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Podemos dividir la historia del cine de zombis en
tres grandes etapas. Y por ello quiero decir que se me ocurre hacerlo y que
amablemente les pido que me sigan el juego. Éstas etapas serían:
Proto-Zombis: Entre 1932 y 1968. Inicia con
la primera aparición de los muertos vivientes en White Zombie. En un
principio son introducidos como criaturas íntimamente relacionadas con la
mitología del vudú, siempre controlados por algún nigromante, como en aquélla o
en I Walked with a Zombie (1943). Poco a poco irían alejándose de ese
origen afroantillano y las características del zombi clásico aparecerían. Por
ejemplo, en Plague of the Zombies (1966), vemos las familiares hordas de
muertos vivos con piel putrefacta. A sólo un paso del zombi clásico está The
Last Man on Earth (1964), adaptación de la novela Soy Leyenda
de Rirchard Matheson. En ella no hay zombis, sino vampiros, pero éstos se
comportan más como los torpes muertos descerebrados que como seductores
chupasangre, además de que son producto de una epidemia, y la causa de un
apocalipsis global.
Zombis Clásicos: Entre 1968 y 2002. Inicia
con la obra fundacional de este género, Night of the Living Dead, de
George Romero. Aquí se establece al zombi arquetípico, un putrefacto cadáver
ambulante que come carne humana, que contagia su condición con una mordida, y
al cual sólo se le puede detener destruyendo su cerebro. Estas criaturas son
capaces de derrumbar la civilización, por lo que las pelis de zombis serían,
casi siempre, apocalípticas. Otras cintas notables de esta etapa son las
secuelas Dawn of the Dead (1978), Day of the Dead (1985), y el
refrito de Night of the Living Dead (1990). Lo curioso es que en las
cintas de Romero jamás llaman “zombis” a los muertos vivientes…
Claro que había sus variaciones, como la fuerza o velocidad
de los zombis, su motivación, su inteligencia y perspicacia, la manera de
contagio y la forma de neutralizarlos, etc. Así tenemos la saga The Return of the Living Dead, iniciada en 1985, y Braindead (1992),
y muchas imitaciones que todas ellas inspiraron. Algunas películas incluso
anunciaron tempranamente algunas de las características que luego definirían a
los zombis modernos, como The Crazies (1973), también de Romero, y Rabid
(1977) de David Cronenberg. Pero todos estos zombis partían de una forma u otra
del modelo básico introducido por la clásica de 1968.
Zombis Modernos: De 2002 hasta la fecha.
Inicia con 28 Days Later, en la que los zombis no son muertos ambulantes,
sino seres humanos vivos, infectados con un raro virus que los vuelve
implacablemente violentos y los despoja de casi toda su humanidad. La otra gran
novedad que introdujo esta peli fue la idea de los “zombis rápidos”, no ya
cadáveres que apenas se pueden sostener en pie, sino depredadores que pueden moverse
con velocidad y fuerza incluso mayores a las de seres humanos normales. Son
auténticos monstruos que rugen más que gemir y cuyos sentidos pueden llegar a
ser muy agudos. Con esta peli los zombis quedaron inextricablemente
relacionados con las epidemias; a menudo su existencia se debía a la propagación
de un virus.
Este nuevo tipo de zombi se volvió más o menos la
norma (con sus variaciones, como siempre), y así, en el refrito de Dawn of
the Dead (2004), los muertos vivientes se parecían más a los infectados que
a los zombis clásicos de la versión original. También eran similares los
poseídos de la española Rec, los mutantes de la nueva versión de I Am
Legend (ambas de 2007), los infectados de Zombieland (2009) y de World
War Z (2013), los parasitados de The Girl with All the Gifts (2016)
y los auténticos redivivos de Tren a Busan (2016).
Cierto es que los zombis clásicos siguieron
apareciendo en el siglo XXI, como en las dos primeras películas de Resident
Evil (2002 y 2004), así como, por supuesto, las últimas entregas de la
serie de Romero: Land of the Dead (2005), Diary of the Dead (2008)
y Survival of the Dead (2009). La novela original de World War Z (2006),
el cómic The Walking Dead (2003-2019) y la serie de TV basada en éste
(2010-2020), retomaban el concepto de zombi directamente de la obra de Romero, mientras
que las comedias Shawn of the Dead (2004) y Juan de los muertos (2010),
lo parodiaban.
