El canon occidental y los hombres blancos muertos - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

lunes, 1 de marzo de 2021

El canon occidental y los hombres blancos muertos



En dĂ©cadas recientes se ha introducido un concepto en la discusiĂłn sobre el “canon occidental” y consecuentemente de los programas educativos en las materias de humanidades: dead white men. El concepto se refiere a que el canon, el conjunto de las obras de arte y pensamiento más importantes de la cultura occidental, está desproporcionadamente compuesto por hombres blancos muertos, dejando de lado mujeres, personas de otras razas y autores recientes.

 

Bien, hay algunas cosas que se podrĂ­an decir en esta discusiĂłn, y como profesor de materias de humanidades con perspectiva histĂłrica (actualmente imparto Historia y FilosofĂ­a, y en el pasado he dado clases de Literatura) espero contribuir a aclarar las cosas, en especĂ­fico sobre la necesidad de incluir a más mujeres en los programas de estudio.

 

Primero, ¿cuál es el propĂłsito de las asignaturas de corte humanĂ­stico? A mĂ­ parecer, son dos. El primero es dar a los estudiantes las referencias básicas necesarias para comprender la cultura en la que viven. Es decir, les sirve para entender de dĂłnde vienen las ideas, los valores, las costumbres y los sĂ­mbolos que dan por sentado o que se encuentran en conflicto con otros diferentes, y que asĂ­ el mundo cultural que les rodea adquiera sentido y les sea inteligible.

 

El segundo propĂłsito es fomentar la capacidad de análisis, diálogo y pensamiento crĂ­tico que proviene de estudiar, desmenuzar, interpretar y discutir amplia y abiertamente esas obras, los mensajes que comunican y la forma en que lo hacen, con atenciĂłn a los detalles que a simple vista pasan desapercibidos, poniendo en duda los propios prejuicios y desarrollando un pensamiento propio y autĂłnomo.



No olvidemos eso para responder a otra pregunta, ¿de quĂ© sirve tener un canon de obras literarias y filosĂłficas? Pues por lo menos, pensando en programas de estudio, nos sirve para tener una base comĂşn para estudiar. Dado que los tiempos son limitados, como la memoria y atenciĂłn de nuestro alumnado (y no todos tendrán el mismo interĂ©s en las asignaturas), no queda más remedio que hacer una selecciĂłn de autores y obras. ¿Cuál será nuestra guĂ­a para tomar esas decisiones? Teniendo en cuenta los objetivos de las asignaturas, deberĂ­amos basarnos en la relevancia cultural (las obras que mayor influencia hayan tenido en la conformaciĂłn de nuestra cultura o que mejor la reflejen) y la calidad de las obras en cuestiĂłn (la que tenga formas e ideas que reten la inteligencia y estimulen la imaginaciĂłn y creatividad de los estudiantes).

 

No es tan fácil, claro está, pues eso de la relevancia y la calidad siempre serán debatibles, dado que dependen mucho de criterios subjetivos. Sin embargo, podemos ir alcanzando ciertos consensos, especialmente entre personas expertas en las respectivas materias, de forma que el canon no sea del todo arbitrario. Es decir, creo que a menos que alguien le quiera hacer al iconoclasta contreras, estaremos de acuerdo en que Shakespeare sĂ­ entra al canon y que Paulo Coelho no.

 

Pero ojo: hay que entender un par de cosas. Primero, que el canon no es perfectamente meritocrático. Es decir, no caigamos en la ingenuidad de pensar que los autores o pensadores seleccionados están ahĂ­ exclusivamente debido a sus mĂ©ritos personales, y que no hubo sesgos ideolĂłgicos (aunque fueran inconscientes) por parte de quienes hicieron la selecciĂłn. Incluso si ahora vivimos en una sociedad menos machista, heredamos cánones creados y preservados en otros tiempos, y asĂ­ hemos olvidado a muchas mujeres que fueron muy destacadas en su Ă©poca, porque sus contemporáneos y sucesores no quisieron reconocer su importancia. Esas cosas pasan.



El otro punto es que, como la sociedad cambia, naturalmente nuestro canon tendrĂ­a que cambiar. Quizá Homero, AristĂłteles, Cervantes y Kant son piedras inamovibles, pero mucho de lo que parecĂ­a relevante antaño deja de serlo hoy en dĂ­a. Autores y obras se quitan del canon y son reemplazados. No es que estudiar a HonorĂ© de Balzac no pueda ser muy bueno para un adolescente; es que hay que decidir si ponemos todavĂ­a a otro autor decimonĂłnico o hacemos un espacio en nuestro programa para incluir a los nuevos clásicos, o si ponemos a otro hombre cuando bien podrĂ­amos meter a una mujer tanto o más importante. Y seguramente, conforme el mundo se vaya volviendo más interconectado, diverso y multicultural, será necesario sacrificar a algunos de nuestros autores occidentales para dar cabida a otras tradiciones literarias y filosĂłficas, con el propĂłsito de entender mejor este nuevo mundo. AsĂ­ como desde Canadá hasta Argentina se lee a autores griegos, llegará un momento en que se leerá tambiĂ©n a autores chinos o árabes.

