Cosmonáutica: Lo mejor de la ciencia ficción soviética - Ego Sum Qui Sum

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jueves, 18 de julio de 2024

Cosmonáutica: Lo mejor de la ciencia ficción soviética


“Dos rasgos fundamentales del carácter ruso, la preferencia por lo maravilloso y por la libertad, se manifiestan en la ciencia-ficción soviética.”

 

Así inicia la introducción al volumen Lo mejor de la ciencia rusa de la editorial Bruguera (primera edición de 1968, edición especial en pasta dura de 1972). En ocasiones anteriores les conté cómo me aficioné a estas bonitas ediciones de tapas rojas en las que se pueden encontrar relatos de ciencia ficción vintage, y les presenté sendas reseñas de cada una de las que pude obtener: Los mejores relatos de ciencia ficción (1967), Los mejores relatos de anticipación (1969) y los cuatro volúmenes de la serie titulada sencillamente Ciencia Ficción (1971). Ahora, para finalizar, abordemos esta colección de relatos rusos, uno de mis hallazgos favoritos en mis viajes a las librerías de viejo, y que releo ahora después de ocho años.

 

En realidad se trata de la traducción al castellano de una antología publicada originalmente en Italia, bajo el título de Fantascienza Russa en 1965, a cargo de Giangiacomo Feltrinelli, con selección del experto francés Jacques Bergier. Así, tenemos la suma de Rusia, Italia, Francia y España para hacer llegar a este mexicano de provincia una colección de cuentos extraordinarios. Para bien o para mal, la mayoría de la ciencia ficción disponible en el mercado editorial nos viene de la anglósfera y resulta refrescante toparse con algo proveniente de otra cultura, en especial de esa otra gran potencia que se disputó con Occidente la hegemonía global durante medio siglo.

 

La pregunta que quizá se están haciendo es: ¿resulta la sci-fi soviética diferente a la gringa y a la inglesa? Y la respuesta es: sí. Por lo menos a juzgar por esta antología, y comparándola con las otras de la misma Bruguera, las diferencias se notan desde el primer relato.

 


Para empezar, casi todos son de una ciencia ficción más “dura”. Nada de invasiones extraterrestres, robots con sentimientos o aventuras interplanetarias de las que hay ejemplos por centenas en la literatura anglosajona. La especulación científica juega un papel central; en cada relato se plantea un problema científico verosímil y se examina como experimento mental hasta sus últimas consecuencias.

 

Sobre todo, en ellos se una verdadera pasión por la ciencia, por los descubrimientos y la innovación, junto a una confianza en el progreso de la humanidad. Los personajes principales son casi siempre científicos profesionales que expresan un compromiso con el avance del conocimiento, que a veces los lleva a la imprudencia y el autosacrificio.

 

La segunda diferencia más notable es que, mientras la narrativa anglosajona tiende a ser recalcitrantemente individualista, en estos relatos rusos los hombres (y mujeres) de ciencia siempre trabajan en equipo. Nada de genios creando maravillas en el sótano de su casa gracias a su fortuna privada. Aquí tenemos científicos de instituciones y universidades, trabajando codo a codo con sus colegas y estudiantes. Esto no solamente va acorde con la ideología socialista, sino que es una representación más realista de cómo funciona la ciencia, que en efecto es una empresa colectiva, no individual.

 

Ah, y a diferencia de la mayoría de los relatos anglosajones, en donde las mujeres son esposas o hijas de los científicos, aquí siempre están presentes como miembros de los equipos. Sí, los líderes de los proyectos (y protagonistas de los cuentos) son casi siempre hombres, pero en sus equipos siempre hay por lo menos una mujer, por lo general una estudiante. Supongo que eso refleja la situación de la URSS en aquella época, en la que las mujeres comenzaban a incorporarse a las ciencias y la ingeniería.

