Los nuevos -relativamente hablando-
enfoques en la educación ponen un mayor énfasis en el papel del alumno que en
el del profesor o profesora. Todas las corrientes educativas modernas coinciden
en que el modelo en el que el profesor era un emisor de conocimientos que el
alumno recogía con pasividad, como un fiel escuchando a su profeta, ya no es
viable ni deseable, y que se deben adoptar sistemas en los que el alumno sea el
protagonista de su proceso educativo, siendo el profesor un guía o facilitador
que le proporcione las herramientas para que el estudiante lleve a cabo dicho
proceso.
Contrario
a lo que pudiera parecer en una primera ojeada, esta concepción de la relación
maestro-alumno no simplifica la tarea del profesor sino, por el contrario, la
hace mucho más complicada. En efecto, para un maestro de antaño era suficiente
con tener vastos conocimientos de su área (y no pocos de las demás) y ser un
buen expositor. Hoy, el trabajo de maestro es mucho más exigente.
Por
ejemplo, para que el modelo de competencias funcione, un profesor no solamente
debe ser un experto en su asignatura y explicar bien los contenidos de la
misma, sino que debe conocer algunos principios básicos de pedagogía. Bien,
esto suena bastante obvio. Pero el modelo de competencias exige también que los
maestros estén actualizándose constantemente, mediante cursos o por lo menos
mediante el conocimiento de la literatura más relevante; que sepan usar y
aprovechen las más modernas herramientas tecnológicas; que enseñen valores del
mundo contemporáneo (equidad de género, derechos humanos, protección del medio
ambiente, etc.) en cualquiera que sea la asignatura impartida; que echen mano
de conceptos y temas de otras asignaturas para que los alumnos aprendan que
todo el conocimiento está interrelacionado; que tengan un contacto más estrecho
con los educandos y sus padres, para proporcionarles una atención más
personalizada; que estén al pendiente de problemas académicos, psicológicos y
conductuales que puedan manifestar sus alumnos; y, entre otras cosas, que
planeen sus clases hasta el último detalle, según los pasos a seguir dictados
por el paradigma de las competencias. Aparte, muchas escuelas exigen la
participación de los docentes como auxiliares en toda clase de actividades
extracurriculares desde proyectos semestrales, excursiones y jornadas
culturales, hasta kermeses, convivencias y concursos.
Todo
ello está muy bien. Tales exigencias ayudarán a asegurar que los docentes sean,
en la medida de lo posible, profesionales responsables, competentes y
comprometidos, lo que a su vez mejorará la calidad de la educación de nuestros
niños y adolescentes. Sin embargo, hay un problema muy real en este escenario
utópico: un asunto de tiempos y dineros.
La
cuestión se resume de esta manera: en la mayoría de las escuelas, incluyendo
las preparatorias y secundarias privadas de mayor prestigio, los maestros
tienen que enseñar a grupos muy numerosos a cambio de una paga muy reducida.
¿Cómo afecta esto al correcto funcionamiento de los nuevos modelos educativos
tales como el de competencias? De forma muy directa. Simplemente, si un maestro
recibe un sueldo relativamente bajo por cada hora de clase, para poder
sobrevivir y mantener a su familia no tendrá más opción que tomar la mayor
cantidad de horas posible. Hay que tener en cuenta que el trabajo de profesor
es de tiempo completo, pues no se limita a las actividades frente al aula, sino
a una exhaustiva serie de planeaciones, más el diseño de tareas y exámenes, y
la evaluación de pruebas, trabajos y portafolios de evidencias, todo lo cual el
profesor debe hacer en su propio hogar.
Si
además de tener que impartir varias horas de clase al día, el maestro tiene
que enfrentarse a grupos muy grandes (de
unos 30 alumnos, por lo regular, pero a veces de más de 40), ¿cómo puede
esperarse que dé una atención personalizada a sus alumnos? Por ejemplo, cuando
tiene que calificar un gran número de proyectos de investigación, es difícil
que el docente pueda hacer algo más que hacer una rápida revisión del
contenido, viéndose obligado a obviar las inevitables fallas en la metodología
que tendrá un proyecto elaborado por un adolescente que apenas está aprendiendo
a investigar (no digamos ya corregir la ortografía y la redacción).
