Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos
anti-fascistas
Winston Churchill, no
lo dijo, nunca.
En América, la lucha se hacía más nebulosa por el hecho
de que los peores fascistas renegaban de la palabra “fascismo”, y predicaban la
esclavitud al capitalismo bajo el estilo de la Constitución y la tradicional
libertad americana.
Sinclair Lewis, sí lo dijo.
Si el fascismo llega a América, no será como uno de esos
movimientos de “camisas” ni “insignias”, sino, probablemente, envuelto en la
bandera americana y anunciado como un llamado a la libertad y al rescate de la
constitución.
James Waterman Wise, Jr., también lo
dijo.
A finales de agosto de 2020, Aaron J. Danielson, miembro del grupo
ultraderechista Patriot Prayer, murió a causa de un disparo. El contexto: los
disturbios en Portland, Oregón, como consecuencia del asesinato de George Floyd
a manos de la policía. El conflicto: las
batallas campales entre manifestantes por un lado, y policías y milicias
armadas por el otro. El tirador: Michael Forest Reinoehl, quien se describía a
sí mismo como antifascista y quien aseguraba haber actuado para defender a un
amigo de color. Días más tarde, Reinoehl fue
abatido a tiros por agentes del FBI.
Justificada o no, la acción de Reinoehl es la primera instancia de
alguien identificado como antifascista que mata a un miembro de un grupo de
ultraderecha… o a cualquiera, para el caso. La primera. ¿Cuántos asesinatos a
manos de la ultraderecha ha habido en Estados Unidos desde 2001? Con datos
de septiembre de 2020: ciento catorce llevados a cabo por grupos
extremistas de derecha, más otros nueve perpetrados por incels y misóginos.
Ciento veintitrés asesinatos en los últimos veinte años; cincuenta y uno de
ellos desde 2015, año en el que se empieza a apreciar el ascenso de la
ultraderecha en el mundo. Solamente UNO llevado a cabo por un antifascista en
todo ese tiempo.
Milicias armadas de extrema derecha se han presentado a “proteger la
propiedad privada” en el contexto de las protestas y disturbios de Black Lives
Matter. Armados con rifles de asalto, “patrullando” las calles e intimidando a
los manifestantes. Unos miembros de la milicia Boogaloo Bois asesinaron a dos
policías en Oakland. Documentos de la policía revelan que estos
grupos armados han sido los que más han cometido actos violentos y quienes
representan una auténtica amenaza en el contexto de los disturbios. Por su
parte, algunos manifestantes pro-BLM han sido vistos con pistolas de mano.
Más de un centenar de muertes de víctimas indefensas contra una sola
ocurrida en el contexto de un enfrentamiento. Decenas de milicianos armados
hasta los dientes contra un puñado de pistolas avistadas. Y, aun así, la
derecha quiere hacernos creer que el verdadero peligro es Antifa.
En 2017 los neonazis marcharon por las calles de Charlottesville
cantando “¡Los judíos no van a reemplazarnos!”, referencia a una teoría
conspiratoria de ultraderecha según la cual los judíos están impulsando un
“gran reemplazo” de la raza blanca por otras “razas inferiores”. La creencia en
este delirio ha llevado a la comisión de
actos terroristas.
Para oponerse a los neonazis, contra-manifestantes se dieron cita en
Charlottesville; por momentos se armaron los golpes. Uno de los neonazis
arremetió con su auto contra una multitud, matando a una activista. Sobre el
incidente, Donald Trump dijo que “había excelentes personas” entre los
ultraderechistas, que la violencia había venido “de muchos lados” y que la
“izquierda alternativa” había atacado a los manifestantes.
Fue a partir de aquellos sucesos que se popularizó el concepto de
Antifa, abreviatura de “antifascista”. Con ello, la derecha tenía a un espantajo
para aterrorizar a sus crédulos seguidores: decirles que el país, el mundo, se
encontraba en peligro por culpa de esta “organización terrorista”. Antifa, se
dice, está atacando a cualquiera “que no piense como ellos”; está detrás de los
disturbios y los saqueos; ¡quieren derrocar al presidente, quieren establecer
una dictadura comunista, están financiados por George Soros, están reduciendo
ciudades enteras a ruinas!
