¡Saludos, navegantes
del pensamiento! Hoy vengo a hablarles de uno de mis libros favoritos de toda
la vida, Historia de la filosofía occidental de Bertrand Russell. Ya
les había platicado de él por acá con mucho entusiasmo,
pues este libro fue el que me terminó por encaminar hacia el estudio de la filosofía
y que me avocó a la enseñanza de esta asignatura. Eso fue hace ya siete años,
pero lo releí hace poco y, como siempre digo, nadie lee dos veces un mismo
libro. En el lapso entre una lectura y la siguiente, la experiencia, los
aprendizajes y otras lecturas hacen que la perspectiva con la que volvemos a la
obra sea distinta.
Disfruté el libro
tanto como la primera vez, en especial reaprendiendo aquello que ya había
olvidado. También fui capaz de reconocer mejor sus limitaciones. Russell comete
errores y omisiones al exponer el pensamiento de los otros filósofos. Con
algunos de ellos, en especial Rousseau, es particularmente injusto. No creo que
Russell cometiera deshonestidades a propósito, pero sí está claro que se deja
llevar por su sesgo liberal anglosajón cuando trata a filósofos alemanes y
franceses.
No se puede
ignorar el androcentrismo y eurocentrismo en la obra, que por otro lado puede
esperarse de alguien que escribe en la década de 1940. Por ejemplo, siempre
habla de “hombres”, casi siempre como sinónimo de “humanidad”, pero también
excluyendo por completo a las pensadoras. No hace más que una referencia a
Hipatia y eso en el contexto de su muerte. Sin embargo, hay algo que me flipa
muchísimo: en una época en la literatura escrita por mujeres no se consideraba
parte del canon, en que la ciencia ficción y la fantasía ni siquiera se tomaban
en cuenta, y en un libro en el que el autor no dedica ni una sola línea al
pensamiento de ninguna filósofa, Russell se detiene por una página completa
para reflexionar sobre la filosofía de Mary Shelley en Frankenstein. Ese
pasaje es una chulada.
La principal
riqueza del libro no es solamente que sirva como introducción a la historia de
la filosofía. De hecho, para eso es quizá más recomendable referirse a otros
manuales que tienen un enfoque más neutral, como el de Ramón Xirau y el de
Francisco Montes de Oca. Ahora, si lo que quieren es ver a un filósofo
comentar, analizar, criticar y desmenuzar las ideas filosóficas más influyentes
en la historia de la cultura occidental, éste es el libro. En ello está su
mejor aportación: se trata de cómo Russell hace filosofía sobre la historia de
la filosofía. Un manual ordinario se contentaría con explicar las teorías de
Aristóteles, por ejemplo; Russell las pone bajo la lupa y no sólo te
facilita el esfuerzo de entenderlas, sino que te obliga a pensar en ellas
críticamente.
Como la sinopsis y reseña del libro ya están hechas
en aquella entrada, mientras que de la vida de Russell
ya está cubierta por acá, decidí que lo
interesante sería compartir con ustedes algunas citas para pensar y
reflexionar. Son algunos de los mejores ejemplos de cómo Russell intercala sus
propios y muy valiosos pensamientos con la exposición de la filosofía de
autores históricos. Las citas no necesariamente está en el mismo orden en el que aparecen en el libro, sino que en ocasiones las agrupé siguiendo alguna idea central como eje, ya que Russell a menudo divaga y vuelve a los mismos temas una y otra vez. Espero que encuentren esta selección edificante y me gustaría que
comentaran cuál de estas citas les gustó más y por qué.
“La filosofía debe ser estudiada, no por
respuestas definitivas a sus propias preguntas, ya que ninguna respuesta puede,
por regla, definirse como verdadera, sino por las preguntas mismas; porque
estas preguntas engrandecen nuestra concepción de lo que es posible, enriquecen
nuestra imaginación intelectual y disminuyen la seguridad dogmática que cierra
la mente contra la especulación. Pero sobre todo porque, a través de la
grandeza del universo que la filosofía contempla, la mente se hace más grande y
se vuelve capaz de esa unión con el universo, que es el bien más alto.”
“Al estudiar a un filósofo, la actitud
adecuada consiste en no profesar ni adoración ni desprecio, sino más bien una
especie de empatía hipotética, hasta que sea posible ver lo que deba creerse de
sus teorías, y solamente entonces reactivar la actitud crítica, que debe
parecerse en lo posible al estado de ánimo de una persona que abandona las
opiniones que hasta ahora profesaba. El desprecio impide la primera parte de
este proceso; la adoración, la segunda. Hay que tener presente lo que sigue:
primero, que un hombre cuyas opiniones y teorías valen la pena de ser
estudiadas debe haber poseído cierta inteligencia, y segundo, que no es
probable que alguien haya llegado a la verdad completa y definitiva en ninguna
materia. Cuando un hombre inteligente manifiesta una opinión que nos parece
evidentemente absurda, no deberíamos intentar comprobar que está en lo cierto,
sino averiguar cómo llegó a parecerle cierto. Este ejercicio de la
imaginación histórica y psicológica amplía nuestro pensamiento y nos ayuda al
mismo tiempo a reconocer cuán necios parecerán muchos de nuestros prejuicios
más caros a una época de espíritu distinto.”
