INTRODUCCIÓN: ¿POR QUÉ LOS REACCIONARIOS SE ESTÁN
HACIENDO LLAMAR ‘LIBERALES’?
Poco antes de las elecciones de 2022 en Brasil, Javier
Milei, célebre personalidad de la derecha argentina, declaró “¡América
Latina será liberal!” en apoyo al presidente ultraconservador Jair
Bolsonaro. Desde hace tiempo que me genera ruido el que una figura como Milei
se declare “liberal” y describa sus posturas políticas como “liberalismo”. Se
trata de un uso reciente (y, veremos, ilegítimo) de la palabra, y casi
exclusivo de América Latina, pues en el mundo anglosajón ha tenido otro
significado.
Lo que vemos aquí es una estrategia de marketing, un
proceso de rebranding que lleva dándose poco más de una década, para
presentar un conjunto de posturas ideológicas, primero como “libertarismo” o
“libertarianismo”, y ahora como “liberalismo”. Así que en esta
luenga serie voy a demostrar que, para empezar, el libertarianismo no es
liberalismo, y que las posturas del movimiento que representa Milei
difícilmente se podrían considerar libertarianismo en su sentido clásico, y que
definitivamente no son liberalismo, sino una ideología completamente
reaccionaria.
El propósito final de esta ideología (lo entiendan o no sus
seguidores), es reestablecer o fortalecer las estructuras jerárquicas
tradicionales y erosionar el control democrático que aún queda sobre el
poder económico privado. Para sumar gente a su causa, se sirve de estrategias
retóricas que adrede confunden conceptos, tuercen o deforman definiciones
de forma arbitraria, apelan a los sentimientos sobre la razón al mismo
tiempo que hacen sentir a sus seguidores racionales e inteligentes, y
bloquean preventivamente su apertura a información que pudiera contradecir sus
creencias con un discurso antiintelectual y negacionista.
Hace unos 10 o 15 años, “liberal” se entendía, en el
discurso cotidiano, como lo opuesto a “conservador”. O sea, si estabas a
favor del matrimonio homosexual o la despenalización del aborto, por ejemplo,
eras liberal, y si no, conservador. Hoy en día las palabras “liberal” y
“liberalismo” se han vuelto bastante confusas, pasando a significar muchas
cosas distintas, dependiendo de quién las diga, y especialmente de su tribu
ideológica. Para la derecha estadounidense, “liberalismo” es sinónimo de
izquierda y socialismo; la izquierda internetera la identifica como un enemigo;
para una parte de la extrema derecha latinoamericana, implica un capitalismo
sin restricciones.
Liberal, conservador, reaccionario, progresista, izquierda y
derecha pueden ser términos muy relativos. Un personaje o partido político
puede estar a la izquierda de unos, pero a la derecha de otros. Una misma
persona puede tener opiniones conservadoras en unos temas y progresistas en
otros. Tengamos en cuenta que una cosa puede ser una ideología en el papel, y
otra muy diferente lo que las personas concretas de hecho dicen y hacen; los
humanos somos seres contradictorios, capaces de sostener al mismo tiempo
creencias incompatibles. De modo que necesariamente tendremos que abstraer y
generalizar.
Si queremos desenmarañar este caos, deberemos empezar por el
principio…
LIBERALISMO
El liberalismo es una corriente de pensamiento filosófico
y político muy amplia y variada, que incluye diversas perspectivas y ha
evolucionado mucho a lo largo del tiempo. Así, por cuestiones de tiempo y
espacio, no tenemos más remedio que simplificar.
El liberalismo nace tras las revoluciones y guerras civiles
en Inglaterra en el siglo XVII, de la mano de la monarquía constitucional
que reemplazó al absolutismo en ese país. Concretamente, se considera su padre al pensador John Locke.
Como sistema filosófico se desarrollaría durante la Ilustración, con el
pensamiento de autores europeos como Adam Smith, Charles-Louis de Montesquieu,
David Hume, Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, William Godwin, Thomas Paine
e Immanuel Kant.
Estas ideas en gran parte inspiraron las grandes
revoluciones burguesas del siglo XVIII: la independencia de los Estados
Unidos y la Revolución Francesa, seguidas de otras muchas en las décadas
sucesivas, que ultimadamente acabaron con la monarquía absolutista en favor de la
democracia representativa, sirvieron para que la burguesía desplazara a la
nobleza como clase dominante, y consolidaron el capitalismo como modelo social,
económico y político hegemónico.
