I
MAIK Y TIM
Hace algunos años… ¿Cuántos exactamente…? ¡Catorce! ¡¿Cómo
catorce?! ¡AAAAAAAA! Ok, recobremos la compostura… Hace, ejem, catorce años,
fui al cine a ver Alicia en el País de las Maravillas (2010), la
versión de Tim Burton. Siendo muy fan del director desde mi adolescencia
proto-emo y siendo muy fan de la novela de Lewis Carroll, el anuncio de este
proyecto me había llenado de entusiasmo y expectativa. Entonces vino la
decepción. Con CGI feo y un Johnny Depp que ya se había convertido en
parodia de sí mismo, la cinta deformaba la aventura onírica y surrealista de
Carroll en una fantasía heroica estándar para alinearse con la moda de Harry
Potter o Las Crónicas de Narnia.
Tim Burton era mi director favorito durante mi
adolescencia. Me sentía identificado con sus personajes y me fascinaba su
estética, su estilo tan personal y único. Él había dirigido algunas de mis
películas favoritas: Batman (1989), Batman Regresa (1992), Edward
Scissorhands (1990), Ed Wood (1994), Sleepy Hollow (1999)… Y
claro, era el creador de El extraño mundo de Jack (aunque el
verdadero director, Henry Sellick, merece más crédito del que recibe). Incluso
fui, y sigo siendo, un apologeta de su malhadada versión de El
planeta de los simios (2001).
Pero algo pasó en los dosmiles… Burton pareció poco a
poco perder la magia. Con lo mucho que me gusta su película de simios
maquillados, en retrospectiva podemos ver que era un mal augurio: una larga era
de adaptaciones y refritos de trabajos clásicos estaba por venir, y con cada
entrega Cada vez se escuchaba menos esa voz propia que lo había hecho
sobresalir. En un principio no era tan notable; El gran pez (2003) fue muy
buena y, mirando hacia atrás, Sweeney Todd (2007) es mejor de lo que le
di crédito en su momento.
Llegó un punto en que sus películas se sentían más y más
como hechas por encargo, sin pasión. Se repetía mucho a sí mismo, metía a
Johnny Depp y a Helena Bonham Carter en todo lo que hacía; abandonó los efectos
especiales prácticos y los escenarios físicos por un festín de CGI y pantallas
verdes que le daban un aspecto atroz. Sí, el estilo visual todavía se parecía,
pero más como un recordatorio de lo que había sido, una sombra de su grandeza
anterior.
Así, tras las decepciones de Charlie y la fábrica de
chocolates (2005) y Alicia en el País de las Maravillas, dejé de
emocionarme cuando escuchaba el anuncia de “la próxima película de Tim
Burton”. De plano dejé de ir al cine para ver sus obras, y si acaso, las
rentaba en video. Tres de ellas las evité por completo y no me arrepiento pues
no escuché nada bueno: Sombras tenebrosas (2012), Miss Peregrine y
los niños peculiares (2016) y Dumbo (2019). Ojos grandes (2014)
me pareció buena, pero después de todos estos años no me han dado ganas de
volver a verla y apenas si la recuerdo.
Las únicas dos películas que hizo en aquellos años que me
parece son auténticamente suyas son las de stop motion: El cadáver
de la novia (2005) y Frankenweenie (2012). No
olvidemos que Burton empezó su carrera en la animación, y aunque aquellas dos
están a la sombra de la obra maestra que es El extraño mundo de Jack,
han resistido al paso del tiempo y se han convertido en clásicos de Halloween
por derecho propio.
Cuándo exactamente inició el declive es algo que se discute
mucho. En lo personal, yo voto por Alicia como la película que me dejó
en claro que el Tim Burton al que había amado en mi adolescencia ya no
existía. Otros fans hablan de El planeta de los simios como el
principio del fin, y aunque a mí me gusta mucho esa peli, entiendo el punto.
