Todos fuimos otakus - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 17 de abril de 2015

Todos fuimos otakus


Este post está dedicado a mi hermano Manolo. ¡Feliz cumple, Manu!

Es abril, y como es costumbre en este blog, por estos días no olvidamos de los asuntos importantes de la vida, la política y la cultura para sumergirnos en el masoquista placer de la nostalgia. En esta ocasión voy a complacer a algunos de mis contertulios que son un hato de anormales otakus y les voy a hablar de ANIME...

"¡Oh, en nombre de todo lo que es bueno, Ego va a hablar de anime! ¡Santas orientalidades pretenciosas, Batman!" Pues sí, voy a hablarles de anime, para que los viejos recuerden conmigo y los jóvenes conozcan los caminos que hemos tenido que recorrer para llegar a donde estamos (a ver si así aprecian un poco lo que tienen, mentecatos).

Antecedentes

Regresemos en el pasado a mi más tierna infancia, que transcurre en la década más jodidamente extraña del siglo pasado: los 80. Mucho les he hablado de las caricaturas que veía en esa época, pero me había concentrado solamente en las series gringas. No recuerdo que en ese entonces tuviera yo mucha conciencia de que había algunas caricaturas hechas en Japón; supongo que las veía diferentes a las demás, pero no sabía que tuvieran otro origen ni podía identificar bien en qué consistían esas diferencias. Lo que sí, es que ya sentía desde entonces que mucho de lo que estaba viendo no me gustaba tanto.

¿Y cómo me iba a gustar? Los animes que se podían ver en esa época eran bastante deprimentes y oscuros. Me hacían sentir muy mal, no sólo triste, sino que me causaban una verdadera hostilidad hacia ellas por haberme puesto triste de forma innecesaria. Y sin embargo, volvía a verlos una y otra vez. No entiendo por qué. Supongo que en el fondo sí tenían algo que me gustaba. Creo que todos saben de lo que estamos hablando.

La Ranita Demetán podía parecer una caricatura sencilla de animalitos que viven en un estanque. Pero era un drama terrible en el que las criaturas vivían oprimidas por un tirano, la tragedia ocurría en cualquier momento, y la carretera era un lugar aterrador en el que cualquiera podía ser arrollado por un automóvil. Igual y si la hubiera visto siendo mayor la habría apreciado mejor como drama humano (¿batracio?), pero en ese entonces sólo me rompía el corazón.


De igual manera era una dulce tortura ver Remmy. Oh, por Deos, la historia de este niño huérfano que iba recorriendo el mundo en busca de su madre, a quien se le mueren TODOS. Todos se mueren, empezando por el abuelo, y siguiendo con todos sus animalitos. Es más, estoy seguro de que ese mono, Corazón Alegre, se muere por lo menos dos veces. ¿Por qué? ¿Qué necesidad de tanto dolor?

Ah, pero para dramas exagerados nada como Candy Candy. ¡Qué cosa! Mi hermana mayor amaba esta caricatura y por eso me obligaba a verla con ella. Entonces tenía que chutarme todos los dramas de esa desgraciada rubia, mientras suspiraba por Anthony y por Terry, y lo sufríta todo porque era "buena, buenísima, de todo corazón", y todo lo aguantaba. Sí puedo, con la distancia de los años, apreciar que Candy era una heroína moral, y cómo se volvió guía para muchas personas que crecieron con ella. Quizá no estaba tan mal que los niños estuvieran expuestos a ciertas dosis de tragedia.


Más tarde conocí otros animes, y poco a poco empecé a entender que estas caricaturas eran diferentes porque provenían de Asia (decíamos indiferentes que eran "chinas"). Antes de que pregunten: No, no me gustaban Mazinger Z ni Robotech, simplemente porque nunca he sentido pasión alguna por los robots gigantes (razón por la cual tampoco me gustaba Transformers). Sin embargo, hubo un anime robótico que se ganó mi corazón: Astroboy.

Astro era un chico robot con un alma noble que trataba de encontrar su lugar en el mundo humano. Sus aventuras eran grandiosas (aunque me molestaba, incluso de niño, el cliché de que todo fuera "¡oh, sorpresa, ese personaje también es un robot!"). Las aventuras de Astro eran conmovedoras, divertidas y llenas de imaginación y situaciones asombrosas. Como plus, sus dosis de drama y violencia no eran tan elevados como para traumar a mi joven mentecita.


