos podrían usar los nuevos medios a su alcance para exponer a los bravucones que de otra forma se saldrían con la suya, y así asegurar que recibieran un justo castigo.

Pero, ¿qué pasó? Pues que fui demasiado optimista (¡una vez más!). Resultó que si bien las redes sociales siguen teniendo ese potencial, mucha gente prefiere usar el poder de la covigilancia para joder. Sí, de vez en cuando se ha usado para viralizar información sobre las acciones perversas de figuras de autoridad que deberían responder a la ciudadanía por sus acciones, pero lo cierto es que llaman más la atención las historias pendejas que permiten a intensos y aburridos subirse al tren del mame.

Los blancos ya no son los ricos y poderosos sino cualquier hijo de vecino que tome una mala decisión, cometa un error, diga algo equivocado o sostenga una opinión impopular. Algunos ejemplos famosos a nivel internacional incluyen: Justine Sacco, una joven neoyorkina que tuiteó un chascarrillo racista; Tim Hunt, el científico ganador del premio Nobel que hizo un chiste sexista durante un almuerzo como parte de un congreso de periodismo científico; y Matt Taylor, un científico de la Agencia Espacial Europea que usó una playera con imágenes de mujeres semidesnudas en una entrevista sobre la misión Rossetta (la que puso una sonda robótica en un cometa). En México, tenemos al inmamable Nicolás Alvarado que criticó al finado Juan Gabriel con un par de adjetivos considerados homofóbicos y clasistas.

Todos ellos recibieron la ira de los Internetz. Insultos, amenazas, exigencias para que fueran despedidos y cosas así. Cada uno de ellos se vio afectado de manera distinta. A Taylor no le fue tan mal: pidió perdón con lágrimas en los ojos ante las cámaras y el asunto quedó olvidado. Tim Hunt fue obligado a renunciar a sus puestos en el University College, la Royal Society y el Consejo Europeo de Investigación. Justine Sacco perdió su trabajo y se sumió en la depresión y el estrés postraumático. Alvarado fue separado de su cargo como director de TV Unam, pero no pasó a más.

¡Ojo! Que no se trata aquí de discutir si lo que hicieron estos personajes y algunos otros estuvo mal. Lo que quiero es invitarlos a reflexionar en lo que sigue…


La despersonalización de la justicia es uno de los más importantes procesos civilizatorios en la historia de las sociedades humanas. Implica que la reparación de los daños cometidos por un individuo a alguien más no dependerá ni de la facultad de cada uno de ellos para hacer que el otro pague, ni de las emociones (ira, tristeza, deseo de venganza) del agraviado, sus allegados o terceros, sino de un sistema impersonal con leyes escritas que dictan qué tan grave se puede considerar esa falta y qué rango de castigos se puede aplicar por ella. Eso es lo que impide (idealmente, que nada es perfecto) que se caiga en castigos desproporcionados o ciclos de venganzas y represalias (estilo Montesco vs Capuleto y así).[1]

Entonces el punto no es si Justine Sacco, Matt Taylor, Tim Hunt o Nicolás Alvarado hicieron mal. El punto es preguntarnos si la supuesta falta que cometieron es proporcional al castigo que recibieron. Hacer chistes sexistas, clasistas o racistas puede ser de mal gusto, ofensivo y una torpeza social tremenda, pero ¿merece uno ver arruinada su reputación y su carrera por ello? Lo que pasa aquí es que el criterio para castigar eso que muchos perciben como faltas no es nunca el posible daño real que hicieron, sino la reacción emocional que tales acciones provocan, la cual es proporcional al número de personas que se enteran, es decir, qué tanto se viraliza. Y como estamos bien pendejos, la viralización de una noticia no depende de su importancia, sino de su valor como espectáculo y de nuestro pinche morbo.

Cuando firmamos una petición en Change.org para que alguien que dijo alguna imbecilidad sea despedido o boicoteado, en vez de reglas y estatutos, nos guía la tripa. Pero la ira es mala consejera. Volvamos a México, con el caso del profesor que parecía estar diciendo barbaridades sexistas a sus alumnos, fue grabado y viralizado. En seguida empezó el linchamiento virtual y las peticiones de que rodara su cabeza. Pero luego, oh sorpresa, resultó que el video no estaba completo, y que el fulano sólo estaba ejemplificando esas actitudes que le criticamos.

