Esta entrada fue publicada en 2018, y hablaba de la situaciĂłn de la generaciĂłn millennial en aquellos tiempos. AĂşn asĂ, sigue siendo vigente para entender el desarrollo de mi generaciĂłn, su impacto en la cultura popular y sus diferencias con otras generaciones.
Fue el amigo de un amigo de quien
escuché por primera vez esa palabra cuando hablábamos de las viejas series
animadas que solĂamos ver en nuestra infancia (los 80 y la primera mitad de los
90). SegĂşn me explicĂł, la palabra describĂa el sentimiento de nostalgia que a
menudo invadĂa a los jĂłvenes de nuestra generaciĂłn (en ese entonces estábamos
en nuestros tempranos veintes), un fenómeno extraño dado que la nostalgia era
más comĂşn en los ancianos, para quienes el mundo de su juventud habĂa
desaparecido.
SegĂşn el Urban Dictionary, el tĂ©rmino significarĂa una mezcla entre
nostalgia y novedad, una emoción más positiva que la de la simple añoranza, ya
que involucra un redescubrimiento y un disfrute renovado de aquello que formĂł
parte del pasado.
¿Son los Millennials una generaciĂłn
particularmente nostálgica? Hoy en dĂa la neostalgia está por todas partes. Hay
blogs, canales de Youtube y sitios de Internet dedicados especĂficamente a recordar productos de la cultura pop que
parecen muy remotos, pero que en realidad tendrán unas dos décadas de
antigĂĽedad. A su vez Hollywood echa mano de productos culturales de nuestra
infancia para capitalizar con nuestros recuerdos. Yo mismo he escrito
extensamente sobre “cĂłmo era antes” hablando de series animadas,
cĂłmics,
canales
de televisiĂłn, computadoras
e Internet, videojuegos,
juguetes
y más.
Nada nuevo hay bajo el sol, se
dice. Siempre ha habido un afán por “recordar los buenos tiempos”. Hay en
nuestra psique una tendencia natural, un sesgo cognitivo llamado “paraĂso
perdido” que nos lleva a idealizar el pasado. DespuĂ©s de todo, cuando Ă©ramos
niños nuestras vidas eran más sencillas y tenĂamos menos problemas, por lo que
asumimos que la vida era mejor, a la
vez que filtramos y excluimos cualquier aspecto negativo de esa idealizada edad
de oro. Cada generaciĂłn se rebela contra la anterior e idealiza no sĂłlo su
propia infancia, sino el pasado que nunca conociĂł.
Gráfica válida para 2018
AsĂ, la nostalgia Millennial va más
allá de la propia niñez. Podemos verlo en una necesidad de regresar hacia
décadas que ni nos tocaron vivir. Esto se manifiesta en un descubrimiento de lo
retro y lo vintage, una fascinación hacia la estética de las cosas de antaño,
pero no precisamente antigĂĽedades valiosas o las obras de arte, sino aparatos de
tecnologĂa caduca, ornamentos pasados de moda, afiches publicitarios de
productos extintos, parafernalia de cultura pop olvidada, etcétera. Sin
embargo, creo que hay algunos factores que hacen de la neostalgia Millennial algo
muy particular.
He visto criterios muy poco
consistentes para clasificar a los jĂłvenes como Millennials. Algunos los
circunscriben a los nacidos entre 1980 y 2000, algo que me parece difĂcil de tragar,
porque la experiencia de vida de dos personas que se llevan 20 años de diferencia
no puede ser igual. Otros dicen que entre 1985 y 1995, lo cual podrĂa tener más
sentido, pero que nos deja fuera a los nacidos entre el 80 y el 84, que
definitivamente tampoco somos GeneraciĂłn X. A alguien se le ocurriĂł que estos
últimos nos deben llamar Xennials. Además, ni de lejos todos tenemos las
caracterĂsticas que el estereotipo nos atribuye. Como siempre, los intentos de
delimitar fracasan tratándose de la complejidad de los asuntos humanos. Pero for argument’s sake, retomemos la
clasificación más amplia y hagamos de cuenta que todos los Millennials somos hipsters
veganos con tatuajes y tendencias pansexuales.