Otra serie japonesa que llegué a apreciar, aunque la vi pocas veces, fue la de Capitán Centella,  que trataba de una especie de superhéroe, o más bien un vigilante, que también era un experto motociclista y un as de las acrobacias motorizadas, y tenía muchas aventuras luchando contra el crimen. Como siempre, el drama, el suspenso y la acción hacían que esta serie se diferenciara de las caricaturas occidentales.

Como se habrán dado cuenta, muchas de esas caricaturas no eran contemporáneas, o siquiera recientes, en el momento en que las vi. Otros de esos animes que ya eran viejitos cuando los transmitieron en México y que yo vi en algún momento de mi infancia fueron La princesa caballeroKimba el león blanco Meteoro, ninguna de las cuales recuerdo mucho, aunque después aprendí de su importancia cultural.


Entre ellas, una que me llamaba la atención por lo rara y poco usual, está la adaptación japonesa de Peter Pan se quedó algo grabada en mi memoria; recuerdo que la veía para comprobar qué tan diferente era de la versión de Disney y de la serie animada de Fox, y que sin estar muy seguro de si me gustaba o no, no podía dejar de sentir cierta fascinación al verla. Hablando de adaptaciones, no puedo dejar de mencionar El maravilloso mago de Oz, con su pegajosa canción, aunque no recuerdo mucho la serie en sí.

Otro de los pocos animes que honestamente me gustó fue Fuerza G. Era anterior a series americanas ochenteras como Thundercats y Silverhawks, y supongo que fue un antecedente en cuanto a la dinámica de las aventuras que tenía este equipo de jóvenes héroes. Claro que por ser japonesa, Fuerza G se permitía ser muy intensa. Realmente me gustaba esta serie, quizá no tanto como las series gringas, pero le guardo mucho cariño.


Los japoneses no sólo eran buenos para el drama, sino que también tenían talento para la comedia. Una de las caricaturas (occidentales u orientales) más divertidas que jamás llegué a ver fue Los Gatos Samurái. No sé si eran en parte una parodia de las Tortugas Ninja (la canción del intro indicaba que sí, pero ignoro si ese mensaje se encontraba en el original), mas el caso es que llegó justo en el momento en el que las series de animales antropomorfos que tenían aventuras pegaban duro en occidente, y Los Gatos Samurái se sintió refrescante como una caricatura que no se tomaba nada en serio.

La Edad Dorada


Todas estas series fueron antecedentes al verdadero boom! del anime que se daría a principios de los 90 con Caballeros del Zodiaco; ésta fue un éxito inmediato porque ofrecía a los jovenzuelos aventuras con muchísima violencia y muchísimo drama, además de que, a diferencia de las series occidentales, tenía una continuidad, una historia que se iba desarrollando a lo largo de una saga completa, en oposición a las aventuras inconexas de un solo episodio de León-O y los otros.

Los personajes eran muy llamativos, y un chico prepúber bien podía identificarse con por lo menos alguno de ellos según su personalidad: Seiya, Shiryu, Hyoga y Shun, los cuatro héroes principales, crecían (como humanos y como guerreros), sufrían cambios definitivos o de plano podían morir. En sus aventuras se mezclaban elementos de diversas mitologías aunque vistas a través de la pátina del shintoísmo japonés, y ese misticismo le daba un sabor único y especial.

Por todo lo anterior, puedo entender por qué a tantos chicos y chicas de mi generación les gustó. A mí no. Lo siento, me desagradaba tanta violencia. Por esos años prefería ver Batman y X-Men. Supongo que en parte también era mi orgullo de comiquero herido, que veía que lo más popular no eran los encapotados sino algo nuevo y foráneo. Con el tiempo he aprendido a superar estos complejos estúpidos.


Pero les voy a contar algo: a principios de los dosmiles, cuando ya estaba en la universidad, un amigo de la prepa convocó a otros tres de nosotros para anunciarnos que había reencontrado sus viejos cassettes VHS en los que había grabado de la tele los episodios de Caballeros del Zodiaco. Emocionadísimos, fuimos a su casa la mañana de un fin de semana. En ese entonces no se vendían las temporadas de series viejitas en DVD ni se podía encontrar, como ahora, todo en los Internetz.

