Era principios de 2012, si la
memoria no me falla, cuando empezĂł a circular en las redes el caso del Gentleman
de las Lomas, el adinerado empresario Miguel Sacal. Un video lo mostraba
siendo prepotente y culero contra un empleado, al que luego se cargĂł a madrazos
al tiempo que proferĂa insultos clasistas. La indignaciĂłn en las redes sociales
fue tremenda y el caso fue retomado por varios medios de comunicaciĂłn. Sacal no
sólo se ganó el repudio público, sino que pisó la cárcel por el delito de
lesiones dolosas y tuvo que pagar una fianza.
Creo que Ă©l fue uno de los
primeros personajes que pasĂł a ser conocido pĂşblicamente con el mote de
Gentleman. Desde entonces se ha vuelto una costumbre cansina, cero original y
de hueva el motejar como Lord y Lady a casi cualquiera que hace algo indignante,
ridĂculo o siquiera notorio en las redes sociales. Pero por lo que más recuerdo
este asunto fue porque me emocionĂł. En este paĂs de impunidad y clasismo, las
personas con poder abusan constantemente de los que no lo tienen y rara vez
reciben un castigo por ello. La viralizaciĂłn del caso del Gentleman hizo
imposible que las autoridades correspondientes ignoraran el problema y se hizo
necesario actuar.
Desde entonces otros casos de
prepotencia por parte de personas adineradas, polĂticos o funcionarios se
hicieron el blanco de la indignaciĂłn pĂşblica. ParecĂa que la transmisiĂłn rápida
de la informaciĂłn a travĂ©s de las redes sociales podrĂa convertirse en un
instrumento de la democracia en contra del abuso de poder y la impunidad. Los
ciudadanos podrĂan usar los nuevos medios a su alcance para exponer a los
bravucones que de otra forma se saldrĂan con la suya, y asĂ asegurar que
recibieran un justo castigo.
Pero, ¿quĂ© pasĂł? Pues que fui
demasiado optimista (¡una vez más!). ResultĂł que si bien las redes sociales
siguen teniendo ese potencial, mucha gente prefiere usar el poder de la
covigilancia para joder. SĂ, de vez en cuando se ha usado para viralizar
informaciĂłn sobre las acciones perversas de figuras de autoridad que deberĂan
responder a la ciudadanĂa por sus acciones, pero lo cierto es que llaman más la
atenciĂłn las historias pendejas que permiten a intensos y aburridos subirse al
tren del mame.
Los blancos ya no son los ricos y
poderosos sino cualquier hijo de vecino que tome una mala decisiĂłn, cometa un
error, diga algo equivocado o sostenga una opiniĂłn impopular. Algunos ejemplos
famosos a nivel internacional incluyen: Justine
Sacco, una joven neoyorkina que tuiteĂł un chascarrillo racista; Tim
Hunt, el cientĂfico ganador del premio Nobel que hizo un chiste sexista
durante un almuerzo como parte de un congreso de periodismo cientĂfico; y Matt
Taylor, un cientĂfico de la Agencia Espacial Europea que usĂł una playera
con imágenes de mujeres semidesnudas en una entrevista sobre la misión Rossetta (la que puso una sonda robótica
en un cometa). En México, tenemos al inmamable Nicolás
Alvarado que criticĂł al finado Juan Gabriel con un par de adjetivos
considerados homofĂłbicos y clasistas.
Todos ellos recibieron la ira de
los Internetz. Insultos, amenazas, exigencias para que fueran despedidos y
cosas asĂ. Cada uno de ellos se vio afectado de manera distinta. A Taylor no le
fue tan mal: pidió perdón con lágrimas en los ojos ante las cámaras y el asunto
quedĂł olvidado. Tim Hunt fue obligado a renunciar a sus puestos en el
University College, la Royal Society y el Consejo Europeo de InvestigaciĂłn. Justine
Sacco perdió su trabajo y se sumió en la depresión y el estrés postraumático.
Alvarado fue separado de su cargo como director de TV Unam, pero no pasó a más.