“En muchas épocas, las vidas de los eruditos han sido forzosamente nómadas. En los comienzos de la filosofía griega, muchos de los filósofos habían huido de los persas; al final, en el período de Justiniano, se refugiaron entre los persas. En el siglo V los hombres cultos huyeron de Galia a las islas occidentales para librarse de los germanos; en el siglo IX salieron de Inglaterra e Irlanda para huir de los escandinavos. En nuestros días, los filósofos alemanes tuvieron que huir aún más al Occidente para salvarse de sus compatriotas. Me pregunto si pasará mucho tiempo antes de que una huida en sentido inverso tenga lugar.”
“La búsqueda de algo permanente es uno de
los instintos más profundos que llevan a los hombres a la filosofía. Sin duda,
nace del amor al hogar y del deseo de hallar un refugio contra el peligro;
encontramos, por consiguiente, que es más apasionada en las personas cuyas
vidas están más expuestas a catástrofes. La religión busca la permanencia en
dos formas: en Dios y en la inmortalidad. En Dios no hay variación ni sospecha
de cambio; la vida post mortem es eterna e invariable. La euforia del
siglo XIX hizo que los hombres se volvieran contra estas concepciones
estáticas, y la moderna teología liberal cree que hay un progreso en el cielo y
una evolución posible en la deidad. Pero incluso en este concepto reside algo
permanente, a saber: el progreso mismo y su meta inmanente.”
“La cuestión verdadera es: ¿existe algo en lo que podamos pensar que, por el mero hecho de que podamos pensar en ello, sabremos que existe fuera de nuestro pensamiento? A todos los filósofos les gustaría decir que sí, porque es misión del filósofo sondear las cosas relativas al mundo más por el pensamiento que por la observación. Si la afirmación es la contestación correcta, existe un puente del pensamiento puro a las cosas; si no, no.”
“Nadie ha inventado todavía una filosofía que sea a la vez verosímil y congruente consigo misma. Una filosofía que no es congruente consigo misma no puede ser totalmente verdadera, pero una filosofía que es congruente puede muy bien ser completamente falsa. Las filosofías más fecundas han contenido notorias inconsistencias, pero por esa misma razón han sido parcialmente verdaderas.”
“En general, el hombre que piensa por vez primera una idea nueva se adelanta tanto a su tiempo que todo el mundo lo cree tonto, de modo que permanece en la oscuridad y es pronto olvidado. Luego, gradualmente, el mundo va madurando para la idea, y el hombre que la proclama en el momento afortunado obtiene toda la fama.”
“Toda doctrina nueva está expuesta, en la práctica, a algunas extravagancias y excesos. Sin embargo, esto no tiene tanta importancia como podría pensarse, porque los defectos de lo nuevo se ven con mucha mayor facilidad que los de lo tradicional.”
“La filosofía académica ha permanecido con frecuencia al margen del pensamiento más vigoroso de la época; por ejemplo, en los siglos XVI y XVII, cuando era todavía principalmente escolástica. Siempre que ocurre esto, el historiador de la filosofía tiene que ocuparse menos de los profesores que de los herejes no profesionales.”
"La Enciclopedia Británica señala que Kant, «como no se casó, conservó los hábitos de su juventud estudiosa hasta la vejez». Yo me pregunto si el autor de este artículo era soltero o casado."
“Cualquier hipótesis, por muy absurda que
sea, puede ser útil en la ciencia, si permite al descubridor concebir las cosas
de una manera nueva; pero que, una vez cumplido este cometido, se convierte,
probablemente, en obstáculo para un progreso ulterior. La creencia en el bien
como llave de la comprensión científica del mundo fue útil, en cierta época, en
la astronomía, pero más tarde resultó nociva. Los prejuicios éticos y estéticos
de Platón, y más aún de Aristóteles, contribuyeron mucho a hundir la ciencia
griega.”
