Tim Burton. Tim Burton. Tim Burton. - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 25 de octubre de 2024

Tim Burton. Tim Burton. Tim Burton.



I
MAIK Y TIM

 

Hace algunos años… ¿Cuántos exactamente…? ¡Catorce! ¡¿Cómo catorce?! ¡AAAAAAAA! Ok, recobremos la compostura… Hace, ejem, catorce años, fui al cine a ver Alicia en el País de las Maravillas (2010), la versión de Tim Burton. Siendo muy fan del director desde mi adolescencia proto-emo y siendo muy fan de la novela de Lewis Carroll, el anuncio de este proyecto me había llenado de entusiasmo y expectativa. Entonces vino la decepción. Con CGI feo y un Johnny Depp que ya se había convertido en parodia de sí mismo, la cinta deformaba la aventura onírica y surrealista de Carroll en una fantasía heroica estándar para alinearse con la moda de Harry Potter o Las Crónicas de Narnia.

 

Tim Burton era mi director favorito durante mi adolescencia. Me sentía identificado con sus personajes y me fascinaba su estética, su estilo tan personal y único. Él había dirigido algunas de mis películas favoritas: Batman (1989), Batman Regresa (1992), Edward Scissorhands (1990), Ed Wood (1994), Sleepy Hollow (1999)… Y claro, era el creador de El extraño mundo de Jack (aunque el verdadero director, Henry Sellick, merece más crédito del que recibe). Incluso fui, y sigo siendo, un apologeta de su malhadada versión de El planeta de los simios (2001).

 

Pero algo pasó en los dosmiles… Burton pareció poco a poco perder la magia. Con lo mucho que me gusta su película de simios maquillados, en retrospectiva podemos ver que era un mal augurio: una larga era de adaptaciones y refritos de trabajos clásicos estaba por venir, y con cada entrega Cada vez se escuchaba menos esa voz propia que lo había hecho sobresalir. En un principio no era tan notable; El gran pez (2003) fue muy buena y, mirando hacia atrás, Sweeney Todd (2007) es mejor de lo que le di crédito en su momento.

 


Llegó un punto en que sus películas se sentían más y más como hechas por encargo, sin pasión. Se repetía mucho a sí mismo, metía a Johnny Depp y a Helena Bonham Carter en todo lo que hacía; abandonó los efectos especiales prácticos y los escenarios físicos por un festín de CGI y pantallas verdes que le daban un aspecto atroz. Sí, el estilo visual todavía se parecía, pero más como un recordatorio de lo que había sido, una sombra de su grandeza anterior.

 

Así, tras las decepciones de Charlie y la fábrica de chocolates (2005) y Alicia en el País de las Maravillas, dejé de emocionarme cuando escuchaba el anuncia de “la próxima película de Tim Burton”. De plano dejé de ir al cine para ver sus obras, y si acaso, las rentaba en video. Tres de ellas las evité por completo y no me arrepiento pues no escuché nada bueno: Sombras tenebrosas (2012), Miss Peregrine y los niños peculiares (2016) y Dumbo (2019). Ojos grandes (2014) me pareció buena, pero después de todos estos años no me han dado ganas de volver a verla y apenas si la recuerdo.

 

Las únicas dos películas que hizo en aquellos años que me parece son auténticamente suyas son las de stop motion: El cadáver de la novia (2005) y Frankenweenie (2012). No olvidemos que Burton empezó su carrera en la animación, y aunque aquellas dos están a la sombra de la obra maestra que es El extraño mundo de Jack, han resistido al paso del tiempo y se han convertido en clásicos de Halloween por derecho propio.

 


Cuándo exactamente inició el declive es algo que se discute mucho. En lo personal, yo voto por Alicia como la película que me dejó en claro que el Tim Burton al que había amado en mi adolescencia ya no existía. Otros fans hablan de El planeta de los simios como el principio del fin, y aunque a mí me gusta mucho esa peli, entiendo el punto.