¡Ojo! Que no se trata aquĂ de
discutir si lo que hicieron estos personajes y algunos otros estuvo mal. Lo que
quiero es invitarlos a reflexionar en lo que sigue…
La despersonalizaciĂłn de la justicia
es uno de los más importantes procesos civilizatorios en la historia de las
sociedades humanas. Implica que la reparación de los daños cometidos por un individuo
a alguien más no dependerá ni de la facultad de cada uno de ellos para hacer
que el otro pague, ni de las emociones (ira, tristeza, deseo de venganza) del
agraviado, sus allegados o terceros, sino de un sistema impersonal con leyes
escritas que dictan qué tan grave se puede considerar esa falta y qué rango de
castigos se puede aplicar por ella. Eso es lo que impide (idealmente, que nada
es perfecto) que se caiga en castigos desproporcionados o ciclos de venganzas y
represalias (estilo Montesco vs Capuleto y asĂ).[1]
Entonces el punto no es si
Justine Sacco, Matt Taylor, Tim Hunt o Nicolás Alvarado hicieron mal. El punto
es preguntarnos si la supuesta falta que cometieron es proporcional al castigo que
recibieron. Hacer chistes sexistas, clasistas o racistas puede ser de mal
gusto, ofensivo y una torpeza social tremenda, pero ¿merece uno ver arruinada
su reputaciĂłn y su carrera por ello? Lo que pasa aquĂ es que el criterio para
castigar eso que muchos perciben como faltas no es nunca el posible daño real que hicieron, sino la
reacciĂłn emocional que tales acciones provocan, la cual es proporcional al nĂşmero
de personas que se enteran, es decir, qué tanto se viraliza. Y como estamos
bien pendejos, la viralizaciĂłn de una noticia no depende de su importancia,
sino de su valor como espectáculo y de nuestro pinche morbo.
Cuando firmamos una peticiĂłn en
Change.org para que alguien que dijo alguna imbecilidad sea despedido o
boicoteado, en vez de reglas y estatutos, nos guĂa la tripa. Pero la ira es
mala consejera. Volvamos a MĂ©xico, con el caso del
profesor que parecĂa estar diciendo barbaridades sexistas a sus alumnos,
fue grabado y viralizado. En seguida empezĂł el linchamiento virtual y las
peticiones de que rodara su cabeza. Pero luego, oh sorpresa, resultĂł que el
video no estaba completo, y que el fulano sĂłlo estaba ejemplificando esas
actitudes que le criticamos.
Vaya, pues nos vimos como unos
pendejos. Y digo nos, porque cometĂ el error de confiar en que si los medios
estaban compartiendo la noticia era porque ya la habĂan investigado bien. Y no,
todos nos lo creĂmos a la primera. Pero aunque algunos sĂ admitieron la metida
de pata, otros se negaron a creer la nueva versiĂłn de los hechos, o dijeron que
de todos modos el profesor merecĂa
que lo corrieran porque esa no era forma de enseñar, y terminaron hasta
diciendo galimatĂas como que reproducir
violencia (en el sentido de emularla)
es lo mismo que reproducir violencia (en
el sentido de multiplicarla), lo cual
da cuenta de lo mensa que está la gente que escribe en medios nacionales hoy en
dĂa, porque se les confunde bien gacho la semántica.
Quizá alguna vez te has
encontrado en la siguiente situaciĂłn. Te molestas con tu pareja (o viceversa)
por algo que hizo y cuando empiezas a regañarle, te responde “pero si yo no
hice eso que tĂş piensas”, y hasta caes en la cuenta de que en efecto no lo hizo,
pero la ira sigue en ti, respondes algo como “bueno, ahora no, pero esa aquella
vez de hace dos meses…”
Sucede que la ira es un
sentimiento muy poderoso que no se aplaca fácilmente, ni siquiera cuando nos
dicen que el objeto de nuestra ira no existe. La indignaciĂłn moral es un tipo
muy peculiar de enojo, porque nos permite sentirnos superiores a los demás y
con la facultad de juzgarlos y hasta castigarlos. Por eso los indignados con el
profe del sexismo en seguida encontraron formas de racionalizar y justificar su derecho a seguir emputados. El chiste es que la indignaciĂłn no pare. Es
natural, claro, pero no es racional ni digno de gente pensante.