El liberalismo ha cambiado mucho a lo largo de los siglos, y
su maleabilidad ha sido responsable de su éxito y continuidad donde otros paradigmas
han fracasado. No es lo mismo el liberalismo de Adam Smith que el de John
Stuart Mill o que el de John Maynard Keynes. Sin embargo, todos tienen
en común la defensa de la democracia representativa, el respeto a los derechos
y libertades individuales, la posibilidad del cambio social pacífico a
través de las instituciones políticas, la propiedad privada de los medios de producción y la confianza en el libre mercado
como la mejor forma de satisfacer las necesidades humanas.
Dentro de esos márgenes hay mucho espacio para una
diversidad de posturas. Por ejemplo, tanto el neoliberalismo como la
socialdemocracia están dentro del liberalismo, pero en extremos opuestos de
la cuestión sobre cuánto debe intervenir el gobierno en la economía. Eso sí:
como veremos más adelante, las pretensiones del libertarianismo de anular por
completo el papel del estado en la economía quedan fuera de la tradición
liberal, tanto como las pretensiones marxistas de abolir por completo la
propiedad privada de los medios de producción.
Ningún pensador liberal abogó por un capitalismo
irrestricto ni por derechos de propiedad absolutos, ni siquiera los más
clásicos como Locke o Smith. Ya en el siglo XIX, pensadores liberales estaban
haciendo planteamientos que harían que los libertarianos de hoy los denunciaran
por socialistas: John Stuart Mill, con su insistencia en el mayor bien
para el mayor número de personas como principio rector de toda política; o Thomas
Hill Green acusando que la libertad no puede ser sólo la ausencia de
prohibiciones, sino que necesita ser la presencia de oportunidades. Fueron los
liberales decimonónicos quienes denunciaron que una persona no es realmente
libre si sólo tiene las opciones de dejarse explotar en una fábrica a cambio de
una paga miserable o morirse de hambre.
Los grandes pensadores liberales de la primera mitad del
siglo XX, como Bertrand Russell, Hannah Arendt o Karl Popper, abogaron
por la necesidad de que un gobierno democrático pusiera riendas al capitalismo.
Russell, quien definió al liberalismo como “el intento de asegurar un orden
social que no se apoye en el dogma irracional, y asegurar una estabilidad sin
la imposición de más frenos que los necesarios para conservar la comunidad”,
también alertaba que la estructura de las corporaciones capitalistas es
esencialmente antidemocrática y que la acumulación de poder económico pone en
peligro la democracia.
Arendt destacó que el imperialismo europeo, con todas
sus atrocidades, era la consecuencia lógica del capitalismo y su ideología de
crecimiento ilimitado. Y fue Popper quien señaló que el poder económico
puede ser tan peligroso como el físico, pues aquellos que tienen de sobra
pueden forzar a aquellos que se están muriendo de hambre a aceptar “libremente”
(esto es, sin coerción física), someterse a la servidumbre.
Russell, Arendt y Popper escribieron en una época en la que el
liberalismo estaba en retroceso y amenazado por partida doble por el
nazifascismo y el comunismo soviético. Y sin embargo su filosofía era poderosamente
progresista y en favor de cambios a gran escala en las democracias
liberales para asegurar su supervivencia.
Hoy vivimos otra época de decadencia del liberalismo, en
esta ocasión debilitado por los estragos causados por su corriente hegemónica,
el neoliberalismo. Sin embargo, lo que no vemos es a intelectuales de la talla
de los mencionados ni líderes políticos de la estatura de un Franklin D. Roosevelt.
El liberalismo, que en el pasado fue responsable de verdaderas revoluciones
y progreso social, en la actualidad se ha convertido en un una defensa
pusilánime del statu quo y de la fe en el progreso paulatino como camino
hacia una mejor sociedad. Sobre todo, se ve incapaz de enfrentar los retos
contemporáneos, como el cambio climático, el descontrol del capitalismo salvaje
y el regreso del extremismo de derechas.