 

Por otro lado, sé que muchas personas de generaciones más jóvenes, en especial la chaviza gótica, aman Alicia… O peor: su secuela de 2016, que ni siquiera dirigió Tim. Les juro que trato de entender el porqué. Supongo que si la ves estando muy peque, te parece una aventura emocionante con una imaginería muy distinta a cualquier otra cosa que hubiera salido por esos años. Narnia para baby bats, imagino. Pero creo que esto sólo pasa si no conoces ni la novela ni la carrera previa de Burton. Para colmo, cuando piensan en él les vienen a la mente sobre todo las películas del siglo XXI. Ya sé que hice escribí un largo despotrique sobre cómo los rucos debemos aprender que los gustos de los más jóvenes no son peores ni mejores, sólo diferentes, pero tengo que decir lo siguiente:

  


Con Dumbo, Burton parecía haber tocado fondo. Tras este chasco, el cineasta se tomó un inusual hiato de cinco años; normalmente estrenaba una película cada dos, y nunca había dejado pasar más de tres. Cuando supe que su siguiente proyecto sería una secuela de Beetlejuice mi reacción fue de escepticismo y desencanto. Juzgué que había quedado tan vacío de ideas que sólo le quedaba apelar a la nostalgia, sumándose a la omnipresente tendencia de capitalizar la cultura de los 80 y 90.

 

Poco antes del estreno, leí unas declaraciones de Burton que suavizaron mi postura. Decía que:

 

"En los últimos años, me sentí un poco desilusionado con la industria cinematográfica. De alguna manera, me perdí a mí mismo. Me di cuenta de que la única manera de tener éxito es que debo amar lo que hago. Para esta película, simplemente disfruté y amé hacerla".

 

Y añadió:

 

"No estaba tratando de hacer una gran secuela por dinero. Quería hacer esto por razones muy personales."

 

No pude ver la cinta cuando se estrenó, aunque las ganas no me faltaron, sobre todo cuando empecé a escuchar que tanto el público como la crítica la estaban recibiendo muy bien. Cuando por fin llegó en digital (guiño, guiño) y la vi, pude decirlo: Tim Burton ha vuelto.

 

II
MI VIDA ENTERA ES UN CUARTO OSCURO



Tenía Beetlejuice (1988) en un videocasete Beta pirata, de ésos que vendían en el Chetumalito, mercado local especializado en importaciones y falluca. No sé cuántas veces la habré visto de niño, pero sí recuerdo que las primeras veces era muy pequeño para alcanzar a leer todos los subtítulos y seguir la historia. Tengo muy presente, eso sí, cuánto me fascinaba. El gusano gigante, el Betelgeuse convertido en serpiente, la parte en la que las esculturas cobran vida, cuando Adam y Barbara deforman sus propios rostros, todas las escenas en la maqueta y en el más allá… Para mí era increíble, a la vez aterrador e hipnótico, incluso si no entendía bien lo que estaba pasando. Como le ocurre siempre a quien descubre la obra de Burton, lo primero que llama la atención es que nada se ve como lo que él hace.

 

Algo curioso me pasó con Beetlejuice, y con otras películas de horror cómico que vi una y otra vez en mi infancia (Cazafantasmas, Gremlins, La tiendita del horror…): para mí eran películas de terror auténtico. De verdad me daban miedo, mientras que la mayor parte del humor se me escapaba… Y por eso mismo no podía dejar de verlas. Conforme crecía y me di cuenta de que pretendían sobre todo ser chistosas, las medio fue poniendo a un lado, aunque sin dejar de guardarles cariño.