Nos topamos con dos decepciones. Primero, sus grabaciones eran un desmadre. Recordamos que en Azteca 7 pasaban la serie en dos tiempos diferentes. Mientras los días de la semana semana andaban por una temporada, los sábados por la mañana pasaban otra, y nuestro buen amigo Rachito sólo los grabó conforme los iba pescando. Segundo, mientras veíamos la serie llegamos a una conclusión: "Oye, pero esto es una mamada". El resto del tiempo lo disfrutamos, con todos sus errores, exageraciones e incoherencias.

Sea como fuere, Caballeros del Zodiaco lo cambió todo para siempre. A partir de entonces, y durante varios años, hubo por lo menos un anime que estuviera de moda entre la chaviza. Estamos hablando de los medianos 90: en esa época no había otakus, entendidos como ese subconjunto de los frikis con conocimientos arcanos sobre animes que bajan de Internet, sino que todos o casi todos veían y disfrutaban de estas series.

Creo recordar casi con certeza el orden en que fueron apareciendo: después de que Seiya y sus amigos comenzaran a declinar, se intentó mantener los niveles de popularidad con Las Aventuras de Fly. No recuerdo mucho de esta serie excepto que trataba de las aventuras de unos adolescentes, que el papá de Fly era el malo de la historia, y que todo mundo hacía mucha alharaca de que a Maam le hubieran crecido las bubis.


La siguiente serie en adquirir fama nacional fue Súper Campeones, que se estrenó en México, creo recordar, aprovechando la fiebre futbolera del mundial del '94. Y bueno, que si yo ya pensaba que los japoneses todo lo exageraban hasta la ridiculez, esta serie sólo confirmó mis prejuicios: el nivel de melodrama para una caricatura de unos chavillos que amaban el futbol más que a sus madres era demasiado para que mi cinismo preadolescente lo soportara. Que Oliver Atom salvara la vida gracias a una pelota de futbol, que Benji Price fuera un portero tan excelso que era capaz de atrapar hasta las bolas de béisbol que le lanzaba un pitcher, o que las canchas de futbol por las que corrían estos mocosos tuvieran como doce kilómetros de largo, son cosas ante las cuales no podía hacer más que rodar los ojos.

Hace unos años se corrió el rumor de que el final original y censurado de la serie nos revelaba que Oliver había perdido las piernas y que todo lo que habíamos visto sobre torneos de futbol cósmicos eran sólo sus fantasías mojadas. Eso tendría más sentido que suponer que cualquier cosa narrada en los capítulos de la serie original sucedió, pero resulta que era sólo una leyenda urbana alimentada por una sola imagen hecha por un fan (y que se presta muy bien para hacer memes).


Después, me parece, llegó Sailor Moon, la favorita de mi hermana mayor. Las aventuras de esta chica de 14 años (pero con proporciones de supermodelo de 25), empezaron siendo casi cómicas, pero conforme la serie avanzaba se fue haciendo cada vez más compleja y emocionalmente intensa, hasta el punto en que era muy difícil saber lo que sucedía. Su mezcla de humor chabacano y aventuras extraordinarias la hicieron muy popular, e introdujeron heroínas a las que las chicas pudieran admirar, más activas que la dulce Candy. No es de extrañar que las Sailor Scout se convirtieran en un referente para tantas mujeres de mi generación.


Azteca 7 fue el campeón de los animes, como ustedes recordarán, y muchos de sus shows más exitosos fueron presentados en el programa de Caritele (con el Carisaurio). Pero Canal 5 no quiso quedarse atrás. Lo raro es que a la que tocó ser la anfitriona de las caricaturas japonesas fue Cositas, una señora muy dulce que se vestía como muñequita y que ya tenía tiempo presentando caricaturas por las tardes a la vez que enseñaba manualidades a los niños, y que de pronto tuvo que darse a la tarea de presentar mamarrachadas hiperviolentas y jariosas como Dragon Ball y Ranma 1/2.

De Ranma 1/2 no puedo hablar sin recordar a mi madre, que nos la tenía prohibidísima porque consideraba que eso de que un hombre se transformara en mujer así de fácil era una mala influencia para mí y mi hermano menor (¡podía volvernos homosexuales!). También nos tenía prohibidos Los Simpson, porque decían groserías. Curioso, la violencia desmedida de Caballeros del Zodiaco y Dragon Ball no le molestaban en lo absoluto, y no le parecía mal que mi hermano las viera a la más tierna de las edades.

