Corría
el año 2016, que muchos de nosotros recordaremos como el momento en el que
todo se empezó a ir al demonio con dos eventos: el triunfo del Brexit, que sacó al Reino Unido de la Unión Europea, y la sorprendente victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados
Unidos. En ese entonces tuve un par de discusiones bien raras en Internet, en
las que otras personas estaban defendiendo lo buenísimo que era esto. Digo
raras porque en cada caso una de esas personas era de derechas y la otra era de
izquierdas.
En
el caso del Brexit, una señora decía que era un triunfo contra el
neoliberalismo y lo comparaba con la resistencia de la Gran Bretaña a los
bombardeos nazis en la Segunda Guerra Mundial. Mientras, su contraparte celebraba
que la EU ya no obligaría a Gran Bretaña a recibir sucios inmigrantes. En el
caso de Trump, un zurdo decía que él era mejor que la asesina imperialista
Hillary y hasta compartió un artículo de un sitio web que así lo decía… Sin
fijarse de que el sitio web era de ultraderecha y también hablaba de la conspiración
judía para destruir a Occidente usando el activismo LGBT. Su contraparte
era una gringa libertariana que decía que Trump iba a poner fin a tanto socialismo.
Bueno,
¿pero cómo demonios llegamos a esta situación? ¿Por qué unos izquierdistas
declarados estaban apoyando un proyecto y a un personaje que eran no sólo de
derechas, sino de ultraderecha? Que sí, ciertamente la Unión Europea es
capitalista y el Brexit la debilitaba, pero ¿cómo no vio que el resultado
favorecía a la ultraderecha inglesa? El triunfo de Trump desequilibraba el
statu quo político, ¿pero, cómo no vio que también empoderaba a un montón de
criptonazis?
Bueno,
esto es lo que llamo el Efecto Ribbentrop-Molotov: cuando se es tan chairo
que se es facho. El nombre viene del pacto de no agresión que hicieron la Unión Soviética y
la Alemania Nazi justo antes del
inicio de la Segunda Guerra Mundial. La URSS era comunista, es decir, de súper
izquierda, mientras que el Tercer Reich era fascista, o sea de extrema derecha…
No, no voy a discutir con conservadores y libertarianos esa imbecilidad de “los
nazis eran de izquierda”, para ello remítanse a este texto explicando por qué es una imbecilidad.
El
pacto no era nomás de no atacarse mutuamente, sino que implicaba repartirse los
países de Europa oriental, que la URSS vendiera recursos a Hitler para
hacer la guerra contra los Aliados, y que Stalin ordenara a los comunistas en
toda Europa que NO resistieran la ocupación nazi de sus países (que dejó la
resistencia, en un principio en manos de anarquistas e incluso de liberales). Bueno,
pues el efecto Ribbentrop-Molotov es esto mismo, pero a nivel de individuos
izquierdosos entendiendo el mundo al revés. Veamos algunas instancias.
ES UN HONOR ESTAR CON OBRADOR
Vamos
a tiempos presentes y a nuestro entorno inmediato. ¿Conocen a Alfredo Jalife?
Es un analista político y opinólogo muy popular en México. Es uno de los
intelectuales que más canta las alabanzas del gobierno de Andrés Manuel
López Obrador, un crítico del capitalismo neoliberal, del imperialismo
yanqui y del estado de Israel. También se la pasa promoviendo teorías de la
conspiración ultraderechistas sobre el papel del millonario judío George Soros en el desarrollo de movimientos progresistas
alrededor del mundo, y en especial de Antifa y Black Lives Matter en Estados
Unidos. Usa la palabra “sionismo”, con el sentido de “conspiración judía para
controlar los gobiernos”, y habla
del “Deep State”, el supuesto
gobierno detrás del gobierno al que Donald Trump combatía, según los delirios
de la secta QAnon. Es una cosa muy extraña, que parecería contraintuitiva, pero
no es el único fiel de Amlo que comparte admiración por Trump.
¿Por
qué pasa esto? Para entenderlo recordemos algo de lo que ya les he hablado (aquí y aquí): el
presidente de México utiliza una retórica de izquierda mientras lleva a cabo
políticas de derechas. De que, al fin y al cabo, toda esta narrativa de que
Amlo es “muy de izquierda”, le conviene tanto a su gobierno como a sus rivales
políticos, que pueden así enmarcar una lucha por el poder entre mafias como si
fuera un conflicto ideológico.
