HÉROES ANTES QUE SÚPER
Esto es algo que todo escolapio que haya leído cómics de
superhéroes por algún tiempo sabe (o debería saber): todo inició en 1938 con la
primera aparición de Superman en Action Comics #1. Después de eso
vino un torrente de imitaciones y variaciones del concepto: Batman, la Mujer
Maravilla, Linterna Verde, Capitán América, Flash… Las viñetas se llenaron de
personajes superpoderosos con trajes coloridos teniendo aventuras
espectaculares, que no tardarían el dar el salto a otros medios como el cine,
los dibujos animados, la radio y, un tanto después, la televisión. Y hoy en día
los tenemos hasta en la sopa, y estamos ya un poco hartos, la verdad.
Pero, ¿qué vino antes? ¿Cómo y quiénes eran los héroes antes
de los superhéroes? Eso es lo que vamos a ver en esta serie, que servirá como
guía e introducción a los personajes y títulos más emblemáticos que fungieron
como antecedentes al superhéroe moderno. Así que… ¿por dónde comenzamos?
El lugar común es iniciar con las leyendas mitológicas
de la Antigüedad. De hecho, la palabra héroe viene del griego, y servía
para referirse a los hijos de humanos y deidades. Ya se tratase de dioses,
semidioses o mortales, la mitología nos ha dejado personajes poseedores de
habilidades extraordinarias, tales como superfuerza, velocidad,
invulnerabilidad, vuelo, cambio de forma y previsión del futuro. Milenios más
tarde, todos estos poderes formarían parte de la ficción superheroica, además
de que muchos de los modernos personajes estarían basados en los héroes
míticos (como Thor o Hércules en Marvel) o cuyos poderes habrían sido
concedidos por los dioses (como Shazam o la Mujer Maravilla).
Eso no es todo. También aparecen ya en la Antigüedad debilidades
específicas que anulan los poderes de personajes de otra forma
invulnerables, como el talón de Aquiles o la cabellera de Sansón, prefigurando
la kryptonita de Superman. A su vez encontramos armas y artefactos que
permiten a quien los porta acceder a poderes extraordinarios, como el casco de
invisibilidad de Hades o la maza del trueno de Thor. Algunos de esos artefactos
son más de origen tecnológico que mágico, como las alas artificiales que
Dédalo construye para poder volar. Son antecedentes lejanos del anillo de
Linterna Verde o la armadura de Iron Man.
Estas historias clásicas presentan a los protagonistas
realizando hazañas fabulosas, que incluyen combatir monstruos
(algunos de ellos gigantescos), vencer a tiranos, viajar al Inframundo u otros
reinos por lo general vedados a los mortales, o alcanzar la divinidad. Es
decir, la clase de aventuras que los superhéroes llegarían a tener. Incluso
podemos encontrar un antecedente de la Liga de la Justicia en la antigua
Grecia: los Argonautas. Para tripular la nave Argos y acompañarlo a
buscar el vellocino de oro, Jasón reclutó a un equipo de héroes, todos ya famosos
por sus propias hazañas previas, entre los que se incluye a Hércules, Pólux,
Cástor, Orfeo y, como no podía faltar una mujer, Atalanta.
Los héroes de la mitología pagana dieron lugar a los santos y caballeros de la cristiandad medieval. Sus aventuras eran menos hiperbólicas; después de todo, ahora Dios era uno solo, y todo poder manaba de Él. Eso sí, en cuanto a su moralidad, están más cercanos a nuestro concepto de heroísmo. Los antiguos héroes buscaban la gloria, el honor, el poder o un lugar entre los dioses inmortales. El cristianismo, en cambio, introdujo la idea de un conflicto eterno entre las fuerzas del bien y las del mal. El héroe no sólo requiere ser un buen peleador, sino un devoto cristiano y tener un estricto código moral. Los caballeros de la Mesa Redonda son otro antecedente de la Liga de la Justicia, y un héroe como Robin Hood es el arquetipo del justiciero que está fuera de la ley y contra la autoridad.
Sería muy interesante desarrollar los puntos hasta aquí mencionados,
pero entonces la historia nos quedaría muy larga y ahora no tengo ganas de
hacer antropología cultural (porque tampoco podría, vamos). Por tanto, es mejor
que pasemos directamente a tiempos mucho más recientes. En concreto, a una de
las épocas en las que se iniciaron un montón de tendencias culturales que siguen
hasta ahora y ni nos imaginamos sus orígenes. Así es: estoy hablando de la Era
Victoriana.
