Albert Einstein (1879-1955) es probablemente
el científico más famoso de todos los tiempos. Su cara y su nombre son reconocibles
por cualquier hijo de vecino, y a ellos de inmediato se asocia la idea de “genio”.
El problema es que mucha gente no entiende las aportaciones científicas que ganaron
a Einstein la reputación de genio. Por lo general se quedan simplemente con la
idea de que “era un señor muy inteligente”. Como alguna
vez le dijo Charlie Chaplin “a usted todo el mundo lo admira, pero nadie
entiende lo que dice”.
De ahí que se recurra a su figura
en busca de sabiduría, aunque sea en forma clichés cursis y superfluos. Por
eso, los internetz están llenos de frases apócrifas atribuidas a Einstein.
Algunas de las más famosas y que más repiten las tías de Facebook son:
«La definición de la locura es hacer la
misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados».
«La
maldad es el resultado de lo que pasa cuando el amor de dios no está presente
en el corazón del hombre».
«Temo por el día en que la tecnología
supere las interacciones humanas. El mundo tendrá una generación de idiotas».
«Todo el mundo es un genio. Pero, si juzgas
a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que
es un inútil».
Todas son falsas (aquí,
aquí,
aquí,
aquí
y aquí).
Y por supuesto, esa famosa anécdota en la que “Einstein
humilla a un ateo” es completamente falsa también. Einstein no era un
hombre particularmente religioso, y mucho menos defendería la doctrina
cristiana; él decía creer en el
dios de Baruch Spinoza, un filósofo judío del siglo XVII, que era
panteísta: lo que llamamos “dios” es la totalidad del universo con las
inalterables leyes que lo rigen, y no existe un dios personal al cual rezarle,
que intervenga en el mundo o que dicte mandamientos.
De hecho, un tip para saber que una cita atribuida a Einstein es falsa es si habla de diosito y pretende hacer un
“jaque mate, ateos”. Otras banderas rojas incluyen: si equipara
la teoría de la relatividad con la idea de que “todo es relativo”; si son paparruchadas
motivacionales de señora básica; si suena a lamento de señor boomer rancio sobre "estos tiempos"; si son patrañas nuevoereras sobre las “vibras”
o sobre que “la mente crea la realidad” y cosas por el estilo; si son cursilerías
para reconfortar mediocres. Sobre esto último, por cierto, es
falso que Einstein fuera un mal estudiante y que reprobara matemáticas, así
que deje de hacerse ilusiones, doña, su hijo es un vago. Y hablando de falsedades,
ni siquiera empecemos con todos los mitos urbanos acerca del “verdadero autor”
de la teoría de la relatividad, que es puro sensacionalismo barato.
Lo curioso es que, entre tantas
citas falsamente atribuidas a Einstein, nunca se ve circular por las redes las
siguientes, que son cien por ciento reales no fake:
“La anarquía económica de la sociedad
capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal.
Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están
esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo.”
“El verdadero propósito del socialismo es
precisamente superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo
humano.”
Esta cita está extraída de su
ensayo ¿Por qué socialismo?, de 1949, en el que Einstein defiende precisamente
este proyecto político. Porque, resulta, Einstein era socialista. De hecho, el buen
Albert no dudó en usar su influencia como celebridad científica para hacer
escuchar mensajes que él consideraba importantes para la sociedad de su
tiempo. Se unió a los otros pocos intelectuales que protestaron por la Primera
Guerra Mundial, advirtió sobre el peligro existencial representado por el fascismo, alzó la voz en apoyo al movimiento contra la segregación racial y se opuso activamente a la proliferación de armas nucleares. Llamó al
nacionalismo “una enfermedad infantil”.
Como muchos socialistas de su
época, Einstein fue crítico del régimen soviético, como en esta cita, extraída
de una entrevista de 1929:
“El bolchevismo es un experimento
extraordinario. No es imposible que la corriente de la evolución social de
ahora en adelante vaya en dirección del comunismo. Intentar el experimento
bolchevique bien puede valer la pena. Pero creo que Rusia se equivoca
gravemente en la ejecución de sus ideales.”
Una vez me topé con uno de esos
chavalillos “soy fan de la ciencia y del libertarianismo” (¡tamaña
contradicción!) en Twitter, que traía su avatar de Einstein y andaba
despotricando (con pura ignorancia, claro) contra el socialismo. Le pasé el
dato de que Einstein era socialista y se puso a decir incoherencias tipo “¿entonces
por qué vivía en un país capitalista?” y demás blablá que sólo los de su calaña
podrían creer que cuentan como respuestas.
Es divertido traer el dato a
colación para irritar a esa subespecie de interneteros que se creen racionalistas
amantes de la ciencia, pero no son más que pagafantas de tecnomillonarios.
