“Dos
rasgos fundamentales del carácter ruso, la preferencia por lo maravilloso y por
la libertad, se manifiestan en la ciencia-ficción soviética.”
Así inicia la introducción al volumen Lo mejor de la
ciencia rusa de la editorial Bruguera (primera edición de 1968,
edición especial en pasta dura de 1972). En ocasiones anteriores les conté cómo
me aficioné a estas bonitas ediciones de tapas rojas en las que se pueden
encontrar relatos de ciencia ficción vintage, y les presenté sendas
reseñas de cada una de las que pude obtener: Los
mejores relatos de ciencia ficción (1967), Los
mejores relatos de anticipación (1969) y los cuatro volúmenes de la
serie titulada sencillamente Ciencia
Ficción (1971). Ahora, para finalizar, abordemos esta colección
de relatos rusos, uno de mis hallazgos favoritos en mis viajes a las librerías
de viejo, y que releo ahora después de ocho años.
En realidad se trata de la traducción al castellano de una
antología publicada originalmente en Italia, bajo el título de Fantascienza
Russa en 1965, a cargo de Giangiacomo Feltrinelli, con selección del
experto francés Jacques Bergier. Así, tenemos la suma de Rusia, Italia, Francia
y España para hacer llegar a este mexicano de provincia una colección de
cuentos extraordinarios. Para bien o para mal, la mayoría de la ciencia ficción
disponible en el mercado editorial nos viene de la anglósfera y resulta
refrescante toparse con algo proveniente de otra cultura, en especial de esa
otra gran potencia que se disputó con Occidente la hegemonía global durante
medio siglo.
La pregunta que quizá se están haciendo es: ¿resulta la
sci-fi soviética diferente a la gringa y a la inglesa? Y la respuesta es: sí.
Por lo menos a juzgar por esta antología, y comparándola con las otras de la
misma Bruguera, las diferencias se notan desde el primer relato.
Para empezar, casi todos son de una ciencia ficción más
“dura”. Nada de invasiones extraterrestres, robots con sentimientos o aventuras
interplanetarias de las que hay ejemplos por centenas en la literatura
anglosajona. La especulación científica juega un papel central; en cada relato
se plantea un problema científico verosímil y se examina como experimento
mental hasta sus últimas consecuencias.
Sobre todo, en ellos se una verdadera pasión por la ciencia,
por los descubrimientos y la innovación, junto a una confianza en el progreso
de la humanidad. Los personajes principales son casi siempre científicos
profesionales que expresan un compromiso con el avance del conocimiento, que a
veces los lleva a la imprudencia y el autosacrificio.
La segunda diferencia más notable es que, mientras la
narrativa anglosajona tiende a ser recalcitrantemente individualista, en estos
relatos rusos los hombres (y mujeres) de ciencia siempre trabajan en equipo.
Nada de genios creando maravillas en el sótano de su casa gracias a su fortuna
privada. Aquí tenemos científicos de instituciones y universidades, trabajando
codo a codo con sus colegas y estudiantes. Esto no solamente va acorde con la
ideología socialista, sino que es una representación más realista de cómo
funciona la ciencia, que en efecto es una empresa colectiva, no individual.
Ah, y a diferencia de la mayoría de los relatos
anglosajones, en donde las mujeres son esposas o hijas de los científicos, aquí
siempre están presentes como miembros de los equipos. Sí, los líderes de los
proyectos (y protagonistas de los cuentos) son casi siempre hombres, pero en
sus equipos siempre hay por lo menos una mujer, por lo general una estudiante.
Supongo que eso refleja la situación de la URSS en aquella época, en la que las
mujeres comenzaban a incorporarse a las ciencias y la ingeniería.
