Ella se infiltró en la cultura del odio - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 7 de agosto de 2023

Ella se infiltró en la cultura del odio

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¿Cómo pudo una joven mujer judía infiltrarse en los rincones más radicales de la ultraderecha internetera? No sin un costo alto para su salud emocional. Talia Lavin, periodista, creó personajes y avatares con los que se infiltró en los espacios de supremacistas blancos, neonazis, incels, gamergaters, neopaganos y fundamentalistas cristianos. Los observó en silencio, charló con ellos, y en ocasiones hasta los sedujo. Por su trabajo fue insultada, expuesta, acosada y amenazada de muerte.

 

El reportaje significó un descenso hacia algunos de los lugares más oscuros del alma humana. Al final de su investigación, Lavin sufría depresión y ansiedad. Cuando miras al abismo, el abismo te devuelve la mirada. Sin embargo, ella llevó su misión hacia el final. Su objetivo: mostrar al mundo la podredumbre de la extrema derecha en línea, hacer comprender al público en general la magnitud del problema y, con suerte, prepararnos para contraatacar. Aunque el trabajo de Lavin se concentra en las redes de habla inglesa, creo que cualquiera de nosotros ha encontrado ejemplos de lo que describe en la hispanósfera.

 

“Mientras más profundamente conocía el movimiento, menos paciencia tenía por éste, y aún menos por quienes lo toleran. Estudiar a la extrema derecha me enseñó lo que es tener un enemigo al que no hay que dar cuartel, porque cualquier terreno cedido le permite crecer en poder; y cualquier incremento en su poder será usado para la violencia.”

 

Publicado en 2020, justo al inicio de la pandemia y en el último año de la presidencia de Trump, La cultura del odio (en inglés Culture Warlords) se ha convertido en uno de los textos básicos de referencia sobre el tema. Si, como yo, han estado siguiendo el fenómeno de la radicalización derechista en línea por los últimos años, no hay mucho de nuevo que encontrarán en el libro. Pero eso se debe también a que desde 2020 diversos textos, podcasts y videos han divulgado varios de sus puntos importantes por las redes.

 


Para las personas que no están muy familiarizadas con el tema, o que saben que ahí existen extremistas, pero piensan que no son un problema tan grande, este libro será un cubetazo de agua fría que les hará despertar en medio de escalofríos.

 

Lavin se dedica a explicarnos las creencias y obsesiones de estos grupos, y a decodificar sus jergas y simbología. Los supremacistas blancos, por ejemplo, están convencidos de que existe un complot internacional, orquestado por los judíos, para exterminar a la raza blanca, y que para ello las élites promueven la inmigración, el feminismo y la homosexualidad. Tienen una concepción esencialista de las razas humanas: para ellos, los judíos son por naturaleza taimados y traicioneros; los negros y los morenos son salvajes, pero tontos y fácilmente dominables. Por eso los judíos quieren desaparecer a los blancos, heroicos e inteligentes por naturaleza, para poder dominar fácilmente a las otras razas.

 

“El espectro del judío diabólico e intrigante permite a aquellos comprometidos con la supremacía blanca presentarse a sí mismos como oprimidos y heroicos.”

 

El número 14 es uno de sus símbolos; representa las “catorce palabras” en inglés: “Nosotros debemos asegurar la existencia de nuestra gente y un futuro para nuestros hijos”. A menudo, el 14 viene acompañado del 88. La octava letra del alfabeto es la H. 88 = HH = Heil Hitler.

 

“Muchos supremacistas blancos empiezan como trolls de Internet, utilizando retórica racista o antisemita sobre todo para provocar, pero ése es solamente el inicio de un viaje ideológico que termina en una sinceridad letal.”