“Creo que Platón habría dicho que la
virtud consiste en el conocimiento del bien, y habría añadido a esta definición
la doctrina socrática de que nadie peca conscientemente; de lo cual se sigue
que todo el que conoce el bien, obra adecuadamente. Para nosotros estas ideas
están lejos de la realidad. Con más naturalidad diríamos que hay intereses
divergentes, y que el estadista debe llegar al acuerdo más factible. Los
miembros de una clase o nación pueden tener intereses comunes que generalmente
están en conflicto con los de otras clases o naciones. Hay, sin duda, intereses
comunes a la humanidad entera, pero no bastan para determinar la acción
política. Quizá se logre esto en el futuro, pero ciertamente no mientras haya
muchos Estados soberanos. E, incluso entonces, lo más difícil será llegar a
acuerdos entre los diversos intereses particulares, hostiles entre sí.”
“La ética es necesaria porque los deseos de los hombres pugnan entre sí. La causa primordial del conflicto es el egoísmo: la mayoría de las gentes están más interesadas en su propio bienestar que en el de los demás. Pero los conflictos son igualmente posibles cuando no hay ningún elemento de egoísmo. Un hombre puede desear que todo el mundo sea católico y otro puede desear que todo el mundo sea calvinista. Tales deseos, no egoístas, están implicados frecuentemente en los conflictos sociales. La ética tiene un doble propósito: primero, hallar un criterio para distinguir los buenos y los malos deseos; segundo, por medio del elogio y la censura, fomentar los buenos deseos y frustrar los malos.”
“Para formular cualquier ética moderna satisfactoria de las relaciones humanas será esencial reconocer las necesarias limitaciones del poder de los hombres sobre el medio no humano y las deseables limitaciones de los poderes de unos hombres sobre otros.”
“Estos moralistas creen que el hombre que
no busca el placer de los sentidos tiene que rechazar todos los gustos y vivir
virtuosamente. Esto es un error que ha causado indecible daño; hasta donde
puede aceptarse la división entre espíritu y cuerpo, lo mismo los peores que
los mejores placeres son mentales; por ejemplo, la envidia y muchas formas de
crueldad y ambición de poder. El Satán de Milton se eleva por encima del
tormento físico y se dedica a la obra de la destrucción, de la cual deriva un
placer puramente mental. Muchos eclesiásticos eminentes que han renunciado a
los placeres sensuales, no se han guardado contra otros, han sido vencidos por
el amor al poder, que los condujo a espantosas crueldades y persecuciones,
principalmente en cuestiones religiosas. En nuestros días, Hitler fue un tipo
de esta índole: los placeres de los sentidos parece que tuvieron poca
importancia para él. La liberación de la tiranía del cuerpo contribuye a la
grandeza, pero tanto en el pecado como en la virtud.”
“El punto de vista estoico-cristiano
requiere una concepción de la virtud muy diferente de la de Aristóteles, ya que
ha de juzgar que la virtud es tan posible para el esclavo como para el amo. La
ética cristiana desaprueba el orgullo, al que Aristóteles considera una virtud,
y encarece la humildad, a la que tiene por un vicio. Las virtudes
intelectuales, que Platón y Aristóteles valoran sobre todas las demás, han de
ser eliminadas de la lista para siempre, a fin de que el pobre y el humilde puedan
ser virtuosos como cualquier otro. El papa Gregorio el Grande reprendió
solemnemente a un obispo por enseñar gramática.”
“Como un resultado del dogma cristiano, la
distinción entre las virtudes morales y los otros méritos ha llegado a ser
mucho más tajante que lo era en tiempo de los griegos. La virtud consiste
principalmente en evitar el pecado, más que en algo positivo. No hay razón para
esperar que un hombre educado sea moralmente mejor que un hombre inculto, o un
hombre ingenioso que uno estúpido. De esta manera, un número de méritos de gran
importancia social se deja fuera del reino de la ética. El adjetivo inmoral,
en el uso moderno, tiene un empleo mucho más restringido que el adjetivo indeseable.
Es indeseable ser un mentecato, pero no es inmoral.”
“Las relaciones de los intelectuales
eminentes con la sociedad de su tiempo han sido muy diferentes en las diversas
edades. En algunas épocas afortunadas han estado, en conjunto, en armonía con
sus ambientes, sugiriendo sin duda tales reformas cuando les parecían
necesarias, pero ingenuamente confiados en que las sugerencias suyas serían
bien recibidas y no desagradarían al mundo en que ellos se hallaban, aunque
siguiese sin reformar. En otro tiempo han sido revolucionarios, considerando
que anhelaban cambios radicales, pero aguardando a que, en parte como resultado
de su defensa, estos cambios se realizarían en un futuro próximo. En otros
momentos han desesperado del mundo y sentido que, aunque ellos mismos supiesen
lo que necesitaban, no había esperanza de que se cumpliese. Este proceso se
convirtió con facilidad en la más honda desconfianza, pues consideraba la vida
en la Tierra como mala en esencia, y esperaba lo bueno sólo de una vida futura
o de una cierta transfiguración mística.”