Todas éstas son mentiras, y es de lo que tratará el siguiente texto, con
datos y fuentes de información fidedignas. No es que eso pueda cambiar la
opinión de un fanático de Trump, cuyo único criterio de veracidad es cualquier
cosa que sea compatible con la narrativa que ya se compró. Pero puede resultar
útil para quienes buscan información con una mente abierta. Nadie tiene que
simpatizar con Antifa ni aprobar sus métodos, pero es importante separar los
mitos de los hechos, y opinar basándose en la mejor información disponible, no
en lo que nos gustaría creer que fuera verdad.
Primero, hay que aclarar que Antifa no
es UNA organización. No existe una dirigencia, ni un comité central,
ni siquiera un plan de acción detallado, o un ideario concreto en común. Antifa
no tiene voceros, ni publicaciones oficiales, ni siquiera hay cuentas en redes
sociales que puedan ser verificadas (y
muchas son falsas, creadas a propósito para desprestigiar). Hay, cuando
mucho, células antifascistas organizadas a nivel local. Existe cierta
solidaridad internacional que se expresa a través del uso de símbolos,
narrativas difundidas en redes sociales, inspiración mutua e información
compartida; pero no hay, ni de lejos, una sola coordinación para todos los
grupos.
Independientemente de lo que uno pueda pensar sobre Antifa,
definitivamente no
es una organización terrorista; primero porque ni se trata de una
organización, y segundo porque
no ha cometido ni un solo acto que se pueda catalogar como terrorismo. Un
reportaje de Chris Jones para 100
Days in Appalachia toma la palabra del investigador Mark Pitcavage,
experto en temas de extremismo; de hecho, reprueba sus tácticas, pero también
explica que:
“Antifa no es un grupo, punto”. Con
la excepción de activistas locales que coordinan acción antifascista contra
supremacistas blancos, “la forma en la que te identificas como Antifa es
simplemente presentarte en un evento de supremacistas blancos para
confrontarlos y luego te regresas a hacer lo que sea que estabas haciendo”.
Si bien el actuar de Antifa se
define básicamente por el uso de violencia contra los supremacistas, “nunca han
cometido un ataque terrorista, nunca han asesinado a nadie. Han golpeado gente,
a veces malamente, y sí llevan a cabo tácticas negativas y contraproducentes,
pero no son un grupo terrorista ni nada por el estilo,” dijo Pitcavage.
Los medios de comunicación (especialmente
los de derecha) han hecho un énfasis desproporcionado en los saqueos y
actos de vandalismo llevados a cabo en el contexto de las protestas a favor del
movimiento Black Lives Matter. Lo cierto es que la inmensa mayoría de las
protestas han sido pacíficas, según nos muestran los datos (resumen aquí).
Hay muchísima desinformación y muchísima gente dispuesta a creerla
porque confirma sus prejuicios. La
cantidad de artículos que Snopes ha tenido que sacar desmintiendo bulos
sobre Antifa y BLM es impresionante. Es que, en este mundo de posverdad, los
manipuladores han aprendido que pueden decir mentiras cada vez más descaradas,
infundadas, absurdas e infamantes, y que no importa cuánto se refuten, cuánto fact-check
se haga, siempre habrá quien lo crea todo a pies juntillas.
No, éstos no fueron policías
asesinados por manifestantes. No, Antifa no está iniciando
incendios forestales en Oregón. No, Antifa no está promoviendo que sus
camaradas se
disfracen como simpatizantes de Trump para cometer disturbios. No, Antifa
no está haciendo un llamado a
asesinar niños blancos. No, no hay caravanas
de guerrilleros Antifa siendo transportados a pequeñas ciudades para
sembrar el caos. No, matones de Antifa no están atacando
gente inocente sólo por tener “cortes de cabello neonazis”.