En
asuntos recientes, tenemos el proyecto del Tren Maya, que ha encontrado oposición en ambientalistas y comunidades indígenas. Hace poco se reveló que, en Quintana Roo, unas
ferrovías que iban a ser construidas cerca de hoteles de lujo fueron reubicadas para internarse en la selva, tras la presión de los mismos hoteleros. Ahora las
vías deforestarán más y perjudicarán a las comunidades locales. Caray, es que
no veo cómo alguien puede pensar que joder a los campesinos y a la naturaleza
para quedar bien con las empresas hoteleras puede ser una política “muy de
izquierdas”.
Hace
poco Amlo acusó a la periodista Carmen Aristegui de ser
“conservadora”, lo que no tiene
ningún sentido observando su carrera. Durante los sexenios de Felipe Calderón y
Enrique Peña Nieto, Aristegui se caracterizó por un periodismo crítico y
reportajes que exhibían las corruptelas de los mandatarios. Desde la derecha se
le llamó despectivamente “Chairistegui”, y aún mientras se desarrollaba este
conflicto entre ella y el gobierno de Amlo, hubo memes burlándose de Aristegui
porque, asegún, lo había ayudado a llegar al poder: “Disfruta al monstruo que
creaste” (no me explico cómo funciona esto en sus cabezas).
Pues
nada, sólo que Aristegui ha sido crítica con Amlo también y el señor
sabe que lo que más le funciona es esta retórica de “lo que pasa es que somos
de izquierda, por eso la derecha nos ataca”. Es lo impresionante de Amlo: ha
logrado que un montón de gente que se decía de izquierda ahora esté apoyando, o
por lo menos tolerando, políticas completamente derechistas y alianzas
con plutócratas corruptos, jerarcas religiosos y viejos prianistas. Y también poniéndose
del lado del presidente cuando se enemista con personajes y grupos que han
tenido una carrera indiscutiblemente izquierdista (como el caso de los
zapatistas). ¡Y hacen este doblepensar sin que les incomode ni un poquito, a
veces hasta echando choros mareadores para justificarlo todo! Es un clásico
ejemplo de Ribbentrop-Molotov.
Eso
sí: ciertamente es una joda, que envenena todavía más la discusión política,
cuando los opositores de Amlo en la derecha, y la partidocracia en general, se
suman hipócrita y torpemente a los reclamos de grupos que tienen muchas
críticas y demandas legítimas al gobierno de la Cuarta Transformación. Esto es
lo que aprovechan López Obrador y sus tontos útiles para deslegitimar esas
oposiciones y decir “¿Lo ven? ¡Están siendo manipulados por la derecha!”. Por
eso no podemos tener nada bonito.
EL CAMARADA PUTIN
Un
ejemplo más importante del efecto Ribbentrop-Molotov es cuando encuentras izquierdistas
que admiran al presidente ruso Vladimir Putin. Éstos se han vuelto
especialmente altisonantes a partir de la invasión rusa a Ucrania, ocurrida a
partir de finales de febrero de 2021 (aquí y aquí).
Parece que algunos siguen concibiendo al mundo en términos de la Guerra Fría y
no se han enterado de que Rusia no es la Unión Soviética y de que
Putin no es un líder comunista. Otros lo saben bien, pero se ponen de lado
de Putin por oposición al imperialismo y expansionismo de los Estados Unidos,
la Unión Europea y la OTAN.
Sin
embargo, para hablar de imperialismos, mucha bandita parece creer que éste sólo
aplica a extenderse más allá de las fronteras actuales y
desconoce cómo Rusia llegó a quedar de ese tamañote y qué pasó con los grupos
étnicos que habitaban originalmente todo ese territorio. Eso tendríamos que
abordarlo un día de éstos. Más importante aún, la Rusia de Putin representa
un proyecto político mucho más reaccionario de lo que parecería aceptable
para cualquier izquierdista. Veamos algunos hechos:
Primero,
aclaremos que sí, que Ucrania tiene un grave problema de organizaciones de
ultraderecha, en especial el
infame movimiento neonazi del Batallón Azov, que se ha dedicado a acosar a
la población de habla rusa en la región oriental de Donbas. Esta organización
fue tolerada por el gobierno ucraniano del nacionalista Petro Poroshenko
(2014-2019) y del ministro del interior Arsen Avakov (2014-2022), y recibió apoyo
de las potencias occidentales como una forma de hacer frente a las
intenciones expansionistas rusas. También es cierto que las políticas de expansión de la OTAN hacia Ucrania contribuyeron no poco a la escalonada de tensiones que derivó en la actual invasión.
