El siguiente texto es una reflexión bien
mamalona. No digo que sea el “mensaje” que Loki quería transmitir; son
más bien los pensamientos que esta serie me desencadenó. Tampoco es tanto que
haya spoilers, pero para entenderla ya hay que haber visto Loki. Ah, y El
Mago de Oz. Para una reseña más tradicional y sencilla de lo que me pareció
la serie, chequen mi Letterboxd.
A menudo se interpreta el final de El
Mago de Oz de Frank L. Baum como una alegoría del engaño de las religiones
o del poder político (o ambos). Aquella figura todopoderosa de la que dependía
el destino de Dorothy y sus amigos, no era más que un simple mortal. El valor,
la inteligencia, el corazón y la forma de volver a casa, que cada uno de estos
variopintos personajes esperaba recibir del Mago, en realidad siempre
estuvieron en cada uno de ellos. No necesitaban que ningún glorioso líder o
fabulosa deidad se los otorgara como una gracia o recompensa.
En la serie de Loki, la Time
Variance Authority (TVA), se presenta al inicio como una agencia policiaca y
burocrática encargada de preservar la continuidad del espacio-tiempo, según la
dirección de los sabios y poderosos Guardianes del Tiempo, entidades cósmicas
equivalentes a dioses. Sin embargo, mientras la TVA eliminaba a seres
conscientes y borraba líneas temporales enteras por infracciones minúsculas,
dejaba que a lo largo de la historia ocurrieran tragedias y desastres, que se
cometieran crímenes y atrocidades. ¿Por qué? Porque se suponía que así las
cosas debían ser; ése era el destino; la sabiduría de los Guardianes del
Tiempo era incuestionable.
Desde la religión se nos inculca aceptar
con resignación los males de la vida. Después de todo, los caminos del Señor
son misteriosos y, aunque nadie sea capaz de entenderlo, todo sucede por alguna
razón dentro de su plan divino. No estamos más que para cumplir la voluntad de
Dios y si lo hacemos bien seremos recompensados.
Justo así piensa Mobius al inicio de la
serie. Le dice a Loki que no se preocupa mucho por “creer o no creer”, ni
cuestiona lo que los Guardianes del Tiempo “aprueban o no”. Simplemente acepta
las cosas como son, hace su trabajo y espera que, en algún momento, los
Guardianes terminen de desenredar las infinitas ramas de la Línea Sagrada, y
entonces la TVA no será necesaria y todos vivirán en paz. Resignación y
sumisión ahora a cambio del paraíso en un futuro que nunca llegará. El opio de
los pueblos.
Pero al final del camino, después de una
odisea que les lleva a descubrir que los Guardianes son una farsa y que la
historia de la TVA es una mentira, Loki y su contraparte Sylvie se encuentran
con otro hombre detrás de la cortina. El Que Permanece, también conocido a lo
largo del espacio-tiempo con nombres como Rama-Tut, Immortus, Nathaniel
Richards y, sobre todo, Kang el Conquistador.
Cuando descubrimos que no hay tales
entidades omniscientes detrás de la TVA, entonces ya no vale apelar a su
sabiduría inexorable para justificar por qué han de suceder unas cosas y otras
no. ¿Qué autoridad permanece cuando sabemos que detrás de todo este montaje
está Kang, un hombre? El poder siempre necesita una justificación que lo
legitime, y las más de las veces es que ese poder se ejerce por un bien
mayor.
Kang es brillante, sin duda, poseedor de
vastos conocimientos y de un poder que ha acumulado a lo largo de quién sabe
cuánto tiempo. Pero humano al fin y, por lo tanto, finito y falible. ¿Y quién
le dio a este humano semejante autoridad para decidir qué debe y qué no debe
suceder? ¿Quién le confirió la facultad de arbitrar sobre quién vive, quién es
salvado, a quién se le borra de la existencia? Nadie. Él mismo. Entonces, ¿qué
garantiza que utilice ese inconmensurable poder en beneficio de los demás? ¿Qué
garantiza que, incluso teniendo las mejores intenciones, sea el indicado para
tomar las decisiones que afectan a todos?
Está claro que Kang no es omnisciente.
Puede prever los resultados de ciertos escenarios que se le presentan, pero más
allá de cierto punto no puede saberlo todo. No sabía qué decisión iban a tomar
Loki y Sylvie cuando llegaron hasta su ciudadela, por ejemplo. Tampoco le creo
que siempre supiera que ellos dos finalmente llegarían allí; creo que hizo todo
lo posible por evitarlo, y sólo cuando ellos lo consiguieron pensó en
aprovechar la situación para su beneficio. Si no conoce todos los resultados,
si no sabe de antemano todas las decisiones que cada ser consciente puede
tomar. ¿Con qué derecho decide por ellos?
