¿Qué es el fascismo? Ésta es una de las discusiones más
álgidas de nuestros tiempos. Es común ver que se adjudique la etiqueta de
“fascista” a ciertas personas o movimientos. La derecha acusa a la izquierda de
usar el término contra cualquier cosa que no les guste o cualquiera que piense
diferente. Hay algo de verdad en ello; sería deshonesto no admitir que a menudo
los izquierdistas han sido excesivamente laxos con la palabra, llamando
“fascismo” a todas las derechas, o incluso a las otras corrientes de izquierda.
No obstante, eso no quita que en efecto algunos personajes, movimientos o
posturas de la derecha sí hayan sido o sean hoy fascistas. Por otro lado, la
definición que actualmente repiten los derechistas es simplemente estúpida:
“izquierda es cuando hay mucho estado, y fascismo es todo con el estado, nada
fuera del estado, y por lo tanto el fascismo es de izquierda”.
Robert O. Paxton, profesor de historia y ciencia
política, presenta en su libro Anatomía del fascismo (2004) una propuesta novedosa para comprender mejor este fenómeno. Otras
exploraciones del fascismo, o del totalitarismo en general, tienden a centrarse
en su historia intelectual, a buscar las raíces de esta ideología en los
trabajos filosóficos o pseudofilosóficos de las décadas y siglos que le
precedieron. Así tenemos títulos como los que ya hemos discutido en este blog: La
sociedad abierta y sus enemigos, El
asalto a la razón y Los
orígenes del totalitarismo.
Para Paxton esto es valioso, pero insuficiente. Tampoco basta
analizar el ideario de los movimientos fascistas, ya que muchas veces
sus acciones fueron en contra de sus ideales manifiestos. De la misma forma,
tendríamos una imagen incompleta si nos fijáramos sólo en las políticas de
los gobiernos fascistas, pues fueron movimientos antes de tomar el poder.
Tampoco será suficiente estudiar la biografía y psicología de los caudillos,
como Hitler y Mussolini, pues los movimientos incluyeron a un gran número de
individuos y fueron tanto fenómenos de masas como creación de megalómanos
individuales.
Hitler y Mussolini |
La ortodoxia marxista considera al fascismo una mera
creación del capitalismo en su etapa más violenta y brutal, para defenderse
de la revolución obrera; Paxton considera este análisis simplista y
determinista. Por otra parte, no se puede ignorar la relación tensa pero
fructífera de los fascismos con los partidos conservadores y con el gran
capital (que la derecha actual tiende a negar); alianzas que fueron necesarias
para constituir gobiernos y esto influyó en la forma que adoptaron.
Paxton se propone analizar el fascismo como un todo,
desde sus orígenes hasta su caída, desde sus raíces intelectuales hasta sus
acciones contradictorias, desde su etapa como movimientos rebeldes hasta su
fase de gobiernos totalitarios, y por supuesto, sus relaciones de oposición o
alianza con las otras fuerzas políticas. Para comprenderlo, no hay que concebir
el fascismo como algo estático cuya esencia pueda descubrirse en una definición
sencilla; tampoco ayuda tratar de hacer una suerte de “bestiario” enumerando
todos los movimientos, regímenes o personajes que puedan ser catalogados bajo
la infame etiqueta. El fascismo debe ser analizado como un proceso que se da
a lo largo del tiempo y que existe en relación con otros fenómenos
políticos y sociales.
Recomiendo ampliamente este libro; servirá para aclarar
muchas dudas y errores. Por eso, ya sea que no tengan la oportunidad de leerlo
o quieran saber de qué va antes de intentarlo, les dejo una síntesis de sus
ideas más importantes con algunos fragmentos selectos.
Mussolini y sus tropas |
Primero, para su análisis Paxton propone cinco fases del fascismo:
- La creación del movimiento; es una fase temprana y
muchos de los ideales y objetivos serán después abandonados en etapas
sucesivas.
- Su enraizamiento en el sistema político; en forma de
partidos que, en solitario o en alianza con los partidos conservadores,
comienzan a ganar votos y puestos en los gobiernos.
