SHERLOCK HOLMES
Sin duda alguna la creación más célebre de Doyle es Sherlock Holmes, el mejor
detective del mundo. Éste aparece, como ya se dijo, en la novela Un estudio en escarlata, en 1887.
La novela, al igual que la gran mayoría de los relatos de Holmes, está narrada por
el fiel Dr. Watson[1] e
inicia con el encuentro entre éste y Holmes, una tarde de 1881. En ese entonces
Watson había terminado la carrera de medicina y regresaba a Londres después de
haber pasado varios meses sirviendo como cirujano de combate en la Guerra de
Afganistán, mientras que Holmes era un estudiante independiente que acababa de
descubrir un nuevo compuesto químico. Un amigo en común los pone en contacto,
ya que ambos jóvenes buscan alojamiento y así empiezan a vivir juntos en el que
sería el mítico 221-B de la Calle Baker, comenzando de esta forma sus muchas
aventuras.
Sherlock Holmes es un personaje fascinante que cautiva a los lectores desde su
aparición: aparte de su proverbial capacidad deductiva y su agudeza para
fijarse en los más mínimos detalles, Holmes posee una cultura extraordinaria
que abarca amplios conocimientos de criminalística y leyes, hasta química,
botánica, balística, historia y un largo etcétera (aunque al principio de su
carrera ignoraba, o fingía ignorar, todo lo que no tuviera que ver directamente
con la persecución del crimen); es un maestro del disfraz, espadachín,
boxeador, excelente tirador y conoce el arte marcial oriental del bujitsu. O
sea, Sherlock Holmes está a así tantito de ser Batman. A pesar de todo, Holmes
no es infalible, lo que, lejos de demeritarlo, contribuye a su encanto.
Pero quizá lo que más hace encantador a este personaje no son sus habilidades sino
su excéntrica personalidad: Holmes es arrogante y seguro de sí mismo; prácticamente
un misántropo, trata con desdén a casi todo el mundo; desprecia a la
aristocracia, pero tiene una buena relación con individuos de los barrios bajos
de Londres; es meticuloso en su trabajo, pero desordenado en su vida privada;
fuma compulsivamente y guarda su tabaco en sus pantuflas; consume cocaína para
estimular su mente; no parece tener ningún interés en el sexo opuesto; cambia
bruscamente de estados de ánimo y pasa de la euforia a la concentración
meditabunda y luego a la melancolía; toca el violín a altas horas de la noche y
gusta de la buena música; cita a Goethe, a Shakespeare y a la Biblia; gusta de
practicar el tiro con revólver dentro de
la casa, y en una ocasión escribió en la pared VR (Victoria Regina) con las balas.
Holmes está obsesionado con el castigo del crimen, debido a algún evento en su
juventud que jamás se revela, y a la vez es una especie de superhombre que hace
sus propias reglas según su peculiar sentido de la justica, por lo que es capaz
de dejar impune a un homicida si considera que la víctima merecía morir.
“Prefiero hacer malabares con las leyes de Inglaterra que con mi conciencia”
dice Holmes en The Adventure of Abbey
Grange (1904).
Su aspecto físico es también notorio: alto, delgado, de nariz prominente y frente
amplia, lo que, según los cánones de la época, denota inteligencia.
Holmes se deprime terriblemente cuando su mente no es estimulada, por lo que recurre a
las drogas (un aspecto a menudo dejado fuera en las adaptaciones en otros
medios). En una ocasión Watson trata de animarlo recordándole que su mente es
extraordinaria, pero Holmes estalla en una serie de quejidos, lamentándose que
sus talentos no sirven de nada en una existencia ordinaria y anodina.
Holmes le tiene poca tolerancia a la estupidez humana y en especial los agentes de
Scotland Yard lo exasperan. “La mediocridad no conoce nada superior a sí misma,
pero el talento reconoce de inmediato al genio” dice Holmes en El Valle del Terror (1915). Pocas personas
se han ganado el respeto del detective. Una de ellas es su mejor amigo y
cronista, el Dr. Watson; otra es esa femme
fatale que logró vencerlo, Irene Adler; el otro es su hermano mayor,
Mycroft, cuya inteligencia supera incluso la del detective; y finalmente, se
encuentra el Profesor James Moriarty, su enemigo mortal.
Por
cierto, la cazadora y gorra características de Holmes son un invento del
ilustrador Sidney Paget, y nunca son descritas en las novelas y relatos. La
frase “Elemental, mi querido Watson”, tampoco aparece en las obras escritas por
Doyle. Holmes exclama “¡Elemental!” sólo en una ocasión, en The Crooked Man (1893).
