El Rey León y la ideología conservadora - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

miércoles, 22 de enero de 2020

El Rey León y la ideología conservadora


Hola, humanos de la selva urbana. Hoy les traigo el nuevo de mi canal de YouTube. En esta ocasión, tomaré El Rey León como la excusa perfecta para ilustrar en qué consiste una visión conservadora de la sociedad y política. Como ustedes saben, de lo que más me gusta es tomar cosas de la cultura pop para hablar de los asuntos importantes de la vida. 

Aquí va el video, pero si prefieren, les dejo también la transcripción del guion. Como siempre, agradezco a mi camarada Daniel Cuevas por su apoyo con este proyecto.


El Rey León, la obra maestra del Renacimiento Disney, una de mis películas favoritas de la infancia y experiencia colectiva definitoria para cualquier niño de los 90. Es también una obra profundamente conservadora…

Ojo, no voy a decirles aquí que El Rey León es un panfleto conservador que lavó el cerebro de millones de niños para que fueran panistas, ni que es problemática y que hay que cancelarla. Lo que voy a hacer es tomar El Rey León como ejemplo para ilustrar cuál es el meollo de toda ideología conservadora. Y precisamente tiene que ver con el statu quo: de fondo, las posturas conservadoras consisten en el deseo de preservar las estructuras de poder existentes.

Si El Rey León es conservadora, ello se debe a que sigue la estructura clásica de un cuento de hadas (con un poco de toques de Shakespeare… y fusiles descarados de animes clásicos). Y la estructura de los cuentos de hadas es eminentemente conservadora, como se puede ver en todas las cintas de Disney de aquellos años. En ellas nunca se cuestiona al statu quo. Todo lo contrario: por lo general tratan de algo que rompe con un orden natural, que hay que restaurar. Nuestro protagonista debe mostrar su valía y probar que merece un lugar alto en esa estructura. La única excepción bien podría ser el caballo negro del Renacimiento Disney: El Jorobado de Notre Dame.

Veamos El Rey León. Es la historia de un reino gobernado por Mufasa, un buen rey, sabio y justo. El buen rey es asesinado, y Simba, el heredero legítimo al trono, se va al exilio y todos lo creen muerto. Scar, el asesino, usurpa el trono y gobierna como un tirano, lo que lleva al reino a una profunda crisis (¡vaya, hasta deja de llover!). El heredero legítimo regresa al reino, vence al usurpador, recupera el trono y el orden natural se restablece.


¿Cómo es ese statu quo que nos plantea la película? Nos dice que:

Es jerárquico: cada criatura tiene su lugar en una escala de autoridad: los leones están a la cabeza, las hienas están hasta abajo.

Es orgánico: cada especie desempeña una función vital para el equilibrio del sistema, y todas aceptan su lugar en esta gran cadena.

Es esencialista: puesto que el lugar de cada ser está determinado por quién es realmente, por una esencia inmutable que tiene en sí desde el nacimiento.

Es eterno: es un ciclo sin fin.

Es natural: no se trata de una construcción social, sino de las cosas como son en la naturaleza.

Y, sobre todo, es bueno y justo: mientras el sistema va bien, a todos les va bien. Si el statu quo es alterado, todo se degenera y reina el caos.

Bien, pues es justamente así como las personas conservadoras valoran el statu quo existente. Pensemos en la sociedad como una pirámide. Es un modelo simplificado, pues las relaciones de poder son más complicadas, pero sirve para el ilustrar el concepto. Quienes tienen más poder y privilegios están en la punta y quienes están más fregados van hacia en base. Los de arriba mandan sobre los de abajo.

El conservadurismo consiste, pues en querer preservar la estructura social tal como está. Las personas progresistas quieren transformar, reformar, o de plano destruir, esa pirámide. Las personas reaccionarias, por su parte, son aquéllas que quieren regresar a un orden anterior, antes de que los cambios progresistas ya ocurridos alteraran las cosas.


INTERLUDIO CULTURAL

Éste es un buen momento para aclarar que esto de ser conservador o progresista es algo relativo. Una persona es más de uno o de lo otro en relación con las otras, con la sociedad y los tiempos en los que vive. Por ejemplo, alguien que en el año 1900 está a favor del sufragio femenino es progresista. Alguien que en 2020 piensa que con el voto femenino ya se consiguió toda la igualdad de géneros que hace falta, es conservador.