Incluso la
Casa Blanca tuiteó un mensaje que acompañaba un video que resultó ser falso;
el gobierno de Trump es muy dado a mentir sin escrúpulos, pero esto era tan
obviamente falso que tuvo que borrar el tuit. Esperar una disculpa ya sería
demasiado de individuos que carecen de decencia básica, y de todos modos el
daño ya estaba hecho: el video fue compartido más de un millón de veces. El
mensaje, como de costumbre, incitaba al pánico respecto a Antifa como una
suerte de ejército invasor:
Antifa y anarquistas profesionales
están invadiendo nuestras comunidades, implantando ladrillos y armas para
instigar a la violencia. Estos son actos de terrorismo doméstico. Las víctimas
son los manifestantes pacíficos, los habitantes de estas comunidades y los
valientes oficiales de la ley que montan guardia.
Y por último: no, George
Soros no financia Black Lives Matter ni Antifa. En la cultura conspiranoica
de la derecha (ultra y “normal”), Soros se ha convertido en el chivo expiatorio
al cual culpar de todo lo que les asusta. Todos los movimientos sociales de los
últimos años, todos los cambios culturales que hemos venido experimentando tan
rápido, todas las protestas y manifestaciones, pueden ser deslegitimadas si
simplemente se satanizan como parte de un complot orquestado por un judío
malvado para destruir a Occidente. Es decir, se
trata de una conspiranoia típicamente fascista, y el pensamiento
conspiratorio es no
sólo irracional sino peligroso.
Lo que es cierto es que ha habido saqueos, incendios y actos vandálicos
varios en el contexto de las protestas a favor de Black Lives Matter. No voy a
condonar aquí los daños a propiedad pública o privada, pero sí hay que entender
que: a) no son representativos del grueso del movimiento de protesta que se
está viviendo; b) es un fenómeno difícil de evitar cuando se tiene un
movimiento de masas así de amplio y un descontento social así de profundo; c) no
hay ni una sola evidencia de que células identificadas con Antifa
hayan cometido saqueos, ni de que los saqueos estén “organizados” por nadie
en particular. Todo apunta a que fueron los mismos habitantes de la localidad
aprovechando el caos y una minoría de manifestantes radicales. De nuevo, Mark
Pitcavage explica:
“Hay más bien una presencia de
anarquistas que de Antifa, pero la mayor parte de la violencia parece ser llevada
a cabo por gente local”, notó Pitcavage. De acuerdo a su investigación, Antifa
no ha tenido un rol importante en las protestas relacionadas con el asesinato
de George Floyd. “Como muchos grupos y movimientos diferentes han participado
en algunas de las protestas, estoy seguro de que ha habido gente en ellas que
también ha participado con Antifa”, dijo. “Pero no hay una presencia organizada
de Antifa en estas protestas. No es realmente lo suyo”.
La información falsa tiene consecuencias reales. Personas comunes, ni
siquiera ultraderechistas comprometidos, se tragan lo que les
llega de los medios, y caen en el pánico al creer que su país está siendo invadido
por terroristas de extrema izquierda:
En Leitchfield, Kentucky, Michael
Johson y su hijo montaron guardia toda la noche afuera de su casa, armados con
una escopeta, sólo en caso de que fueran reales los rumores sobre Antifa que
vio circulando en las redes sociales.
“No hay razones para no creer en
ello, después de lo que se ve en la TV, con lo que está pasando”, dijo Johnson.
Esta escena se ha repetido en
muchas otras ciudades y pequeños poblados este año, producto del miedo y
conflicto alimentado por publicaciones mendaces en las redes sociales,
noticieros de derechas e incluso algunos de los líderes más poderosos de la
nación.
Tomemos a Kyle Rittenhouse, un muchachito de 17 que mató a dos
manifestantes e hirió a un tercero en Kenosha, Wisconsin. No parece que el
joven se asumiera como racista, o como un militante de extrema derecha.
Admiraba a las fuerzas policiales y le gustaban las pistolas, como a tantos
gringos. Quizá de verdad se sintió intimidado por los manifestantes que se le
aproximaron y disparó por miedo. Dudo que lo motivara la sed de sangre. Creo
que lo que sucedió es que él, como muchos, se creyó la historia de que hay
terroristas de Antifa y BLM destruyendo las ciudades americanas y que la
policía necesitaba apoyo de patriotas armados. De hecho, Rittenhouse estaba
respondiendo al
llamado del grupo miliciano “Kenosha Guard”, a “tomar las armas para defender nuestra
libertad”.
