Ahora puedes descargar este libro de la Pequeña Biblioteca Antifascista
¿Cómo pudo una joven mujer judía infiltrarse en los
rincones más radicales de la ultraderecha internetera? No sin un costo
alto para su salud emocional. Talia Lavin, periodista, creó personajes y
avatares con los que se infiltró en los espacios de supremacistas blancos,
neonazis, incels, gamergaters, neopaganos y fundamentalistas cristianos. Los
observó en silencio, charló con ellos, y en ocasiones hasta los sedujo. Por su
trabajo fue insultada, expuesta, acosada y amenazada de muerte.
El reportaje significó un descenso hacia algunos de los
lugares más oscuros del alma humana. Al final de su investigación, Lavin
sufría depresión y ansiedad. Cuando miras al abismo, el abismo te devuelve
la mirada. Sin embargo, ella llevó su misión hacia el final. Su objetivo: mostrar
al mundo la podredumbre de la extrema derecha en línea, hacer comprender al
público en general la magnitud del problema y, con suerte, prepararnos para
contraatacar. Aunque el trabajo de Lavin se concentra en las redes de habla
inglesa, creo que cualquiera de nosotros ha encontrado ejemplos de lo que
describe en la hispanósfera.
“Mientras
más profundamente conocía el movimiento, menos paciencia tenía por éste, y aún
menos por quienes lo toleran. Estudiar a la extrema derecha me enseñó lo que es
tener un enemigo al que no hay que dar cuartel, porque cualquier terreno cedido
le permite crecer en poder; y cualquier incremento en su poder será usado para
la violencia.”
Publicado en 2020, justo al inicio de la pandemia y en el
último año de la presidencia de Trump, La cultura del odio (en
inglés Culture Warlords) se ha convertido en uno de los textos básicos
de referencia sobre el tema. Si, como yo, han estado siguiendo el fenómeno de la
radicalización derechista en línea por los últimos años, no hay mucho de
nuevo que encontrarán en el libro. Pero eso se debe también a que desde 2020 diversos
textos, podcasts y videos han divulgado varios de sus puntos importantes por
las redes.
Para las personas que no están muy familiarizadas con el
tema, o que saben que ahí existen extremistas, pero piensan que no son un
problema tan grande, este libro será un cubetazo de agua fría que les hará
despertar en medio de escalofríos.
Lavin se dedica a explicarnos las creencias y obsesiones
de estos grupos, y a decodificar sus jergas y simbología. Los supremacistas
blancos, por ejemplo, están convencidos de que existe un complot
internacional, orquestado por los judíos, para exterminar a la raza blanca,
y que para ello las élites promueven la inmigración, el feminismo y la
homosexualidad. Tienen una concepción esencialista de las razas humanas: para
ellos, los judíos son por naturaleza taimados y traicioneros; los negros y los
morenos son salvajes, pero tontos y fácilmente dominables. Por eso los judíos quieren
desaparecer a los blancos, heroicos e inteligentes por naturaleza, para poder
dominar fácilmente a las otras razas.
“El
espectro del judío diabólico e intrigante permite a aquellos comprometidos con la
supremacía blanca presentarse a sí mismos como oprimidos y heroicos.”
El número 14 es uno de sus símbolos; representa las “catorce
palabras” en inglés: “Nosotros debemos asegurar la existencia de nuestra
gente y un futuro para nuestros hijos”. A menudo, el 14 viene acompañado del
88. La octava letra del alfabeto es la H. 88 = HH = Heil Hitler.
“Muchos
supremacistas blancos empiezan como trolls de Internet, utilizando retórica
racista o antisemita sobre todo para provocar, pero ése es solamente el inicio
de un viaje ideológico que termina en una sinceridad letal.”
Los incels, o célibes involuntarios, por su parte,
creen que las mujeres (femoids, en su jerga despectiva) son por
naturaleza pérfidas. Ellas prefieren a los chads, machos de mayor atractivo físico
(que se expresa en forma de cuerpos musculosos y quijadas fuertes) o de más
dinero y poder, por encima de los chicos buenos, superiores en lo moral y lo
intelectual. Dejadas en libertad, las mujeres siempre buscarán hombres de una
categoría superior a la suya, en vez de conformarse con alguien de su misma o
inferior categoría. Si acaso, se acomodarán con alguno de los cucks de mediano
valor, para que las mantenga a ellas y a sus hijos, pero a quienes engañarán
con chads a la primera oportunidad.