- La toma del poder, siempre en alianza con los
partidos conservadores.
- El ejercicio del poder, que debe compartir con las
élites conservadoras tradicionales, en constante tensión.
- El largo plazo, durante el cual el régimen fascista se radicaliza, lo que lleva a la guerra expansionista, el genocidio y ultimadamente la autodestrucción, o elige la entropía, es decir se normaliza convirtiéndose en un régimen autoritario conservador tradicional hasta que termina por morir.
Según Paxton sólo la Alemania nazi y la Italia fascista
alcanzaron la fase 4, y sólo Alemania llegó hasta los extremos de la fase 5. De
la misma época, otros movimientos fascistas en otros países fracasaron o fueron
reprimidos. Otros regímenes fascistas contemporáneos, como en Eslovaquia,
Hungría y Croacia, sólo existieron como títeres de las Potencias del Eje; no
triunfaron ni se mantuvieron por sus propios medios. Paxton no considera que
los regímenes autoritarios de derecha que se dieron en Austria, Rumania y
Portugal por esos años puedan ser considerados propiamente fascistas, por
algunas diferencias que veremos más adelante.
Las falanges españolas |
La España de Francisco Franco puede ser considerada
fascista sólo en un inicio, en especial durante la Guerra Civil, cuando recibió
apoyo de Italia y Alemania. Pero una vez en el gobierno, y sobre todo tras el
término de la Segunda Guerra Mundial, transitó hacia un régimen autoritario
conservador y siguió el camino de la entropía.
IDEAS Y PASIONES
Quienes buscan las raíces del fascismo en distintas corrientes
intelectuales y filosóficas no erran. Los sospechosos comunes aparecen
aquí: Friedrich Nietzsche, Georges Sorel, Thomas Carlyle, Oswald Spengler…
“Precondiciones
más profundas para el fascismo yacen en la revuelta decimonónica contra la fe
liberal en las libertades individuales, la razón, la natural armonía humana y
el progreso. Bastante antes de 1914 nuevos valores antiliberales en boga, un
nacionalismo y un racismo más agresivos, y una nueva estética del instinto y la
violencia empezaron a abonar el terreno en el que el fascismo germinaría.”
Con todo, Paxton señala que no hay que sobreestimar estos
antecedentes intelectuales, toda vez que sirvieron más para abrirle camino
al fascismo que para crearlo propiamente. Los fascistas utilizaron todos los
símbolos, mitos, conceptos y temas que les sirvieran para lograr sus
propósitos, sin cuidarse mucho de la congruencia. Una vez en el poder,
minimizaron, marginaron o de plano descartaron algunas de esas corrientes
intelectuales.
Oswald Spengler escribió La decadencia de Occidente |
Paxton cree que más que buscar las raíces en los libros de los literatos sería más fructífero observar la clase de miedos y ansiedades que atormentaban a las gentes de inicios del siglo XX; eran “pasiones movilizadoras”, como las llama el autor. Estas pasiones serían:
- Una sensación de crisis abrumadora más allá de
cualquier solución tradicional.
- La primacía del grupo, hacia el cual uno tiene
deberes superiores a cualquier derecho, ya sea individual o universal, y la
subordinación del individuo a aquél.
- La creencia de que el propio grupo es una víctima,
sentimiento que justifica cualquier acción, sin límites morales o legales,
contra sus enemigos, externos e internos.
- El terror al declive del grupo bajo los efectos
corrosivos del individualismo liberal, la lucha de clases y las influencias
extrañas.
- La necesidad de una integración más estrecha de una
comunidad más pura, por consentimiento si es posible, o por exclusión
violenta si es necesario.
- La necesidad de la autoridad de líderes naturales
(siempre masculinos), que culmina en un jefe nacional que por sí solo es capaz
de encarnar el destino del grupo.
- La superioridad de los instintos del líder por encima
de la razón universal y abstracta.
- La belleza de la violencia y la eficacia de la voluntad,
cuando se consagran al éxito del grupo.
