Imaginar el mañana: Los mejores relatos de anticipación - Ego Sum Qui Sum

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lunes, 15 de enero de 2024

Imaginar el mañana: Los mejores relatos de anticipación


Tenía 21 añitos y todavía me encontraba estudiando la uni. Para entonces había desarrollado el gusto de visitar las librerías “de viejo”, pues siempre he sentido atracción hacia los volúmenes antiguos. Además, los locales en sí tienen algo de mágico. Recorriendo uno de estos, en el centro histórico de la ciudad, me topé con un bello volumen en pasta dura titulado Los mejores relatos de anticipación, que databa de 1973.

 

Desde chico me ha fascinado el cine de ciencia ficción, pero la literatura era en extremo difícil de conseguir en mi natal Mérida durante la década de los 90, fuera de los clásicos de Julio Verne o algún best seller de autores como Michael Crichton. Hasta que estuve en la licenciatura pude echar mano a la obra de Ray Bradbury e Isaac Asimov, quienes naturalmente cautivaron mi imaginación. Aun así, en los primeros dosmiles la oferta literaria de sci-fi era escasa (y descargar libros de Internet todavía no era una opción tan viable).

 

Así pues, no dudé en adquirir el libro. Los mejores relatos de anticipación me voló la mente hace casi dos décadas. Al releerlo este año me di cuenta de que, aunque recordaba que me había gustado mucho, había olvidado la mayoría de los relatos. Recordarlos fue una hermosa experiencia.

 

Mi edición especial

La nota introductoria (que no tiene firma) nos habla de cómo la ciencia ficción (en ese entonces, se escribía un guion entre ambas palabras) se estaba convirtiendo por fin en una forma de literatura aceptable entre los lectores hispánicos, y que quizá ello anunciaba que ya estaba cambiando la actitud desdeñosa de los pueblos ibéricos hacia la ciencia y la tecnología. ¡Uy, cuánto nos faltaba!

 

“Hoy, la ciencia-ficción ya no es un muestreo de «aventuras espaciales» con vaqueros vestidos de astronautas y pieles rojas transformados en marcianos; hoy es una maravillosa ventana abierta al mañana, la mayor y la más luminosa de que disponemos, a través de la cual examinamos en panorámica la condición del hombre, escrutamos los rasgos positivos y negativos de la civilización que éste ha creado y efectuamos la emocionante extrapolación hacia el futuro de la carrera que el Homo sapiens inició en las cavernas prehistóricas con una herramienta de hueso o un arma de sílex en la mano.”

 

Lo interesante de este volumen es que los editores no se limitaron a traducir un conjunto de relatos. En cambio, tomaron dos antologías en inglés, If this goes on y Adventures in Tomorrow, y organizaron sus relatos en cuatro secciones, según la época aproximada la que transcurren:

 

  • Era Atómica: 1945-2100
  • Era Galáctica: 2100-3000
  • Era Estelar: 3000-10000
  • Era Délfica: 10000 en adelante

 

Bueno, no sé, pero se me hace que la Era Estelar debería venir antes de la Galáctica, ¿no? Digo, primero vamos a visitar otros planetas, luego otros sistemas estelares y ya por último otras galaxias. Eso siempre me hizo ruido. También noté que la ubicación de muchos cuentos es un tanto arbitraria; algunos que están en una sección bien podrían haber estado en otra. En fin, sólo estoy siendo quisquilloso, pues el ejercicio no deja de ser interesante.

 

Más de mi pequeño tesoro

Nótese que el título de la antología dice “relatos de anticipación”, y no “de ciencia ficción”. La idea es que estos relatos imaginan futuros no sólo posibles, sino probables. Guerras atómicas, contacto extraterrestre, viajes espaciales, colonización de otros mundos, evolución más allá del ser humano… Es un vistazo a lo que los escritores de mediados del siglo XX podían anticipar sobre nuestro futuro.