Parece que hay generaciones que son
vanguardistas y otras que son nostálgicas, y los Millennials somos como una
mezcla rara de ambas. Por un lado somos la generación más progresista y liberal
de la historia frente a temas polémicos como la sexualidad, la diversidad de
identidades, las relaciones de poder y las desigualdades sociales. Por otro,
buscamos en el pasado sĂmbolos y referentes.
Para ninguna generaciĂłn anterior la
cultura pop habĂa sido tan importante. Los mitos, Ăconos, arquetipos,
narrativas y referentes provenientes de ella forman parte de nuestro imaginario
colectivo como nunca fue para nuestros mayores. Generaciones anteriores tenĂan
mitologĂa y clásicos literarios. Nosotros tenemos las caricaturas con las que
crecimos.

Esto tenemos en comĂşn con la
Generación Z, la más joven. Pero hay algo fundamental que nos diferencia: el
ritmo al que las cosas han cambiado para nosotros fue mucho más vertiginoso. En
nuestras tres o menos décadas de vida vivimos la evolución de los videojuegos
desde el primer Nintendo hasta las complejas obras de arte que son ahora;
vivimos la transiciĂłn de los discos de acetato a los CDs, a los mp3 y a las playlists de Youtube y Spotify; vimos
las redes sociales crecer desde el mIRC hasta Tinder y Snapchat; conocimos la
experiencia del cine y los videoclubes, de la tele local, pasamos por la
llegada del cable y ahora estamos viendo pelĂculas y series a travĂ©s de
Internet, ya sea de forma legal o pirata. No creo que a los Z les toque ver
cambios como pasar la infancia antes de Internet y la adolescencia durante el
ascenso de Internet.
Por eso experimentamos la nostalgia
de diferente manera. De haberlo querido, alguien del pasado podrĂa volver a los
cuentos de hadas que leĂa en su infancia o ver cĂłmo sus hijos se entretenĂan
más o menos con las mismas diversiones. Generación tras generación, muchos
crecieron leyendo Caperucita Roja y
jugando a las escondidas. Pero sĂłlo nosotros crecimos viendo Patoaventuras y jugando Super Mario Bros.
Cuando estaba en secundaria ya
añoraba los programas de televisión que pasaban cuando era niño y que para
entonces se habĂan dejado de transmitir. Me sacĂł de onda cuando, muchos años
después, supe que mis alumnos de secundaria y prepa también recordaban con
nostalgia las caricaturas que ellos veĂan de niños. Pero tambiĂ©n para los más
jóvenes es diferente. Ellos podrán sentir tanta nostalgia como nosotros, pero ya
tienen a su alcance toda la biblioteca universal de Google para volver a ver Clifford el Gran Perro Rojo, escuchar
las canciones que estaban de moda cuando fueron a su primer fiesta de XV años,
o jugar el videojuego que les gustaba en la primaria. Dado que ellos nacieron
con la Web 2.0 a su disposición, y usarla les vino más natural que leer y
escribir, siempre han tenido la oportunidad de volver a visitar aquellos
productos de la cultura pop con los que crecieron.
En cambio, durante toda mi
adolescencia –entre la segunda mitad de los 90 y la primera mitad de los
dosmiles- era prácticamente imposible volver a la cultura pop de mi infancia.
Las series de TV se habĂan dejado de transmitir, la mĂşsica ya no estaba en la
radio, los videojuegos y los cĂłmics viejos sĂłlo sobrevivĂan en manos de quienes
los habĂan guardado celosamente desde un principio. SĂ, ahora podemos volver a
todo ello, pero durante una dĂ©cada más o menos lo creĂmos perdido. Como se
dice, la nostalgia ya no es lo que era.

Pero vámonos con otro factor de
esencial importancia: los Millennials somos la generación a la que más ha
costado hacer la transición a la vida adulta. A los 25 años mi padre ya era un
adulto capaz de mantenerse a sĂ mismo, a su esposa y a su primera hija por
venir. En algunos años más podrĂa comprar una casa propia y un par de
automĂłviles. Para nosotros, la situaciĂłn econĂłmica del mundo ha hecho el
prospecto de la independencia algo intimidante, cuando no del todo imposible.