Sin embargo, hay que reconocer que simplemente apelar a la autoridad de
Einstein como legitimación del socialismo sería falaz. O sea, no porque
Einstein diga que el socialismo es necesario significa que así lo es. Eso sería
tan erróneo como decir que la teoría de la relatividad general no puede ser
verdadera porque Einstein era un marido muy culero y machista (¡que
lo era!). Después de todo, científicos
muy brillantes han defendido ideas disparatadas.
Así que más bien hay que conocer
los argumentos con los que Einstein defiende el socialismo, para que
cada quien pueda juzgar por sí mismo qué tan válidos son. En lo personal, creo que el
gran físico tiene mucho qué decirnos después de tantas décadas. Sobre la
necesidad de que la ética guíe el avance tecnocientífico, sobre la naturaleza
depredadora del capitalismo, sobre la actitud necesaria para enfrentar peligros
que amenazan la existencia misma de la humanidad, y sobre la posible forma de
organizarnos como sociedad si queremos un futuro próspero. Aquí les dejo el
ensayo íntegro, extraído de la
Biblioteca de Autores Socialistas:
¿POR QUÉ SOCIALISMO?
Albert Einstein
¿Debe quien no es un experto en cuestiones
económicas y sociales opinar sobre el socialismo? Por una serie de razones creo
que sí.
Permítasenos primero considerar la cuestión desde el punto de vista del conocimiento científico. Puede parecer que no hay diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: los científicos en ambos campos procuran descubrir leyes de aceptabilidad general para un grupo circunscrito de fenómenos para hacer la interconexión de estos fenómenos tan claramente comprensible como sea posible. Pero en realidad estas diferencias metodológicas existen. El descubrimiento de leyes generales en el campo de la economía es difícil porque la observación de fenómenos económicos es afectada a menudo por muchos factores que son difícilmente evaluables por separado.
Además, la experiencia que se ha acumulado desde el principio del
llamado período civilizado de la historia humana --como es bien sabido-- ha
sido influida y limitada en gran parte por causas que no son de ninguna manera
exclusivamente económicas en su origen. Por ejemplo, la mayoría de los grandes
estados de la historia debieron su existencia a la conquista. Los pueblos
conquistadores se establecieron, legal y económicamente, como la clase
privilegiada del país conquistado. Se aseguraron para sí mismos el monopolio de
la propiedad de la tierra y designaron un sacerdocio de entre sus propias
filas. Los sacerdotes, con el control de la educación, hicieron de la división
de la sociedad en clases una institución permanente y crearon un sistema de
valores por el cual la gente estaba a partir de entonces, en gran medida de
forma inconsciente, dirigida en su comportamiento social.
Pero la tradición histórica es, como se
dice, de ayer; en ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein
Veblen llamó "la fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos
económicos observables pertenecen a esa fase e incluso las leyes que podemos
derivar de ellos no son aplicables a otras fases. Puesto que el verdadero
propósito del socialismo es precisamente superar y avanzar más allá de la fase
depredadora del desarrollo humano, la ciencia económica en su estado actual
puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.
En segundo lugar, el socialismo está guiado
hacia un fin ético-social. La ciencia, sin embargo, no puede establecer fines
e, incluso menos, inculcarlos en los seres humanos; la ciencia puede proveer
los medios con los que lograr ciertos fines. Pero los fines por sí mismos son
concebidos por personas con altos ideales éticos y --si estos fines no son
endebles, sino vitales y vigorosos-- son adoptados y llevados adelante por
muchos seres humanos quienes, de forma semi-inconsciente, determinan la
evolución lenta de la sociedad.
Por estas razones, no debemos sobrestimar
la ciencia y los métodos científicos cuando se trata de problemas humanos; y no
debemos asumir que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse
en las cuestiones que afectan a la organización de la sociedad. Muchas voces
han afirmado desde hace tiempo que la sociedad humana está pasando por una
crisis, que su estabilidad ha sido gravemente dañada. Es característico de tal
situación que los individuos se sienten indiferentes o incluso hostiles hacia
el grupo, pequeño o grande, al que pertenecen. Como ilustración, déjenme
recordar aquí una experiencia personal. Discutí recientemente con un hombre
inteligente y bien dispuesto la amenaza de otra guerra, que en mi opinión
pondría en peligro seriamente la existencia de la humanidad, y subrayé que
solamente una organización supranacional ofrecería protección frente a ese
peligro. Frente a eso mi visitante, muy calmado y tranquilo, me dijo:
"¿por qué se opone usted tan profundamente a la desaparición de la raza
humana?"