Pero aguanten, que la cosa se
pone peor, porque en realidad no cualquiera se ve castigado por las turbas
iracundas, sino sĂłlo los que no pueden defenderse de ellas. Vean a Donald
Trump. Envuelto en varios escándalos de acoso sexual, con todo y audios en los
que alardea de ser un manotas. Hay indignaciĂłn, claro, pero Ă©sta no bastĂł para impedirle
ser presidente de los Estados Unidos. ¿Por quĂ© un cientĂfico que hace un chiste
idiota arruina su vida mientras que un bravucĂłn insolente puede salirse con la
suya tras decenas de declaraciones abiertamente sexistas? Porque el primero no
tiene tanto poder como el otro. Entonces la turba iracunda se comporta como los
bravucones del patio de la escuela: descarga su furia no contra quienes más lo
merecen, sino contra aquellos a los que puede lastimar. Venga, el
alcalde de Nayarit que dijo que “robĂł poquito” y le levantĂł la falda a la
señorita en un bailongo público, ahà sigue. Son los cualquieras los que pagan
con reputaciĂłn y carrera los deslices.
Los izquierdistas, liberales,
progres y gente a favor de la justicia social (que entiende por “justicia
social” no ofender a nadie) se defienden de esas crĂticas diciendo que es “tone
policying” (fiscalizaciĂłn del tono). Que a menudo cuando una vĂctima de
discriminaciĂłn o abuso (como una mujer o miembro de una minorĂa racial) reclama
o se defiende de quien lo insulta o pretende mangonear, se le dice que “esa no
es la forma” o que “debe pedirlo de buena manera”. Esto parece absurdo porque
es una forma en la que el opresor le ordena al oprimido que, si se va a quejar,
lo haga de una manera que no incomode.
Pero no creo que señalar que es
exagerado joderle una parte de la vida a un ser humano por un chiste pendejo o
por una elecciĂłn de guardarropa desafortunada sea un caso de fiscalizaciĂłn del
tono. Porque para empezar los linchadores ni son los oprimidos que reciben la
ofensa, sino gente que quiere sumar sus fuerzas para el castigo. Para
continuar, porque no podemos caer en el extremo de decir que cualquier
reacción, por más drástica que sea, es
válida contra cualquier expresión, por más insignificante que sea, de actitudes
discriminatorias. Es renunciar a todo sentido de la proporciĂłn.
Los conservadores y derechistas
quieren hacer pensar que estas reacciones histéricas son propias y exclusivas
de Social Justice Warrios, feminazis y policĂas de la correcciĂłn polĂtica. Pero
eso no es asĂ, como muestran los casos de acoso masivo en lĂnea contra
personalidades feministas. Una cientĂfica anĂłnima, informa
The Guardian, quien criticó los comentarios de Tim Hunt, después recibió
amenazas y acoso en las redes sociales. Eleanor Robertson una vez hizo una
crĂtica muy visceral y muy poco inteligente de unos tuits de Richard Dawkins,
acusándolo de ser un pendejo sexista. A cambio, recibió amenazas e insultos en
las redes sociales. Anita Sarkeesian, que se gana la vida diciendo que todo en
la cultura pop es sexista, tambiĂ©n ha sido vĂctima de torrentes de amenazas de
muerte. Corte a México, donde el caso más reciente es el de Tamara de Anda,
contra quien los machitrolls se han movilizado con furia y rapidez. La voluntad
es la misma: castigar a la persona, destruirla por completo, porque sus
palabras y sus acciones nos hicieron enojar. Como la ofensa es simbĂłlica y no
hay reparaciĂłn posible, el ataque continĂşa hasta que los castigadores se
sientan satisfechos o el asunto sea atropellado por el siguiente tren del mame.
A las personas que linchan por
indignaciĂłn moral, porque de verdad aspiran a un mundo sin sexismo, racismo y
homofobia, se les puede tratar de apelar con argumentos Ă©ticos para que
procuren comportarse con decencia, pero a los que lo hacen por culerez irraccional,
¿quĂ© se les puede decir? ¿Y cuántas de Ă©stas no le entrarán al mame sĂłlo por el
placer sádico de poder castigar a alguien?