 


La introducción al libro no está firmada, pero me inclino a pensar que es de Jacques Bergier, quien seleccionó los relatos, pues demuestra un profundo conocimiento de la historia de la ciencia ficción en Rusia. Señala que:

 

“Desde 1911, mucho antes de la aparición de revistas especializadas amercanadas, se publicaba mensualmente en Rusia una revista de ciencia-ficción [sic], El mundo de las aventuras. Ricamente ilustrada, impresa en buen papel, la revista se nutría principalmente de traducciones. En ella fueron dados a conocer Julio Verne, Robida, Wells, Paul d’Ivoi y muchos otros autores alemanes, italianos y polacos. El mundo de las aventuras publicaba también trabajos inéditos de autores rusos de ciencia-ficción, como Alazantrev y Pervuchin […]

 

La revolución del 1917 dio vida en seguid a una abundante literatura de ciencia-ficción, de carácter extremadamente utópico. Pero su base era netamente soviética, porque el torrente de traducciones se había suspendido por la interrupción de las relaciones con Occidente. El mundo de las aventuras, sin embargo, continuó apareciendo, aunque en un papel menos elegante. Mientras tanto, otras revistas de ciencia-ficción como El Buscador Universal, entraron en liza. Y se multiplicaban las novelas, publicadas, no sólo en la URSS, sino también en el extranjero.”

 

Sigue con una muy completa reseña del desarrollo del género en la nueva potencia socialista hasta la década de 1960, en que aparecería esta colección. Hacia el final, nos dice:

 

“En conjunto, la situación de la ciencia-ficción en la URSS es mejor que la estadounidense, donde de treinta y cinco revistas de ciencia-ficción que existían en 1955, sólo quedaban en 1960 unas siete, aproximadamente.”

 

Hagamos, pues, un recorrido por cada uno de estos relatos:



Cuento de año nuevo de Vladimir Dudincev, bastante extraño y que roza los límites de la fantasía. En Rusia era costumbre contar relatos de fantasmas y sucesos inexplicables el día de año nuevo, y nuestra historia trata de un joven científico que es acosado por una visión que le obliga a continuar con la obra de un colega fallecido. Tiene algunos diálogos muy interesantes sobre cuestiones como la libertad, la justicia, la redención y la responsabilidad de los hombres de ciencia frente a la sociedad. No me gustó mucho, y me hizo temer que los demás fueran igualmente místicos. Por fortuna, no fue así.

 

La máquina CE, modelo NR-1 de Anatoly Dneprov me pareció sorprendentemente relevante para nuestros días de auge de las inteligencias artificiales. Cuenta la historia de un hombre que fue reducido a la miseria por confiar demasiado en una máquina pensante. Es un relato simpático que tiene un diálogo que bien podría darse en nuestros días, entre un tecbro optimista que confía en que la IA lo arreglará todo, y un escéptico más pesimista:

 

-Son máquinas inteligentes. Geniales. Restablecerán sobre la tierra el orden y el bienestar. El caos desaparecerá, los negocios florecerán -declamó, inspirado, el borracho intelectual, que destacaba de la masa de vagabundos a causa del frac que había conservado, no se sabe cómo.

 

-¿Qué has dicho? ¿El caos desaparecerá y los negocios florecerán? No te vayas a creer que somos todos unos críos. Entiendes tú tanto de electrónica como yo de capar ratones. Esto no sucederá nunca, es inútil que confíes en ello.

 


El Gulú celeste de Victor Saparin narra una expedición de cosmonautas terrícolas al planeta Venus, donde encuentran un mundo pantanoso, con grandes bestias anfibias y una raza aborigen con una organización tribal. Éste podría haber sido un cuento lleno de lugares comunes propios de una literatura con ecos colonialistas, como la que había sido popular en la anglosfera desde finales del siglo XIX… ¡hasta la visión de Venus como un planeta pantanoso es un cliché! Y sin embargo, el relato se va por otros caminos. Para empezar, la expedición está conformada por cosmonautas de distintos países y continentes: rusos, claro, pero también chinos y africanos. Luego, a diferencia de otras historias de este tipo, no trata de heroicos pioneros terrestres enfrentando salvajes nativos alienígenas; nuestros protagonistas tienen un encuentro con los indígenas y a duras penas logran escapar, pero eligen no usar su tecnología superior para hacerles daño y concuerdan en dejar el planeta y a su gente en paz, y volver en un futuro en el que los venusinos estén listos para el contacto, sin perturbar el desarrollo natural de su cultura.