 

La colección fue armada en 1969 (el volumen en pasta dura que yo conseguí fue una edición especial, como averigüé después). De los 19 relatos de la colección, el más antiguo, El exiliado de la Tierra, data de 1940; el más reciente, Homo sapiens, de 1964. La mayoría de los textos fueron publicados alrededor de 1950. Estamos, pues, en plena Edad Dorada de la ciencia ficción, y algunos de sus nombres más célebres están aquí: Asimov, Bradbury, Matheson, Van Vogt… 


Por supuesto, esta es ciencia ficción vintage. Algunos de sus enfoques parecen anticuados o ingenuos. Pero es que la sci-fi en realidad siempre trata del presente, de los problemas, temores y esperanzas de la época que la produce. En lo personal, a mí me encanta revisar esta literatura "viejita". Me da mucha nostalgia cuando exploro lo que las personas del pasado imaginaban, para bien o para mal, sobre el futuro. Además, encuentro valioso dialogar con las ideas del pasado para ir construyendo las nuestras. No son pocos los relatos que se sienten sorprendentemente actuales. Vamos a repasar algunos de mis cuentos favoritos.

 


Vendrán lluvias suaves de Ray Bradbury (1950), es uno de esas obras de ciencia ficción absolutamente imprescindibles. Una casa completamente automatizada continúa haciendo las tareas para las que fue programadas mucho después de que la familia que la habitaba hubiera muerto en una guerra nuclear. En su fantasmal y sobrecogedora prosa se puede apreciar la maravillosa pluma de Bradbury, un verdadero poeta dentro del género.

 

El examen de Richard Matheson (1954) nos muestra un futuro en el que los ancianos son sometidos a la eutanasia cuando dejan de ser “útiles”. Para probar que todavía lo es, Tom Parker deberá aprobar, una vez más, el examen al que se le somete cada cierto tiempo. El cuento extrapola a partir de tendencias de nuestra sociedad moderna que ya eran visibles hace 70 años: el abandono y aislamiento de los adultos mayores, y la obsesión inhumana del mundo capitalista con la productividad. Matheson comprendía muy bien la psicología humana, y aunque el escenario es futurista, la forma en la que él construye a sus personajes los hace sentir íntimamente reales.

 

Multivac de Isaac Asimov (1958) es otro relato imprescindible. En él se nos presenta a una súper computadora omnisciente que debe encargarse de prácticamente todos los problemas del mundo (de ahí el título original, All the Troubles of the World). La idea de una inteligencia artificial suprema que se encargue desde planificar nuestra economía hasta predecir crímenes individuales ha obsesionado a la humanidad desde entonces. En años recientes, con la aparición de falsas inteligencias artificiales como ChatGPT, muchos creyeron que Multivac había sido por fin inventada, y esperaban de este generador de palabras no menos que la infalibilidad y la omnisciencia. Sin embargo, el cuento nos plantea: ¿qué puede hacerle a una mente, incluso si es artificial, tener que lidiar con todos los problemas del mundo?

 


Clientela restringida de Kendell Foster Crossen (1951) es un texto interesante, aunque muy expositivo. En un futuro en el que el sistema solar ha sido colonizado casi por completo, la sociedad mantiene una rígida jerarquía capitalista, en la que un reducido número de grandes financieros, llamados los Inversores, tiene todo el poder. La rebelión de las clases trabajadoras, que en siglos pasados amenazaron este orden, ha sido suprimida. Pero una nueva resistencia ha surgido: los Liberales, formada principalmente por profesionistas, principalmente científicos, que son los que tienen los conocimientos para hacer funcionar un mundo altamente tecnificado. Como dice uno de estos personajes:

 

“Sí, los científicos hemos llegado a tener conciencia de nuestra responsabilidad ante todos los hombres…, incluso los Inversores. Nuestra obra ya no se utilizará para explotar ni matar a nadie.”

 

Interpreto el cuento como una expresión de esperanza (quizá un tanto ingenua) y un llamado hacia las capas intermedias de la sociedad, las que han recibido una educación profesional, para rebelarse contra las injusticias del mundo contemporáneo, que ha hecho de un puñado de multimillonarios los dueños del mundo.

 


La vuelta al hogar de Marion Zimmer Bradley (1955) es, con cerca de 90 páginas de extensión, el cuento más largo, y también el más susceptible a hacerle diversos análisis. Un ensayo completo se podría dedicar a este relato, el único de una autora mujer incluido en el volumen. Narrativamente hablando, está muy bien armado. En cuanto a las ideas que expone, es una mescolanza de creencias progresistas y reaccionarias tan intrigante como desconcertante.