Vaya, pues nos vimos como unos pendejos. Y digo nos, porque cometí el error de confiar en que si los medios estaban compartiendo la noticia era porque ya la habían investigado bien. Y no, todos nos lo creímos a la primera. Pero aunque algunos sí admitieron la metida de pata, otros se negaron a creer la nueva versión de los hechos, o dijeron que de todos modos el profesor merecía que lo corrieran porque esa no era forma de enseñar, y terminaron hasta diciendo galimatías como que reproducir violencia (en el sentido de emularla) es lo mismo que reproducir violencia (en el sentido de multiplicarla), lo cual da cuenta de lo mensa que está la gente que escribe en medios nacionales hoy en día, porque se les confunde bien gacho la semántica.

Quizá alguna vez te has encontrado en la siguiente situación. Te molestas con tu pareja (o viceversa) por algo que hizo y cuando empiezas a regañarle, te responde “pero si yo no hice eso que tú piensas”, y hasta caes en la cuenta de que en efecto no lo hizo, pero la ira sigue en ti, respondes algo como “bueno, ahora no, pero esa aquella vez de hace dos meses…”

Sucede que la ira es un sentimiento muy poderoso que no se aplaca fácilmente, ni siquiera cuando nos dicen que el objeto de nuestra ira no existe. La indignación moral es un tipo muy peculiar de enojo, porque nos permite sentirnos superiores a los demás y con la facultad de juzgarlos y hasta castigarlos. Por eso los indignados con el profe del sexismo en seguida encontraron formas de racionalizar y justificar su derecho a seguir emputados. El chiste es que la indignación no pare. Es natural, claro, pero no es racional ni digno de gente pensante.


Pero aguanten, que la cosa se pone peor, porque en realidad no cualquiera se ve castigado por las turbas iracundas, sino sólo los que no pueden defenderse de ellas. Vean a Donald Trump. Envuelto en varios escándalos de acoso sexual, con todo y audios en los que alardea de ser un manotas. Hay indignación, claro, pero ésta no bastó para impedirle ser presidente de los Estados Unidos. ¿Por qué un científico que hace un chiste idiota arruina su vida mientras que un bravucón insolente puede salirse con la suya tras decenas de declaraciones abiertamente sexistas? Porque el primero no tiene tanto poder como el otro. Entonces la turba iracunda se comporta como los bravucones del patio de la escuela: descarga su furia no contra quienes más lo merecen, sino contra aquellos a los que puede lastimar. Venga, el alcalde de Nayarit que dijo que “robó poquito” y le levantó la falda a la señorita en un bailongo público, ahí sigue. Son los cualquieras los que pagan con reputación y carrera los deslices.

Los izquierdistas, liberales, progres y gente a favor de la justicia social (que entiende por “justicia social” no ofender a nadie) se defienden de esas críticas diciendo que es “tone policying” (fiscalización del tono). Que a menudo cuando una víctima de discriminación o abuso (como una mujer o miembro de una minoría racial) reclama o se defiende de quien lo insulta o pretende mangonear, se le dice que “esa no es la forma” o que “debe pedirlo de buena manera”. Esto parece absurdo porque es una forma en la que el opresor le ordena al oprimido que, si se va a quejar, lo haga de una manera que no incomode.

Pero no creo que señalar que es exagerado joderle una parte de la vida a un ser humano por un chiste pendejo o por una elección de guardarropa desafortunada sea un caso de fiscalización del tono. Porque para empezar los linchadores ni son los oprimidos que reciben la ofensa, sino gente que quiere sumar sus fuerzas para el castigo. Para continuar, porque no podemos caer en el extremo de decir que cualquier reacción, por más drástica que sea,  es válida contra cualquier expresión, por más insignificante que sea, de actitudes discriminatorias. Es renunciar a todo sentido de la proporción.