Es decir, si a las mujeres se les permite elegir, caerán en
la hipergamia y la infidelidad; los chads tendrán un excedente de mujeres,
mientras los estamentos inferiores tendrán pocas o ninguna. Así, las mujeres se
reproducen con hombres atractivos, pero moral e intelectualmente inferiores, perpetuando
así su ADN y fomentando la degradación de la raza. Esto es lo que han
logrado el feminismo y la liberación sexual. La única forma de resolverlo es
con un gobierno que ordene la monogamia para toda la vida. Esposas provistas
por el estado para quien no pueda ganarlas por sí mismo.
“La
comunidad incel fue lo más cercano que pude obtener a una comunidad en línea
organizada puramente alrededor de la misoginia, una grotesca representación de
las mujeres, voluntariamente ignorante sobre ellas, desde sus roles sociales
hasta su anatomía. La ideología incel cae en la categoría laxa del ‘supremacismo
masculino’, una subespecie de odio que se ha organizado alrededor de la tesis
de que las mujeres son naturalmente inferiores.”
La cultura gamer y geek ha sido dolorosamente fértil
para el florecimiento de estas ideologías de odio. Muchos de los discursos y
tácticas se remontan al movimiento GamerGate, que aunque se hizo
pasar ante los legos despistados como una protesta a favor de la “honestidad en
el mundo del videojuego y sus críticas”, en realidad siempre fue una campaña
de acoso misógino.
“GamerGate
fue de muchas formas un hito para la era de las redes sociales. Mostró a los
trolls que podían usar tácticas viejas y nuevas para atacar en masa a sus víctimas
en pos de una política reaccionaria y antifeminista. Mientras la ideología
racista se volvía cada vez más mainstream en la era de Donald Trump,
muchos de los hombres involucrados con GamerGate pasaron a formar parte
de campañas que utilizaban las mismas tácticas para impulsar el racismo, los
sentimientos antiinmigración y el nacionalismo blanco.”
En el mundo del supremacismo blanco existe cierta rivalidad
entre los neopaganos y los cristianos fundamentalistas. Los primeros
encuentran la verdadera esencia de una cultura blanca en los mitos nórdicos
o célticos, y consideran al cristianismo una corrupción del judaísmo. “Jesús
era otro judío” te dicen. Los fundamentalistas consideran que el cristianismo
es un elemento esencial de la cultura blanca europea. Mientras unos tienen
como íconos la imaginería vikinga y cruces célticas, los otros reivindican las
cruzadas y llenan sus perfiles con imágenes de caballeros en armadura y cruces
templarias. Ambos grupos odian a las mismas personas: judíos, negros,
feministas, musulmanes, el colectivo lgbtq+, progresistas en general, y a pesar
de su rivalidad, pueden unirse para diversas causas y eventos. Ambos grupos
reclaman sus raíces en la Europa anterior a la Ilustración, pero detestan la
Europa moderna y multicultural de nuestros días.
“El
contraste entre un pasado blanco mítico y el presente ‘degenerado’ de Europa
funciona como un factor que inspira a la militancia, reforzada por la retórica
de los medios noticiosos y los canales de chat que continuamente presentan la
imagen más sombría del Viejo Continente, cuya blanquitud histórica está al borde
de la erradicación por causa de la depravación negra y morena.”
El radicalismo de estos subconjuntos de la extrema derecha
no se queda en línea. Variantes menos extremas de sus discursos han salido
de estos rincones y pasado a formar parte de la retórica de la derecha mainstream.
Cuidándose de no mencionar el “complot judío”, los medios de derecha presentan versiones
diluidas de sus mismos argumentos en contra del progresismo, el feminismo,
la inmigración, y los movimientos antirracistas o pro lgbtq+. El movimiento
también se da en sentido inverso: algunos de quienes se convencen de estos
discursos terminan adentrándose en las versiones más radicales y formando parte
de los espacios más extremistas en línea.