SUPERHOMBRES VICTORIANOS
Probablemente la primera expresión de una cultura de
masas fue la literatura popular, ya que también fue la imprenta la primera tecnología
que permitió la reproducción a escala industrial de una creación artística. En
el siglo XIX las novelas de folletines, que se publicaban por entregas
en periódicos y revistas, fueron el verdadero inicio de la narrativa
serializada, que tiempo después se perfeccionaría en los cómics. Muchos autores
que hoy se consideran canónicos de la literatura occidental conocieron el éxito
en los folletines, como Charles Dickens, Víctor Hugo y Alejandro Dumas.
La revolución industrial requería de trabajadores que
superan leer y escribir; eso llevó a una expansión de la educación pública, y
con ello a un nuevo y amplio mercado de clases trabajadoras recién
alfabetizadas. Por esas mismas décadas, los penny dreadfuls en
Inglaterra y las dime novels en Estados Unidos fueron publicaciones
periódicas muy económicas, precisamente dirigidas a ese nuevo público. Por lo
general presentaban narraciones de ínfima calidad literaria, que apelaban al
morbo y sensacionalismo con historias de horror, violencia y sexo.
Fue en estas páginas, antecedente directo de las revistas
pulp, así como en folletines de mayor prestigio, donde comenzaron a tomar forma
algunos de los géneros y subgéneros narrativos que después alcanzarían gran fama
en los cómics, así como el tipo de personajes, aventuras y escenarios que hasta
la fecha caracterizan a la ficción superheroica. Por ejemplo…
Edmond Dantés, el protagonista de El Conde de
Montecristo (1844), creado por Alejandro Dumas, es nuestro obligatorio
punto de partida. Puesto en prisión injustamente, se educa con un sabio mentor,
un eclesiástico con el que comparte el presidio. El joven ingenuo se convierte
en un brillante estratega, un maestro del engaño, un espadachín consumado y acumula
una vasta, vasta, vasta fortuna… Vasta. Todo con el motivo de ejercer venganza
contra quienes le hicieron daño. Hmmm… Entrenado para alcanzar la perfección
física e intelectual y así poder hacer justicia… Me suena, me suena… Dantés
está a medio camino entre lo heroico y lo monstruoso, sirviendo como
antecedente tanto de héroes como antihéroes y villanos. Definitivamente, es el
superhombre decimonónico por excelencia.
Rocambole es uno de los primeros personajes
literarios que tuvo un montón de aventuras extravagantes a lo largo de una extensa
carrera. Creado por el francés Pierre Alexis Ponson du Terrail en 1857, inició como
un joven pérfido inmiscuido en tramas de crimen, venganza y herencias. Sus
primeras historias lo volvieron muy popular, y para la cuarta novela tiene un
arco de redención y se convierte en un héroe hecho y derecho. Sus posteriores
novelas lo llevarían a tener muchas aventuras, enfrentarse a malvados enemigos y
hacer equipo con otros aliados de habilidades extraordinarias.
Rocambole también fue el primero de los “caballeros ladrones”,
que roban sólo a quien lo merece y que además siempre deja una prenda como
firma de sus actos (en su caso, un naipe). Estos tropos luego serían
desarrollados por otros héroes y antihéroes, tales como A.J. Raffles (1898)
y Arséne Lupin (1905). Rocambole gozó de una inusitada popularidad en
América Latina, y hasta apareció como superhéroe en toda regla en una película
mexicana de 1946.
Ya que hemos mencionado ladrones, la ficción de crímenes
y detectives toma forma con Los asesinatos de la calle Morgue (1841)
de Edgar Allan Poe. Las historias de las atrocidades cometidas por pandillas
criminales, y de la diligencia de brillantes policías por detenerlas, serían
muy populares a lo largo del siglo, y no han dejado de serlo hasta la fecha. Tanto
los héroes del pulp como los superhéroes del cómic por lo general combaten el
crimen, y muchos de ellos tienen sus raíces en la ficción policiaca, en
ambientes urbanos y a menudo sórdidos.
Las historias de Sherlock Holmes, creado por Arthur
Conan Doyle, empezando por Un estudio en escarlata (1887), terminarían
por configurar el género, y su protagonista es todo un superhombre: brillante
hasta la genialidad, y con un código moral inquebrantable, es al mismo tiempo
excéntrico; científico, boxeador, espadachín y tirador, pone sus talentos al
servicio de la justicia. Es curioso, esta combinación específica de habilidades
me suena, me suena… Su archinémesis, el profesor James Moriarty,
aparecido por primera vez en El problema final (1893) es probablemente
el primer supervillano en forma; apodado “el Napoleón del crimen” es un genio
maligno que mueve los hilos desde las sombras.