Lo intentaré: el punto no es si
opinas que los análisis de la Sarkeesian son estúpidos, o si piensas que la
denuncia de Tamara por acoso fue una reacciĂłn exagerada. Es que la ira que se
desata en su contra ha sido mucho más dañina, estúpida y barbárica que
cualquier cosa que ellas hubieran podido hacer con sus escritos. Hay que tener
muy poca racionalidad y sĂ mucha ardidez y amargura para sumarse a un ataque
masivo como los que han sufrido; y hay que tener muy poca empatĂa para no
reconocerlos como actos injustos que rozan lo criminal. El asunto no es dejar
de criticar lo que nos parece criticable o dejar de defender nuestras posturas.
El problema es que nos estamos portando como unos chingados salvajes.
Y antes de que salgan con la
mamada de “Ah, pues a mĂ tambiĂ©n me han insultado y no lloriqueo”, (y sĂ a
todos en Internet nos pasa, en especial a los que escribimos para un pĂşblico),
tengan en cuenta que no es lo mismo que pase de vez en cuando a que ocurra un
diluvio constante de amenazas e injurias hasta el punto que no puedas
conectarte sin recibir decenas de ellas. Y sĂ: causa daño psicolĂłgico y
emocional. No seas el cavernoide que dice “eh, si a mĂ me hicieron bullying y
no me traumĂ©”, porque no eres el infortunado que sĂ se traumĂł. Pinche ojete sin
empatĂa.
AhĂ hallamos una de las raĂces del
problema: la falta de empatĂa. No vemos en las vĂctimas de linchamientos
virtuales a personas reales. Vemos sĂłlo acciones que nos parecen moralmente
despreciables o que incitan nuestra ira porque las tomamos como si fueran
agravios personales. Para juzgar a una de estas personas nunca se toman en
cuenta todos los aspectos de su vida, no importa conocerlas ni detenerse a
pensar si a lo mejor fuera de esta pendejada particular que hicieron son buenas
personas, comunes y corrientes, que pasan la vida sin hacer daño a nadie. No,
nos basta con saber que una vez hicieron algo estĂşpido y que eso es todo lo que
tenemos que conocer de sus personas para catalogarlos para siempre como parias
merecedoras de toda nuestra furia, todo nuestro desprecio y todo el daño que
seamos capaces de infligirles.
Muchas veces ni siquiera se trata
de hacer de justicia. SĂłlo de humillar y ridiculizar. ¿Recuerdan el caso de Lady
Coralina, la novia prĂłxima a casarse que fue grabada besando a otro gĂĽey en
su despedida de soltera? Mira, no importa tu opiniĂłn sobre el caso… No, en
serio, de verdad no importa, porque era un pedo entre ella y su prometido, a lo
mejor con el consejo de sus familiares y
amigos, pero nada más. Pues en México los medios y los usuarios hicieron de su
caĂda en desgracia un lamentable espectáculo morboso, que habla mucho peor de
nosotros que de ella.
El problema es que aprovechamos
cada tonterĂa para convertirla en un campo de batalla de nuestras guerras
culturales entre liberales y conservadores, feministas y antifeministas,
animalistas veganos orgánicos y carnĂvoros especistas, y demás. En el momento
en el que aparece un punto sobre el cual pelear afloran nuestros instintos más
primitivos y queremos demostrar lealtad a nuestra tribu. Por eso veo con alarma
la actual tendencia de querer convertir en batalla pĂşblica hasta una discusiĂłn
privada surgida en un ambiente familiar y privado. AsĂ vemos encabezados como Esta
chica hizo callar a su tĂo que despotricaba contra los Millennials, o esos
casos de Papá
deja que su hijo se vista como princesa. Repito, tus opiniones, favorables
o reprobadoras, no pinches importan. Como tĂş, yo no puedo evitar simpatizar con
uno u otro lado, pero hay que reconocer que no tenemos nada que opinar ahĂ. El
punto es que estos casos ni siquiera deberĂan haberse vuelto pĂşblicos, porque a
menos que se estuvieran cometiendo delitos que debieran ser denunciados y dados
a conocer, estos eran asuntos estrictamente privados. Pero nooo, tenemos que
meter nuestra cucharota, tenemos que hacer de unos héroes y de otros villanos
para que todos vean de quĂ© lado estamos. Pero, ¿quĂ© clase de relaciones podemos
esperar tener con nuestros familiares, vecinos y seres más cercanos si los
convertimos en el blanco de discusiones que involucran potencialmente a cientos
de personas?
