No sé cómo empezar este texto. Ni siquiera estoy seguro de
si tiene mucho caso que lo escriba. Creo que muy buenos comentaristas ya han
dicho casi todo de Barbie, dirigida por Greta Gerwig y protagonizada
por Margot Robbie. No sé si tenga algo nuevo o valioso que decir, y estoy
consciente de que, siendo un vato todo meco tratando del tema feminista del
momento, camino sobre hielo delgado.
Pero también es que éste es un blog de cultura pop,
me gusta subirme al tren del mame, me encanta echar choros y si no publico un
texto cada semana súper ego me castiga por mi falta de productividad. Trataré,
pues de hacer una síntesis de lo que he reflexionado, no sólo a partir de la
película, sino de lo que he visto y leído sobre ella. No se preocupen, que
antes de decidirme a escribir cualquier cosa, ya puse atención a lo que un
montón de mujeres han tenido que decir al respecto. Les juro que no trato de mansplainear.
VIVIR EN PLÁSTICO ES FANTÁSTICO
El caso es que un buen día entré a Twitter y me encontré con
que Barbie, la muñeca, se había convertido en un ícono feminista. No
sólo eso, sino que, según me decían, Barbie siempre había sido
feminista. Raro asunto, pensé.
Mis acercamientos con Barbie en la infancia fueron muy
limitados, especialmente por la advertencia parental de que, si usaba cosas de
niña, se me caería el pollín. Eso no impidió que en más de una ocasión jugara a
las dichosas muñecas con alguna prima o amiga. O que desnudara a alguna de
ellas (las muñecas, no las amigas) para tener una idea muy equivocada de la
anatomía humana. No se me cayó el pollín.
Si en casa Barbie era mala para mí porque “era de niñas”, de
los medios obtuve un mensaje muy diferente, en especial por el capítulo Lisa
contra la Babie Malibú de la mejor época de Los Simpson (1994) y
la icónica canción Barbie Girl de Aqua (1997), que le valió a la
banda una demanda por parte de Mattel.
Estas dos obras alimentaron en mí la idea de que Barbie era
el epítome de una cultura que reducía el ser mujer a la frivolidad
descerebrada. Como dice Lisa Simpson:
“Muchas
niñas van a crecer queriendo hablar como ella, pensando que no pueden ser más
que adornos cuya única meta en la vida es verse bonitas, casarse con un rico y
pasarse el día en el teléfono hablando con sus igualmente vacías amigas de lo
fantástico que es ser bonitas y conseguir un esposo rico.”
En ese mismo episodio Lisa busca a la creadora de la muñeca,
Baby LaBelle, quien había sido expulsada de su propia compañía porque
enviaba sus utilidades al Viet Cong.
Juntas se proponen diseñar a la anti-Baby Malibú, una muñeca que…
“Tendrá
la sabiduría de Sor Juana Inés de la Cruz, la fuerza del espíritu de Hellen
Keller, la agudeza de Simone de Beauvoir, la inteligencia de Isabel I y además
de todo eso el cuerpo de Michelle Pfeiffer.”
Ni Los Simpson ni Aqua inventaron el hilo negro. En
los 90 el discurso feminista habitual atacaba a Barbie por todo lo
anterior y además por promover estándares de belleza imposibles. El caso es que,
para mí, durante muchos años la muñeca representaba todo lo contrario al empoderamiento
femenino y pensé que todos estábamos de acuerdo.
No obstante, la gente de Twitter, en su mayoría mujeres,
insistía en que Barbie siempre había sido feminista. ¿Por qué?
Bueno, porque fue el primer juguete para niñas que no era una bebé. No era para
que las niñas fingieran ser mamás y amas de casa, sino que podían jugar a ser
mujeres con una profesión y una vida social glamurosa. Barbie enseñaba a las
niñas que podían ser lo que quisieran y que su vida no se definía por su
relación con los hombres.
Nunca lo había pensado así, así que me puse a investigar. Aquí
les recomiendo dos videos que tratan de la historia de Barbie. Uno de Bully Magnets, sobre la
muñeca en sí, y el otro de La
Filmoteca Madita, sobre la evolución de su imagen en las películas. En
ellos pude constatar que, a grandes rasgos, esa versión de los hechos es
cierta, pero incompleta. Resulta que Barbie tiene una historia llena de
contradicciones. No ha sido la misma a lo largo del tiempo ni ha sido
interpretada de la misma manera. Ha cambiado con los años, siempre en respuesta
a los cambios en la sociedad en general.