Menos conocido que Holmes hoy en día, pero casi tan
influyente, fue el detective Nick Carter, quien debutó en 1886 en la
revista New York Weekley. Carter no sólo era un genio, sino un hombre de
fortaleza y estatura extraordinarias. Pero no es sólo Carter en sí, sino su trayectoria
literaria, lo que anuncia el futuro próximo: fue comisionado por la empresa editorial,
y era ésta la que tenía los derechos del personaje, no su creador, ni los
múltiples escritores que trabajaron con él por un sueldo. Nick Carter
sobrevivió al siglo XIX y fue también una estrella de pulp en las primeras
décadas de la siguiente centuria, llegando a tener su propia revista y a compartir
los estanquillos con otros héroes muy posteriores. Por supuesto, también hizo
el salto al cine y la radio.
El horror gótico se desarrolló a lo largo del siglo
XIX con obras como Frankenstein (1818), Varney el Vampiro (1845)
o El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde (1886). El horror sería
uno de los géneros más populares del pulp, y más tarde del cómic. Por supuesto,
en el mundo de los superhéroes hay también muchos monstruos tomados directamente
de este género, así como personajes basados en ellos. De aquí surge el
científico loco, uno de los antagonistas arquetípicos de los pulps y cómics.
En 1886 apareció un opúsculo que se ubica justo entre el
horror gótico y la ficción policiaca: Spring-heeled Jack. Inspirado
en una leyenda urbana londinense, este penny dreadful presenta a un
aristócrata que se disfraza como demonio y acecha por los callejones sembrando
el terror en el corazón de sus enemigos, con ayuda de artilugios que le
permiten aparentar poderes sobrenaturales…. Hmm, esto como que me suena, me
suena… Ya que se trataba de un personaje del folclor, muchas publicaciones
pudieron trabajar con él a lo largo de la época. Al principio Jack fue
presentado como un villano, pero se fue volviendo más y más popular, y para
inicios del siglo XX ya se había convertido en un justiciero y defensor de los
inocentes.
Una parada obligatoria es el conde no-muerto titular de Drácula
(1897) otra prefiguración del arquetipo del supervillano. Además de ser una
entidad maligna que opera principalmente detrás de las sombras, Drácula posee
auténticos poderes sobrenaturales, incluyendo gran fuerza, control mental y transformación.
No es de extrañarse que el mismo Conde ha hecho repetidamente el rol de
antagonista para los superhéroes de Marvel y DC.
La Era Victoriana es la época dorada del colonialismo
europeo en África, Asia y Oceanía. Mientras los imperios coloniales destruían
culturas y masacraban pueblos, los escritores ideaban heroicas aventuras en
escenarios exóticos. En 1885 debutó Allan Quatermain, protagonista de Las
minas del rey Salomón, de H. Rider Haggard, el arquetipo de cazador blanco
en el África salvaje. Sus aventuras, extraordinarias sin llegar a ser
fantásticas, se convertirían en modelo a seguir para muchos escritores. Con
estas historias, Haggard contribuyó a darle forma a dos subgéneros que después
serían muy populares en el pulp y el cómic. Uno, el de mundos perdidos,
en los que los exploradores encuentran lugares y sociedades enteras que habían
permanecido aisladas del resto del mundo. Dos, el de la jungle opera,
que imagina las selvas tropicales como sitios propicios para las aventuras más estrambóticas,
y del que el mejor ejemplo serían las aventuras de Tarzán (1912).
A estos mundos perdidos nada más le hacían falta
dinosaurios, pero de eso ya se había encargado Julio Verne en 1864 con Viaje
al centro de la Tierra, en donde nuestros audaces exploradores encuentran
criaturas prehistóricas en un mundo subterráneo. Arthur Conan Doyle terminaría
de darle forma este subgénero con El mundo perdido (1912),
sobre dinosaurios que sobreviven en una meseta selvática en Sudamérica. Este
escenario también sería inmensamente popular en los pulps y cómics, y es
curioso que tanto Marvel como DC tienen sus respectivas “tierras de dinosaurios”.
Hablando de lo cual, la ciencia ficción es otra de
las fuentes de la que beben los cómics de superhéroes. Aparte de antecedentes
de otras eras, el género despega en el siglo XIX con las obras de Mary Shelley
y Edgar Allan Poe, y se consolida con los trabajos de Verne y H.G. Wells. El
primero nos da dos antecedentes del supervillano con armas tecnológicas
de gran poder destructivo que usa para amenazar a las naciones del mundo. Por
un lado, está el Capitán Nemo de Veinte mil leguas de viaje submarino
(1869), más bien un antihéroe complejo con todos de gris y un sentido
estricto del honor. Por el otro, está el personaje titular de Robur el
Conquistador (1886), una suerte de Nemo, pero con un navío de
guerra volador en vez de un submarino.