Por otro lado, sé que muchas personas de generaciones más
jóvenes, en especial la chaviza gótica, aman Alicia… O peor: su
secuela de 2016, que ni siquiera dirigió Tim. Les juro que trato de entender el
porqué. Supongo que si la ves estando muy peque, te parece una aventura
emocionante con una imaginería muy distinta a cualquier otra cosa que hubiera
salido por esos años. Narnia para baby bats, imagino. Pero creo que esto sólo
pasa si no conoces ni la novela ni la carrera previa de Burton. Para colmo,
cuando piensan en él les vienen a la mente sobre todo las películas del
siglo XXI. Ya sé que hice escribí un
largo despotrique sobre cómo los rucos debemos aprender que los gustos de
los más jóvenes no son peores ni mejores, sólo diferentes, pero tengo que decir
lo siguiente:
Con Dumbo, Burton parecía haber tocado fondo.
Tras este chasco, el cineasta se tomó un inusual hiato de cinco años;
normalmente estrenaba una película cada dos, y nunca había dejado pasar más de
tres. Cuando supe que su siguiente proyecto sería una secuela de Beetlejuice
mi reacción fue de escepticismo y desencanto. Juzgué que había quedado tan
vacío de ideas que sólo le quedaba apelar a la nostalgia, sumándose a la
omnipresente tendencia de capitalizar la cultura de los 80 y 90.
Poco antes del estreno, leí unas
declaraciones de Burton que suavizaron mi postura. Decía que:
"En
los últimos años, me sentí un poco desilusionado con la industria
cinematográfica. De alguna manera, me perdí a mí mismo. Me di cuenta de que la
única manera de tener éxito es que debo amar lo que hago. Para esta película,
simplemente disfruté y amé hacerla".
Y añadió:
"No
estaba tratando de hacer una gran secuela por dinero. Quería hacer esto por
razones muy personales."
No pude ver la cinta cuando se estrenó, aunque las ganas no
me faltaron, sobre todo cuando empecé a escuchar que tanto el público como la
crítica la estaban recibiendo muy bien. Cuando por fin llegó en digital (guiño,
guiño) y la vi, pude decirlo: Tim Burton ha vuelto.
II
MI VIDA ENTERA ES UN CUARTO OSCURO
Tenía Beetlejuice (1988) en un
videocasete Beta pirata, de ésos que vendían en el Chetumalito, mercado local
especializado en importaciones y falluca. No sé cuántas veces la habré visto de
niño, pero sí recuerdo que las primeras veces era muy pequeño para alcanzar a
leer todos los subtítulos y seguir la historia. Tengo muy presente, eso sí, cuánto
me fascinaba. El gusano gigante, el Betelgeuse convertido en serpiente, la
parte en la que las esculturas cobran vida, cuando Adam y Barbara deforman sus
propios rostros, todas las escenas en la maqueta y en el más allá… Para mí era
increíble, a la vez aterrador e hipnótico, incluso si no entendía bien lo que
estaba pasando. Como le ocurre siempre a quien descubre la obra de Burton, lo
primero que llama la atención es que nada se ve como lo que él hace.
Algo curioso me pasó con Beetlejuice, y con otras
películas de horror cómico que vi una y otra vez en mi infancia (Cazafantasmas,
Gremlins, La tiendita del horror…): para mí eran películas de
terror auténtico. De verdad me daban miedo, mientras que la mayor parte del
humor se me escapaba… Y por eso mismo no podía dejar de verlas. Conforme crecía
y me di cuenta de que pretendían sobre todo ser chistosas, las medio fue poniendo
a un lado, aunque sin dejar de guardarles cariño.
