Esta entrada es de enero de 2025 y forma parte de la serie El Invierno Fascista; visita aquel índice para conocer la historia completa
Estoy muy cansado. El espectáculo de estupidez y miseria
moral ha sido interminable desde hace días. Es imposible estar al corriente
de tantas noticias horribles y al mismo tiempo mantener la ecuanimidad. Trataré
de sacar un texto coherente de la maraña de pensamientos y emociones que tengo
en este momento…
¿Saben? Honestamente yo no creí que fuera a ganar Trump.
No imaginé que después de ver a nazis marchando con antorchas, después de ser
el país con más muertes por covid, después de los motines del 6 de enero,
después de tantos desastres relacionados con el cambio climático, los votantes
dirían “sí, otra vez esto”. Pero bueno, gringos gonna gring.
Además, hasta finales de 2024 la extrema derecha parecía
en retroceso desde hacía un par de años. En España, Chile y Colombia
gobierna la izquierda. A Brasil regresó Lula da Silva. En el Reino Unido ganó
el Partido Laborista y en Francia una alianza de izquierdas bloqueó el avance
del Frente Nacional. En Argentina reina Milei, pero con resultados tan
desastrosos que no necesitaría mucho para derrotarse solito. En mi México el
gobierno de Claudia Sheinabum ha demostrado estar más a la izquierda y ser
todavía más progresista que el de Amlo y es tremendamente popular. Ahora,
gracias a los votantes del país más adoctrinado del mundo, todos estos avances
se tambalean.
A una semana de haber iniciado su segundo mandato, esto es
un poco de lo
que ha hecho Donald Trump:
Ha armado un gabinete
que incluye a multimillonarios, negacionistas del cambio climático,
antivacunas, agresores sexuales y abiertos opositores de los derechos lgbtq+.
Todo un equipo de supervillanos.
Planea deportar a miles de migrantes, para lo que
declaró un estado de emergencia y ha militarizado frontera sur. Los vuelos
transportando a migrantes en cadenas ya han comenzado. También autorizó redadas
en iglesias, escuelas y hospitales. Hasta pretende retirar el
derecho de nacionalidad por nacimiento a personas nacidas en Estados Unidos
cuyos padres sean de origen migrante.
Retiró a Estados Unidos de la Organización Mundial de la
Salud y del Acuerdo de París contra el cambio climático y declaró una
emergencia energética nacional para permitir la expansión de la industria de
combustibles fósiles, incluyendo en áreas otrora protegidas de Alaska. Esto,
después de que 2024 rompiera el récord, una vez más, del año más caliente
registrado, y justo mientras incendios
incontrolables devastan California.
Su gobierno oficialmente niega la existencia y los
derechos de las personas transgénero, ha puesto fin a todos los programas
de diversidad e inclusión en la administración pública, y ha echado para atrás numerosas
reglas contra la discriminación, algunas de las cuales datan de tiempos de
la lucha por los derechos civiles. Esto abre las puertas a que el gobierno y
las empresas puedan discriminar por cuestiones de género, raza y sexualidad.
En nombre de la “meritocracia” se fortalece la supremacía blanca.
Anunció un indulto a los
insurrectos de extrema derecha que participaron en los disturbios del
Capitolio el 6 de enero de 2021. Ésos que asesinaron a un policía y entraron
por la fuerza al edificio del Congreso, cantando consignas sobre ejecutar a
políticos del Partido Demócrata, con el objetivo de subvertir una elección
democrática legítima, motivados por ridículas
teorías conspiratorias. El mensaje es claro para los seguidores y
opositores de Trump: cualquier acción en nombre del líder, por más atroz o
contraria a la ley que sea, permanecerá impune.
Nombró a
tres actores (viejos rancios cuyas películas ya sólo ven otros viejos
rancios) como sus “embajadores” ante Hollywood. Dice que quiere
recuperar la “era dorada” de la industria fílmica nacional. O sea, de películas
de machos muy machos ejerciendo violencia, con mujeres como objeto de deseo del
héroe, amigos negros que sean sólo el alivio cómico y ningún gay a la vista.