 

Pues bien, como preparación para la secuela, volví a ver Beetlejuice; ya habían pasado algunos años desde la última vez, y siempre es bueno revisitar el arte que nos ha gustado, porque en diferentes etapas de nuestras vidas lo valoramos de otras maneras. Y bueno, pude apreciar mejor todo lo que la hace un clásico: su originalidad, su creatividad visual, las maravillosas actuaciones de todo el reparto, lo delicioso de su humor negro…

 


Conocemos bien la historia: Barbara y Adam Matiland (Geena Davis y Alec Baldwin) son una feliz pareja de fantasmas en el tranquilo poblado provinciano de Winter River, que ven su casa invadida por pretensiosos yupis neoyorquinos, Charles y Delia Deetz (Jeffrey Jones y Catherine O’Hara). De entre los recién llegados, la única persona auténtica, la única que quiere entender a los Matiland y que conecta con ellos es la hija, Lydia (Winona Ryder). Hartos de los Deetz, los Maitland conjuran a Betelgeuse (Michael Keaton) para espantar a los intrusos. La idea era poner de cabeza la premisa de Cazafantasmas: unos fantasmas contratan a un espantador profesional para deshacerse de los vivos que invaden su hogar. Claro que Beetlejuice terminó yendo mucho más allá y convirtiéndose en algo único.

 

Algo que noté esta vez es cómo los Deetz no tienen ningún respeto por su nuevo hogar, ni por sus antiguos dueños, ni la comunidad a la que se han mudado. Aunque Charles en un principio valora lo tranquilo que es el pueblo, en cuanto ve una oportunidad de hacer dinero explotando la casa embrujada, empieza a planear un parque de diversiones que alteraría por completo la vida en Winter River. El verdadero monstruo es la gentrificación.

 

Otra cosa en la que no había reparado mucho es en la peculiar visión de la muerte y el más allá que nos muestra Tim Burton. Tanto aquí como en El cadáver de la novia el cielo, el infierno, los ángeles, los demonios y Dios están por completo ausentes. En ambas cintas, el más allá es un reflejo torcido y grotesco del mundo de los vivos, pero si en El cadáver de la novia hay una suerte de alegría carnavalesca, en Beetlejuice es una pesadilla burocrática sin final. En una cultura tan cristiana como la gringa, esto era bastante subversivo.

 


Tim Burton es tremendamente popular en México. Creo que su humor negro, en el que hasta la muerte es asunto de risa, ha resonado mucho con nuestro público. El imaginario mexicano, con su tipo tan peculiar de religiosidad, que admite la creencia en fantasmas, calacas, chaneques, limpias, la Santa Muerte y demás, dio la bienvenida a las macabras fantasmagorías del director californiano.

 

Cuando vi por primera vez El cadáver de la novia pensé “esto es mucho como la visión mexicana del Día de Muertos”, y no hace mucho leí una reseña de Letterboxd que la declaraba una mejor película del Día de Muertos que Coco de Disney. Y sí, creo que tiene toda la razón. Coco tendrá los colores, pero presenta un más allá con división de clases sociales y una aduana migratoria, totalmente ajenos a la visión mexicana. En El cadáver de la novia los muertos bailan y cantan. Y aunque las tenebrosas oficinas de Beetlejuice no se parecen a nuestra idea del más allá, sí que podemos identificarnos con el laberinto burocrático que retrata, porque es algo que vivimos en nuestro día a día.

 

Y luego está Lydia. Oh, Lydia, mi primer crush gótico. No es sólo que Winona Ryder se viera hermosa en sus atuendos y maquillaje, o que me embrujara con su voz tenue y su personalidad melancólica y sarcástica. Es la importancia que ha demostrado tener con el tiempo. La subcultura goth, que tomó forma a principios de la década, encontró en Lydia una de sus primeras representaciones en el mainstream. De hecho, Lydia prácticamente creó el arquetipo de “la chica gótica” en la cultura pop, tanto en su aspecto como en su personalidad.