A lo mejor el liberalismo pueda renovarse y sobrevivir como
una mejor y más justa versión de sí mismo, como lo hizo con el New Deal
el siglo pasado, pero por ahora parece que el dilema está en qué lo sustituirá
cuando termine de morir.
CONSERVADURISMO Y REACCIÓN
Desde un principio surgió la ideología conservadora como una
reacción contra el liberalismo, y de ahí la oposición entre ambos términos.
Pensadores como Edmund Burke y Joseph De Maistre denunciaron las
revoluciones y argumentaron en favor de la monarquía y las jerarquías
tradicionales. Un antecedente puede hallarse en el pensamiento de Thomas
Hobbes, quien desarrolló un argumento secular y racionalista (es decir, no
fundamentado en el derecho divino) para defender la necesidad de la monarquía
absolutista.
La defensa
de las jerarquías tradicionales es la base del conservadurismo como
ideología; jerarquías de clase social, raza, género, cultura, religión,
etcétera. Debe haber algunos grupos con poder y privilegios, y otros que queden
subordinados (o de plano desaparezcan). De ahí derivan todos sus otros valores, como la defensa del orden, el tradicionalismo y la resistencia al cambio. Sus
principios NO son la libertad individual, ni la responsabilidad
personal, ni el gobierno limitado; éstas son simplemente causas que el
conservadurismo ha adoptado en su lucha por mantener las jerarquías, en cuanto
a que le son útiles para ese propósito.
Lo que pasa es que las causas por las que lucha el
conservadurismo varían de una época a otra, siempre relativas a los
cambios sociales que están ocurriendo en determinado momento. Pero, a lo largo
de toda su existencia, se ha opuesto a cualquier cosa que debilite las
estructuras jerárquicas: la expansión del derecho al voto, la emancipación
femenina, la abolición de la esclavitud, el fin de la segregación, los derechos
laborales, las protecciones legales a grupos vulnerables, etcétera.
Sucede que, para sobrevivir al triunfo del liberalismo, el
conservadurismo ha tenido que adaptarse a las instituciones y valores
liberales. Hoy en día no defiende el regreso de la monarquía y en cambio
hablará bien de la democracia, pero constantemente lo veremos argumentar a
favor de limitar el derecho al voto de algunos grupos, y ciertamente opinará
que en espacios como la empresa el patrón debe gobernar con los poderes
absolutos de un emperador. Y, claro, la esfera familiar debería funcionar como una monarquía. No pedirá que se le quite el derecho al voto a
las mujeres o que se restablezca la segregación racial, pero se opondrá a
cualquier ulterior expansión de los derechos de estos grupos.
Los conservadores originales denunciaron la razón ilustrada
porque diluía las jerarquías y llevaba al caos, pero como la Ilustración
triunfó al final, los conservadores proclaman ser ellos los verdaderos
racionalistas. Para ello, coartan el significado de “valores
de la Ilustración” hasta reducirlos a una versión simplista e inocua que se
limite a la libertad individual, la democracia representativa y la ciencia. Muchas veces el conservadurismo tratará de adjudicarse los logros de movimientos emancipatorios, una vez que éstos han triunfado, y para ello les dará un buen lavado de imagen con el objetivo de quitarles cualquier cariz radical.
Hoy en día, los conservadores han adoptado una doble y
contradictoria retórica de rebeldía y victimismo, para adaptarse a la cultura
contemporánea, pues tras los movimientos contraculturales de mediados del siglo
el ser rebelde adquirió un cariz heroico, y en las últimas décadas los
movimientos por la justicia social han creado una suerte de culto a la
víctima. De ahí cosas como, ya saben, “conservador es el nuevo punk”, o
“los hombres heterosexuales son el grupo más perseguido”, y así y así.
La diferencia entre conservador y reaccionario es
sólo de grado; cuantitativa, no cualitativa. En general, los conservadores
pretenden preservar las jerarquías como están y defenderlas de ulteriores
cambios, mientras que los reaccionarios quieren regresar a tiempos anteriores
(reales o imaginarios), en los que todo era mejor porque las jerarquías eran
más sólidas y no se cuestionaban. Por ejemplo, los conservadores se oponen
a la legalización del aborto, pero los reaccionarios quieren también prohibir
los anticonceptivos que hoy son legales. Los últimos años han demostrado que
muchos conservadores no se habían vuelto completamente reaccionarios porque no
sabían que tenían esa opción.