Dicho
esto, es inexacto e injusto decir que el actual gobierno
ucraniano sea neonazi; con la salida
de Avakov del ministerio del interior, el Batallón de Azov perdió gran parte
de ese apoyo oficial. El actual presidente, Volodymyr Zelenskyy (en
el puesto desde 2019), quien por cierto es judío y nieto de un héroe de la
Segunda Guerra Mundial, ha buscado resolver el conflicto separatista prorruso en Donbas por la vía diplomática; de hecho, Zelenskyy ha
recibido duras críticas en Ucrania por ofrecer demasiadas concesiones a los
separatistas.
Por
último, suponer que el objetivo de Putin al invadir Ucrania es “combatir al
nazismo” es tan absurdo como imaginar que Estados Unidos invade cualquier
lado para promover la democracia. Las agrupaciones neonazis han florecido
bajo el gobierno de Putin, en especial el movimiento Unidad Nacional Rusa, tan ultraderechista como fanáticamente leal al presidente ruso. Y que, además, está peleando en Ucrania.
Lo
que es más, Putin es una figura clave en el crecimiento de la ultraderecha a nivel
internacional. Las organizaciones de
ultraderecha en los países occidentales no disimulan su admiración por el mandatario, a quien consideran un ejemplo de hombre fuerte
que defiende los valores tradicionales cristianos y europeos, frente a una
ONU y una UE que promueven la inmigración, el feminismo y la “ideología de
género”.
Tucker
Carlson, el presentador de Fox News,
compara positivamente a Putin con “la izquierda radical” que promueve el
“racismo a la inversa” en las escuelas americanas; el infame neonazi Richard
Spencer dijo que Rusia era “la única potencia blanca que queda en el mundo”; el partido político ultranacionalista de Marine
Le Pen recibió financiamiento de un banco ruso; los líderes de partidos políticos de extrema derecha en Italia y Austria alaban a Putin y reciben orientación de su gobierno.
Esta
popularidad no es gratuita. El gobierno de Putin ha perseguido
sistémicamente los derechos lgbtq+, con prohibiciones para que se difundan mensajes de apoyo a la comunidad o normalicen la diversidad sexual. El
gobierno se ha hecho de la vista gorda con los delitos de odio, incluyendo persecución y purgas en Chechenia. Tampoco olvidemos la descriminalización de la violencia doméstica, que deja vulnerables a las mujeres rusas ante
maridos abusivos. Todo esto es también parte de la alianza de Putin con la Iglesia Ortodoxa Rusa, que bajo su gobierno se ha empoderado como nunca
desde la época zarista. Y ni siquiera entremos en la deprimente política rusa respecto al cambio
climático: planea seguir aumentando
la producción de gas y carbón, y al mismo tiempo aprovecha el deshielo del Ártico
(causado por el aumento de las temperaturas) para expandir la explotación de
hidrocarburos de la región.
El
partido político del que Putin es líder de facto, Rusia Unida, se
adhiere abiertamente al “conservadurismo
ruso”. Uno de los intelectuales más
influyentes en el desarrollo de la ultraderecha moderna es filósofo Aleksandr Dugin,
miembro de ese partido, quien está comprometido con el eurasianismo, una
ideología sustentada en el ultraconservadurismo y el fundamentalismo religioso
“que busca crear un imperio cristiano que restaure el tradicionalismo enraizado
en valores cristianos ortodoxos conservadores y en la supremacía de las
personas blancas”. Al mismo tiempo, es muy fan de Stalin, pero no por el
comunismo, sino porque era un hombre fuerte como debe ser.
Creo
que es evidente que, en lo político, el gobierno y el proyecto de Putin es
mucho más cercano a la derecha más rabiosa que a cualquier izquierda. Pero resulta
que mientras emboba a los reaccionarios con sus políticas anti-feminismo y
anti-lgbt, hipnotiza con igual destreza a sus tontos útiles en la izquierda con
la retórica del anti-imperialismo y la anti-globalización. Como muestra,
tenemos al supuestamente socialista Nicolás Maduro
prometiendo su total apoyo a Putin y al cuasifascista Donald Trump
celebrando la invasión a Ucrania y diciendo que así es como Estados Unidos
debería tratar a México.