 


Más aun, su tipo de personaje anunciaba el cambio en la subcultura que se daría durante los 90, dejando en segundo plano sus raíces urbanas, punk y de clase trabajadora, para dar más énfasis al romanticismo gótico en ambientes clasemedieros suburbanos. Lydia es citada como una de las principales inspiraciones para jóvenes goth de la generación noventera, una muchacha retraída e incomprendida con la que podían identificarse. Como le dijo Winona a Tim Burton cuando develaron su estrella en el Paseo de la Fama:

 

“Hiciste que ser una chica rara no sólo estuviera bien, sino que fuera algo para celebrarse”

 

III
MANTENGAMOS LO REAL


Tras el éxito de Beetlejuice, la productora Geffen estaba muy interesada en una secuela. A lo largo de los años, Burton, Keaton y Ryder expresaron su disposición para volver si había un buen proyecto. Sin embargo, nadie lograba escribir un guion que satisficiera al director, que se enfocó en otros trabajos. Así pasaron los años y las décadas, hasta que en 2022 se anunció el milagro: ¡habría segunda parte!

 

Estamos en un momento cultural en el que el reciclaje es la norma, y en que actores y actrices en la vejez regresan a interpretar papeles que les dieran fama décadas antes. Yo mismo me siento ambivalente, entre el reconocimiento de que esto es un problema cultural que nos impide crear cosas nuevas y el hecho innegable de que muchas de estas obras nostálgicas realmente me gustan.

 

Beetlejuice Beetlejuice tenía la difícil tarea de emerger como una digna sucesora, casi 40 años después de la original, y el peligro de resultar otra de esas muchas trampas nostálgicas desangeladas. En cambio, se ha convertido en un raro ejemplo que muestra el potencial creativo de la nostalgia. En vez de repetir la misma dinámica de Beetlejuice o depender de reminiscencias manipuladoras, Burton expande el universo que creó en los 80 y pone a sus viejos personajes en situaciones nuevas. Transforma que lo habría sido otra comedia de humor negro en una reflexión sobre el duelo, la vulnerabilidad y las relaciones tóxicas.

 


La estética burtoniana está de vuelta en todo su esplendor, con efectos especiales prácticos y sin temor a sacarnos de onda con su grotesca belleza. Conocemos más de la tierra de los muertos, un revoltijo de expresionismo alemán, luces de neón y hasta un toque de funk. Es lo más Tim Burton que sus películas se han visto en años.

 

No he hablado de la estrella del show, Michel Keaton como Betelgeuse, tan estupendo en ésta como en la primera parte. Se mueve frenéticamente de aquí para allá, dice sus diálogos con una energía increíble y transmite el gran carisma que lo caracteriza. Pareciera que no pasaron tantos años entre una interpretación y la otra. Después del fiasco que implicó hacerlo regresar como Batman en la terrible The Flash, éste es el retorno triunfal que merecía el actor.

 

Me preocupaba que narrar el origen de Betelgeuse le quitara algo de misterio al personaje, pero no fue así. La retrospectiva es muy breve y no revela más que lo relevante para la trama. Además, es un hermoso homenaje al cine de Mario Bava (el maestro del gótico italiano), en los ángulos de cámara, la cinematografía en blanco y negro, y hasta la narración en italiano.

 


Jeffrey Jones está canceladísimo (y con razón; si no quieren arruinar sus recuerdos de la infancia, no busquen lo que hizo), pero Burton se las ingenió para no dejar de incluir al personaje de Charles. Aparece como su propio fantasma decapitado y, antes que eso, en una secuencia de animación en stop motion, que no sólo está chulísima, sino que nos recuerda los orígenes del director.

 

Si algo no me gustó de la peli fue que el personaje de Delores (Monica Bellucci) está desperdiciado; con eso quiero decir que su participación merecía más. Burton tiene la costumbre de incluir a sus parejas en sus películas. Cuando andaba con Lisa Marie Smith, que es modelo, le daba pequeños papeles y hasta era divertido descubrir en qué situación la pondría en cada peli. Pero cuando estuvo con Helena Bonham Carter, que es actriz profesional, le dio protagónicos en todo lo que hacía, hasta que acabó hartándonos. Ahora que es novio de Bellucci espero que encuentre un equilibrio.