 

Ahora bien, dado que la desigualdad de gĂ©neros ha sido la norma a lo largo de la mayor parte de la historia humana, y que de por sĂ­ una minorĂ­a privilegiada de hombres ha tenido acceso a la educaciĂłn, la lectura, las ciencias y a la libertad intelectual y creativa, no es de extrañarnos que hayan sido menos mujeres que varones los que han dejado obras que sobrevivan al paso del tiempo. Es más, que algunas (pero no tan pocas como se cree) hayan logrado sacudir a la sociedad de su Ă©poca y dejar huellas perdurables nos habla de lo extraordinarias que debieron haber sido para superar todas esas dificultades.

 

SĂ­, haciendo un balance, por pura estadĂ­stica necesariamente en la lista nos quedarán más hombres que mujeres. Pero no es Ă©se el problema. El problema es que, aun teniendo en cuenta todo lo anterior, deberĂ­a haber muchas más mujeres. No se trata de rebuscar entre las obras irrelevantes de personajes ignotos para cumplir con alguna cuota. Se trata de reconocer, de redescubrir que en la historia del pensamiento occidental hay mujeres cuyas obras cumplen con los requisitos de calidad y relevancia y que su omisiĂłn es inexcusable, y explicable sĂłlo por una curadurĂ­a sexista que las ha excluido.



Alguien podrĂ­a hacer una observaciĂłn válida: ¿acaso importa el gĂ©nero del autor si la obra cumple con los requisitos de ser relevante y de calidad? Y la respuesta es SĂŤ: porque no puedes decirle a un grupo de adolescentes que una mujer es capaz de los mismos logros que un hombre —pero en abstracto, como ideal nomás—, y luego contarle la historia de la humanidad como si sĂłlo los hombres hubieran hecho las cosas importantes. Porque, crĂ©anlo o no, para las alumnas es importante verse en la clase, tener modelos con los que puedan sentirse identificadas. Y lo sĂ© porque me ellas mismas me lo dicen. Una de mis alumnas de bachillerato escribiĂł en un ensayo final lo siguiente:

 

“A pesar de que la mayorĂ­a de los filĂłsofos a lo largo de la historia hayan sido hombres, las filĂłsofas no fueron descartadas de esta clase; y me siento muy agradecida de ello. Cuando tomĂ© materias como Historia, casi nunca escuchaba que se mencionara a las mujeres, incluso cuando ellas fueron responsables de grandes hazañas de la humanidad. SĂ© que te he dicho esto millones de veces, pero pienso que incluir a mujeres destacadas en el estudio de cualquier ámbito me parece muy importante; sobre todo en la sociedad en la cual vivimos hoy, que incita a las mujeres a preocuparse en su fĂ­sico en lugar de su mente.

 

Cuando estudiamos a mujeres como Hipatia o Sor Juana, etc., me sentĂ­a representada y me di cuenta de que no deberĂ­a de avergonzarme de que me guste aprender; o que me divierta cantando y rapeando las ideas de Santo Tomás de Aquino al ritmo de las canciones que me gusta bailar. Estoy segura de que ellas se sentĂ­an de manera similar, y que si me esfuerzo lograrĂ© grandes cosas en el camino acadĂ©mico-laboral que elija”.

 

Pero, sobre todo, es importante incluirlas porque estas autoras abordan temas que nadie más aborda, desde puntos de vista que de otra forma no conocerĂ­amos. Porque sin ellas nuestra cultura está mutilada e incompleta.



Como profesor y entusiasta de estas materias he leĂ­do varios libros de “historia universal”, historia de la filosofĂ­a e historia de la literatura. Excepto los trabajos más recientes, siempre tienen una perspectiva androcĂ©ntrica. No entiendo cĂłmo de los programas de literatura se excluye a alguien como Jane Austen, cuya influencia se sigue sintiendo en la literatura, e incluso en el cine y la cultura pop, y que aborda temas importantes y sĂşper actuales con los que se podrĂ­an hacer análisis valiosos y discusiones estimulantes. Por otro lado, se mantiene a autores que, la verdad sea dicha, pueden ser magnĂ­ficos y fundamentales para profesionales de la literatura, pero no necesariamente relevantes para estudiantes de bachillerato (¿Chaucer? ¿La canciĂłn de Roldán? ¿Neta?).

 

Cuando empecĂ© a dar clases FilosofĂ­a no habĂ­a ni una sola mujer en el programa, sino hasta el siglo XX con Simone de Beauvoir (ah, pero ahĂ­ están un montĂłn de señores que dicen más o menos lo mismo), me dediquĂ© a meter de contrabando a algunas mujeres en las clases. AquĂ­ está la lista, y pretendo expandirla. En el libro de texto que preparĂ© para las clases de Historia, incluĂ­ aquĂ­ y allá pequeños recuadros titulados Mujeres en la historia, para que conozcan un poco más sobre Hatshepsut, Agripina la Menor, Leonor de Aquitania y Artemisia Gentilleschi. La respuesta de mis estudiantes, y en particular de ellas, ha sido muy positiva.

 

Publicado en Antes de Eva





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