Conocer
la historia, y en particular la historia de la cultura y el pensamiento, puede
ser un antídoto contra el provincianismo intelectual. Al comprender cómo las
ideas, los valores y las creencias han evolucionado a lo largo del tiempo, se
vuelve casi inevitable confrontarnos con la realidad de que aquello que
consideramos eterno, universal e inamovible es el resultado de procesos
históricos que en gran parte dependen del azar. Saber que en el mundo existen y
han existido una increíble diversidad de cosmovisiones y sistemas de
pensamiento, que las aportaciones en apariencia más humildes han sido también
las más profundas, puede ser una cura contra el fanatismo y el chauvinismo.
Es por
eso que hoy les traigo en recomendación dos obras del historiador intelectual
Peter Watson. Este par de libros, chonchos y sesudos como gustan, son de
aquellos que te toman un par de meses cada uno, y que se sienten como haber
cursado un diplomado. Totalmente valen la pena. Su ambicioso objetivo es hacer
un esbozo de la historia intelectual de la humanidad, desde sus orígenes hasta
el año dos mil. Espero que se animen a leerlos, porque podrían ampliar su
visión del mundo y la historia.
IDEAS:
HISTORIA INTELECTUAL
DE LA HUMANIDAD
HISTORIA INTELECTUAL
DE LA HUMANIDAD
(2005)
El
subtítulo en inglés reza “Una historia del pensamiento y la invención, del
fuego a Freud”, y es justo de lo que se trata, un épico recorrido por el gran
relato humano de la creación y el entendimiento, desde los orígenes de la
humanidad hasta el año 1900.
Es un
libro sorprendente, por supuesto. Podría llenar un artículo completo sólo
compilando los datos curiosos, como que sir Isaac Newton era más místico y
esotérico de lo que uno se imagina, o que en el siglo V el matemático indio Aryabhata
desarrolló un modelo heliocéntrico del universo, o que las ciudades de
Mesopotamia eran tan grandes como las que llegarían a serlo las del
Mediterráneo clásico dos mil años después, o que los candidatos a funcionarios
públicos en la China imperial debían someterse a exámenes de cultura general, o
que algunos pueblos indígenas de Norteamérica tenían seis géneros.
Pero más
importante aún que las curiosidades, siempre útiles para parecer interesante en
fiestas y reuniones, es la información impactante sobre aquellos asuntos a los
que no dábamos mucha importancia, ya sea porque los diéramos por sentados o no
se nos había ocurrido pensar cuán relevantes son. Por ejemplo, Watson nos hace
pensar en nuestros ancestros remotos, los primeros homínidos, y nos invita a
reflexionar sobre sus poderes mentales, de cómo mirar una piedra y pensar que
se podría modificar para hacer una herramienta que podríamos usar en un futuro,
requiere de una capacidad de abstracción impresionante e inédita en el mundo
animal.
El
dominio del fuego nos permitió conquistar el frío; la agricultura no fue un
gran avance que nos permitió vivir mejor, sino una medida desesperada que
tomamos para sobrevivir en una era de cambio climático y que trajo más trabajo,
peor alimentación y el inicio de las desigualdades sociales. Las primeras
religiones adoraban a diosas madres; los dioses patriarcales son un invento
relativamente reciente; el dios de los hebreos evolucionó con los siglos y en
tiempos primitivos era venerado junto a una esposa. Por alguna razón no del
todo comprensible, en un lapso de unos cuatro siglos (entre el 750 y 350 a.C.)
aparecieron Buda, Zaratustra, Isaías, Confucio, Lao-Tsé, Sócrates y Platón, que
significó una revolución en la ética y la concepción del alma humana.
Cositas
como las letras minúsculas, los signos de puntuación, los números arábigos, el
punto decimal, los símbolos de más, menos, por e igual, y las unidades de
medida estándar han contribuido más al avance intelectual de la humanidad de lo
que imaginamos. La estructura morfológica de la lengua china la hace menos
intuitiva para el análisis lógico formal de un enunciado que las lenguas
indoeuropeas. El cristianismo de los primeros cinco siglos era ferozmente
antiintelectual, causó la destrucción del sistema educativo grecolatino y casi
termina por matar al libro mismo. Los orígenes de la modernidad ya no deberían
buscarse en el Renacimiento, sino antes, entre los siglos XI y XIII, cuando
surge el concepto de Europa.
El libro,
por supuesto, tiene los problemillas que suelen tener esta clase de historias.
Es fundamentalmente eurocentrista, por lo menos a partir de la modernidad.
Aunque en la primera parte del libro sí dedica sendos y ricos capítulos a las
tradiciones culturales de India, China y el mundo islámico, después dice
explícitamente que el centro de la historia se traslada a Europa (y, en ese
continente, del Mediterráneo al Atlántico). Algo similar sucede con la
igualmente épica y recomendable Historia
del mundo de J.M. Roberts. Parecería que todo lo importante fuera de Europa
sucedió en tiempos antiguos y medievales. Si vuelve a hablar de otras
civilizaciones, siempre es en el marco de sus relaciones con Occidente.
