Seguramente han escuchado la frase “conservador es el nuevo
punk” o “la nueva contracultura”, o algo por el estilo. En YouTube hay varios
videos de canales derechistas que así lo afirman y no pocas cuentas de derechas
en redes sociales ostentan títulos con palabras tipo rebeldía, sublevación
o resistencia.
¿A qué se refieren? Los valores de las izquierdas, aseguran,
se han convertido en el nuevo statu quo; el feminismo, el antirracismo,
los movimientos lgbtq+, incluso el socialismo, han triunfado y penetrado en
todas las instituciones de gobierno, educación y producción cultural. Por eso,
hoy ser de derecha es ser un rebelde, alguien que resiste contra esta nueva
forma de opresión que proviene de una izquierda cada vez más radical, a la que
hay que poner un alto.
Tal es la narrativa de las derechas contemporáneas, pero ¿se
sostiene? ¿Tiene sentido? ¿Por qué han optado por ella? Bueno, vamos por
partes, porque este asunto tiene varias aristas. Empecemos por preguntarnos,
¿en qué sentido pueden decir que son los nuevos rebeldes?
EL NUEVO ORDEN
Concedamos algún punto. Lo que es cierto es que, más o menos
en el último par de décadas, hemos visto una creciente aceptación de los movimientos por la justicia social (feminismo,
antirracismo, etc.). Críticas y propuestas hechas desde aquéllos se van
incorporando a la conversación cotidiana; sus valores poco a poco se van
aceptando entre la sociedad general; sus intereses y problemas se ven
representados en los medios de comunicación, la cultura pop y la currícula
educativa.
Sin embargo, todavía estamos lejos de vivir en un mundo en
que esas causas han triunfado por completo. Sigue habiendo muchísimo racismo,
clasismo, misoginia y demás. Vamos, en los últimos años esos sentimientos han
impulsado la llegada al poder de fantoches de extrema derecha como Trump,
Bolsonaro y, más recientemente, Javier Milei. La justicia social no ha
triunfado: apenas se está normalizando, y en algunos círculos más que en otros.
Por ejemplo, estos cambios de actitud suelen llegar a las
personas con acceso a la educación antes que al público en general, y por eso
las vemos primero en la academia; también suele popularizarse pronto entre
artistas y creadores de contenido cultural. Pero estos grupos son, a su manera,
élites minoritarias, y su adopción de las nuevas formas de pensar, aunque es
buena señal, no implican que la sociedad en su mayor parte piense así.
Lo que es más, algunos de los triunfos que han tenido estos
movimientos están tan poco solidificados que fácilmente pueden echarse para
atrás. Véase la derogación del derecho al aborto o la oleada de
leyes que atacan a las personas lgbtq+ en Estados Unidos (punta de lanza
del movimiento reaccionario moderno).
Por supuesto, si eres un güey clasemediero que no toca pasto,
que no convive con personas de esos grupos oprimidos que están luchando por sus
derechos, y cuyo principal contacto con el mundo fuera de su burbuja son los
medios y las redes sociales, entonces sí te va a parecer que las feministas y los
gays “ya ganaron”.
Sí, el statu quo está cambiando. Pero de la misma
manera en la que “las mujeres deberían poder votar” fue en el algún momento una
propuesta radical y luego se convirtió en la norma. De la misma manera en la
que “abolir la esclavitud” alguna vez fue un sueño utópico y luego se volvió el
statu quo. Nosotros estamos en un momento de transición, en el que las
causas de la justicia social se van normalizando, pero todavía no han triunfado
del todo. Es la prospectiva de que lleguen a triunfar lo que aterra a los
derechistas.
Recordemos que el propósito final de toda ideología de
derecha es preservar, fortalecer o restaurar las jerarquías tradicionales, ya
sea de clase social, género, raza, religión, nacionalidad o lo que fuera. Los
movimientos sociales por la justicia se rebelan contra esas jerarquías y
pretenden eliminarlas. Contra lo que los derechistas se “rebelan”
es contra esa rebelión.
Así que sí, se están rebelando contra ello… De la misma
manera en que la Confederación esclavista se rebeló contra la
abolición de la esclavitud en la Guerra Civil estadounidense. O como los
conservadores mexicanos se rebelaron contra la libertad de cultos y la
separación Iglesia-estado en la Guerra de Reforma. Se están alzando contra la
emancipación humana y a favor de las jerarquías de antaño. No
son rebeldes: son retrógrados y reaccionarios.
REBELDES SIN CAUSA
Pero, ¿por qué insistir en que “conservador es el nuevo
punk”? ¿Por qué no simplemente volver al discurso clásico que presenta al conservadurismo
como guardián de la tradición y el orden? En aquel discurso, la rebeldía y
la desobediencia se presentaban como algo negativo. Recuerden que Dios castigó a
toda la humanidad porque Adán desobedeció una vez, y que Lucifer
y los demonios están en el infierno por ser los ángeles rebeldes.