Pero tampoco es sólo cuestión de palabras y opiniones. Algunas
de las personas alimentadas por estos discursos deciden pasar a la acción y
organizan matanzas. Lavin recoge varias desgarradoras historias de hombres
jóvenes que, tras intoxicarse con el veneno de los discursos de odio y teorías
conspirativas, salieron a cometer asesinatos en masa, ya fuera contra
inmigrantes, minorías étnicas y religiosas, o mujeres. Esto ocurre tanto en la
esfera neonazi, como en la de los incels y han sido muchos más en los últimos
años de los que las personas comunes se imaginan.
“El
miedo visceral a ‘perder el propio país’, a ser superados en número o en
natalidad, a convertirse en una minoría, es lo que llevó a estos ‘cruzados’ a
planificar lo que ellos consideraron un acto sagrado. Al asesinar mujeres y
niños, estaban deteniendo lo que percibían como una invasión, una oleada morena
que estaba diluyendo la blanquitud. […] En la ideología intransigente y
visceral de la supremacía blanca, la natalidad es un juego de suma cero, una
competencia entre las razas. El asesinato puede ser un nivelador.”
Esta mentalidad tampoco tiene su origen en el mundo del
Internet. Lavin demuestra una continuidad entre los discursos racistas y antisemitas
que han marcado la cultura estadounidense desde hace décadas. Mucho de lo que
se dice actualmente contra los judíos solamente repite y actualiza tópicos
introducidos por libelos tales como Los protocolos de los sabios de Sión
y El judío internacional. El primero fue publicado en el Imperio
Ruso en el siglo XIX y fue uno de los factores que provocó una oleada de pogromos
(masivos actos de linchamiento, golpizas, destrucción de propiedad y asesinatos
contra judíos) en la Rusia zarista. El segundo fue publicado por el héroe
capitalista Henry Ford, asiduo simpatizante nazi.
Otro best seller que circula en estos espacios es Los
diarios de Turner, una delirante ficción escrita por un neonazi a
finales de la década de 1970, y que hoy es fácil de encontrar gratuitamente
como eBook, o a la venta en físico en sitios como eBay y Mercado Libre. Las
tecnologías de la comunicación, y un Internet desregulado en el que las grandes
corporaciones pueden monetizar la ira, han permitido que estos textos se
propalen como nunca en la historia.
“En
línea, todo lo viejo es nuevo otra vez, y lo peor de la historia, liberado de
sus ataduras de papel y de todo contexto, flota en el vacío, listo para ser
tomado y defendido por los promotores del odio. Muchos de los que se involucran
en línea con el supremacismo blanco adoptan un revoltijo de principios de una
variedad de fuentes, recomendadas en canales de YouTube o grupos de chats, y a
su vez hacen que esos materiales sigan circulando.”
Pero hay esperanza. Junto con la extrema derecha han
surgido distintos esfuerzos de defensa y autodefensa. Hay colectivos que se
dedican a vigilar la actividad de los extremistas, que recaban información y
los exhiben ante la sociedad. O, de plano, salen a la calle a golpear a los
extremistas para que aprendan a temer mostrarse en público. El objetivo es que
no deje de haber consecuencias sociales, laborales y económicas por abrazar las
ideologías de odio. La clave de la victoria estará en la creación de comunidades,
la organización y el conocimiento.
“Quienes
se oponen al nacionalismo blanco en la presidencia, a sus aliados en las
fuerzas policiacas y a un estado militarizado deberían considerar ir más allá
de las campañas que se limitan a escribir cartas a los legisladores, y en
cambio involucrarse en la lucha de vida o muerte que motiva a los antifascistas
en todo el país y en el mundo: la lucha de las comunidades para defenderse a sí
mismas de las fuerzas nihilistas de la violencia, de construir un mundo mejor
manteniendo a raya a los agentes del genocidio.”
¡Hey, gracias por leer! Este texto es parte de la serie Crónica de un Invierno Fascista. Puedes descargar el libro de la Pequeña Biblioteca Antifascista. Si te gusta mi trabajo, puedes ayudarme a seguir creando c
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