I. Que coman pasteles
La anécdota es de antología. Le
dicen a María Antonieta, reina de Francia justo antes de la Revolución, que el
pueblo tiene mucha hambre y no tiene pan para comer. La respuesta de la reina:
“Pues que coman pasteles”.
La historia es apócrifa, por
supuesto, y tenía el propósito de acusar a María Antonieta de ser estúpida e
inconsciente de la realidad, pues ni era tan tonta ni tan malvada la pobre.
Pero podemos usarla como fábula para explicar un concepto: el de privilegio.
La reacción de esta María
Antonieta ficticia nos indica su incapacidad de comprender el problema de los
pobres. La idea misma de que estas personas no tuvieran nada para comer le es
inconcebible. Si no tienen pan, alguna otra cosa tendrán; que coman eso, ¿cuál
es el problema? Para alguien que creció sin que le faltara lo necesario para
satisfacer cada necesidad y capricho, es casi imposible entender lo difícil que
puede ser para alguien conseguir esas mismas satisfacciones.
Claro, nadie puede ser tan idiota
como la María Antonieta de esa fábula. Pero nos muestra una constante en la
vida humana: que a menudo es muy difícil
entender las dificultades por las que pasan las demás personas. “Que
se pongan a trabajar”, dicen los ricos sobre los pobres. Pero no es muy
diferente al “que coman pasteles” de María Antonieta: creen que porque para
ellos ha sido fácil tener algo, debería ser igual de fácil para todos los
demás, y si no pueden conseguirlo es porque son muy perezosos. Que María
Antonieta o la persona rica hayan gozado de ciertos privilegios, no ganados por ellas mismas sino otorgados por las
situaciones incontrolables en las que nacieron, es una noción que no les pasa
por la cabeza y que, de hacerlo, les es muy difícil de aceptar.
La palabra clave es, por
supuesto, privilegio. Parafraseando
lo que dice Wikipedia,
se trata de un concepto sociológico utilizado en el contexto de la desigualdad
social para describir las condiciones de ventaja relativa que algunos grupos de
personas tienen respecto a otros. Se trata de una función de factores múltiples
y de importancia variable, tales como: raza, edad, género, orientación sexual,
nacionalidad, religión, capacidad física, estado de salud, clase social y
otros. Las ventajas concretas pueden ser de tipo financiero o material como acceder
a alojamiento, educación y empleo, así como otros de tipo emocional o
psicológico, como el grado de autoconfianza y comodidad, o tener un sentido de
pertenencia o valor en sociedad.
Todos tenemos ciertas ventajas y
desventajas frente a los demás en distintos aspectos de la vida. El concepto de
privilegio se refiere las ventajas económicas y sociales que puede tener una
persona debido a factores enteramente fuera de su control. Vamos, todos tenemos
problemas, pero no todos nos vienen por formar parte de cierto grupo en un sistema que oprime
a ciertas personas por su raza, género, etc. Ejemplo fácil: en un país machista
como México, una mujer enfrentará una serie de dificultades a lo largo de la
vida que un hombre no tendrá siquiera que conocer.
Eso no es todo; en una misma
persona pueden confluir distintos “ejes de opresión”, como líneas rectas que se
intersecan en un punto, suman unas
desventajas con otras, o que implican ventajas en un contexto y desventajas en
otro. Es decir en un país que además es racista y clasista, una mujer indígena
campesina y pobre enfrentará problemas que una mujer hispana-criolla de clase mnedia
urbana no tiene ni por qué imaginar.
Es lo que se conoce como interseccionalidad,
y nos permite comprender que no todas las personas de un mismo grupo están
necesariamente igualmente oprimidas o privilegiadas, sino que pueden intervenir
muchos otros factores, muchas otras líneas que se intersecan sobre ella. Ojo, esto no es un criterio matemáticamente
exacto. No quiere decir que “si eres moreno súmale 2 de opresión, pero réstale
3 si eres de clase media alta”. Todo esto es relativo a las condiciones y al
ambiente social en los que vive cada quien.
II.- Entre los ateos fantásticos y los social justice warriors
Lo anterior parecería muy fácil
de entender, y sin embargo, uno se topa con cosas como éstas, de la boca de maestros
del pensamiento crítico, que en otros temas son muy lúcidos:
La interseccionalidad está vista como lo aceptable. La idea misma de que un tipo que es negro, hijo de un millonario, que tiene un auto deportivo, que tiene una casa en Florida y otra en Nueva York, diga que está más oprimido que un blanco que vive en la mierda y sigue trabajando en una puta mina de carbón, representa una contradicción que amerita una aproximación crítica.