Era una joda porque Ranma 1/2 sí era de las que en verdad me gustaba. Era una comedia picaresca graciosísima y con mucho cachondeo, y mientras yo atravesaba la pubertad, la sensualidad de Akane y Shampoo, así como de Serena y Bulma, iban despertando algo en mí que me ponía muy nervioso...


Ajá, ya habrán notado que llevo tres párrafos haciendo referencias a Dragon Ball como si nada, sin reparar en el hecho de que esta serie fue el non plus ultra, la epítome y pináculo de la popularidad del anime en el México noventero.

Para cuando Serena le hacía sus primeras felaciones a Tuxido Mask y el maestro Haposai le robaba los calzones a todo el mundo, Gokú ya andaba recorriendo el mundo en busca de las Esferas del Dragón. No hace mucho puse en Facebook y Twitter que no me gustaba Dragon Ball, y ello causó muchas reacciones alérgicas. Aquí debo decir que las aventuras de este heroico niñito (doblado por la estupenda Laura Torres, una de las mejores voces en el doblaje mexicano) son lo que más me gusta de todas las encarnaciones de este concepto.

La serie original tenía muchas y alocadas aventuras, personajes y escenarios creados con gran imaginación, humor a veces picaresco y a veces chabacano, emociones al pormayor y un reparto de personajes memorables. No era el mayor fan de Dragon Ball, pero sí podía disfrutar algunos capítulos de vez en cuando y la recuerdo con cariño.


Fue, irónicamente, Dragon Ball Z lo que no me cayó muy en gracia, y les voy a explicar por qué. Es esa mezcla entre lo muy bobalicón con lo muy violento (por lo menos los Caballeros se lo tomaban en serio) que me parece de chaqueta adolescente; son las interminables continuaciones, en todas las cuales pasa lo mismo; son esas batallas de siete capítulos en las que no pasaba nada, pero ¡ah!, cómo los tenían a todos abobados esperando el momento en que Gokú se convertiría en Super Sayayín 17 o lo que pinches fuera; son las exageraciones construidas sobre otras exageraciones, en las que Akira Toriyama no veía qué hacer con cada saga más que volver a Gokú omnipotente, que sus enemigos fueran más culeros y mataran a más gente, y algún giro argumental lo resolviera todo como si nada hubiese pasado...

Pero bueno, no tengo derecho a criticar todo eso, siendo fan de los cómics de DC, la verdad. Y no puedo dejar de reconocer que este conjunto de series fue todo un hito cultural para los niños y adolescentes en mi país; que algunas de las secuencias de acción estaban padrísimas; que la verdad sí vi muchos capítulos y sí quería ver ganar a Gokú contra sus enemigos; que cuando escucho hablar a Gokú adulto (con la voz de Mario Castañeda, otro de los grandes del doblaje mexicano) siento que la parte inocente en mí que aún sobrevive se transporta a un lugar acogedor.

Gokú, desde su niñez, pasando por su adolescencia, su vida adulta, su muerte y resurrección, su regreso a la niñez y su final apoteosis nos acompañó por muchos años y no sería fácil olvidarlo. Definitivamente, ninguna otra serie de anime influyó tanto en la imaginería de los chicos de mi generación, me guste o no.

[Nota de los 2020s: De las ulteriores series y demás no hablaré; no las vi, tengo entendido que sólo fueron más de lo mismo, y que a Toriyama ya ni le importaba]


Mientras mi hermano se alucinaba con las batallas épicas de Gokú, yo leía cómics de Superman. Desde entonces nuestros gustos marcarían nuestros caminos separados, él convirtiéndose en otaku y gamer, y yo en comiquero y ratón de biblioteca. Y, como debe ser, teníamos interminables (y a veces acaloradas) discusiones sobre quién ganaría una pelea. La respuesta es: Superman, obviamente, como demostré en un fanfic que escribí por esos años, y a esa edad un fanfic equivale a un paper científico.

Tras el final de Dragon Ball GT (esta serie de hecho me gustó más que Z, aunque sé que mis postura es contraria al consenso), y después de que Gokú se retirara al limbo de las repeticiones televisivas, hubo otras series que consiguieron ganar popularidad entre las masas. Slam DunkLas guerreras mágicasMikami la CazafantasmasSakura Card Captors, InuyashaSamurai X y One Piece fueron algunas series anteriores, contemporáneas o posteriores al éxito de Dragon Ball que vale la pena mencionar, aunque sólo hubo una que logró tales niveles de popularidad y locura. Y les daré una pista: "Gotta catch'em all".