- El derecho del pueblo elegido para dominar a los otros
sin refreno de ningún tipo, derecho que se decide por el único criterio de la
aptitud de ese grupo en una lucha darwiniana.
Las freikorps, antecedentes de las milicias nazis |
Aunque se suele considerar al fascismo como un “regreso a la
barbarie de tiempos primitivos”, en especial viendo sus matanzas y atrocidades
en tiempos de guerra, lo cierto es que (y esto ya nos lo había dicho Lukács)
éste se trata de un fenómeno moderno, impensable sin las innovaciones
tecnológicas y científicas que le precedieron. Impensable, incluso, sin la
política de masas que se desarrolló a lo largo del siglo XIX. Más que una
rebelión contra la modernidad, Paxton propone que el fascismo busca crear una
“modernidad alternativa”:
“La
limpieza racial de los nazis fue construida sobre los impulsos purificadores de
la medicina pública del siglo XX, el afán de los eugenistas de arrancar cual
malas hierbas a los impuros e incapaces, una estética del cuerpo perfecto y una
racionalidad científica que desdeñaba como irrelevante todo criterio moral.”
Como otros impulsos en los movimientos tempranos, los
resentimientos contra la modernidad fueron canalizados y neutralizados por
los regímenes fascistas en el poder, usados para impulsar una modernidad
alternativa.
Propaganda nazi sobre abrazar la tradición |
Para el fascismo siempre han sido necesarios los enemigos,
tanto internos como externos. Los enemigos externos incluían las potencias
extranjeras y, a partir de 1917, los comunistas. Los enemigos internos eran
todos los que amenazaban el ideal de un estado nacional homogéneo: minorías
étnicas y religiosas, movimientos políticos de izquierda, disidencias sexuales,
vanguardias artísticas e intelectuales… La cultura tradicional de la nación
debía ser defendida de estas posibles fuentes de polución.
“En
ese sentido, el fascismo se vincula de forma más plausible con un conjunto de
‘pasiones movilizadoras’ que con una filosofía completamente articulada. En el
fondo está un apasionado nacionalismo, unido a una visión conspiratoria y
maniquea de la historia como una batalla entre el bien y el mal, entre lo puro
y lo corrompido, en la que la comunidad propia o nación ha sido la víctima.”
Algunos de los antecedentes del fascismo se
encuentran en Francia, en el movimiento Acción Francesa, surgido en medio de un
ambiente de antisemitismo francés exacerbado alrededor del caso Dreyfus. Fue
allí también donde surgió el proyecto de alejar a la clase trabajadora del
socialismo y atraerla hacia la derecha a través de un “socialismo nacional”
(en Italia se llamó “sindicalismo nacional”).
El Ku Klux Klan |
El movimiento eugenista en Estados Unidos y las políticas de
segregación racial hace de aquel país una de las fuentes de inspiración para el
fascismo. El Ku Klux Klan es un buen candidato para el título del primer
movimiento proto-fascista.
“El
Klan constituía una autoridad civil alternativa, paralela a la del estado
legal, que, a los ojos de los fundadores del Klan, ya no defendía los intereses
legítimos de la comunidad. Al adoptar un uniforme (la túnica y la capucha
blancas), así como sus técnicas de intimidación y su convicción de que la
violencia estaba justificada por la causa y el destino de su grupo, se puede
decir que la primera versión del Klan en el Sur derrotado fue el primer
antecedente de la forma en la que los grupos fascistas actuarían en la Europa
de entreguerras.”
Así como la desolación causada por la Guerra de Secesión en
Estados Unidos favoreció el surgimiento del Ku Klux Klan, el elemento
fundamental que permitió el ascenso del fascismo en Europa fue el desastre civilizatorio
causado por la Primera Guerra Mundial; sin ésta, los movimientos
proto-fascistas no habrían pasado de ser marginales.