Los cangrejos caminan sobre la isla también de Anatoly Dneprov, explora los principios de la selección natural aplicados a la mecatrónica. Imaginen autómatas capaces de autorrepicarse y competir entre sí por recursos, creando con cada generación individuos más fuertes. Éste es uno de los pocos relatos en los que un científico solitario lleva a cabo un experimento por su cuenta y, por supuesto, sale mal. Es un cuento inquietante.

El experimento olvidado de Arcadij y Boris Strugackij es un relato atmosférico y perturbador que roza con el género de horror y con temas similares a los explorados por Lovecraft o Stephen King. Un equipo de científicos en un vehículo blindado penetra en una zona cuarentenada en la que un experimento para extraer energía del tiempo mismo salió terriblemente mal. El área se ha convertido en un sitio de pesadilla en el que plantas y animales mutan de forma grotesca. A pesar de esto, no se trata de una simple historia de monstruos, sino que la especulación científica está en primer plano.



El capitán de la astronave 'Polus' de Valentina Zuravleva, y La infra del dragón de Georgij Gurevic son un par de cuentos con mucho en común. Tan es así que los recordaba como si fueran uno solo hasta que los volví a leer. Ambos son bastante realistas sobre exploración espacial a grandes distancias, con viajes que durarían años (la psicología de tales viajes es parte central de la trama); en ambos tenemos tripulaciones compuestas por diferentes expertos (hombres y mujeres) que sostienen interesantes discusiones científicas, y, por último, ambos tienen desenlaces conmovedores con personajes que se sacrifican por sus compañeros y por la búsqueda del conocimiento. El cuento de Gurevic plantea la posibilidad de que existan “infraestrellas”, estrellas cuyo calor sería tan poco que no emitirían luz visible, pero que podrían estar habitadas como planetas, calentados desde su propio núcleo, y flotando en el espacio interestelar.

 

El despertar del profesor Bern de Vladimir Savcenko retoma la conocida premisa de la persona del presente que se somete a un estado de animación suspendida con el propósito de despertar varios siglos en el futuro. En este caso el sujeto es el profesor Bern, que quiere comprobar su teoría sobre la historia humana, según la cual la humanidad está condenada a repetir los mismos ciclos y alguna catástrofe global (probablemente una guerra nuclear) la regresará inevitablemente a un estado de barbarie. Lo interesante será descubrir cómo esta trama tan manida es abordada desde la óptica soviética. No revelo más para no hacer spoilers.


Naves de estrellas de Iván Efremov es una auténtica obra de ficción científica en el sentido más estricto del término. Todo es planteado en forma de un misterio que se resuelve con investigación rigurosa por parte de dos especialistas comprometidos hasta la obsesión con su trabajo. Inicia cuando paleontólogos encuentran evidencias de lo que parece ser armas avanzadas en el periodo Cretácico. ¿Cómo puede ser esto? ¿Quiénes eran esos visitantes? ¿De dónde vinieron y a dónde se fueron? Éste sería mi segundo favorito de la colección.

 


Las seis cerillas, otro más de los hermanos Arcadij y Boris Strugackij, está estructurado como una historia policiaca, pero está vez el investigador es un científico y el misterio que tiene que resolver ocurrió en un instituto de ciencias. El caso tiene que ver con poderes psicoquinéticos desarrollados artificialmente y cierta propensión de los jóvenes a la temeraridad que pone en riesgo no sólo sus vidas, sino la búsqueda del conocimiento.