El fascismo (con sus variantes italiana, nazi,
franquista, etcétera) es la forma más extrema y violenta de la reacción, pues
su fin último es asegurar la restauración y supervivencia de un sistema
jerárquico rígido basado en la supuesta superioridad esencial de unos
grupos según la raza, género o clase, para lo cual es necesaria la eliminación
de todo aquello que pueda contaminar o subvertir dicha estructura. Está
obsesionado con la decadencia social, de la que culpa a la modernidad, el
liberalismo, la democracia, la Ilustración y otros movimientos emancipatorios,
como el feminismo y el socialismo. Por ello, pretende destruirlos, por los
medios que sean necesarios, para recuperar la grandeza de tiempos antiguos;
grandeza que, por supuesto, es imaginaria.
Finalmente, tenemos el post-fascismo, cuyos objetivos
finales son los mismos que los del fascismo, pero que han adoptado nuevas
etiquetas, símbolos y estrategias retóricas, y cuyos métodos de lucha son más
flexibles, adaptados al mundo que resultó de 300 años de hegemonía liberal.
Volveremos al post-fascismo más adelante en esta serie…
LA IZQUIERDA
La historia es bien conocida: los conceptos de izquierda
y derecha nacieron en la Revolución
Francesa (la revolución liberal más importante), y se referían
originalmente a las facciones que ocupaban la sala de la asamblea nacional;
quienes apoyaban la monarquía, se sentaban a la derecha, y quienes se oponían a
ella, a su izquierda.
Desde entonces, “derecha” se ha usado para referirse a las
posturas conservadoras o reaccionarias, e “izquierda” para las progresistas o
revolucionarias. Si las derechas buscan preservar o fortalecer las jerarquías
tradicionales, las izquierdas, en teoría, luchan por su desaparición
(por eso muchos izquierdistas consideran que regímenes autoritarios como los de
China o la URSS traicionaron los ideales de la izquierda).
Como mencionamos al principio, "izquierda y derecha" pueden ser términos relativos. Dentro de la tradición del liberalismo existen
corrientes más hacia la izquierda y otras más hacia la derecha. La
socialdemocracia, por ejemplo, es lo más de izquierda que se puede ser sin
dejar de ser liberal, y esto es porque preserva el capitalismo, es decir, la
propiedad privada de los medios de producción.
Ahora, con “la izquierda” en general, suele referirse
a lo que está más allá del liberalismo (aunque muchas veces sí se
incluye a la socialdemocracia), en especial a las dos grandes tradiciones del
pensamiento político izquierdista: el marxismo y el anarquismo. Por
supuesto hay muchísimas corrientes dentro de estas dos; las hay más o menos
autoritarias, más o menos radicales, más enfocadas en lo económico o en lo
social; las que creen que el estado puede ser un instrumento, aunque sea provisional,
para acabar con las jerarquías y las que quieren desaparecer por completo al
estado junto con todas las otras instituciones jerárquicas.
Para contribuir a la confusión, la diferencia entre socialismo y comunismo también es bastante discutida. En la ortodoxia marxista-leninista, el
socialismo se considera un estadio transitorio en la marcha hacia el comunismo
pleno; pero ésta parece ser una innovación de Lenin, y que Marx usaba los términos de forma
intercambiable. En países de Occidente, algunos políticos y
movimientos usan la etiqueta de “socialistas” para distinguirse de los
regímenes autoritarios de la esfera soviética, para quienes reservan la etiqueta de
“comunistas”. Algunos que se dicen socialistas, como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, en realidad son más bien
socialdemócratas. En fin, es un desmadre, y además casi todas estas corrientes se odian profundamente entre sí y les gusta pasar más tiempo peleando unas con otras que luchando contra el capitalismo.
Ideas que precedieron al marxismo y el anarquismo se remontan a
la Antigüedad y a la Edad Media, pero en su forma moderna, ambas corrientes
emanan de la Ilustración y, así es, del liberalismo. Pensadores como
Rousseau, Paine y Godwin ya anunciaban una versión más radical del liberalismo.
