Loki: Otros mundos son posibles - Ego Sum Qui Sum

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PROFESOR MAIK CIVEIRA & LA ALIANZA FRIKI ANTIFASCISTA

miércoles, 21 de julio de 2021

Loki: Otros mundos son posibles


El siguiente texto es una reflexión bien mamalona. No digo que sea el “mensaje” que Loki quería transmitir; son más bien los pensamientos que esta serie me desencadenó. Tampoco es tanto que haya spoilers, pero para entenderla ya hay que haber visto Loki. Ah, y El Mago de Oz. Para una reseña más tradicional y sencilla de lo que me pareció la serie, chequen mi Letterboxd.


A menudo se interpreta el final de El Mago de Oz de Frank L. Baum como una alegoría del engaño de las religiones o del poder político (o ambos). Aquella figura todopoderosa de la que dependía el destino de Dorothy y sus amigos, no era más que un simple mortal. El valor, la inteligencia, el corazón y la forma de volver a casa, que cada uno de estos variopintos personajes esperaba recibir del Mago, en realidad siempre estuvieron en cada uno de ellos. No necesitaban que ningún glorioso líder o fabulosa deidad se los otorgara como una gracia o recompensa.

 

En la serie de Loki, la Time Variance Authority (TVA), se presenta al inicio como una agencia policiaca y burocrática encargada de preservar la continuidad del espacio-tiempo, según la dirección de los sabios y poderosos Guardianes del Tiempo, entidades cósmicas equivalentes a dioses. Sin embargo, mientras la TVA eliminaba a seres conscientes y borraba líneas temporales enteras por infracciones minúsculas, dejaba que a lo largo de la historia ocurrieran tragedias y desastres, que se cometieran crímenes y atrocidades. ¿Por qué? Porque se suponía que así las cosas debían ser; ése era el destino; la sabiduría de los Guardianes del Tiempo era incuestionable.

 

Desde la religión se nos inculca aceptar con resignación los males de la vida. Después de todo, los caminos del Señor son misteriosos y, aunque nadie sea capaz de entenderlo, todo sucede por alguna razón dentro de su plan divino. No estamos más que para cumplir la voluntad de Dios y si lo hacemos bien seremos recompensados.

 


Justo así piensa Mobius al inicio de la serie. Le dice a Loki que no se preocupa mucho por “creer o no creer”, ni cuestiona lo que los Guardianes del Tiempo “aprueban o no”. Simplemente acepta las cosas como son, hace su trabajo y espera que, en algún momento, los Guardianes terminen de desenredar las infinitas ramas de la Línea Sagrada, y entonces la TVA no será necesaria y todos vivirán en paz. Resignación y sumisión ahora a cambio del paraíso en un futuro que nunca llegará. El opio de los pueblos.

 

Pero al final del camino, después de una odisea que les lleva a descubrir que los Guardianes son una farsa y que la historia de la TVA es una mentira, Loki y su contraparte Sylvie se encuentran con otro hombre detrás de la cortina. El Que Permanece, también conocido a lo largo del espacio-tiempo con nombres como Rama-Tut, Immortus, Nathaniel Richards y, sobre todo, Kang el Conquistador.

 

Cuando descubrimos que no hay tales entidades omniscientes detrás de la TVA, entonces ya no vale apelar a su sabiduría inexorable para justificar por qué han de suceder unas cosas y otras no. ¿Qué autoridad permanece cuando sabemos que detrás de todo este montaje está Kang, un hombre? El poder siempre necesita una justificación que lo legitime, y las más de las veces es que ese poder se ejerce por un bien mayor.

 


Kang es brillante, sin duda, poseedor de vastos conocimientos y de un poder que ha acumulado a lo largo de quién sabe cuánto tiempo. Pero humano al fin y, por lo tanto, finito y falible. ¿Y quién le dio a este humano semejante autoridad para decidir qué debe y qué no debe suceder? ¿Quién le confirió la facultad de arbitrar sobre quién vive, quién es salvado, a quién se le borra de la existencia? Nadie. Él mismo. Entonces, ¿qué garantiza que utilice ese inconmensurable poder en beneficio de los demás? ¿Qué garantiza que, incluso teniendo las mejores intenciones, sea el indicado para tomar las decisiones que afectan a todos?