Los salarios son bajos, los costos de vida son muy altos. Al igual que muchos
de mi generación tuve una educación académica privilegiada que superó por mucho
la de mis viejos, pero el mercado laboral es mucho más difĂcil. Somos la
primera generación en décadas que no puede aspirar a tener un futuro mejor que
el de sus padres. IrĂłnicamente, a la vez se nos educĂł para ser menos
conformistas y “seguir nuestros sueños”.
El ritual de paso a la vida adulta,
que podĂa ser la graduaciĂłn universitaria, la boda, o el irse de la casa
paterna, que fuera inequĂvoco y contundente para la generaciĂłn anterior, es
para nosotros motivo de ansiedad y confusiĂłn. Para nuestros mayores el paso a
la adultez podĂa ser duro, pero estaba claro; la generaciĂłn siguiente aun está
estudiando y no ha tenido que enfrentarse a ello. Nosotros en cambio tenemos el
estigma de ser un fracaso como adultos, en un mundo hostil y ante un futuro
incierto. ¿CĂłmo no volcarnos hacia la seguridad del pasado?
La fuerza emotiva de la neostalgia
en los Millennials ha sido notada por los creadores de contenidos. El meme de
Robin Williams en Jumanji (que también
ha sufrido un refrito) gritando “¿QuĂ© año es Ă©ste?” lo manifiesta muy bien
cuando vemos pelĂculas como La Bella y la
Bestia y Power Rangers en
cartelera. El reciclaje de la nostalgia se convierte en un burdo acto
masturbatorio que proporciona entretenimiento perezoso al pĂşblico y dinero
fácil a los productores. Nos inundamos de refritos, secuelas y adaptaciones de
la cultura pop de los 80 y 90, y renunciamos a crear o fomentar la creaciĂłn de
contenidos originales.
Pero la nostalgia no necesariamente
implica decadencia cultural. ¿No era acaso la nostalgia por el pasado
grecolatino una de las principales fuerzas del Renacimiento? ¿Y no era la
nostalgia por una Edad Media idealizada uno de los componentes centrales del
Romanticismo? La reinterpretaciĂłn y resignificaciĂłn de la cultura pop
nostálgica puede dar también lugar a productos de alta calidad, desde cómics
como Planetary
hasta series de TV como Stranger
Things.

Para mĂ la consciencia de mi condiciĂłn
de chico neostálgico inició en la secundaria cuando me vi con mis primos y
amigos añorando los programas de televisión de mi infancia, sobre todo las
series animadas. No lo sabĂa, pero a nosotros nos tocĂł algo que despuĂ©s serĂa
llamado Animation Reinassance, un
boom de la animaciĂłn occidental tanto en la pantalla grande como en la chica,
que se manifestĂł en la cantidad y calidad de sus contenidos. Dicha era dorada
iniciĂł a principios de los 80 y terminĂł a mediados de los 90, justo cuando
pasábamos a la adolescencia.
Disney se aventaba obras maestras
desde La Sirenita hasta El Rey LeĂłn, para alcanzar los altos
estándares que Don Bluth, en la dĂ©cada anterior, habĂa sentado con obras como La tierra antes del tiempo o Un cuento americano. En la televisiĂłn
pudimos ver cĂłmo Thundercats o Los Verdaderos Cazafantasmas sentaban
las bases de una gran calidad en contenidos, que alcanzarĂa su pináculo con Batman: la Serie Animada. AsĂ que sĂ, no
es sĂłlo idea nuestra: las series animadas con las que crecimos eran algo
especial y su calidad no serĂa alcanzada sino hasta esta Nueva Edad Dorada de
la televisiĂłn que se dice que vivimos.