Podemos asumir que de verdad Kang
quiere mantener su universo aislado de los demás, que de verdad cree que una
guerra multiversal sería el resultado de abrir la línea temporal y que ése es
un peligro demasiado grande como para arriesgar a que suceda. Pero, ¿es eso
todo lo que lo motiva? ¿Acaso no hay otra manera de mantener a salvo al
universo, una que no requiera de tantos engaños, que tantas personas sean
abducidas de su realidad para convertirse en peones del sistema y que tantas
otras sean borradas?
Ultimadamente, Kang tiene un poder
enorme y, como todo soberano, es claro que teme perderlo. Por eso permitió a
los Vengadores interferir con el curso del tiempo: seguramente necesitaba que
Thanos fuera derrotado. Quizá con un mundo con Thanos triunfante, Kang ni
siquiera habría podido nacer en el siglo XXXI. Claro, si no hubiera nacido,
nunca habría descubierto el multiverso, ni habrían iniciado las guerras
multiversales. Quizá el universo habría estado a salvo. Pero eso no es
suficiente, porque él quiere no sólo preservar la “sagrada línea”, sino asegurar
su existencia y su poder.
El trabajo de la TVA consiste en vigilar
que nada de lo que ocurra se salga de la línea recta de lo que debe ser,
y castigar a quienes provocaban esas desviaciones, a sabiendas o no, con
malicia o sin ella. La estética de Guerra Fría y la imaginería orwelliana no
son gratuitas; la TVA es una entidad con la que se no se puede razonar, a cuya
piedad no se puede apelar, ante la cual los seres sometidos a su poder no
pueden defenderse. Con todo y sus elementos cómicos, tales como los dibujitos
animados o los godínez chistosos, la TVA es un sistema inhumano y distópico.
Las corporaciones policiacas son, por su misma naturaleza, opresivas: su
función es menos procurar seguridad o justicia que mantener el statu quo.
Ésa es, al fin y al cabo, la función de la TVA: mantener a Kang en el poder. All
cops are bastards, and the TVA are the bastardest.
El poder necesita que sus súbditos
piensen que las cosas que no pueden ser de otra manera; o por lo menos, que no
hay una mejor alternativa que el orden en el que se sustenta. También necesita que
cada quien crea que está en el lugar que le corresponde. Tú eres quien debes ser,
estás donde debes estar, haciendo lo que debes hacer, y tu lugar en el mundo es
resultado una esencia que no puedes cambiar.
Entonces entra Loki, un ser caótico e impredecible.
Pansexual y de género fluido (y esto no es invento de Marvel ni Disney, sino de
los mitos nórdicos), hijo del rey de los Gigantes de Hielo, pero criado como
asgardiano, a veces villano, a veces anti-héroe, amado hermano del peor enemigo
de su padre… Loki nunca ha sido “lo que se supone que deber ser”. Por eso es
quien más a menudo se desvía del curso de los acontecimientos aprobados, quien
más dolores de cabeza ha causado a la TVA y quien representa un mayor peligro
para Kang.
Por eso es que se vuelve tan importante
hacer creer que Loki tiene un destino fijado por una esencia inmutable en su ser.
Una y otra vez le dicen “estás condenado a ser de esta manera”. Siempre será un
mentiroso traidor incapaz de formar relaciones duraderas; siempre será un
fracasado cuyo único papel será servir de antagonista a héroes verdaderos para
que éstos puedan alcanzar su potencial. Ésta serie cuenta la historia de cómo
logra desmentir ese intento de adoctrinamiento.
El filósofo Jean-Paul Sarte decía que el
ser humano está condenado a ser libre pues, aunque no decidimos existir ni
elegimos las condiciones en las que existimos, podemos decidir todo cuanto
hacemos, a cada segundo. Además, nos dice, ninguna esencia antecede a nuestra
existencia; es decir, que nosotros en libertad elegimos quiénes somos con cada
una de las acciones que tomamos a cada minuto.
Loki, el traidor compulsivo, el
narcisista egocéntrico, aprende a mantener lealtades y a pensar en algo más que
en sí mismo. Sylvie, sola desde la infancia, aprende a confiar en otros y
depender de ellos. Hasta el Loki viejo, que se nos presenta en un inicio como
un cobarde, es capaz de realizar un acto de gran valentía y sacrificarse
heroicamente por un propósito glorioso (este tipo fue mi favorito, por cierto).