Los conservadores y derechistas quieren hacer pensar que estas reacciones histéricas son propias y exclusivas de Social Justice Warrios, feminazis y policías de la corrección política. Pero eso no es así, como muestran los casos de acoso masivo en línea contra personalidades feministas. Una científica anónima, informa The Guardian, quien criticó los comentarios de Tim Hunt, después recibió amenazas y acoso en las redes sociales. Eleanor Robertson una vez hizo una crítica muy visceral y muy poco inteligente de unos tuits de Richard Dawkins, acusándolo de ser un pendejo sexista. A cambio, recibió amenazas e insultos en las redes sociales. Anita Sarkeesian, que se gana la vida diciendo que todo en la cultura pop es sexista, también ha sido víctima de torrentes de amenazas de muerte. Corte a México, donde el caso más reciente es el de Tamara de Anda, contra quien los machitrolls se han movilizado con furia y rapidez. La voluntad es la misma: castigar a la persona, destruirla por completo, porque sus palabras y sus acciones nos hicieron enojar. Como la ofensa es simbólica y no hay reparación posible, el ataque continúa hasta que los castigadores se sientan satisfechos o el asunto sea atropellado por el siguiente tren del mame.


A las personas que linchan por indignación moral, porque de verdad aspiran a un mundo sin sexismo, racismo y homofobia, se les puede tratar de apelar con argumentos éticos para que procuren comportarse con decencia, pero a los que lo hacen por culerez irraccional, ¿qué se les puede decir? ¿Y cuántas de éstas no le entrarán al mame sólo por el placer sádico de poder castigar a alguien?

Lo intentaré: el punto no es si opinas que los análisis de la Sarkeesian son estúpidos, o si piensas que la denuncia de Tamara por acoso fue una reacción exagerada. Es que la ira que se desata en su contra ha sido mucho más dañina, estúpida y barbárica que cualquier cosa que ellas hubieran podido hacer con sus escritos. Hay que tener muy poca racionalidad y sí mucha ardidez y amargura para sumarse a un ataque masivo como los que han sufrido; y hay que tener muy poca empatía para no reconocerlos como actos injustos que rozan lo criminal. El asunto no es dejar de criticar lo que nos parece criticable o dejar de defender nuestras posturas. El problema es que nos estamos portando como unos chingados salvajes.

Y antes de que salgan con la mamada de “Ah, pues a mí también me han insultado y no lloriqueo”, (y sí a todos en Internet nos pasa, en especial a los que escribimos para un público), tengan en cuenta que no es lo mismo que pase de vez en cuando a que ocurra un diluvio constante de amenazas e injurias hasta el punto que no puedas conectarte sin recibir decenas de ellas. Y sí: causa daño psicológico y emocional. No seas el cavernoide que dice “eh, si a mí me hicieron bullying y no me traumé”, porque no eres el infortunado que sí se traumó. Pinche ojete sin empatía.

Ahí hallamos una de las raíces del problema: la falta de empatía. No vemos en las víctimas de linchamientos virtuales a personas reales. Vemos sólo acciones que nos parecen moralmente despreciables o que incitan nuestra ira porque las tomamos como si fueran agravios personales. Para juzgar a una de estas personas nunca se toman en cuenta todos los aspectos de su vida, no importa conocerlas ni detenerse a pensar si a lo mejor fuera de esta pendejada particular que hicieron son buenas personas, comunes y corrientes, que pasan la vida sin hacer daño a nadie. No, nos basta con saber que una vez hicieron algo estúpido y que eso es todo lo que tenemos que conocer de sus personas para catalogarlos para siempre como parias merecedoras de toda nuestra furia, todo nuestro desprecio y todo el daño que seamos capaces de infligirles.

Muchas veces ni siquiera se trata de hacer de justicia. Sólo de humillar y ridiculizar. ¿Recuerdan el caso de Lady Coralina, la novia próxima a casarse que fue grabada besando a otro güey en su despedida de soltera? Mira, no importa tu opinión sobre el caso… No, en serio, de verdad no importa, porque era un pedo entre ella y su prometido, a lo mejor con el consejo  de sus familiares y amigos, pero nada más. Pues en México los medios y los usuarios hicieron de su caída en desgracia un lamentable espectáculo morboso, que habla mucho peor de nosotros que de ella.