 


Los incels, o célibes involuntarios, por su parte, creen que las mujeres (femoids, en su jerga despectiva) son por naturaleza pérfidas. Ellas prefieren a los chads, machos de mayor atractivo físico (que se expresa en forma de cuerpos musculosos y quijadas fuertes) o de más dinero y poder, por encima de los chicos buenos, superiores en lo moral y lo intelectual. Dejadas en libertad, las mujeres siempre buscarán hombres de una categoría superior a la suya, en vez de conformarse con alguien de su misma o inferior categoría. Si acaso, se acomodarán con alguno de los cucks de mediano valor, para que las mantenga a ellas y a sus hijos, pero a quienes engañarán con chads a la primera oportunidad.

 

Es decir, si a las mujeres se les permite elegir, caerán en la hipergamia y la infidelidad; los chads tendrán un excedente de mujeres, mientras los estamentos inferiores tendrán pocas o ninguna. Así, las mujeres se reproducen con hombres atractivos, pero moral e intelectualmente inferiores, perpetuando así su ADN y fomentando la degradación de la raza. Esto es lo que han logrado el feminismo y la liberación sexual. La única forma de resolverlo es con un gobierno que ordene la monogamia para toda la vida. Esposas provistas por el estado para quien no pueda ganarlas por sí mismo.

 

“La comunidad incel fue lo más cercano que pude obtener a una comunidad en línea organizada puramente alrededor de la misoginia, una grotesca representación de las mujeres, voluntariamente ignorante sobre ellas, desde sus roles sociales hasta su anatomía. La ideología incel cae en la categoría laxa del ‘supremacismo masculino’, una subespecie de odio que se ha organizado alrededor de la tesis de que las mujeres son naturalmente inferiores.”

 


La cultura gamer y geek ha sido dolorosamente fértil para el florecimiento de estas ideologías de odio. Muchos de los discursos y tácticas se remontan al movimiento GamerGate, que aunque se hizo pasar ante los legos despistados como una protesta a favor de la “honestidad en el mundo del videojuego y sus críticas”, en realidad siempre fue una campaña de acoso misógino.

 

GamerGate fue de muchas formas un hito para la era de las redes sociales. Mostró a los trolls que podían usar tácticas viejas y nuevas para atacar en masa a sus víctimas en pos de una política reaccionaria y antifeminista. Mientras la ideología racista se volvía cada vez más mainstream en la era de Donald Trump, muchos de los hombres involucrados con GamerGate pasaron a formar parte de campañas que utilizaban las mismas tácticas para impulsar el racismo, los sentimientos antiinmigración y el nacionalismo blanco.”

 

En el mundo del supremacismo blanco existe cierta rivalidad entre los neopaganos y los cristianos fundamentalistas. Los primeros encuentran la verdadera esencia de una cultura blanca en los mitos nórdicos o célticos, y consideran al cristianismo una corrupción del judaísmo. “Jesús era otro judío” te dicen. Los fundamentalistas consideran que el cristianismo es un elemento esencial de la cultura blanca europea. Mientras unos tienen como íconos la imaginería vikinga y cruces célticas, los otros reivindican las cruzadas y llenan sus perfiles con imágenes de caballeros en armadura y cruces templarias. Ambos grupos odian a las mismas personas: judíos, negros, feministas, musulmanes, el colectivo lgbtq+, progresistas en general, y a pesar de su rivalidad, pueden unirse para diversas causas y eventos. Ambos grupos reclaman sus raíces en la Europa anterior a la Ilustración, pero detestan la Europa moderna y multicultural de nuestros días.

 

“El contraste entre un pasado blanco mítico y el presente ‘degenerado’ de Europa funciona como un factor que inspira a la militancia, reforzada por la retórica de los medios noticiosos y los canales de chat que continuamente presentan la imagen más sombría del Viejo Continente, cuya blanquitud histórica está al borde de la erradicación por causa de la depravación negra y morena.”

 


El radicalismo de estos subconjuntos de la extrema derecha no se queda en línea. Variantes menos extremas de sus discursos han salido de estos rincones y pasado a formar parte de la retórica de la derecha mainstream. Cuidándose de no mencionar el “complot judío”, los medios de derecha presentan versiones diluidas de sus mismos argumentos en contra del progresismo, el feminismo, la inmigración, y los movimientos antirracistas o pro lgbtq+. El movimiento también se da en sentido inverso: algunos de quienes se convencen de estos discursos terminan adentrándose en las versiones más radicales y formando parte de los espacios más extremistas en línea.