“Es notable que Epicteto [un esclavo
liberto] y Marco Aurelio [emperador de Roma] estén completamente de acuerdo en
todas las cuestiones filosóficas. Esto hace suponer que, aunque las
circunstancias sociales influyan en la filosofía de una época, las
circunstancias individuales ejercen menos influencia sobre la filosofía de un
individuo. Los filósofos son, por lo común, hombres con una cierta amplitud de
miras, que pueden menospreciar las vicisitudes de sus vidas privadas; pero ni
siquiera pueden sobreponerse a los mayores bienes o males de su tiempo. En los
tiempos malos inventan consuelos; en los tiempos buenos sus intereses son más
puramente intelectuales.”
“Cuando comparamos el tono de Marco
Aurelio con el de Bacon, o el de Locke, o el de Condorcet, vemos la diferencia
entre una edad cansada y una esperanzada. En una edad llena de esperanzas los
grandes males presentes pueden tolerarse porque se piensa que pasarán; en una
edad cansada, aun los bienes reales pierden su sabor. La ética estoica se
adaptaba a los tiempos de Epicteto y de Marco Aurelio, porque su evangelio era
de aquiescencia más que de esperanza.”
“La capital del Imperio de Occidente a
fines del siglo IV era Milán, de la que Ambrosio fue obispo. Sus deberes le
pusieron constantemente en relación con los emperadores, a quienes habló de
ordinario como un igual y, a veces, como un superior. Sus relaciones con la
corte imperial ilustran un contraste general característico de la época:
mientras el Estado era débil, incompetente, gobernado por gentes sin principios
que buscaban sólo su propio interés y totalmente carentes de una política de
largo alcance, la Iglesia era vigorosa, hábil, guiada por hombres dispuestos a
sacrificar todo lo personal en su interés y con una política tan previsora que
le trajo la victoria para el milenio siguiente. Es cierto que estos méritos
estuvieron equilibrados por el fanatismo y la superstición, pero sin éstos,
ningún movimiento reformador podía triunfar en aquel tiempo.”
“Es extraño que los últimos hombres de
eminencia intelectual antes del inicio de la edad oscura no se ocuparan de
salvar la civilización, o de echar a los bárbaros, o de reformar la administración,
sino de predicar el mérito de la virginidad y la condenación de los niños no
bautizados. Al ver que éstas eran las preocupaciones que la Iglesia transmitió
a los bárbaros conversos, no es extraño que la época siguiente sobrepasara en
crueldad y superstición a casi todos los demás períodos históricos.”
“Parece que había monjas antes que monjes,
ya en la mitad del siglo III. La limpieza les daba horror. Los piojos fueron
llamados «perlas de Dios» y eran signo de santidad. Los santos y las santas se
jactaban de no haber usado nunca el agua para sus pies, excepto cuando tenían
que cruzar el río. En siglos posteriores los monjes se ocuparon de muchas cosas
útiles. Eran diestros agricultores, y algunos conservaron o reanimaron los
estudios. Pero al principio, especialmente en la sección eremítica, no había
nada de eso. La mayoría de los monjes no trabajaron, jamás leyeron nada,
excepto lo que la religión prescribía, y concibieron la virtud de una manera
totalmente negativa, como abstención del pecado, ante todo los pecados de la
carne.”
“Las organizaciones tienen vida propia, independiente de las intenciones de sus fundadores. De este hecho, el ejemplo más evidente es la Iglesia católica, que asombraría a Jesús e incluso a Pablo.”
“El Renacimiento no fue un movimiento popular sino un movimiento de un reducido grupo de eruditos y artistas, que animaron a protectores generosos, especialmente los Médicis y los papas humanistas. Si no hubiera sido por estos protectores habría logrado un éxito muchísimo más modesto. Petrarca y Boccaccio, en el siglo XIV, pertenecen mentalmente al Renacimiento, pero debido a las diferentes condiciones políticas de su tiempo, su influencia inmediata fue menor que la de los humanistas del siglo XV.”
“La mayoría de los humanistas conservaron las creencias supersticiosas que encontraban respaldo en la Antigüedad. La magia y la hechicería podían ser impías, pero no se las consideraba imposibles. Inocencio VIII, en 1484, publicó una bula contra la hechicería, que motivó una espantosa persecución de las brujas en Alemania y en otros lugares. La astrología fue estimada especialmente por los librepensadores; adquirió una boga que no había tenido desde los tiempos antiguos. El primer efecto de la emancipación de la Iglesia no fue hacer que los hombres pensaran racionalmente, sino abrir sus mentes a toda suerte de necedades antiguas.”