Ese aprendizaje no es exclusivo de los
Lokis, porque la capacidad de cambiar, de ser algo más que quienes se supone
que “debemos ser”, es propia de todos los seres humanos (o de todos los seres
conscientes, para incluir a dioses, extraterrestres y demás criaturas
sentientes que existen en Marvel). Mobius deja de ser un burócrata entregado
ciegamente a la misión, la Cazadora B-15 deja de ser una implacable e
inflexible agente del sistema, y ambos se convierten en rebeldes.
Pero ese aprendizaje no llega solo ni
fácil. Implica cuestionarse lo que cada quien cree de sí mismo y del mundo.
Implica golpes de realidad que pueden ser dolorosos y lecciones de humildad
avasalladoras. No olvidemos que el mismo Loki pensaba todavía al inicio de la
serie que la libertad era una inconveniencia para las mayorías y que sólo seres
superiores como él debían disponer de ella. Esto es, hasta que le tocó estar
del otro lado.
El problema de la libertad ha sido
abordado por la filosofía desde muy diversos ángulos. Desde la metafísica
podemos preguntarnos si existe el libre albedrío. Dejando de lado a quienes
creen que el destino está escrito por los dioses u otras fuerzas
sobrenaturales, tenemos el determinismo mecanicista, desde tiempos del griego
Demócrito, que asume que hasta nuestras decisiones, deseos y pensamientos son
simplemente el resultado de una complejísima serie de causas y consecuencias
materiales.
Cuando golpeas una bola de billar en una
mesa, lo que sucederá depende de múltiples factores como el ángulo y la fuerza
del golpe, las irregularidades de la mesa, la posición de las otras bolas,
etcétera. Ni las bolas se mueven al azar, ni lo hacen porque espontáneamente
hayan escogido hacerlo de una forma o de otra, sino que obedecen a una serie de
causas y consecuencias. De la misma manera, cuando tomamos una decisión, aunque
parezca que lo hacemos libremente, ésta se encuentra determinada por factores
que van desde la física, química y biología de nuestro sistema nervioso, pasando
por nuestras experiencias pasadas y conocimientos previos, hasta la cultura en
la que crecimos.
Desde la postura filosófica conocida
como dualismo, por el contrario, la mente humana no es resultado de procesos
materiales ni mecánicos, sino que es de naturaleza espiritual, una sustancia
diferente al cuerpo, y por lo tanto ajena a las relaciones causales que afectan
al mundo material. Las decisiones aparecerían espontánea y libremente de
nuestras almas o mentes (que vienen a ser lo mismo).
Es así como ciertas filosofías y
religiones evitan el problema del determinismo. Como es una solución que
prácticamente dice “¡es magia!”, no ha convencido mucho a los pensadores más
inclinados a explicar la realidad a partir de lo material y sin apelar a dioses
ni almas inmateriales. La solución que algunos filósofos propusieron es más
pragmática: no importa de dónde se origina la decisión de una persona, de todos
modos los factores son tantísimos que para nadie es humanamente posible
conocerlos. Lo que importa es que no haya impedimentos ni imposiciones ajenas
al individuo que le impidan ejercer esa decisión. Así que ultimadamente si
existe o no la libertad a nivel metafísico importa poco; lo que cuenta es que
podamos ser libres en nuestras relaciones con otros seres humanos, a nivel social
y político.
Los autoritarios de todos los colores y
de todas las épocas han querido convencernos de que la libertad es imposible y
que de ser posible es indeseable. Si ya se sabe lo que todos deben hacer, decir
y pensar, entonces la libertad de elección no sólo es innecesaria, sino que
puede ser un problema. Pero además, nos dicen, como de todos modos nuestras
decisiones no son realmente libres, sino que están determinadas por factores
ajenos a nosotros, ni siquiera vale la pena pensar en ello. Lo que existe es lo
correcto, lo que debe de ser, y punto, determinado por una autoridad
sabia y justa, capaz de ver más allá de lo que ven los simples mortales.
Así, la TVA intenta convencer a Loki en
un principio de que no existe el libre albedrío. Pero esto no puede ser cierto.
Si no fuera posible tomar decisiones fuera del guion, no existirían las
variantes. Loki, en sus múltiples versiones, es la prueba viviente de que todo
puede ser diferente, tanto un individuo como una historia completa. Pero eso no
es todo. La TVA está llena de seres humanos normales, variantes que fueron
abducidas y cocowasheadas por Kang para servir a su propósito. Que sean tantos
los funcionarios y agentes de la TVA nos muestra que no se necesita ser un
superhumano; cualquier persona puede ser una variante porque tiene una mente
propia. Cualquiera de nosotros puede salirse de esa línea recta que quieren
trazar como nuestro único camino posible.