 

Pero tampoco es sólo cuestión de palabras y opiniones. Algunas de las personas alimentadas por estos discursos deciden pasar a la acción y organizan matanzas. Lavin recoge varias desgarradoras historias de hombres jóvenes que, tras intoxicarse con el veneno de los discursos de odio y teorías conspirativas, salieron a cometer asesinatos en masa, ya fuera contra inmigrantes, minorías étnicas y religiosas, o mujeres. Esto ocurre tanto en la esfera neonazi, como en la de los incels y han sido muchos más en los últimos años de los que las personas comunes se imaginan.

 

“El miedo visceral a ‘perder el propio país’, a ser superados en número o en natalidad, a convertirse en una minoría, es lo que llevó a estos ‘cruzados’ a planificar lo que ellos consideraron un acto sagrado. Al asesinar mujeres y niños, estaban deteniendo lo que percibían como una invasión, una oleada morena que estaba diluyendo la blanquitud. […] En la ideología intransigente y visceral de la supremacía blanca, la natalidad es un juego de suma cero, una competencia entre las razas. El asesinato puede ser un nivelador.”

 


Esta mentalidad tampoco tiene su origen en el mundo del Internet. Lavin demuestra una continuidad entre los discursos racistas y antisemitas que han marcado la cultura estadounidense desde hace décadas. Mucho de lo que se dice actualmente contra los judíos solamente repite y actualiza tópicos introducidos por libelos tales como Los protocolos de los sabios de Sión y El judío internacional. El primero fue publicado en el Imperio Ruso en el siglo XIX y fue uno de los factores que provocó una oleada de pogromos (masivos actos de linchamiento, golpizas, destrucción de propiedad y asesinatos contra judíos) en la Rusia zarista. El segundo fue publicado por el héroe capitalista Henry Ford, asiduo simpatizante nazi.

 

Otro best seller que circula en estos espacios es Los diarios de Turner, una delirante ficción escrita por un neonazi a finales de la década de 1970, y que hoy es fácil de encontrar gratuitamente como eBook, o a la venta en físico en sitios como eBay y Mercado Libre. Las tecnologías de la comunicación, y un Internet desregulado en el que las grandes corporaciones pueden monetizar la ira, han permitido que estos textos se propalen como nunca en la historia.

 

“En línea, todo lo viejo es nuevo otra vez, y lo peor de la historia, liberado de sus ataduras de papel y de todo contexto, flota en el vacío, listo para ser tomado y defendido por los promotores del odio. Muchos de los que se involucran en línea con el supremacismo blanco adoptan un revoltijo de principios de una variedad de fuentes, recomendadas en canales de YouTube o grupos de chats, y a su vez hacen que esos materiales sigan circulando.”

 

Pero hay esperanza. Junto con la extrema derecha han surgido distintos esfuerzos de defensa y autodefensa. Hay colectivos que se dedican a vigilar la actividad de los extremistas, que recaban información y los exhiben ante la sociedad. O, de plano, salen a la calle a golpear a los extremistas para que aprendan a temer mostrarse en público. El objetivo es que no deje de haber consecuencias sociales, laborales y económicas por abrazar las ideologías de odio. La clave de la victoria estará en la creación de comunidades, la organización y el conocimiento.

 

“Quienes se oponen al nacionalismo blanco en la presidencia, a sus aliados en las fuerzas policiacas y a un estado militarizado deberían considerar ir más allá de las campañas que se limitan a escribir cartas a los legisladores, y en cambio involucrarse en la lucha de vida o muerte que motiva a los antifascistas en todo el país y en el mundo: la lucha de las comunidades para defenderse a sí mismas de las fuerzas nihilistas de la violencia, de construir un mundo mejor manteniendo a raya a los agentes del genocidio.”

 


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