Me gustó Pokémon, es decir, las primeras temporadas (y hasta la primera película, que vimos en el cine). Era divertida, me daba mucha risa y parecía que en algún momento llegaría a algún lado. Me equivoqué: ahora siguen pasando series de Pokémon y Ash sigue siendo el mismo torpe de siempre, el Equipo Rocket sigue haciendo los mismos planes fallidos, y lo peor es que Ash y Misty nunca consumaron su relación. Vaya, eso fue decepcionante. [Nota de 2022: La serie, ahora sí, ya concluyó; escribí una sentida despedida aquí].

Sin embargo, la locura de Pokémon se debió menos a la serie que a todo lo demás. Como ustedes sabrán, el anime se basaba en el juego de Nintendo del mismo nombre, uno de los más adictivos del mundo y en cuyas muchas versiones desperdicié valiosas horas de mi adolescencia (tampoco es que hubiera hecho algo mejor con ellas, o sea no iba a salir a ligar ni hacer amigos ni nada...). Mi hermano no sólo tuvo los juegos, sino tarjetas de pelea, muñequitos coleccionables, los tazos, las películas en VHS, el soundtrack y toda clase de parafernalia. Ésta fue una de las pocas pasiones otaku y gamer que compartimos, y fue muy bonito crecer juntos en esta etapa. Awww, me voy a poner cursi :')



Luego vino Digimon, que casi no vi porque me parecía más de lo mismo, pero mi hermano sí la veía y por ello a veces yo también le echaba un ojo. Fue por esos días en que no dejaron de salir series tras series que se trataban todas de algún mocosillo medio estúpido que tenía alguna especie de criaturita para pelear contra los demás mocosos estúpidos y sus criaturitas, y así convertirse en el mejor entrenador, maestro, chamán o lo que chingados sea, en un mundo cuya cultura giraba totalmente alrededor de tales duelos de criaturitas, y todas diseñadas para vender parafernalia.

Esta marejada de imitaciones vino a lo largo de los años con Monster RancherShaman King, MegaMan NT Warrior, Dino Rey y, por supuesto, la que causó uno de los últimos furores generalizados por una serie de animación japonesa, y el desprecio de todos los jugadores de Magic de México: Yu-Gi-Oh! La popularidad (o, como decíamos por esos años, el trauma) de esta serie fue intenso y aunque entre el público general se apagó en cosa de como un año, hasta la fecha tiene un fandom muy leal e intenso. 

Algunas series más han logrado posicionarse entre la moda mainstream y volverse del gusto del público general no-otaku, especialmente Naruto. Para cuando ésta llegó, los que éramos niños en tiempos que Seiya se hacía pajas pensando en Saori ya habíamos crecido (y, con suerte, habíamos ya superado la necesidad de hacernos pajas).

Para entonces la Edad Dorada del Anime en México había quedado atrás. Yo marcaría sus límites entre la llegada de Caballero del Zodiaco y el declive de la popularidad de Pokémon. Muchas cosas había cambiado en ese tiempo. Entonces ocurrió algo que he notado es lo común en muchas tendencias culturales. Tras unos años de dominio, pasa de ser una moda a convertirse algo de nicho. Poco a poco el anime y el manga se convirtieron en cosa casi exclusiva de frikis marginados...

El ascenso de la cultura otaku


Para los verdaderos fans de todo lo japonés ya no bastaban las series que se volvían populares entre el público general. De hecho, las cosas cambiaron mucho desde el final de Dragon Ball; las series más mainstream eran cada vez más infantiles y bobaliconas, y si un fan quería encontrar la intensidad emocional de Candy Candy o el espíritu épico de Caballeros del Zodiaco, tenía que buscar fuera de la programación televisiva.