Pues bien, como preparación para la secuela, volví a ver Beetlejuice;
ya habían pasado algunos años desde la última vez, y siempre es bueno
revisitar el arte que nos ha gustado, porque en diferentes etapas de
nuestras vidas lo valoramos de otras maneras. Y bueno, pude apreciar mejor todo
lo que la hace un clásico: su originalidad, su creatividad visual, las
maravillosas actuaciones de todo el reparto, lo delicioso de su humor negro…
Conocemos bien la historia: Barbara y Adam Matiland
(Geena Davis y Alec Baldwin) son una feliz pareja de fantasmas en el tranquilo poblado
provinciano de Winter River, que ven su casa invadida por pretensiosos yupis
neoyorquinos, Charles y Delia Deetz (Jeffrey Jones y Catherine O’Hara). De
entre los recién llegados, la única persona auténtica, la única que quiere
entender a los Matiland y que conecta con ellos es la hija, Lydia
(Winona Ryder). Hartos de los Deetz, los Maitland conjuran a Betelgeuse
(Michael Keaton) para espantar a los intrusos. La idea era poner de cabeza la
premisa de Cazafantasmas: unos fantasmas contratan a un espantador
profesional para deshacerse de los vivos que invaden su hogar. Claro que Beetlejuice
terminó yendo mucho más allá y convirtiéndose en algo único.
Algo que noté esta vez es cómo los Deetz no tienen ningún
respeto por su nuevo hogar, ni por sus antiguos dueños, ni la comunidad a la
que se han mudado. Aunque Charles en un principio valora lo tranquilo que es el
pueblo, en cuanto ve una oportunidad de hacer dinero explotando la casa
embrujada, empieza a planear un parque de diversiones que alteraría por
completo la vida en Winter River. El verdadero monstruo es la gentrificación.
Otra cosa en la que no había reparado mucho es en la
peculiar visión de la muerte y el más allá que nos muestra Tim Burton.
Tanto aquí como en El cadáver de la novia el cielo, el infierno, los
ángeles, los demonios y Dios están por completo ausentes. En ambas cintas, el
más allá es un reflejo torcido y grotesco del mundo de los vivos, pero si en El
cadáver de la novia hay una suerte de alegría carnavalesca, en Beetlejuice
es una pesadilla burocrática sin final. En una cultura tan cristiana como
la gringa, esto era bastante subversivo.
Tim Burton es tremendamente popular en México. Creo que su
humor negro, en el que hasta la muerte es asunto de risa, ha resonado mucho con
nuestro público. El imaginario mexicano, con su tipo tan peculiar de
religiosidad, que admite la creencia en fantasmas, calacas, chaneques, limpias,
la Santa Muerte y demás, dio la bienvenida a las macabras fantasmagorías del
director californiano.
Cuando vi por primera vez El cadáver de la novia pensé
“esto es mucho como la visión mexicana del Día de Muertos”, y no hace mucho leí
una reseña de Letterboxd que la declaraba una mejor película del Día de Muertos
que Coco de Disney. Y sí, creo que tiene toda la razón. Coco tendrá
los colores, pero presenta un más allá con división de clases sociales y una
aduana migratoria, totalmente ajenos a la visión mexicana. En El cadáver de
la novia los muertos bailan y cantan. Y aunque las tenebrosas oficinas de Beetlejuice
no se parecen a nuestra idea del más allá, sí que podemos identificarnos
con el laberinto burocrático que retrata, porque es algo que vivimos en nuestro
día a día.
Y luego está Lydia. Oh, Lydia, mi primer crush gótico.
No es sólo que Winona Ryder se viera hermosa en sus atuendos y maquillaje, o
que me embrujara con su voz tenue y su personalidad melancólica y sarcástica.
Es la importancia que ha demostrado tener con el tiempo. La subcultura goth,
que tomó forma a principios de la década, encontró en Lydia una de sus primeras
representaciones en el mainstream. De hecho, Lydia prácticamente creó el
arquetipo de “la chica gótica” en la cultura pop, tanto en su aspecto como en
su personalidad.
Más aun, su tipo de personaje anunciaba el cambio en la
subcultura que se daría durante los 90, dejando en segundo plano sus raíces
urbanas, punk y de clase trabajadora, para dar más énfasis al romanticismo
gótico en ambientes clasemedieros suburbanos. Lydia es citada como una de las principales inspiraciones para jóvenes goth de la generación noventera,
una muchacha retraída e incomprendida con la que podían identificarse. Como le
dijo Winona a Tim Burton cuando develaron
su estrella en el Paseo de la Fama:
“Hiciste
que ser una chica rara no sólo estuviera bien, sino que fuera algo para
celebrarse”
Tras el éxito de Beetlejuice, la productora Geffen
estaba muy interesada en una secuela. A lo largo de los años, Burton, Keaton y
Ryder expresaron su disposición para volver si había un buen proyecto. Sin
embargo, nadie lograba escribir un guion que satisficiera al director, que se
enfocó en otros trabajos. Así pasaron los años y las décadas, hasta que en 2022
se anunció el milagro: ¡habría segunda parte!