El problema es que aprovechamos cada tontería para convertirla en un campo de batalla de nuestras guerras culturales entre liberales y conservadores, feministas y antifeministas, animalistas veganos orgánicos y carnívoros especistas, y demás. En el momento en el que aparece un punto sobre el cual pelear afloran nuestros instintos más primitivos y queremos demostrar lealtad a nuestra tribu. Por eso veo con alarma la actual tendencia de querer convertir en batalla pública hasta una discusión privada surgida en un ambiente familiar y privado. Así vemos encabezados como Esta chica hizo callar a su tío que despotricaba contra los Millennials, o esos casos de Papá deja que su hijo se vista como princesa. Repito, tus opiniones, favorables o reprobadoras, no pinches importan. Como tú, yo no puedo evitar simpatizar con uno u otro lado, pero hay que reconocer que no tenemos nada que opinar ahí. El punto es que estos casos ni siquiera deberían haberse vuelto públicos, porque a menos que se estuvieran cometiendo delitos que debieran ser denunciados y dados a conocer, estos eran asuntos estrictamente privados. Pero nooo, tenemos que meter nuestra cucharota, tenemos que hacer de unos héroes y de otros villanos para que todos vean de qué lado estamos. Pero, ¿qué clase de relaciones podemos esperar tener con nuestros familiares, vecinos y seres más cercanos si los convertimos en el blanco de discusiones que involucran potencialmente a cientos de personas?

Necesitamos más empatía, recordar la vieja máxima errare humanum est, y que en una de ésas nosotros o alguien que nos importa puede estar del otro lado del dedo que acusa. Necesitamos tener un sentido de la proporción, de la importancia de los acontecimientos que vaya más allá de lo que visceralmente sentimos en el momento. Necesitamos pensar serenamente antes de compartir una información: ¿es verídica? ¿es relevante? ¿qué consecuencias tendrá compartirla? Si nos sumamos a una campaña, aunque sea una simple firma en Change.org, debemos detenernos a reflexionar, ¿esto que exigimos es lo justo, o adecuado, lo razonable?

Pueblo chico, infierno grande. La Aldea Global debía hacernos a todos más cosmopolitas, pero en cambio la estamos convirtiendo en un pueblucho y nos estamos comportando como los aldeanos ignorantes, que se meten al chisme de los pleitos familiares, que por todo agarran sus antorchas y tridentes, y que creen que no hay justicia como la de una turba iracunda.

FIN


Más contenido para reflexionar:


[1] Por eso los casos de linchamientos y de “vengadores anónimos” aparecerán en climas de inseguridad e impunidad: si el Estado no cumple con la impartición de justicia, las personas la buscarán por su propia mano, aunque sea por medios barbáricos. Y la solución no es decir que son bien salvajes, sino que las instituciones les aseguren que se hará justicia.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Que cosas, justito estaba meditando sobre el tema.
Supongo que la gente es demasiado infantil y estupida como para usar el internet correctamente. Da miedo pensar lo que harían de tener ese mismo poder y anonimato en la vida real.
Lo curioso es que no importa lo que hayas hecho con tu vida hasta entonces, así te hayas desvivido por ayudar cuanta causa progre encuentras:un solo comentario desafortunado o no, que sugiera, diga, o pueda ser sacado de contexto para que diga algo severa o ligeramente discriminatorio, y ya. Cagaste fuego.
Y luego es como la caza de brujas. Lo que digas o hagas no importa, no hay defensa posible aunque se equivoquen. Osea no importas tú, sino la acusación en sí misma que es elevada al nivel de palabra divina.
Y como con la caza de brujas, hasta que no te ven quemandote vivo en una hoguera no están satisfechos.
Uno no quiere caer en el recurso facil de la misantropia pero, ay... Estos casos...

David Osorio dijo...

Hola Maik, acá en Colombia tenemos varios casos similares. Linchamientos virtuales contra alguien que osó decir algo ofensivo. Este fue muy famoso durante el mundial pasado: http://de-avanzada.blogspot.com/2014/06/Nicolette-van-Dam.html

Me gustaría hacer dos o tres precisiones frente a tu artículo.

1°) Yo no diría que todos los defensores de Dawkins o de Hunt son conservadores o derechistas (yo los he defendido a ambos, y ciertamente no tengo ni un átomo de conservador or derechista; precisamente lo hice porque mis valores son de izquierda). Yo no he podido evitar notar que los valores de la izquierda regresiva y los de la derecha cada vez están más en consonancia. Creo que este sería un tema interesante sobre el cual escribir (o siquiera reflexionar).