Opiniones de este tipo,
esgrimidas además en nombre del racionalismo, las he visto con una frecuencia
sorprendente. Dicen que el feminismo interseccional afirma que una mujer hispana-criolla y rica seguirá siendo más oprimida que un hombre purépecha pobre, o que la
interseccionalidad es incapaz de explicar por qué hay hombres homosexuales que
votan por la derecha.
Esto es pasmoso porque lo que le
atribuyen a la interseccionalidad es exactamente
lo opuesto de lo que este enfoque
permite comprender. No, el negro hijo de un rico no está más oprimido que el
minero blanco, ni la mujer hispana-criolla está más oprimida que el hombre purépecha,
porque ambos están privilegiados debido a su clase social, uno de los ejes más importantes para entender la
desigualdad. Y es claro que no todos los homosexuales tendrán las mismas
opiniones políticas, en parte porque cada persona es única, pero también porque
no todos están igualmente oprimidos o igualmente privilegiados.
Interseccionalidad es lo que permite entender todo eso.
Sucede que existe entre la
bandita escéptico-atea-librepensadora de Internet algo a lo que me gusta llamar
refutitis: un afán por “refutar”
aquello que se entiende sólo muy superficialmente. Un ejemplo lo vimos entre
los que quieren
refutar el feminismo enumerando diferencias biológicas entre los sexos. Cualquiera
que se quisiera lanzar a discutir sobre lo que no conoce sería descalificado
por ellos mismos de estar haciendo hombres
de paja y de caer en el efecto Dunning-Kruger.
Sin embargo, algunos se avientan a “refutar”, sin tantito pudor, conceptos que
evidentemente no comprenden. ¿De dónde viene esta actitud?
Existen los llamados “movimientos por la justicia
social”: feminismo, anti-racismo, derechos LGBTQ, etc. A menudo, más que
movimientos en sí, se presentan como conjuntos de valores e ideales en contra
de la desigualdad y la opresión en sus diferentes formas, compartidos por
personas de ideología progresista, especialmente entre la llamada generación
Millennial y en las redes sociales.
Declaración de principios: yo
simpatizo totalmente con estos ideales. Creo que tienen un potencial enorme
para transformar bien la sociedad para mejor, pues buscan el tipo de cambios
más eficaces y duraderos, los que tienen que ver con nuestras costumbres,
concepciones y actuar cotidiano. Un montón de conceptos útiles para comprender
la realidad social (precisamente, como interseccionalidad
y privilegio) provienen de allí o
han pasado al discurso público gracias a estos movimientos.
Pero, hay que decirlo, en ellos
abundan el dogmatismo, la intransigencia, irracionalidades varias y creencias
de plano supersticiosas. Como en toda tribu ideológica, claro, pero como quiero
ver triunfantes estos movimientos, esos defectos, nada pequeños, me exasperan
grandemente. Sobre todo, porque se sabotean a sí mismos y alienan a posibles
aliados.
Por otra parte, ustedes saben que
soy partidario de la lógica, el pensamiento crítico, la ciencia, los valores de
la Ilustración y todas esas ñoñerías. Lo que se llama “el movimiento escéptico”,
que tampoco es una organización homogénea, sino más bien un conjunto de valores e
ideales compartidos.
Bueno, pues me causa igual
escozor cuando la banda racionalista fan de la ciencia desdeña con pueril
arrogancia todo lo que pueda venir de los movimientos por la justicia social
(en especial, pero no limitándose, al feminismo), que cuando la tropa socialjusticiera
se niega a usar la lógica más elemental y se entrega con alegría a cualquier
disparate.
Esto no tendría por qué ser así.
Los valores racionalistas del movimiento escéptico y los principios éticos de
los movimientos por la justicia social son perfectamente compatibles e
igualmente valiosos y necesarios para el progreso de la sociedad. Con el
propósito de aclarar malos entendidos, de contribuir a establecer un diálogo
inteligente y fructífero, y de hallar un punto de encuentro entre ambos
movimientos, fue que escribí mis dos entradas anteriores (aquí
y aquí).