Estoy seguro que hace tan sólo un siglo
nadie habría hecho tan ligeramente una declaración de esta clase. Es la
declaración de un hombre que se ha esforzado inútilmente en lograr un
equilibrio interior y que tiene más o menos perdida la esperanza de
conseguirlo. Es la expresión de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha
gente está sufriendo en la actualidad. ¿Cuál es la causa? ¿Hay una salida?
Es fácil plantear estas preguntas, pero
difícil contestarlas con seguridad. Debo intentarlo, sin embargo, lo mejor que
pueda, aunque soy muy consciente del hecho de que nuestros sentimientos y
esfuerzos son a menudo contradictorios y obscuros y que no pueden expresarse en
fórmulas fáciles y simples.
El hombre es, a la vez, un ser solitario y
un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la
de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y
para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el
reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus
placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de
vida. Solamente la existencia de éstos diferentes, y frecuentemente
contradictorios objetivos por el carácter especial del hombre, y su combinación
específica determina el grado con el cual un individuo puede alcanzar un
equilibrio interno y puede contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy
posible que la fuerza relativa de estas dos pulsiones esté, en lo fundamental,
fijada hereditariamente. Pero la personalidad que finalmente emerge está
determinada en gran parte por el ambiente en el cual un hombre se encuentra
durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la
tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de
comportamiento.
El concepto abstracto "sociedad"
significa para el ser humano individual la suma total de sus relaciones
directas e indirectas con sus contemporáneos y con todas las personas de
generaciones anteriores. El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y
trabajar por sí mismo; pero él depende tanto de la sociedad -en su existencia
física, intelectual, y emocional- que es imposible concebirlo, o entenderlo,
fuera del marco de la sociedad. Es la "sociedad" la que provee al
hombre de alimento, hogar, herramientas de trabajo, lenguaje, formas de
pensamiento, y la mayoría del contenido de su pensamiento; su vida es posible
por el trabajo y las realizaciones de los muchos millones en el pasado y en el
presente que se ocultan detrás de la pequeña palabra "sociedad".
Es evidente, por lo tanto, que la
dependencia del individuo de la sociedad es un hecho que no puede ser suprimido
-- exactamente como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo,
mientras que la vida de las hormigas y de las abejas está fijada con rigidez en
el más pequeño detalle, los instintos hereditarios, el patrón social y las correlaciones
de los seres humanos son muy susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad
de hacer combinaciones, el regalo de la comunicación oral ha hecho posibles
progresos entre los seres humanos que son dictados por necesidades biológicas.
Tales progresos se manifiestan en tradiciones, instituciones, y organizaciones;
en la literatura; en las realizaciones científicas e ingenieriles; en las obras
de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre puede influir en su
vida y que puede jugar un papel en este proceso el pensamiento consciente y los
deseos.
El hombre adquiere en el nacimiento, de
forma hereditaria, una constitución biológica que debemos considerar fija e
inalterable, incluyendo los impulsos naturales que son característicos de la
especie humana. Además, durante su vida, adquiere una constitución cultural que
adopta de la sociedad con la comunicación y a través de muchas otras clases de
influencia. Es esta constitución cultural la que, con el paso del tiempo, puede
cambiar y la que determina en un grado muy importante la relación entre el
individuo y la sociedad como la antropología moderna nos ha enseñado, con la
investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, que el
comportamiento social de seres humanos puede diferenciar grandemente,
dependiendo de patrones culturales que prevalecen y de los tipos de
organización que predominan en la sociedad. Es en esto en lo que los que se
están esforzando en mejorar la suerte del hombre pueden basar sus esperanzas:
los seres humanos no están condenados, por su constitución biológica, a
aniquilarse o a estar a la merced de un destino cruel, infligido por ellos
mismos.
Si nos preguntamos cómo la estructura de la
sociedad y de la actitud cultural del hombre deben ser cambiadas para hacer la
vida humana tan satisfactoria como sea posible, debemos ser constantemente
conscientes del hecho de que hay ciertas condiciones que no podemos modificar.
Como mencioné antes, la naturaleza biológica del hombre es, para todos los
efectos prácticos, inmodificable. Además, los progresos tecnológicos y
demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que están aquí para
quedarse. En poblaciones relativamente densas asentadas con bienes que son
imprescindibles para su existencia continuada, una división del trabajo extrema
y un aparato altamente productivo son absolutamente necesarios. Los tiempos --
que, mirando hacia atrás, parecen tan idílicos -- en los que individuos o
grupos relativamente pequeños podían ser totalmente autosuficientes se han ido
para siempre. Es sólo una leve exageración decir que la humanidad ahora
constituye incluso una comunidad planetaria de producción y consumo.