2°) Sobre la Sarkeesian, por supuesto que el linchamiento está mal, aunque yo no estaría tan seguro de que ella no está en posición de hacer tanto daño como los trolls que la acosan por Internet. Las personas nombradas en páneles consejeros para la ONU (como ella, y otras joyitas, como Zoe Quinn) están en mucha capacidad de hacer mucho daño. Yo no descartaría eso tan rápidamente.

3°) Por último, aunque dices que lo importante no es que decidamos si lo que hicieron algunos de estos personajes está mal, luego vas y dices que cometieron "una falta". Yo creo que el principal punto sí sería mirar si hicieron algo mal, porque mientras uno no le haga daño a terceros que no han dado su consentimiento, como decida vestirse o decir chistes (tanto en Twitter o una conferencia de científicos) es problema de uno y de nadie más. Si no defendemos el derecho a que los demás hagan y/o digan cosas con las que no tenemos que estar necesariamente de acuerdo a nivel moral, mañana nadie estará ahí para defender que tengamos nuestra individualidad y nuestros gustos que puedan disgustar a muchos otros que buscarán la forma de censurarnos aunque lo nuestro no le haga daño a nadie.

¡Un saludo!

Verreaux dijo...

Vivimos en una epoca donde la indignacion facil abunda, pero no la razon o el pragmatismo para analizar los hechos detenidamente, por esa misma razon tenemos linchamientos por rumores y miles de falsas historias distribuyéndose en facebook, cuantas veces no an visto enfermedades raras, alertas de secuestradores, comidas toxicas, y miles de cosas por el estilo, de nada sirve el acceso a la informacion si la gente no sabe filtrar lo que lee.

Como mencionas en el caso del profesor, la gente duramente aceptara que se equivoco, asi que buscaran pretextos para seguir justificando su enojo, en ves de aceptar que se precipito.

Maik Civeira dijo...

Hola David:

1.- Nunca impliqué que los defensores de Dawkins o Hunt fueran derechistas. La verdad no sé cómo inferiste eso a partir de mi redacción.

2.- Pos la verdad no sé. Específicamente, ¿qué daño real podría hacer la Sarkeesian?

3.- Sí, de acuerdo. Es un problema de redacción, quizás. Quise decir que aún quien piense que lo que cometieron estas personas es una falta, tendrá que reconocer que el castigo es desproporcionado. Veré si puedo ponerlo más claro.

Saludos y gracias por comentar.

David Osorio dijo...

Hola Maik:

1) Lo inferí porque esta es buena parte de un mismo párrafo: "Los conservadores y derechistas quieren hacer pensar que estas reacciones histéricas son propias y exclusivas de Social Justice Warrios, feminazis y policías de la corrección política. Pero eso no es así, como muestran los casos de acoso masivo en línea contra personalidades feministas. Una científica anónima, informa The Guardian, quien criticó los comentarios de Tim Hunt, después recibió amenazas y acoso en las redes sociales. Eleanor Robertson una vez hizo una crítica muy visceral y muy poco inteligente de unos tuits de Richard Dawkins, acusándolo de ser un pendejo sexista. A cambio, recibió amenazas e insultos en las redes sociales".

2) Podría proponer e impulsar lineamientos de la ONU que impulsen políticas restrictivas en la creación de contenidos, y que la ONU empiece a exigir que los países miembros adopten políticas encaminadas a adoptar esos lineamientos. En vez de llamar a mujeres como Maryam Namazie o Ayaan Hirsi Ali, le consultan a fanáticas censoras e hipócritas. Y cualquiera podría decir que estoy hilando muy fino, y que es bastante improbable, pero vivimos en un mundo en el que Trump es presidente de EEUU, así que tampoco me parece tan descachado ser tan prevenido como se pueda.

¡Buen día!

Maik Civeira dijo...

1) Ah, ya veo. Que ahí parece inplicar que los que atacaron a estas feministas (no los que argumentaron a favor de Hunt o Dawkins) son de derechas. Sí, puede ser.

2) Ya veo, jejeje.

Saludos ;)

Maik Civeira dijo...

1) Cierto, no puedo asegurar que quienes atacaron a las señoritas que criticaron a Hunt y Dawkins son de derechas, pero segurísimo que no eran SJW.

Eibon dijo...

Ego, para cuando un Analisis de Rick y Morty, y de Samurai Jack?

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