Tampoco se trata de una dualidad, sino más bien de un espectro. ¿Quieres preservar el statu quo tal cual es? ¿Quieres transformarlo? ¿Qué tanto, qué tan rápido? ¿Qué cambios estás dispuesto a aceptar? ¿Qué males son tolerables por el momento? ¿Qué eres capaz de hacer con tal de mantenerlo o de derribarlo? ¿Qué te es indiferente? Todas estas cuestiones pueden tener respuestas distintas.

Además, cada uno de nosotros puede tener opiniones más o menos conservadoras en unos temas y más o menos progresistas en otros. Así que más que decir que hay personas conservadoras, lo correcto sería señalar que hay personas que tienen posturas conservadoras. Por ejemplo, yo soy bastante progre en mis opiniones sociales y políticas, pero mis gustos estéticos, literarios, musicales y cinéfilos son bastante clasicistas. Tengan en cuenta que aquí estaremos usando generalidades para ilustrar conceptos.

FIN DEL INTERLUDIO

A lo largo de la historia han existido diferentes pirámides sociales. Podemos ver la del Ancien Régime, la del México colonial, la de la India brahmánica, la de tu oficina Godínez y así y así.

Todas estas pirámides tienen en común que cuentan con justificaciones hechas para mantenerlas: para el Ancien Régime, era la voluntad divina. Para la India, era el karma. (Sí, el karma es una superstición inventada para mantener la desigualdad social, no una creencia bonita que tehace “más espiritual”. Pinche hippie ¬¬).

En nuestro mundo moderno, la justificación de la pirámide es la meritocracia, la idea de que un sistema económico libre premia y castiga con justicia a quien se lo merece; los inteligentes y trabajadores subirán, mientras los tontos y los flojos bajarán.


Recuerden que hace un momento les decía que esto de la pirámide es una simplificación conveniente. No debemos tener en cuanta sólo la riqueza para entender por qué algunas personas tienen poder sobra otra. También son importantes factores como la raza, el género, la orientación sexual, las condiciones de salud, etcétera; y el cómo estos factores interactúan entre sí. Es decir, interseccionalidad, niños.


El Rey León tiene su propia pirámide. En ella, el Rey está, obviamente, a la cabeza. Él y su harén de leonas son la clase dominante. Los demás animales ocupan alguna posición en la jerarquía hasta que llegamos a lo más bajo: las hienas.


En la vida real las hienas no están “en el escalón más bajo de la cadena alimenticia”: son depredadoras, no sólo carroñeras. Pero en El Rey León, son la clase social más baja (no ayuda que los actores de voz en inglés hayan sido puros afroamericanos #ImplicacionesDesafortunadas). Como es de esperarse, las hienas están resentidas contra los leones, pero es porque no han entendido que merecen estar ahí, ése es su lugar natural, en una jerarquía fundamentalmente justa.

Cuando Scar toma el poder, al principio las hienas la pasan bien. Pero cuando se deja ver la devastación ocasionada por el gobierno ilegítimo, hasta ellas empiezan a lamentarlo. Vamos, hasta dice Banzai “y yo creí que sufríamos con Mufasa”. Y sí, porque al romper el orden natural de la sociedad, se han jodido a ellas mismas. Si hubieran simplemente aceptado su lugar en la base de la pirámide, habrían seguido jodidas, pero no tanto.


Los conservadores de la clase privilegiada desearían que los que están abajo entendieran que están ahí porque ése es su lugar, que lo merecen, que “son pobres porque quieren”, que “así lo quiso diosito”, que es “el ciclo de la vida”. Y que pretender alterar ese orden no sólo es injusto, sino que al final también a ellos les iría mal.

En El Rey León la sociedad de la sabana está compuesta por animales de diferentes especies y así se justifica que cada uno tenga su lugar y función. En el mundo real, en cambio, los humanos formamos una sola especie, con las mismas facultades y necesidades fundamentales.

Pero para los que defienden un orden social jerárquico y vertical, esto no es así. Necesitan creer que los diferentes niveles de la pirámide están ocupados por seres que son esencialmente diferentes los unos de otros, que tienen algo dentro de sí que los destina a estar en el lugar en el que se encuentran.

Los supremacistas lo justifican con el concepto de las “razas humanas”. Los defensores de la meritocracia capitalista creen que hay algo en la mente de los ricos, más inteligencia, mayor determinación, más creatividad, o lo que sea, que los hace ser lo que son. Lo mismo con los pobres, pero al revés.