Algunos pocos que tenían acceso a TV de paga más cara (o sea, más allá del simple cable para marginales que teníamos) pudieron conocer canales como Animax y tener acceso a series que jamás aparecerían en la tele abierta, ni siquiera en Cartoon Network. Una de esas series fue Evangelion, mi anime favorito. Aunque no la vi cuando se puso de moda a finales de los 90, sino algunos años más tarde y después de haber leído el manga. Me encantaba la complejidad emocional de los personajes, lo difíciles de sus relaciones, sus crisis existenciales y el turbulento despertar del pendejo de Shinji a la adolescencia. De hecho, eso me gustaba mucho más que todo el rollo de robots gigantes combatiendo ángeles extraterrestres, o lo que fueran, porque, como les dije, no me gustaban las de robots.


El éxito de las series japonesas en la TV ya había animado a editoriales mexicanas a publicar algunos mangas que rápidamente se hicieron de un público. Unos cuantos de ellos eran los originales que habían dado lugar a las series, pero hubo otros títulos completamente nuevos, traídos por Editorial Vid (así leí Video Girl Ai). Eso de leer "al revés", de derecha a izquierda, se convirtió en una habilidad necesaria para quien quisiera adentrarse en este mundillo.

La Princesa Mononoke, del sensei Hayao Miyazaki fue la primera cinta de animación japonesa que llegaba a los cines comerciales con mucho bombo y platillo (eso fue en 1998). La siguiente fue El viaje de Chihiro (que llegó a México en 2002). Durante años no se podían conseguir las películas de Miyazaki a menos que fuera en DVD importados (y sin subtítulos en español), hasta que la genial distribuidora Zima se dio a la tarea de traerlos.

La llegada de Internet también permitió a muchos jóvenes conocer obras que nunca serían traídas a nuestro país. Gracias a la piratería en línea, un nuevo mundo de mangas y animes (tanto series como películas) pudo ser conocido por estas generaciones.

La estética del manga y el anime influyó notoriamente en la animación y el cómic occidental durante los 90. Ya fuera que los creadores buscaran honestamente imitar su estilo (como los dibujantes de Marvel de esos años, en especial Jim Lee), o que hicieran parodias / homenajes de los tropos típicos de la animación japonesa (como hacía Gendy Tartakovsky, creador de El Laboratorio de Dexter y Samurai Jack). Incluso en México, donde el divertidísimo cómic Meteorix mezclaba la irreverencia del humor mexicano con lo más querido de la estética japonesa. Y claro, hubo una época en la que todo adolescente que supiera dibujar lo hacía en estilo manga.


Poco a poco empezó a formarse una subcultura cuyo frikismo y entusiasmo la demarcaba de las demás: los otakus. Fui testigo de cómo aparecieron las primeras tiendas que importaban manga de calidad (así leí Evangelion), de las primeras funciones de cine organizadas por fans (así vi Ghost in the Shell), de las primeras revistas especializadas para los seguidores y aspirantes a artistas, de las primeras convenciones que se realizaron en Mérida (fui con una playera de Superman y me vieron feo), y de cómo surgía un caló de iniciados con palabras como mangaka, ova, shonen, shojo, yaoi, yuri, y por supuesto, hentai. De hecho, las palabras anime, manga y otaku, que tan casualmente he usado en esta entrada, nos fueron introducidos por esta tribu urbana. Antes les llamábamos simplemente "caricaturas japonesas", "cómics japoneses" y "ñoños".

El anime y el manga empezaron por ser modas, luego se convirtieron en una cultura de nicho. Creo que ahora podemos decir que se están convirtiendo en canon. Es decir, el prestigio cultural de algunas obras o algunos autores es tal que ya se espera que sean conocidos por toda persona que quiera ser considerada "culta": Osamu Tezuka, Hayao Miyazaki, Katsushiro Otomo, Satoshi Kon y Junji Ito, son nombres que deben ser tan reconocidos por la gente leída y escribida como lo son Walt Disney, Steven Spielberg, Stephen King, Alan Moore o Guillermo del Toro.

Algunos de mis mejores amigos son otakus, y eso me da el derecho a burlarme de ellos (así funciona, ¿no?). Pero no quiero sumergirme en las vicisitudes de la cultura otaku porque no es el propósito de esta entrada y además ya tengo hambre. Sólo quería relatarles de aquellos años en los que todos, hasta yo, fuimos un poco otakus. El resto es historia.


FIN

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12 comentarios:

Master of Doom dijo...

falto hablar de los cosplayeros. Buena entrada al mundo otaku.

Anónimo dijo...