La introducción al libro no está firmada, pero me inclino a
pensar que es de Jacques Bergier, quien seleccionó los relatos, pues demuestra
un profundo conocimiento de la historia de la ciencia ficción en Rusia. Señala que:
“Desde
1911, mucho antes de la aparición de revistas especializadas amercanadas, se
publicaba mensualmente en Rusia una revista de ciencia-ficción [sic], El
mundo de las aventuras. Ricamente ilustrada, impresa en buen papel, la
revista se nutría principalmente de traducciones. En ella fueron dados a
conocer Julio Verne, Robida, Wells, Paul d’Ivoi y muchos otros autores
alemanes, italianos y polacos. El mundo de las aventuras publicaba
también trabajos inéditos de autores rusos de ciencia-ficción, como Alazantrev
y Pervuchin […]
La
revolución del 1917 dio vida en seguid a una abundante literatura de
ciencia-ficción, de carácter extremadamente utópico. Pero su base era netamente
soviética, porque el torrente de traducciones se había suspendido por la
interrupción de las relaciones con Occidente. El mundo de las aventuras,
sin embargo, continuó apareciendo, aunque en un papel menos elegante. Mientras
tanto, otras revistas de ciencia-ficción como El Buscador Universal,
entraron en liza. Y se multiplicaban las novelas, publicadas, no sólo en la
URSS, sino también en el extranjero.”
Sigue con una muy completa reseña del desarrollo del género
en la nueva potencia socialista hasta la década de 1960, en que aparecería esta
colección. Hacia el final, nos dice:
“En
conjunto, la situación de la ciencia-ficción en la URSS es mejor que la
estadounidense, donde de treinta y cinco revistas de ciencia-ficción que
existían en 1955, sólo quedaban en 1960 unas siete, aproximadamente.”
Hagamos, pues, un recorrido por cada uno de estos relatos:
Cuento de año nuevo de Vladimir Dudincev, bastante extraño y que roza los límites de la fantasía. En Rusia era costumbre contar relatos de fantasmas y sucesos inexplicables el día de año nuevo, y nuestra historia trata de un joven científico que es acosado por una visión que le obliga a continuar con la obra de un colega fallecido. Tiene algunos diálogos muy interesantes sobre cuestiones como la libertad, la justicia, la redención y la responsabilidad de los hombres de ciencia frente a la sociedad. No me gustó mucho, y me hizo temer que los demás fueran igualmente místicos. Por fortuna, no fue así.
La máquina CE, modelo NR-1 de Anatoly Dneprov me
pareció sorprendentemente relevante para nuestros días de auge de las
inteligencias artificiales. Cuenta la historia de un hombre que fue reducido a
la miseria por confiar demasiado en una máquina pensante. Es un relato
simpático que tiene un diálogo que bien podría darse en nuestros días, entre un
tecbro optimista que confía en que la IA lo arreglará todo, y un escéptico más
pesimista:
-Son
máquinas inteligentes. Geniales. Restablecerán sobre la tierra el orden y el
bienestar. El caos desaparecerá, los negocios florecerán -declamó, inspirado,
el borracho intelectual, que destacaba de la masa de vagabundos a causa del
frac que había conservado, no se sabe cómo.
-¿Qué
has dicho? ¿El caos desaparecerá y los negocios florecerán? No te vayas a creer
que somos todos unos críos. Entiendes tú tanto de electrónica como yo de capar
ratones. Esto no sucederá nunca, es inútil que confíes en ello.
El Gulú celeste de Victor Saparin narra una
expedición de cosmonautas terrícolas al planeta Venus, donde encuentran un
mundo pantanoso, con grandes bestias anfibias y una raza aborigen con una
organización tribal. Éste podría haber sido un cuento lleno de lugares comunes
propios de una literatura con ecos colonialistas, como la que había sido
popular en la anglosfera desde finales del siglo XIX… ¡hasta la visión de Venus
como un planeta pantanoso es un cliché! Y sin embargo, el relato se va por
otros caminos. Para empezar, la expedición está conformada por cosmonautas de
distintos países y continentes: rusos, claro, pero también chinos y africanos. Luego,
a diferencia de otras historias de este tipo, no trata de heroicos pioneros
terrestres enfrentando salvajes nativos alienígenas; nuestros protagonistas
tienen un encuentro con los indígenas y a duras penas logran escapar, pero
eligen no usar su tecnología superior para hacerles daño y concuerdan en dejar
el planeta y a su gente en paz, y volver en un futuro en el que los venusinos
estén listos para el contacto, sin perturbar el desarrollo natural de su
cultura.