FASCISMO Y CONSERVADURISMO
El conservador Hindenburg fue electo presidente de Alemania para detener el ascenso de Hitler. Luego le dio al Führer el puesto de canciller. |
En mi serie sobre el actual Invierno
Fascista, he considerado que el fascismo es la forma más violenta y
extrema de la reacción conservadora, cuyo fin es mantener, restaurar y
fortalecer las jerarquías sociales tradicionales. Aunque sigo creyendo que esta
perspectiva es atinada para una primera aproximación, tras leer este libro me
doy cuenta de que se queda corta. Esto, sin embargo, no da crédito a la
imbecilidad que la derecha políticamente analfabeta rebuzna una y otra vez en
nuestros días: que el fascismo era de izquierda o anticapitalista.
Paxton lo explica con mucha claridad. Es cierto que en sus
inicios los movimientos fascistas criticaban con dureza a la burguesía y al
capitalismo, y prometían a los trabajadores pleno empleo, mejores salarios y
hasta expropiaciones.
“Siempre
que los partidos fascistas obtuvieron el poder, sin embargo, no hicieron nada
para llevar a cabo estas amenazas anticapitalistas. En contraste, cumplieron
con toda violencia y dureza sus amenazas contra el socialismo. […] Una vez en
el poder, los regímenes fascistas prohibieron las huelgas, disolvieron los
sindicatos independientes, redujeron el poder adquisitivo de los trabajadores
asalariados, y derramaron dinero en las industrias armamentistas, para inmensa
satisfacción de los patrones.”
Más adelante clarifica la diferencia entre el
anticapitalismo de la izquierda, y el desdén fascista hacia la burguesía:
“Aunque
denunciaban la especulación financiera internacional (junto con todas las otras
formas de internacionalismo, cosmpolitanismo o globalización- ya fuera
capitalista o socialista), [los fascistas] respetaron la propiedad de los
productores nacionales, que debían formar la base de la nación revigorizada.
Cuando denunciaban a la burguesía, era por ser demasiado blandengue e individualista
para hacer a la nación fuerte, no por robar a los trabajadores del fruto de su
labor. Lo que criticaban en el capitalismo no era la explotación, sino su
materialismo, su indiferencia a la nación, su incapacidad para exaltar el espíritu.”
Franco y Hitler |
Sin embargo, no por ello se debe considerar el fascismo como
una simple variante más muscular del conservadurismo, aunque mantuviera
el régimen existente de propiedad y jerarquía social. Hay varias razones. Una
de ellas es que el fascismo excita pasiones violentas en las masas, a las que
quiere siempre movilizadas, mientras que el conservadurismo prefiere el orden y
a las masas adormecidas, excluidas en lo posible de la participación política.
Los conservadores, por lo general provenientes de familias adineradas, veían a
los fascistas como vulgares advenedizos.
Aunque tanto fascismo como conservadurismo quisieran
mantener las jerarquías tradicionales de clase, raza y género, los
conservadores prefieren las instituciones tradicionales, como las iglesias,
la nobleza hereditaria y la propiedad privada, para ejercer poder sobre la
masa. Los fascistas, en cambio, pretenden reemplazar a las autoridades
tradicionales existentes, a las que consideran débiles y decadentes, con un
nuevo liderazgo fascista, que ejerza el poder a través de un estado
totalitario.
“La
nueva fórmula fascista prometía, como la conservadora, resolver los conflictos
territoriales con la ley del más fuerte. A diferencia de los conservadores, los
fascistas medían la fuerza de un estado no sólo por el poderío militar, sino
por la unidad de su población. Proponían superar la lucha de clases al integrar
a la clase obrera en la nación, por convencimiento si era posible, por la
fuerza si era necesario, y deshaciéndose de los elementos ‘ajenos’ e
‘impuros’.”
Hitler con el líder conservador Franz von Papen |
Con todo, los fascistas siempre buscaron y llevaron a cabo alianzas
pragmáticas con las élites conservadoras, y hasta con los centristas, para
combatir a la izquierda. Los conservadores siempre preferirán darle acceso al
poder a los fascistas que permitir el más mínimo avance de la izquierda.