Por ejemplo, Barbie ha tenido mil profesiones, pero sólo
después de que se volviera normal que las mujeres las tuvieran, y al principio sus
ocupaciones eran las típicamente femeninas. Hace unos cuantos años se
empezaron a hacer Barbies con otros tipos de cuerpos, pero apenas se puede
decir que se desvíen de los cánones de belleza, y eso tras décadas de
críticas. Y es cierto que la primera
Barbie que habló decía cosas de rubia cabezahueca como “Qué difícil es la clase
de matemáticas”.
Así que bien puede ser que Barbie sea un ícono feminista
hoy, pero decir que siempre lo ha sido es deshonesto e implica hacerle
un lavado a la historia de la muñeca. Pero bueno, ¿qué hay de la película?
¡PERO EL SOMBRERO ES NUEVO!
Cuando la YouTuber Broey Deschanel anunció
que se sentía algo cínica respecto a Barbie recibió varios comentarios un
poco agresivos en sus redes. La acusaban de hacer un feminismo superficial,
de sólo querer llevar la contraria y de no dejar que la gente la pasara bien.
Incluso alguien le amenazó con que si su reseña no era positiva dejaría de
seguirla.
Esa reseña y la de Verity
Ritchie son las que pongo como ejemplos y recomendaciones de la mirada
crítica a Barbie, la película. Mattel, explican, llevaba por lo
menos dos décadas tratando de hacer un rebranding de Barbie. Las ventas
de la muñeca habían caído desde finales de los 90; se le consideraba un juguete
pasado de moda, un atavismo de tiempos pretéritos. Los intentos de hacer a
Barbie más “incluyente” habían sido bastante tibios e infructuosos. La película
de Gerwig, en cambio, la ha devuelto a un lugar central en la cultura
contemporánea y, quizá lo más importante, disparado las ventas de la muñeca.
Esta cinta es culpable de cimentar a Barbie como “ícono
feminista”, lavando así la imagen de Mattel, que no sólo ha lucrado durante
décadas promoviendo estándares de belleza imposibles, sino que a la fecha se
caracteriza por la explotación laboral de sus trabajadoras y por el
enorme costo ambiental de sus productos de plástico.
La película sí recoge las críticas que se han hecho a
Barbie, pero ultimadamente esto ocurre en un producto controlado por la misma
corporación a la que se critica. Siguiendo el ejemplo reciente de Disney, Mattel
ha logrado que toda crítica quede en poder de la entidad criticada, la
cual decide qué tan lejos puede llegar. Es la vieja estrategia del
representante de Elvis Presley que vendía tanto los botones de “Amo a Elvis”
como los de “Odio a Elvis”.
El discurso feminista de Barbie termina siendo el más
superficial y menos controvertido, expuesto de la forma más directa y menos
sutil. Es el feminismo “girlboss”, que vende la idea de que una mujer puede ser
lo que sea… Dentro de las estructuras jerárquicas del capitalismo. Es
“progre” porque hay Barbies de diferentes razas y tipos de cuerpo (hasta
incluye a una Barbie trans), pero el filme no reconoce la existencia del
racismo, la gordofobia o la transfobia.
Es cierto que Barbie no es una secuela ni un refrito,
ni tampoco una cinta de superhéroes de las que han inundado el mercado desde
hace dos décadas. Pero elogiarla como “la salvadora del cine” es otra forma de
hacer lavado de imagen, pues no deja de ser propiedad intelectual de Mattel,
que ya había hecho películas sobre ella (si bien animadas), y que ahora quiere
posicionarse no como una empresa de juguetes, sino de cultura pop, con su
propio universo cinematográfico. Tampoco deja de formar parte de un ambiente
cultural marcado por la capitalización de la nostalgia, pues claramente
está dirigida al público adulto que creció con la muñeca.
Las corporaciones de entretenimiento están impulsando
prácticas que implican una mayor explotación de sus trabajadores a cambio de
menores recompensas. Una de ellas es la amenaza de sustituir actores, artistas
y escritores con inteligencia artificial. Esto, sumado a la precarización del
gremio, ha llevado a la actual huelga de los sindicatos de actores y
escritores. La idea de una huelga es demostrar que las corporaciones
dependen de sus trabajadores para funcionar. En el bando opuesto, los
ejecutivos han dicho que están dispuestos a esperar a que los trabajadores se
rindan cuando empiecen a quedarse sin casas. En este ambiente crucial, llega Barbie
para hacer ganar cientos de millones de dólares a Warner Bros.