Esto es sĂłlo un ejemplo del bagaje
cultural pop tan rico y sui generis con
el que crecimos los Millennials. Qué
haremos con él es otra cuestión. Podemos quedarnos regodeándonos en nuestra
incapacidad de superar el pasado, dejar que nos manipulen con refritos y pastiches de lo
mismo hasta que alguna generaciĂłn futura empiece a crear los nuevos mitos pop
que serán parte de “los buenos viejos tiempos” de alguien más. O podemos tomar
ese legado que tenemos para analizar y construir cosas nuevas, y entendernos
mejor a nosotros mismos.

Publicado originalmente en Memorias de NĂłmada
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2 comentarios:
Yo solo puedo decir que detesto los vinilos y no entiendo porque tanta gente de mi generaciĂłn los idealiza. la nostalgia y al neostalgia se acaba cuando miras al pasado y admites: "¡Eso era una basura!" y ahi la dejas que ya la disfrutaste y volver a ella solo te hará consciente de sus fallos.
Lo que me gustarĂa ver es más nuevas historias y conceptos en lugar de refritos de la guerra de las galaxias que como definĂa una chica en youtube no son más que peliculas zombie: franquicias revividas que son un espertento que no satisface a los fans de los originales ni capta la atenciĂłn de nuevos espectadore más allá de la siguiente cosa de moda, que alrito que vivimos ocurre en cuestiĂłn de meses. Siempre la atenciĂłn está puesta en el prĂłximo gran evento.
La verdad es que la antinostalgia me gusta mucho menos que la nostalgia. La nostalgia ya puede llegar a ser pesada y base de complejos de superioridad, pero la antinostalgia es directamente un ejercicio en moralizaciĂłn del gusto ajeno.
Porque (por lo menos en los casos en los que yo, personalmente, la he visto expuesta) la antinostalgia parte de la suposiciĂłn de que, si la obra de turno, por ser antigua, entonces es "objetivamente" mala (en el sentido artĂstico), entonces es "objetivamente" imposible que a alguien le pueda gustar; luego, si alguien afirma que le gusta, "objetivamente" se debe a que es un estĂşpido de mente cerrada que no ve la verdad, a diferencia del antinostálgico, que, "objetivamente", es el Ăşnico capaz de ver que el emperador va desnudo. No cabe en ningĂşn momento la posibilidad de que la persona haya vuelto a ver la obra muchos años despuĂ©s y le haya seguido pareciendo buena, o le haya seguido encontrando puntos positivos a pesar de que tambiĂ©n le haya encontrado defectos que antes no le veĂa, o que la haya visto por primera vez muchos años despuĂ©s de su apariciĂłn original y le haya parecido tan buena e indispensable como le dijeron. La Ăşnica razĂłn que cabe es que la persona es estĂşpida, retrĂłgrada, poser, o directamente maligna.
Y de ahĂ se pasa a la moralizaciĂłn. ¿QuiĂ©nes son los que dicen que antes todo era mejor y que ahora todo está peor? Los derechistas, porque siempre han sido conservadores, y siempre lo serán. Entonces, "objetivamente", toda persona que prefiera la versiĂłn antigua de cualquier cosa es conservadora, y por lo tanto, es derechista, y por lo tanto es un enemigo al que hay que combatir. No ayuda que de verdad hay fanáticos conservadores de esas cosas que siempre aparecen para vomitar sapos y culebras cada vez que algo es reiniciado. Y de ahĂ se empiezan a trazar las lĂneas; el gusto por la versiĂłn original es inherentemente inmoral, maligno y fascista; el gusto por el reboot -o el disgusto por la idea de los reboots- es inherentemente moral, bueno y correcto.
Y con la moralizaciĂłn del gusto vienen las acrobacias para excusar aquellas obras por las que sienten nostalgia "los buenos"; las tĂpicas "pero en su momento hizo algo nuevo", "pero yo por lo menos soy consciente de que tiene defectos" y todas las demás. Beast Wars, La amenaza fantasma y Sonic Adventure no salieron ayer, precisamente.
Al final, "te puede gustar lo que quieras siempre y cuando reconozcas que es malo" es como lo que decĂa aquel personaje de Juego de tronos: todo lo que va antes del "siempre y cuando" es inválido...
Por eso a mà me vienen a decir "La cosa que te gustaba de niño en realidad es Objetivamente Mala" y me cierro.
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