La mente de los reaccionarios - Ego Sum Qui Sum

Breaking

PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 29 de enero de 2021

La mente de los reaccionarios

Ahora puedes descargar este libro de la Pequeña Biblioteca Antifascista


“Desde que iniciĂł la era moderna, hombres y mujeres en posiciones subordinadas han marchado contra sus superiores en el estado, la iglesia, el lugar de trabajo y otras instituciones jerárquicas. Se han agrupado bajo diferentes estandartes -el movimiento obrero, el feminismo, el socialismo- y han gritado diferentes consignas: libertad, igualdad, derechos, democracia, revoluciĂłn. En virtualmente todos los casos, sus superiores los han resistido, con violencia y sin ella, legal e ilegalmente, abierta y disimuladamente.

 

El conservadurismo es la voz teĂłrica de este espĂ­ritu contra la agencia de las clases subordinadas. Proporciona el argumento más consistente y profundo de por quĂ© los Ăłrdenes más bajos no deberĂ­an poder ejercer su libre voluntad ni gobernarse a sĂ­ mismos, ni a una entidad polĂ­tica. La sumisiĂłn es su primer deber, y la agencia, la prerrogativa de la Ă©lite.”

 

Estos párrafos se hallan en el primer capítulo de The Reactionary Mind, libro de Corey Robins, en el que explora el desarrollo de las ideologías conservadoras, desde su origen en la Revolución Francesa hasta nuestros días, desde intelectuales de la talla de Edmund Burke hasta fantoches iletrados como Donald Trump. A continuación les comparto una síntesis del libro, con algunos extractos, porque creo que muchos de sus planteamientos nos pueden ser útiles y para ver si animan a leerlo. Advierto que en algunas de las citas omití una que otra frase original para abreviar, pero procuré que estas ediciones no cambiaran el sentido del texto.


La tesis central del libro es que las ideologías conservadoras, reaccionarias y derechas, digan lo que digan, argumenten lo que argumenten, tienen siempre un mismo objetivo: justificar teóricamente un orden social jerárquico y el lugar de las élites que se sientan a la cabeza.


Ese orden jerárquico se busca preservar no sólo en la organización política, sino en todos los aspectos de la vida pública y privada: en el hogar, en la escuela, en la fábrica y el campo. El conservadurismo quiere mantener un orden feudal en todos esos espacios; que el hombre mande sobre la mujer, que el jefe gobierne sobre los empleados, que el blanco rija sobre el negro, que el rico pueda mirar por encima del hombro al pobre y el heterosexual pueda humillar a las personas de sexualidad diversa. El conservadurismo piensa que un mundo liberado de estas jerarquías sería horrible, caótico y peligroso.



“El conservadurismo no es, pues, un compromiso con un gobierno limitado y la libertad personal, o una desconfianza en el cambio, una creencia en la reforma gradual, o una polĂ­tica de las virtudes. Estos pueden ser productos secundarios del conservadurismo, una o más de sus expresiones siempre cambiantes a lo largo de la historia. Pero no son el propĂłsito que lo anima. Tampoco es el conservadurismo una alianza improvisada de capitalistas, cristianos y guerreros, pues tal fusiĂłn está impulsada por una fuerza más elemental: la oposiciĂłn a la liberaciĂłn de hombres y mujeres de los grilletes de sus superiores, particularmente en la esfera privada”.

 

A lo largo de su obra, Robins demuestra que tal es el esquema que podemos ver detrás de la filosofía, sofisticada o simplona, de diferentes figuras claves en el pensamiento conservador, especialmente en el mundo de habla inglesa. Hobbes, Nietzsche, Hayek, Mises, Ayn Rand o Antonin Scaglia; su afán es siempre el mismo: tratar de convencer al mundo y a sí mismos de que lo mejor para todos es que exista una jerarquía bien definida y que quienes se encuentran en la punta son los más aptos y lo merecen.