Ahora he alcanzado el punto donde puedo
indicar brevemente lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro
tiempo. Se refiere a la relación del individuo con la sociedad. El individuo es
más consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la
dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza
protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su
existencia económica. Por otra parte, su posición en la sociedad es tal que sus
pulsiones egoístas se están acentuando constantemente, mientras que sus
pulsiones sociales, que son por naturaleza más débiles, se deterioran
progresivamente. Todos los seres humanos, cualquiera que sea su posición en la
sociedad, están sufriendo este proceso de deterioro. Los presos a sabiendas de
su propio egoísmo, se sienten inseguros, solos, y privados del disfrute
ingenuo, simple, y sencillo de la vida. El hombre sólo puede encontrar sentido
a su vida, corta y arriesgada como es, dedicándose a la sociedad.
La anarquía económica de la sociedad
capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente del mal.
Vemos ante nosotros a una comunidad enorme de productores que se están
esforzando incesantemente privándose de los frutos de su trabajo colectivo --
no por la fuerza, sino en general en conformidad fiel con reglas legalmente
establecidas. A este respecto, es importante señalar que los medios de
producción --es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para
producir bienes de consumo tanto como capital adicional-- puede legalmente ser,
y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.
En aras de la simplicidad, en la discusión
que sigue llamaré "trabajadores" a todos los que no compartan la
propiedad de los medios de producción -- aunque esto no corresponda al uso
habitual del término. Los propietarios de los medios de producción están en
posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de
producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad
del capitalista. El punto esencial en este proceso es la relación entre lo que
produce el trabajador y lo que le es pagado, ambos medidos en valor real. En
cuanto que el contrato de trabajo es "libre", lo que el trabajador
recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino
por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de
trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar. Es
importante entender que incluso en teoría el salario del trabajador no está
determinado por el valor de su producto.
El capital privado tiende a concentrarse en
pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en
parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo
animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más
pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado
cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad
organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros
de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos,
financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas
privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de
la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo de hecho
no protegen suficientemente los intereses de los grupos no privilegiados de la
población. Por otra parte, bajo las condiciones existentes, los capitalistas
privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes
principales de información (prensa, radio, educación). Es así extremadamente
difícil, y de hecho en la mayoría de los casos absolutamente imposible, para el
ciudadano individual obtener conclusiones objetivas y hacer un uso inteligente
de sus derechos políticos.
La situación que prevalece en una economía
basada en la propiedad privada del capital está así caracterizada en lo
principal: primero, los medios de la producción (capital) son poseídos de forma
privada y los propietarios disponen de ellos como lo consideran oportuno; en
segundo lugar, el contrato de trabajo es libre. Por supuesto, no existe una
sociedad capitalista pura en este sentido. En particular, debe notarse que los
trabajadores, a través de luchas políticas largas y amargas, han tenido éxito
en asegurar una forma algo mejorada de "contrato de trabajo libre"
para ciertas categorías de trabajadores. Pero tomada en su conjunto, la economía
actual no se diferencia mucho de capitalismo "puro". La producción
está orientada hacia el lucro, no hacia el uso. No está garantizado que todos
los que tienen capacidad y quieran trabajar puedan encontrar empleo; existe
casi siempre un "ejército de desempleados". El trabajador está
constantemente atemorizado con perder su trabajo. Desde que desempleados y
trabajadores mal pagados no proporcionan un mercado rentable, la producción de
los bienes de consumo está restringida, y la consecuencia es una gran privación.
El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de
facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio,
conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una
inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a
depresiones cada vez más severas. La competencia ilimitada conduce a un
desperdicio enorme de trabajo, y a ése amputar la conciencia social de los
individuos que mencioné antes.
Considero esta mutilación de los individuos
el peor mal del capitalismo. Nuestro sistema educativo entero sufre de este
mal. Se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es
entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera
futura.
Estoy convencido de que hay solamente un
camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía
socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales.
En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad y
utilizados de una forma planificada. Una economía planificada que ajuste la
producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a
realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a
cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus
propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la
responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del
poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual.
Sin embargo, es necesario recordar que una
economía planificada no es todavía socialismo. Una economía planificada puede
estar acompañada de la completa esclavitud del individuo. La realización del
socialismo requiere solucionar algunos problemas sociopolíticos extremadamente
difíciles: ¿cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del
poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa
y arrogante? ¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo
asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?
Nueva York, 1949
¿Saben
qué sería un buen proyecto? Tomar algunos fragmentos de este ensayo y convertirlos
en citas citables que circulen por Internet. Le haría un mayor beneficio a la
conversación colectiva que patrañas sobre pescados en árboles y cosas así. Entonces,
antes de despedirnos, díganme, ¿qué les pareció el ensayo? Déjenme sus
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