¿Alguna vez vieron este tuit?


Ése y otros comentarios por el estilo reflejan la idea de que pobres y ricos están destinados por naturaleza a estar donde se encuentran… siempre y cuando se deje al sistema operar correctamente.

Además, aunque los defensores de la meritocracia no suelan decirlo abiertamente, esa creencia va de la mano de doctrinas racistas. Porque si dices que los pobres son pobres por tontos, viciosos y perezosos, y da la casualidad que en tu sociedad los más pobres son los indígenas o los afrodescendientes, al final estás diciendo lo mismo que el supremacista racial, pero con más pasos.

Hace poco leí un tuit de una cuenta derechista horrenda cuyo nombre no quiero mencionar, en la que contaba una anécdota. Una señora viajaba en taxi, y el taxista le decía que, gracias a las becas del nuevo gobierno, todos sus hijos estaban yendo a la escuela. La señora le cuestionó si no le daba vergüenza tener hijos cuando no podía mandarlos a la escuela por sí mismo, sino que hacía pagarle a ella la escuela de los niños. El burro éste celebraba que la señora, su tía, hubiera puesto en su lugar a ese chairo pobretón.

Ese tuit, me pareció, ilustra muy bien la cosmovisión de los conservadores. En el orden natural de las cosas, el taxista no habría podido mandar a sus hijos a la escuela, y eso estaba bien, es lo que se merecía. Si lo hubiera merecido, habría podido hacerlo. El dinero que la señora tiene, en cambio, también es merecido, porque lo tiene. (Esto es lógica circular, obviamente). Tomar de una para darle a los otros es romper el orden natural de las cosas. Es quitarle a los leones para darle a las hienas.

El pensamiento progresista es sumamente difícil de comprender para las personas con ideologías conservadoras. Por eso los vemos todo el tiempo “refutando” puros hombres de paja. No entienden cómo alguien pueda creer que el sistema que los beneficia a ellos sea injusto, y suponen que los quieren cambiarlo están movidos por rencor y envidia mezquinos. Su explicación favorita para el descontento social es: “están ardidos porque son pobres, y son pobres porque son inferiores”. Como las hienas.


Bueno, ¿y quién es Scar en toda esta situación? Scar es un demagogo, alguien que utiliza la frustración y resentimiento de una masa sin privilegios para usarla en contra de la jerarquía establecida y colocarse a sí mismo en la punta. Pero ojo: a Scar no le importan las hienas, incluso las desprecia; sólo las utiliza para llegar al poder. Una vez ahí, Scar disfruta de sus privilegios como gobernante, pero no se ocupa de mejorar la situación de las hienas. Aun así, nótese cómo constantemente les reitera que ellas lo necesitan, que sin él no tendrían nada.

Así es como los conservadores ven a los líderes sociales y revolucionarios: demagogos que sólo alborotan a los resentidos sociales para ponerse a sí mismos en la cima. Y sí, es cierto que abundan los demagogos que hacen esas cosas, pero para los conservadores, todos los líderes sociales que cuestionan el statu quo son justamente eso.

Personajes que hoy son héroes casi universales y hasta presentados como modelos a seguir por los mismos conservadores, como Martin Luther King, Nelson Mandela o las sufragistas, fueron en su momento tachados como alborotadores que arruinarían la sociedad si triunfaban.  

Y lo mismo pasa, y ha pasado a lo largo de la historia, con todo cambio que se pretenda hacer que altere el orden social, que afecte las relaciones de poder. ¿Acabar con la monarquía? ¡La sociedad se derrumbará! ¿Abolir la esclavitud? ¡La sociedad se derrumbará! ¿Voto a la mujer? ¡La sociedad se derrumbará! ¿Aumentar el salario mínimo? ¡La sociedad se derrumbará! ¿Qué se puedan casar los gays? ¡La sociedad se derrumbará! Y así por el estilo…

¿Por qué Scar es un mal rey? Porque no es legítimo. Porque, según el orden natural de la sabana, él no debería estar ahí. Está fuera de lugar. No podía haber sido un buen rey y su mandato no podría haber sido de otra manera. Simba, por su parte, estaba destinado a volver al reino y tomar el trono, no porque su experiencia de vida lo hubiera preparado para ser el mejor gobernante, sino porque su identidad así lo demandaba: “Recuerda quién eres”.