Por eso mismo les traigo hoy este texto sobre el concepto de privilegio.
Cabe decir que aquí no pretendo
pontificar, sino proponer. Tampoco arrojo piedras por no haber pecado: los
errores comunes de los que hablaré los he cometido en su mayoría, y seguro los seguiré cometiendo en la vida, porque errare humanum est.
III. Privilegio como sesgo
Si los primeros contactos que
tiene alguien con los temas de justicia social se dan con personas
intransigentes y dogmáticas con cero voluntad para dialogar, es natural que
desarrolle un rechazo hacia todo ello, sobre todo porque además esas actitudes
negativas son dolorosamente comunes. Pero no creo que sea todo.
No sería muy difícil admitir que
cada uno de nosotros tiene ciertos sesgos, ciertas cegueras, resultado de las
situaciones en las que ha vivido, y que nos hacen difícil comprender, o incluso
concebir, los puntos de vista de quienes han tenido vivencias muy distintas.
No creo que el privilegio sea una
especie de pecado original que lo
hace a uno irremediablemente malvado o estúpido. Tampoco creo que ayuden esos
despliegues de santurronería de quienes manifiestan muy compungidos el
sentimiento de culpa que les causa estar privilegiados. También dudo que haya
muchos que adrede rechacen los reclamos de los movimientos de justicia social porque
saben que éstos amenazan sus privilegios. Más bien, lo que sostengo es que estar en una posición de privilegio trae
consigo sesgos que nos dificultan comprender los problemas de quienes están
en situaciones desventajosas.
Así como la María Antonieta del
cuento no podía entender por qué para el pueblo era un problema no tener pan, o
los ricos no entienden por qué los pobres no simplemente se ponen a trabajar,
para un hombre blanco heterosexual de clase media le serán difíciles de
comprender que los reclamos de los movimientos de mujeres, personas LGBTQ o minorías
étnicas. Como además estos reclamos van dirigidos contra un sistema que los
privilegia a ellos, es comprensible que sientan que el ataque es personal y
terminen rechazando estos movimientos.
Mi
querida amiga y sensei Karen nos contó que no se había dado cuenta de lo
privilegiadas que están las parejas heterosexuales, hasta que inició una
relación formal con su actual novia. Nunca antes había tenido que pensar en
cuándo es seguro y cuándo no darle un beso a su pareja en un lugar público
hasta que su relación no fue heterosexual. ¿Cuántos heterosexuales se habrían
puesto a pensar en eso?
Esto no está determinado sólo por
cuán inteligentes o racionales somos. Aristóteles fue sin duda una de las
mentes más brillantes y preclaras que ha dado la humanidad. ¡Caray, es el padre de la lógica! Sin
embargo, no tenía empacho en decir que las mujeres y los esclavos son por
naturaleza inferiores a los hombres libres. Claro, era un hombre de su tiempo, pero
no cualquier hombre de su tiempo: era hijo de una familia aristocrática que
trabajaba para los reyes de Macedonia. Diógenes y Epicuro vivieron por la misma
época y fueron filósofos menos geniales y prolíficos, pero pudieron reconocer
que la esclavitud está mal y que la equidad de géneros es posible y deseable.
Algunos de los grandes pensadores
de la Ilustración (Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant), con todo lo que
contribuyeron al desarrollo del pensamiento racional, a la difusión del
conocimiento y a los valores democráticos, tenían opiniones muy poco halagüeñas
de las mujeres y los negros; era fácil para ellos siendo hombres blancos. Las
ideas feministas tuvieron que llegar de las mujeres, filósofas
ilustradas como Mary Wollstonecraft y Olympe de Gauges. Esta última
denunció la hipocresía de los hombres que querían hacer la revolución para
liberarse a sí mismos y al mismo tiempo preservar su dominio sobre las mujeres.
Por eso la ilustradísima revolución francesa la guillotinó.
Claro, el escéptico de Internet
no va a andar por ahí diciendo cosas como que es antinatural para las mujeres
participar en la política o que los indios americanos no tienen derecho a la
propiedad. Pero sí que podría cuestionar por qué diablos el piropo callejero
debería considerarse acoso, por qué habría que dar a las mujeres espacios
seguros en lugares públicos o por qué tendríamos que aceptar las cuotas de
género y raza en las instituciones.