Esto responde claramente a la narrativa paranoide de que Hollywood se ha vuelto
“demasiado woke”,
impulsando “agendas ideológicas” e “inclusión
forzada”. Si cualquier otro gobierno planeara influir en la industria del
cine para ajustarlo a su propia ideología, los que ahora aplauden esto lo
repudiarían. Pero claro, la forma de pensar de los otros es “imposición
ideológica”, mientras que la suya propia es “la verdad”, y por eso es legítimo
imponerla.
Por todas partes resonó el valeroso sermón de la
obispa Mariann Budde, quien en la misa inaugural de la presidencia de
Trump, suplicó al magnate que tuviera misericordia por los inmigrantes y
las personas lgbtq+ que temen por sus vidas y sus familias. Después de la
ceremonia Trump
demandó en redes que la ministra se disculpara, y sus seguidores pronto
expresaron cólera y odio. Ésta es la
versión del cristianismo que predica y practica la derecha gringa
contemporánea, una en la que la empatía es un pecado y el odio es una virtud.
Como el primer mandato de Trump tuvo un carácter
aislacionista, muchos pensamos que éste también lo sería. Nos equivocamos con
esa esperanza. Desde su triunfo electoral en noviembre, se la ha pasado lanzando
amenazas de intervenir militarmente en Panamá, Groenlandia
y hasta Canadá. Y no ha tardado en tener conflictos diplomáticos con Dinamarca
y Colombia.
Asimismo, ya ha expresado su
apoyo a la limpieza étnica de Palestina, a expulsar a todos los palestinos
hacia Jordania y Egipto, para que el estado de Israel tenga su “espacio vital”.
Parecen disparates absurdos, pero también lo parecían otras
promesas de campaña que ya ha cumplido en sus primeros días. Las comparaciones
de este tipo se antojan trilladas, pero en este caso son inevitables: también las
amenazas expansionistas de Hitler fueron tomadas en su momento como meras
bravatas. Tenemos que prepararnos para lo peor: el imperio yanqui está
moribundo y una bestia herida es más peligrosa que nunca.
¿Será México la Polonia del Reich Trumpista? Su gobierno ya
designó a los
cárteles del narcotráfico como “grupos terroristas”, abriendo las puertas a
una intervención militar, o incluso una ocupación territorial. Si pretende
acusar a la presidenta Claudia Sheinbaum de colaborar con el narco, ello
significará también declarar que su gobierno patrocina terroristas y le dará el
pretexto para promover su derrocamiento.
La
derecha mexicana ya se ha apresurado a expresar públicamente sus simpatías
a Trump, y a pedirle que invada el país para deshacerse del gobierno
morenista. Nada nuevo; los conservadores también se aliaron con los invasores
franceses contra Juárez en el siglo XIX, y conspiraron con la embajada de
Estados Unidos para derrocar al gobierno de Madero durante la Revolución.
Para quienes creen que una intervención gringa sería algo
positivo y la solución a nuestros problemas de seguridad, por favor no sean
tan ingenuos. No creerán que cualquier gobierno de Estados Unidos, ni
hablar el de Trump, tendrían las mejores intenciones para México y cuidarían de
nuestros intereses. Y, por favor, no vayan a salir con la simplonería de que
oponerse a una invasión es defender a los cárteles. Que, en todo caso, en pocos
meses el gobierno de Sheinbaum ha reforzado la lucha
contra el narco de forma espectacular, lo cual sabrían si se informaran en
vez de repetir sin pensar la narrativa de “éste es un narcogobierno”.
Dejemos de lado que, por más horribles que sean, según las
definiciones oficiales los cárteles no pueden considerarse grupos
terroristas. Aunque lo fueran, la historia reciente nos muestra que para
vencerlos no se necesita simplemente tener un ejército grande y poderoso.
Recordemos la desastrosa guerra contra el narco de Felipe Calderón. O, para
hablar de terrorismo, veamos los resultados de las intervenciones gringas en
Afganistán y en Irak. Después de años de destrucción, violencia y crímenes
de guerra cometidos por el ejército yanqui, en Afganistán volvió a reinar el Talibán,
y el surgimiento de ISIS es consecuencia directa de esas invasiones. Y aún si
fuera posible resolver este problema mediante la fuerza militar, esta operación
tendría que llevarse a cabo con suma inteligencia y planificación, algo que no cabe
esperar de un mandatario errático y ocurrente, con gusto por hacer alardes de
fuerza. No, no hay
escenario posible en que una intervención estadounidense salga bien para
los mexicanos.