De la misma forma los conservadores se ponen como locos cuando alguien de orígenes modestos, o de la raza equivocada, llega a un puesto de poder: “Esto no debería estar pasando”. Sólo "los mejores" deberían estar en el poder, y "los mejores" son gente como ellos.

Una vez aceptado que la base de todo pensamiento conservador es preservar el statu quo, podremos entender de dónde vienen sus opiniones, incluso si en apariencia son contradictorias. ¿Se han preguntado por qué los ricos suelen ser tan mochos? ¿Por qué hay tantos entusiastas del capitalismo que al mismo tiempo son cristianos devotos? ¿Por qué hay gente que a la vez es fan de una atea inmisericorde como Ayn Rand, y de un hippie que literalmente dijo que si tienes dos pares de sandalias le regales uno a tu hermano descalzo? Pues porque la religión organizada y el culto del libre mercado tienen un papel fundamental en la preservación de las relaciones de poder existentes.


Por los ejemplos aquí mencionados, parecería que sólo las personas que forman parte de la élite económica pueden tener opiniones conservadoras. Nada más lejos de la verdad. De hecho, personas en toda la verticalidad de la pirámide pueden tener una mentalidad conservadora, incluso las que están hacia abajo, en especial en temas como la religión o la equidad de géneros.

¿Por qué es esto así? Quizá porque no imaginan otro orden social que el existente, hasta tal punto de considerarlo natural. Quizá porque quieren preservar el privilegio relativo, por poco sea, que tienen frente a otros grupos. Incluso hay algo de evidencia científica que sugiere que existen razones neuropsicológicas para inclinarse hacia un lado o el otro: las personas que valoran el orden y las jearquías tienden a ser conservadoras; las personas que valoran la equidad y la justicia, tienden a ser progresistas.

El caso es que, como el karma o el derecho divino de los reyes, la meritocracia capitalista ha demostrado ser sólo un mito. Decenas de estudios económicos y sociológicos la han derrumbado por completo. Y no, no importa cuántos casos conozcas de señores que echándole ganas salieron de pobreza y se volvieron empresarios; tus anécdotas personales son intrascendentes frente a los estudios y las estadísticas.

La pirámide en la que vivimos no es natural; es una construcción social mantenido por la fuerza. No es un ciclo sin fin; es resultado de procesos históricos, y como la monarquía o el feudalismo, terminará por ser superada. Las narrativas que nos hemos inventado para justificarla son como El Rey León: un cuento de hadas.

Sé lo que están pensando. Y sí, los gobiernos de izquierda también pueden tener su pirámide inamovible, con el camarada supremo en la punta, sus colaboradores cercanos abajito y así hasta llegar a los parias sociales. Y también argumentan que ése es el orden que se necesita para que todos estén lo mejor posible, y que cualquiera que venga a hablar de nimiedades burguesas como libertad de expresión o elecciones libres, es un Scar alborotando a las hienas. Y es que el punto no está en quién poner hasta arriba en la pirámide; es que la pirámide no debería existir.



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2 comentarios:

BEOWULF dijo...

Ego, tu sabes perfectamente que la estructura piramidal siempre existirá. Si, en unos siglos esa estructura lo ocuparán unos, mas adelante la ocuparán otros. Pero pensar en términos de que la pirámide no debe existir es demasiado utópico, simplemente lo que pides es imposible. Ahora, ¿ es neta que vas a confundir meritocracia con racismo? En lo personal conozco mucho merócratas de todas las razas y ninguna toca si quiera el tema.

Maik Civeira dijo...

Beowuluf: "tu sabes perfectamente que la estructura piramidal siempre existirá". De hecho, no lo sé. En el pasado era inconcebible la vida en sociedad sin monarcas o sin religión. O sin guerras. Si algo ha demostrado la historia humana es que el cambio es la única constante. Ahora, puede que persista una estructura piramidal, ¿no podría ser más chata? Tipo, con menos distancia entre la punta y la base, o más ancha que alta, o más fácil de moverse de un escalafón a otro. El ejercicio de imaginación es el primer paso.

No confundo meritocracia con racismo. Está bien que tratemos de ser meritocráticos en la vida cotidiana; no veo problemas en dar los mejores puestos de trabajo a los mejor preparados, por ejemplo. El problema está en creer que las jerarquías actuales de la sociedad son resultado exclusivo de la meritocracia. Esto es demostradamente un mito, que termine invisibilizando las desigualdades existentes por cuestiones de raza, clase social o género.

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