Los cangrejos caminan sobre la isla también de Anatoly Dneprov,
explora los principios de la selección natural aplicados a la mecatrónica.
Imaginen autómatas capaces de autorrepicarse y competir entre sí por recursos,
creando con cada generación individuos más fuertes. Éste es uno de los pocos
relatos en los que un científico solitario lleva a cabo un experimento por su
cuenta y, por supuesto, sale mal. Es un cuento inquietante.
El experimento olvidado de Arcadij y Boris Strugackij es un
relato atmosférico y perturbador que roza con el género de horror y con temas
similares a los explorados por Lovecraft o Stephen King. Un equipo de
científicos en un vehículo blindado penetra en una zona cuarentenada en la que
un experimento para extraer energía del tiempo mismo salió terriblemente mal.
El área se ha convertido en un sitio de pesadilla en el que plantas y animales
mutan de forma grotesca. A pesar de esto, no se trata de una simple historia de
monstruos, sino que la especulación científica está en primer plano.
El capitán de la astronave 'Polus' de Valentina Zuravleva, y La infra del dragón de Georgij Gurevic son un par de cuentos con mucho en común. Tan es así que los recordaba como si fueran uno solo hasta que los volví a leer. Ambos son bastante realistas sobre exploración espacial a grandes distancias, con viajes que durarían años (la psicología de tales viajes es parte central de la trama); en ambos tenemos tripulaciones compuestas por diferentes expertos (hombres y mujeres) que sostienen interesantes discusiones científicas, y, por último, ambos tienen desenlaces conmovedores con personajes que se sacrifican por sus compañeros y por la búsqueda del conocimiento. El cuento de Gurevic plantea la posibilidad de que existan “infraestrellas”, estrellas cuyo calor sería tan poco que no emitirían luz visible, pero que podrían estar habitadas como planetas, calentados desde su propio núcleo, y flotando en el espacio interestelar.
El despertar del profesor Bern de Vladimir Savcenko retoma la conocida premisa de la persona del presente que se somete a un estado de animación suspendida con el propósito de despertar varios siglos en el futuro. En este caso el sujeto es el profesor Bern, que quiere comprobar su teoría sobre la historia humana, según la cual la humanidad está condenada a repetir los mismos ciclos y alguna catástrofe global (probablemente una guerra nuclear) la regresará inevitablemente a un estado de barbarie. Lo interesante será descubrir cómo esta trama tan manida es abordada desde la óptica soviética. No revelo más para no hacer spoilers.
Naves de estrellas de Iván Efremov es una auténtica obra de
ficción científica en el sentido más estricto del término. Todo es planteado en
forma de un misterio que se resuelve con investigación rigurosa por parte de
dos especialistas comprometidos hasta la obsesión con su trabajo. Inicia cuando
paleontólogos encuentran evidencias de lo que parece ser armas avanzadas en el
periodo Cretácico. ¿Cómo puede ser esto? ¿Quiénes eran esos visitantes? ¿De
dónde vinieron y a dónde se fueron? Éste sería mi segundo favorito de la
colección.
Las seis cerillas, otro más de los hermanos Arcadij
y Boris Strugackij, está estructurado como una historia policiaca, pero
está vez el investigador es un científico y el misterio que tiene que resolver
ocurrió en un instituto de ciencias. El caso tiene que ver con poderes
psicoquinéticos desarrollados artificialmente y cierta propensión de los jóvenes
a la temeraridad que pone en riesgo no sólo sus vidas, sino la búsqueda del
conocimiento.