Sin embargo, todas esas obras existieron porque 28
Days Later detonó un boom en el cine de zombis que dominó la primera
década del siglo, y que todavía tuvo ejemplos muy admirables en la segunda. Y
esto es precisamente a lo que quería llegar, a la importancia de esta película de
Danny Boyle, que no sólo creó un nuevo tipo de zombi, sino que dio inicio a
toda una etapa en la historia de la cultura pop: casi sólo he mencionado
películas, pero el furor alcanzó los cómics, videojuegos, literatura y series
de televisión. Por cierto, es interesante ver cómo ha evolucionado el cine de
zombis en esta tercera etapa, desde el horror sin más, pasando por la parodia
hasta derivar en auténticos dramas; todo ello estaba ya presente en este
clásico británico, a mi gusto, una de las mejores películas de terror de la
historia.
XXVIII
¿A qué viene todo esto? Según mi conteo, que inicia
con el primer día en el que ya no volví a trabajar ni mis hijos volvieron a la
escuela, el pasado viernes 10 de abril fue mi día 28 de cuarentena. Como estoy
de ocioso y soy un friki, me pareció que la mejor forma de conmemorar este hito
era revisitando el clásico de Danny Boyle, y además para que mi mayorcito lo
viera (y se aterrorizara) por primera vez. Esto forma parte de la nueva sección
que he creado para el blog, Diarios de la pandemia, y sé que es trillado y que todo el mundo está haciendo
recomendaciones de cosas por el estilo, pero igual y yo puedo decirles algo que
nadie más les diga, o por lo menos hacerlo con más gracia. De modo que no
quiero conformarme con reseñar esta peli, sino que pretendo extraer de ella
alguna enseñanza o reflexión útil, o por lo menos relevante, para estos días…
Pues, ¿por dónde empezamos? Quisiera llamar su
atención hacia esta película. Mírenla bien, más allá de los sucesos que
construyen la trama; desde un primer momento podrán notar cuán diferente es a
otras del género. Tómense un momento para fijarse en la dirección de cámara, en
la fotografía, en el montaje… Miren cómo Boyle usa tomas amplias para y
estáticas cuando quiere transmitir desolación, como en la siempre referenciada
secuencia en la que Jim, nuestro protagonista interpretado por Cillian Murphy,
camina solitario por las calles desiertas de Londres. No hay un solo zombi a la
vista y, sin embargo, Boyle logra construir una penetrante sensación de intranquilidad.
Cuando nuestros héroes atraviesan la carretera y el
campo, hay tomas casi surrealistas: los campos de flores, las turbinas eólicas,
las ruinas medievales, los caballos al galope. Todos son huellas de la anterior
presencia humana, y de su actual ausencia. Son tomas hermosas, pictóricas, que
nos muestran que nuestros héroes están seguros y al mismo tiempo que su mundo
ha perecido. Los campos y granjas modernos tendrán el mismo destino que las
ruinas medievales. Dominan los tonos de azul y verde.
Fíjense cómo, en cambio, cuando hay un ataque zombi,
cambia todo. El montaje es frenético, tan desencajado como los movimientos
espasmódicos de los infectados; cada cuadro, muy cerrado y angular, dura un
instante y se suceden imágenes apenas comprensibles, transmitiendo una
sensación de claustrofobia, vértigo y peligro inminente, como si ya tuvieras al
monstruo encima. Dominan el rojo y el negro.
Son sólo unas observaciones muy básicas y fáciles
de captar, que nos permiten darnos cuenta de inmediato que no estamos aquí ante
una película de serie B. Éste es el trabajo de un artista, del que nos había
dado Trainspotting y The Beach, y que en unos años más tarde nos
regalaría Slumdog Millionaire. El guion, no puedo dejar de mencionarlo,
es de Alex Garland, quien años más tarde nos daría joyitas de la ciencia
ficción como Ex Machina y Anihilation. Y tuvimos la inmensa
fortuna de que dos artistas con ese talento y esa voz nos hicieran una peli de
zombis.
Pero basta de alabanzas. 28 Days Later puede
ser una magistralmente eficaz película de horror y suspenso, una de las más
estresantes que he visto, y como plus, hermosamente realizada, pues en el arte,
hasta lo grotesco y aterrador puede ser hermoso. Pero ¿tiene algo que decirnos
a nosotros, pasando por una pandemia muy real y muy diferente? Depende, joven.