“La autoridad de la ciencia, reconocida
por muchos filósofos de la época moderna, es algo muy distinto de la autoridad
de la Iglesia, puesto que es intelectual, no gubernativa. Ninguna pena recae
sobre los que la rechazan; ningún argumento de prudencia influye en los que la
aceptan. Prevalece únicamente por su apelación intrínseca a la razón. Ésta es,
además, una autoridad fragmentada y parcial; no formula, como el cuerpo del
dogma católico, un sistema completo que abarca la moral humana, las esperanzas
humanas y la historia pasada y futura del universo. Se pronuncia sólo sobre lo
que, en el tiempo, parece haberse averiguado científicamente; es un islote en
un océano de ignorancia. Hay aún otra diferencia respecto a la autoridad
eclesiástica; ésta declara que sus afirmaciones son absolutamente ciertas y
eternamente inalterables; las de la ciencia se hacen a modo de ensayo, sobre
una base de probabilidad, y se las considera sujetas a modificación.”
“La técnica daba un sentimiento de poder:
el hombre está ahora mucho menos a merced de su ambiente de lo que estaba en
tiempos anteriores. Pero el poder otorgado por la técnica es social, no
individual; un individuo corriente, náufrago en una isla desierta, podía haber
hecho más en el siglo XVII de lo que puede hacer hoy. La técnica científica
requiere la cooperación de un gran número de individuos organizados bajo una
sola dirección. Su tendencia, por tanto, va contra la anarquía e, incluso,
contra el individualismo, puesto que exige un tejido social bien cohesionado. A
diferencia de la religión, es moralmente neutra: asegura a los hombres que
pueden realizar maravillas, pero no les dice qué maravillas deben realizar. En
este aspecto es incompleta. Las filosofías inspiradas por la técnica científica
son filosofías del poder y tienden a considerar todo lo no humano como mera
materia prima. Los fines no se toman ya en consideración; sólo se aprecia la
habilidad del procedimiento. Esto es también una forma de locura. Es, en
nuestra época, la más peligrosa y una contra la cual una sana filosofía debería
proporcionar un antídoto.”
“Spinoza cree que el odio puede ser superado por el amor: «El odio aumenta al ser correspondido y puede, por otra parte, ser destruido por el amor; el odio completamente vencido por el amor, se convierte en amor, y el amor es a consecuencia de ello mayor que si no lo hubiera precedido el odio». Desearía poder creer esto, pero no puedo, salvo en casos excepcionales, cuando la persona que odia está completamente a merced de la persona que se niega a odiarla a su vez. En tales casos, la sorpresa de no ser castigado puede tener un efecto reformador. Pero mientras los perversos tengan el poder, no es muy útil asegurarles que no se les odia, puesto que atribuirán nuestras palabras a la razón equivocada. Y no podemos privarles del poder sin resistencia.”
“Locke dice que todo hombre posee la
propiedad privada de los productos de su propio trabajo o, al menos, debería
tenerla. En la época preindustrial, esta máxima no era tan irreal como ha
parecido después. La producción urbana se llevaba a cabo principalmente por
artesanos que poseían sus instrumentos de trabajo y vendían sus productos. En
cuanto a la producción agrícola, la escuela de Locke sostenía que la propiedad
de los campesinos sería el mejor sistema. Locke afirma que un hombre puede
poseer tanta tierra como pueda cultivar, pero no más. Parece desconocer que en
todos los países de Europa la realización de este programa difícilmente sería
posible sin una revolución sangrienta.”
“El poder de la propiedad, vinculado a
grandes corporaciones, ha crecido más allá de lo imaginado por Locke. Las
funciones necesarias del Estado —por ejemplo, en educación— han aumentado
enormemente. El nacionalismo ha producido una alianza, a veces una amalgama,
del poder económico con el político, haciendo de la guerra el principal medio
de competencia. El simple ciudadano aislado no tiene ya el poder y la independencia
que tenía en las especulaciones de Locke. Nuestra época es una época de
organización y sus conflictos se dan entre organizaciones, no entre individuos
aislados. El estado de naturaleza, como dice Locke, existe aún entre los
Estados. Es necesario un nuevo contrato social internacional para que podamos
gozar los prometidos beneficios del gobierno.”
"La esencia del liberalismo es el intento de asegurar un orden social que
no se apoye en el dogma irracional, y asegurar una estabilidad sin la imposición de
más frenos que los necesarios para conservar la comunidad. Si este intento puede
tener éxito sólo el futuro podrá demostrarlo."
“Aunque muchos creen sinceramente en la igualdad humana y en la democracia teórica, la imaginación de la gente moderna está profundamente influida por el tipo de organización social sugerido por la industria del siglo XIX, que es esencialmente antidemocrática. De una parte están los capitanes de industria y de la otra la masa de los trabajadores. Este quebrantamiento de la democracia desde dentro no es reconocido aún por los ciudadanos corrientes de los países democráticos.”