Watson ha sido a menudo representado como un individuo
rechoncho, bajito y torpe, una especie de Sancho para este Don Quijote
británico que es Sherlock Holmes. En realidad Watson es un hombre alto, de
constitución vigorosa (jugaba rugby en la universidad) y que tiene “mucho pegue”
con las mujeres. Ciertamente está muy lejos de ser tan listo como Holmes, pero
es un aliado fiel que contribuye a los éxitos de su compañero. Watson carga con
una herida en el brazo, reliquia de sus días en Afganistán. En El signo de los cuatro (1890), Watson se
casa con Mary Morstan, pero enviuda en algún punto entre El problema final (1893) y La
casa vacía (1903). Durante su matrimonio con Mary Morstan, Watson establece
un consultorio y vive con su esposa en una apacible casita, pero asiste de vez
en cuando a Holmes con sus extraordinarias investigaciones. Tras enviudar,
Watson regresa a vivir con Holmes en la calle Baker. El buen doctor contrae
segundas nupcias, con una mujer cuyo nombre nunca se revela, poco después del retiro
de Holmes en 1897. La amistad entre Holmes y Watson es proverbial.
Mycroft
Holmes
El hermano mayor de Sherlock aparece por primera vez en El intérprete griego (The Greek Interpreter, 1893). Sus capacidades deductivas son incluso superiores a las del detective. De hecho,
Mycroft trabaja en el gobierno británico donde funciona como una especie de supercomputadora
humana organizando prácticamente todos los asuntos de la administración
pública. “Mientras que otros son especialistas”, dice Sherlock sobre su hermano
“su especialidad es la omnisciencia”. De hecho, en ocasiones Mycroft es el gobierno británico. No obstante, carece
por completo de vitalidad y ambición, es indolente y prefiere pasar el tiempo
descansando en Club Diógenes, del cual es miembro fundador.
Irene
Adler
“Para Holmes ella siempre era la mujer”,
dice Watson al iniciar Un escándalo en
Bohemia (A Scandal in Bohemia, 1891), la sola aparición de esta femme fatale, la única mujer que se ha
ganado la admiración de Holmes. Adler es una estadounidense de ascendencia
alemana que destacó por haber llegado a ser prima
donna de ópera y que sedujo al
príncipe heredero de Bohemia, de quien conservaba una fotografía
comprometedora. El príncipe contrató a Holmes para encontrar dicha fotografía, pero
cuando el detective llegó a la casa de Adler, ésta ya se había escapado para
siempre. No obstante, Adler le dejó a Holmes la fotografía explicándole que no
le interesaba chantajear al príncipe. Desde entonces, Holmes le tiene un
profundo respeto a Adler. Como cobro por sus servicios al príncipe, Holmes se
quedó con una fotografía de la bella Irene.
Profesor
James Moriarty[2]
El “Napoleón del Crimen”, el Profesor James Moriarty es el archienemigo de Holmes y uno de los primeros supervillanos de la literatura.
Moriarty es un genio científico que escribió The Dynamics of an Asteroid
y ocupó una cátedra universitaria de matemáticas (de ahí el título de Profesor,
que heredaría a otros supervillanos). Es una especie de mente criminal maestra
que controla todo el bajo mundo de Londres y gran parte de Europa. Su genio lo
convierte en un enemigo especialmente peligroso, que logra incluso vencer a
Holmes en El Valle del Terror. Sin
embargo, Holmes logra desmantelar la organización criminal de Moriarty y lo
derrota en El problema final (1893),
donde héroe y villano se enfrentan en un climático duelo en las Cataratas de
Reichenbach. Moriarty suele ir acompañado por su malvado esbirro, el Coronel
Sebastian Moran. A pesar de que sólo aparece en las dos historias mencionadas,
Holmes siempre se refiere a Moriarty con mucho respeto.
Otros personajes regulares son los agentes Lestrade y
Hopkins de Scotland Yard, los Irregulares de la Calle Baker (niños pobres que
ayudan a Holmes a recabar información) y la señora Hudson, la sufrida casera
del excéntrico y desordenado Holmes.