Marx mismo celebraba
los logros del liberalismo, al tiempo que repudiaba sus fallos. Tanto
autores liberales (Russell, Popper) como marxistas (Lukács, Hobsbawm) consideran
al marxismo un hijo de la Ilustración, y Chomsky
explica que el anarquismo es la continuación lógica de someter la
legitimidad de las jerarquías al escrutinio de la razón, concluyendo que ninguna
jerarquía puede justificarse racionalmente.
Es sólo el ala que está a la derecha del liberalismo la que niega
la conexión entre izquierda e Ilustración (aunque, hay que admitirlo, existe
una izquierda antiilustrada), y esto es porque, en un mundo en el que la
Ilustración tiene prestigio, quieren reclamar su legado exclusivo. Esto es, una
vez más, sólo retórica y rebranding.
Marxismo y anarquismo no son lo opuesto al liberalismo,
sino lo que va más allá. El liberalismo tiene muchas, muchísimas
deficiencias; expandió algunas libertades, disolvió algunas jerarquías y redujo
la desigualdad, pero se quedó demasiado corto. Por ejemplo, la igualdad de
jure en el liberalismo tiende a ocultar la inequidad de facto. El
sufragio universal oculta que no todos los ciudadanos tienen igual influencia
en la política. Y ultimadamente, el capitalismo, que es una estructura
fundamentalmente desigual y jerárquica, jamás permitirá que exista una
verdadera democracia.
Así, tanto anarquistas como marxistas buscan la
desaparición del capitalismo. Esto no significa que no quieran que tengas cosas,
o que regresemos a la
edad de piedra sin tecnología; quiere decir que los medios de producción (es
decir, todo lo que sirve para que una sociedad produzca la riqueza) dejen de
ser propiedad de individuos particulares y pasen a ser de los trabajadores que
laboran con esos medios, o de la comunidad en general, ya sea administrados por
ella misma de forma directa, o por un estado que en teoría debería
representarla.
La derecha siempre está haciendo hombres
de paja sobre la izquierda, pues su objetivo es satanizarla, hacer que
sus posturas parezcan absurdas o repugnantes y evitar que la gente quiera
aprender sobre ellas. Hoy en día la derecha promueve la noción espuria de que
izquierda y derecha se definen por su relación con el estado; que derecha
significa más libertad individual y que izquierda significa más estado. Esto es
un sinsentido y otro ardid retórico más.
Lo que pasa es que, en una democracia liberal, en la que la
gente común todavía tiene cierta influencia sobre la política, el estado
puede ser un instrumento para debilitar algunas jerarquías tradicionales. Por
ejemplo, mediante leyes que protejan a los grupos vulnerables o políticas que
redistribuyan la riqueza, reduciendo la desigualdad, y por lo tanto la
disparidad de poder de unos grupos sobre otros. La derecha pretende eliminar
solamente la parte del estado que sirve a ese propósito, mientras que quiere mantener
la que sirve para sostener las jerarquías, tales como el ejército y las
fuerzas policiacas (por lo menos en lo que se vuelve posible privatizarlas).
LIBERALISMO SEGÚN LA ACTUAL DERECHA GRINGA
En Estados Unidos, “liberal” siempre ha significado, como diría Abbie Thorne,
“cualquiera que esté a la izquierda de Sauron”. En ese país, las
etiquetas de “liberal” y “conservador” se han asociado con los dos partidos
políticos hegemónicos, el Demócrata y el Republicano, respectivamente.
Como consecuencia, a cada partido también se le ha atribuido el ser de
izquierda y de derecha.
Esta diferencia siempre ha sido sólo MUY relativa, ya que
ambos partidos siempre han estado comprometidos con el capitalismo y el
imperialismo estadounidense, y sólo difieren, si acaso, en gradaciones y
detalles, como el gasto público en programas de bienestar social o temas sociales
como el matrimonio igualitario. Por ejemplo, en política económica, ambos
partidos se mantuvieron dentro del New Deal hasta la llegada del
neoliberalismo a finales de los 70, en que los dos se suscribieron por igual a
esta doctrina.