“Es curioso que el repudio del principio hereditario en política no haya tenido casi ningún efecto, en la esfera económica, en los países democráticos. Todavía consideramos natural que un hombre deba dejar sus propiedades a sus hijos, es decir, aceptamos el principio hereditario en lo que se refiere al poder económico, mientras lo rechazamos respecto al poder político. Las dinastías políticas han desaparecido, pero las económicas persisten.”
“La «libre competencia», en la economía ortodoxa, es un concepto muy artificial, saturado de restricciones legales. Puede uno vender a precios mucho más bajos que un competidor, pero no puede matarle. No se pueden emplear las fuerzas armadas de un Estado para aventajar a los fabricantes extranjeros. Los que no tienen la buena fortuna de poseer capital, no pueden mejorar su suerte por medio de la revolución. La «libre competencia», tal como la entendían los benthamistas, no era realmente libre.”
“Muchas cosas admirables de las obras humanas llevan en sí un elemento de embriaguez, donde la prudencia es barrida por la pasión. Sin el elemento báquico la vida carecería de interés; con él, es peligrosa. La prudencia contra la pasión: este conflicto se extiende por toda la Historia. Es un conflicto en el cual no debíamos tomar parte por uno o por otro bando resueltamente. En la esfera del pensamiento, la civilización sobria es, grosso modo, sinónimo de ciencia. Pero la ciencia pura no es satisfactoria; los hombres necesitan también la pasión, el arte y la religión. La ciencia puede poner límites al saber, pero no a la imaginación.”
“El período que va desde 1660 hasta Rousseau está dominado por recuerdos de las guerras civiles y de religión en Francia, Inglaterra y Alemania. Los hombres tenían plena conciencia del peligro del caos, de las tendencias anárquicas de todas las pasiones fuertes, de la importancia de la seguridad y de los sacrificios necesarios para lograrla. La prudencia era considerada como la virtud suprema; el intelecto era valorado como el arma más eficaz contra los fanáticos subversivos; las maneras corteses eran elogiadas como una barrera contra la barbarie. El ordenado cosmos de Newton, en el que los planetas se movían uniformemente alrededor del Sol en órbitas predeterminadas, se convirtió en un símbolo imaginativo del buen gobierno. En tiempos de Rousseau, muchas gentes se habían cansado de la seguridad y empezaban a desear algo excitante. La Revolución francesa y Napoleón les dieron todo lo que querían. Cuando, en 1815, el mundo político volvió a la tranquilidad, fue una tranquilidad tan muerta, tan rígida, tan hostil a toda vida vigorosa, que sólo los conservadores aterrorizados podían soportarla.”
“El tipo de ética llamada noble
está menos asociada con los intentos de perfeccionamiento del mundo que aquel
criterio más mundano de que debíamos tratar de hacer a los hombres más felices.
Esto no es sorprendente. El desdén por la felicidad es más fácil cuando se
trata de la felicidad de otros que cuando se trata de la nuestra.
Ordinariamente, el sustitutivo de la felicidad es alguna forma de heroísmo. Éste
proporciona salidas inconscientes para el afán de poder y abundantes excusas
para la crueldad. O, asimismo, lo valorado puede ser la emoción fuerte; éste
fue el caso de los románticos. Ello condujo a la tolerancia de pasiones tales
como el odio y la venganza; los héroes de Byron son ejemplos típicos y nunca
son personas de conducta ejemplar. Los hombres que hicieron más por fomentar la
felicidad humana fueron —como era de esperar— los que consideraban importante
la felicidad, no los que la despreciaban en comparación con algo más sublime.
Además, la ética de un hombre refleja habitualmente su carácter y la
benevolencia lleva al deseo de la felicidad general. Así, los hombres que
consideraban la felicidad como el fin de la vida tendían a ser más benévolos, mientras
que los que proponían otros fines estaban a menudo dominados,
inconscientemente, por el afán de poder o por la crueldad.”
“No es la psicología de los románticos la
culpable: es su patrón de valores. Ellos admiran las grandes pasiones, de la
clase que sea, y cualesquiera que sean sus consecuencias sociales. El amor
romántico, especialmente cuando es desgraciado, tiene bastante fuerza para
ganar su aprobación, pero la mayoría de las pasiones fuertes son destructoras:
el odio, el resentimiento y los celos, el remordimiento y la desesperación, el
orgullo herido y el furor de los oprimidos injustamente, el ardor bélico y el
desdén por los esclavos y los cobardes. De aquí que el tipo de hombre alentado
por el Romanticismo, especialmente por la variedad byroniana, sea violento y
antisocial: un rebelde anárquico o un tirano conquistador.”