Necesitamos más empatĂa, recordar
la vieja máxima errare humanum est, y
que en una de Ă©sas nosotros o alguien que nos importa puede estar del otro lado
del dedo que acusa. Necesitamos tener un sentido de la proporciĂłn, de la
importancia de los acontecimientos que vaya más allá de lo que visceralmente
sentimos en el momento. Necesitamos pensar serenamente antes de compartir una
informaciĂłn: ¿es verĂdica? ¿es relevante? ¿quĂ© consecuencias tendrá compartirla?
Si nos sumamos a una campaña, aunque sea una simple firma en Change.org,
debemos detenernos a reflexionar, ¿esto que exigimos es lo justo, o adecuado,
lo razonable?
Pueblo chico, infierno grande. La
Aldea Global debĂa hacernos a todos más cosmopolitas, pero en cambio la estamos
convirtiendo en un pueblucho y nos estamos comportando como los aldeanos
ignorantes, que se meten al chisme de los pleitos familiares, que por todo agarran
sus antorchas y tridentes, y que creen que no hay justicia como la de una turba
iracunda.
FIN
Más contenido para reflexionar:
[1]
Por
eso los casos de linchamientos y de “vengadores anĂłnimos” aparecerán en climas
de inseguridad e impunidad: si el Estado no cumple con la imparticiĂłn de
justicia, las personas la buscarán por su propia mano, aunque sea por medios
barbáricos. Y la solución no es decir que son bien salvajes, sino que las
instituciones les aseguren que se hará justicia.
8 comentarios:
Que cosas, justito estaba meditando sobre el tema.
Supongo que la gente es demasiado infantil y estupida como para usar el internet correctamente. Da miedo pensar lo que harĂan de tener ese mismo poder y anonimato en la vida real.
Lo curioso es que no importa lo que hayas hecho con tu vida hasta entonces, asĂ te hayas desvivido por ayudar cuanta causa progre encuentras:un solo comentario desafortunado o no, que sugiera, diga, o pueda ser sacado de contexto para que diga algo severa o ligeramente discriminatorio, y ya. Cagaste fuego.
Y luego es como la caza de brujas. Lo que digas o hagas no importa, no hay defensa posible aunque se equivoquen. Osea no importas tĂş, sino la acusaciĂłn en sĂ misma que es elevada al nivel de palabra divina.
Y como con la caza de brujas, hasta que no te ven quemandote vivo en una hoguera no están satisfechos.
Uno no quiere caer en el recurso facil de la misantropia pero, ay... Estos casos...
Hola Maik, acá en Colombia tenemos varios casos similares. Linchamientos virtuales contra alguien que osó decir algo ofensivo. Este fue muy famoso durante el mundial pasado: http://de-avanzada.blogspot.com/2014/06/Nicolette-van-Dam.html
Me gustarĂa hacer dos o tres precisiones frente a tu artĂculo.
1°) Yo no dirĂa que todos los defensores de Dawkins o de Hunt son conservadores o derechistas (yo los he defendido a ambos, y ciertamente no tengo ni un átomo de conservador or derechista; precisamente lo hice porque mis valores son de izquierda). Yo no he podido evitar notar que los valores de la izquierda regresiva y los de la derecha cada vez están más en consonancia. Creo que este serĂa un tema interesante sobre el cual escribir (o siquiera reflexionar).
2°) Sobre la Sarkeesian, por supuesto que el linchamiento está mal, aunque yo no estarĂa tan seguro de que ella no está en posiciĂłn de hacer tanto daño como los trolls que la acosan por Internet. Las personas nombradas en páneles consejeros para la ONU (como ella, y otras joyitas, como Zoe Quinn) están en mucha capacidad de hacer mucho daño. Yo no descartarĂa eso tan rápidamente.