En retrospectiva, hasta me da lástima: un niñato manipulado por
discursos de odio se convirtió en asesino. Y he ahí el peligro: en un país
lleno de gente armada, ¿cuántas de estas personas estarán dispuestas a tomar
las armas y combatir lo que les han hecho creer que es una amenaza contra su patria
y libertad? Mientras tanto, la derecha ha convertido a Rittenhouse en un héroe
y se ha dedicado a difundir
desinformación sobre sus víctimas, para impulsar la narrativa de que “se lo
merecían”.
Pero, ¿por qué esta obsesión con Antifa? ¿Por qué hacer de ellos un
espantajo y chivo expiatorio? Michael
Bray, autor de Antifa: The Antifascist Handbook opina que Trump y sus
aliados satanizan a Antifa para obtener ventajas políticas. Después de todo, ha
sido con él que tanto el fascismo y la reacción en su contra han emergido.
Los trumpeteros pueden arrojar al Partido Demócrata, a Joe Biden y a
medios como CNN en la misma canasta, como si estuvieran respaldando a Antifa, algo
completamente absurdo. Naomi Schalit, de The
Conversation explica:
Equiparar movimientos de protesta
con terrorismo o extremismo violento implica numerosos riesgos para una
sociedad democrática. Para empezar, socava uno de los pilares centrales de todo
sistema democrático funcional: el derecho a la protesta.
También sataniza el disenso
legítimo para para favorecer a una agenda secundaria; en este caso, de Trump,
quien pretende pintar a las ciudades gobernadas por el Partido Demócrata como
si estuviera fuera de control.
Cuando la administración de Trump
amenaza con designar a Antifa como una organización terrorista, o con enviar
fuerzas federales para suprimir protestas violentas, también desvía recursos de
otras amenazas de alto nivel. Éstas incluyen el extremismo de derechas, que ya
ha cobrado docenas, en lugares como Christchurch, El Paso y demás.
Mientras Trump y la derecha concentran sus discursos en asustar al
público con el fantasma de Antifa, los datos nos muestran una realidad muy
distinta. La amenaza de grupos terroristas de extrema derecha ha
estado creciendo en los últimos años, 55% más en la era de Trump: Boogaloo
Bois, Patriot
Prayer, the
Proud Boys, milicias varias
y en general todo el
movimiento MAGA. Pero desde la Casa Blanca no se han tomado en serio las
advertencias de agentes del FBI y expertos en seguridad doméstica. Vera Bergengruen
y W.J. Hennigan, en un reportaje para Times,
nos dicen:
El terrorismo de derechas es un
problema global, que ha resultado en ataques devastadores desde Nueva Zelanda
hasta Noruega. Pero es particularmente peligroso en E.U.A., donde hay más armas
per capita que en ningún otro lugar del mundo, una epidemia de tiroteos
masivos, una rígida tradición de libre expresión que protege los discursos de
odio y leyes que hacen difícil confrontar un movimiento disperso que existe
principalmente en las sombras del ciberespacio.
“El supremacismo blanco es ahora
mismo una amenaza más grande que el terrorismo internacional” dice David
Hickton, quien dirige el Pittsburg Institute for Cyber Law, Policy and Security.
“Nos están comiendo desde adentro”.
El Partido Republicano incluso repudió un reporte sobre el ascenso del
extremismo de derecha de analistas del Department of Homeland Security. El
repudio vino porque el reporte señalaba a los conservadores y sus posturas
ideológicas como puntos de partida hacia el extremismo. En el caso de Trump, él
mismo ha girado instrucciones para no vigilar a esta amenaza y ha
desmantelado la infraestructura dedicada contrarrestar el terrorismo doméstico.
Mientras, con su retórica inspira e instiga a la ultraderecha.
Eso no es lo peor: las mismas fuerzas policiacas a lo largo y ancho de
todo el país están infiltradas por milicias armadas y grupos de extrema derecha,
como lo reveló Michael German, un exagente del FBI. The
Guardian informa:
Oficiales de la ley en Estados
Unidos han estado vinculados con acciones de racismo militante en más de una
docena de estados desde el año 2000, y cientos de oficiales de policía han sido
sorprendidos publicando contenido racista e intolerante en las redes sociales.