En un mundo en el que los ultrarricos se hacen cada vez
más ricos mientras todos los demás padecemos para llegar a fin de mes,
Trump está consolidando un gobierno de millonarios para millonarios: menos
impuestos a las grandes fortunas, menos regulaciones a las empresas, menos
derechos para los trabajadores, menos protecciones para el medio ambiente. Los
empresarios también apoyaron a Mussolini y Hitler para que desaparecieran
los sindicatos y otros estorbos, para que pudieran ser cada uno “un führer en
su propia empresa”.
Sobresalen los
tecnomillonarios de Silicon Valley que se han aliado con el magnate
anaranjado. Es que no se trata sólo el saludo aparentemente
nazi de Elon Musk. Fuera de contexto, podría haber parecido cualquier cosa.
Es que Musk lleva años promoviendo discursos cada vez más
extremistas. Se muestra obsesionado con las tasas de natalidad de la gente
blanca, y ha expresado su acuerdo con la teoría conspiranoica del “gran
reemplazo”. En entrevistas ha señalado las políticas de inclusión como
causa de varios problemas de Estados Unidos, implicado que las personas
racializadas no pueden hacer tan buen trabajo como las blancas. Ha expresado su
apoyo al
partido neonazi Alternativa por Alemania y propuesto la invasión del Reino
Unido para derrocar
al gobierno laborista. Y claro, cuando compró Twitter, permitió el
regreso de personalidades de la extrema derecha que antes habían sido
expulsadas.
Al principio pareció que la compra de Twitter por Musk había
sido un desatino, un traspié al que él había sido obligado por hablador. Pronto
quedó claro que él echaría a perder la plataforma con sus decisiones
caprichosas, pero creímos que se arruinaría a sí mismo en el proceso, quedando
como un idiota y perdiendo dinero. Resulta que lo que quería era controlar
uno de los medios de comunicación más influyentes de nuestra época y usarlo
para ganar el poder político. Lo logró. ¿Y cuál espera que sea la recompensa de
este logro? Pues absolutamente todo.
Musk y X se han convertido en los
mayores difusores de desinformación del mundo. Pero Mark Zuckerberg y Meta
no se quedan muy atrás. Poco antes de la toma de posesión de Trump, Zuckerberg
anunció el fin de la
moderación y el fact-checking en sus plataformas, efectivamente
abriendo Facebook e Instagram a los discursos de odio y las noticias falsas.
Esto ha sido visto como un regalo de buena voluntad del multimillonario para el
nuevo régimen, y también responde a la radicalización de
Zuckerberg.
No es de extrañar que sean los derechistas quienes más
celebran esta medida; son ellos quienes se benefician directamente de ella. Se
sabe que la gente de derechas consume y difunde la
mayor parte de la información falsa. Han demostrado ser completamente
impermeables a los datos y la razón; pásale a un derechista una información
que desmienta lo que acaba de decir, y sólo reaccionará con burlas. Habitan una
realidad paralela en la que el mundo está gobernado por el comunismo, la
ideología de género, lo woke (que son incapaces de definir, pero que temen
y odian), y ellos
son unos rebeldes que, encabezados por algunos de los hombres más ricos y
poderosos del mundo, librarán a la humanidad de esa tiranía. Esto va más allá
de opiniones equivocadas: son delirios peligrosos.
Y no es casualidad o simple ignorancia; la falsedad, o más
bien, la irrealidad, forma parte fundamental de su ideología, como nos
dice Jason
Stanley en Cómo funciona el fascismo. No se trata ni siquiera de
crear una visión del mundo construida con mentiras, sino de destruir el
concepto mismo de verdad, hacer que carezca de sentido. Por eso
Trump y su calaña no dudan en decir las mentiras más disparatadas; por eso no
tienen empacho en decir una cosa, luego la contraria y rematar con “yo siempre
he dicho eso” Por eso Elon Musk últimamente ha estado apuntando contra Wikipedia.