Mr. Risus de Aleksandr Beljaev es una feroz crítica del capitalismo estadounidense y de la sociedad de consumo que todo lo mecaniza y convierte en objeto de mercancía, incluyendo el poder de la risa. El cuento en sí es divertido, pero lo que más me llamó la atención esta segunda vez que lo leí fueron estas líneas que resuenan ahora que las corporaciones prometen arte generado por máquinas y, sobre todo, empresarios que sueñan con el día en que no tengan que emplear a artistas humanos (uno de los temas centrales en la reciente huelga de Hollywood). Esto es dicho por un productor musical:

 

“Ya sabe que compro a los compositores canciones nuevas con derechos en exclusiva… Es importante estar en buenas relaciones con los compositores. En cuanto alguno de estos músicos consigue hacer un par de cancioncillas que tengan éxito, empieza a presumir y pretende compensaciones absurdas. Así se arruina uno en seguida… Si usted consiguiera inventar un aparato que fabricara mecánicamente las melodías, al igual que se obtiene una suma en una máquina calculadora, sería algo magnífico. Ya no necesitaría a los compositores, me liberaría de sus caprichos y de sus exageradas pretensiones. ¡Qué maravilla! Pondría un operario en el aparato o a una mecanógrafa y a fabricar una canción tras otra. Inundaría el mercado…”


La esfera de fuego de Vladimir Nemcov es el cuento que más me gustó. Inicia con un problema técnico muy terrenal: ¿cómo puede un equipo de científicos y soldados atravesar un bosque en llamas para rescatar a los habitantes de una aldea que se encuentra en el medio? La forma en la que se va resolviendo este problema es intrigante, e implica especulación sobre tecnología que no existía cuando fue escrito, incluyendo motores eléctricos con baterías recargables para vehículos blindados y aparatos de radio que indican la dirección de procedencia de las transmisiones que recibe. Con aventura, suspenso y mucha ciencia, el relato se vuelve extraordinario cuando se revela la presencia de un objeto ajeno a nuestro mundo.

 

El blanco cono de Alaidn, tercer cuento de Arcadij y Boris Strugackij vuelve al tema de mecanismos capaces de adaptarse a su medio ambiente y evolucionar, producto de una ciencia a la que estos autores llaman embriomecánica. En este caso, espera aplicarse a la exploración y colonización de otros planetas. Un científico veterano y un par de jóvenes parten a una expedición a una montaña de la isla Alaid, del archipiélago que se extiende entre Kamchatka y Alaska, para probar uno de los embriones mecánicos. En este futuro pacífico, la sombra de la barbarie del pasado se hace presente poniendo en riesgo el experimento.

 

Las botas mágicas de Viktor Saparin es el que más se parece a un relato ruso tradicional, a una pieza costumbrista que pudo haber sido producida en el siglo XIX. Aparece un científico, sí, pero los protagonistas son personas ordinarias, una madre y su travieso hijo. El científico regala al niño un par de botas que no se desgastan, se regeneran por sí mismas y además parecen crecer con el muchacho. ¿Qué impacto tendría este invento, en apariencia milagroso, para estas personas y sus vecinos?

 


Con esto terminamos nuestro recorrido no sólo por Lo mejor de la ciencia ficción rusa, sino por todos los “libros rojos” de ciencia ficción Bruguera que cayeron en mis manos. He disfrutado mucho este redescubrimiento de visiones paleofuturistas. Como siempre digo: nunca se lee el mismo libro dos veces, porque cada vez que volvemos a él lo vemos con diferentes perspectivas, y siento que revisitar estas lecturas enriqueció mi pensamiento con conceptos que me sirven para interpretar tanto la realidad como la literatura; y claro, me hizo pasar grandes ratos. Creo que pueden hacer lo mismo por ustedes.

 

Si tengo que rankear estos libros, quedarían así, del menos bueno al mejor:

 

  • 7. Relatos de ciencia ficción
  • 6. Historias selectas de ciencia ficción
  • 5. Ciencia ficción contemporánea
  • 4. Antología ciencia ficción
  • 3. Los mejores relatos de ciencia ficción
  • 2. Lo mejor de la ciencia ficción rusa
  • 1. Los mejores relatos de anticipación

 

Otros libros del género que publicó Bruguera en el formato de lujo con tapas rojas, y que ya he analizado (enlaces a ello al clicar en el título), son:

 

 

Espero que hayan disfrutado este paseo tanto como yo. Como siempre, me gustaría saber qué piensan de todo esto, o si conocen otras obras similares para recomendar. Por ahora me despido deseándoles un buen futuro.

 


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