La cosa se complica si además tenemos en cuenta que, en el
pasado, el Republicano era relativamente liberal y el Demócrata era
conservador. Esto fue así a partir de la Guerra Civil estadounidense, pero fue
cambiando gradualmente, hasta que se percibe un cambio en tiempos del New
Deal de Franklin D. Roosevelt en los años 30 y 40, y especialmente a
partir de la respuesta de los partidos al Movimiento por los Derechos
Civiles en los 50 y 60. Desde entonces, los partidos intercambiaron
posiciones, quedando el Demócrata como el liberal. A este hecho histórico se le
conoce como Great Party Switch,
y es importante entenderlo, porque el Republicano, que era liberal cuando se
abolió la esclavitud en tiempos de Abraham Lincoln, trata de adjudicar ese
logro no sólo a su partido, sino a la ideología conservadora, la cual se oponía
a la emancipación de los negros.
En realidad, hoy por hoy el Demócrata es un partido de centro y, salvo una minoritaria corriente socialdemócrata (iniciada por la precandidatura de Bernie Sander en 2016), tiene muy poco de izquierdista. Pero el conservadurismo en Estados Unidos se ha ido radicalizando en las últimas décadas, volviéndose francamente reaccionario. Así la derecha ha tratado de tildar al partido Demócrata, y por extensión al liberalismo, de ser lo mismo que la extrema izquierda. Por ejemplo, trata de hacer ver como peligroso socialismo lo que en realidad serían tímidos intentos de restaurar políticas socialdemocrátas que eran normales en tiempos del New Deal.
Estos tópicos se repiten no sólo en el discurso anglosajón, sino también en español y otros idiomas, y forman parte de una retórica que la derecha lleva mucho
tiempo manejando: hacer pasar el extremismo como normalidad y lo que era
normal como extremismo, moviendo todas las definiciones hacia la derecha y
cambiando los márgenes de lo que se considera aceptable en una sociedad
civilizada. Vamos a ver mucho de esto en esta serie.
En su entrada sobre Liberalismo, la wiki ultraconservadora Conservapedia acusa a dicha corriente de ser prácticamente marxista, odiar la libertad individual y poner los sentimientos por encima de la razón. Ahí mismo dice: “Debe notarse, sin embargo, que los
liberales no son comunistas de pura sangre: a diferencia de sus hermanos más
rojos, los liberales son mucho más insidiosos y peligrosos, pues se han
infiltrado en la sociedad americana y ahora amenazan el estilo de vida
americano”. Luego continúa señalando las similitudes entre comunismo,
nazismo y liberalismo, a los que quiere hacer pasar como si fueran en
esencia lo mismo.
Sin embargo, las cosas han cambiado en esta wiki (he estado
pendiente de ella a lo largo de los años) y desde que el movimiento
reaccionario se ha vuelto internacional, la nacionalista Conservapedia ha
tenido que reconocer que en otros
países quienes se llaman a sí mismos “liberales” son el equivalente a lo
que en Estados Unidos se llama “libertarianos”, quienes están más cerca del
“liberalismo clásico”, el cual es, asegún, en realidad una rama de
conservadurismo.
En realidad, lo que ha pasado es que algunos libertarianos se han apropiado de la etiqueta de liberales y algunos conservadores con inclinaciones intelectualoides han empezado a llamarse a sí mismos “liberales clásicos”. Escogieron la etiqueta porque reconocen sólo a los pensadores liberales más antiguos, como Locke y Smith, pero con mucho cherry picking, escogiendo ideas que sirvan al propósito de mantener las desigualdades sociales; ideas que a lo mejor eran progresistas hace 300 años, cuando se oponían a la monarquía absoluta y el mercantilismo de monopolios, pero que hoy han sido rebasadísimas. Es otro ejemplo más de rebranding y apropiación de términos prestigiosos.
La retórica del conservadurismo estadounidense
necesita hacer pasar estas etiquetas como “buenas”, ya que ultimadamente todas
sirven al mismo objetivo (reforzar las jerarquías sociales tradicionales). Así,
terminan declarando que libertarianismo y liberalismo clásico son en
realidad formas de conservadurismo y por lo tanto están bien, y que los
liberales gringos han dejado de lado el liberalismo clásico para adoptar el
marxismo, y por lo tanto están mal.
Y tienen razón, en cuanto a que los libertarianos y muchos
de los que hoy se llaman “liberales clásicos” son simplemente conservadores
con un sombrero nuevo, y por eso siempre se alían para impulsar a los mismos
candidatos y proyectos políticos. Pero es falso que el partido Demócrata sea de
izquierda (y menos extrema), y es falso que el pensamiento liberal clásico de
la Ilustración fuera conservador (por lo menos en su contexto): era revolucionario,
y el conservadurismo, como filosofía política, emergió para contraponerse a él.