Estamos en un momento cultural en el que el reciclaje es
la norma, y en que actores y actrices en la vejez regresan a interpretar
papeles que les dieran fama décadas antes. Yo mismo me siento ambivalente,
entre el reconocimiento de que esto es un problema cultural que nos impide
crear cosas nuevas y el hecho innegable de que muchas de estas obras
nostálgicas realmente me gustan.
Beetlejuice Beetlejuice tenía la difícil tarea
de emerger como una digna sucesora, casi 40 años después de la original, y el
peligro de resultar otra de esas muchas trampas nostálgicas desangeladas. En
cambio, se ha convertido en un raro ejemplo que muestra el potencial creativo
de la nostalgia. En vez de repetir la misma dinámica de Beetlejuice o
depender de reminiscencias manipuladoras, Burton expande el universo que
creó en los 80 y pone a sus viejos personajes en situaciones nuevas.
Transforma que lo habría sido otra comedia de humor negro en una reflexión
sobre el duelo, la vulnerabilidad y las relaciones tóxicas.
La estética burtoniana está de vuelta en todo su esplendor,
con efectos especiales prácticos y sin temor a sacarnos de onda con su grotesca
belleza. Conocemos más de la tierra de los muertos, un revoltijo de
expresionismo alemán, luces de neón y hasta un toque de funk. Es lo más Tim
Burton que sus películas se han visto en años.
No he hablado de la estrella del show, Michel Keaton como
Betelgeuse, tan estupendo en ésta como en la primera parte. Se mueve
frenéticamente de aquí para allá, dice sus diálogos con una energía increíble y
transmite el gran carisma que lo caracteriza. Pareciera que no pasaron tantos
años entre una interpretación y la otra. Después del fiasco que implicó hacerlo
regresar como Batman en la terrible The Flash, éste es el retorno
triunfal que merecía el actor.
Me preocupaba que narrar el origen de Betelgeuse le
quitara algo de misterio al personaje, pero no fue así. La retrospectiva es muy
breve y no revela más que lo relevante para la trama. Además, es un hermoso homenaje
al cine de Mario Bava (el maestro del gótico italiano), en los ángulos de
cámara, la cinematografía en blanco y negro, y hasta la narración en italiano.
Jeffrey Jones está canceladísimo (y con razón; si no
quieren arruinar sus recuerdos de la infancia, no busquen lo que hizo), pero
Burton se las ingenió para no dejar de incluir al personaje de Charles. Aparece
como su propio fantasma decapitado y, antes que eso, en una secuencia de
animación en stop motion, que no sólo está chulísima, sino que nos
recuerda los orígenes del director.
Si algo no me gustó de la peli fue que el personaje de
Delores (Monica Bellucci) está desperdiciado; con eso quiero decir que su
participación merecía más. Burton tiene la costumbre de incluir a sus parejas
en sus películas. Cuando andaba con Lisa Marie Smith, que es modelo, le daba
pequeños papeles y hasta era divertido descubrir en qué situación la pondría en
cada peli. Pero cuando estuvo con Helena Bonham Carter, que es actriz
profesional, le dio protagónicos en todo lo que hacía, hasta que acabó
hartándonos. Ahora que es novio de Bellucci espero que encuentre un equilibrio.
Wolf Jackson (Willem Dafoe) es quizá el personaje más
divertido de toda la película, hasta el punto que casi se la roba. Sin embargo,
hay que admitir que su línea argumental podría haberse omitido y la cinta
habría sido prácticamente la misma. De hecho, todo parecía apuntar hacia un
final épico en que por fin todas las líneas se unirían, con Delores,
Beetlejuice, Lydia y su familia, Wolf y la policía fantasmal, reunidos en la
iglesia para un enfrentamiento de todos contra todos… En cambio, la situación
se revuelve muy fácil y de forma un tanto decepcionante.