El reporte señala que, a lo largo
de los años, vínculos de la policía con milicias y grupos de supremacistas
blancos han sido descubiertos en estados incluyendo Alabama, California,
Connecticut, Florida, Illinois, Luisiana, Michigan, Nebraska, Oklahoma, Oregón,
Texas, Virginia, Virginia del Oeste y Washington.
La policía en Sacramento,
California, en 2018 trabajó con neonazis para presentar cargos contra
activistas anti-racistas, incluyendo algunos que habían sido apuñalados por los
mismos neonazis. Apenas este verano, escribe German, un alguacil del condado
Orange y un policía de Chicago fueron sorprendidos portando símbolos de
ultraderecha. En Olimpia, Washington, un oficial fue fotografiado posando con
un grupo de milicianos; policías de Filadelfia fueron filmados mientras
permanecían tranquilos y dejaban que turbas armadas atacaran a manifestantes y
periodistas.
Con todo lo anterior, no es de extrañar lo que nos informa The
Intercept (aquí
y aquí),
acerca de cómo los informes de inteligencia de la policía alertaban que los
actos de violencia y el mayor peligro provienen de las milicias de extrema
derecha, mismas a las que muchos policía recibían con los brazos abiertos:
Mientras la Casa Blanca batía los
tambores para reprimir a un movimiento izquierdista sin líderes, oficiales de
la ley a lo largo del país estuvieron compartiendo reportes detallados de
extremistas de derecha que pretendían atacar a los manifestantes y a la policía
durante las históricas protestas, como muestran documentos recién filtrados.
Entre el constante flujo de
amenazas desde la extrema derecha estaban repetidos encuentros entre oficiales
de policía y seguidores fuertemente armados de los llamados Boogaloo Bois, que
buscan el enfrentamiento con los policías como una forma de desencadenar una
nueva guerra civil. Con mucho del aparato policial cazando a Antifa, esas
aspiraciones violentas parecen haberse materializado en una serie de ataques en
California, que dejaron a dos oficiales muertos y varios otros heridos.
Si se adentran en la historia del fascismo, verán que la policía
siempre jugó un papel fundamental en su ascenso, haciéndose de la vista gorda
ante las acciones de los fascistas, o de plano atacando a los que serían sus
víctimas (judíos, migrantes, minorías) y opositores (es decir, las
encarnaciones anteriores de Antifa).
En entradas anteriores, vimos cómo los movimientos sociales, incluso
aquéllos que hoy son canonizados y considerados heroicos, en
su momento también fueron tachados de extremistas y peligrosos. Asimismo,
hemos hablado de diversas estrategias discursivas que sirven para normalizar
posturas fascistoides como si no lo fueran, al tiempo que tildan de
“verdaderos fascistas” a quienes se oponen a ellas. A empeorar las cosas
contribuyen quienes quieren verse como centristas, racionales y moderados, que trazan
falsas equivalencias entre una extrema derecha que está matando gente y
tiene abiertos planes de exterminio, y una izquierda que simplemente pretende
oponerse a ello, pero que “ha ido demasiado lejos” para el gusto de algunos.
Todo esto contribuye a crear un ambiente de suspicacia y recelo contra Antifa,
mientras se ignora o minimiza el verdadero peligro.
¿Por qué esto es importante? Aquí he hablado principalmente de Estados
Unidos, pero el
fenómeno del ascenso del fascismo es global, como también es la
organización de diversas resistencias para oponérsele, muchas de las cuales se
identifican como Antifa. Eso incluye a América Latina. Desde hace unos meses he
estado buscando material en habla hispana sobre Antifa y Black Lives Matter. En
su inmensa mayoría, sobre todo en YouTube, son contenidos infamantes que
difundían los mismos tópicos y desinformación que circula en inglés. Es claro
que los influencers de derecha en la hispanósfera están muy interesados
en el asunto y quieren que sea cierta narrativa la que predomine. Lo malo es
que casi no existe material en español que sirva de contrapeso.