Mr. Risus de Aleksandr Beljaev es una feroz crítica del
capitalismo estadounidense y de la sociedad de consumo que todo lo mecaniza y
convierte en objeto de mercancía, incluyendo el poder de la risa. El cuento en
sí es divertido, pero lo que más me llamó la atención esta segunda vez que lo
leí fueron estas líneas que resuenan ahora que las corporaciones prometen arte
generado por máquinas y, sobre todo, empresarios que sueñan con el día en que
no tengan que emplear a artistas humanos (uno de los temas centrales en la reciente huelga de
Hollywood). Esto es dicho por un productor musical:
“Ya
sabe que compro a los compositores canciones nuevas con derechos en exclusiva…
Es importante estar en buenas relaciones con los compositores. En cuanto alguno
de estos músicos consigue hacer un par de cancioncillas que tengan éxito, empieza
a presumir y pretende compensaciones absurdas. Así se arruina uno en seguida…
Si usted consiguiera inventar un aparato que fabricara mecánicamente las
melodías, al igual que se obtiene una suma en una máquina calculadora, sería
algo magnífico. Ya no necesitaría a los compositores, me liberaría de sus
caprichos y de sus exageradas pretensiones. ¡Qué maravilla! Pondría un operario
en el aparato o a una mecanógrafa y a fabricar una canción tras otra. Inundaría
el mercado…”
La esfera de fuego de Vladimir Nemcov es el
cuento que más me gustó. Inicia con un problema técnico muy terrenal: ¿cómo
puede un equipo de científicos y soldados atravesar un bosque en llamas para
rescatar a los habitantes de una aldea que se encuentra en el medio? La forma
en la que se va resolviendo este problema es intrigante, e implica especulación
sobre tecnología que no existía cuando fue escrito, incluyendo motores
eléctricos con baterías recargables para vehículos blindados y aparatos de
radio que indican la dirección de procedencia de las transmisiones que recibe. Con
aventura, suspenso y mucha ciencia, el relato se vuelve extraordinario cuando
se revela la presencia de un objeto ajeno a nuestro mundo.
El blanco cono de Alaidn, tercer cuento de Arcadij
y Boris Strugackij vuelve al tema de mecanismos capaces de adaptarse a su
medio ambiente y evolucionar, producto de una ciencia a la que estos autores
llaman embriomecánica. En este caso, espera aplicarse a la exploración y
colonización de otros planetas. Un científico veterano y un par de jóvenes
parten a una expedición a una montaña de la isla Alaid, del archipiélago que se
extiende entre Kamchatka y Alaska, para probar uno de los embriones mecánicos. En
este futuro pacífico, la sombra de la barbarie del pasado se hace presente
poniendo en riesgo el experimento.
Las botas mágicas de Viktor Saparin es el que
más se parece a un relato ruso tradicional, a una pieza costumbrista que pudo
haber sido producida en el siglo XIX. Aparece un científico, sí, pero los
protagonistas son personas ordinarias, una madre y su travieso hijo. El
científico regala al niño un par de botas que no se desgastan, se regeneran por
sí mismas y además parecen crecer con el muchacho. ¿Qué impacto tendría este
invento, en apariencia milagroso, para estas personas y sus vecinos?
Con esto terminamos nuestro recorrido no sólo por Lo
mejor de la ciencia ficción rusa, sino por todos los “libros rojos” de ciencia
ficción Bruguera que cayeron en mis manos. He disfrutado mucho este redescubrimiento
de visiones paleofuturistas. Como siempre digo: nunca se lee el mismo libro dos
veces, porque cada vez que volvemos a él lo vemos con diferentes perspectivas,
y siento que revisitar estas lecturas enriqueció mi pensamiento con conceptos
que me sirven para interpretar tanto la realidad como la literatura; y claro,
me hizo pasar grandes ratos. Creo que pueden hacer lo mismo por ustedes.
Si tengo que rankear estos libros, quedarían así, del
menos bueno al mejor:
- 7. Relatos de ciencia ficción
- 6. Historias selectas de ciencia ficción
- 5. Ciencia ficción contemporánea
- 4. Antología ciencia ficción
- 3. Los mejores relatos de ciencia ficción
- 2. Lo mejor de la ciencia ficción rusa
- 1. Los mejores relatos de anticipación
Otros libros del género que publicó Bruguera en el formato
de lujo con tapas rojas, y que ya he analizado (enlaces a ello al clicar en el
título), son:
- La peste escarlata de Jack London
- Antes de Adán de Jack London
- La amenaza de Andrómeda de Michael Crichton
Espero que hayan disfrutado este paseo tanto como yo. Como
siempre, me gustaría saber qué piensan de todo esto, o si conocen otras obras
similares para recomendar. Por ahora me despido deseándoles un buen futuro.
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