Bueno, pues yo tengo una hipótesis. Vivimos en un mundo que
es producto de muchas revoluciones, de osados momentos de rebeldía que han
conquistado para la humanidad incontables derechos y abolido o debilitado
diversos sistemas de opresión, desde guerras de independencia hasta movimientos
de protesta. Sobre todo, desde la explosión contracultural de la década
de los 60, y más aún a partir de que la cultura mediática absorbiera y asimilara
la contracultura, la rebeldía se volvió cool. Eso sí: lo que los
medios adoptaron fue menos la rebeldía en sí que la estética de la
rebeldía. Piensen en la imagen de de marca de MTV, o en todas esas celebridades y mascotas
corporativas que vendían una pose de "rebeldes". Joder, piensen en RBD. En muchos casos, la
rebeldía quedaba despolitizada, vaciada de su contenido, y reducida
a un simple estilo. Hey, ¿recuerdan cómo en los 90 la palabra radical
se volvió simplemente sinónimo de cool?
En este siglo XXI la derecha ha ensayado diversas
estrategias de rebranding para atraer a las nuevas generaciones. De allí
etiquetas como alt-right en vez de neonazis o que
tanto pinche reaccionario ahora se autocalifique como liberal, aunque no
tenga el menor sentido. Bien, de ahí lo de replantear el conservadurismo y la
reacción como si fueran rebeldía, simplemente porque la rebeldía es cool
y pues hay que atraer a jóvenes incautos. Así que, si bien puede haber algo de
cierto en que la reacción está actualmente en una posición de rebeldía, la capacidad
de persuasión de este argumento descansa sobre la idea de que ser rebelde es
una virtud en sí misma. Que no es así; importa contra qué y a favor de
qué te rebelas. Llevar la contraria por sí mismo no tiene mucho mérito. Un niño
pequeño que hace un berrinche porque no quiere recoger sus juguetes se está
rebelando, pero nadie lo consideraría muy heroico.
Por ejemplo, compartí la siguiente imagen en un grupo. Ahí
señala que ser verdaderamente punk implica rechazar el racismo, el sexismo, el
capacitismo, etcétera. Un pelafustán salió a reclamar “¡Eso no es
ser punk! ¡El punk es desobedecer! ¡Ustedes lo que quieren es obedecer a las
corporaciones!”
Ok, digamos, for argument’s sake, que sí. Digamos que
las corporaciones de verdad han adoptado la ideología progre (y no que lo hacen por vender), y que el principal empuje viene de ellas (y no de los mismos grupos oprimidos)... ¿Y? ¿Qué mérito
tendría rebelarse contra ello? ¿Será heroico practicar el racismo, el sexismo y
demás, sólo por “llevar la contraria a las corporaciones”?
Además, hay que tener en cuenta lo siguiente: nosotros los
zurdos seguiríamos apoyando las causas de la justicia social si estuvieran (todavía más) lejos de estar normalizadas; nuestro compromiso con ellas antecede y trasciende
lo que las instituciones poderosas hagan o dejen de hacer. Así que no, no
estamos nomás obedeciendo. Por otro lado, los conservas se opondrían a la emancipación
de los grupos oprimidos aunque Disney, la ONU y el papa Francisco estuvieran por
completo de su parte, así que tampoco es que ellos crean en desobedecer por
desobedecer. Creen en la subordinación de los demás grupos, y sólo han adoptado
esta retórica de la rebeldía para tratar de darse una pátina de nobleza a sí
mismos, para convencerse de que son “los buenos”.
Entre paréntesis: fíjense que esta gente no se “rebela”
contra las corporaciones en cuanto a que conforman monopolios, explotan a sus
trabajadores, eliminan a los pequeños negocios locales a través de competencia
desleal, sobornan gobernantes o lucran con los datos que generamos… Sólo se rebelan
contra ellas cuando hacen “inclusión forzada”.
DE LA IRREVERENCIA A LA CORRECCIÓN POLÍTICA
Hay un aspecto en la evolución de la cultura popular que
permite a la narrativa “conservador es el nuevo punk” encontrar terreno fértil
para echar raíces. Volviendo a la contracultura de mediados del siglo pasado, uno de sus efectos fue el de romper poco a poco un montón de tabúes. Esto lo podemos apreciar en los medios, en donde a partir de los 70 se ve una mayor osadía por mostrar
sexo, violencia y humor negro en películas, televisión, música, cómics y demás. Esta
tendencia alcanzó su punto culminante entre finales de los 90 y principios de
los 00, con productos culturales como South Park: fue la época del
entretenimiento edgy.