 

Está claro que Kang no es omnisciente. Puede prever los resultados de ciertos escenarios que se le presentan, pero más allá de cierto punto no puede saberlo todo. No sabía qué decisión iban a tomar Loki y Sylvie cuando llegaron hasta su ciudadela, por ejemplo. Tampoco le creo que siempre supiera que ellos dos finalmente llegarían allí; creo que hizo todo lo posible por evitarlo, y sólo cuando ellos lo consiguieron pensó en aprovechar la situación para su beneficio. Si no conoce todos los resultados, si no sabe de antemano todas las decisiones que cada ser consciente puede tomar. ¿Con qué derecho decide por ellos?

 

Podemos asumir que de verdad Kang quiere mantener su universo aislado de los demás, que de verdad cree que una guerra multiversal sería el resultado de abrir la línea temporal y que ése es un peligro demasiado grande como para arriesgar a que suceda. Pero, ¿es eso todo lo que lo motiva? ¿Acaso no hay otra manera de mantener a salvo al universo, una que no requiera de tantos engaños, que tantas personas sean abducidas de su realidad para convertirse en peones del sistema y que tantas otras sean borradas?

 


Ultimadamente, Kang tiene un poder enorme y, como todo soberano, es claro que teme perderlo. Por eso permitió a los Vengadores interferir con el curso del tiempo: seguramente necesitaba que Thanos fuera derrotado. Quizá con un mundo con Thanos triunfante, Kang ni siquiera habría podido nacer en el siglo XXXI. Claro, si no hubiera nacido, nunca habría descubierto el multiverso, ni habrían iniciado las guerras multiversales. Quizá el universo habría estado a salvo. Pero eso no es suficiente, porque él quiere no sólo preservar la “sagrada línea”, sino asegurar su existencia y su poder.

 

El trabajo de la TVA consiste en vigilar que nada de lo que ocurra se salga de la línea recta de lo que debe ser, y castigar a quienes provocaban esas desviaciones, a sabiendas o no, con malicia o sin ella. La estética de Guerra Fría y la imaginería orwelliana no son gratuitas; la TVA es una entidad con la que se no se puede razonar, a cuya piedad no se puede apelar, ante la cual los seres sometidos a su poder no pueden defenderse. Con todo y sus elementos cómicos, tales como los dibujitos animados o los godínez chistosos, la TVA es un sistema inhumano y distópico. Las corporaciones policiacas son, por su misma naturaleza, opresivas: su función es menos procurar seguridad o justicia que mantener el statu quo. Ésa es, al fin y al cabo, la función de la TVA: mantener a Kang en el poder. All cops are bastards, and the TVA are the bastardest.

 

El poder necesita que sus súbditos piensen que las cosas que no pueden ser de otra manera; o por lo menos, que no hay una mejor alternativa que el orden en el que se sustenta. También necesita que cada quien crea que está en el lugar que le corresponde. Tú eres quien debes ser, estás donde debes estar, haciendo lo que debes hacer, y tu lugar en el mundo es resultado una esencia que no puedes cambiar.

 


Entonces entra Loki, un ser caótico e impredecible. Pansexual y de género fluido (y esto no es invento de Marvel ni Disney, sino de los mitos nórdicos), hijo del rey de los Gigantes de Hielo, pero criado como asgardiano, a veces villano, a veces anti-héroe, amado hermano del peor enemigo de su padre… Loki nunca ha sido “lo que se supone que deber ser”. Por eso es quien más a menudo se desvía del curso de los acontecimientos aprobados, quien más dolores de cabeza ha causado a la TVA y quien representa un mayor peligro para Kang.

 

Por eso es que se vuelve tan importante hacer creer que Loki tiene un destino fijado por una esencia inmutable en su ser. Una y otra vez le dicen “estás condenado a ser de esta manera”. Siempre será un mentiroso traidor incapaz de formar relaciones duraderas; siempre será un fracasado cuyo único papel será servir de antagonista a héroes verdaderos para que éstos puedan alcanzar su potencial. Ésta serie cuenta la historia de cómo logra desmentir ese intento de adoctrinamiento.

 

El filósofo Jean-Paul Sarte decía que el ser humano está condenado a ser libre pues, aunque no decidimos existir ni elegimos las condiciones en las que existimos, podemos decidir todo cuanto hacemos, a cada segundo. Además, nos dice, ninguna esencia antecede a nuestra existencia; es decir, que nosotros en libertad elegimos quiénes somos con cada una de las acciones que tomamos a cada minuto.

 

Loki, el traidor compulsivo, el narcisista egocéntrico, aprende a mantener lealtades y a pensar en algo más que en sí mismo. Sylvie, sola desde la infancia, aprende a confiar en otros y depender de ellos. Hasta el Loki viejo, que se nos presenta en un inicio como un cobarde, es capaz de realizar un acto de gran valentía y sacrificarse heroicamente por un propósito glorioso (este tipo fue mi favorito, por cierto).