Por añadidura, al presentar a Barbie como una mujer, una
persona, y no el producto de una corporación multimillonaria, la cinta hace de
toda crítica que se le pueda hacer un ataque a “esta pobre mujer que sufre
tanto como cualquier otra” por no poder estar a la altura de lo que se espera
de ella. Así, su mayor éxito ha sido lograr que cualquier crítica a Barbie
sea rechazada como una falta de sororidad, si viene de otras mujeres, o
como pura misoginia, si viene de hombres.
En fin, la especialidad del capitalismo tardío consiste
en apropiarse de discursos subversivos o contraculturales, en este caso el
feminismo, y volverlos inocuos al presentar versiones diluidas que no pongan en
peligro los principios centrales del orden socioeconómico. El hecho de que sea
una buena película, que indiscutiblemente lo es, la hace más peligrosa como
pieza de propaganda capitalista.
IMAGINACIÓN, LA VIDA ES TU CREACIÓN
Estas críticas no erran, me parece, pero tampoco cubren
el panorama completo. Y es aquí donde tomo como ejemplo la respuesta de Carolina Afrofémina y la
entusiasta reseña de Kat Blaque. Vi
y leí muchas otras cosas, pero creo que con esto tenemos una muestra bastante
representativa de los puntos de vista en conflicto.
Primero, que no subestimen a Greta Gerwig, quien dentro de
la máquina corporativa hizo una película de autora, y que tuvo que
pelear por algunas escenas que Mattel quiso quitar de la cinta, ya fuera por
razones comerciales o políticas.
El feminismo de Barbie puede parecer súper obvio para
la bandita de sociales y para los progres de Twitter que se la pasan
cancelándose unos a otros, pero no así para la gente común y corriente. Por
algo los conservadores están echando humo por la nariz, considerándola una muestra
más de propaganda ideológica metida a fuerzas en la cultura
contemporánea.
El tipo de crítica feminista súper profunda y compleja que
satisficiera a la más radicala sólo podríamos encontrarlo en una película de
esas de cinediarte que proyectan en cinetecas y que sólo ven veinte personas. Barbie
está apuntando a convertirse en la película más taquillera del año, la primera
dirigida por una mujer y que trata de temas femeninos en lograr esta hazaña. Su
mensaje está llegando a millones de personas en todo el mundo.
¿Cuál es este mensaje? Oh, aguanten, que hay mucho que
desempacar aquí.
Uno de los momentos más célebres de Barbie es cuando
el personaje de Gloria (America Farrera) habla de las contradictorias e
inalcazables expectativas sociales que pesan las mujeres. Esto parecería ser
muy obvio, pero hay quienes nunca habían visto un mensaje así de claro
articulado en el mainstream. Además, ha hecho enojar profundamente a
los conservadores, que lo consideran basura radical, lo cual siempre es digno
de celebrarse.
“Es literalmente imposible ser mujer. Eres tan hermosa y tan
inteligente, y me mata que no creas que eres lo suficientemente buena. Como,
siempre tenemos que ser extraordinarias, pero de alguna manera siempre lo
estamos haciendo mal.
Tienes que ser delgada, pero no demasiado delgada. Y nunca puedes
decir que quieres ser delgada. Tienes que decir que quieres estar sana, pero
también tienes que estar delgada. Tienes que tener dinero, pero no puedes pedir
dinero porque eso es grosero. Tienes que ser una jefa, pero no puedes ser mala.
Tienes que liderar, pero no puedes aplastar las ideas de otras personas. Se
supone que te encanta ser madre, pero no hables de tus hijos todo el maldito
tiempo. Tienes que ser una mujer de carrera, pero también estar siempre
pendiente de otras personas. Tienes que responder por el mal comportamiento de
los hombres, que es una locura, pero si lo señalas, te acusan de quejarte.
Se supone que debes mantenerte bonita para los hombres, pero no
tanto como para tentarlos demasiado o amenazar a otras mujeres porque se supone
que eres parte de la hermandad. Pero siempre destaca y siempre sé agradecida.
Pero nunca olvides que el sistema está amañado. Así que encuentra una manera de
reconocer eso, pero también sé siempre agradecida. Nunca hay que envejecer,
nunca ser grosera, nunca presumir, nunca ser egoísta, nunca caer, nunca fallar,
nunca mostrar miedo, nunca salirse de la raya. ¡Es muy difícil! ¡Es demasiado
contradictorio y nadie te da una medalla o dice gracias! Y resulta que, de
hecho, no solo lo estás haciendo todo mal, sino que además todo es culpa tuya.