Esto es sólo otro caso de rebranding: pretenden apropiarse del nombre de
un movimiento intelectual con prestigio, de la misma manera en la que han
querido apropiarse de la abolición de la esclavitud.
LIBERALISMO SEGÚN LA IZQUIERDA INTERNETERA
A partir del ascenso
de la ultraderecha al escenario de la política internacional, y en especial
desde la campaña y presidencia de Trump, empecé a notar un cambio
importante entre la izquierda internetera, que comenzó a diferenciarse
conscientemente de los liberales. Este periodo puso en evidencia la falta de
capacidad o de voluntad del establishment del partido Demócrata para combatir este
resurgimiento, y demostró que prefería usar sus energías para oprimir ideas y
movimientos que estaban a su izquierda.
“Liberal” empezó a
dejar de ser entendido simplemente como opuesto a “conservador”, y pasó a
identificarse con el establishment político, encarnado en el partido Demócrata,
el cual dejó de ser visto por las generaciones más jóvenes como una
alternativa eficiente y legítima a la reacción cada vez más extrema,
encarnada en partido el Republicano. Así, los que antaño se habrían
identificado como “liberales” prefirieron nuevas etiquetas como “progresista”,
“izquierdista” o de plano términos que habían sido tabú en el
vocabulario mainstream: “socialista”, “marxista”, “comunista”, “anarquista”. Desde
esta perspectiva, los liberales, identificados con el statu quo capitalista,
difícilmente pueden ser aliados de los izquierdistas, y probablemente serían
sus enemigos. Como todo lo ocurrido en Estados Unidos, esto se derramó más
temprano que tarde hacia otras lenguas y otras latitudes.
El problema es que el uso de la palabra “liberal” en
el discurso izquierdista en redes sociales se volvió bastante arbitrario.
Casi siempre es más peyorativo que descriptivo, y suele usarse para
descalificar a otras personas que se identifican a sí mismas como
izquierdistas. Equivale a acusar a alguien de ser “un falso izquierdista” o un
“tibio”.
Así, encontramos situaciones en las que los
neoestalinistas descalifican a todos los otros izquierdistas, desde los
troskistas hasta los anarquistas, de ser simplemente liberales. O “liberal”
puede ser cualquier al que no le guste el régimen de la República Popular de
China. O “liberal” puede ser “persona medio fresona que me cayó mal en tuiter”.
De la misma forma, vemos a las feministas transfóbicas y a
las transincluyentes acusándose mutuamente de ser liberales. Aquí tengo
que decir que, en efecto, el feministo transincluyente es el verdaderamente progresista
y que el transfóbico es reaccionario, pero definitivamente no es liberal. Y,
así como los gringos conservadores equiparan liberalismo, comunismo y nazismo, muchos
izquierdistas de redes equiparan liberalismo, conservadurismo y nazismo.
Es un caos total, del que la derecha toma ventaja para reetiquetarse a placer.
Esta actitud es miope, estúpida y un ejemplo más de los
tribalismos que siempre acaban fragmentando y jodiendo a la izquierda. Además,
bloquea la posibilidad de reconocer las aportaciones que en su momento hicieron
los pensadores liberales para la revolución y la emancipación, pues legaron
conceptos valiosísimos que aun hoy nos sirven para comprender la realidad
social y el pensamiento a su alrededor. Sí, un marxista o un anarquista pueden
aprender mucho de esos pensadores, incluso en los temas en los que sus
planteamientos ya están superados. Russell, Popper y Arendt, por ejemplo, son
muy útiles para entender el fascismo histórico y su resurgimiento
contemporáneo.
Finalmente, conocer el pensamiento liberal nos ayudará a
establecer de una vez por todas que ni el libertarianismo ni la nueva
ultraderecha encabezada por fantoches como Milei forman parte de esa tradición.
Y ése será precisamente el tema de nuestra segunda parte.
¡Hey, gracias por leer! Este texto se publicó con anticipación para mis mecenas. Si te gusta mi trabajo y quieres recibir adelantos, puedes ayudarme c
2 comentarios:
Primero quiero felicitarle por correctamente indentficando Milei como LIBERTARIANO y no un Libertario que es sinónimo de Anarquista. Muy mucha confusión sobre el tema por la novedad que el Libertarianismo en el escenario político argentino.
Algo más se podía haber dicho de que es un discípulo fanatico de Murray Rothbard hasta lo plagio del mismo en los libros de Milei. De hecho parece que es más bien PALEO-LIBERTARIANO que sería al extremo radical del Libertarianismo. A tener un conocemiento general de Rorhbard ya se ve que 70-80%% que expresa Milei es directo de Rothbard.
Ahora bien mí motivo principal para comentar es para aclarar el lo dicho sobre Anarquismo. En primer lugar hay que saber que no se puede considerar que es de izquierda - esa clasificación lo hace los poderes dominantes para simplificar las cosas. Anarquismo es tanto anti izquierda como anti derecha como ambos están relacionado con política partidaria y parlamentaria y luchan para control del Estado. Son dos caras de la misma moneda y Anarquismo rechaza la moneda entera - se entiende? Anarquismo transciende la mezquina dualidad de la pelea izquierda/derecha - ademas hay que tener en cuenta el conflicto histórico entre Anarquistas y comunistas, desde que Proudhon no vió ninguna diferencia real entre la appropriation capitalista y la usurpación en nombre del "colectivo" del valor producido por el trabajador y también tenía previsto el peligro autoritario del comunismo. Marx al principio admiraba Proudhon por hacer unos de los primeros analysis del capitalismo pero después las advertencias de Proudhon ya le cayó mal. Después fue el conflicto cara a cara Bakunin con Marx durante el Primer Internacional sobre el tema de "la dictadura del proletario" . Después la sangrienta represión contra Anarquistas llevado por Lenin y Stalin quien también ordenó comunistas en la guerra civil española cuando enviando armas de asegurarse de eliminar los Anarquistas también. De hecho la "izquierda" ha sido más brutal contra Anarquistas que la derecha en general.
Vi una línea que decía hay muchas variedades de Anarquismo algunas autoritarias - falso en Anarquismo está en contra cualquier tipo de autoridad de uno sobre el otro - eso más pertenece a la izquierda con su noción de vanguardia y comités centrales y líderes revolucionarios - todos conceptos que rechaza Anarquismo. Anarquismo también si es opuesto Liberalismo por pertenecer a política dentro el contexto del Estado entre otros razones y cuando Joseph Dejacque acuñó Libertaire como sinónimo de Anarquista también lo usó como opuesto Liberal. Por esa razón que Mílei se llama un "liberal libertario" es mentira - es un oximoron una falacia no existe tal. También es un oximoron el "anarcocapitalismo" que no es de nada Anarco y rechazado por Anarquistas mundialmente - simplemente se trata de una fantasía Capitalista para una libertad de buscar ganancias sea como sea sin responsabilidades laborales sociales ni medioambientales sin restricciones. Consultan para una explicación detallada de las problemas con el concepto "ancap" Milei ha dicho se considera "ancap" en principio pero en la práctica se considera minarquista - para implica está algo consciente de lo problemático del concepto.Pero ahora bien porque insiste en decirse Libertario? Seguramente sabe es Libertariano y hasta capaz se siente Paleo-libertariano - mí sospecha es que está en línea con Rothbard cuando inventó "anarcocapitalismo" que una razón era para disimular el carácter derechista del Libertarianismo y a la vez joder con Anarquistas apropiándose de nuestros terminos para marginalizar y minimizar los auténticos Libertarios en caso de Milei. Tema es todo mundo sabe es ultra-derecha y extremo neoliberal que es que caracteriza los Libertarianos . Yo frecuentemente le desafío a un debate público con este Anarquista desde hace rato para aclarar este tema más la definición real de Libertad y que significa su libertad pero no tiene los huevos.
Hola, creo que te refieres a este párrafo: "Por supuesto hay muchísimas corrientes dentro de estas dos; las hay más o menos autoritarias, más o menos radicales, más enfocadas en lo económico o en lo social..."
No quería decir que hubiera corrientes autoritarias en el anarquismo (que sería un oxímoron), sino en la izquierda en general.
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