A
Putin le importan menos las ideologías que consolidar su poder frente a sus
rivales internacionales, específicamente Estados Unidos y la Unión Europea. Su
objetivo al coquetear con la extrema derecha y la izquierda más atarantada no
es hacer realidad ningún sueño guajiro de etnoestado blanco cristiano
euroasiático, ni de restaurar el comunismo soviético. Es debilitar a sus
enemigos con divisiones internas y pérdida de legitimidad ante la opinión
pública. De ahí que Russia Today y Sputnik, cadenas que son propiedad
del gobierno ruso y se transmiten en todo el globo en distintos idiomas, lo mismo den espacio a merolicos de extrema derecha
que a fantoches del chairismo más trasnochado.
Ya
sé que habrá zurdos que se burlarán llamándome “progre” (curiosamente,
el mismo despectivo que usan los derechosos) por preocuparme por estos temas,
en vez de fijarme en lo “verdaderamente importante” que hace Rusia: oponerse
a Estados Unidos a como dé lugar. Pero ya vimos que esa oposición no hará
avanzar los intereses de las clases oprimidas, como las intervenciones de los
gringos en Medio Oriente no hacen nada por fomentar “la libertad y la
democracia”. Entonces, ¿por qué ignorar los hechos y aferrarse a la creencia de
que apoyar a Putin, o ser cien por ciento leal al Peje, o seguir las opiniones
de Jalife o informarse a través de RT, es compatible con ser de izquierda?
Bueno, vamos a pensarle…
ASÍ SE HACEN LAS COSAS EN LA MADRE RUSIA
Aquí
están mis dos centavos, sobre lo que creo que explica, por lo menos en parte,
este fenómeno. Primero, aclaro que no creo que esto se deba a que “los
extremos se tocan”, una máxima simplista que, si se toma literal, oculta el
verdadero problema (la “teoría de la herradura” son patrañas). No es que
mientras más de izquierda sea una ideología política más se acerque a la
extrema derecha, ni que se acabe apoyando posturas idénticas a la derecha por
ser demasiado leal a los ideales de izquierda. Es, por el contrario, que las
prioridades de ciertos individuos no son esos principios, sino que se dejan
llevar por otras pasiones.
Puede
ser que encontremos expresiones similares de intolerancia, violencia y
despotismo entre fanáticos de diferentes ideologías, pero creo que esto
no es porque sus valores o creencias se parezcan, sino porque el celo fanático
puede aparecer en cualquier lugar y estar dirigido hacia casi cualquier cosa,
como la religión, la patria o hasta el equipo de futbol. Una persona fanáticamente
fiel a los ideales de izquierda no transigiría ante alguien que no los
cumple a cabalidad, ni siquiera por consideraciones pragmáticas como elegir el
menor de dos males o hacer concesiones temporales para obtener ganancias
futuras. No es ése el caso con los afectados por el Ribbentrop-Molotov. Los
Trop-Tov desarrollan lealtades y odios fanáticos, cierto, pero no hacia principios
ideológicos, sino hacia grupos e individuos específicos.
Por
ejemplo, creo que muchas veces su odio hacia los enemigos pesa más que el
amor hacia los grupos oprimidos del mundo. Una persona de izquierda, en
congruencia con sus principios, se opone al gobierno de los Estados Unidos,
porque en general se opone al capitalismo y al imperialismo, y se opone
a éstos ultimadamente porque son sistemas que requieren de la opresión de masas
desfavorecidas y provocan el sufrimiento de millones para mantener a una
minoría que goza del poder y los privilegios.
Pero
el pensamiento del Trop-Tov no llega tan profundo y se queda con el dogma de
“odiar a Estados Unidos”. De ahí que acaben simpatizando con dictadores,
tiranos, políticos corruptos y toda clase de fantoches impresentables.
Mientras sean enemigos de mis enemigos (EUA, la OTAN, Occidente, el Prian, el
sistema, etc.) pueden ser mis amigos. Cualquier cosa que joda a mis contrarios
es en automático buena (o por lo menos “no tan mala”) sin importar a quién más
haga daño, e incluso si tiene como resultado alejarnos más del futuro que
anhelamos los zurdos.
Ciertamente
hay falta de información, pero tampoco es ignorancia inocente; no saben a
profundidad qué está pasando, ni quieren molestarse en averiguarlo. Les basta
con saber que su tribu ideológica está apoyando o condenando algo y de
inmediato se suben al tren del mame. Pensaríamos que lo correcto es informarse
antes opinar, pero saltarse el primer paso puede ser muy cómodo y conveniente,
en especial cuando la información podría contradecir las opiniones.