Cada generaciĂłn de conservadores debe pensar en la forma de hacer que el privilegio de las Ă©lites sea aceptable y digerible para las masas. Los primeros conservadores defendĂ­an la monarquĂ­a y la nobleza hereditaria. Cuando Ă©stas fueron destruidas, tuvieron que pensar en lo segundo mejor: la aristocracia capitalista. AsĂ­ como intentaron justificar el poder de monarcas y nobles en el derecho divino de los reyes, el derecho histĂłrico de la conquista, la superioridad racial y demás paparruchadas, hoy hacen lo mismo pintando a la figura del gran empresario con una pátina de heroĂ­smo y romanticismo. Los grandes capitalistas de antaño eran llamados “capitanes de la industria” y sus logros se comparaban con los de guerreros y conquistadores. Hoy Elon Musk es comparado con un superhĂ©roe de cĂłmics.

 


Pero la exposiciĂłn de Robin no se limita a ello. TambiĂ©n revela las contradicciones, incoherencias e irracionalidades de la filosofĂ­a conservadora a travĂ©s de los siglos. Por ejemplo, uno de los capĂ­tulos más divertidos es el dedicado a Ayn Rand. De ella, el autor nos dice que “se creĂ­a filĂłsofa y novelista, pero no era ninguna de las dos”. Su ideologĂ­a carecĂ­a de bases teĂłricas sĂłlidas, pues parece que casi sĂłlo conocĂ­a a AristĂłteles, y aĂşn a Ă©l no lo entendĂ­a bien.

 

Su Ă©xito se dio sobre todo entre los cĂ­rculos medianamente cultos, especialmente en el medio del espectáculo. Sus primeros fans fueron actores de Hollywood y empresarios con no muchas lecturas en su haber; en la academia nunca se le tomĂł en serio como pensadora o literata. A pesar de sus despotriques contra “la Ă©lite que no permite a los hombres extraordinarios crecer”, Rand fue siempre bien acogida por gente rica y poderosa, precisamente porque le decĂ­a lo que querĂ­a oĂ­r: que son dignos de toda su riqueza y poder, en virtud de su evidente superioridad.

 

Tratándose de Friedrich von Hayek, siempre viene a cuento mencionar su descarada hipocresía. El mismo que cacareaba sobre la libertad y alertaba contra la servidumbre aplaudió la sanguinaria dictadura de Pinochet. Está claro que la libertad que la derecha defiende es la facultad de los poderosos y privilegiados para ejercer su poder y privilegios sin restricciones. Tampoco es precisamente un secreto: en sus textos él mismo admite creer que es más valiosa la libertad de un individuo extraordinario que la de cien personas comunes.

 

Quizá lo más chocante de Hayek es que Ă©l mismo sabĂ­a que mucho de lo que se decĂ­a en defensa de su amado capitalismo eran patrañas. En uno de sus textos admite que detrás de las grandes fortunas no hay sĂłlo esfuerzo y talento, sino suerte y azar, pero advierte del peligro que significarĂ­a que la gente comĂşn se diera cuenta de esto. Habrá muchos que se rompan los huesos trabajando toda una vida para descubrir que al final de ese camino no están las recompensas prometidas. Si, en su frustraciĂłn, descubren que muchos en la cabeza de la jerarquĂ­a llegaron ahĂ­ por pura buena suerte y privilegios heredados, podrĂ­an rebelarse contra el sistema. Está claro que Hayek no creĂ­a que “los ricos son ricos porque trabajan más y generan más riqueza”, pero sĂ­ creĂ­a que para mantener el orden era necesario que esa creencia estuviera bien difundida. (Más sobre las deshonestidades ideolĂłgicas de Hayek, y sobre cĂłmo los conservadores usan las mentiras Ăştiles.) 



Hoy en dĂ­a tenemos un Internet lleno de tontos Ăştiles idolatrando a Hayek y convencidos de corazĂłn de las mentiras meritocráticas que ni Ă©l mismo creĂ­a. No es casualidad: los millonarios que se benefician de ese mito, como los hermanos Koch, han impulsado la difusiĂłn de esas creencias, a travĂ©s del financiamiento de publicaciones, revistas, sitios de Internet y think tanks. De nuevo, se ve cĂłmo esta ideologĂ­a sirve a un mismo propĂłsito. (Más ejemplos, tomados del mismo libro, en este video de Innuendo Studios.) 