Es de llamar la atención que el
movimiento escéptico de Internet estuvo desde un principio compuesto
principalmente por hombres jóvenes, blancos, heterosexuales y clasemedieros (y
nerdosos). Se ha señalado también, por lo menos en la anglósfera, una
inquietante transformación de personalidades escépticas de Youtube (aquí y aquí), que pasaron de
refutar pseudociencias, religiones organizadas y supersticiones, a atacar de
lleno al feminismo, el activismo trans, Black Lives Matter y todo lo que se
perciba como “corrección política” (especialmente desde el Gamergate). El caso más extremo es
el del youtuber Amazing
Atheist, que terminó apoyando a Trump. ¿Qué pueden tener en común estos
adalides del racionalismo con los evangélicos fundamentalistas y los neonazis
que apoyan a Trump? Nada, salvo su odio por los movimientos de justicia social.
Tampoco haber sufrido una clase
de opresión es suficiente para comprender la opresión en la que viven los
otros. Recuerdo una escena de Maus en
la que el padre de Art Spiegleman, después de contar su historia de
supervivencia en los campos de exterminio nazis, expresa sin tapujos su repugnancia
a compartir un auto con un hombre negro.
Así, un conocido divulgador de la
ciencia, orgullosamente gay, un día puede celebrar que se apliquen leyes contra
los insultos homofóbicos, y al siguiente lamentarse de la “corrección política”
en que nos han metido las mujeres que se quejan del acoso callejero. O un día
puede burlarse de lo ridículas que son las peticiones para sacar del aire a un
locutor que hizo comentarios misóginos, y el
mismo día compartir una petición para sacar del aire a otro locutor que
hizo comentarios homofóbicos. #TrueStory
Nacho, creado por Cynthia Híjar |
La argumentación anterior no
pretende afirmar que cualquier objeción o crítica proveniente de un hombre blanco
heterosexual contra los movimientos de justicia social sea exclusivamente
producto de los sesgos propios de estar en una posición de privilegio. De
hecho, en un momento veremos que una afirmación así tampoco es sostenible.
Lo que en realidad quería mostrar
es que es posible, de hecho muy común, para una persona, por demás racional y
sensata, dejarse llevar por los prejuicios propios de su posición de privilegio. Lo que deseo es que
todos tengamos en cuenta esta posibilidad, para reconocer el error cuando
caigamos en él. Conocer los nombres de sesgos y falacias no es suficiente para
evitarlos; resulta que somos mejores detectando las fallas de razonamiento de
los demás que las nuestras propias. Es por eso que necesitamos siempre
contrastar nuestro pensamiento con lo que nos dicen los otros.
A la frase “checa tu privilegio”
no debería responderse con mea culpas inútiles
que no ayudan a nadie, sino con reflexión y autocrítica: ¿Estas ideas que tengo
no tienen nada que ver con el hecho de que me encuentro en una posición de
privilegio? ¿De verdad no estoy opinando a partir de prejuicios?
Bien puede ser que la oposición
de una persona a, digamos, el feminismo, provenga de que después de una
reflexión honesta, haya llegado a la conclusión de que se trata de un conjunto
de dogmas irracionales sin nada valioso que aportar. Pero, ¿saben? Cuando veo a
la bandita librepensadora declarando abiertamente su admiración por una
negacionista de la ciencia y promotora de teorías pseudohistóricas como Camille
Paglia; cuando los veo compartiendo “refutaciones” al feminimo armadas con
falacias lógicas de manual de preparatoria; cuando se desagarran las vestiduras
por las edecanes de la Fórmula 1 que se quedaron sin trabajo “por culpa de las
feministas”, pero nunca manifiestan indignación ante casos de feminicidio o
abuso sexual con esa misma enjundia … en fin, cuando los veo así, pues resulta
difícil creer que es sólo un inflexible apego a la racionalidad lo que guía sus
opiniones.
IV. El animal empático
No soy partidario de ese
principio esencialista según el cual la experiencia individual es ininteligible
e incomunicable; que es imposible entender lo que ha vivido el otro, y que por
lo tanto no queda más que aceptar sin cuestionamientos lo que cada quien dice
de su propia experiencia, pues de lo contrario estaríamos “negando su
subjetividad”. Así, según se plantea, una persona privilegiada simplemente no
puede siquiera entender lo que es la opresión y por lo tanto no puede tener
opinión al respecto, sino validar lo que la persona oprimida la dice.