 

Wolf Jackson (Willem Dafoe) es quizá el personaje más divertido de toda la película, hasta el punto que casi se la roba. Sin embargo, hay que admitir que su línea argumental podría haberse omitido y la cinta habría sido prácticamente la misma. De hecho, todo parecía apuntar hacia un final épico en que por fin todas las líneas se unirían, con Delores, Beetlejuice, Lydia y su familia, Wolf y la policía fantasmal, reunidos en la iglesia para un enfrentamiento de todos contra todos… En cambio, la situación se revuelve muy fácil y de forma un tanto decepcionante.

 


Burton dijo que hacía esta película porque quería recordar qué era lo que amaba del cine y reflexionar sobre todo lo que ha aprendido a lo largo de sus muchos años en este arte. Se nota. Ésta es la película más personal y sincera que ha hecho desde El gran pez, que es en gran parte una exploración de sus sentimientos tras la muerte de su padre, con quien siempre tuvo una relación difícil. Beetlejuice Beetlejuice se siente como una película de Tim Burton, pero también como la obra de un cineasta maduro.

 

Treinta y seis años después, Lydia Deetz ya no es la chica cool, sino una mujer rota. Ha sufrido mucho; claramente tiene depresión y estrés postraumático; tiene una mala relación con su hija Astrid (Jenna Ortega), y su madre adoptiva Delia es una ególatra que no la entiende; su primer matrimonio fracasó y su ex marido desapareció; ha perdido su asertividad, se niega a sí misma constantemente y es vulnerable a las manipulaciones de su novio, el narcisista Rory (Justin Theroux). Me dolió profundamente verla así; tan importante es para mí el personaje que se sintió como reencontrar a un amor platónico de la infancia y verla muy herida.

 

Su hija Astrid corre el riesgo de repetir los mismos patrones. A pesar de que denuesta a su madre por su debilidad y falta de carácter, Astrid no tarda en caer en las manipulaciones del primer chico lindo que conoce y que le presta algo de atención. Como una leyenda de antaño en que los héroes debían atravesar la tierra de los muertos, madre e hija se unen en una odisea que las lleva al más allá para salvarse la una a la otra y a sí mismas. He ahí, creo, el corazón de la peli.

 


Hay una constante en muchas de estas secuelas de larga distancia: los protagonistas, a quienes habíamos dejado triunfantes en la juventud, regresan a nosotros como seres melancólicos y agobiados por el fracaso. ¿Simple cliché para lograr una historia de redención, o hay algo más ahí? ¿Es acaso un reflejo de la experiencia de vida de toda una generación, acosada por el trauma y la depresión? ¿Es incluso algo más universal, algo de la condición humana y la inevitabilidad de la vejez y la muerte? No sé, pero me conmovió mucho.

 

El final de la peli apunta a otra secuela. Si es tan buena como ésta, daré la bienvenida para que finalice la trilogía; espero que sea bajo la dirección de un Burton motivado por la misma pasión y guiado por la misma sinceridad. Al respecto, director ha dicho medio en broma:

 

“Hagamos las cuentas… Tomó 35 años hacer esto, así que yo tendría más de 100. Supongo que es posible con el avance la ciencia estos días, pero yo no lo creo”

 

Bueno, no le hace. Si es necesario traerlo del más allá, lo invocaremos repitiendo su nombre tres veces: ¡Tim Burton, Tim Burton, Tim Burton!


FIN


PD: Quiero reconocer a mis amigos y mentores Manuel Escoffié y Jorge Cortazar. Las dos emisiones de su programa Los ojos de la Bestia que dedicaron a Betelgeuse (aquí y aquí) me dieron muchas ideas para escribir esta reflexión.




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Fuentes de las declaraciones de Tim Burton y otros:

2 comentarios:

Ognimod dijo...

Fui de los muchos que vieron la serie animada antes de ver la película y luego se quedaron desconcertados al resultar que Beetlejuice no era amigo de Lydia y de hecho era el villano de la historia.

Maik Civeira dijo...

Yo no recuerdo cuál vi primero, pero creo que fue la película. Como decía, no entendí bien lo que pasaba hasta que crecí, y entonces me di cuenta de que Betelgeuse no era bueno.

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