Bien por eso, pero el problema es que no todo el mundo se vio beneficiado
de la misma forma por la caída de estos tabúes. Quienes más pudieron gozarlo
fueron, adivinen, los hombres blancos heterosexuales. Sí, pudo haber humor
negro para burlarse del gobierno, la Iglesia y el ejército, pero también
vinieron muchos chistes homofóbicos, transfóbicos, racistas, misóginos y demás, sin que hubiera muchas voces para responder a ellos.
Sí, se pudo abordar más la sexualidad y experimentar con el cachondeo, pero
siempre teniendo en cuenta los gustos e intereses de hombres heterosexuales.
Luego, por ahí de los dosmildieces, los movimientos por la
justicia social empezaron a rebelarse contra ser sólo el objeto de las
burlas y contra la exclusión de sus intereses y puntos de vista. Y miren, yo
soy el primero en quejarme de que en el afán por la justicia social muchas
veces se cae en mojigaterías ridículas. Pero es muy importante entender de
dónde vienen estos esfuerzos y cuál es la lógica detrás de ellos. El feminismo
y el conservadurismo no se oponen a la publicidad con modelos esculturales
semidesnudas por las mismas razones. Uno se opone a la cosificación de un grupo
históricamente subordinado; el otro se opone a la erosión de una moral
tradicionalista basada en la castidad.
Pero para un sujeto despistado, especialmente que hubiera
vivido para ver estas transiciones (la Generación X y los Millennials más
viejos), podría sentirse como que le están quitando las libertades que ya
había ganado, sólo que antes era la Iglesia y ahora son los wokes, las feminazis,
los políticamente correctos. Entonces, como había sido necesaria una rebelión
contra la mojigatería del tradicionalismo, ahora hace falta una rebelión contra
los progres.
La cultura de la derecha en redes en redes heredó mucho de aquellos años del entretenimiento edgy (que corresponde con el primer auge del Internet); así se cultivó una actitud sarcástica, burlona y jodona, que se contrapone a la seriedad con la que (con toda razón) los movimientos por la justicia social se toman sus asuntos. Así, parecería que son los derechistas los irreverentes que se rebelan contra la solemnidad puritana del progresismo. Pero ésta es solo una ilusión estética: al fin y al cabo, unos están defendiendo la jerarquía, mientras los otros la están tratando de desmantelar.
CUANDO LA IGUALDAD SE SIENTE COMO OPRESIÓN
Se ha dicho que lo que pasa con estos sujetos es que temen perder sus privilegios. Cuando uno está acostumbrado al privilegio, la igualdad se siente como opresión, reza el proverbio. Y esto es en esencia cierto, pero hay más de lo que se ve. Algunos claramente saben lo que hacen, en especial todos esos opinócratas e influencers de derecha y quienes los patrocinan. Pero hay otros muchos que honestamente creen que están siendo oprimidos.
Miren, el vato blanco cishetero promedio no se siente
particularmente privilegiado o empoderado. De hecho, siente que su vida es en
extremo difícil. Se siente lejos de lograr los sueños que le prometieron se
harían realidad si trabajaba duro; ha visto los últimos años que el costo de vida
crece más allá de sus facultades económicas; probablemente está sufriendo de un
profundo sentimiento de soledad producto de la atomización y la erosión de los
lazos sociales.
Gente leída y escribida como ustedes y yo sabemos que todo
lo anterior es culpa de muchos factores relacionados con la forma en que el capitalismo ha evolucionado en las últimas décadas, pero explicar cómo y
por qué resulta complicado. La banda por lo general prefiere respuestas simples
que apunten a causas directas, en especial si está demasiado asustada, encabronada
o deprimida para pensar con claridad.
Esto es aprovechado por los grupos de odio que se aseguran de redirigir la frustración y rabia de estos vatos hacia grupos minoritarios y no al sistema económico. Pues, aunque el vato básico podría
estar tan jodido por el capitalismo como cualquiera, por lo menos antes se
sabía por encima de las mujeres, los queer y las minorías raciales. Los movimientos
por la justicia social le arrebatan esto último.
Digo esto no para justificar sus conductas o palabras
odiosas; es para que tratemos de entender el fenómeno y sepamos cómo
enfrentarlo mejor. Además, no todos son ingenuos adoctrinados. Estoy seguro de
que muchos de ellos simplemente son personas horribles y lo serían de
todos modos.
Tampoco es como que antes cualquier vato pudiera andar por
la calle violentando u oprimiendo directamente minorías. Ni siquiera
creo que es a lo que la mayoría de ellos aspirasen antes de dejarse seducir por
los discursos de odio. Era más bien que antes podían vivir su vida sin tener jamás que preocuparse por los problemas, las necesidades, las opiniones y los
puntos de vista de esas otras personas.