Un
maestro debería tomarse el tiempo de acercarse a sus educandos cuando éstos
tienen problemas de aprendizaje o de conducta, dialogar con ellos, tratar de
encontrar la causa del problema, y trabajar en conjunto para lograr mejores
resultados. Pero cuando el profesor tiene que tratar de imponer su voz sobre el
ruido de 30 muchachitos haciendo relajo, para poder echar una rápida revisada a
los contenidos de la materia, ello se hace muy, pero muy difícil.
El
pedagogo que se precie de serlo, debe planificar concienzudamente y con mucha
precisión cada minuto que estará frente al grupo, desarrollando actividades que
efectivamente cumplan con los propósitos esperados de cada asignatura, tema y
sesión. Sin embargo, al tener que hacer planeaciones anuales, semestrales,
bimestrales y semanales para muchos grupos y para muchas materias, es
inevitable que en ocasiones el profesor no haga más que llenar los formatos,
cumpliendo con el mínimo exigido, y que tanto planeación como ejecución estén
lejos de ser lo ideal.
Súmese a lo anterior que se espera de un buen maestro que esté siempre en un proceso continuo de aprendizaje, ya sea de su área de conocimientos en particular o de la pedagogía en general, ya sea a través de cursos o de la lectura de libros. No debe dejarse de lado que el profesor tiene derecho a buscar sus propias aspiraciones personales, tales como estudiar un posgrado o publicar trabajos de investigación, algo para lo que la actividad de la docencia deja poco tiempo. Además, el modelo de competencias exige la mayor participación de los padres en la educación de sus hijos. Pero resulta que muchos maestros son también padres, sólo que tienen problemas para participar en la educación de sus hijos porque están cumpliendo con las exigencias de tener que educar a 150 o más hijos de otras personas, para poder ganarse el pan y el dinero con qué pagar las colegiaturas.
Súmese a lo anterior que se espera de un buen maestro que esté siempre en un proceso continuo de aprendizaje, ya sea de su área de conocimientos en particular o de la pedagogía en general, ya sea a través de cursos o de la lectura de libros. No debe dejarse de lado que el profesor tiene derecho a buscar sus propias aspiraciones personales, tales como estudiar un posgrado o publicar trabajos de investigación, algo para lo que la actividad de la docencia deja poco tiempo. Además, el modelo de competencias exige la mayor participación de los padres en la educación de sus hijos. Pero resulta que muchos maestros son también padres, sólo que tienen problemas para participar en la educación de sus hijos porque están cumpliendo con las exigencias de tener que educar a 150 o más hijos de otras personas, para poder ganarse el pan y el dinero con qué pagar las colegiaturas.
Los nuevos modelos educativos exigen mucho del maestro, y eso es bueno. Pero por otro lado
tienen muy poco que ofrecerle. No es de extrañarnos entonces que un profesional
muy bien preparado y competente prefiera cualquier otro trabajo al de profesor,
que a fin de cuentas es realizado por los que le tienen un verdadero amor a la
enseñanza, o los que no tuvieron más remedio que aceptar un trabajo mal pagado.
De ahí que muchos de los caen en el puesto de maestros son individuos por lo
general bastante mediocres que no encontraron otro trabajo y que además están
resentidos porque ése no era el trabajo que querían hacer.
Éstos, desde luego, no son problemas a los que tengan que enfrentarse algunos maestros bien colocados, que tienen la plaza asegurada sin importar qué tan bien o mal desempeñen su profesión, y protagonizan toda clase de escándalos, mismos que han arrebatado al magisterio la dignidad y prestigio de los que otrora gozaba en nuestra sociedad (algunos hasta tienen la desfachatez de exigir plaza vitalicias, la posibilidad de heredarlas a quienes ellos quieran y dedicarse a protestar por ello de lunes a viernes, pero no durante las vacaciones ni los fines de semana).
La conclusión es bastante simple: si se quiere mejorar la calidad de la educación en nuestro país, por lo menos en cuanto a corresponde al papel de los profesores y profesoras, serían necesarias dos medidas básicas:
A) Aumentar el salario de los profesores (lo que inevitablemente requeriría una mayor inversión de recursos) de tal forma que la profesión docente no sea solamente exigente, sino atractiva para los profesionales mejor capacitados, además de que les permita estar efectivamente menos horas frente a grupo, y con ello mejorar su desempeño. Ninguna institución educativa puede exigir a sus docentes el 100% de su tiempo y esfuerzo si no les paga lo suficiente como para que no tengan que dedicar su tiempo y esfuerzo a otros trabajos. ¿Está buscando una buena escuela para sus hijos? Fíjese cuánto le pagana a los profesores, en especial comparado con la colegiatura que usted tiene que pagar.