Burton dijo que hacía esta película porque quería recordar
qué era lo que amaba del cine y reflexionar sobre todo lo que ha aprendido
a lo largo de sus muchos años en este arte. Se nota. Ésta es la película más
personal y sincera que ha hecho desde El gran pez, que es en gran parte
una exploración de sus sentimientos tras la muerte de su padre, con quien
siempre tuvo una relación difícil. Beetlejuice Beetlejuice se siente
como una película de Tim Burton, pero también como la obra de un cineasta
maduro.
Treinta y seis años después, Lydia Deetz ya no es la chica
cool, sino una mujer rota. Ha sufrido mucho; claramente tiene depresión
y estrés postraumático; tiene una mala relación con su hija Astrid
(Jenna Ortega), y su madre adoptiva Delia es una ególatra que no la entiende; su
primer matrimonio fracasó y su ex marido desapareció; ha perdido su
asertividad, se niega a sí misma constantemente y es vulnerable a las
manipulaciones de su novio, el narcisista Rory (Justin Theroux). Me
dolió profundamente verla así; tan importante es para mí el personaje que se
sintió como reencontrar a un amor platónico de la infancia y verla muy herida.
Su hija Astrid corre el riesgo de repetir los mismos
patrones. A pesar de que denuesta a su madre por su debilidad y falta de
carácter, Astrid no tarda en caer en las manipulaciones del primer chico
lindo que conoce y que le presta algo de atención. Como una leyenda de
antaño en que los héroes debían atravesar la tierra de los muertos, madre e
hija se unen en una odisea que las lleva al más allá para salvarse la una a la
otra y a sí mismas. He ahí, creo, el corazón de la peli.
Hay una constante en muchas de estas secuelas de larga
distancia: los protagonistas, a quienes habíamos dejado triunfantes en la
juventud, regresan a nosotros como seres melancólicos y agobiados por el
fracaso. ¿Simple cliché para lograr una historia de redención, o hay algo más
ahí? ¿Es acaso un reflejo de la experiencia de vida de toda una generación,
acosada por el trauma y la depresión? ¿Es incluso algo más universal, algo de
la condición humana y la inevitabilidad de la vejez y la muerte? No sé, pero me
conmovió mucho.
El final de la peli apunta a otra secuela. Si es tan buena
como ésta, daré la bienvenida para que finalice la trilogía; espero que
sea bajo la dirección de un Burton motivado por la misma pasión y guiado por la
misma sinceridad. Al respecto, director ha dicho medio en broma:
“Hagamos
las cuentas… Tomó 35 años hacer esto, así que yo tendría más de 100. Supongo
que es posible con el avance la ciencia estos días, pero yo no lo creo”
Bueno, no le hace. Si es necesario traerlo del más allá, lo
invocaremos repitiendo su nombre tres veces: ¡Tim Burton, Tim Burton, Tim
Burton!
FIN
PD: Quiero reconocer a mis amigos y mentores Manuel Escoffié y Jorge Cortazar. Las dos emisiones de su programa Los ojos de la Bestia que dedicaron a Betelgeuse (aquí y aquí) me dieron muchas ideas para escribir esta reflexión.
- The Guardian: Tim Burton admits he was a little lost
- Enterteinment Weekly: Winona Ryder on being a weird girl
- Variety: Burton didn't make 'Beetlejuice 2' for the money
- The Independent: La sociedad era como los aldeanos de 'Frankenstein'
- Deadline: Tim Burton at Lumiére Festival
2 comentarios:
Fui de los muchos que vieron la serie animada antes de ver la película y luego se quedaron desconcertados al resultar que Beetlejuice no era amigo de Lydia y de hecho era el villano de la historia.
Yo no recuerdo cuál vi primero, pero creo que fue la película. Como decía, no entendí bien lo que pasaba hasta que crecí, y entonces me di cuenta de que Betelgeuse no era bueno.
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