El fascismo sólo pudo llegar al poder en Alemania e Italia gracias
a sus alianzas con los conservadores. Ni la “marcha sobre Roma” de
Mussolini fue un golpe de estado, ni Hitler ascendió a canciller del Reich sólo
por el voto popular. Estos son mitos comunes. La “marcha sobre Roma” fue más un
espectáculo que otra cosa; la toma de poder por parte de Mussolini ya estaba
asegurada por sus alianzas. El Partido Nacionalsocialista sí llegó a obtener un
tercio de los escaños en el parlamento gracias al voto popular, pero la mayoría
de los alemanes jamás votaron por los nazis, y en cambio fue necesario que
Hitler fuera invitado a ocupar el cargo de canciller.
Esto también implica que los regímenes fascistas tenían que compartir
el poder con las élites conservadoras tradicionales, y no podían
simplemente deshacerse de ellas, lo que llevó a que el estado fascista fuera
una mezcolanza confusa y contradictoria. Una característica primordial de los
movimientos fascistas en sus orígenes es la organización de instituciones
paralelas a las del estado: el movimiento tenía su propia policía, milicia,
tribunales y hasta ministerios. Al llegar al poder los fascistas más radicales
hubieran querido suplantar las instituciones del estado con las suyas propias.
Al tener que compartir el gobierno con los conservadores, no podían hacerlo. La
solución era a veces crear nuevas instituciones para que fueran encabezadas por
los miembros del partido, mientras las anteriores seguían administradas por la
élite. Esto llevaba a la duplicación de funciones, confusión entre las
competencias de las mismas, rivalidad entre instituciones. Esta característica
de un “estado dual”, es una de las que distinguen al fascismo de otras
dictaduras.
Mussolini y las multitudes |
Una diferencia más sería el afán totalizador del fascismo,
que quiere transformar al ciudadano común en un súbdito leal (incluso un
fanático) del régimen y convertir todas las instituciones en brazos del partido,
hasta que prácticamente ninguna actividad puede realizarse por fuera.
“Aunque
los regímenes autoritarios a menudo aplastan las libertades civiles y son
capaces de brutalidad asesina, no comparten con el fascismo el afán por reducir
a nada la esfera privada. Aceptan que dominios reales, aunque no muy bien
definidos, de espacio privado para ‘cuerpos intermedios’ como notables locales,
cárteles y asociaciones económicas, cuerpos de oficiales, familias e iglesias.
Éstos, en vez de un solo partido oficial, son las principales agencias de
control en los regímenes autoritarios. Los autoritarios prefieren dejar a la
población desmovilizada y pasiva, mientras los fascistas quieren alborotar y
entusiasmar al público. Los autoritarios quieren une estado fuerte pero
limitado. Dudan en intervenir en la economía, mientras que el fascismo lo hace
prontamente, o embarcarse en programas de bienestar social. Se aferran al statu
quo en vez de proclamar un nuevo orden.”
Es por lo anterior que Paxton considera que los regímenes de
Portugal, Austria o Rumania en la década de los 30, el de la España franquista
en la posguerra, o las dictaduras militares de América Latina como la de
Pinochet, no pueden llamarse fascistas, por más detestables que sean.
Además, cuando los partidos conservadores eran lo
suficientemente poderosos como para no necesitar del fascismo, lo reprimían
tanto como al socialismo, pues lo consideraban un elemento
desestabilizador. Parece, por tanto, que una condición necesaria para el
triunfo del fascismo es que el ala conservadora esté dispuesta a hacer
alianza con éste. A su vez eso requiere que la izquierda sea lo suficientemente
fuerte como para amenazar al conservadurismo en solitario, pero no tanto como
para enfrentar con éxito a la unión de fuerzas conservadoras y fascistas.
¿QUÉ ES EL FASCISMO?