Estoy tan cansada de verme a mí misma y a todas las demás mujeres
enredándose en nudos para gustarle a la gente. Y si todo eso también es cierto
para una muñeca que solo representa a mujeres, entonces no tengo idea.”
Los conservadores dicen que la película es misándrica, pero
esto es porque critica expresiones de masculinidad que son dañinas para
las mujeres, y también, de cierta forma, para los mismos hombres. Como esa
clase de masculinidad es la única que el conservadurismo acepta como válida,
interpreta su rechazo como odio a todos los hombres.
En realidad la relación entre hombres y mujeres es uno de
los temas centrales de la película. Barbie y Ken, que pensaríamos que son la
pareja perfecta, ni siquiera son realmente novios aquí. Está claro que ella no
tiene sentimientos románticos hacia él. Lo que es más, Barbie Land es una especie
de reflejo invertido del Mundo Real, en donde las mujeres lo son todo y lo
tienen todo, mientras los hombres son apenas ornatos y compañía.
Esto podría parecer una utopía feminista, pero no puede
serlo porque causa infelicidad y resentimiento en una parte de su población. ¡Y
eso que Barbie Land no tiene tan mal a los hombres como están las mujeres en el
Mundo Real! Ellos son irrelevantes y no tienen voz ni voto, pero tampoco son
objeto de todos los tipos de violencia, como sí lo son las mujeres. Sin
embargo, al final las mismas Barbies reconocen que el orden previo es
injusto y que no se puede simplemente volver a la normalidad; es necesario
hacer cambios.
¡Ah! Pero estos cambios serán de a poquito, con algunos
puestecillos de poder por aquí y por allá. ¿Por qué no terminar la peli con una
completa igualdad entre hombres y mujeres en Barbie Land? Porque la
igualdad no se ha alcanzado en el Mundo Real, y mientras no suceda, no sería
justo dar a los hombres ese final satisfactorio. Es necesario que el público
masculino se quede con esa pequeña incomodidad que le obligue a reflexionar.
Quizá en general no se habla lo suficiente de cómo los
hombres hacemos depender tanto de nuestra autoestima en la aprobación femenina.
Ni siquiera los hombres mismos nos sentimos cómodos cómodos admitiendo esto. En
cambio, tendemos a reaccionar de forma violenta o excesivamente dramática al
rechazo. El hombre que desea a una mujer y no es correspondido es objeto de
burlas. El hombre incapaz de “conseguir mujeres” es objeto de desdén.
Barbie nos muestra que ni siquiera un hombre como Ken
(Ryan Gosling), el hombre perfecto, literalmente creado con el único propósito
de ser el compañero de una mujer, puede evitar verse en la friendzone.
Esto hace a Ken muy infeliz, y cuando descubre que en el Mundo Real son los
hombres los que tienen el poder, encuentra la manera de desquitar ese dolor.
Pero la peli nos muestra que los hombres tampoco son felices ejerciendo
dominio sobre las mujeres ni estando de competencia contra sí mismos.
Ken necesita aprender que es suficiente por sí mismo y no
necesita definir quién es por su relación con las mujeres, ni como
pagafantas ni como amo. El mensaje es que hombres y mujeres debemos trabajar
juntos porque somos parte de una misma comunidad, no porque necesitemos relacionarnos de forma romántica.
Pero la cinta tampoco se limita a cumplir con una lista de
puntos progres de moda. Es también una obra existencialista en la que su
protagonista se cuestiona sobre su rol en el mundo y el sentido de su vida
ante la mortalidad y el cambio inevitables. Barbie apela a la última
generación que realmente creció amando a la muñeca, y que ahora está llegando a
la mediana edad, en la que las señales de la vejez (que a su vez son
recordatorios de la muerte), empiezan a aparecer. La crisis existencial de
Barbie es un reflejo de las angustias de esa generación, representada en
la cinta por Gloria. O sea, no es pura nostalgia vacía
No es casualidad tampoco que los personajes más “normales”,
es decir, los que cumplen mejor con el papel que se ha establecido para ellos
(tanto Barbies como Kens), sean quienes caen más fácilmente ante un poco de
propaganda ideológica. Ya desde antes estaban muy cómodos, acostumbrados a
sólo seguir un rol predeterminado, y básicamente sólo hacía falta que se
les impusiera una nueva serie de roles. Son en cambio, los personajes
rechazados, los bichos raros, especialmente Allan (Michael Cera) y la Barbie
Rarita (Kate McKinnon), quienes resultan inmunes y salvan a todos los demás.