En realidad somos seres sociales que a lo largo de generaciones hemos
evolucionado con las herramientas cognitivas para comprender a los demás. La
llamada “psicología intuitiva” nos permite tener ideas bastante claras de lo
que pasa por la cabeza de nuestros semejantes; la empatía es la capacidad de
ponernos en el lugar de los otros.
Cuando se trata de experiencias
extraordinarias y ajenas a nosotros mismos, es posible comprenderlas, si bien
nunca tan completamente como la persona que las vivió, por lo menos sí hasta
cierto punto. Es posible, pero muy difícil, porque ello requiere voluntad de
aprender, apertura de mente y, sobre todo, la disposición para escuchar
atentamente a la persona que lo vivió.
Pensemos en la guerra, una clase
de experiencia que cada vez menos humanos tienen la desgracia de vivir (¡sí,
a pesar de todo!). ¿Cómo podríamos, aquellos que tenemos la fortuna de
jamás haber estado en una guerra, empezar a entender lo que significa vivirla?
Lo más importante sería escuchar los testimonios de quienes sí la vivieron (por
ejemplo, leyendo sus memorias). El problema es que la gente tiene la tendencia
a opinar de lo que no sabe, sin preocuparse ni un poquito por averiguar. Sería
ridículo quien quisiera presumir de saber lo que significa haber vivido la
Primera Guerra Mundial sólo por tener los datos de que sucedió de 1914 a 1918,
y que se dio entre los Aliados y las Potencias Centrales. Pues se ve igual de
ridículo quien quiere pontificar sobre cuáles actos son sexistas y cuáles no, o
sobre cómo deberían comportarse las víctimas de sexismo, sólo sabiendo que el
sexismo existe y que está mal.
Hablando de la Gran
Guerra (ustedes saben que soy un nerd de la historia y es uno de mis temas
favoritos), hay una escena en Sin novedad en el frente que me
ayudó a que me cayeran muchos veintes sobre todo esto de opinar desde una
posición de privilegio. Cuando Paul, nuestro protagonista, está de licencia y
se le permite visitar su pueblo natal, se topa con un par de hombres mayores
que discuten en un café sobre la inevitable victoria de Alemania y cuáles son
las estrategias para llevarla a cabo lo más pronto posible.
Paul, estupefacto, trata de hacerles ver que la realidad de estar en el frente es muy distinta de lo que ellos están imaginando, que las condiciones en las trincheras son un total desastre y que miles de jóvenes están muriendo todo los días en acciones inútiles sin que haya ganancia, por no decir victoria, a la vista. Los hombres mayores, que no fueron reclutados y jamás han visto el campo de batalla, simplemente desdeñan las palabras de Paul y le dicen “bah, es que tú no estás viendo la imagen total…” y, seguros de que entienden más de la guerra que el soldado que la está peleando, prosiguen con sus teorías.
Paul, estupefacto, trata de hacerles ver que la realidad de estar en el frente es muy distinta de lo que ellos están imaginando, que las condiciones en las trincheras son un total desastre y que miles de jóvenes están muriendo todo los días en acciones inútiles sin que haya ganancia, por no decir victoria, a la vista. Los hombres mayores, que no fueron reclutados y jamás han visto el campo de batalla, simplemente desdeñan las palabras de Paul y le dicen “bah, es que tú no estás viendo la imagen total…” y, seguros de que entienden más de la guerra que el soldado que la está peleando, prosiguen con sus teorías.
V. Privilegio como ad hominem
Por otro lado, esto no significa
que cualquier cosa que diga una
persona en una situación de privilegio está mal, o que cualquier cosa que diga
una persona de un grupo oprimido está en lo correcto. Eso sería caer en la falacia
ad hominem, que consiste no en
analizar los argumentos, sino las cualidades de quien los enuncia. Usado así,
un término que debería invitarnos a la
reflexión y la autocrítica para construir mejores conversaciones, se
convierte en una interjección para bloquear el diálogo, como una carta de Magic que le da la victoria a quien la
esgrime sin tener que argumentar más. Hay toda una familia de términos abusados
de esta manera: mansplainning, tone policing… y sí, también falacia.