3°) Por Ăşltimo, aunque dices que lo importante no es que decidamos si lo que hicieron algunos de estos personajes está mal, luego vas y dices que cometieron "una falta". Yo creo que el principal punto sĂ serĂa mirar si hicieron algo mal, porque mientras uno no le haga daño a terceros que no han dado su consentimiento, como decida vestirse o decir chistes (tanto en Twitter o una conferencia de cientĂficos) es problema de uno y de nadie más. Si no defendemos el derecho a que los demás hagan y/o digan cosas con las que no tenemos que estar necesariamente de acuerdo a nivel moral, mañana nadie estará ahĂ para defender que tengamos nuestra individualidad y nuestros gustos que puedan disgustar a muchos otros que buscarán la forma de censurarnos aunque lo nuestro no le haga daño a nadie.
¡Un saludo!
Vivimos en una epoca donde la indignacion facil abunda, pero no la razon o el pragmatismo para analizar los hechos detenidamente, por esa misma razon tenemos linchamientos por rumores y miles de falsas historias distribuyéndose en facebook, cuantas veces no an visto enfermedades raras, alertas de secuestradores, comidas toxicas, y miles de cosas por el estilo, de nada sirve el acceso a la informacion si la gente no sabe filtrar lo que lee.
Como mencionas en el caso del profesor, la gente duramente aceptara que se equivoco, asi que buscaran pretextos para seguir justificando su enojo, en ves de aceptar que se precipito.
Hola David:
1.- Nunca impliqué que los defensores de Dawkins o Hunt fueran derechistas. La verdad no sé cómo inferiste eso a partir de mi redacción.
2.- Pos la verdad no sĂ©. EspecĂficamente, ¿quĂ© daño real podrĂa hacer la Sarkeesian?
3.- SĂ, de acuerdo. Es un problema de redacciĂłn, quizás. Quise decir que aĂşn quien piense que lo que cometieron estas personas es una falta, tendrá que reconocer que el castigo es desproporcionado. VerĂ© si puedo ponerlo más claro.
Saludos y gracias por comentar.
Hola Maik:
1) Lo inferĂ porque esta es buena parte de un mismo párrafo: "Los conservadores y derechistas quieren hacer pensar que estas reacciones histĂ©ricas son propias y exclusivas de Social Justice Warrios, feminazis y policĂas de la correcciĂłn polĂtica. Pero eso no es asĂ, como muestran los casos de acoso masivo en lĂnea contra personalidades feministas. Una cientĂfica anĂłnima, informa The Guardian, quien criticĂł los comentarios de Tim Hunt, despuĂ©s recibiĂł amenazas y acoso en las redes sociales. Eleanor Robertson una vez hizo una crĂtica muy visceral y muy poco inteligente de unos tuits de Richard Dawkins, acusándolo de ser un pendejo sexista. A cambio, recibiĂł amenazas e insultos en las redes sociales".
2) PodrĂa proponer e impulsar lineamientos de la ONU que impulsen polĂticas restrictivas en la creaciĂłn de contenidos, y que la ONU empiece a exigir que los paĂses miembros adopten polĂticas encaminadas a adoptar esos lineamientos. En vez de llamar a mujeres como Maryam Namazie o Ayaan Hirsi Ali, le consultan a fanáticas censoras e hipĂłcritas. Y cualquiera podrĂa decir que estoy hilando muy fino, y que es bastante improbable, pero vivimos en un mundo en el que Trump es presidente de EEUU, asĂ que tampoco me parece tan descachado ser tan prevenido como se pueda.
¡Buen dĂa!
1) Ah, ya veo. Que ahĂ parece inplicar que los que atacaron a estas feministas (no los que argumentaron a favor de Hunt o Dawkins) son de derechas. SĂ, puede ser.
2) Ya veo, jejeje.
Saludos ;)
1) Cierto, no puedo asegurar que quienes atacaron a las señoritas que criticaron a Hunt y Dawkins son de derechas, pero segurĂsimo que no eran SJW.
Ego, para cuando un Analisis de Rick y Morty, y de Samurai Jack?
Publicar un comentario