Yo tuve una infancia similar. Actualmente intenté ver la última película de Dragon ball z la batalla de los dioses y es una reverenda mamada. Y ni qué decir de la ultima peli animada en 3d de Saint Seiya. Definitivamente ya pasé por esa etapa...

Eibon dijo...

Muy buen articulo! Me trajo muchos recuerdos de la epoca en que me lo pasaba frente a la TV ( asi como ahora lo hago frente al pc :D) y disfrutaba de buenas series. A proposito, ¿has visto Steven Universe? Es una de las nuevas series del cartoon network que recuperan en parte el espiritu de los 90.

Unknown dijo...

Yo crecí en los 90s con Digimon en vez de Pokemon, porque el único canal de dibujitos que tenia era Fox Kids.

Y para mi es mucho mejor, porque al menos a mi me dejó una idea de valores bastante elevada.

Sobre el coraje, la amistad y todo eso. A diferencia de Pokemon.

A proposito está por estrenarse una temporada nueva por si no sabias.

Para todos los niños elegidos.

https://www.youtube.com/watch?v=rVnqtcBcsPo

luis dijo...

Aquí gana goku, https://www.facebook.com/manuel.aski.4/videos/500866440052642/?fref=nf, aunque me gusta pensar de que gana goku pero son por cuestiones sentimentales, en cambio por una parte también me gustaría que ganara superman por lo que representa, por su altos valores y siempre pelea para defender, no le causa placer,caso diferente el de goku que aveces o una buena parte de las ocasiones pelea por diversión o por querer demostrar que es el mejor peleador, bueno son dos perspectivas, saludos, :)

Anónimo dijo...

Bueno, a me me toca hacer la pregunta obvia (pero antes debo a aclarar que es por una necesidad real y no por mero capricho o curiosidad):

¿Quien gana entre Goku y Superman?

Mira, al igual que tu yo tampoco soy muy fanático de la cultura japonesa, aparte de Hayao Miyazaki, Naoki Urasawa y Takashi Miike no considero que ningún artista japones (que yo haya conocido) sea un genio. La mayoría de las series japonesas que conozco y he visto (algunas tan exitosas como Naruto, One Piece y Attack on Titan) las considero mediocres, cursis y sin sentido, y descaradamente orientadas hacia adolescentes (pero de una manera excluyente hacia otros públicos, como la música de Justin Bieber, por ejemplo).

El caso es que he tenido mucho está discusión con mi hermano menor, quien no es que sea fanatico de la cultura japonesa ni de Dragon Ball, solo que odia especialmente a Superman. Yo le digo que no tiene sentido comparar a 2 personajes de universos diferentes y que son prácticamente omnipotentes en sus respectivos universos. El me dice que no importa que los 2 sean omnipotentes porque Goku siempre puede ser mas fuerte por eso de que los saiyayines son mas fuertes luego de haber estado al borde de la muerte, que no importa si Goku es igual o menos fuerte que Superman, solo tendría que volver después de una primera pelea y le ganaría, ya sea por haberse recuperado o por haber entrenado (la omnipotencia sobre la omnipotencia de la que tu hablas).

Así que... ¿Que dices?

AM dijo...

Yo recuerdo los antiguos animes maaas auntiguos como Capitan Futuro. Esa fue mi primera aproximación al medio y si que era escalofriante para un niño de mi edad. Claro que era una buena catarsis para la realidad geopolitica que vivio mi pais, Chile, en esos oscuros años.
Recuerdo que muchos animes eran adaptaciones libres de clasicos de la literatura, como la isla del tesoro, el jardin secreto, Heidi y similares (de hecho Remy es una historia francesa, "Sans famille") pero con un sabor muy particular. Nunca entendí si lo hicieron para entrar en el mercado occidental o para incorporar esas historias a su propia cultura. Tal vez un poco de ambos. Pero es cierto que eso dio paso a la marabunta que tenemos hoy. Más variedad con sus pros y sus contras.
¿Superman o Goku? Puff, es más fácil determinar quien gana en una pelea ente Jesus y Mahoma.
A ver, son personajes ficticios que funcionan en sus propios universos con logicas diferentes. El vencedor estará determinado por los gustos de quien cuente la historia. Aca no hay lógica que funcione. Los fans de Superman apoyaran al azuloso y los fans de Goku apoyaran al pseudo Rey Mono.
(Para peleas entre ambos me quedo con las de Nice Peter y Epic Loyd
https://www.youtube.com/watch?v=0MW9Nrg_kZU )
Y quisiera acotar agregando que las películas de Dragonball son como las películas de Duro de matar de Bruce Willis: siempre es la misma jodida historia, todo lo que cambia es el enemigo, que es cada vez más poderoso. Casi parecen videojuegos, con más nivel de poder pero nunca cambiando la estrategia. Eso es divertido de ver unas tres veces, maximo, pero a la cuarta, ya empieza a oler a podrido. La noticia es siempre cual es la nueva evolución de Goku para hacerse más poderoso.
Asi que si de peleas se trata, la cosa es muy subjetiva. Pero si se trata de nivel narrativo, ¿cómo esta la cosa? ¿Podrías escribir algo como Kingdom Come usando a Goku de protagonista?