 


Ese aprendizaje no es exclusivo de los Lokis, porque la capacidad de cambiar, de ser algo más que quienes se supone que “debemos ser”, es propia de todos los seres humanos (o de todos los seres conscientes, para incluir a dioses, extraterrestres y demás criaturas sentientes que existen en Marvel). Mobius deja de ser un burócrata entregado ciegamente a la misión, la Cazadora B-15 deja de ser una implacable e inflexible agente del sistema, y ambos se convierten en rebeldes.

 

Pero ese aprendizaje no llega solo ni fácil. Implica cuestionarse lo que cada quien cree de sí mismo y del mundo. Implica golpes de realidad que pueden ser dolorosos y lecciones de humildad avasalladoras. No olvidemos que el mismo Loki pensaba todavía al inicio de la serie que la libertad era una inconveniencia para las mayorías y que sólo seres superiores como él debían disponer de ella. Esto es, hasta que le tocó estar del otro lado.

 

El problema de la libertad ha sido abordado por la filosofía desde muy diversos ángulos. Desde la metafísica podemos preguntarnos si existe el libre albedrío. Dejando de lado a quienes creen que el destino está escrito por los dioses u otras fuerzas sobrenaturales, tenemos el determinismo mecanicista, desde tiempos del griego Demócrito, que asume que hasta nuestras decisiones, deseos y pensamientos son simplemente el resultado de una complejísima serie de causas y consecuencias materiales.

 


Cuando golpeas una bola de billar en una mesa, lo que sucederá depende de múltiples factores como el ángulo y la fuerza del golpe, las irregularidades de la mesa, la posición de las otras bolas, etcétera. Ni las bolas se mueven al azar, ni lo hacen porque espontáneamente hayan escogido hacerlo de una forma o de otra, sino que obedecen a una serie de causas y consecuencias. De la misma manera, cuando tomamos una decisión, aunque parezca que lo hacemos libremente, ésta se encuentra determinada por factores que van desde la física, química y biología de nuestro sistema nervioso, pasando por nuestras experiencias pasadas y conocimientos previos, hasta la cultura en la que crecimos.

 

Desde la postura filosófica conocida como dualismo, por el contrario, la mente humana no es resultado de procesos materiales ni mecánicos, sino que es de naturaleza espiritual, una sustancia diferente al cuerpo, y por lo tanto ajena a las relaciones causales que afectan al mundo material. Las decisiones aparecerían espontánea y libremente de nuestras almas o mentes (que vienen a ser lo mismo).

 

Es así como ciertas filosofías y religiones evitan el problema del determinismo. Como es una solución que prácticamente dice “¡es magia!”, no ha convencido mucho a los pensadores más inclinados a explicar la realidad a partir de lo material y sin apelar a dioses ni almas inmateriales. La solución que algunos filósofos propusieron es más pragmática: no importa de dónde se origina la decisión de una persona, de todos modos los factores son tantísimos que para nadie es humanamente posible conocerlos. Lo que importa es que no haya impedimentos ni imposiciones ajenas al individuo que le impidan ejercer esa decisión. Así que ultimadamente si existe o no la libertad a nivel metafísico importa poco; lo que cuenta es que podamos ser libres en nuestras relaciones con otros seres humanos, a nivel social y político.

 


Los autoritarios de todos los colores y de todas las épocas han querido convencernos de que la libertad es imposible y que de ser posible es indeseable. Si ya se sabe lo que todos deben hacer, decir y pensar, entonces la libertad de elección no sólo es innecesaria, sino que puede ser un problema. Pero además, nos dicen, como de todos modos nuestras decisiones no son realmente libres, sino que están determinadas por factores ajenos a nosotros, ni siquiera vale la pena pensar en ello. Lo que existe es lo correcto, lo que debe de ser, y punto, determinado por una autoridad sabia y justa, capaz de ver más allá de lo que ven los simples mortales.

 

Así, la TVA intenta convencer a Loki en un principio de que no existe el libre albedrío. Pero esto no puede ser cierto. Si no fuera posible tomar decisiones fuera del guion, no existirían las variantes. Loki, en sus múltiples versiones, es la prueba viviente de que todo puede ser diferente, tanto un individuo como una historia completa. Pero eso no es todo. La TVA está llena de seres humanos normales, variantes que fueron abducidas y cocowasheadas por Kang para servir a su propósito. Que sean tantos los funcionarios y agentes de la TVA nos muestra que no se necesita ser un superhumano; cualquier persona puede ser una variante porque tiene una mente propia. Cualquiera de nosotros puede salirse de esa línea recta que quieren trazar como nuestro único camino posible.