28
Si la tomamos literalmente, la enfermedad de esta
película es absurda. Aunque pudiéramos imaginar un virus que volviera a la
gente incontrolablemente agresiva (como la rabia, por ejemplo), ninguno podría infectar
a nadie tan rápido. Las mordidas de zombi clásico tomaban unas horas en convertir
a una persona; las de infectados con el virus de la ira, toman segundos, y
basta que una gota se sangre o saliva infectada entre en el organismo para invadirlo
por completo. Ningún virus puede reproducirse tan rápido. Además, ¿por qué un
infectado con ira atacaría sólo a los no infectados? Si lo que tienen es una
rabia incontrolable, ¿cómo no se destruyen entre sí? Más aún, entiendo que la
ira les impide sentir dolor ni cansancio, ni hambre ni sed, pero ningún cuerpo
humano puede vivir de pura adrenalina durante semanas. Vaya, con tres días sin
beber te mueres, sin importar lo emputado que estés, y más si andas vomitando
sangre a diestra y siniestra como estos zombis.
Una epidemia como ésa no podría propagarse hasta infectar
a toda la Gran Bretaña. Si los síntomas se desarrollan tan rápido, los infectados
acabarían con un espacio densamente poblado, incluso con toda Londres. Estoy
dispuesto a creerme eso, y por lo mismo que sería más factible sobrevivir a
grupos pequeños que a grandes números, aunque estuvieran armados. Pero, ¿cómo
se propagaría la infección a otras poblaciones? Cualquier transporte con tan
siquiera un infectado se estrellaría en segundos. La única motivación de los
infectados es atacar a las personas sanas, y cuando no hay víctimas a su
alrededor se quedan ahí tirados. ¿Qué los llevaría a atravesar carreteras y
campos para contagiar otras ciudades y pueblos?
Por supuesto, esta enfermedad ficticia está
diseñada ad hoc para que dé como resultado la serie de acontecimientos
que los realizadores nos quieren contar. Por eso no hay que buscarle tres pies
al gato, aunque este
video sobre la ciencia del virus de la ira no está nada mal. La cosa no es
tomar esta epidemia de forma literal, sino como una metáfora. ¿De qué? De
nosotros mismos, de la humanidad, de nuestras violencias.
La película inicia con imágenes de violencia de
masas en la vida pública, expuestas a unos pobres chimpancés, que fungen como
conejillos de indias en unos experimentos realizados con muy poca ética. En una
escena, el Mayor, interpretado por el Noveno Doctor, dice que, de fondo, con la
epidemia o sin ella el mundo es el mismo: gente matando gente. Cuando Jim
(Cillian Murphy) se enfrenta a los militares, actúa con tanta rabia que Selena
(Naomi Harris) por un instante lo cree infectado. Para subrayar este tema, la
secuela 28 Weeks Later nos muestra a un infectado (Robert Carlyle), matar
a su esposa de la misma manera en la que Jim había ejecutado a su enemigo: hundiendo
sus pulgares en los ojos de la víctima. De alguna forma, nosotros, los seres humanos
ya estamos infectados con ese virus de la ira, la agresión incontrolable; en la
cinta sólo lo vemos elevado a su máxima expresión, de forma que anula todos los
otros impulsos, emociones, pensamientos y deseos.
Se ha dicho que las películas de zombis reflejan
nuestro miedo a las masas que actúan sin razón. Piensen en un motín o en una
turba linchadora: no hay una mente con la cual se pueda dialogar, una
conciencia a la cual apelar, sólo la implacable sed de sangre. Por eso las
películas de zombis siempre tratan de hordas; como quiera, uno puede defenderse
de otro ser humano, por más no-muerto que esté, pero contra incontables
legiones no podemos hacer nada.
Miremos ahora a nuestra pandemia actual. Pensemos
en las diferentes formas de furia colectiva irracional que se han manifestado
sin necesidad de que un virus afecte nuestro sistema nervioso (no directamente,
pues). Están los
ataques racistas en Estados Unidos, contra personas de origen asiático,
basándose en la absurda creencia de que éstas cargan con el virus. En el Reino
Unido, unos
pobladores destruyeron unas antenas de la red 5G, que según una teoría
conspirativa es la responsable de la Covid-19. En la esfera privada, durante
esta cuarentena ha
aumentado la violencia doméstica. Y en nuestro México ha
habido múltiples ataques al personal de salud, incluidas dos
amenazas de quemar hospitales. El único sinsentido más grande que atacar a
un inocente es atacar a quien te cuida de aquello a lo que temes.