 

En el futuro, los seres humanos enviaron a una nave a colonizar un planeta en otro sistema estelar. Una generación más tarde, algunos de los descendientes son enviados de vuelta a la Tierra para llevar noticias de la vida de la colonia. Pero hay un importante detalle: las naves viajan a velocidades cercanas a la luz y, siguiendo la teoría de la relatividad de Einstein, cuando la nave de regreso llegue a su destino habrán pasado cientos de años en la Tierra. Así, los jóvenes viajeros del espacio, que creían estar volviendo a una civilización altamente tecnológica capaz de colonizar el universo, se encuentran en cambio con una sociedad bucólica, con comunidades pequeñas y muy poca tecnología.

 

Dicha sociedad no es producto de ninguna hecatombe apocalíptica que los haya regresado a la barbarie. Todo lo contrario: es una cultura más avanzada que ha aprendido a vivir sencillamente con sólo lo necesario. No hay grandes lujos, pero tampoco hay carencias, y la tecnología más avanzada se utiliza sólo para lo estrictamente indispensable. Las comunidades son pequeñas, pero muy unidas, y se autorregulan sin necesidad de gobiernos ni estados. Se trata de una utopía, y en gran parte recuerda al moderno solarpunk, una tendencia actualmente en boga en la ciencia ficción, que imagina futuros positivos más allá del capitalismo y las crisis que éste ha provocado.

 

Sin embargo, el cuento no me agradó del todo. El conflicto principal radica en el choque entre la cosmovisión de los viajeros y la de los habitantes de esta utopía. Pero estos últimos se me hicieron muy antipáticos. Son condescendientes con los recién llegados, y se la pasan dando rodeos en vez de explicarles lo que ocurre. Además, esta utopía de Bradley tiene ciertos aspectos tecnófobos e implica un regreso a los roles de género tradicionales. Por eso decía que tiene algo de reaccionaria.

 

Sin embargo, fue una pieza que me hizo pensar mucho, y hasta cuestionarme algunas ideas que tenía ya muy anquilosadas en la mente. Les dejo un fragmento, una letanía que le da uno de los habitantes de esta extraña utopía, un viejo sabio, al capitán de la expedición interestelar:

 

“Los primitivos y estúpidos Bárbaros vivían apiñados en ciudades parecidas a grandes cuevas mecánicas, sin contemplar jamás el mundo en el que vivían, ocultos tras muros de cristal y acero, mirando a su mundo en las pantallas de televisión y a través de las ventanillas de los aviones. Para fabricar todos esos aparatos debían amontonarse en sus cuevas, realizar trabajos sucios metidos hasta el cuello entre tuercas y pernos de metal, sin ver jamás lo que estaban haciendo, sin poder nunca enorgullecerse de su trabajo… ¡,vivían como sucios animales! ¿Para qué? Una masa de hombres para producir en masa, para producir bienes innecesarios, para poseer dinero que les permitieran comprar otras comodidades innecesarias. Aquí tenemos varios profesionales que construyen aviones o los diseñan, porque ése es su trabajo preferido y se sentirían desgraciados si no lo hicieran. Son auténticos artesanos. Por eso disponemos de algunos pocos aviones, pero no muchos, por lo que los reservamos para el trabajo necesario. La mayor parte de la gente prefiere hacer cosas sencillas para su satisfacción personal. ¡No se les obliga a producir aviones en serie sencillamente porque sería posible!”

 

Y más adelante:

 

“Usamos la ciencia; no nos usa ella a nosotros. La ciencia, señor Kearns, hace muchísimo tiempo que dejó de ser un tablero de ajedrez para los poderosos con tendencias belicistas, no está esclavizada por un nivel de vida artificial, ni tampoco se haya al servicio de una población neurótica, insana, que desea divertirse constantemente, ¡que es presa fácil para los estimulantes! Tampoco constituye ya un arma para ciertos grupos de presión, sean educadores, fanáticos, adolescentes, exhibicionistas egocéntricos, o mujeres perezosas. Ya no se presiona a los hombres para que compren los productos de la ciencia comercializada, con objeto de crear puestos de trabajo y así mantener en pleno funcionamiento las ciudades. En nuestra sociedad, cualquiera que se interese por algo, y que tenga talento y habilidad más allá de lo común (condiciones que satisface más de la mitad de la población), emplea anualmente unos cuantos meses en el beneficio común, y no en nombre de la sacrosanta ciencia. Halleck, por ejemplo, sabe más de meteorología que nadie en los Llanos del Sur. Cada año se instala aquí cuatro meses o eleva un aeroplano de observación climatológica, para luchar contra los tornados antes de que se hagan peligrosos. El resto del año vive como un ciudadano normal. Todo el mundo lleva una vida cómoda, fácil y equilibrada. El hombre es un animal pequeño y su horizonte debe ser reducido. Hay un límite definido en su horizonte y ésta es la razón por la que un pueblo se descompone y comienza a tener problemas en cuanto crece demasiado. Aquí todos trabajan para los individuos y no para los ideales.”