Su otro
defectillo es, como era de esperarse, el androcentrismo: las mujeres
mencionadas, ya fueran filósofas, científicas, artistas o gobernantes, son
poquísimas, y ni siquiera se aborda el movimiento sufragista con detenimiento.
Sin embargo, estas faltas se pueden pasar por alto dada la riqueza de información
que da este prodigioso volumen. Teniendo en cuenta que después habrá que
investigar más sobre lo que el libro calla o se queda corto, es un excelente
punto de partida para el estudio.
Tres
“ideas”, dice Watson, son las que plantea como candidatas para la tríada
(siempre vienen en tercias) de las más influyentes en la historia del
pensamiento en Occidente: el experimento, el alma y Europa. En un principio
parece una selección un tanto caprichosa y heteronómica, pero al llegar a la
conclusión es difícil no convencerse de por qué las eligió. En efecto, y para
empezar, estamos hablando del “mundo occidental”, un concepto que nació primero
cuando los habitantes de esa península asiática empezaron a considerarse
similares entre sí y distintos a los demás; se trata de una idea que tiene
muchos méritos y muchas culpas también.
El
concepto de alma podría haberse convertido en el de mente con la secularización
del mundo occidental a partir de la Edad Moderna, pero la idea de que tenemos
un “yo”, único y esencial que existe en nosotros, o que incluso somos nosotros,
ha sido de una potencia tal que hasta ahora se nos hace muy difícil pensar de
otra forma, o incluso concebir que no siempre lo hemos entendido así. Según
Watson, la idea del alma ha sido incluso más poderosa que la de dios, y ha
tenido consecuencias insospechadas en el desarrollo de nuestra cultura ética,
política y artística.
Por
último, el método experimental para las ciencias empíricas es el principal
responsable del mundo moderno. En tan sólo unos cinco siglos desde que iniciara
la Revolución Científica, el progreso material de la humanidad (el único
progreso que no se puede cuestionar), ha sido mayor que en todos los milenios
anteriores desde su existencia. Quizá, dice Watson, después de todo siempre
volvemos a Platón y Aristóteles. El primero marcó el camino hacia el
conocimiento del alma, hacia la ética; el segundo, hacia la comprensión y
dominio del mundo externo, hacia la ciencia.
HISTORIA
INTELECTUAL
DEL SIGLO XX
DEL SIGLO XX
(2000)
Con el
título original “The Modern Mind”, esta colosal historia de la cultura y el
pensamiento durante el siglo pasado nos plantea desde el principio su principal
característica: ruptura. Todo avance intelectual importante durante aquellos
cien años implicó la ruptura con cánones que se creían eternos. El arte
vanguardista rompió con siglos de tradición estética; la teoría de la
relatividad y la física cuántica superaron el legado de Newton; los trabajos de
Freud resquebrajaron la confianza del ser humano en su propia racionalidad
civilizada; la filosofía declaró que la Ilustración y la modernidad se habían
agotado; las formas tradicionales de literatura perdieron su estatus como
formadoras de sociedades…
El libro
es de hecho anterior a Historia
intelectual de la humanidad, pero me alegro de haber leído éste primero,
porque así se configura una narrativa que parte desde el origen del bipedalismo
hasta el surgimiento de la World Wide Web. Uno de los grandes logros
intelectuales del siglo XX, nos dice Watson, es la conformación de una historia
común a toda la humanidad, a través de los descubrimientos que revelan nuestro
origen y las conexiones profundas entre culturas remotas. Esta visión queda
clara al leer ambos volúmenes uno detrás del otro.
Capítulo
por capítulo, Watson nos ilustra sobre los avances científicos, las innovaciones
tecnológicas, los descubrimientos arqueológicos, las nuevas teorías filosóficas
y las grandes obras artísticas que dejó el siglo XX, uno caracterizado por la
incertidumbre. “Un poco de conocimiento revela un mundo de ignorancia” dice el
dicho, y en efecto, mientras pasaba estas páginas pude darme cuenta de lo poco
que conozco acerca de muchas de las tradiciones intelectuales de la pasada
centuria. ¡Tantos libros por leer y tan poco tiempo!
Con
igual talento narrativo, Watson emociona al lector con el desarrollo de la
física moderna en su edad dorada, el desarrollo las ideologías que llevaron a
los totalitarismos, el surgimiento de las literaturas que impactaron al mundo
desde la periferia, o las contundentes refutaciones que ya en los 80 y 90 se
planteaban contra las doctrinas deshonestas de la economía clásica.
Uno
aprende muchas cosas interesantes, por ejemplo, que los cafés de Viena fueron
parte importante para el desarrollo de una comunidad intelectual; que los
estudios sobre leones, chimpancés y elefantes cambiaron nuestra visión de la
naturaleza humana; o que el actual pánico sobre las universidades que se han
convertido en nidos de radicales tiene ya décadas de antigüedad y ha sido
refutado.