“Una profunda rebelión, filosófica y social,
contra los sistemas tradicionales de pensamiento en política y economía dio
origen a ataques contra muchas creencias e instituciones que hasta entonces
habían sido miradas como inatacables. Esta rebelión tuvo dos formas diferentes:
una romántica, racionalista la otra. La rebelión romántica pasa de Byron,
Schopenhauer y Nietzsche a Mussolini y Hitler; la rebelión racionalista
comienza con los filósofos franceses de la Revolución, pasa luego, algo
suavizada, a los radicales filósofos de Inglaterra, adquiere después una forma
más profunda en Marx y desemboca en la Rusia soviética.”
“La Europa moderna ha estado dividida,
política e ideológicamente, en tres campos. Los liberales, que aún siguen a
Locke o a Bentham, pero con diversos grados de adaptación a las necesidades de
la organización industrial. Los marxistas, que gobiernan en Rusia y van camino
de adquirir mayor influencia en otros varios países. Estos dos sectores de
opinión no se hallan muy separados filosóficamente; ambos son racionalistas y,
en la intención, científicos y empíricos. Pero desde el punto de vista de la
política práctica, la división es tajante. El tercer sector de opinión moderna,
representada políticamente por nazis y fascistas, difiere filosóficamente de
los dos anteriores mucho más profundamente que éstos entre sí. Es antirracional
y anticientífico. Sus progenitores filosóficos son Rousseau, Fichte y
Nietzsche. Destaca la voluntad, especialmente la voluntad de poder; cree que
éste debe concentrarse principalmente en ciertas razas e individuos que, por
tanto, tienen derecho a mandar.”
“La tajante oposición entre los intereses
de los muchos y los de los pocos ha encontrado expresión práctica en el
fascismo. Entre los filósofos, Nietzsche estaba descaradamente de la parte de
los pocos. Marx, con todo entusiasmo, al lado de los muchos. Quizá Bentham fue
el único que intentó una reconciliación de los intereses en pugna; por
consiguiente, incurrió en la hostilidad de ambas partes.”
“Hay mucho en Nietzsche que puede ser descartado como mera megalomanía. Es obvio que en sus sueños es un guerrero, no un profesor; todos los hombres que admiraba eran militares. Su opinión de las mujeres, como la de todos los hombres, es una objetivación de su propia emoción respecto a ellas, que es claramente una sensación de temor. «No olvides tu látigo», pero de cada diez mujeres, nueve le habría arrebatado el látigo, y él lo sabía, por lo que se apartaba de ellas, curando su vanidad herida con observaciones desagradables.”
“Dos errores opuestos, comunes ambos, han de evitarse a este respecto. Por una parte, los hombres más familiarizados con los libros que con los asuntos del mundo tienden a exagerar la influencia de los filósofos. Cuando ven alguna facción política que se declara inspirado por la doctrina de Fulano de Tal, piensan que las acciones de esta facción son atribuibles a Fulano de Tal, mientras que, con no poca frecuencia, al filósofo sólo se declara porque recomienda lo que dicha facción habría hecho de todos modos. Los autores de libros, hasta hace poco, han exagerado casi en todo la eficiencia de sus predecesores en el mismo oficio. Pero, inversamente, ha surgido un nuevo error por reacción contra el antiguo, y consiste en considerar a los teorizantes casi como productos pasivos de las circunstancias y que apenas han tenido influencia en el curso de los acontecimientos. Las ideas, según este modo de ver, son la espuma que aparece en la superficie de las corrientes profundas, determinadas por causas materiales y técnicas; los cambios sociales se deben tanto al pensamiento como la corriente de un río a las burbujas que indican a un observador su dirección. Por mi parte, creo que la verdad se halla entre estos dos extremos. Entre las ideas y la vida práctica, como en todo lo demás, hay una acción recíproca; preguntar cuál es la causa y cuál es el efecto, es tan fútil como el problema de la gallina y del huevo.”
“Éste es un ejemplo de un principio general: una filosofía desarrollada en un país política y económicamente avanzado, que es, en sus orígenes, poco más que una clarificación y sistematización de la opinión predominante, puede convertirse en otro sitio en una fuente de ardor revolucionario y, por último, de una verdadera revolución. Es principalmente por medio de los teóricos como llegan a ser conocidas en los países menos avanzados las máximas que regulan la política de los países avanzados. En éstos, la práctica inspira la teoría; en los otros, la teoría inspira la práctica. Esta diferencia es una de las razones por las que las ideas trasplantadas tienen raras veces tanto éxito como en su país de origen.”