Lo que decía hace un momento,
sobre que es más fácil detectar los sesgos en los demás que en uno mismo, es
igualmente cierto para una persona que se encuentra en una situación de
desventaja. El pensamiento
tribal y el razonamiento
emocional son trampas en las que cualquiera puede caer. Por ejemplo, la
psicología cognitiva nos dice que los procesos de victimismo son reales y bastante comunes: el que una persona se sienta atacada o perseguida, no
significa que lo que esté siendo.
Aquí no estoy tratando de hacer
una equivalencia. Moralmente
hablando, exagerar identificando actos de opresión donde no los hay no es
igualmente malo que minimizar o negar los actos de opresión existentes. Tampoco
estoy diciendo que factualmente se
den con igual frecuencia los casos de falsas acusaciones de violencia opresiva
que los de opresión real. Lo que quiero decir es que es perfectamente posible que
una persona privilegiada esté en lo correcto y que una persona oprimida esté
equivocada, sí, incluso discutiendo temas de opresión. Es poco probable, es
difícil y es arriesgado suponer de buenas a primeras que ése es el caso, pero
no es conceptualmente imposible, como parece que algunas personas en
los movimientos de justicia social quisieran establecer.
Es muy común que los
privilegiados quieran ningunear lo que una persona de un grupo oprimido dice,
sin siquiera asegurarse de que entienden lo que está diciendo, con apenas unos
conocimientos superficiales del tema y sabiendo los nombres de algunas falacias
argumentales que aplican indiscriminadamente. Sin embargo, hay que estar atentos: una opinión miope y obtusa puede tener su
origen en la ceguera que viene por default
al estar en una situación de privilegio. Pero una opinión no se vuelve ipso
facto equivocada sólo porque quien la esgrima está en una situación de
privilegio. Una persona perteneciente a un grupo oprimido tiene una
experiencia inigualable que le da un entendimiento de su propia situación que
la persona privilegiada no tiene. Pero lo
que dice una persona oprimida no se vuelve automáticamente justo y verdadero
sólo porque lo dice ella.
El problema es cuando las
relaciones de poder y privilegio entre grupos se quieren convertir en criterios
únicos y universales de verdad y de moral. Creo que esto es resultado del
nihilismo en el que nos dejó el relativismo extremo de la contracultura
posmoderna del siglo XX: al declarar que no existe la verdad, que la
objetividad es una ilusión y que los valores morales son relativos, nos dejaron
en flotando en el vacío.
Pero como necesitamos un asidero
del cual sostenernos, al final se acabó recurriendo a un nuevo criterio totalizador:
lo que se hace desde un grupo privilegiado hacia uno oprimido, es siempre
moralmente incorrecto; lo que afirman quienes están en un grupo oprimido debe
tomarse como verdad. Esto lleva a que acciones groseras, desconsideradas o de
mal gusto sean revaloradas como actos de violencia opresiva; basta que una
persona se sienta violentada por
ello.
Resulta muy tentador pensar que
el punto de vista propio es el neutro y universal, libre de los sesgos que
afectan a los demás mortales. También resulta muy seductor un axioma que le
dice a alguien cuya voz siempre ha sido ninguneada: en estos asuntos tienes
siempre tú la razón, y cualquier cuestionamiento o disenso que te puedan
plantear es en sí mismo un acto de violencia opresiva, una evidencia más de lo
equivocados y ciegos que están los otros. Pero no deja de ser irracional.
Es por eso que necesitamos
recuperar ese common ground, ese
terreno en común en el que podemos comunicarnos. Debemos mantener en nuestras
mentes el principio de que yo podría
estar equivocado, de que a lo mejor el otro entiende algo que yo no, como
válvula de escape que nos permita salir del error.
Es más: aun si estás en lo
cierto, piensa que a lo mejor para la otra persona no es tan fácil como para ti
abordar el tema fríamente y demuestra consideración por sus sentimientos si te
de verdad te interesa persuadirla. Aun si estás en lo cierto, piensa que para
la otra persona eso de lo que hablas es ajeno y difícil de entender, y que no
puedes esperar que acepte lo que dices sólo por ser quien eres.
Necesitamos pensamiento claro,
conocimiento y empatía para poder establecer diálogos constructivos. Creo que a
fin de cuentas ése es el meollo de todo esto.
Más textos relacionados:
8 comentarios:
Muy buena reflexion.
Me recordo a un comentario hecho en la caricatura del increible mundo de gumball:
-oye, que es tumblr?
-aparentemente, un sitio donde todos discuten quien es mas tolerante y buena persona a puñetazo limpio.