Uno de
los ejes fundamentales del siglo XX fue Sigmund Freud y sus herederos, como
Jung y Lacan. Durante casi cien años no sólo la psicología, sino la filosofía,
la teoría política, el arte y la literatura, tuvieron como eje las ideas de
este señor. Pero a finales del siglo comenzaron a ser refutadas; sus
planteamientos se revelaron como incomprobables o de plano pseudocientíficos,
mientras que su praxis había sido deshonesta. Ésta es, nos dice Watson, una de
las grandes tragedias intelectuales del siglo, el haber perdido tanto tiempo en
un callejón sin salida.
También
es la causa del último gran cisma en tradiciones intelectuales en Occidente:
mientras que en el mundo anglosajón Freud quedó superado rápidamente y pesó más
la influencia de las ciencias empíricas y el positivismo lógico, en Francia y
Alemania, como en la mayor parte de Europa (y, anoto, América Latina), los
intentos por hermanar a Marx y Freud formaron la columna vertebral de una serie
de esfuerzos que al final resultaron ser estériles.
Junto a
Freud, otras dos grandes ideas que marcaron el siglo fueron la ciencia, con sus
impresionantes e inéditos logros, y el capitalismo liberal, con sus altibajos.
La filosofía a lo largo del siglo, desde Bergson y Heidegger en sus primeras
décadas, hasta los posmodernistas en las últimas, arrojaron visiones escépticas
sobre la ciencia y denunciaron sus límites, pero hasta ahora no han hecho
aportaciones que puedan mejorarla o sustituirla, y mientras, la ciencia sigue
su avance imparable. El capitalismo, por otra parte, mostró su lado más oscuro
con la Gran Depresión y los excesos del neoliberalismo, pero encontrar una
alternativa viable sigue siendo el gran reto intelectual del siglo XXI.
Hay, por
supuesto, carencias en esta narrativa, referentes a temas por los que yo siento
particular interés. La cultura pop está ausente casi por completo, excepto por
algunas menciones breves y casi de pasada; de la ciencia ficción no dice ni el
nombre. Del cine nos cuenta sus orígenes, el expresionismo alemán y la Nueva
Ola francesa, pero nada más. El feminismo está contenido en un solo capítulo y
se limita a hablar de la Segunda Ola; el sufragismo sigue reducido a alguna
frase solitaria y no hay ni una palabra dedicada al anarquismo. Aunque aborda la
contracultura de mediados de siglo, lo hace casi absolutamente desde la
perspectiva de quienes escribieron sobre ella (y contra ella), y nunca desde la
óptica de los autores y artistas que le dieron forma.
Es, de
nuevo sumamente eurocentrista, y sobre todo anglocentrista (más que en el otro
libro). En la conclusión, Watson reconoce este defecto, y alega que en un
principio tuvo la idea de que fuera una historia realmente universal y que
incluyera aportaciones de todas las culturas, pero que, tras consultar a
expertos, llegó a la conclusión de que casi todas las grandes ideas del siglo
XX se desarrollaron en el Occidente.
La
tradición intelectual que surgió en el Tercer Mundo, principalmente el
postcolonialismo, se dio casi siempre como reacción a los efectos del choque
entre las culturas tradicionales y la modernidad occidental. Hubo mucha
reivindicación de la historia, arte y logros de las civilizaciones en África,
Asia y América Latina, pero no ideas nuevas que significaran un cambio en la
historia del pensamiento. Y aunque hay cada vez más académicos, científicos,
intelectuales y artistas en esas partes del mundo, las tradiciones
intelectuales y los paradigmas con los que trabajan fueron desarrollados en
Occidente. Incluso el postcolonialismo se expresa con conceptos que fueron
inventados en Europa o Norteamérica.
Bien,
esto puede caer muy mal, pero la verdad no tengo yo los conocimientos para
refutarlo. Sin embargo, se me ocurren algunos temas que no aparecen en la obra,
tales como: el modernismo latinoamericano en la poesía (el primer movimiento
estético surgido en nuestro continente), el desarrollo del maoísmo en China
(sólo habla de cómo la Revolución Cultural lo jodió todo), la teología de la
liberación o el pensamiento político de Gandhi y Mandela.
A pesar
de estas omisiones, no puedo sino admirar el monumental trabajo frente al que
nos encontramos aquí. Leer estos libros uno detrás del otro ha sido un viaje
delicioso e iluminador. Son de esas obras que te abren los ojos y la mente, que
te ponen a pensar, que sientes que te rompen cascarones de yeso alrededor del
cerebro y que te dejan con la sensación de ser un poco menos tonto que antes.
Creo que nuestro mundo los necesitaba.
Hola, gracias por leer. Si te gusta mi trabajo, tú también puedes ayudarme a seguir divulgando el conocimiento c on una subscripción mensual en Patreon. O también puedes hacer una sola donación en Paypal. Mientras tanto, aquí tienes otros temas que te podrían interesar:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario