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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

viernes, 5 de julio de 2024

Rechaza la modernidad, abraza una tradwife



Hola, hola, personitas. De nueva cuenta nos toca analizar el pensamiento reaccionario, para tratar de entender en qué consiste y qué se puede hacer al respecto. En esta ocasión quiero hablarles de algo que he visto mucho en publicaciones de cuentas que se hacen llamar tradicionalistas: el regreso a los matrimonios de hombres proveedores y mujeres amas de casa.

 

Como bien sabemos, la defensa de los roles tradicionales de género es uno de los pilares del pensamiento reaccionario, conservador o de derechas en general. Entre sí, se distinguen en qué tanto quieren retroceder el calendario en materia de igualdad, y en los últimos años hemos estado viendo un resurgimiento de las ideas más arcaicas, que a lo mejor en nuestra ingenuidad progresista creíamos superadas. Así, en este siglo XXI nos vemos discutiendo si es correcto que las mujeres trabajen fuera del hogar, o en cambio serían más felices como “amas de casa tradicionales”. O, como se formula a veces la queja: “las mujeres pasaron de estar subordinadas al marido a estar subordinadas al patrón”.

 

¿Parodia, cuenta títere o real? Difícil saber en estos tiempos

Para entender de dónde emana todo este miasma, debemos recordar un aspecto fundamental del pensamiento de derechas: que es jerárquico. O sea, cree que la sociedad debe organizarse de forma vertical, en la que ciertos grupos tengan autoridad, prerrogativas y potestad sobre otros. Ahora bien, hay que tener en cuenta que, para esta mentalidad, tales jerarquías son naturales y, sobre todo, justas, que son lo mejor y más conveniente para todos, incluso para las partes subordinadas, y que cada quien está en su lugar por las virtudes y cualidades que posee de forma natural.

 

Por ejemplo, el jefe puede tener más poder y privilegios que el empleado, pero también tiene más responsabilidades y corre mayores riegos, además de que provee a sus empleados de trabajo y salario. El hombre puede ser el jefe del hogar, pero también es el que trabaja más duro, enfrenta las adversidades del mundo exterior, y provee a su esposa de recursos, cariño y protección. La jerarquía, sostienen, no es opresiva; el estar subordinado no equivale a estar oprimido. Al contrario, la parte subordinada también se beneficia de ese liderazgo.

 

Así, desde su punto de vista, al hacer que las mujeres trabajen fuera del hogar, se está subvirtiendo el orden jerárquico natural, según el cual está bien que el trabajador se subordine al patrón y que la mujer se subordine al hombre, pero no que la mujer esté directamente bajo la autoridad del patrón.

 


Obviamente los reaccionarios piensan que trastocar ese orden natural resulta injusto para el varón, que pierde por lo menos parte de su estatus superior frente a la mujer. Pero como en su retórica no pueden admitirlo tan abiertamente, tienen que hacer de cuenta que lo que les preocupa es el bienestar de la mujer, y arguyen que también sería injusto para ella (como en este artículo del medio gringo conservador The Federalist, que hasta lograron fueran escrito por una mujer).

 

Ojo, que no quieren decir que la relación entre patrón y trabajadores sea opresiva per se (por algo nunca se acuerdan de los hombres explotados). Es sólo que las mujeres no están hechas para ello. De nuevo, para la mentalidad retrógrada todo el rollo de la opresión y la explotación es un invento de los izquierdistas, wokes y progres, para causar jaleo allí donde debería haber un orden armonioso. Estar subordinadas al marido está bien, porque ésa es una relación (en su ideal) de protección, amor y sabiduría. La relación jefe-empleado es impersonal, con menos consideraciones, y requiere de cierta dureza de carácter que sólo el hombre posee. Desde el pensamiento reaccionario esto es como mandar a las mujeres a cazar mamuts; la cacería es una actividad noble y necesaria para la que los hombres están capacitados, pero sería cruel mandar a delicadas mujercitas a hacer ese trabajo.

 


Ahora hay una moda de influencers tradwives, “esposas tradicionales”, que presumen de cómo se dedican al cuidado del hogar al mismo tiempo que se ven todas glamurosas. Afirman ser más felices al haber renunciado a la vida moderna para subordinarse a sus maridos y hasta tienen mejores relaciones. ¿Qué atrae a otras mujeres, sobre todo jóvenes, hacia estas influencers? Parece ser que es la decepción y desesperación con el panorama económico actual, junto con la imposibilidad de cumplir con las expectativas de éxito en una sociedad en exceso competitiva que demanda que nos prestemos a la explotación en todo momento.

 

Para ciertos hombres, me parece claro lo que le ven de atractivo: les de la fantasía de tener una esposa guapetona que les atienda en todo lo que necesitan. Fantasía, en efecto, como varias críticas han señalado, pues para empezar estas “esposas tradicionales” tienen maridos adinerados que les permiten dedicarse a su negocio de influencers, y por otro lado tan tradicionales no son, pues tienen de hecho un trabajo como creadoras de contenido (cualquiera que se dedique a esto sabe que es mucho más que sólo grabarte en tu día a día), que les proporciona su propio dinero.

 


Mujeres menos privilegiadas han descubierto que el volver al estilo de ama de casa cincuentera no es tan idílico. Laura Southern, otrora influencer de extrema derecha, que se volvió famosa hace varios años por un video viral llamado “Por qué no necesito feminismo” y que estuvo años promoviendo la teoría conspiranoica neonazi de “el gran reemplazo”, reveló hace poco que tuvo una experiencia terrible en una relación abusiva. Decidida a llevar una vida de esposa tradicional, quedó bajo las garras de un patán que la maltrataba física y emocionalmente. Para entonces ya no tenía sus propios ingresos y le fue muy difícil separarse de ese cabrón.

 

Y bueno, para conocer lo poco de ensueño que era la vida de las mujeres a mediados del siglo pasado (la “edad de oro” a la que los reaccionarios quisieran regresar), basta con echar un vistazo a los testimonios recogidos en 1963 por Betty Friedan en La mística de la feminidad, un texto clásico. Es que ultimadamente, cuando las cosas no están parejas, quienes están arriba en la jerarquía tienen más campo para elegir, incluyendo los términos de la relación con sus subordinados, que tienen pocas o ninguna opción.

 

Lo cierto es que las mujeres siempre han trabajado más allá del hogar: en la granja, en el taller artesanal o en la fábrica (y claro, en las casas de otros, como servicio doméstico). En realidad, esto de “la mujer no trabaja fuera de casa” es un ideal creado por la burguesía en el siglo XIX, y luego extendido hacia la clase media aspiracional en el XX. El orgullo era que el hombre tuviera tan buenas ganancias que no necesitara que su esposa trabajara (y sus hijos tampoco).



La verdadera razón por la que las mujeres (de clase media) querían romper con las barreras sociales, legales y culturales que les impedían tener sus propias carreras laborales era por los beneficios que da el empleo, especialmente su propio dinero y patrimonio, lo que les permitiría ser independientes (sin contar la satisfacción de otras ambiciones personales). ¿Y para qué quieren eso, si pueden tener un hombre que les dé todo? Bueno, a esto se responde: ¿qué pasa cuando el hombre es un patán abusivo, o queda incapacitado para trabajar, o fallece?

 

(O, para el caso, ¿qué pasa si una mujer simplemente no quiere relacionarse con ningún hombre? Aunque claro, para el pensamiento reaccionario las personas queer ni deberían existir.)

 

Para el conservadurismo el problema nunca está en la estructura jerárquica; si acaso, las cosas salen mal cuando alguien que no es digno ocupa una posición que no debería. La monarquía está bien, sólo se necesita que el rey sea bueno. Los roles de género están bien, sólo se necesita que el esposo sea bueno. El trabajo asalariado está bien, sólo se necesita que el jefe sea bueno.


Este tipo fue arrestado por tráfico sexual

Desde el punto de vista de quienes cuestionan las jerarquías, el problema es: ¿qué pasa si quien está en una posición de poder no es bueno? ¿Qué defensa tenemos ante un monarca absoluto que nos tiraniza cuando existe ningún mecanismo ni institución para oponérsele? ¿Qué me queda cuando trabajo para una empresa explotadora y abusiva, si no hay mejores empleos disponibles, si no hay leyes laborales que me protejan, si no hay un sindicato que me apoye? ¿Cómo me salgo de un matrimonio con un esposo violento si no tengo la opción de mantenerme por mí misma?