Neonazis en Estados Unidos |
Entonces, ¿qué sí es el fascismo? Paxton espera hasta haber
hecho todo el recorrido histórico, y todas las comparaciones para dar una
definición:
“El
fascismo puede ser definido como una forma de actuar político marcado por una
excesiva preocupación por la decadencia, humillación o victimización de la
comunidad, y por cultos compensatorios de unidad, energía y pureza, en el que
una un partido de masas de militantes nacionalistas comprometidos, trabajando
en colaboración tensa pero efectiva con las élites tradicionales, abandona las
libertades democráticas y persigue, con violencia redentiva y sin límites
éticos o legales, objetivos de limpieza interior y expansión exterior.”
La exposición de Paxton resulta muy útil para entender los
fascismos históricos, así como sus semejanzas y diferencias con otros
movimientos políticos de derecha, ya sea en el pasado o en el presente. La
discusión sobre lo que es el fascismo es amplia y variada, y a menudo los
autores se contradicen; Umberto Eco, en su ensayo clásico sobre El fascismo eterno,
por ejemplo, incluye como tales a los regímenes de Salazar en Portugal y Franco
en España. Es bueno revisar diferentes perspectivas para tener un panorama más
claro.
Neofalangistas en España |
Sobre si podemos llamar fascistas a los actuales
movimientos de extrema derecha, el libro también aporta algunas luces,
aunque fue escrito antes de la actual crisis. No se duda de que existan
neonazis, más bien la pregunta es si movimientos como el trumpismo en Estados
Unidos o Vox en España puedan considerarse cercanos al fascismo. Yo creo que
sí. Las mismas “pasiones movilizadoras” están detrás de ellos. Se dice que los
hombres, los blancos, los cristianos están siendo perseguidos o acallados; que
sufren de racismo
inverso, misandria, heterofobia… En vez del miedo al bolchevismo, predican
una paranoia contra los movimientos progresistas. Si en algo se diferencian
estos movimientos modernos es en su culto al libre mercado y al individualismo,
algo que ya notaba el historiador Enzo Traverso al clasificarlos como
“postfascistas” más que fascistas a secas, en su libro Los
nuevos rostros de la derecha.
El mismo Paxton ya lo había advertido en 2004:
“La
inoculación de la mayoría de los europeos contra el fascismo original a través
de su humillación pública en 1945, es inherentemente temporal. Los tabúes de
1945 se han desvanecido con la desaparición de la generación que fue testigo.
En cualquier caso, un fascismo del futuro -emergiendo en respuesta a una crisis
aún no imaginada- no necesita ser perfectamente idéntico al fascismo clásico en
sus signos y símbolos externos.
-
Por
ejemplo, mientras que un nuevo fascismo necesariamente satanizaría a algún
enemigo, tanto interno como externo, pero ese enemigo no necesariamente tendría
que ser los judíos. Un auténtico fascismo popular estadounidense sería devoto,
anti-negro, y después del 9/11, anti-islam; en Europa occidental sería secular
y, estos días, más probablemente islamófobo que antisemita; en Rusia y Europa
de este, religioso, antisemita, eslavófilo y anti-occidental. Los nuevos
fascismos probablemente preferirán la vestimenta del patriotismo ordinario de
su propia época y lugar, en vez de las esvásticas y las fasces.”
Neofascistas en Italia |
No tuvimos una guerra mundial, pero sí una “Guerra contra
el terror”, con sus discursos patrioteros y xenófobos, sus ataques
terroristas, y sus crisis de refugiados; tuvimos una crisis económica
análoga a la de 1929 y una pandemia análoga a la de 1918. Vemos
también que los partidos conservadores tradicionales, después de un repelús
inicial, han dado cabida movimientos reaccionarios de masas con tal de lograr
victorias electorales. Si estos movimientos seguirán el camino de la
radicalización o se normalizarán como regímenes autoritarios tradicionales, es
lo que está por verse.
En cualquier caso, el panorama pinta sombrío. Las personas
necesitan entender qué es lo que está ocurriendo y cuáles son los peligros que
acarrea. El conocimiento y la comprensión de nuestro pasado puede ser la
herramienta que nos ayude a prevenir que se repita.
Neonazis en México |
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