Una crisis existencial nos obliga a enfrentarnos con la
verdad de que no existe un significado preestablecido para nuestras propias
vidas, lo cual nos deja flotando en el vacío. Pero también nos da la
libertad de construir ese significado. “Soy lo que quiera ser” un lema
simplón de consumismo plástico, es transformado en una proclama
existencialista.
Así que las críticas negativas contra Barbie como
producto de consumo capitalista son certeras, pero también lo son sus defensas
como texto feminista y existencialista. ¿Cómo le encontramos sentido a estas
contradicciones?
AHORA NO, ESTOY MUY EBRIA
Quizá la mejor manera de entender Barbie es a través
del concepto del “cine metamoderno”. ¿Qué es eso? Para comprender el
tema les recomiendo este videoensayo de Thomas Flight, pero si
no tienen tiempo o les da mucha flojera, se lo resumo así nomás:
El cine moderno es el más clásico y tradicional, el
que te cuenta una historia lineal y determinada, con principio, desarrollo,
clímax y desenlace. Es en el que existen los géneros fácilmente identificables
y personajes que cumplen roles claros.
En cambio, el cine posmoderno se caracteriza porque
deconstruye la modernidad por partida doble. Por un lado, proyecta una mirada
crítica, incluso a veces cínica o de plano nihilista, sobre los valores de la
modernidad, en especial la fe en el progreso, la racionalidad humana y el poder
del individuo y su voluntad para enfrentar a su destino.
Por otro lado, pone el foco sobre el arte mismo, sus
herramientas narrativas, sus arquetipos o sus lugares comunes y hasta la
ilusión de la ficción; por eso recurre a subvertir las expectativas, rompe con
la estructura narrativa tradicional, juega con el tiempo y la causalidad, lleva
la parodia hasta el punto de la farsa, juega con los tropos establecidos,
etcétera.
El cine metamoderno hace eso mismo… Pero va más allá. Pues resulta
que, si el cine posmoderno es muy bueno para deconstruir y criticar los valores
de la modernidad, es muy malo para ofrecer respuestas a las interrogantes que
plantea y soluciones a los problemas que señala, lo que puede llevar a un
pesimismo paralizante. Y la verdad, con las diversas crisis de nuestros
tiempos, no es eso lo que necesitamos.
No pudiendo simplemente ignorar las críticas y la
deconstrucción que dejó la posmodernidad, el cine metamoderno tiene que
abrazarlas y a partir de ellas ofrecer un poco de esperanza, hacer un
llamado a la acción, subrayar la necesidad de un cambio. Y si el cine
posmoderno pone en evidencia las limitaciones del arte al hacernos muy
conscientes de que presenciamos una ficción, el cine metamoderno evidencia
las limitaciones de las deconstrucciones al hacernos conscientes de que estamos
viendo una.
A diferencia de Lady Bird, que es un Bildungsroman
bastante clásico temática y estructuralmente, y de Mujercitas, que
es una adaptación muy fiel a una novela clásica, Barbie es una obra
típicamente metamoderna, en la que los géneros se mezclan, el humor surreal
raya en lo absurdo, y no hay siquiera un intento de dar una explicación
coherente de cómo funciona el mundo de Barbie Land. En ese sentido, recuerda
mucho a Todo en todas partes al mismo tiempo.
A diferencia de las películas animadas de Barbie, en las que
ella es una persona en su propio universo, en la cinta de Gerwig está bien
claro que ella es un juguete y que su mundo no es el real. Pero tampoco es
simplemente una muñeca, como las Barbies de Toy Story, que cobran
vida cuando ningún humano las ve, sino que es una especie rara de avatar en un
mundo que a su vez es una manifestación física de los juguetes que existen en la
realidad, a la que puede ir y venir sin muchas complicaciones. En ese sentido
recuerda a La gran aventura LEGO.
Barbie, la película, intenta incluir en sí misma
todas las contradicciones de Barbie, la muñeca. Y, al mismo tiempo, está
muy consciente de sus propias contradicciones como película. Vamos,
hasta rompe la cuarta pared en algún momento para decirnos que es absurdo que
Margot Robbie nos esté diciendo que se siente fea.