Luego
tenemos esta tendencia, tan humana, de idolatrar a hombres fuertes. Una
vez elegido el líder al que le otorgan su lealtad difícilmente se desencantan
de él, haga lo que haga; incluso es común que se vuelvan incapaces de hacerle
una sola crítica. A los Trop-Tov, les gusta pensar que esa lealtad viene de que
ellos “son de izquierda” y que su ídolo va a hacer realidad el anhelado
proyecto utópico. Pero ésta es sólo una burda racionalización, porque en cuanto
éstos empiezan a actuar en contra de los ideales de la izquierda, todas
las veces se colocarán del lado del caudillo.
O
sea, estos fanatismos tienen menos que ver con la ideología que con la
estupidez humana básica. Somos una especie gregaria y para muchos es más
fácil tenerle lealtad a la manada o a su “macho alfa” que a una serie de
valores morales y principios ideológicos abstractos. Por eso es que tienden a
justificarse acciones criminales o atroces si las comete nuestra tribu en
contra de la tribu enemiga, y a considerar imperdonables ofensas menores si vienen
en sentido contrario. “Ningún ser humano debe tener poder irrestricto sobre
otro” como principio ético universal, aplicable a todas las personas en todas
las situaciones, es mucho más difícil de interiorizar que “mi barrio me
respalda”.
No
estoy diciendo que los principios ideológicos no tengan nada que ver al momento
de configurar estos fanatismos. Por ejemplo, si uno de estos principios es
“hacer la guerra contra el infiel”, naturalmente esto tiene que ver con que los
seguidores de una ideología sean violentos e intolerantes. Otro ejemplo: el que
los anarquistas sean mucho menos dados a esto de idolatrar caudillos debe estar
relacionado con que el anarquismo es por definición antiautoritario. Más
bien, lo que quiero decir es que muchas veces la ideología es nomás un
pretexto para justificar y legitimar sesgos muy pendejos y primitivotes que
de por sí traemos.
Estoy
convencido de que la izquierda tiene ideales que son más nobles y más sabios
que los de las ideologías de derecha, pero como el ser humano es igualmente
mierdero y estúpido en todas partes, encontraremos mucha banda de izquierda
que es pendeja y miserable de exactamente las mismas formas en las que lo son
sus enemigos en la derecha.
El
proceso por el cual una persona desarrolla su ideología es complejo; influyen
muchísimos factores que van desde la cultura dominante, pasando por las
experiencias personales hasta llegar a lo que parecen ser rasgos psicológicos
innatos. Pero hay un cierto patrón que vemos que se repite: Primero, una
persona se siente identificada con un grupo o un líder porque parecen
defender los ideales que para ella son los correctos. Con el tiempo, la
identificación con ellos termina pesando más, hasta el punto en el que, cuando
las acciones traicionan a los ideales, el fiel creyente le dará la razón en
automático al objeto de su lealtad.
Si
tiene inclinaciones intelectualosas (y muy pocos escrúpulos), probablemente se
anime a escribir un galimatías mamadorsísimo haciendo mil malabares mentales
para explicar por qué “en realidad” las acciones del líder o su tribu sí son
congruentes con los ideales; es más, que son lo más ideales que los ideales han
sido nunca, y quienes critican y se oponen a estas acciones son los que han
traicionado sus valores.
Entonces,
una persona a priori ya está convencida por otras razones de que
tal acción, tal política, tal agrupación o tal personaje es bueno, y después
lo racionaliza apelando al imprimátur de la ideología: “mi
ideología es LA buena; si esto lo considero bueno, es porque debe ser de
mi ideología, y si esto se opone a lo que yo considero bueno es porque debe
ser malo, y si es malo debe ser porque está con la ideología
contraria”, etcétera, etcétera. Así es como este monito llamado Homo sapiens
lidia con su disonancia cognitiva.
De
esta forma llegamos a ver a fanses de Amlo sosteniendo que las feministas son en
realidad las conservadoras; a fans de Putin convencidos de que todos los
ucranianos son nazis, a los tankis tildando de traidor a cualquiera que no mame
a Stalin, y en general a mucho izquierdista usando actualmente “liberal” como
descalificativo, aunque no tenga ni puta idea de lo que significa esa palabra. Tales
etiquetas sólo sirven para descartar a la oposición sin tener que pensarlo
dos veces; no tienen que tener sentido ni corresponder con lo que de hecho esa
oposición practica o sostiene. Justo como cuando los gringos ultraconservadores
llaman “comunista” a un centrista neoliberal como Biden.