En una ocasión me tocó presenciar que el dueño / director de una escuela privada regañara a un maestro, acusándolo de tener "muchas horas" de clase, entre esa institución y otra más, lo que lo hacía atrasarse con los proyectos y el papeleo. El profesor se excusó explicando que necesitaba impartir todas esas horas para poder ganar lo suficiente y mantener a su esposa e hijos. Entonces el jefe estalló advirtiéndole a todo el personal docente que "¡el que está aquí por el dinero que se largue!" Supongo que Don Señor esperaba que todos trabajáramos allí por el puro honor de servirle y el gusto de verlo llegar todos los días en su BMW.
Es cierto que nadie que se mete al magisterio lo hace esperando obtener fama y fortuna, pero creo que todos tenemos derecho a tener una buena calidad de vida y a que se dignifique nuestra profesión. Además, no se trata de enriquecer a los maestros, sino de asegurar que los alumnos tengan a los mejores profesionales trabajando en las mejores condiciones.
B) Hacer que los grupos de alumnos sean más pequeños (lo que requeriría una fuerte inversión en infraestructura), para que la labor del pedagogo sea más sencilla tanto en clase como extraclase, y pueda darle a los alumnos el trato personalizado que se merecen y que hará más efectivo el proceso educativo.
C) Recompensar el buen trabajo de los maestros. Si entregan su documentación siempre completa y a tiempo, si siempre asisten a clase puntualmente, etc. Más aún, castigar a los profesores que no cumplan con los requisitos esenciales, y no tolerar bajo ningún pretexto a maestros corruptos, abusivos, acosadores o incompetentes, pues ninguna ley ni derecho sindical debería proteger la corrupción ni la incompetencia. No se trata de colmar a los profesores con prestaciones y privilegios por el sólo hecho de ser maestros: tienen que ser buenos profesionales, estar sometidos a evaluaciones constantes y dar resultados visibles. En pocas palabras: que los privilegios que pueda tener la profesión estén condicionados por el desempeño.
Hacer de la profesión docente una que atraiga a los mejores profesionales y, como decía en una entrada anterior, cambiar la concepción de educación que se tienen en nuestro país, es fundamental y algo sin lo que todos los modelos y corrientes educativas, por más eficientes que puedan parecer en la teoría, se quedarán en el mero papeleo al momento de la práctica.
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10 comentarios:
Tienes los dedos que usaste para mecanografiar este texto embarrados de razón. ¡Que descaro del director de esa escuela! Solo demuestra lo que vengo diciendo desde hace mucho, que los ricos ultimamente les ha dado por creerse casta divina...
Chale, pero por todo lo demás, tienes razón. Eso también aplica para otros oficios como policia y bombero, y demás que ayuden a la comunidad.
Saludos.
Ni tanta inversión; cuestión de reducir los sueldos de los maestros del SNTE. Conozco una jubilada que recibe 60mil$ mensuales por parte de la SEP, y que heredará la plaza a su hija que (no miento) no acabó la primaria: su madre compró el certificado.
@Sombrerudo: Sí, tienes toda la razón. No sería tanto ponerle más dinero, sino invertirlo mejor. Y en el caso de la educación pública: acabar con los sindicatos corruptos.
Hola Sombrerudo. ¿Sabes cuánto gana un profesor de primaria? investígalo y piensa si le es suficiente para sostener a una familia dignamente.
¿Cómo esperamos que los profesores no cuentan con las condiciones necesarias para hacer su chamba ni salarios decentes como incentivo y atractivo para esa profesión?
jaja, completamente de acuerdo.
En España un profe de universidad asociado, gana unos 500 euros.Y de los congresos ni hablamos, nadie paga ni viajes, ni comida, ni nada de nada. Eso sí, hay clases sociales, están los que ya están asentados y cobran y los que empiezan y pagan por hablar...
Ah! Con 500 euros en Madrid no se vive. Ni se tiene una familia. La opción es dar unas pocas clases y vender pañuelos entre los coches.
@Mario: Según entiendo Sombrerudo no decía que no hubiera que pagarle más a los profesores, sino que con lo que se ganan líderes sindicales, secretarios de educación y maestros mafiosos, se podría dar un sueldo más decente a los maestros trabajadores.
Hey ego ¿Porque borraste la entrada de educacion para tarados?
La revisé otra vez y me pareció que traía mucha roña, producto de un mal humor y frustración, y realmente nada de propuesta. Trato de ir depurando el blog.
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