Los superhéroes suelen tener estrechas relaciones con los
seres del espacio; pueden ser sus aliados, enemigos o el origen de sus
poderes, o ellos mismos pueden ser extraterrestres. Desde tiempos inmemoriales hemos
tenido historias de viajes a otros mundos o de visitantes que llegan del
espacio, pero fue en el siglo XIX en donde empezó a distinguirse cierta
fórmula. Quizá el primer ejemplo del subgénero planetary romance,
en la que un gallardo héroe terrestre viaja a otros mundos para tener aventuras
exóticas y ganarse el amor de hermosas princesas alienígenas, es Journey to
Mars (1894), de Gustavus W. Pope. El género sería consolidado por las
novelas de John Carter de Marte (1912), creación de Edgar Rice
Burroughs. Por su parte, H.G. Wells nos dio la primera historia de invasión extraterrestre
y guerra interplanetaria en la influyentísima La guerra de los mundos (1898).
¡Cáspita! Estaba cometiendo una terrible omisión al no hablar de los western, las historias de vaqueros ambientadas en el Salvaje Oeste. Esta subgénero se desarrolló en las dime novels americanas, partiendo de versiones exageradas y altamente ficcionalizadas de las hazañas de bandidos, exploradores o justicieros de los territorios fronterizos, como Davey Crockett, Buffalo Bill o Jesse James. Pronto aparecieron también personajes ficticios que se volvieron muy populares. Tanto bandoleros como vigilantes extralegales podían usar máscaras para ocultar su identidad, y esto ocurrió tanto en las novelitas de vaqueros como en la vida real. No es de extrañarnos que algunos proto-superhéroes surgieran de entre estas páginas, como veremos en la próxima entrada.
Nuestra última parada de hoy nos lleva un par de años después de la muerte de la reina Victoria, a 1903, en que la Baronesa de Orczy estrenó su obra de teatro Pimpinela Escarlata, con tanto éxito que después la retrabajaría en forma de novela dos años más tarde, para cosechar todavía una mayor popularidad. Se trata de una novela de aventuras de capa y espada ambientada durante la Revolución Francesa, lo cual no tendría nada de extraordinario de no ser por su protagonista. Sir Percy Blakeney es un joven aristócrata fatuo y bueno para nada, que en secreto asume la identidad de Pimpinela Escarlata, un justiciero enmascarado que rescata a miembros de la nobleza francesa que han caído en manos del terror republicano. Esa parte no me cae bien, por mí que los guillotinen a todos. Pero lo importante es que aquí tenemos uno de los primeros, y el más influyente, caso de “hábil héroe que finge ser un ricachón inútil” que, no sé ustedes, pero a mí me suena, me suena… De nuevo, tenemos a un experto espadachín, brillante estratega, maestro del disfraz y hábil escapista, y como otros personajes, deja una prenda a manera de firma, en este caso, una tarjeta con la imagen de una flor, la titular pimpinela escarlata.
En mi opinión es en el siglo XIX en donde empieza a desarrollarse los antecedentes más directos de lo que llegaríamos a conocer como los superhéroes. No de a gratis Alan Moore escogió personajes de la literatura victoriana para crear su serie de la Liga Extraordinaria; es que esta época es el punto de partida más claro. Eso sí, las habilidades de estos personajes estaban
lejos de las de un Hércules o Sansón. Pero poco a poco tanto los héroes como
sus aventuras se irían volviendo más y más hiperbólicos, hasta regresar a niveles
míticos con personajes como Superman. Seguiremos explorando esta evolución en
el siguiente capítulo.
Continuaremos en la Parte II. Si gustas, puedes ayudarme a continuar con este proyecto con una subscripción mensual en Patreon. O, si lo prefieres, también puedes hacer una sola donación en PayPal. Mientras tanto, puedes checar otros textos relacionados:
2 comentarios:
Desde el fondo de mi corazón, aprecio muchos tus esfuerzos para aportar una guía introductoria para diferentes temas relacionados al arte popular.
(Un pequeño apunte, el casco de invisibilidad era de Hades)
Muchas gracias por leer y comentar. Realmente le eché muchas ganas a esta serie y da gusto saber que se aprecia. Y gracias por la corrección, ahora hago el cambio.
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