Es
más, todo esto de echar choros inimaginadamente inigmantes para
legitimar ciertas acciones, aunque sean opuestas a los valores de la ideología
que supuestamente los inspira, es el pan (y circo) de cada día en la política.
Es lo que pasa cuando la Iglesia justifica estilos de vida muy poco cristianos
en sus jerarcas. O cuando las potencias occidentales hacen alharaca de defender
la libertad y la democracia como excusa para invadir otros países, pero
instauran dictaduras fascistoides para proteger los intereses de las corporaciones
trasnacionales y se llevan de perlas con teocracias medievales en las que no
existen los derechos humanos.
Los
izquierdistas saben bien que esto último pasa todo el pinche tiempo y nunca se
cansan de señalarlo: la gente en el poder utiliza discursos ideológicos en
apariencia nobles para justificar la búsqueda de mayor poder y riquezas. Lo
que no se le ocurre a mucho chairo despistado es que sus caudillos pueden hacer
exactamente lo mismo y con los mismos propósitos, nomás que cambiando el vocabulario…
¡El vocabulario! Ni siquiera la retórica, ni la estructura de los argumentos,
sino las palabras, las etiquetas para sancionar o condenar algo.
Con
esto no estoy queriendo implicar que lo correcto es alguna tontería apolítica o
supuestamente centrista en cuanto que “todos son iguales”, porque no lo son. No
da igual quiénes toman el poder ni quiénes dejan de tenerlo, ni todas las
acciones tienen las mismas consecuencias para todas las personas. Lo que estoy
diciendo es que no hay que idealizar a ninguna persona, ningún gobierno,
partido, organización o país. Nadie merece una lealtad incondicional que te
haga perder el alma.
Finalmente,
creo que puedo entender por qué tantas personas se aferran al convencimiento de
que tal gobernante o tal potencia encarnan esos nobles ideales en los que
creen, aunque sus hechos demuestren lo contrario. Como ya dije, sospecho que en
parte es simple y primitiva admiración por los onvres fuertes que
hacen gala de su poder, y también cabría mencionar ese deseo de que todos
los problemas del mundo puedan ser entendidos como narrativas simples de
buenos contra malos. Pero me parece que también hay mucho de wishful
thinking: la necesidad de creer que alguien a la vez benévolo, sabio y
poderoso está en la posición de llevar a cabo la utopía. Imagino el terror
existencial y el desamparo que sentirían si aceptaran que ese dios, ese mesías,
ese Papá Noel, no existe, y que no hay nadie en el más alto trono
representándoles ni trabajando por ellos ni defendiéndoles de los dragones.
Por
supuesto, todo lo anterior no son más que las suposiciones que me parecen
razonables, basadas en mis propias observaciones y en lo que he aprendido sobre
asuntos de actualidad, historia, filosofía política y sesgos cognitivos. No es
posible conocer lo que sucede dentro de las cabezas de las personas, y nada más
podemos adivinar qué piensan y qué les motiva poniendo atención a lo que dicen
y hacen. Bien podría ser que mis conclusiones estén igualmente sesgadas, así
que les toca a ustedes decidir si tienen sentido. Como sea, a lo mejor este debraye
sirve para que algunas personas dejen de caer en el efecto Ribbentrop-Molotov.
EPÍLOGO
Escribiendo
esto a principios de marzo de 2022, parece que a Putin le va a salir el tiro
por la culata en la invasión a Ucrania. Si no se vuelve loco por los reveses y
decide lanzar misiles nucleares sobre el mundo, nos habrá ido tan bien como se
podría esperar. Me da gusto, como me da gusto la reacción mundial de condena a
esta agresión militar. Los fachos, y los chairos que no se dan cuenta que se
vuelven fachos, parecen ser una minoría.
Sin
embargo, quisiera que esto no se quedara en condenar esta invasión, que
no es una barbaridad nomás porque Putin sea extraordinariamente malvado,
o porque Rusia sea esencialmente maligna, sino porque el imperialismo
y la guerra son crímenes en todo el mundo y se les debe condenar siempre,
sucedan en donde sucedan y los cometa quien los cometa. Si repudiamos el
autoritarismo de Putin hacia dentro y su intervencionismo hacia afuera, no
tendríamos por qué tolerar eso mismo en otros gobernantes. Si llamamos
“oligarcas” a los multimillonarios que gobiernan Rusia, ¿por qué no darles la
misma etiqueta a los que tienen tantísimo poder en Europa, Estados Unidos o
América Latina?