Las
obras
Un estudio en
escarlata (1887) es la primera novela de Holmes y en ella aparecen el
detective y Watson siendo aún bastante jóvenes. Holmes aún está lejos de gozar
el prestigio internacional que se ganará después. Esta novela en realidad son
dos: una en la que Holmes debe encontrar a un asesino, y otra, que abarca la
segunda mitad del libro, en la que se narra la historia de Jefferson Hope, el
culpable. Esta historia (narrada en tercera persona, y no por el Dr. Watson)
nos transporta a Utah y relata una tragedia sufrida por un grupo de personas a
manos de malvados mormones[3].
El signo de los
cuatro (1890) es la segunda novela. Al igual que en la anterior, Holmes
investiga un homicidio y descubre una historia que se remonta a muchos años en
el pasado. Pero en esta novela Doyle sabe intercalar mucho mejor la historia
retrospectiva, de forma que no interrumpe la narración principal. Es bastante
buena en cuanto al misterio y la acción (culmina con una persecución de botes
por el Támesis) y permite conocer más a fondo la excéntrica personalidad del
detective.
Las aventuras de
Sherlock Holmes (1892) recoge historias publicadas en la Strand Magazine entre 1891 y 1892, entre
las que destaca Un escándalo en Bohemia.
A esta colección sigue Memorias de
Sherlock Holmes (1894), en la que destaca El intérprete griego, La cara
amarilla (The Yellow Face), El tratado naval (The Naval Treaty) y El
problema final.
A pesar de la insistencia del público y de la misma madre
de Doyle, el autor se negó a revivir al personaje, sino hasta 1902, en que
aparece la novela El sabueso de los
Baskerville (ubicada cronológicamente en 1889, es decir, antes de El problema final), considerada por
muchos como la mejor de cuantas protagonizó el detective. Para entonces Doyle
había madurado como escritor, como se puede apreciar tanto en su prosa y su
estructura narrativa, como en su desarrollo de los personajes y su manejo del
suspenso y el misterio. De esta obra destaca la mezcla que el autor hace de
novela policiaca con cuento de horror gótico.
Luego
seguiría la colección The Return Sherlock
Holmes (1905), cuyo primer relato, La
casa vacía, narra la reaparición del detective después de tres años de
ausencia y explica, de forma algo forzada, cómo Holmes sobrevivió a su
enfrentamiento con Moriarty. De esta colección sobresalen The Adventure of the Dancing Men y The Adventure of Abbey Grange; en esta última historia se anuncia
el retiro de Holmes para dedicarse a la apicultura y a la investigación
química.
En el siguiente libro, la novela titulada El valle del terror (1915), que a pesar
de haber sido publicado diez años después del anterior, Doyle parece
retroceder, pues vuelve a la estructura de Un
estudio en escarlata, es decir, de tener dos novelas, apenas conexas, en
una. No obstante, el libro destaca por la aparición de Moriarty, quien asesta
un terrible golpe a Holmes.
En la siguiente colección, His Last Bow
(1917) se incluye el cuento del mismo título (ubicado en 1914), en el que
Holmes cumple su última misión y sale de su retiro para frustrar los planes de
un espía alemán en Inglaterra, en los albores de la Primera Guerra Mundial.
Otros cuentos sobresalientes son The
Bruce-Partington Plans, The Devil’s
Foot y The Adventure of Wisteria
Lodge, ubicados en diferentes épocas anteriores al retiro del detective.
La última colección de relato, The Case Book of Sherlock Holmes (1927)
contiene historias publicadas entre 1921 y 1927 y es bastante irregular, porque
incluye relatos de una calidad tan ínfima que incluso se ha dudado de su
autoría junto a otras muy interesantes, como The Adventure of the Lion’s Mane, The Adventure of the Sussex Vampire y The Veiled Lodger; en esta última no hay caso que resolver, sino
que Holmes escucha la confesión de una mujer que ha sufrido terribles
tragedias. Después de éstos, Doyle no volvería a escribir relatos sobre el
famoso detective.
[1] The Adventure of the Blanched Sodier y The Adventure of the Lion’s Mane (ambas
de 1926) son narrados por el mismo Holmes, mientras que His Last Bow (1917) y The
Adventure of the Mazarine Stone (1921) están en tercera persona.
[2]
El nombre de pila del Profesor Moriarty no se revela en El problema final y en ese cuento James Moriarty es un coronel del
ejército y hermano del criminal. En El
Valle del Terror, Doyle parece haber olvidado al hermano y llama “James” al
malvado Profesor, en uno de esos descuidos que a menudo aparecen en los relatos
de Holmes. "James" ha pasado a la posteridad como el nombre de pila
del némesis de Holmes.
[3]
Doyle se disculparía con los mormones muchos años después, en su gira por los
Estados Unidos.
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