 

Aquí hay diferentes respuestas que se han dado a lo largo de la historia y a través del espectro político; desde el liberalismo que propone contrapesos institucionales para balancear las desigualdades, hasta el anarquismo que dice que mejor ya demolemos toda la maldita cosa. Los reaccionarios nomás se encogen de hombros, porque para ellos el desbalance de poder es natural y deseable, así que volviendo a la tradición todo se resolverá solo de alguna manera. Y si no, pues el sufrimiento es parte inevitable de la vida y tratar de resolverlo todo es un sueño guajiro y peligroso que sólo termina empeorando las cosas.


Hace algunos años circulaba una cadena en la que una mujer (o alguien que decía serlo), se quejaba de que ahora por culpa del feminismo tenía que trabajar, mientras que antes, en tiempos de sus abuelas, podían dedicarse a tejer chambritas en el pórtico mientras chismeaban con las vecinas. Como si el trabajo del hogar alguna vez hubiera sido relajante, caray. Miren, yo soy un vato que trata de compartir las responsabilidades de la casa y los niños con parejura, y les puedo decir sin tapujos que eso es mayor chinga que ir al laburo.

 

Claro que se podría gozar de no tener que trabajar si aparte de que tu marido te mantiene te paga servicio doméstico para que nada más tengas que ir con tus amigas al desayuno de señoras desquehaceradas. Pero en ese caso lo que estás deseando no es la abolición del feminismo; lo que quieres es tener mucho dinero (o que alguien con mucho dinero lo use para tu beneficio, que es lo segundo mejor). Y pues sí, así quién no. Pero ésa no es una aspiración disponible para la mayor parte de las mujeres en el mundo real. Aunque ello no es problema para el pensamiento reaccionario, para el cual no todos pueden, ni merecen, tener una buena vida.

 

Otro argumento reaccionario a favor de las “amas de casa tradicionales” es que, para que una mujer pueda darse el lujo de salir a trabajar, tiene que encargar sus deberes domésticos a otra persona, por lo general a mujeres provenientes de estratos económicos más bajos. Esas pobres empleadas domésticas preferirían estar cuidando a sus propios hijos y hogares, pero por culpa de las egoístas y elitistas mujeres clasemedieras tienen que ir a encargarse de los asuntos de otros.

 


De nuevo, esto no es más que la misma defensa de los privilegios masculinos disfrazada de preocupación por el bienestar de las mujeres. Ignoran que: a) la mayoría de las mujeres que trabajan no pueden permitirse pagar servicio doméstico, b) que las mujeres ricas sí suelen tenerlo, tengan o no ellas mismas carrera, y c) que las mujeres que entran a trabajar como empleadas domésticas lo hacen porque necesitan ese sueldo, y eso no cambia si las señoras más ricas deciden lavar sus inodoros ellas mismas.

 

En efecto, uno de los problemas más graves derivados del ingreso masivo de las mujeres al mercado laboral fue la aparición de la doble jornada: mientras el hombre sólo tenía que trabajar su turno, la mujer además tenía que volver a casa y encargarse de todo el trabajo doméstico y las necesidades de los hijos.

 


Una solución a esto sería la división equitativa de los deberes del hogar entre hombres y mujeres, además de asegurar derechos laborales como permisos de maternidad y paternidad, guarderías comunitarias y acceso a salud pública universal, y de jornadas laborales más breves y salarios más altos, para que ambos padres ganen lo suficiente y además dispongan el tiempo de encargarse del trabajo de casa, sin necesidad de explotar a mujeres menos privilegiadas para hacerlo. ¿Qué harían esas mujeres pobres sin la opción de trabajar como servicio doméstico? Bueno, habría que garantizar que nadie fuera tan pobre que se viera obligada a hacer eso.

 

Todo esto se podría lograr ahora mismo, en que como civilización hemos alcanzado niveles de producción tan altos que serían suficientes para que todos tuviéramos buenas vidas trabajando menos, y sólo no sucede por el pequeño porcentaje de ricachones que acaparan la mayor parte de la riqueza. Pero los derechistas no están listos para esta conversación, pues ello implicaría debilitar la jerarquía más importante: la de los que tienen más sobre los que tienen menos.

 


El pensamiento reaccionario tiene como una de sus principales estrategias desviar la atención de los problemas derivados del excesivo poder de los estamentos privilegiados, y dirigir las culpas hacia el mismo discurso de siempre: “el problema es que las jerarquías tradicionales se han debilitado y todo se resolverá cuando se restauren”.