En el lenguaje coloquial, cuando alguien escucha “privilegio”,
se imagina cosas como poder vivir sin trabajar, o tener pase VIP a la disco, o gozar
de un estilo de vida lujoso, o poder romper las reglas con impunidad o estar libre de problemas económicos.
No piensan en “puedo andar por la calle sin que nadie me haga sentir inseguro
con sus comentarios sexuales”, ni en “puedo entrar a un baño público sin que
nadie me la haga de pedo”, ni en “puedo ver chácharas en una tienda
departamental sin que vigilantes suspicaces me sigan de cerca”, ni en “puedo
entrar a una partida de Fortnight sin que un pelafustán me mande a
prepararle un sándwich”. Pero es el estar libre de esa clase de violencias y
discriminaciones lo que en el lenguaje de la justicia social se considera
“privilegio” (quizá el término no fue la mejor elección, como más de uno ha
argumentado, pero ahí se quedó).
Sucede que el vato básico ha experimentado una
transformación de su realidad: ha pasado de una normalidad en la que todo
estaba hecho a su medida, con sus intereses, puntos de vista, opiniones y
deseos conformando el estándar de todo. Ahora se
ve en la necesitad de compartir esa normalidad con personas de otras
identidades. Muchos hombres sienten esta pérdida como un ataque contra sus
personas, y consideran que no les queda más remedio que alzarse de forma
violenta. Y aunque en parte es como el niño berrinchudo que no quiere
compartir el arenero del parque, no sólo se trata eso.
También se trata del miedo existencial de que su normalidad pueda
simplemente desaparecer, de que sus certezas se estén derrumbado y su
conocimiento no sea válido, de que su sistema de valores sea deficiente y no lo
haga una persona de mérito. Pero como nos enseñó Yoda: el miedo lleva a la ira, la
ira lleva al odio y el odio lleva al sufrimiento. Cada quien decide si va a
seguir por ese camino, en cuyo caso no espere que los grupos oprimidos y sus
aliados les tengan consideración, porque su comodidad no vale tanto como los
derechos, libertad y vida de las otras personas. Ultimadamente la
“opresión” contra la que se están rebelando es que les están pidiendo
comportarse como gente decente.
Que las personas trans puedan vivir sin violencia no te
quita nada; que las personas gestantes puedan abortar no te quita nada; que
haya más negros y gays en las caricaturas no te quita nada… Tus pequeños
triunfos en las “guerras culturales” satisfarán temporalmente tu rencor, pero
no resolverán tus problemas, no mejorarán tu vida, ni aliviarán tu soledad, y te
beneficiarán mucho menos a ti que al puñado de cabrones que se sientan en la
punta de la pirámide.
¡Hey, gracias por leer! Este texto es parte de la serie Crónica de un Invierno Fascista. Si te gusta mi trabajo, puedes ayudarme a seguir creando c
3 comentarios:
Hola Ego, hace unos meses me encontré este estudio sobre calidad de vida de varios países, el estudio recopila datos y toma en cuenta cosas como el IPG con el Producto Interno Bruto (PIB), el Índice de Desarrollo Humano (IDH), la Huella Ecológica, la Biocapacidad, el coeficiente de Gini y las puntuaciones de Satisfacción con la Vida. Es decir, toma variables que van mas allá de la cantidad de riqueza generada. La conclusión de esta investigación afirma que si bien hubo un aumento de la riqueza, en promedio, esto no se tradujo en una mejora significativa de la calidad de vida, de hecho esta última parece haberse estancado desde finales de los 70.
OJO, no sé que tan riguroso es el estudio, pero si su conclusión resulta ser cierta explicaría (al menos en parte) el por qué hay tanta derecha radical en la actualidad. Hay gente que no ve mejoras significativas en su bienestar.
El estudio en cuestión es este:
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0921800913001584
Hola, gracias por comentar y por el enlace. No me sorprende la conclusión, creo que a un nivel ya lo sabíamos. Voy a checarlo.
Así que sí, se están rebelando contra ello… De la misma manera en que la Confederación esclavista se rebeló contra la abolición de la esclavitud en la Guerra Civil estadounidense. O como los conservadores mexicanos se rebelaron contra la libertad de cultos y la separación Iglesia-estado en la Guerra de Reforma.
Añadiría a los strasseristas (de los cuales surgieron los nazis), que se vendían como socialistas y por tanto rebeldes contra el cspitalismo que controlaba al mundo, pero que consideraban que éste estaba representado por nacionalidades "inferiores" a los alemanes (es decir, se rebelaban contra éstas, porque en el fondo eran más racistas y xenófobos que socialistas).
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