 

“¡Momento!” exclamarán algunos, confundidos “¿Hayek y Rand conservadores? ¡Pero si son libertarianos y, por lo tanto, liberales!”. Me temo que no. Esta confusiĂłn es producto de esfuerzos deliberados por parte de estos personajes y sus seguidores. Es el viejo truco de mover las definiciones hacia la derecha. La ideologĂ­a de Hayek y Rand sirve al mismo propĂłsito que la de Burke o Hobbes: justificar por quĂ© está bien que los ricos y poderosos sean ricos y poderosos. Eso los hace conservadores, aunque tengan algunas posturas liberales o progresistas en asuntos que no afecten demasiado a las jerarquĂ­as sociales.

 

Lo mismo va para sus versiones contemporáneas y tercermundistas, como AgustĂ­n Laje o Javier Milei. Las libertades que ellos han defendido son las que benefician a los que ya gozan de poder y privilegios. Se dicen conservadores en lo social y liberales en lo econĂłmico, pero en realidad son conservadores en ambas cosas. En efecto, se sabe que mientras menos regulado estĂ© el mercado más tiende la riqueza a concentrarse en quienes ya la tenĂ­an. Se llaman liberales porque están a favor de un mercado libre de restricciones, pero en realidad sus posturas extremas son ajenas a la tradiciĂłn liberal clásica, que nunca ha tratado de eliminar toda forma de taxaciĂłn o de regulaciĂłn econĂłmica. Al llamarse a sĂ­ mismos “liberales”, pintan a los verdaderos liberales como socialistas para espantar a los incautos.

 


Quizá tengamos la idea de que la gente conservadora tiende a ser moderada y prudente; que si es conservadora es porque no confĂ­a en los cambios bruscos, sino que prefiere el gradualismo y los buenos modales. Sin embargo, en la historia reciente, los polĂ­ticos de derecha han demostrado todo lo contrario. Tienden a la bravuconerĂ­a y a la retĂłrica bombástica; cuando toman el poder, no dudan en usarlo para hacer cambios drásticos y llevar a cabo acciones temerarias en la polĂ­tica: prohibiciones por un lado, desregulaciones por el otro; persecuciĂłn de los grupos vulnerables disfrazada de “guerra contra el crimen”; gobierno por decreto; militarizaciĂłn de la policĂ­a; debilitamiento de la separaciĂłn de poderes y de la separaciĂłn iglesia-estado, etcĂ©tera.

 

Los conservadores piensan que la sociedad moderna ha ido demasiado lejos y que es hostil hacia ellos y sus valores (ya saben, el mundo está dominado por el marxismo cultural y así). Por eso adoptan una actitud radical ante la sociedad y sienten que es su deber deshacerla para volverla a hacer. El conservadurismo no pretende simplemente volver al viejo régimen tal cual ha sido, sino reconfigurarlo para volverlo más fuerte y resistente, más sólido contra los embates de la modernidad y, por lo tanto, más activamente reaccionario. Cuando ese afán alcanza niveles extremos, cuando se cree que debe lograrse a como dé lugar y lo más pronto posible, es que el conservadurismo evoluciona en fascismo.

 

“Para defender el orden, el conservador invariablemente se lanza a un programa reaccionario y contrarrevolucionario, que a menudo requiere una reestructuraciĂłn total del mismo rĂ©gimen que defiende. ‘Si queremos que las cosas sigan igual’ decĂ­a Lampedusa ‘todo tendrá que cambiar’. Para preservar el rĂ©gimen, el conservador debe reconstruirlo. Este programa implica ir más allá de los lugares comunes sobre ‘preservaciĂłn a travĂ©s de la renovaciĂłn’; requiere tomar medidas radicales en nombre del rĂ©gimen.

 

El conservador no se opone solamente a la izquierda; tambiĂ©n piensa que la izquierda ha tenido el timĂłn desde, dependiendo a quiĂ©n se le pregunte, la RevoluciĂłn Francesa o la Reforma. Si ha de preservar lo que valora, el conservador debe declarar la guerra a la cultura presente.”