También es bastante político Refugio en las estrellas, de Leigh Brackett (1941), un cuento sobre una resistencia de Rebeldes que se oponen a un Estado tiránico que ha llegado a dominar casi todo el Sistema Solar. Sí, tiene tintes de Space Opera y de muchas maneras prefigura sagas como Star Wars. El relato está narrado desde el punto de vista un espía del Estado, infiltrado en una base rebelde. El Estado elimina por completo la individualidad y los lazos familiares y amistosos que unen a los seres humanos; forma en cambio sujetos completamente dedicados a la gloria del Estado. Esta tiranía está claramente inspirada por los regímenes totalitarios que en tiempos del autor estaban en pleno apogeo. Téngase en cuenta que aún no terminaba la Segunda Guerra Mundial, y no se sabía cuál sería el futuro de la humanidad. Cosa curiosa: se mencionan aquí armas atómicas, que en ese entonces existían sólo como especulación científica, pues faltaban todavía cuatro años para Hisroshima.

 

El fin de la evolución de Rober Arthur (1941) fue uno de los textos que más impactó la primera vez que leí este volumen. Sigo pensando que su premisa es intrigante: el autor explora la posibilidad de un futuro en el que los humanos han evolucionado hasta convertirse en unos seres con grandes cerebros y cuerpos atrofiados; genios y telépatas que necesitan transportarse en sillas flotantes (me recuerdan a personajes de cómic: Hector Hammond en DC y Modok en Marvel). Los humanos “normales” como ustedes y yo, en cambio, siguen siendo criados como esclavos. Es un buen relato, aunque su concepción del proceso evolutivo es completamente ontogénica, y por lo tanto desactualizada.

 

Punto de partida de Anthony Boucher (1950) es un fantástico relato metaficcional, quizá uno de los ejemplos más tempranos del género. Es decir, es una obra de ciencia ficción sobre las obras de ciencia ficción. Un hombre y una mujer, sobrevivientes de un apocalipsis, viven refugiados en un búnker. Tratando de matar el tiempo, el hombre se dedica a leer la extensa biblioteca guardada en el búnker, y así topa con la obra de un escritor de ciencia ficción que predijo tal cual todos los desarrollos de la humanidad desde mediados del siglo XX hasta ese momento. Es más, las predicciones de este escritor son tan precisas que llegan al punto de describir lo que los dos habitantes del búnker estaban haciendo mientras leían el libro.

 

Otra sección del cuento nos regresa al siglo XX, donde conocemos el mundo de las revistas de ciencia ficción y a sus autores (algunas estrellas del género son mencionadas por su nombre), y donde los personajes discuten acerca de tópicos como el fin del mundo o los viajes en el tiempo. No quiero revelarles más, pero les diré que hay sorpresas y que la conclusión resulta a la vez desconcertante y conmovedora.

 

Edición original en pasta blanda

Los mejores relatos de anticipación fue el primero de los famosos “libros rojos” que compré. La extinta editorial española Bruguera publicó en los 70 una amplia colección de literatura clásica y popular, más varios textos de divulgación, en este sencillo pero bonito formato en pasta dura. En cualquier feria o librería de viejo pueden encontrarse todavía. Tras el hallazgo de este primer tesoro, me dediqué por años a buscar otras antologías de ciencia ficción que hubiera publicado esa vieja editorial. Ahora creo que ya tengo todos los que podrían conseguirse. Pronto les compartiré el recorrido que hice por sus páginas.

 

Creo en la ciencia ficción como la “literatura de las ideas”, que nos proporciona las herramientas intelectuales para mirar nuestra realidad desde nuevos puntos de vista. Nos introduce a conceptos que expanden nuestra capacidad para imaginar lo posible y lo probable. Nos inspira para imaginar los caminos que queremos recorrer como especie. Este libro sigue siendo un gran ejemplo de ello.


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