Como dice Hannah
Arendt en Los orígenes del totalitarismo: “El súbdito ideal del
totalitarismo no es el nazi convencido, sino un pueblo que ha perdido la
facultad para distinguir la mentira de la verdad”.
Una nota histórica: Julius Streicher fue
un miembro del partido nazi y fundador del periódico Der Stürmer. Esta
publicación se dedicaba a difundir noticias falsas y teorías de la conspiración
antisemitas, y fue uno de los medios principales de propaganda para el régimen
de Hitler. Todo esto hizo a Streicher multimillonario. Tras la caída del Tercer
Reich, fue juzgado en Nuremberg por crímenes contra la humanidad y
encontrado culpable de haber incitado al genocidio. Fue condenado a la horca y
ejecutado.
La desinformación difundida por redes, en particular
Facebook, ya tiene por lo menos un genocidio en su haber: el
de los rohinyá en Myanmar. Y luego tenemos el problema del terrorismo
estocástico, de cómo el lenguaje de odio y las teorías de la conspiración
en línea han motivado actos de violencia en distintos países. ¿Cuántos
más habrá antes de que Zuckerberg y Musk se sienten en el banquillo?
Va a ser horrible. Va a ser mucho peor que el periodo 2017-2021,
y nada asegura que se vaya a terminar en cuatro años.
Creo que es importante asumir que la inmensa mayoría de los
votantes de Trump en Estados Unidos y la gente que simpatiza con él en
cualquier lugar del mundo, están más allá de toda apelación a la razón, la
moral o la empatía. Estas personas están tan cegadas por los prejuicios
odiosos que no hacen más que reír ante la desgracia y sufrimiento de los otros.
Aceptan con gusto la posibilidad de nuevas guerras y la certeza de daño
ecológico irreversible, con tal de que pongan fin a la existencia de las
personas trans, con tal de que “destruyan a los progres” a los que tanto odian.
Si alguna persona con mínima decencia expresa alarma ante el sufrimiento de los
otros o la catástrofe ambiental no hacen más que reír: “miren cómo lloran los progres”.
Después de las elecciones salió la noticia de que la fortuna
de Elon Musk (y de otros multimillonarios) había
crecido en miles de millones de dólares. En Facebook, un enlace a aquella
nota se llenó de “me encanta”. Un comentario (que lamento no haber capturado,
pero en ese momento me ofusqué) decía algo así como: “Qué bueno. Usará ese
dinero para luchar contra lo woke”. El comentario me pareció revelador pues
sintetiza perfectamente la cosmovisión de esta gente: otorgarle
todo el poder y todo el dinero a los multimillonarios con tal de que
los salven del terrible destino compartir el mundo con personas que no sean
hombres blancos cisheterosexuales. Tal es su nivel de estupidez y mezquindad.
Quiero aclarar a qué me refiero cuando digo que los
simpatizantes de la derecha contemporánea son abismalmente estúpidos. No
quiero decir que tengan algún defecto orgánico en el funcionamiento del
cerebro, alguna discapacidad cognitiva de nacimiento o alguna otra
justificación capacitista. No creo que la inteligencia o falta de ella dependan
mucho de eso. Quiero decir que se han llenado la mente de ideas tan
estúpidas, de convicciones tan absurdas, de criterios tan incoherentes y
antivalores tan miserables, que han perdido toda capacidad para distinguir la
verdad de la mentira, la sensatez de la estulticia, la crueldad de la virtud.
La propaganda les ha atrofiado todo sentido de la realidad y de la decencia
humana. Y éste ha sido un proceso paulatino, masivo y diabólicamente eficiente.
Creo que ya quedó muy atrás la etapa en la que valía la pena
tratar de llegar a estas personas con argumentos e información. Ya no
tiene caso seguir intentado que entiendan que las posturas y acciones que
apoyan son fascistas, que son dañinas. A estas alturas si no se han dado cuenta
es que son muy imbéciles o muy malvadas, o ambas cosas. Lo que sigue es
entonces bloquear a esta turba toda la posibilidad de actuar. Estorbarles en
todo lo que se pueda, interponerse en todos los propósitos y pretensiones, de
cualquier forma que resulte efectiva, por cualquier medio que sea necesario.