No
me caen bien las personas que, cada vez que una tragedia o desastre ocurre en
el mundo, se ponen a sermonear “¿y por qué le haces caso a lo que pasa acá en
vez de a lo que pasa acullá?”. Digo, si quisieran que la gente se enterara de
tragedias menos comentadas, podrían dedicarse a compartir información al
respecto, pero en vez de eso nomás regañotean para alardear de superioridad
moral.
Sin
embargo, sí creo que esta coyuntura debería incitarnos a ver más allá de los
hechos que acaparan los titulares y prestar atención a las otras desgracias
que ocurren en otros lugares del mundo. Ojalá reaccionemos con la misma indignación
y muestras de solidaridad unánime a, por ejemplo, los próximos crímenes de
guerra que cometa Israel contra Palestina y a las atrocidades que lleva a cabo Arabia Saudita en Yemen, (en ambos casos, con la venia de Estados Unidos). En
un mundo tan interconectado la paz y la justicia serán globales, o no serán.
PD: Días después de publicar esta entrada, me topé con este largo videoensayo de Sophie from Mars, en el que trata del pensamiento conspiratorio en la izquierda y cómo eso lleva a algunos izquierdistas a concordar con narrativas de extrema derecha. El video está muy bien documentado y argumentado, y trata de temas tan dispares como la guerra en Ucrania, la alt-right, los Nazbols, BreadTube y Batman. Aunque se centra en la anglósfera, la descripción de esa mentalidad conspiranoica ayuda a comprender a algunos de los defensores de la 4T
FIN
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10 comentarios:
Yo solía adscribirme a la teoría de la herradura, lo cual me duró hasta que comprendí que la verdadera diferencia entre la izquierda y la derecha estaba en su respectiva concepción de la sociedad y no de la economía (a diferencia de lo que creen o quieren hacer creer los derechistas); y, por lo mismo, no creo que sea correcto llamar "izquierdistas" a estas personas. Porque está claro que no conciben ni sus líderes lideran sociedades con brechas jerárquicas reducidas, o sin ninguna -que es, según mi definición, lo que significa la izquierda-; más bien todo lo contrario.
Justamente nombrabas a Nicolás Maduro, un tipo del que llevo años convencido de que es directamente strasserista pero con franelas de Bolívar y del Che Guevara. Igual con Chávez, y con los gabinetes de ambos.
Veo tu punto, y hasta lo comparto en parte, pero a propósito evité el debate de si son "verdaderos izquierdistas", sobre todo porque es una discusión bizantina que normalmente decae en la falacia del "escocés verdadero". Prefiero, pues, tomar de buena fe la etiqueta que se asignan ellos mismos y más que juzgar si son o son izquierdistas, me importa determinar si las acciones y las causas que apoyan lo son.
"Eso sí: ciertamente es una joda, que envenena todavía más la discusión política, cuando los opositores de Amlo en la derecha, y la partidocracia en general, se suman hipócrita y torpemente a los reclamos de grupos que tienen muchas críticas y demandas legítimas al gobierno de la Cuarta Transformación."
Todavía recuerdo cuando por un momento panistas y conservadores "apoyaron" al feminismo debido a la criticas de amlo hacia las marchas.
Así es, pero su feminismo es pro-vida y transfóbico >:(
Muy buen texto, aunque debo admitir que me hiciste perder el tiempo buscando "ignimante" en el rae ;)
Ya en serio, que para los que insisten en afirmar que el peje no ha hecho nada bueno, que no olviden que hizo de México un país en el que la derecha es antitrumpista y si eso no es hacer de México un mejor país, no sé que pueda serlo.
Muy buena entrada, de hecho eso que describes (sobretoodo por el énfasis que haces en Rusia)ya es un fenómeno muy conocido, en este artículo se explica muy bien https://libcom.org/library/investigation-red-brown-alliances-third-positionism-russia-ukraine-syria-western-left.
Saludos, sigo tu página y me gustan tus artículos.
Hey, muchas gracias por comentar. Saludotes.
Es extraño ver este artículo y ver como una de las personas que más admiraba en la izquierda de mi pais se ha vuelto casi completamente de extrema derecha, aún conserva algunos discursos socialistas, pero desde su extremo odio y desprecio a las minorias sexueles, su antisemitismo al llamar a los judíos "la raza del diablo" y su apoyo a la cuarta teoría política de Dugin, no puedo decir que me haya afectado en lo personal, pero viendo como fácilmente cambio su pensamiento ideológico en solo 1 año y ahora como se llama totalmente reaccionario, pensando que los de extrema derecha e izquierda deberían aliarse para acabar con el mundo pos-moderno, además de tener un pequeño ensayo sobre la muerte a la razón donde intenta explicar el como no es necesario los debates, si no la acción violenta en contra de los enemigos ideológicos(aunque siendo honesto no muchos se lo tomaron enserio llamando un "fascista romántico"), es algo que me decepciona de mis antiguos compañeros.