“Subjetivamente, a cada filósofo le parece
estar empeñado en la persecución de lo que puede llamarse la verdad. Los
filósofos pueden diferir en cuanto a la definición de verdad, pero, de todos
modos, ésta es algo objetivo, algo que, en algún sentido, todo el mundo debe
aceptar. Nadie se empeñaría en la filosofía si pensara que toda filosofía es
meramente una expresión de prejuicios irracionales. Pero todo filósofo estará
de acuerdo en que muchos otros filósofos han sido movidos por prejuicios y que
han tenido razones extrarracionales, de las que eran habitualmente
inconscientes, para muchas de sus opiniones. Marx, como el resto, cree en la
verdad de sus doctrinas; no las considera sino como la expresión de los
sentimientos naturales de un judío alemán, rebelde de la clase media, a
mediados del siglo XIX.”
“Lo que convencionalmente se llama
filosofía consta de dos elementos muy diferentes. Por un lado, hay cuestiones
que son científicas o lógicas; éstas pueden sujetarse a métodos respecto a los
cuales hay acuerdo general. Por otro, hay cuestiones de apasionado interés para
mucha gente, respecto a las cuales no hay ninguna prueba sólida de ninguna
forma. Entre las últimas están las cuestiones prácticas, referente a las cuales
es imposible quedarse al margen. Cuando hay una guerra, tengo que apoyar a mi
país o entrar en un penoso conflicto con mis compatriotas y con las
autoridades. Muchas veces no hay ningún término medio entre apoyar u oponerse a
la religión oficial. Por una razón u otra, nos parece imposible mantener una
actitud de escéptico alejamiento sobre muchas cuestiones sobre las que la pura
razón se mantiene muda. Una filosofía, en un sentido muy común del término, es
un todo orgánico de tales decisiones extrarracionales. Tomada la filosofía en
este sentido, la tesis de Marx es ampliamente verdadera. Pero incluso en este
sentido, una filosofía está determinada por otras causas sociales, tanto como
por las económicas.”
“Rechazar la razón en beneficio del corazón no fue, a mi juicio, un avance. De hecho, nadie pensó en ello mientras la razón parecía estar del lado de la creencia religiosa. En tiempos de Rousseau, la razón, como la encarnaba Voltaire, era opuesta a la religión; por consiguiente, ¡fuera la razón! Además, la razón era abstrusa y difícil; el salvaje, incluso cuando ha comido, no puede entender el argumento ontológico y, no obstante, el salvaje es el depósito necesario de toda la sabiduría.”
“Por mi parte prefiero el argumento ontológico, el cosmológico y los demás de la vieja serie, a la ilogicidad sentimental que ha brotado de Rousseau. Los antiguos argumentos eran, al menos, serios; si eran válidos, probaban su objeto, si no lo eran, quedaba a la crítica la posibilidad franca de demostrar que eran falsos. Pero la nueva teología del corazón prescinde del razonamiento; no puede ser refutada, porque no se propone probar sus puntos. En el fondo, la única razón que se ofrece para su aceptación es que nos permite entregarnos a sueños agradables. Ésta es una razón indigna, y si yo tuviera que escoger entre Tomás de Aquino y Rousseau, escogería al Santo sin ninguna vacilación.”
“El concepto de verdad como algo
dependiente de hechos que se hallan muy lejos del control humano, ha sido uno
de los modos con que la filosofía ha inculcado hasta aquí el necesario elemento
de humildad. Cuando se elimina este freno del orgullo, se da un paso más en el
camino hacia un cierto tipo de locura: la intoxicación de Poder que invadió la
filosofía con Fichte y a la que los hombres modernos, sean o no filósofos, se
sienten predispuestos. Estoy convencido de que esta intoxicación es el mayor
peligro de nuestro tiempo, y que cualquier filosofía que, aun sin intención,
contribuya a ello, no hace sino aumentar el peligro de un enorme desastre
social.”
“En la confusión de fanatismos en
conflicto, una de las pocas fuerzas unificadoras es la veracidad científica,
por lo que quiero decir el hábito de basar nuestras creencias en observaciones
e inferencias tan impersonales, tan libres de sesgos temperamentales, como nos
sea posible a los seres humanos. El insistir en la introducción de esta virtud
en la filosofía, y el inventar un método poderoso para que pueda rendir frutos,
son los principales méritos de la escuela filosófica de la que formo parte. El
hábito de la veracidad adquirido por la práctica de este método filosófico
puede extenderse a todas las esferas de la actividad humana, produciendo, donde
se encuentre, una reducción del fanatismo y una creciente capacidad de empatía
y entendimiento mutuo. Al abandonar una parte de sus pretensiones dogmáticas,
la filosofía no deja de sugerir e inspirar una forma de vida.”
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