 


Los conservadores se han opuesto a las revoluciones de Francia y Rusia; han defendido la esclavitud y la segregaciĂłn; han atacado a la socialdemocracia y al estado de bienestar; y han reaccionado con virulencia contra el New Deal, el movimiento por los derechos civiles, el feminismo y el activismo gay. En estos esfuerzos no han demostrado prudencia y moderaciĂłn, sino todo lo contrario: temeridad y radicalismo.

 

Por eso el conservadurismo absorbe la retĂłrica y tácticas de la misma revoluciĂłn a la que se opone. Si el feminismo toma como sĂ­mbolo la pañoleta verde, el conservadurismo se alza con la color celeste; si las mujeres reclaman “ni una menos”, los misĂłginos responden “nadie menos”. Si se denuncia la opresiĂłn contra las personas de la diversidad sexual, los reaccionarios alegan que su propia “diversidad de pensamiento” está siendo perseguida. Heterofobia, misandria, racismo a la inversa... Todos esos conceptos aparecen como respuesta a los esfuerzos de los grupos oprimidos por hacer visible su opresiĂłn.

 

Esto se hace para darle a la defensa de la tradición un oropel de rebeldía, convertir un conjunto de ideas viejas en un movimiento dinámico que pueda atraer grandes números. El conservadurismo ha sido siempre un movimiento mucho más atrevido y extravagante de lo que mucha gente se da cuenta. Su retórica tiende a ser mucho más emotiva que racional, a depender de falacias, mentiras, contradicciones, absurdos y conspiranoias. Y he ahí la raíz de su atractivo.

 


“Como muchos movimientos luchando por mantenerse en el poder, los activistas y lĂ­deres conservadores, para compensar el decreciente apoyo popular a sus posturas y fortalecer su programa, hacen llamamientos cada vez más estridentes y racistas a retornar a una naciĂłn blanca, cristiana y libremercadista. Parte de las bases toma la cuestiĂłn del privilegio blanco en sus propias manos, y encuentra un populismo más genuino en actos de violencia contra gente de color, minorĂ­as religiosas y manifestantes izquierdistas. Éste es el movimiento que llevĂł a Trump al poder.”

 

El libro nos muestra, finalmente, que Donald Trump no se trató de una aberración ni una anomalía en la tradición derechista; es hijo de esa tradición. Él y sus seguidores, tanto los oportunistas como los fanáticos, son el resultado lógico de décadas de una ideología de derechas cada vez más atrevida, más radical, menos preocupada por las formas y los buenos modales que por lograr sus propósitos a como dé lugar (y de un liberalismo demasiado pusilánime para enfrentarla). El escenario fascistoide en el que nos encontramos evolucionó a partir del conservadurismo de siempre.




Esta entrada forma parte de la serie CrĂłnica de un Invierno FascistaPuedes descargar este libro de la Pequeña Biblioteca AntifascistaSi te gusta mi trabajo, puedes ayudarme a hacer crecer este proyecto con una subscripciĂłn mensual en Patreon. O, si lo prefieres, tambiĂ©n puedes hacer una sola donaciĂłn en PayPalAquĂ­ hay más contenido relacionado:

2 comentarios:

Ognimod dijo...

El libertarianismo es básicamente "los trabajadores controlarán los medios de producción" pero cambiándolo por "los jefes/los ricos controlarán los medios de producción".

Si agarras esa misma frase y la cambias por "los verdaderos [inserte aquí el plural del gentilicio de su preferencia] de sangre pura controlarán los medios de producción", tienes el strasserismo.

Y si eliminas "los medios de producción" y lo dejas en "los verdaderos [inserte aquí el plural del gentilicio de su preferencia] de sangre pura controlarán", tienes el fascismo.

ConclusĂłn: El libertarianismo es fascismo que todavĂ­a no ha terminado de alterar la frase.

Tenemos que conseguir que cada vez más gente se dé cuenta de ello, lo entienda, y lo asimile.

Maik Civeira dijo...

Estoy fundamentalmente de acuerdo.

ApĂłyame en Patreon

ApĂłyame en Patreon
Si te gusta mi contenido, pudes ayudarme a seguir creando