 

Digamos que un güey realmente anhela a tener una esposa ama de casa tradicional, y encima bien guapota. ¿Cómo lo va a lograr? Y ojo, que yo creo que si dos adultos conscientes deciden tener ese tipo de vida y vivir esa clase de relación, deben tener la libertad de hacerlo (sería una mala idea, y medio ridícula, pero tienen derecho). La cosa es que uno pensaría que, si quieren conseguirlo, primero tendrían que abogar por mejores salarios para los hombres trabajadores.

 

La realidad es que estos tipos no quieren simplemente encontrar a alguien que por su libre voluntad decida vivir con ellos ese sueño; quieren que la sociedad se reorganice de tal modo que las mujeres no tengan más remedio que adaptarse a su fantasía. Y, como les han lavado el cerebro, en su desconexión con la realidad piensan que lo que hay que hacer es expulsar masivamente a las mujeres del mercado laboral, y así los ingresos de los hombres volverían a alcanzar para convertirlos en reyes de su propio castillo. En cualquier caso, tal cosa nunca va a suceder: el capitalismo actual no podría funcionar sin todas las mujeres que trabajan (ni sin el trabajo no remunerado que realizan).



Así, no es probable que la campaña para regresar a las mujeres a la cocina tenga éxito, pero ese discurso puede hacer mucho daño. Ya está radicalizando hacia la derecha a muchos hombres jóvenes que se sienten frustrados por la precariedad laboral y la dificultad de encontrar pareja, y algunos recurren a la violencia directa para canalizar su odio. Ya está engañando a mujeres jóvenes haciéndolas pensar que encontrarán una vida feliz en la tradición de antaño, cuando en realidad se topan con violencia y miseria. Y está empoderando a políticos que prometen el regreso al pasado, y que terminan aplastando los derechos de las mujeres de otras formas (por ejemplo, eliminando institutos que combaten la violencia doméstica, o agravando la penalización del aborto), junto con los de otros grupos desfavorecidos (personas lgbtq+, minorías étnicas o religiosas, migrantes, etc.), y beneficiando más a los que ya son ricos y poderosos (con reducciones fiscales y otras medidas).

 

Y así será mientras sigan ignorando que en realidad mucho de su sufrimiento proviene de la precarización, la desigualdad económica y la alienación resultado de la pérdida de la cohesión comunitaria. O sea, para el vato que sueña con una esposa tradicional y para la morra que cree que podría escapar del burn-out laboral volviéndose esposa tradicional, la respuesta es la misma: tu problema no es el feminismo, es el capitalismo.

 

PD: Nótese que al describir el pensamiento de los reaccionarios no quiero decir que ellos estén conscientes de todo esto, o sea que se den cuenta de que lo único que hacen es defender jerarquías y estructuras de poder todas rancias. La mayoría de ellos seguramente creen, sin reflexionarlo mucho, de forma visceral, que sus ideas son las buenas porque son las naturales, las de sentido común y que no puede ser de otra manera.


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4 comentarios:

Ognimod dijo...

"Nótese que al describir el pensamiento de los reaccionarios no quiero decir que ellos estén conscientes de todo esto, o sea que se den cuenta de que lo único que hacen es defender jerarquías y estructuras de poder todas rancias. La mayoría de ellos seguramente creen, sin reflexionarlo mucho, de forma visceral, que sus ideas son las buenas porque son las naturales, las de sentido común y que no puede ser de otra manera."

Como decían en Sospechosos habituales, la más grande trampa que hizo el diablo fue convencer al mundo de que no existía.

Maik Civeira dijo...

En efecto, mi estimado. Y creo que la segunda mejor trampa fue hacer creer a quienes luchaban a su favor que luchaban por él.

Anónimo dijo...

Pues ya no es cuestión de gustos o deseos manifestados en hondas reflexiones: el tradicionalismo y lo conservador van a volver a tener auge y predominar. Sí o Sí. Feministas y LGBT y todo lobby liberal-izquierda tuvieron su oportunidad y demostraron estar más viciados y corrompidos que sus rivales. Enseñaron el cobre, y por eso su era de predominancia se va a acabar.

Maik Civeira dijo...

Eso es puro wishful thinking y del feo, amix

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