Sin importar el origen de nuestras
decisiones, los seres conscientes son capaces de tomarlas, aunque se salgan de
lo establecido. Si no fuera así, Kang habría sabido qué decisión tomarían Loki
y Sylvie cuando les planteó su cruel dilema. Si todo estuviera predeterminado,
Kang y la TVA podrían saber cuándo ocurrirán los eventos nexus y evitarlos
preventivamente. Me parece claro que Kang y la TVA, más que escribir el guion,
se limitan a podar las ramas que no les gustan, que amenazan la estabilidad del
sistema o el poder de la autoridad.
Probablemente en el Universo Marvel
existan las almas inmortales y cada ser toma sus decisiones de forma libre o
espontánea. O quizá sí son simplemente el resultado de la causalidad (y no la
casualidad, que es justo lo contrario). Pero el punto es que, incluso si es así,
no importa: ni siquiera Kang puede conocer todas las causas y consecuencias de
esas decisiones, y por lo tanto no tiene autoridad legítima para regir sobre
ellas.
Si no puede negar la existencia de la
libertad, el poder debe entonces negar su conveniencia. Si hubiera libre
albedrío, nos dice Kang, todo sería un caos. ¡Cuántas veces nos dicen lo mismo
acerca del mundo! Que las cosas sólo pueden ser de una manera. Que a lo mejor
el mundo en el que vivimos está lleno de injusticias y sufrimiento, pero que
cualquier otra alternativa sería mucho peor. Tiranos, dictadores, clases
gobernantes de todo tipo, siempre nos dicen lo mismo: “Si no fuera por
nosotros, reinaría el caos. Ustedes nos necesitan aquí”. Pero, vaya, resulta
que no es así.
Claro, siempre habrá quien defienda al statu quo, sin importar cuántas veces se le señalen sus falsedades y sus defectos. La jueza Renslayer, aún después de saber que la TVA se funda sobre un montón de mentiras, se aferra a creer que de todos modos hay una razón por la que todo sucede y se niega a renunciar a sus modos (y, si lo que viene sigue lo que pasa en los cómics, la veremos volver como aliada de Kang).
La falta de imaginación de Renslayer nos
recuerda que Sartre también hacía énfasis en la necesidad de extrañarnos de
nuestra realidad. Hemos de observar el mundo que nos rodea, dejando de lado
convenciones y prejuicios, para darnos cuenta de que, desde nuestra misma
existencia hasta las costumbres que damos por sentadas, todo es en verdad muy
extraño y no tendría que ser así. Podría ser de otra manera, y esto es precisamente
lo más importante. Las cosas pueden ser diferentes.
Leibniz dijo famosamente que vivimos en
el mejor de los mundos posibles, y Voltaire se pitorreó de él, señalando los
horrores y el sufrimiento que existen. Hoy en día opinócratas defensores del statu
quo nos dicen que el mundo puede ser mejor en el futuro, pero que hoy por
hoy es tan bueno como puede ser gracias a nuestro sistema socieconómico. Sí, tiene
muchos defectos y causa mucho sufrimiento, pero cualquier otra alternativa sería
mucho peor, nos aseguran. Mientras, otras personas nos hablan de la urgencia de
imaginar que otro mundo es posible.
Creo que, por lo menos en parte, de eso
trata la serie de Loki. Ante una autoridad que, para justificar su poder,
quiere convencernos de que “tú sólo puedes ser así y las cosas deben ser asá, y
esto es lo mejor que puede ser”, Loki, Sylvie, Mobius y los otros nos
demuestran que todo puede ser de otras muchas formas. El concepto mismo del
multiverso nos invita a pensar en las infinitas posibilidades en la que la
realidad misma puede variar; algunas peores, algunas mejores, otras sólo
diferentes. Y es precisamente en aquello que varía, en esos momentos,
esas acciones, esos pensamientos en que nos salimos del guion establecido en
donde están las oportunidades. Pues el problema no está en quienes varían,
sino en el sistema que quiere ponerlo todo en una sola línea recta. Entonces,
procuremos, como Loki y Sylvie, ser variantes.
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2 comentarios:
Pues para mí estuvo claro que el tema de la serie era principalmente el docmatismo/sectarismo. Me sorprende y me alegra que Marvel se atreva a producir obras de temáticas tan importantes
Claro que sí, y creo que ésa es una interpretación compatible con la mía. Marvel está haciendo cosas muy interesantes; creo que estas tres series han estado mejor que gran parte de sus películas.
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