El día en que el mimo rompió el silencio - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

martes, 20 de agosto de 2013

El día en que el mimo rompió el silencio



Uno encontraría difícil de creer, sobre todo después de décadas de propaganda a través del cine hollywoodense, pero hubo una época en la que Adolf Hitler no era visto como un mal tipo en los países democráticos de occidente. Francia e Inglaterra estaban a la expectativa, confiando en que su política de apaciguamiento calmaría los ánimos expansionistas de Hitler y que el feroz anticomunismo de los nazis contendría el peligro soviético. Gran chasco se debieron haber llevado cuando la Alemania Nazi y la Unión Soviética firmaron un pacto de no agresión para repartirse la indefensa Polonia.

Henry Ford, el gran héroe del capitalismo americano, no ocultaba su antisemitismo y su simpatía por los nazis, así como su adherencia a delirantes teorías conspiranoicas como expresó en el imfame libelo El judío internacional (1920), por el cual recibió una condecoración por parte de la Alemania Nazi. En Estados Unidos existía desde la década de 1930 una organización pro-nazi: la German American Bund, a la que se le permitía difundir su ideología libremente. Adolf Hitler apareció cuatro veces en la portada de la revista TIME en 1931, 1933, 1936 y 1939, esta última vez con el título de "Hombre del año". Incluso por los que no eran nazis, Hitler era admirado como un gran estadista.


Las corporaciones americanas General Motors e IBM colaboraron con el régimen nazi, y Hollywood autocensuraba sus propias películas y despedía a artistas judíos con tal de caerle bien a los nazis y que les permitiera distribuir sus películas en Alemania. Más aún, si una película hollywoodense que contraviniera la ideología nazi se mostraba en cualquier parte del mundo, Alemania aplicaría sanciones contra la industria cinematográfica americana.

La Segunda Guerra Mundial empezó en septiembre de 1939, pero no fue sino hasta diciembre de 1941 que Estados Unidos entró al conflicto, por lo que incluso mientras las huestes de Hitler asolaban Europa, las simpatías pro-nazis eran expresadas libremente por figuras públicas americanas. Franklin D. Roosevelt, el presidente que dirigiría través de la guerra, era acusado por la extrema derecha americana de ser un bolchevique a favor de los judíos. La leyenda (repetida acríticamente por los antiyanquistas latinoamericanos más rabiosos) de que Roosevelt provocó o escenificó el ataque a Pearl Harbor para meter a EUA en guerra contra las hermanas Fuerzas del Eje, fue acuñada y difundida por los pro-nazis gringos.


Y mientras, los judíos, gitanos, testigos de Jehová, homosexuales y disidentes en los países conquistados por el Tercer Reich sufrían toda clase de abusos; se les arrebataban sus propiedades, eran hacinados en guetos o campos de concentración, se les mantenía en constante hambruna, y eran golpeados, torturados o asesinados impunemente. Y a nadie le importaba porque, al fin y al cabo, eran sólo parias de la sociedad.

***

El cine sonoro existía desde el año 1927. Para 1940 ya nadie hacía películas silentes. Nadie, excepto Charles Chaplin, director, escritor, actor y compositor; ese gran genio del cine mudo, ese mimo capaz de transmitir un sinfín de mensajes con su magnífico arte. Chaplin se había negado a adoptar el cine sonoro; consideraba que abarataba la magia del cine, e insistía en que lo suyo eran las películas silentes. Ni sus más cercanos colaboradores podían hacerlo cambiar de idea. Y aunque el cine sonoro alcanzó grandes niveles artísticos casi de inmediato, lo cierto es que Chaplin seguía produciendo maravillas y capturando al público sin decir una sola palabra. Sin embargo, esto tuvo que cambiar.

Desde un principio Chaplin se había identificado con las clases oprimidas. Desde su cortometraje El Inmigrante (1917) hasta Tiempos Modernos (1936), había hablado por los pobres, los explotados, los desposeídos, los marginados (habiendo crecido en pobreza, Chaplin conocía esa vida). Y ya desde temprano se había ganado la antipatía de quienes lo consideraba un peligroso socialista (no lo era, pero ciertamente estaba más del lado izquierdo del espectro político) y sufrió los acosos del paranoico anticomunista y director del FBI, J. Edgar Hoover.


Chaplin fue de las pocas mentes preclaras que vio el peligro que significaba Hitler y el ascenso del fascismo. Vio los horrores de opresión y falta de libertades enmascarados por el oropel de la recuperación económica y el esplendor germánicos. Hizo suyo el sufrimiento de los perseguidos y torturados por el régimen nazi. Llegó el momento en que se dio cuenta de que tendría que ser él quien alzara la voz. El mimo tenía que hablar, porque todos los demás callaban.

El Gran Dictador (1940) fue la primera película sonora de Chaplin. Era una feroz burla y crítica contra Hitler, el nazismo y todo lo que ellos significaban. Fue entonces que el gran genio del cine mudo usó el poder de la palabra.


La polémica rodeó a la cinta desde su producción. A Chaplin lo acusaban de estar resentido sólo por ser judío (no lo era tampoco, pero su medio hermano sí). Gran Bretaña anunció que prohibiría la exhibición de esa cinta, pues aún seguía en su política de apaciguamiento (aunque para cuando se estrenó ya había empezado la guerra y entonces sí fue bien recibida).

En esta película, mi favorita de las de Chaplin, el artista hace dos papeles brillantes. Como Adenoid Hynkel, el dictador titular, y como un barbero judío, que es, por una extraña coincidencia, exactamente igual. Hay dos discursos en El Gran Dictador. El primero lo dice Hynkel. Chaplin no dice nada; no habla alemán, solamente hace aspavientos y sonidos que parecen alemán. Su mensaje es muy claro: Hitler no dice nada, su discurso está vacío y sólo contiene odio.


El segundo discurso es uno de los mejores de la historia y uno que todas las veces consigue sacarme lágrimas. Lo pronuncia el barbero judío cuando es confundido con el dictador. Pero es también el discurso que quiere decirnos Chaplin, que nos advierte a todos, sus contemporáneos, y la gente de la posteridad, en contra de los tiranos, en contra de los hombres mecánicos y sus mentes mecánicas que sólo saben obedecer órdenes, en contra de quienes glorifican la guerra, la esclavitud y la explotación; a favor de la paz, de la libertad y de la hermandad de todos los hombres. 

Escuchen al mimo que rompió el silencio porque ya no puede seguir callando:



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1 comentario:

Elmer Homero dijo...

¿Y esta versión? http://www.youtube.com/watch?v=Ug8KiS0W85Y ¿es peor o mejor? es un gran favorito mio...

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