Entonces, si Antifa no es una secta extremista con miembros
infiltrándose por todas partes y a punto de tomar el poder mediante un golpe
comunista, ¿qué es? Antifa es un concepto, un ideal con el cual individuos y
grupos se identifican, y se reconocen por valores en común, principalmente la resistencia
contra el fascismo en todas sus formas y por cualquier medio que sea necesario.
No se puede ser “miembro de Antifa” en sentido estricto; pueden una o varias
personas identificarse como Antifa, pero el grado de esa identificación puede
variar, desde simplemente adoptar sus símbolos y eslóganes, pasando por difundir
información, hasta organizarse en grupos para actuar. Antifa no es una creación
nueva; es tan viejo como el fascismo y tiene una historia fascinante, a menudo
heroica, a lo largo de casi un siglo. De eso hablaremos en la próxima entrada.
Esta entrada forma parte
de la serie Crónica
de un Invierno Fascista (y de la Resistencia). Otros textos sobre temas relacionados
incluyen:
5 comentarios:
Aunque este artículo es un tanto defensor de los antifa, yo pienso que la mayoría de sus simpatizantes que ahorita se encuentran enfrentándose con los populistas en Estados Unidos principalmente, les hace falta volverse más radicales y más violentos, de alguna manera su idea pacifista de no agredir y demás no es suficiente contra la ideología fascistoide del populismo de derecha, además de que es totalmente reprobable que muchos de los antifa apoyen completamente a las políticas de la identidad (que son una forma de protofascismo), ya que en parte ahí les están abriendo cancha a los fascistas. Creo que deben ser más violentos y ahora sí tomar las armas, no dejarse intimidar por los otros.
Maik, he notado tu interés de los últimos meses con el Fascismo. En lo personal, me parece un tema fascinante y a la vez atemorizante, pero lo siento un tanto alejado de la realidad nacional. En lo personal, me preocupa ahora más el panorama nacional, en donde se observan tendencias de un retroceso hacia el viejo autoritarismo priista o quizá un autoritarismo de otro tipo. El único movimiento ultraderechista que percibo es el de Frena, que no me parece tenga mucho sustento social. Aunque ciertamente se está fortaleciendo, sacando ventaja del discurso populista y polarizarte de la actual administración; capitalizando el descontento social hacia las cuestionables decisiones políticas de los últimos años y dibujándose como la única alternativa viable. Pero a la vez, esto legitima el autoritarismo de la administración actual que presentará la política futura como la disyuntiva entre elegir entre un autoritarismo de (seudo)izquierda y uno de ultraderechismo.
Aunque en el penúltimo párrafo abordas un poco la cuestión de como el problema del fascismo gringo nos afecta, sería interesante que desarrollaras un poco más la cuestión. Quizá te mueves en grupos sociales donde es más común de lo que es para mí. Saludos.
No al progresismo. No al radicalismo postmoderno y torcidas ideas.
https://bigmaud.com/2020/06/30/john-cleese-contra-el-progresismo/
https://newdiscourses.com/2020/09/no-science-isnt-social-construct/
Jorge Laris: Sí, me preocupa al igual que a ti todo eso que dices. Un poco de ello lo abordé aquí:
https://www.maikciveira.com/2020/05/mi-peje-no-es-comunista.html
Si me enfoco tanto en el nuevo fascismo en Estados Unidos es porque su alcance es global y porque hay muy poco contenido en español al respecto, pero pronto volveré a abordar los problemas de México.
Al anónimo del puntito: Tu comentario y tus enlaces no tienen nada que ver con nada. En este blog apoyamos a la ciencia y yo antes he denunciado las excenctricidades del posmodernismo al respecto. Alguien te ha confundido los conceptos gravemente. Antes bien, el afán de insistir de que "los progres y posmodernos hay llegado demasiado lejos y son el verdadero peligro" es un ejemplo de la retórica de la que hablé en este otro texto:
https://www.maikciveira.com/2020/09/como-hacer-fascismo-sin-ser-funado-por.html
Gracias, Maike, por tu respuesta. Quería agregar que de alguna manera el comentario del anónimo ayudó a confirmar la pertinencia de tu entrada.
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