Maik:
Respecto de esto que escribes:
"Es por eso que necesitamos recuperar ese common ground, ese terreno en común en el que podemos comunicarnos. Debemos mantener en nuestras mentes el principio de que yo podría estar equivocado, de que a lo mejor el otro entiende algo que yo no, como válvula de escape que nos permita salir del error."
...En el caso del feminismo, creo que ese "common ground" se pierde en ciertas ramas del feminismo (en especial las radicales y separatistas) o por ciertas actitudes de feministas puntuales que hacen difícil la comunicación o la niegan:
1. Existe una extensa jerga feminista: privilegio, heteropatriarcado, cultura de la violación, interseccionalidad, mansplaining, micromachismo, etc. El problema reside cuando esas palabras se usan arbitrariamente, o las definiciones se deforman o expanden para adecuarlas a la discusión, lo que además no es intelectualmente honesto. La jerga no debería reemplazar a la buena argumentación y la lógica, como veo que se hace al soltar estas palabras sin más. Las definciones tienen límites y si los límites ser pierden... ¿qué?
2. Muchas veces no hay un ápice de duda sobre lo válidos que son estos términos y -a veces- cuando se plantea la duda, esta se percibe como ofensa. Por ejemplo, si dudamos del término "interseccionalidad", por considerarlo una simplificación, una generalización injusta y pésima para ganar aliados.
http://de-avanzada.blogspot.com/2016/11/Interseccionalidad.html
http://de-avanzada.blogspot.com/2017/03/Interseccionalidad.html
3. Entiendo que una feminista rechace explicarle a un troll sobre sus definiciones, pero hay sectores separatistas que ya han cortado la comunicación con casi cualquier hombre, incluso los bienintencionados.
4. Los desacuerdos con los sectores científicos no son pocos y tienden a quedar en conclusiones burdas como "la ciencia es patriarcal /heteronormada/aliada del sistema", etc.
¿Tú qué opinas?
Siento tener que ser pesimista, pero todo me lleva a creer que el "common ground" se está perdiendo, que muchos grupos feministas se están cerrando con un falso dilema por delante: "O estás de acuerdo con nosotras o eres el enemigo". ¿Qué queda sino cámaras de eco? Ahora que la derecha se viste con pieles de hiena liberal está próxima a apuntarle a la izquierda cada error que cometen.
Por mi parte, yo dejé de frecuentar conversatorios feministas. ¿Por qué? Porque no eran conversatorios realmente. "Ustedes son hombres y en este espacio vienen a escuchar y aprender". No se aceptaron ciertas preguntas, ni críticas a malos argumentos, hubo enojo, hubo acusaciones de machismo. En medio de una sesión, tras un diálogo fracasado con una chica que me tildó de machista, me paré y me fui. Me sentí mal. A veces creo que pronto cerraré el tema, daré un paso al costado y no volveré a tocar el feminismo. Parece una lucha perdida de mi parte.
Es triste.
Saludos.
¡Hola! Soy una lectora de tu blog y me gustan tus opiniones. Y bueno, es lo mismo que les dije a unos amigos sobre ese tema del privilegio y la interseccionalidad. Lamentablemente en estas comunidades de escepticos "racionales" (si, entre comillas) y los anti-SJW piensan que "checar tu privilegio" es sinónimo de estar avergonzado o culpable de ser hombre/hetero/blanco/cis etc. que hasta ya lo han vuelto un meme (pero no un meme chido)
“si eres moreno súmale 2 de opresión, pero réstale 3 si eres de clase media alta”.
Jajaja... ugh, me recordaste al mierdero corto de Modern Edukayshion (o como se escriba)
Por cierto no sabia lo de Amazing Atheist, que termino apoyando a Trump, yo habia escuchado que este tenia opiniones neutrales sobre el y la Clinton, pero bueno, ese tipo me cae de la verga.
Saludos y paz!
Saludos Ego Sum. Empecé a leer tu blog desde hace como año y medio, por medio de un amigo que compartió un link. El artículo que leí me gustó; aunque no recuerdo cuál era. Después me pasé a leer otros, donde criticabas al libre mercado y otras cosas muy al estilo SJW. Francamente en ese entonces me diste una impresión de que no eras más que otro progre, perpetuamente ofendido y parafraseador de autores, pero que convenía seguir porque de vez en cuando hacía buenas críticas de cine, filosofía o historia, y por ello comencé a seguirte en Facebook.