Pero ahí es precisamente donde la metáfora de 28
Days Later empieza a mostrar sus límites. El miedo es una emoción aún más
primordial que la ira; ésta bien puede ser una reacción al miedo, trocando
nuestro terror a lo que nos hace sentir amenazados por el deseo de destruirlo
con nuestras propias manos. Es el miedo -al contagio, a la enfermedad, a la
muerte- lo que en primer lugar mueve a que esas personas se comporten como simios
infectados.
Además, no toda la agresividad ni la violencia se
expresan en forma de furia incontrolable. La violencia puede ser ejercida con
frialdad y cálculo. El felino no mata a su presa porque esté enojado con ella. La
violencia puede estar motivada por la codicia o el deseo de poder. Los líderes
políticos no suelen declarar guerras en arrebatos de rabia, sino tras hacer cálculos
de costos y beneficios. Las peores violencias de este mundo no son físicas,
sino sistémicas: los grupos poderosos que oprimen y explotan a las personas que
poco pueden hacer para defenderse.
En la tradición de los zombis clásicos, empezando
con Romero, el mayor peligro siempre lo representan los otros humanos. No es la
excepción en 28 Days Later, donde un grupo de soldados se revelan como
los verdaderos villanos de la película. Las fuerzas armadas, que se supone
deberían protegernos, se convierten en un depredador peor que los infectados. Sólo
uno de estos militares, el sargento Farrell, interpretado por Stuart McQuarrie,
tiene aún consciencia moral y se opone al abuso que sus compañeros planeaban
cometer. Es también este personaje quien enuncia la cita más memorable de la
película:
“Si miras toda la vida en el planeta,
nosotros, ya saben, los humanos, sólo hemos estado por aquí lo que dura un
parpadeo. Así que, si la infección nos elimina a todos… ése es un regreso a la
normalidad.”
Entonces, ¿somos nosotros el virus? Estos días se
han compartido muchas
noticas falsas sobre animales que regresan a sus viejos territorios ante la
falta de los humanos. Pero algunas notas sí son verdaderas, en especial en lo
que concierne a la
disminución de contaminantes en el ambiente, ahora que todos estamos en
casa peleándonos con nuestras familias en vez de saliendo a consumir. Prueba de
que nosotros somos el problema, ¿no?
Bueno, sí y no. O sea, sí, porque es la acción
humana la causante de tanta destrucción a nuestro planeta y a nosotros mismos.
Pero no necesariamente tiene que ser así. Podríamos pensar como el Mayor, y que
los zombis despedazando a la gente es la normalidad de siempre. Pero no es así:
somos más que bestias guiadas por deseos egoístas que se sirven de impulsos
agresivos. La historia de nuestro cuarteto de sobrevivientes lo demuestra: hay
más. Hay amor, amistad, familia, cuidado mutuo, cooperación y esperanza.
Incluso cuando Jim deja surgir su lado más bestial, no lo hace descontroladamente,
sino con una estrategia y un propósito, proteger a los que ama. Él no era por
naturaleza violento, ni tenía por qué serlo de no haberse encontrado en esa
situación. La violencia es una respuesta estratégica al entorno, una
posibilidad de varias que tenemos los seres humanos en nuestro repertorio para la
lucha por la supervivencia. No es una maldición a la que estemos condenados; quitemos
los motivos y las facilidades para ejercerla, y veremos cómo disminuye.
De la misma manera, no estamos condenados a ser una
plaga para nuestro planeta, ni unos para los otros. Para empezar, porque es sólo
una minoría privilegiada la que consume la mayoría de los recursos y emite la
mayor parte de los contaminantes, mientras deja a millones sin lo necesario
para tener una vida digna. Para continuar, porque este sistema socioeconómico
que requiere de consumo constante, que elimina los lazos de solidaridad entre
iguales y condena a la mayoría a la frustración y el resentimiento, no es el
único que somos capaces de concebir ni de crear. Como especie, hemos demostrado
que bien podemos ser la horda de zombis sin mente, guiados sólo por nuestra
hambre y nuestra furia. O podemos ser más que eso. Pero ningún virus lo va determinar
por nosotros. La elección es nuestra.
Más ficción pandémica para reflexionar sobre la realidad en la serie Diarios de la pandemia, incluyendo obras como...
4 comentarios:
Esta peli tuve la fortuna de verla en el cine cuando llego.
Que ganas de volver a un cine tengo. A ver una buena pelicula.
Aunque creo que la m{as acertada por estos dias es Tiburon.
Tiburón por el alcalde que se niega a cerrar las playas aunque hay gente muriendo, ¿no?
Uno de los íconos admirados por Boris Johnson.
Claramente :/
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