Chispas, qué cosa tan fea eso que mencionas. Ahí se puede ver cómo las personas se pueden dejar llevar por las corrientes de pensamiento de su época sin mucha resistencia. Se van convirtiendo en rinocerontes, como lo advertía Ionesco. U.U
Un artículo muy bien elaborado, pero, no sé, cómo que flaqueaste un poco en la parte de Ucrania.
Estoy de acuerdo en que Putin y su gobierno son completamente impresentables (particularmente la persecución hacia la población LGBT+ y a l@s disidentes políticos), pero estás presentando al estado Ucraniano como la víctima cuando en realidad nada está más lejos de la realidad.
La verdad es que después del golpe de estado del Maidan (golpe ordenado y financiado por la CIA), el gobierno ucraniano, ayudado por organizaciones neo-nazis ha realizado una constante campaña de persecución, violencia y exterminio cultural contra las minorías de etnia rusa en el Donbás (no por nada el independentismo allá ha tenido un aumento drástico en apoyo popular). Además, la OTAN ha tratado de utilizar a Ucrania como una punta de lanza para expandirse y hostigar a Rusia, hasta el punto de que el ministro de defensa Rezniikov admitió ser un “miembro de facto” de la OTAN (https://infobrics.org/post/37536/).
Si bien Rusia está lleno de grupos neonazis como los eurasianistas y el grupo Wagner, el régimen ucraniano no sólo ha integrado al Batallón de Azov como parte oficial de sus fuerzas armadas, sino que este ha sido apoyado y financiado por importantes oligarcas.
Los crímenes de ambos lados son atroces, pero claramente esta guerra fue culpa de la OTAN, es otra más de las incontables guerras proxy ordenadas y perpetuadas por el complejo militar-industrial gringo, igual que Vietnam, Irak, Afganistán… y Zelensky en ves de tratar de negociar un acuerdo de paz para detener la masacre, prefiere jugarle del lado del Pentágono, constantemente pidiendo más armas y dinero para perpetuar la guerra mientras los gobernantes gringos ríen, cual los cerdos de Rebelión en la Granja de Orwell.
No nos dejemos engañar, esta es una guerra que los gringos quieren eternizar a toda costa para ejercer su dominio y ordeñar más y más a la clase obrera para el beneficio de sus oligarcas armamentistas, conociendo la historia gringa es lo menos sorprendente del mundo. Lo que se necesita en este momento en un cese al fuego sin importar que, incluso conceder a los deseos de Rusia es mejor que mantener la maquina de guerra andando por siempre (sin mencionar el daño brutal que el unipolarismo gringo representa para el resto del mundo, capaz que si es que llegan a ganar luego se envalentonan los gringos para invadirnos a nosotros).
De nuevo, no simpatizo con el gobierno ruso, su autoritarismo creciente y su atroz trato de la comunidad LGBT+. Pero tengo aún menos simpatía por el imperio gringo-nazi y su constante agresión a través de sus estados vasallos (sin mencionar que EEUU no es precisamente una joyita en cuanto a los derechos LGBT+, considerando que más de la mitad de estados ahí planean prohibir la transición médica para personas trans de todas las edades, y que la ϟϟuprema KKKorte planea derogar los decretos que permiten el matrimonio igualitario. Para acabarla de amolar, esta guerra le ha dado la excusa perfecta a los gringos para discriminar y diseminar odio hacia su población de ascendencia rusa. De hecho, no me sorprendería que en menos de un año los gringos encierren a sus ciudadanos de ascendencia rusa en campos de concentración como hicieron con los ciudadanos de ascendencia japonesa en la Segunda Guerra Mundial.
P.D. 100% de acuerdo con tus comentarios sobre el esperpento de Alfredo Jalife, el tipo es un antisemita de libro de texto que utiliza las atrocidades del estado israelí como excusa y cheque en blanco para diseminar su ideología de odio, y cuando lo confrontan sale con su excusa de mierda de que “yo no soy antisemita, porque los árabes somos los verdaderos semitas, no cómo los judíos que son unos jázaros impostores”(sip, el tipo también defiende la teoría absurda de los jázaros).
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