 

Sin importar el origen de nuestras decisiones, los seres conscientes son capaces de tomarlas, aunque se salgan de lo establecido. Si no fuera así, Kang habría sabido qué decisión tomarían Loki y Sylvie cuando les planteó su cruel dilema. Si todo estuviera predeterminado, Kang y la TVA podrían saber cuándo ocurrirán los eventos nexus y evitarlos preventivamente. Me parece claro que Kang y la TVA, más que escribir el guion, se limitan a podar las ramas que no les gustan, que amenazan la estabilidad del sistema o el poder de la autoridad.

 


Probablemente en el Universo Marvel existan las almas inmortales y cada ser toma sus decisiones de forma libre o espontánea. O quizá sí son simplemente el resultado de la causalidad (y no la casualidad, que es justo lo contrario). Pero el punto es que, incluso si es así, no importa: ni siquiera Kang puede conocer todas las causas y consecuencias de esas decisiones, y por lo tanto no tiene autoridad legítima para regir sobre ellas.

 

Si no puede negar la existencia de la libertad, el poder debe entonces negar su conveniencia. Si hubiera libre albedrío, nos dice Kang, todo sería un caos. ¡Cuántas veces nos dicen lo mismo acerca del mundo! Que las cosas sólo pueden ser de una manera. Que a lo mejor el mundo en el que vivimos está lleno de injusticias y sufrimiento, pero que cualquier otra alternativa sería mucho peor. Tiranos, dictadores, clases gobernantes de todo tipo, siempre nos dicen lo mismo: “Si no fuera por nosotros, reinaría el caos. Ustedes nos necesitan aquí”. Pero, vaya, resulta que no es así.

 

Claro, siempre habrá quien defienda al statu quo, sin importar cuántas veces se le señalen sus falsedades y sus defectos. La jueza Renslayer, aún después de saber que la TVA se funda sobre un montón de mentiras, se aferra a creer que de todos modos hay una razón por la que todo sucede y se niega a renunciar a sus modos (y, si lo que viene sigue lo que pasa en los cómics, la veremos volver como aliada de Kang).

 


La falta de imaginación de Renslayer nos recuerda que Sartre también hacía énfasis en la necesidad de extrañarnos de nuestra realidad. Hemos de observar el mundo que nos rodea, dejando de lado convenciones y prejuicios, para darnos cuenta de que, desde nuestra misma existencia hasta las costumbres que damos por sentadas, todo es en verdad muy extraño y no tendría que ser así. Podría ser de otra manera, y esto es precisamente lo más importante. Las cosas pueden ser diferentes.

 

Leibniz dijo famosamente que vivimos en el mejor de los mundos posibles, y Voltaire se pitorreó de él, señalando los horrores y el sufrimiento que existen. Hoy en día opinócratas defensores del statu quo nos dicen que el mundo puede ser mejor en el futuro, pero que hoy por hoy es tan bueno como puede ser gracias a nuestro sistema socieconómico. Sí, tiene muchos defectos y causa mucho sufrimiento, pero cualquier otra alternativa sería mucho peor, nos aseguran. Mientras, otras personas nos hablan de la urgencia de imaginar que otro mundo es posible.

 

Creo que, por lo menos en parte, de eso trata la serie de Loki. Ante una autoridad que, para justificar su poder, quiere convencernos de que “tú sólo puedes ser así y las cosas deben ser asá, y esto es lo mejor que puede ser”, Loki, Sylvie, Mobius y los otros nos demuestran que todo puede ser de otras muchas formas. El concepto mismo del multiverso nos invita a pensar en las infinitas posibilidades en la que la realidad misma puede variar; algunas peores, algunas mejores, otras sólo diferentes. Y es precisamente en aquello que varía, en esos momentos, esas acciones, esos pensamientos en que nos salimos del guion establecido en donde están las oportunidades. Pues el problema no está en quienes varían, sino en el sistema que quiere ponerlo todo en una sola línea recta. Entonces, procuremos, como Loki y Sylvie, ser variantes.



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2 comentarios:

Jacob dijo...

Pues para mí estuvo claro que el tema de la serie era principalmente el docmatismo/sectarismo. Me sorprende y me alegra que Marvel se atreva a producir obras de temáticas tan importantes

Maik Civeira dijo...

Claro que sí, y creo que ésa es una interpretación compatible con la mía. Marvel está haciendo cosas muy interesantes; creo que estas tres series han estado mejor que gran parte de sus películas.

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