Anónimo dijo...

@Alvaro Murga: ya se que es algo subjetivo, como dije "Yo le digo que no tiene sentido comparar a 2 personajes de universos diferentes y que son prácticamente omnipotentes en sus respectivos universos" pero tampoco es como si dos personajes de universos distintos nunca hayan peleado. Ademas Ego dice en este articulo que el solía discutir este mismo tema con su hermano, así que solo quiero conocer sus argumentos.

Mariana dijo...

yo crecí viendo Ranma, Dragon Ball (aunque no me gustaba tanto como a mi hermano), Super Campeones, varios de los animes del canal Locomotion (Saber Marionette J y J to X, Cyber Team in Akihabara y varias más que ahora no recuerdo)

los animes que más recuerdo con cariño son Sakura Card Captors, Pokemon y Digimon, y aunque muchos dijeran que Pokemon era una vil Copia de Digimon (que viene siendo la peor idiotez que he escuchado), encuentro que Digimon tenía personajes mejor desarrollados, momentos alegres y serios que te dejaban al borde del sillón, una banda sonora excelente, y, lo mejor de todo, adaptada de la versión japonesa, la original, y siempre daré gracias a que no trajeron la versión gringa de mierda...algo que desgraciadamente no hicieron con Pokemon...

(hace un par de años me volví a chutar Digimon 1 y 2)

a favor de Pokemon tengo que decir que los juegos son estupendos, al contrario que los de Digimon....y la serie, aún con todos sus defectos (y censuras) era entretenida (al menos en las primeras 3 o 4 temporadas)

en general el problema no es tanto con el Anime, es con las personas que se obsesionan al grado de tomarse toda crítica como un insulto, y todos sabemos que las obsesiones son malas...

saludos Ego, buena entrada, como siempre :)

Anónimo dijo...

muy buena entrada! oye ego deberías explorar más los mangas de osamu tezuka (el creador de astro boy, la princesa caballero, Kimba, etc) en especial te recomiendo el fenix!

Maik Civeira dijo...

¡Hola a todos! Gracias por sus comentarios y perdón por la tardanza.

Eibon: Sí, creo que Steven Universe es de lo mejor que hay ahora en animación para niños, es estupenda.

Jacob: Pues bueno, sí es mucho cuestión de quién te gusta más. Si prefieres a Superman, para ti gana Superman; si prefieres a Gokú, pues él. A mí me gusta pensar que Superman porque es bastante más inteligente que el ingenuote de Gokú, que lo único que sabe hacer es soltar madrazos y esperar a ser más poderoso para soltar madrazos más fuertes.

Superman se ha enfrentado a seres más fuertes que él y al darse cuenta de que los putazos no dan resultado, los ha tenido que superar mediante la inteligencia. Creo que Superman podría superar a Gokú en ingenio y ponerle una trampa que lo llevara a Quinta Dimensión, la Zona Fantasma o algo así. Más probablemente, hablaría con él hasta convercerlo de que no son enemigos y de que hay que unir fuerzas.

Ognimod dijo...

Gokú es ingenuo y egoísta, como un niño pequeño, pero no lo creo tan gilipollas como para creer de entrada que Superman sería un enemigo. Lo primero que pensaría luego de "¡Me quiero agarrar a trancazos con él porque soy más monotemático que la cresta!" sería "¡Es un buen sujeto, está ayudando a la gente!"

Posiblemente Superman lo trataría más como un fanboy molesto que un enemigo, como un Mxyzptlk sin malas intenciones.

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