Después de este tiempo he notado una evolución hacia una narrativa más autocrítica y escéptica de las mismas cosas que incluso creías y defendías hace apenas dos años. Eso indica una alta inteligencia y sabiduría de tu parte.
Aunque este texto en particular no me gustó mucho por su extensión. Sé que no escribes para el lector idiota de Buzzfeed o páginas virales, pero desde mi punto de vista creo que pudiste condensarlo y fácil quitarle unos 7 párrafos a tu artículo sin que la idea principal se hubiera perdido o confundido. Es mi simple crítica como lector. Y estoy de acuerdo con tu conclusión final.
Aunque no concuerdo con esto:
"Los valores racionalistas del movimiento escéptico y los principios éticos de los movimientos por la justicia social son perfectamente compatibles e igualmente valiosos y necesarios para el progreso de la sociedad."
Me da la impresión que das igual peso a lo racional y lo que es correcto o moral, como una especie de Ying-Yang entre lo objetivo y lo subjetivo, como una especie de unión que trae estabilidad a la "Fuerza". Para mí, puesto que los valores morales son subjetivos y cambian conforme el tiempo, estos deben estar siempre basados en lo racional, en los hechos, en la ciencia y en los números; no en las emociones. Esto es algo que nos pasa mucho al Latinoamericano y por ello a cada rato elegimos como líderes a caudillos revolucionarios antes que expertos en números. Hechos matan dogma cualquier día de la semana.
Muy buen articulo, creo que un gran problema en la izquierda actual es el hecho de que grupos muy viscerales se an vuelto su imagen aunque sean minorias, ahora se defienden los sentimientos de grupos minoritarios o que por alguna razon se consideran minoritarios, olvidandise de otras cuestiones que los alienan de otros grupos con problemas inclusive de miembros de las mismas minorias que dicen defender, al alejarse de cuestiones socioeconomicas, eso les costo la eleccion en estados unidos insisto, asi mismo tenemos el problema del victimismo, puesto que ya no se trata de buscar reparar errores sino de ver que grupo sufre mas, como una forma de validar o descartar opiniones, y tamvien esta el problema del clasismo, el tener a universitarios y estrellas de hollywood y reporteros de grandes cadenas pontificando a gente de la clase trabajadora sobre ciertos temas con aires de superioridad moral, si es que no con un abierto desden logro crear mucho resentimieto, lei un gran articulo donde explicaban que estos grupos serian tecnicamente la maria antonieta de la anecdota, incapaces de comprender que los grupos rurales, de clase trabajadora, pufldieran tener otros intereses, deseos o necesidades diferentes a los de ellos.
El problema es que ahora tenemos una variante de la derecha mas monstruosa, pero que ah sabido acercarse a estos grupos, que ah sabido escuchar a wstos grupos y en convencerlos, yo soy una persona gay y de piel oscura, y al ver la clase de derecha que se avecina me preocupo, pero me preocupa mas que la izquierda en su afan de ser lo mas incluyente sin ofender a nadie, pierda su tiempo en naderias (ojo no digo que los derechos lgbt, de la mujer o las minorias no importen, pero se an llevado a extremos que mas que generar simpatia llegan al hartazgo) y como dices incluso la razon y la ciencia an sido dejados de lafo en su afan de no ofender e incluir, grupos a favor de la obesidad morbida, otros que consideran que todos los tratamientos prenatales son discriminatorios pir buscar evitar problemas fisicos a los futuros bebes, etc.
Perdon por los errores de ortografia lo escribi en mi cel, y el miniteclado me hace tener errores de dedo
esa anecdota atrubuida a maria antonieta me recuerda a mucho estupido privilegiado (y descerebrado) que se la pasa compartiendo en fb imagenes como "si estas estreado ve al aeropuerto y toma un avion a las vegas", o "date la oportunidad de perderte en ciudades que no conoces", y cosas por el stilo. como le hace alguien con salario minimo para eso? en serio son tan idiotas, o solo son presumidos? o igualmente ambas?
Que tal
Pues sí, leyendo este post no puedo dejar de recordar muchos casos como los que presenta acá. Me gustaría que escriba algo sobre ese ser particularmente molesto llamado Milo Yianopolus, todo un caso de estudio.
Saludos.
Publicar un comentario