Sé de primera mano que es posible desradicalizar mentes
que han sido lavadas por los discursos de la extrema derecha. Sí creo que todavía
hay muchos individuos a quienes se pueda persuadir, y que ése nunca será un
esfuerzo inútil, en especial en ambientes y entre personas que todavía no estén
del todo dominadas por la ideología reaccionaria. Pero tampoco es algo que
vayamos a lograr en los números y tiempos que hacen falta, y por eso ya no
puede ser nuestro objetivo prioritario.
Siempre será valioso compartir y difundir información y
argumentos. Pero ya no tanto para tratar de convencer a los niños rata de
abandonar la ultraderecha, sino para educarnos los unos a los otros. Si acaso,
para llegar a algún indeciso o despistado. También para lanzar el mensaje a
todas las personas que se oponen al fascismo de que no están solas, que no somos
sólo unos cuantos, que todavía hay quienes se niegan a normalizar estos
horrores, que la falsedad y la maldad no se quedarán sin respuesta, que nuestras
voces no se acallarán ante la marejada de odio y perfidia.
Pero (y no soy el primero en decirlo), Internet y los medios
no pueden seguir siendo nuestro principal campo de batalla. Después de
un rato llega el momento en que, de verdad, como individuo, no tiene caso leer
una nota más, compartir un artículo más. Ni hablar de leer las secciones de
comentarios o ponerse a discutir con extraños: es una pérdida de tiempo. Hay
cosas que necesitan más de tu tiempo y tus energías.
La
atomización y el individualismo alienante crearon las condiciones propicias
para el resurgimiento del fascismo. Recuperar la comunidad será una de las
condiciones necesarias para derrotarlo. Nuestro poder no es, nunca ha sido,
individual, sino colectivo. Tenemos que crear redes y estructuras de apoyo
mutuo, para que, cuando llegue el momento, hagamos sentir nuestra fuerza e
influencia en forma de números.
En México el peligro inminente serían la agresión extranjera
por un lado y el
crecimiento de la ultraderecha nacional por el otro. En el primer caso
podemos ir construyendo redes de solidaridad internacionales, como las que
surgieron para enfrentar al fascismo histórico. En el segundo, será bloquear
por todos los medios los proyectos y grupos reaccionarios de la propia
localidad, en donde quiera que asomen la cabeza. Pensar global, actuar local.
Únete a un movimiento, pacífico o de acción directa, legalista o underground, dependiendo de tus inclinaciones, habilidades y posibilidades. O únete a un sindicato de tu profesión, a una ONG con la que simpatices, a la asamblea de tu barrio, a un centro cultural, a un club estudiantil o deportivo, aprende sobre autogestión y organización. Si no tienes el tiempo, dona lo que puedas a las organizaciones con cuyas causas más simpatices, y si no tienes los recursos, entonces sí, compartir información y argumentos puede ser tu estrategia. Sí, sé que nada de esto impedirá que Trump meta inmigrantes en campos de concentración o invada Panamá; pero cuando la lucha llegue hasta tu comunidad, tendrás ya los lazos y alianzas que necesitas para ella.
No estoy nomás predicando sin poner el ejemplo. Yo tengo el propósito de pasar menos tiempo en Internet, de abandonar el doomscrolling, que de todos modos es malo para la salud. Pronto voy a dejar X; no podemos seguir jugando en el patio de un supervillano. Ya pueden encontrarme en BlueSky y Mastodon. De Facebook no me iré todavía (pero ya eliminé mis cuentas de Instagram), sino hasta que encuentre una alternativa que funcione bien. Ya me estoy involucrando más con la vida de mi comunidad, y tengo proyectos para participar con organizaciones culturales y educativas. No parece mucho, pero es la suma de todos estos esfuerzos lo que va a hacer la diferencia. El invierno ya está aquí. El futuro depende de lo que hagamos ahora.
1 comentario:
de seguro la izquierda y el progresismo o wokismo son perfectos sin errores y sin cosas que dañan al mundo verda? de seguro tu lado y tu gente no tiene violencia y locura y destruccion y fijacion con censurar y acabar con lo que no les guste. ay lo que le criticas a la derecha terminas escupiendo pa arriba
el mundo regreso al menos malo en vez del malisimo asi de simple. y como decian esa frase y la queso, amigo bye
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