Otro ejemplo: el presidente de Mattel (Will Ferrell), y toda
su junta directiva son presentados como un montón de hombres bobalicones y
ridículos. Esto parecería ser una crítica demasiado tibia para una compañía con
un historial como el de Mattel, pero hay un metacomentario muy bueno hacia el
final, en el que el personaje dice algo como: “ahora ya puedo superar esta
crisis existencial mientras me aferro a mi muy real posición de poder”. La
película se las ingenia para criticar el uso que Mattel le está dando:
como una forma de lavar su imagen mientras nada cambia.
Al principio de la cinta, una voz narrativa nos dice que gracias
a Barbie todos los problemas de las mujeres se habían resuelto. Esto es
obviamente absurdo, claro está, y es algo que la audiencia capta desde el primer
momento. Pero es algo que la misma Barbie cree y se lleva un gran chasco cuando
llega al Mundo Real y descubre que no es así. La película se burla de esa
ingenuidad.
No, por supuesto que la muñeca con todo su discurso de
empoderamiento femenino y con todos sus esfuerzos para hacerse progre y diversa
jamás iba a resolver todos los problemas de las mujeres. Pero, hey, tampoco
era justo pedírselo. Es, después de todo, sólo una muñeca. Una celebración
acrítica del supuesto feminismo de Barbie es ingenua hasta lo risible. Sin
embargo, exigirle más también se vuelve medio ridículo.
¿Y no es eso lo que la cinta nos está diciendo de sí misma?
Greta Gerwig puede tratar de incluir todo lo que se ha discutido sobre Barbie,
pero no puede encontrar respuestas a todas sus contradicciones, ni menos
resolver los problemas de las mujeres del mundo real. Porque, al fin y al cabo,
es sólo una película.
Así que, como lo ven, Barbie es mucho más de lo que
aparece a simple vista. Sí, su discurso principal está dado de forma tan
directa que parece la moraleja al final de una caricatura ochentera (He-Man
también es de Mattel, por cierto). Pero debajo de esto hay tantas capas de significado,
tantos niveles metaficcionales y autorreferenciales que no sé si algo así se
había visto en el cine comercial nunca antes.
LET’S GO PARTY!
Las críticas a Barbie, la muñeca y la película, me
recordaron mucho a las que siempre he escuchado respecto a las dos cosas que
más me gustan en esta vida: Superman y Star Wars. Son, al fin y al cabo,
productos de cultura pop y propiedad de corporaciones capitalistas. Sin
embargo, yo siempre he sabido que Superman y Star Wars son mucho más que
simplemente encarnaciones de la ideología hegemónica que sirven para perpetuar
el statu quo. Con todo lo que he visto y leído en las últimas semanas,
he aprendido que Barbie tampoco lo es.
Creo firmemente que, por lo menos en ciertos momentos, los
cómics de superhéroes y las diferentes entregas de Star Wars llevan dentro de
sí mensajes verdaderamente críticos, incluso radicales. Y si de algo trata este
blog, es del potencial de éstos y otros productos pop para, a través del análisis
y la reflexión, motivar el aprendizaje y la transformación de la cultura.
Pero también sé que no puedo hacerme ilusiones al respecto, que su alcance es
limitado y que sí, mucho en ellos también sirve para perpetuar el statu quo.
Por eso no es suficiente con celebrarlos, es necesario el pensamiento crítico.
Creo que lo mismo aplica para Barbie. Abstenernos de
criticarla porque “es de mujeres”, acallar el pensamiento crítico por
miedo en incurrir en el pecado del sexismo, sería estúpido y contraproducente.
Antes bien, hay que incorporar esas críticas a la conversación, porque sólo así
podemos despertar el potencial de la película como parte de un proceso
dialéctico de cambio.
Mattel quisiera que la actitud ante la película fuera sólo
celebratoria, que pudiera, como el personaje de Will Ferrell, parecer que ha
hecho algo mientras todo queda igual. Pero Barbie de Greta Gerwig obliga
a mantener viva la conversación, a abordar tanto la crítica como la
apología de la muñeca y su legado cultural. Ése, creo ha sido su mayor éxito.
Y bueno, ya no sé qué más añadir. Supongo que sólo podemos
decir… Come on, Barbie, let’s go party!
¡Hey, gracias por leer! Este fue publicado con anticipación para mis mecenas de Patreon. Si te gusta mi trabajo, puedes ayudarme a seguir creando c
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